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MODELO ESTRUCTURAL PARA PREDECIR EL BIENESTAR Y LAS ACTIVIDADES BÁSICAS DE LOS ADULTOS MAYORES
(especial para SIIC © Derechos reservados)
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Autor:
Amparo Oliver
Columnista Experta de SIIC

Institución:
Universitat de València

Artículos publicados por Amparo Oliver 
Coautores Juan Carlos Meléndez* Patricia Sancho* Laura Galiana* José Manuel Tomás* 
Universitat de València, Valencia, España*


Recepción del artículo: 18 de julio, 2011
Aprobación: 21 de diciembre, 2011
Conclusión breve
Se presentan los resultados de una evaluación del impacto de variables sociodemográficas, identificadas en trabajos previos, sobre la dependencia funcional y el bienestar de los adultos mayores, mediante un modelo estructural de carácter multivariado.

Resumen

En España, las personas mayores sumaban un 17.9% del total de la población en 2010 y se espera que alcancen el 31.1% en 2050. Este aumento de la esperanza de vida no necesariamente implica una mejora en las condiciones de salud de las personas mayores. El objetivo del presente estudio es evaluar el impacto de variables sociodemográficas, identificadas en trabajos previos, sobre la dependencia funcional y el bienestar, mediante un modelo estructural MIMIC de carácter multivariado. Integraron la muestra 1 208 adultos mayores de la ciudad de Valencia (España), todos ellos jubilados mayores de 65 años, no institucionalizados y sin deterioro cognitivo. Además de los aspectos sociodemográficos se midieron: a) las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) mediante el índice de Barthel; y b) el bienestar psicológico mediante las escalas de Ryff. Se obtuvo un modelo estructural con índices de ajustes adecuados que ofrece información relevante en relación con el bienestar y sus variables explicativas en un contexto multivariado. Los resultados revelan: a) entre los aspectos sociodemográficos, los efectos significativos fueron la edad y el nivel de estudios; b) se observa una relación positiva entre las ABVD y el nivel de bienestar; c) las ABVD median parcialmente la relación de los aspectos sociodemográficos con el bienestar.

Palabras clave
bienestar, envejecimiento, modelos estructurales

Clasificación en siicsalud
Artículos originales> Expertos del Mundo>
página www.siicsalud.com/des/expertos.php/124475

Especialidades
Principal: GeriatríaSalud Pública
Relacionadas: Atención PrimariaBioéticaMedicina FamiliarSalud Mental

Enviar correspondencia a:
Amparo Oliver, Universitat de València, 46010, Valencia, España


An structural model to predict well-being and activities of daily life in Spanish elderly people

Abstract
17.9% of the Spanish population in 2010 was elderly, and the expectancy grows to a 31.1% by the year 2050. The increase in life expectancy does not necessarily imply better health conditions. The aim of this article is to assess the impact of several socio-demographic variables on the functional dependence and well being of the elderly, using a Multiple Indicators Multiple Causes (MIMIC) structural model. The sample consisted of 1 208 over 65 years old people from the city of Valencia (Spain). All of them were non-institutionalized, and without cognitive impairment. In addition to the socio-demographic variables, two constructs were measured: a) activities of daily living (ADL's), using the Barthel Index, and psychological well being, using Ryff's scales. A structural model was specified, estimated and tested. The fit of the model to the data was adequate. This structural model offered relevant information regarding the prediction of well being in a multivariate context. Specifically, the model found: a) significant effects of age and educational level on both ADL's and well being; b) a positive relationship between ADL's and well being; and c) a mediation effect of ADL's on the relationship among socio-demographic variables and well being.


