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PARASITOSIS INTESTINALES Y FACTORES SOCIOAMBIENTALES: ESTUDIO PRELIMINAR EN UNA POBLACIÓN DE HORTICULTORES
(especial para SIIC © Derechos reservados)
Autor:
María Lorena Zonta
Columnista Experta de SIIC

Institución:
Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE-CONICET-La Plata-UNLP)

Artículos publicados por María Lorena Zonta 
Coautores María Inés Gamboa* Graciela Teresa Navone** María Laura Susevich*** 
Biologo, Cátedra de Parasitología Comparada/Laboratorio de Parasitosis humanas y zoonosis parasitarias, La Plata*
Biologo, Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE-CCT CONICET La Plata-UNLP)., La Plata, Argentina**
Biologo, Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE-CONICET-La Plata-UNLP), La Plata, Argentina***


Recepción del artículo: 4 de agosto, 2015
Aprobación: 29 de diciembre, 2015
Conclusión breve
Las parasitosis observadas en la población de horticultores y las especies de importancia zoonótica, sugieren la necesidad de profundizar estos estudios y promueven tareas conjuntas de concientización entre los diferentes actores involucrados en referencia a la contaminación fecal del ambiente y su impacto en la sanidad humana.  

Resumen

Introducción: En el parque Pereyra Iraola viven familias de pequeños productores hortícolas que abastecen al mercado regional. El presente trabajo aborda un estudio parasitológico integral, con el fin de evaluar las condiciones sanitarias y su impacto en la salud humana. Materiales y métodos: Se analizaron muestras seriadas de heces humanas y escobillado anal (n = 80), heces caninas (n = 8), de animales de cría (n = 12), y muestras de hortalizas (n = 21). Se aplicaron técnicas de concentración por flotación y sedimentación. Mediante encuestas semiestructuradas se relevaron variables socioambientales. Resultados: El 84% de la población humana resultó parasitada. Las mayores prevalencias correspondieron a Blastocystis sp. (41.2%), Enterobius vermicularis (37.5%) y Entamoeba coli (33.7%). Se hallaron asociaciones significativas entre especies parásitas. En perros, la especie más prevalente fue Trichuris vulpis (37.5%), seguida de Ancylostoma caninum, Uncinaria stenocephala y Toxocara canis (25%). En animales de cría se halló Balantidium coli, Trichuris suis, Capillaria sp., Heterakis sp., Trichostrongylus sp., entre otros. En las hortalizas se encontraron quistes de amebas, ooquistes de coccidios, huevos de estrongilídeos y larvas de nematodes de vida libre. La presencia de G. lamblia en la población humana se asoció significativamente con trabajo inestable de la madre, falta de educación paterna y tenencia de huerta. Conclusiones: Los resultados observados en la población y las especies de importancia zoonótica en animales y hortalizas sugieren profundizar estos estudios y llevar adelante medidas de control y saneamiento ambiental, que mejoren la calidad de vida de los horticultores y su actividad productiva.

Palabras clave
parasitosis intestinales, horticultores, animales, hortalizas, parque Pereyra Iraola

Clasificación en siicsalud
Artículos originales> Expertos del Mundo>
página www.siicsalud.com/des/expertos.php/147782

Especialidades
Principal: EpidemiologíaSalud Pública
Relacionadas: Diagnóstico por LaboratorioInfectología

Enviar correspondencia a:
María Lorena Zonta, 1900, La Plata, Argentina


Intestinal parasitoses and socio-environmental factors: a preliminary study on a population of horticulturists

Abstract
Introduction: Various families of small horticultural producers who supply the regional market live in Pereyra Iraola Park. This paper addresses an integral parasitological study designed to assess the sanitary conditions in the place and their impact on human health. Material and methods: Serial human stool and anal swabs (n = 80), canine faeces (n = 8), farm animals (n = 12), and vegetables samples (n = 21) were analyzed. Concentration techniques by flotation and sedimentation were applied. Through semi-structured surveys socio-environmental variables were studied. Results: The study showed that 84% of the human population was parasitized. The highest prevalence corresponded to Blastocystis sp. (41.2%), Enterobius vermicularis (37.5%) and Entamoeba coli (33.7%). Significant associations between parasitic species were found. Trichuris vulpis (37.5%) was the most prevalent species in canines followed by Ancylostoma caninum, Uncinaria stenocephala and Toxocara canis (25%). Farm animals showed Balantidium coli, Trichuris suis, Capillaria sp., Heterakis sp., Trichostrongylus sp., among others. In vegetables, amoeba cysts, coccidia oocysts, strongylid eggs and larvae of free-living nematodes were found. The presence of G. lamblia in the human population was significantly associated with irregular work of the mother, the lack of parental education and the possession of a vegetable garden. Conclusions: The results observed in the population, and species of zoonotic importance in animals and vegetables suggest that these studies should be furthered and control and environmental sanitation measures implemented in order to improve the quality of life of horticulturists and their productive activity.


