UTILIZACIÓN DE PARQUES PÚBLICOS PARA MEJORAR EL EQUILIBRIO EN PERSONAS ANCIANAS - Red Científica Iberoamericana (RedCIbe)

Red Científica Iberoamericana

UTILIZACIÓN DE PARQUES PÚBLICOS PARA MEJORAR EL EQUILIBRIO EN PERSONAS ANCIANAS

Raquel Leiros Rodríguez1 y José Luis García Soidán2
1Bachelor, Predoctoral, Predoctoral, College Of Physical Therapy, University Of Vigo, Madrid, España
2Phd, Md. Bachelor Of Medicine, Full Professor, Researcher., Faculty Of Education And Sport Sciences And College Of Physical Therapy, University Of Vigo., España

Madrid, España (SIIC)

Los parques públicos son espacios adecuados para la práctica de ejercicios en los ancianos. Estas instalaciones gratuitas son útiles para la promoción y mejora de la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Los programas anteriores para la prevención de caídas presentan resultados diversos debido a que no respetan las normativas sobre caídas en los ancianos. La mayoría de los hallazgos indican que hacer ejercicio durante el tiempo libre puede aumentar el estado de salud física y la integración social de los adultos mayores. De este modo, un entrenamiento apropiado actúa frente a los principales factores de riesgo asociados con la discapacidad: el riesgo biológico, el riesgo psicológico y el riesgo social. Diversas investigaciones han demostrado que ciertas áreas e instalaciones producen un incremento en la participación en ejercicios físicos. Ejemplos de este tipo son los parques públicos. Éstos representan un potencial recurso social y de salud disponible para todos los grupos (edad, etnia o situación cultural o socioeconómica).


El objetivo de esta investigación* fue analizar de qué manera un programa específico dirigido de entrenamiento del equilibrio en las instalaciones de un parque público puede influir el estado de equilibrio y la salud general en las participantes ancianas.


Participaron del estudio 42 mujeres sanas. Todas ellas cumplieron los siguientes criterios de inclusión: mujeres mayores de 65 años con deterioro del sentido del equilibrio, que eran competentes y estaban dispuestas a participar. Todas las participantes firmaron el consentimiento informado antes de su inclusión en el estudio, en concordancia con la Declaración de Helsinki.
En una entrevista personal se identificaron los posibles factores de riesgo y las contraindicaciones para el ejercicio mediante el empleo del PAR-Q Questionnaire y se evaluó el estado cognitivo con el Mini Mental Test de Folstein. Las evaluaciones inicial y final de las participantes incluyeron el estado de equilibrio funcional cuantificado en la Berg Balance Scale (BBS), la prueba Timed Up & Go (TUG) y la calidad de vida, mediante el SF-12 Health Survey.


El programa de entrenamiento fue conducido por un fisioterapeuta calificado y tuvo una duración de 12 sesiones (50 min/sesión: 10 min de ejercicios de calentamiento; 30 min de ejercicios específicos de equilibrio dinámico; 10 min de regreso a la calma), con una frecuencia de dos días a la semana. Las sesiones fueron realizadas en grupos para cada tipo de ejercicios. Cada uno de los 12 ejercicios incluidos en el programa de entrenamiento de equilibrio tuvo un objetivo específico: exponer a las participantes a situaciones en las cuales pudieran estar inseguras de su estabilidad y demostrar problemas relacionados con el movimiento que pudieran limitarlas en su vida diaria o en tares combinadas. Todos los ejercicios fueron realizados de forma lenta y controlada para mejorar la conciencia sensorial de los movimientos, la coordinación y la transferencia de peso. Cuando las actividades requeridas fueron completadas correctamente, se evolucionó en complejidad al exigir la posición corporal por medio de modificaciones del tamaño y las características de la superficie de apoyo. Las mujeres del grupo control (GC) continuaron con su vida normal y no participaron de ningún programa de equilibrio.


Los resultados del análisis de contraste de las valoraciones de la BBS, la prueba TUG y el SF-12 Health Survey, entre los grupos y dentro de cada grupo, demostraron diferencias estadísticamente significativas en comparación con el grupo experimental (GE). Además, el SF 12 Health Survey identificó cambios en las dimensiones de salud global (puntaje total). De este modo, se observaron importantes progresos postratamiento en el GE en los subpuntajes del SF-12 para: dolor corporal, vitalidad, salud general, desempeño físico, salud mental y función física. La correlación entre las evaluaciones preprueba identificadas al principio del programa de intervención tuvo una relación inversa entre la edad y los resultados en la escala BBS y la prueba TUG. Al finalizar el programa, en el análisis de las evaluaciones posprueba se encontró una correlación positiva asociada con el equilibrio entre los resultados del SF-12 Health Survey, el BBS y la prueba TUG. Sin embargo, los resultados de la prueba TUG y el BBS mantuvieron la relación inversa al final de la intervención experimental. El programa mejoró el equilibrio y disminuyó el riesgo de caídas en las ancianas, debido a que las paricipantes aumentaron sus puntajes en la prueba TUG y la escala BBS luego del programa. También mejoraron otras habilidades útiles para las actividades de la vida diaria, como la función física. Los efectos positivos del programa alcanzaron la esfera psicosocial (autopercepción de vitalidad, salud mental y función física) En otras palabras, las participantes se sintieron mejor al final del estudio. Este ejercicio evita la discapacidad mediante la reducción de los factores de riesgo físico (pérdida del equilibrio dinámico, fragilidad) y los factores de riesgo psicosocial (vitalidad y salud mental). Por lo tanto, mientras se reduce el riesgo de caídas, fracturas y muerte, disminuye también el impacto de la depresión y la ansiedad en las personas ancianas.


Un aspecto clave que influyó en los resultados positivos es que se individualizó y adaptó el programa a las capacidades y limitaciones de cada participante, de acuerdo con su salud al inicio del estudio y gradualmente según su evolución. Esto contribuyó a aumentar su confianza en llevar adelante actividades que, con frecuencia, las limita en forma funcional y social. En todo momento, los parques probaron ser seguros para realizar actividad física en la población anciana.


Por consiguiente, los resultados obtenidos en este estudio indican que los parques públicos tienen un equipamiento adecuado para realizar programas de intervención relacionados con el equilibrio y hacen más sencilla la práctica de ejercicios regulares. Por lo tanto, el diseño de las instalaciones de estos espacios promueve el uso accesible y seguro para las ancianas. Así, se propone un paso más en la utilización de espacios comunitarios como los parques públicos para llevar a cabo intervenciones de salud pública, las cuales han sido sugeridas por diversos estudios científicos.

ua51717