Key words
well-being, aging, structural models


MODELO ESTRUCTURAL PARA PREDECIR EL BIENESTAR Y LAS ACTIVIDADES BÁSICAS DE LOS ADULTOS MAYORES

(especial para SIIC © Derechos reservados)
Artículo completo
Introducción

En Europa, la población envejece a un ritmo acelerado dadas las altas tasas de esperanza de vida y la baja natalidad. En concreto, en España, según el Instituto Nacional de Estadística,1 las personas mayores sumaban un 17.9% del total de la población en 2010 y se espera que lleguen al 31.1% en 2050. Pero, evidentemente, el aumento de la esperanza de vida no necesariamente implica una mejora en las condiciones de salud de las personas mayores,2 de modo que, conocer el alcance y las circunstancias de la dependencia es importante, ya que constituye un indicador de las condiciones de salud de las personas. Concretamente, en el caso de los mayores sometidos a cierto grado probable de deterioro, se convierte en una forma de analizar el bienestar global de una sociedad.3
Ya en 1998, el Consejo de Europa, en su Recomendación Nº R(98)9 del Comité de Ministros a los Estados Miembros, definió la dependencia como la necesidad de ayuda o asistencia importante para las actividades de la vida cotidiana. Un estado en el que se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia o ayuda importante a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal.4 De esta manera, quedan establecidas tres de las claves fundamentales de la dependencia: (1) la existencia de una limitación, (2) la incapacidad para realizar actividades y (3) la necesidad de ayuda.
Esta perspectiva de la dependencia es coherente con el planteamiento de la Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (CIF),5 entendiéndola como el resultado de un proceso que se inicia con la aparición de un déficit en el funcionamiento corporal o de una función fisiológica o mental como consecuencia de una enfermedad o accidente. Este déficit comporta una limitación en la actividad. Cuando esta limitación no puede compensarse mediante la adaptación del entorno, provoca una restricción en la participación, que se concreta en la dependencia de la ayuda de otras personas para realizar las actividades de la vida cotidiana.
Así, las actividades básicas de la vida diaria se convierten en un elemento fundamental del adecuado desarrollo y optimización de la vejez, y forman parte del concepto de envejecimiento con éxito, definido como la baja probabilidad de enfermedad y de discapacidad asociada, el alto funcionamiento cognitivo y funcionalidad física y el compromiso activo con la vida.6,7
La dependencia estaría asociada con un número de factores, de entre los cuales nos interesan especialmente algunos sociodemográficos, por haber sido ampliamente estudiados. Así, diversos trabajos8,9 encuentran una estrecha relación entre la dependencia y la edad, ya que el porcentaje de personas con limitaciones en su capacidad funcional aumenta conforme consideramos grupos de población de mayor edad. De este modo, no es extraño que la dependencia se vea como un problema vinculado con el envejecimiento, por ser los adultos mayores los que con más frecuencia se ven afectados. La Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (EDDES-99)1 realizada en España pone de manifiesto que existe un punto de inflexión en la edad de 80 años, en que un 50% de esa población se acerca a la dependencia.

También se asocia la dependencia con el sexo, pues, si bien hasta los 64 años los porcentajes de dependientes son algo superiores en los hombres, a partir de los 65 años la tendencia cambia y el porcentaje de mujeres con discapacidad aumenta (la diferencia porcentual a favor de las mujeres está por encima del 6.5% a partir de los 70años).1 En este sentido, algunos trabajos10 muestran que los hombres tienen significativamente mejor percepción de salud que las mujeres, tendencia que se repite tanto en investigaciones internacionales11 como en el contexto español.3 En relación con esta tendencia, también se indica12 que hay que ser cautelosos, ya que se debe tener en cuenta que, al ser mayor la esperanza de vida entre las mujeres, también están a expensas de un mayor tiempo de dependencia funcional.
Adicionalmente, es conocido que el poder adquisitivo, a menudo asociado de alguna manera a los niveles educativos, es un factor protector contra la falta de salud y la dependencia de las personas mayores. Trabajos recientes13 informan que los bajos ingresos se asocian a la fragilidad, entendida como reservas funcionales reducidas. Además, el nivel educativo también influye, ya que se observó que el riesgo de padecer discapacidad aumenta según desciende éste.3
De acuerdo con la definición de salud de la OMS, ésta es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Por lo tanto, es absolutamente relevante asociar las medidas de salud y de dependencia funcional con las de bienestar mental y social, el bienestar subjetivo y psicológico. El bienestar es un constructo complejo que tiene que ver con las experiencias y funcionamiento óptimo.14 Uno de los modelos teóricos más empleados en la operacionalización del bienestar lo presentó Ryff,15,16 en el contexto de una teoría del ciclo vital, y resulta especialmente adecuado para el estudio de las personas mayores.17 Así, describe el bienestar no sólo como la consecución del placer, sino como el esfuerzo por la perfección que supone el conseguir la realización de las verdaderas potencialidades de cada persona.18 Para medirlo, propone un modelo multidimensional, planteando una serie de dimensiones (autonomía, dominio del ambiente, crecimiento personal, relaciones positivas con otros, autoaceptación y propósito en la vida) así como las escalas para medirlas, que han sido ampliamente investigadas.9,17,19,20
El bienestar se ha relacionado con numerosos antecedentes, como los rasgos de personalidad, sociodemográficos (nivel educativo, nivel socioeconómico, edad, clase social, entre otros), emociones, salud física, apoyo social, etcétera, tal como pone de manifiesto una de las revisiones sobre investigación del bienestar.14 Concretando aun más en los antecedentes de nuestro interés, algunos autores21,22 muestran la importancia del bienestar como una variable asociada a la salud y de la adecuada capacidad funcional. Específicamente, en una investigación con 2 282 personas de más de 65 años23 se evaluó el estado de salud y el estado emocional, y se llegó a la conclusión de que la experiencia de emociones positivas protegía a los adultos mayores de los efectos más negativos del envejecimiento y de la incapacidad. De este modo, parece que existe una relación directa entre el nivel de capacidad funcional y el bienestar.