Key words
intestinal parasitoses, horticulturists, animals, vegetables, Pereyra Iraola Park


PARASITOSIS INTESTINALES Y FACTORES SOCIOAMBIENTALES: ESTUDIO PRELIMINAR EN UNA POBLACIÓN DE HORTICULTORES

(especial para SIIC © Derechos reservados)
Artículo completo
Introducción
Las infecciones parasitarias producidas por protozoos y helmintos, afectan alrededor de 3500 millones de personas en el mundo y son causa de morbilidad clínica en 450 millones.1

La población infantil es la más susceptible debido a su inmadurez inmunológica y al escaso desarrollo de hábitos higiénicos.2 De esta manera, pueden presentar disminución del apetito, diarrea, dolor e hinchazón abdominal y anorexia, entre los síntomas más frecuentes.3,4 Los casos crónicos pueden involucrar alteraciones en el crecimiento, en el aprendizaje y en la función cognitiva.5,6 La intensidad de la infección parasitaria dependerá del estado inmunológico del paciente, del rol patogénico de las especies involucradas y de la carga parasitaria.4
En este contexto, las deficientes condiciones de saneamiento ambiental, sumadas a una insuficiente educación sanitaria, al aumento de las migraciones facilitado por la globalización, y a la falta de medidas de prevención y control de las parasitosis intestinales, facilitan su aparición.7,8 Por otra parte, las enteroparasitosis en los seres humanos se vinculan principalmente con las prácticas de defecación (i.e. a cielo abierto), contaminación fecal del suelo y del agua, hábitos higiénicos inadecuados y hacinamiento.9,10 Estas infecciones, a pesar de tener una distribución mundial, son más frecuentes en las áreas tropicales y subtropicales de los países en desarrollo.11 Así, cobran importancia las condiciones biogeográficas del área de estudio, que determinarán la distribución, abundancia y persistencia de ciertas parasitosis en el ambiente.7

En la Argentina, la prevalencia de parásitos intestinales en la población humana es heterogénea, con una considerable variación en su distribución (i.e. 45%-93%), determinada por factores geográficos, ambientales y conductuales de las poblaciones involucradas.12-17

Por otra parte, los animales domésticos, particularmente los perros y los gatos, pueden actuar como reservorios de formas parasitarias que contaminan el ambiente con sus heces, principalmente quistes, huevos y larvas infectantes de parásitos intestinales (e.g. Ancylostoma caninum, Toxocara canis, Trichuris vulpis y coccidios),18-21 lo que representa un grave problema de salud humana y animal, por tratarse de enfermedades de origen zoonótico.18,21-23

Asimismo, cobran importancia las enfermedades transmitidas o vehiculizadas por alimentos (ETA), entre las cuales las parasitosis intestinales representan un grave problema de salud pública en numerosos países del mundo.24,25 En este sentido, las hortalizas, al ser consumidas directamente sin necesidad de cocción o procesamiento industrial previo, se convierten en potenciales fuentes de infección debido a que durante el cultivo, la manipulación, el transporte y la comercialización puede producirse la contaminación fecal.26 Por ello, en salud pública resulta relevante determinar el grado de contaminación de los alimentos como una manera de inferir el grado de riesgo al cual se encuentra expuesta la población.
En las últimas décadas, un fenómeno notable que se ha registrado en la provincia de Buenos Aires, y particularmente en el parque Pereyra Iraola, ha sido la creciente inmigración de horticultores desde países limítrofes, como también del norte de nuestro país. Estos productores contribuyen al abastecimiento del mercado hortícola regional.27 Ciertas prácticas de esta actividad, comunes en el área de estudio, tales como el uso de aguas residuales para el riego y el empleo de estiércol como fertilizante, sumado a la carencia de instalaciones sanitarias y a hábitos higiénicos deficientes, constituyen factores de riesgo para la salud humana.15 En este sentido, Moreyra y col. dan cuenta de la contaminación del agua en el parque debido a la presencia de bacterias coliformes y nitratos, que se relacionan con la materia orgánica proveniente de los desechos fecales humanos, depositados en lugares cercanos a la perforación del agua de consumo.28