El objetivo del presente estudio es evaluar el impacto de las variables sociodemográficas identificadas en trabajos previos24 sobre la dependencia funcional y el bienestar, mediante un modelo estructural MIMIC de carácter multivariado.



Método

Diseño, muestra y procedimiento

El diseño es transversal y de encuesta. Participaron en total 1 208 adultos mayores de la ciudad de Valencia, España. Todos ellos compartían la condición de jubilados mayores de 65 años, no institucionalizados y sin deterioro cognitivo. Debido a estas características, fue posible la autoadministración de las escalas, por lo que el muestreo es no probabilístico. La media de edad fue de 76.16 años, con una desviación típica de 7.1, y un intervalo de 65-97; el 58.7% eran mujeres; 53.6% casados. Con respecto al nivel de estudios: un 24.7% no tenía estudios, un 52.2% tenían estudios básicos, y el 23.2% restante tenía estudios secundarios o universitarios. Un 90.6% tenía hijos.



Instrumentos

Además de los sociodemográficos, se aplicaron: (a) el índice de Barthel,25 que evalúa actividades básicas de la vida diaria (ABVD) y se utiliza para una valoración funcional,26,27 en su versión en español,28 y (b) las escalas de bienestar psicológico de Ryff,15 en su versión de 54 ítems, que evalúan las dimensiones de autonomía, dominio del ambiente, crecimiento personal, relaciones positivas con otros, autoaceptación, y propósito en la vida. Las escalas de Ryff están validadas en contexto español29,30 e internacional.16,19,31-33. Adicionalmente, diversos autores han encontrado que las dimensiones centrales del bienestar, dentro de este modelo teórico, son la autoaceptación, el dominio del ambiente, el crecimiento personal y el propósito en la vida.19,34-36 Por tanto, estas cuatro últimas serán las dimensiones empleadas para la medida del bienestar.



Análisis estadísticos

Se especificó un modelo de ecuaciones estructurales, en concreto, un modelo MIMIC (multiple indicators, multiple causes), para estudiar las relaciones entre las variables de interés. Este es un procedimiento de tipo confirmatorio, en que se impone una estructura a los datos (el modelo), y se evalúa su ajuste a éstos. Los modelos estructurales han sido estimados mediante máxima verosimilitud dada la práctica ausencia de curtosis multivariada. Para evaluar el ajuste de los modelos confirmatorios se ha utilizado una variedad de índices, tal y como se recomienda en la literatura.37,38 Así, se emplean el CFI y el GFI, para los que se suele establecer 0.9 o superior como indicativo mínimo para aceptar el modelo; el RMSEA y el SRMR, medidas de cuantía del error, que se consideran aceptables con valores menores de 0.08; además de la prueba de chi al cuadrado. Los modelos estructurales se han estimado mediante el programa EQS 6.1.39



Resultados

El modelo inicial puesto a prueba plantea que una serie de variables sociodemográficas afectan la dependencia funcional y el bienestar. Además, dado que se trata de adultos mayores, se hipotetiza que el deterioro físico que produce incapacidades se acelera, y por tanto que presenta un papel antecedente del bienestar psicológico, y de ahí su posición en el modelo como variable mediadora entre los sociodemográficos y el bienestar. Este planteamiento es acorde con las teorías del ciclo vital según las cuales las influencias normativas debidas a la edad y sus aspectos físico-biológicos reaparecen en las últimas etapas del desarrollo, determinándolas.40 Este modelo no ajustó de forma razonable puesto que, pese a que presentaba un GFI de 0.92 y un SRMR de 0.06, el CFI fue 0.81 y el RMSEA 0.14, con un Χ217 = 445.7, p < 0.001. Por esta razón se procedió a eliminar las relaciones no significativas, lo que da parsimonia al modelo, y a introducir una modificación avalada por los índices de modificación del test de multiplicadores de Lagrange. Esta modificación es la covarianza entre autoaceptación y dominio del ambiente, lo que es compatible con la conceptualización de estos dos factores como bienestar subjetivo.31 Este modelo final sí ajustó razonablemente con los datos, presentando valores superiores a 0.9 tanto en el CFI (= 0.95) como en el GFI (= 0.97) e inferiores a 0.08 tanto en el RMSEA (= 0.03) como en el SRMR (= 0.06), con una Χ221 = 130.2, p < 0.001. Las estimaciones de todos los efectos involucradas en el modelo se presentan en la Figura 1.