Teniendo en cuenta la importancia de la producción hortícola regional y el riesgo que implican algunas prácticas de esta actividad, surgió la necesidad de abordar el estudio parasitológico en las familias productoras, sus animales y las verduras que producen en las huertas del parque, con el fin de evaluar las condiciones sanitarias y su impacto en la salud humana.


Materiales y métodos

Área de estudio

El parque Pereyra Iraola (34°50'51"S; 58°8'14"W), en la provincia de Buenos Aires, Argentina, limita con el Río de la Plata y las localidades de Berazategui, La Plata y Florencio Varela (Figura 1). Está ubicado a 15 kilómetros de la ciudad de La Plata, capital de la provincia, y consta de 10 248 hectáreas, de las que aproximadamente 1200 fueron destinadas a la producción hortícola en 1949.27






En la actualidad, en el parque residen alrededor de 100 familias, dedicadas principalmente a la horticultura y, en menor medida, a la producción pecuaria, a la apicultura y a la agroindustria. Hay gran diversidad en el origen étnico de las familias, la mayoría son migrantes de las provincias del norte argentino y de Bolivia. Las familias que tienen mayor extensión de tierra productiva comercializan en mercados y realizan la venta directa desde su quinta. Sin embargo, el resto posee pequeñas huertas familiares, y utilizan su producción para el consumo familiar y venta en ferias regionales.27

Ciertas actividades de los productores, tales como el uso de agrotóxicos, la construcción precaria de perforaciones para extracción de agua, sumado a las actividades industriales y barrios cerrados que los circundan, ejercen un efecto negativo en el caudal y en la calidad del recurso hídrico, de importancia en el desarrollo de la producción hortícola.28 Las viviendas son de chapa y madera y carecen de agua potable, cloacas y gas natural. Los caminos son de tierra e intransitables los días de lluvia.
Los hijos de los productores asisten principalmente al Jardín de Infantes N° 936, a la Escuela Primaria N° 19 Francisco P. Moreno y a la Escuela de Educación Secundaria Agraria Nº 1, ubicados en el paraje Santa Rosa de Pereyra. La población no tiene acceso a centros de salud cercanos.

Relevamiento de los datos

Heces humanas. El estudio descriptivo y transversal se llevó a cabo durante el período comprendido entre agosto de 2007 y junio de 2008. El trabajo se inició con talleres informativos en los establecimientos mencionados anteriormente, y luego siguió con visitas domiciliarias a los horticultores asentados en el parque. De los talleres participaron docentes, padres y alumnos. La modalidad consistió en mostrar a través de láminas ilustrativas y material óptico, la biología, ciclos de vida, modos de transmisión y sintomatología de los parásitos más comunes. Asimismo, se intercambiaron percepciones y conocimientos entre los participantes, lo que permitió explorar las diversas alternativas de tratamiento y prevención a través de la participación activa. Se repartieron folletos informativos y se entregaron frascos con formol al 10% con cucharita de plástico incorporada para la toma de muestras de materia fecal seriada durante cinco días, en cualquier momento del día. Para la detección de huevos de Enterobius vermicularis se indicó realizar un escobillado de la zona perianal con gasa estéril, durante cinco días, por la mañana, las muestras se conservaron en frascos con formol al 10%. Del estudio participaron voluntariamente 80 individuos.

Heces animales. Se tomaron muestras de heces caninas (n = 8), de animales de cría (i.e. cerdos, cabras, caballos; n = 12) y de aves de corral (i.e. gallinas, patos; n = 8), las cuales fueron tomadas de las quintas y de la granja de la escuela N° 19. Las muestras de heces animales fueron recolectadas de cada animal al acecho una única vez.

Hortalizas. En las huertas de las familias residentes y en la de la escuela se colectaron las partes aéreas de nueve especies de hortalizas para la búsqueda de formas parasitarias: remolacha (Beta vulgaris var. conditiva) (n = 1), rabanito (Raphanus sativus) (n = 1), espinaca (Spinacia oleracea) (n = 1), cebolla de verdeo (Allium fistulosum) (n = 1), acelga (Beta vulgaris var. cicla) (n = 4), lechuga (Lactuca sativa) (n = 4), perejil (Petroselinum sp.) (n = 4), albahaca (Ocimum basilicum) (n = 2) y repollo colorado (Brassica oleracea var. capitata) (n = 3). Las muestras (n = 21) se recolectaron al azar, de manera individual en bolsas transparentes estériles de plástico, debidamente rotuladas.

Estudio socioambiental. Se formularon encuestas epidemiológicas semiestructuradas mediante las que se registraron las condiciones sanitarias inherentes al ámbito intradomiciliario y peridomiciliario y los aspectos vinculados con la situación socioeconómica del grupo familiar. De este modo, se registraron los materiales con que estaban construidas las viviendas, la existencia de servicios públicos, hacinamiento crítico (más de tres personas compartiendo una habitación) y si comparten cama simple los miembros de la familia. Entre las variables socioeconómicas, se incluyeron el nivel de educación, la actividad laboral de los padres, entre otros.

Procesamiento de las muestras

La búsqueda de parásitos en muestras fecales humanas y animales se realizó por observación macroscópica y microscópica mediante las técnicas de concentración por sedimentación de Ritchie modificada y flotación de Willis (d = 1200).29 Los frascos con las gasas fueron agitados vigorosamente y luego el líquido fue centrifugado a 1500 rpm (400 g) durante 10 min. El sedimento obtenido se observó al microscopio óptico en búsqueda de Enterobius vermicularis.30 Las partes aéreas de las hortalizas se lavaron con Tween 80 al 0.1% con la ayuda de un cepillo previamente esterilizado. Luego se realizó la filtración de la solución de lavado y se dejó reposar durante 24 horas a temperatura ambiente. Para verificar la presencia de formas parasitarias, se realizó una concentración por flotación.24

Cada muestra fue observada como mínimo cuatro veces al microscopio óptico en 100 y 400 aumentos para la búsqueda de formas parasitarias (huevos, quistes, ooquistes y larvas). Se utilizó bibliografía específica para su determinación.
El diagnóstico parasitológico se llevó a cabo en el Laboratorio de Biodiversidad y Epidemiología Parasitaria del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE).


Procesamiento estadístico

Los datos obtenidos fueron procesados mediante el programa estadístico Epi InfoTM 7. Se calculó porcentaje de individuos parasitados, riqueza específica, prevalencia de cada especie y porcentaje de monoparasitados, biparasitados y poliparasitados (más de tres especies parásitas por individuo).
Se analizó la asociación estadística entre las características ambientales (variables independientes) y las parasitosis detectadas (variables dependientes), y entre pares de parásitos, mediante la prueba de chi al cuadrado con corrección de Yates (nivel de significación: p < 0.05 o p < 0.01) y, en caso de observaciones menores de 5, se utilizó la prueba exacta de Fisher de dos colas.

Aspectos éticos

Todas las actividades se llevaron a cabo mediante técnicas sencillas e inocuas que no afectaron la integridad física, psíquica y moral de las personas, contando con el consentimiento informado por escrito de las autoridades escolares, así como de los padres o tutores de los niños. Se ajustaron a lo establecido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, las normas éticas instituidas por el Código de Nüremberg de 1947 y la Declaración de Helsinki de 1964 y sus sucesivas enmiendas, atendiéndose especialmente a lo normado por el artículo 5° del Decreto Reglamentario de la Ley 25326.
Las personas en ningún caso presentaron antecedentes patológicos conocidos y fueron excluidos aquellos individuos que recibían algún tipo de medicamento. Los resultados del estudio fueron informados tanto a los padres como a las autoridades responsables de las áreas de salud y educación.


Resultados

Análisis parasitológico

Del total de los individuos analizados (n = 80), 47.5% eran varones, y 52.5%, mujeres. La muestra fue agrupada en intervalos etarios teniendo en cuenta su heterogeneidad: intervalo 1 (de 45 días a 5 años); intervalo 2 (de 6 a 17 años); intervalo 3 (18 años en adelante) (Tabla 1).