Discusión

El objetivo principal de este trabajo fue evaluar el impacto de algunas variables sociodemográficas, identificadas como relevantes en estudios previos, sobre la dependencia funcional y el bienestar en población española anciana.3,8,9 Se obtuvo un modelo estructural de relación entre variables con índices de ajustes adecuados que, si bien tiene aspectos similares a los indicados hasta ahora en otros trabajos, se destaca por ofrecer información relevante en relación con el bienestar y sus variables explicativas en un contexto multivariado.
En primer lugar, se puede observar cómo las distintas variables demográficas se relacionan entre sí de diferentes modos. Así, un mayor nivel de estudios se relaciona de forma importante con los ingresos. Además, el sexo se relaciona con ambas variables, observándose que son las mujeres las de menor nivel educativo e ingresos, y por tanto las que se encuentran en situación de mayor dependencia y falta de bienestar. No obstante, estas relaciones son de pequeña cuantía. Del mismo modo, mayor edad supone menor nivel estudios y de ingresos. En este sentido, parece ser que el efecto generacional asociado con la variable estudios y la pérdida de poder adquisitivo con la llegada de la jubilación pueden ser determinantes en esta relación.

Además, los resultados muestran que tanto la edad como el nivel de estudios son variables predictoras, tanto del nivel de actividades diarias como del bienestar, aspectos ya observados en modelos anteriormente desarrollados por este grupo de investigación y que refuerzan los resultados obtenidos en otros trabajos.9,17 Por una parte, a mayor edad, menor número de actividades de la vida diaria que desempeñan los ancianos y, aunque en menor proporción, experimentan menor bienestar, lo cual es relativamente lógico desde la perspectiva del deterioro asociado a la edad. Sin embargo, se observa un aumento de la longevidad con un retraso en la aparición de la dependencia funcional y en la necesidad de ayuda en las edades más avanzadas, tendencia que puede ser atribuida a una mejora de la atención sanitaria y a mejoras en las condiciones de vida, especialmente socioeconómicas, entre otros factores.41 Por otra parte, mayor nivel de estudios supone mayor desempeño de actividades de la vida diaria, menor dependencia y, por tanto, mayor bienestar. No obstante, cabe mencionar que las variables estudiadas explican tan sólo un 8% (R2 = 0.08) de la varianza del nivel de dependencia. En este sentido, se debe de tener en cuenta que, a la hora de evaluar la salud de los ancianos, no sólo se deben priorizar los indicadores más propios de salud, sino que también deben tenerse en cuenta indicadores de carácter psicológico como es el bienestar.

En relación con el sexo y al nivel de ingresos no se observan diferencias significativas en bienestar. Los resultados de estudios anteriores sobre bienestar muestran diferencias en función del sexo cuando se relaciona con dimensiones concretas del constructo. Sin embargo, coincidiendo con nuestros resultados, dicha relación no se da con el bienestar entendido de forma global.17,42 Diversos estudios43-45 han encontrado resultados contradictorios, incluso en las revisiones metanalíticas, señalándose una ligera tendencia de los hombres a tener niveles más altos de bienestar, si bien parece ser que en las mujeres se pueden observar puntuaciones superiores cuando se hace referencia a aspectos relacionales.46 En relación con las ABVD, y conocida la mayor esperanza de vida de las mujeres, se podría esperar que existiera algún tipo de relación del nivel de dependencia con el sexo.3 Sin embargo, al controlar por la edad, en este caso es ésta la que determina de forma clara el nivel de dependencia y, por tanto, podría ser que los resultados en que las mujeres presentan peor bienestar sean debidos a no controlar el efecto de la edad. Tal y como plantean algunos autores,47 debe tenerse en cuenta que las diferencias observadas en algunos trabajos también pueden estar determinadas por la mayor proporción de mujeres que llegan a edades avanzadas y, por tanto, con mayor probabilidad de limitaciones. Unido a esto, la inserción laboral de las mujeres y la modificación de las estructuras sociales y familiares ha hecho que la mujer desarrolle enfermedades que parecían más propias de los hombres (por ejemplo, enfermedades cardiovasculares), en niveles parecidos e incluso superiores.42

Por lo que se refiere a las variables centrales de este trabajo, se ha observado una relación positiva entre la variable mediadora ABVD y el nivel de bienestar. Es decir, cuanto mayor nivel de actividades de la vida diaria llevan a cabo de forma independiente los ancianos, mayor nivel de bienestar experimentan. Al igual que en el caso anterior, las variables estudiadas explican relativamente poca varianza del bienestar, un 17% (R2 = 0.17). Sin embargo, los resultados obtenidos siguen la misma línea que investigaciones anteriores.42
Con respecto a las dimensiones de bienestar se obtiene un buen ajuste teniendo en cuenta las cuatro dimensiones centrales de bienestar: autoaceptación, dominio del ambiente, crecimiento personal y propósito en la vida,19,34-36 pero incluyendo la relación entre las dimensiones de autoaceptación y dominio del ambiente, dimensiones típicas del bienestar subjetivo.48 Este resultado reafirma la idea del modelo de bienestar, tanto a nivel teórico como empírico, y es coherente con los resultados obtenidos en otros trabajos,36 en los que se informa que las altas correlaciones de la variable latente en todas las muestras son consistentes con propósito en la vida, autoaceptación, dominio del ambiente y crecimiento personal. Además, otros trabajos32,34 también ofrecen evidencia empírica sobre la presencia de un factor de segundo orden global de bienestar con estas cuatro dimensiones. En el mismo sentido, otros autores49 observan un factor de segundo orden basado en las cuatro dimensiones, si bien junto con otras dos de las dimensiones iniciales del modelo que funcionan de forma independiente, la autonomía y las relaciones positivas con los demás.

Teniendo en cuenta todos estos resultados y la valiosa información que ofrecen, este trabajo presenta evidencia empírica de la importancia de diversos factores en la mejora de la vida de personas mayores. Algunos de estos factores son inmodificables (por ejemplo, el sexo o la edad) pero otros no lo son (por ejemplo el nivel de estudios y el nivel de ingresos). De este modo, queda patente la importancia de invertir en políticas sociales que promuevan la autonomía de los adultos mayores, aumentar la cobertura de los sistemas de enseñanza formal y fomentar las investigaciones que contribuyan a lograr el objetivo básico de mejorar la calidad de vida de la población. Los factores inmodificables como el sexo y la edad, no obstante, nos permiten saber qué subgrupos se encuentran en peor situación y apuntar a ellos como objetivos prioritarios.

Introducción

En Europa, la población envejece a un ritmo acelerado dadas las altas tasas de esperanza de vida y la baja natalidad. En concreto, en España, según el Instituto Nacional de Estadística,1 las personas mayores sumaban un 17.9% del total de la población en 2010 y se espera que lleguen al 31.1% en 2050. Pero, evidentemente, el aumento de la esperanza de vida no necesariamente implica una mejora en las condiciones de salud de las personas mayores,2 de modo que, conocer el alcance y las circunstancias de la dependencia es importante, ya que constituye un indicador de las condiciones de salud de las personas. Concretamente, en el caso de los mayores sometidos a cierto grado probable de deterioro, se convierte en una forma de analizar el bienestar global de una sociedad.3

Ya en 1998, el Consejo de Europa, en su Recomendación Nº R(98)9 del Comité de Ministros a los Estados Miembros, definió la dependencia como la necesidad de ayuda o asistencia importante para las actividades de la vida cotidiana. Un estado en el que se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia o ayuda importante a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal.4 De esta manera, quedan establecidas tres de las claves fundamentales de la dependencia: la existencia de una limitación, la incapacidad para realizar actividades y la necesidad de ayuda.

Esta perspectiva de la dependencia es coherente con el planteamiento de la Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (CIF),5 entendiéndola como el resultado de un proceso que se inicia con la aparición de un déficit en el funcionamiento corporal o de una función fisiológica o mental como consecuencia de una enfermedad o accidente. Este déficit comporta una limitación en la actividad. Cuando esta limitación no puede compensarse mediante la adaptación del entorno, provoca una restricción en la participación, que se concreta en la dependencia de la ayuda de otras personas para realizar las actividades de la vida cotidiana.

Así, las actividades básicas de la vida diaria se convierten en un elemento fundamental del adecuado desarrollo y optimización de la vejez, y forman parte del concepto de envejecimiento con éxito, definido como la baja probabilidad de enfermedad y de discapacidad asociada, el alto funcionamiento cognitivo y funcionalidad física y el compromiso activo con la vida.6,7

La dependencia estaría asociada con un número de factores, de entre los cuales nos interesan especialmente algunos sociodemográficos, por haber sido ampliamente estudiados. Así, diversos trabajos8,9 encuentran una estrecha relación entre la dependencia y la edad, ya que el porcentaje de personas con limitaciones en su capacidad funcional aumenta conforme consideramos grupos de población de mayor edad. De este modo, no es extraño que la dependencia se vea como un problema vinculado con el envejecimiento, por ser los adultos mayores los que con más frecuencia se ven afectados. La Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (EDDES-99)1 realizada en España pone de manifiesto que existe un punto de inflexión en la edad de 80 años, en que un 50% de esa población se acerca a la dependencia.