Heces humanas

El 84% (67/80) de las heces humanas resultó positivo para alguna especie parásita patógena, no patógena o de ambos tipos. No se hallaron diferencias estadísticamente significativas al comparar el total de los parasitados respecto al sexo (p > 0.05); sin embargo, las mujeres resultaron levemente más parasitadas que los varones (53.7% vs. 46.3%). Los analizados del intervalo 2 (6 a 17 años) resultaron más parasitados, en comparación con los demás intervalos, aunque estas diferencias resultaron no significativas (p > 0.05) (Figura 2).





La riqueza específica fue de nueve especies, se encontró un mayor número de personas parasitadas sólo por protozoos (52.2%); 14.9% sólo por helmintos y 32.8% por una combinación de ambos tipos de parásitos. Además, del total de personas parasitadas, el 85% presentó al menos alguna especie patógena, mientras que el porcentaje restante (15%) estuvo parasitado por especies no patógenas.
Entre los protozoos no patógenos, Entamoeba coli (33.7%) presentó la mayor prevalencia, y entre los patógenos, lo hizo Blastocystis sp. (41.2%). Enterobius vermicularis (37.5%) presentó el mayor valor entre los helmintos (Figura 3).






Las infecciones por una especie parásita (monoparasitismo) se presentaron en el 40.3% de la población parasitada, por dos especies (biparasitismo) en el 31.3%, y por tres o más especies (poliparasitismo) en el 28.3%, hallándose un máximo de cinco especies por individuo parasitado.

Se encontraron asociaciones estadísticamente significativas entre Giardia lamblia y Chilomastix mesnili (Fisher = 0.05) y entre pares de especies no patógenas tales como E. coli y Endolimax nana (X2 corrección de Yates = 6.7; p = 0.009) y E. nana con Iodamoeba bütschlii (Fisher = 0.01).

No se hallaron diferencias significativas entre las especies presentes y el sexo. Sin embargo, respecto del intervalo etario se observó que E. nana fue más frecuente en los sujetos analizados del intervalo 2 y los del intervalo 3 respecto de los del intervalo 1 (Fisher = 0.04 y 0.003; respectivamente). Además, E. vermicularis presentó una prevalencia significativamente mayor en los analizados entre 6 y 16 años respecto de los mayores de 18 años (Fisher = 0.04).


Heces animales

El análisis de materia fecal de caninos, de animales de cría y aves de corral estudiados, indicó la presencia de infecciones parasitarias múltiples por protozoos y helmintos (Tabla 2). De este modo, el 87.5% de los caninos analizados resultaron parasitados y la especie más prevalente fue T. vulpis (37.5%). Se identificaron además huevos de otros helmintos tales como U. stenocephala, A. caninum y T. canis, y en menor proporción, Capillaria sp. Además, se halló como único protozoo Giardia sp. En porcinos, el 70% fue positivo, habiéndose encontrado un mayor porcentaje para Blastocystis sp. (40%). Además se identificaron otras especies de protozoos, entre ellos Balantidium coli, Entamoeba polecki, Iodamoeba bütschlii y coccidios. Entre los helmintos se encontró Trichuris suis. El único caprino analizado resultó parasitado por Haemonchus contortus y Trichostrongylus sp. (100%) y en el caso del equino la única especie hallada fue Trichostrongylus axei (100%). El 62.5% de las aves de corral presentaron alguna especie parásita, Capillaria sp. y Trichostrongylus tenuis fueron las más prevalentes (25%).






Hortalizas

El análisis de las hortalizas colectadas indica que el 23.8% presentó contaminación parasitaria. Se observaron quistes de amebas, ooquistes de coccidios, huevos de nematodes atribuibles al orden Strongylida y larvas de nematodes de vida libre (i.e. bacteriófagas, depredadoras) en acelga, albahaca, lechuga, repollo y perejil.



Análisis socioambiental

Los resultados obtenidos de las encuestas figuran en la Tabla 1. La mayoría de las familias eran propietarias de las viviendas, construidas de mampostería de ladrillos, y en menor proporción de madera o con materiales más precarios (chapa, nailon), sin acceso a servicios públicos, tales como agua corriente, cloacas o gas natural. En su defecto, el agua de consumo es obtenida a través de bomba, las excretas son eliminadas en mayor porcentaje por pozo ciego, y la mayoría hace uso de gas envasado. Sólo el 28.7% de las familias cuenta con servicio de recolección de residuos domésticos. Las calles son en su mayoría de tierra, sin pavimento. En el 86.2% de las familias se observó hacinamiento crítico y el 69.5% comparten cama simple.