También se asocia la dependencia con el sexo, pues, si bien hasta los 64 años los porcentajes de dependientes son algo superiores en los hombres, a partir de los 65 años la tendencia cambia y el porcentaje de mujeres con discapacidad aumenta (la diferencia porcentual a favor de las mujeres está por encima del 6.5% a partir de los 70años).1 En este sentido, algunos trabajos10 muestran que los hombres tienen significativamente mejor percepción de salud que las mujeres, tendencia que se repite tanto en investigaciones internacionales11 como en el contexto español.3 En relación con esta tendencia, también se indica12 que hay que ser cautelosos, ya que se debe tener en cuenta que, al ser mayor la esperanza de vida entre las mujeres, también están a expensas de un mayor tiempo de dependencia funcional.

Adicionalmente, es conocido que el poder adquisitivo, a menudo asociado de alguna manera a los niveles educativos, es un factor protector contra la falta de salud y la dependencia de las personas mayores. Trabajos recientes13 informan que los bajos ingresos se asocian a la fragilidad, entendida como reservas funcionales reducidas. Además, el nivel educativo también influye, ya que se observó que el riesgo de padecer discapacidad aumenta según desciende éste.3

De acuerdo con la definición de salud de la OMS, ésta es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Por lo tanto, es absolutamente relevante asociar las medidas de salud y de dependencia funcional con las de bienestar mental y social, el bienestar subjetivo y psicológico. El bienestar es un constructo complejo que tiene que ver con las experiencias y funcionamiento óptimo.14 Uno de los modelos teóricos más empleados en la operacionalización del bienestar fue presentado por Ryff,15,16 en el contexto de una teoría del ciclo vital, y resulta especialmente adecuado para el estudio de las personas mayores.17 Así, describe el bienestar no sólo como la consecución del placer, sino como el esfuerzo por la perfección que supone el conseguir la realización de las verdaderas potencialidades de cada persona.18 Para medirlo, propone un modelo multidimensional, planteando una serie de dimensiones (autonomía, dominio del ambiente, crecimiento personal, relaciones positivas con otros, autoaceptación y propósito en la vida), así como las escalas para medirlas, que han sido ampliamente investigadas.9,17,19,20

El bienestar se ha relacionado con numerosos antecedentes, como los rasgos de personalidad, sociodemográficos (nivel educativo, nivel socioeconómico, edad, clase social, entre otros), emociones, salud física, apoyo social, etcétera, tal como pone de manifiesto una de las revisiones sobre investigación del bienestar.14 Concretando aun más en los antecedentes de nuestro interés, algunos autores21,22 muestran la importancia del bienestar como una variable asociada a la salud y de la adecuada capacidad funcional. Específicamente, en una investigación con 2 282 personas de más de 65 años23 se evaluó el estado de salud y el estado emocional, y se llegó a la conclusión de que la experiencia de emociones positivas protegía a los adultos mayores de los efectos más negativos del envejecimiento y de la incapacidad. De este modo, parece que existe una relación directa entre el nivel de capacidad funcional y el bienestar.

El objetivo del presente estudio es evaluar el impacto de las variables sociodemográficas identificadas en trabajos previos24 sobre la dependencia funcional y el bienestar, mediante un modelo estructural MIMIC de carácter multivariado.



Método

Diseño, muestra y procedimiento

El diseño es transversal y de encuesta. Participaron en total 1 208 adultos mayores de la ciudad de Valencia, España. Todos ellos compartían la condición de jubilados mayores de 65 años, no institucionalizados y sin deterioro cognitivo. Debido a estas características, fue posible la autoadministración de las escalas, por lo que el muestreo es no probabilístico. La media de edad fue de 76.16 años, con una desviación típica de 7.1, y un intervalo de 65-97; el 58.7% eran mujeres; 53.6% casados. Con respecto al nivel de estudios: un 24.7% no tenía estudios, un 52.2% tenían estudios básicos y el 23.2% restante tenía estudios secundarios o universitarios. Un 90.6% tenía hijos.



Instrumentos

Además de los sociodemográficos, se aplicaron: (a) el índice de Barthel,25 que evalúa actividades básicas de la vida diaria (ABVD) y se utiliza para una valoración funcional,26,27 en su versión en español,28 y (b) las escalas de bienestar psicológico de Ryff,15 en su versión de 54 ítems, que evalúan las dimensiones de autonomía, dominio del ambiente, crecimiento personal, relaciones positivas con otros, autoaceptación y propósito en la vida. Las escalas de Ryff están validadas en contexto español29,30 e internacional.16,19,31-33. Adicionalmente, diversos autores han encontrado que las dimensiones centrales del bienestar, dentro de este modelo teórico, son la autoaceptación, el dominio del ambiente, el crecimiento personal y el propósito en la vida.19,34-36 Por tanto, estas cuatro últimas serán las dimensiones empleadas para la medida del bienestar.