En cuanto al nivel de educación, el 65% de las madres y el 80% de los padres no tienen estudios y el 35% y 20% de ellos presentaron sólo estudios primarios, respectivamente. El 76.7% de los padres tiene un trabajo temporario, como agricultores o changarines. En cuanto a las madres, la mayoría eran agricultoras (68.7%) y el 16.2% manifestó estar desocupada o ser ama de casa. El 21.7% de las familias percibían ayuda monetaria a partir de planes gubernamentales; el 13%, planes alimentarios (concurriendo a un comedor infantil o comunitario), y sólo el 5.8% contaban con cobertura de salud. Por último, el 38.8% tenía animales de cría, y el 69.1%, huerta (Tabla 1).
El análisis de las variables socioambientales en relación con las parasitosis indicó que las asociaciones significativas estuvieron representadas por personas parasitadas por G. lamblia y trabajo inestable de la madre (Fisher = 0.03), con la falta de educación paterna (Fisher = 0.02), y con la tenencia de huerta (Fisher = 0.01).


Discusión

Los resultados parasitológicos obtenidos indican que un alto porcentaje (84%) de la población humana analizada resultó positiva para al menos una especie de parásito intestinal. En un estudio realizado con niños en Bolivia se observaron porcentajes superiores: 97% de individuos infectados.31 En Brasil, otros investigadores observaron porcentajes más bajos de parasitosis total (47%).32 En el nordeste de nuestro país (Entre Ríos y Misiones), la distribución de las parasitosis en los niños varía entre el 58.6% y el 86%.33,34 En San Rafael (Mendoza), Garraza y col. hallaron que el 62.4% de los escolares presentaban algún tipo de enteroparásitos.16En Buenos Aires, las prevalencias fluctúan entre el 45.4% y el 85.7%.14,15,35 En dos sectores de un área periurbana de la ciudad de Neuquén se encontraron valores de parasitosis que fluctuaron entre 50.7% y 92.9%.13 En este sentido, el aumento de referencias parasitológicas humanas a nivel local y regional permitirá comprender mejor la relación de las parasitosis observadas con factores sociales, económicos, ambientales y geográficos, con el fin de contribuir con la elección adecuada de programas de prevención y control para cada caso en particular y avanzar hacia la erradicación de las infecciones parasitarias.
En la presente investigación no se detectó ninguna asociación estadísticamente significativa entre el total de parasitados, sexo e intervalo etario. Sin embargo, las mujeres resultaron levemente más parasitadas que los varones, al igual que los individuos de entre 6 y 17 años respecto de aquellos con otras edades. Del mismo modo, otros autores habían señalado que las diferencias observadas en relación con la edad no fueron significativas.2,36 Al respecto, Papale y col. indicaron que el efecto de la infección parasitaria dependerá, sobre todo, del tipo de parásito presente, de la carga parasitaria, de la interacción con otras infecciones concurrentes y del estado inmunológico de las personas que la padecen.37

La riqueza de especies hallada fue alta (nueve especies), predominaron los protozoos sobre los helmintos (52.2% vs. 14.9%), así como el porcentaje de personas parasitadas que al menos presentaron alguna especie patógena (85%). Entre los no patógenos prevaleció E. coli y entre los patógenos Blastocystis sp. y E. vermicularis, en coincidencia con lo observado por otros autores.15,16,18,33,34,38 Si bien el rol patogénico de Blastocystis sp. es controvertido, cada vez es mayor el número de trabajos que le asignan un carácter patógeno con una variedad de signos inespecíficos (náuseas, dolor y distensión abdominales, flatulencias y diarreas) que son compartidos con otras parasitosis intestinales. Estudios genéticos han esclarecido la identificación de subtipos y su carácter zoonótico).39,40
En cuanto a la asociación entre especies parásitas, la mayoría de las amebas no patógenas se vincularon significativamente entre ellas, y en particular, C. mesnilii con G. lamblia, dado que comparten el mecanismo de transmisión. Si bien los protozoos no patógenos poseen poca importancia desde el punto de vista clínico, tienen relevancia epidemiológica, ya que su presencia en la población es indicadora de contaminación fecal del agua de consumo y los alimentos y además favorecen la entrada de especies patógenas debido a los mismos mecanismos de transmisión.2,41 Investigaciones previas realizadas en el área de estudio, dan muestra de la contaminación del agua de consumo por la proximidad entre la toma de agua de escasa profundidad y el pozo ciego, así como el estiércol almacenado y la mala disposición de los desechos domésticos,28 aspectos también observados mediante las encuestas socioambientales realizadas.