Análisis estadísticos

Se especificó un modelo de ecuaciones estructurales, en concreto, un modelo MIMIC (multiple indicators, multiple causes), para estudiar las relaciones entre las variables de interés. Este es un procedimiento de tipo confirmatorio, en que se impone una estructura a los datos (el modelo), y se evalúa su ajuste a éstos. Los modelos estructurales han sido estimados mediante máxima verosimilitud dada la práctica ausencia de curtosis multivariada. Para evaluar el ajuste de los modelos confirmatorios se ha utilizado una variedad de índices, tal y como se recomienda en la literatura.37,38 Así, se emplean el CFI y el GFI, para los que se suele establecer 0.9 o superior como indicativo mínimo para aceptar el modelo; el RMSEA y el SRMR, medidas de cuantía del error, que se consideran aceptables con valores menores de 0.08; además de la prueba de chi al cuadrado. Los modelos estructurales se han estimado mediante el programa EQS 6.1.39



Resultados

El modelo inicial puesto a prueba plantea que una serie de variables sociodemográficas afectan la dependencia funcional y el bienestar. Además, dado que se trata de adultos mayores, se plantea la hipótesis que el deterioro físico que produce incapacidades se acelera, y por tanto que presenta un papel antecedente del bienestar psicológico, y de ahí su posición en el modelo como variable mediadora entre los sociodemográficos y el bienestar. Este planteamiento es acorde con las teorías del ciclo vital según las cuales las influencias normativas debidas a la edad y sus aspectos físico-biológicos reaparecen en las últimas etapas del desarrollo, determinándolas.40 Este modelo no ajustó de forma razonable puesto que, pese a que presentaba un GFI de 0.92 y un SRMR de 0.06, el CFI fue 0.81 y el RMSEA 0.14, con un Χ217 = 445.7, p < 0.001. Por esta razón se procedió a eliminar las relaciones no significativas, lo que da parsimonia al modelo, y a introducir una modificación avalada por los índices de modificación de la prueba de multiplicadores de Lagrange. Esta modificación es la covarianza entre autoaceptación y dominio del ambiente, lo que es compatible con la conceptualización de estos dos factores como bienestar subjetivo.31 Este modelo final sí ajustó razonablemente con los datos, presentando valores superiores a 0.9 tanto en el CFI (= 0.95) como en el GFI (= 0.97) e inferiores a 0.08 tanto en el RMSEA (= 0.03) como en el SRMR (= 0.06), con una Χ221 = 130.2, p < 0.001. Las estimaciones de todos los efectos involucradas en el modelo se presentan en la Figura 1.



Discusión

El objetivo principal de este trabajo fue evaluar el impacto de algunas variables sociodemográficas, identificadas como relevantes en estudios previos, sobre la dependencia funcional y el bienestar en población española anciana.3,8,9 Se obtuvo un modelo estructural de relación entre variables con índices de ajustes adecuados que, si bien tiene aspectos similares a los indicados hasta ahora en otros trabajos, se destaca por ofrecer información relevante en relación con el bienestar y sus variables explicativas en un contexto multivariado.

En primer lugar, se puede observar cómo las distintas variables demográficas se relacionan entre sí de diferentes modos. Así, un mayor nivel de estudios se relaciona de forma importante con los ingresos. Además, el sexo se relaciona con ambas variables, observándose que son las mujeres las de menor nivel educativo e ingresos, y por tanto las que se encuentran en situación de mayor dependencia y falta de bienestar. No obstante, estas relaciones son de pequeña cuantía. Del mismo modo, mayor edad supone menor nivel estudios y de ingresos. En este sentido, parece ser que el efecto generacional asociado con la variable estudios y la pérdida de poder adquisitivo con la llegada de la jubilación pueden ser determinantes en esta relación.

Además, los resultados muestran que tanto la edad como el nivel de estudios son variables predictoras, tanto del nivel de actividades diarias como del bienestar, aspectos ya observados en modelos anteriormente desarrollados por este grupo de investigación y que refuerzan los resultados obtenidos en otros trabajos.9,17 Por una parte, a mayor edad, menor número de actividades de la vida diaria que desempeñan los ancianos y, aunque en menor proporción, experimentan menor bienestar, lo cual es relativamente lógico desde la perspectiva del deterioro asociado a la edad. Sin embargo, se observa un aumento de la longevidad con un retraso en la aparición de la dependencia funcional y en la necesidad de ayuda en las edades más avanzadas, tendencia que puede ser atribuida a una mejora de la atención sanitaria y a mejoras en las condiciones de vida, especialmente socioeconómicas, entre otros factores.41 Por otra parte, mayor nivel de estudios supone mayor desempeño de actividades de la vida diaria, menor dependencia y, por tanto, mayor bienestar. No obstante, cabe mencionar que las variables estudiadas explican tan sólo un 8% (R2 = 0.08) de la varianza del nivel de dependencia. En este sentido, se debe de tener en cuenta que, a la hora de evaluar la salud de los ancianos, no sólo se deben priorizar los indicadores más propios de salud, sino que también deben tenerse en cuenta indicadores de carácter psicológico como es el bienestar.