Respecto del número de especies parásitas por individuo, se halló mayor porcentaje de monoparasitados que de poliparasitados (40.3% vs. 28.3%) hallándose un máximo de cinco especies. Sin embargo, Gamboa y colaboradores, en un asentamiento precario del partido de La Plata observaron una prevalencia mayor de poliparasitismo, de 79.6%, con un máximo de siete especies por hospedador.15 En el mismo sentido y en otro país sudamericano, Solano y colegas realizaron un estudio con niños en Venezuela y hallaron un 48% de poliparasitismo, lo que sugiere que los niños están constantemente expuestos a elementos contaminantes que favorecen la infestación con diferentes especies parásitas.42 En este contexto, las deficiencias inmunológicas facilitan la entrada de otros microorganismos patógenos y provocan, además, la disminución de nutrientes, lo que afecta el crecimiento, con consecuencias importantes sobre el desarrollo intelectual.5

Las diferencias observadas entre las especies halladas y el sexo fueron no significativas. Sin embargo, respecto del intervalo etario, E. vermicularis presentó una prevalencia significativamente mayor en los individuos analizados de entre 6 y 17 años respecto de los mayores de 18 años (53.1% vs. 21.0%). La presencia de E. vermicularis en la población infanto-juvenil no sorprende, dado que su transmisión ano-mano-boca se ve favorecida tanto por el contacto directo y continuo durante el juego y las actividades escolares, como por los hábitos higiénicos poco desarrollados.43 En este sentido, cabe destacar que durante los primeros años de vida, las parasitosis intestinales adquieren mayor significado, debido a que los niños aún no han adquirido los hábitos higiénicos necesarios para prevenirlas y, por otra parte, a que no han desarrollado la inmunidad suficiente frente a las distintas especies parásitas.44

Los resultados obtenidos en las muestras de animales indican una alta prevalencia de enteroparásitos de importancia zoonótica, lo que implica un potencial riesgo de exposición e infección para la población, en especial para los niños, que son los más susceptibles a contraer estas enfermedades, debido a que establecen estrechas relaciones con sus mascotas.45

De esta manera, en las muestras de materia fecal canina se halló un elevado porcentaje de parasitismo (87.5%), se identificaron huevos de nematodes y cestodes (i.e. T. vulpis, U. stenocephala, A. caninum, T. canis, Capillaria sp., Taenidae) y Giardia sp. como único protozoo. En dos poblaciones caninas de la ciudad de La Plata, cercana al área de estudio del presente trabajo, Gamboa y col. y Radman y col. hallaron las mismas especies.46,47 En el sur de nuestro país, Semenas y col. encontraron resultados similares aunque con una mayor riqueza específica, porque observaron, además, la presencia de Diphyllobothrium sp., Strongyloides sp., Toxascaris sp. y Echinococcus granulosos.48 Dopchiz y col., en Lobos (provincia de Buenos Aires), hallaron T. vulpis y Eucoleus (syn. Capillaria) aerophila entre las más prevalentes.49 En Misiones, en el nordeste de Argentina, Zonta halló, además, Dipylidium caninum como otra especie presente.50 Estos estudios y los resultados obtenidos muestran el impacto que las especies caninas tienen en la salud humana. En nuestro trabajo, T. vulpis fue el parásito más frecuente, cuya importancia zoonótica actualmente se discute, pero se lo considera potencialmente zoonótico, dado que puede producir trastornos gastrointestinales y síndrome de larva migrans visceral. El primer caso de T. vulpis en el ser humano fue comunicado en 1956 por Hall y Sonnenberg, en un niño de 4 años de edad.51 Desde entonces, en la literatura varios casos han sido informados como infecciones en seres humanos.52,53