En relación con el sexo y al nivel de ingresos no se observan diferencias significativas en bienestar. Los resultados de estudios anteriores sobre bienestar muestran diferencias en función del sexo cuando se relaciona con dimensiones concretas del constructo. Sin embargo, coincidiendo con nuestros resultados, dicha relación no se da con el bienestar entendido de forma global.17,42 Diversos estudios43-45 han encontrado resultados contradictorios, incluso en las revisiones metanalíticas, señalándose una ligera tendencia de los hombres a tener niveles más altos de bienestar, si bien parece ser que en las mujeres se pueden observar puntuaciones superiores cuando se hace referencia a aspectos relacionales.46 En relación con las ABVD, y conocida la mayor esperanza de vida de las mujeres, se podría esperar que existiera algún tipo de relación del nivel de dependencia con el sexo.3 Sin embargo, al controlar por la edad, en este caso es ésta la que determina de forma clara el nivel de dependencia y, por tanto, podría ser que los resultados en que las mujeres presentan peor bienestar sean debidos a no controlar el efecto de la edad. Tal y como plantean algunos autores,47 debe tenerse en cuenta que las diferencias observadas en algunos trabajos también pueden estar determinadas por la mayor proporción de mujeres que llegan a edades avanzadas y, por tanto, con mayor probabilidad de limitaciones. Unido a esto, la inserción laboral de las mujeres y la modificación de las estructuras sociales y familiares ha hecho que la mujer desarrolle enfermedades que parecían más propias de los hombres (por ejemplo, enfermedades cardiovasculares), en niveles parecidos e incluso superiores.42

Por lo que se refiere a las variables centrales de este trabajo, se ha observado una relación positiva entre la variable mediadora ABVD y el nivel de bienestar. Es decir, cuanto mayor nivel de actividades de la vida diaria llevan a cabo de forma independiente los ancianos, mayor nivel de bienestar experimentan. Al igual que en el caso anterior, las variables estudiadas explican relativamente poca varianza del bienestar, un 17% (R2 = 0.17). Sin embargo, los resultados obtenidos siguen la misma línea que investigaciones anteriores.42

Con respecto a las dimensiones de bienestar se obtiene un buen ajuste teniendo en cuenta las cuatro dimensiones centrales de bienestar: autoaceptación, dominio del ambiente, crecimiento personal y propósito en la vida,19,34-36 pero incluyendo la relación entre las dimensiones de autoaceptación y dominio del ambiente, dimensiones típicas del bienestar subjetivo.48 Este resultado reafirma la idea del modelo de bienestar, tanto a nivel teórico como empírico, y es coherente con los resultados obtenidos en otros trabajos,36 en los que se informa que las altas correlaciones de la variable latente en todas las muestras son consistentes con propósito en la vida, autoaceptación, dominio del ambiente y crecimiento personal. Además, otros trabajos32,34 también ofrecen evidencia empírica sobre la presencia de un factor de segundo orden global de bienestar con estas cuatro dimensiones. En el mismo sentido, otros autores49 observan un factor de segundo orden basado en las cuatro dimensiones, si bien junto con otras dos de las dimensiones iniciales del modelo que funcionan de forma independiente, la autonomía y las relaciones positivas con los demás.

Teniendo en cuenta todos estos resultados y la valiosa información que ofrecen, este trabajo presenta evidencia empírica de la importancia de diversos factores en la mejora de la vida de personas mayores. Algunos de estos factores son inmodificables (por ejemplo, el sexo o la edad) pero otros no lo son (por ejemplo el nivel de estudios y el nivel de ingresos). De este modo, queda patente la importancia de invertir en políticas sociales que promuevan la autonomía de los adultos mayores, aumentar la cobertura de los sistemas de enseñanza formal y fomentar las investigaciones que contribuyan a lograr el objetivo básico de mejorar la calidad de vida de la población. Los factores inmodificables como el sexo y la edad, no obstante, nos permiten saber qué subgrupos se encuentran en peor situación y apuntar a ellos como objetivos prioritarios.
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