En referencia a A. caninum, distintos autores han indicado que el diagnóstico de esta especie es de importancia en salud pública por causar lesiones cutáneas en seres humanos, al penetrar la larva a través de la piel y realizar migraciones subcutáneas.54
Por otra parte, la importancia de T. canis radica en el hecho de que provoca el síndrome de larva migrans visceral, pulmonar, cerebral u ocular.55 Este síndrome puede presentarse de forma asintomática, pero en la mayoría de los casos está asociado con complicaciones graves a nivel hepático y pulmonar. El síndrome ocular afecta la visión y consecuentemente puede derivar en ceguera.56
Además, en muestras de heces caninas suelen observarse parásitos intestinales humanos (e.g. Ascaris lumbricoides, Trichuris trichiura), comportamiento que confirma el papel que desempeñan los perros en la propagación de los geohelmintos por sus hábitos coprófagos.46

En lo que respecta a las parasitosis diagnosticadas en los porcinos, el 70.0% de ellos resultó parasitado, habiéndose encontrado un mayor porcentaje para Blastocystis sp. (40.0%), seguido de B. coli y E. polecki (30%). Entre los helmintos el único hallado fue T. suis. En la provincia de Buenos Aires, un estudio realizado con cerdos de tres establecimientos, señaló que Blastocystis sp. fue la especie más prevalente, seguida de B. coli, Trichomonas sp., T. suis, coccidios, Entamoeba sp. y Macracantorhynchus hirudinaceus en menor proporción.57 Otro estudio realizado en Venezuela mostró que Isospora suis y Strongyloides ransomi fueron las especies con mayor prevalencia.58 En Cuba, otra investigación indicó que B. coli y Cryptosporidium spp. fueron las especies más frecuentes y destacaron la importancia zoonótica de estos protozoarios.59 Sin duda, la presencia de parásitos gastrointestinales es determinante de pérdida económica en la producción porcina y tiene importancia para la salud pública por ser especies zoonóticas.58
Por otra parte, se detectó contaminación parasitaria en las partes aéreas de las hortalizas colectadas, principalmente acelga, albahaca, lechuga, repollo y perejil, hallándose quistes de amebas, ooquistes de coccidios, huevos de nematodes atribuibles a estrongílidos y larvas de nematodes de vida libre. En Venezuela, un estudio realizado con hortalizas comercializadas señaló que Ascaris sp., Cyclospora sp. y Cryptosporidium spp. fueron las especies más frecuentes.24 Sena Barnabé y col. indicaron contaminación por B. coli, E. coli, Entamoeba histolytica, Trichiuris trichiura y Strongyloides stercoralis en vegetales comercializados en mercados de San Pablo, Brasil. 60 La continuidad de estos estudios permitirá conocer el papel de los vegetales en la dispersión de las infecciones parasitarias. Es también importante evaluar la calidad de la tierra cultivable, las prácticas de agricultura, el agua de riego, la eliminación de excretas, la existencia de basurales y vectores asociados, los cuales representan factores importantes en la cadena epidemiológica de las enfermedades parasitarias.

A partir del análisis socioambiental, la mayoría de las familias de horticultores participantes del estudio vivían en condiciones de saneamiento deficientes, entre ellas, falta de agua corriente, de sistema cloacal, de gas natural, sin pavimento en las calles ni recolección municipal de residuos domésticos. Además, la mayoría de los hogares presentaron hacinamiento crítico y muchos de los hermanos compartían cama. En cuanto al nivel de instrucción, hay una mayor proporción de padres que no tienen estudios escolares, y un porcentaje más bajo sólo cursó el nivel primario. Asimismo, la mayoría de los padres tenían trabajo temporario como agricultores o changarines, y las madres como quinteras o amas de casa. Como resultado de la actividad como agricultores casi el 70% de los encuestados tenían huerta y casi el 40% criaban animales. Diferentes autores han señalado que las parasitosis intestinales están íntimamente relacionadas con las condiciones socioeconómicas, ambientales y culturales que caracterizan a cada población.15,61 Del mismo modo, Espinosa Morales y col. indicaron que la mayoría de los niños que estaban parasitados se asociaron con una inadecuada eliminación de excretas (e.g. defecación a cielo abierto) y agua no tratada en sus hogares.1 Asimismo, en otra investigación llevada a cabo con niños de diferentes áreas de la Argentina, el hacinamiento y el sistema precario de eliminación de excretas se asociaron significativamente con la prevalencia de geohelmintos en todas las poblaciones estudiadas. Además, la alimentación con sobrantes, el piso de tierra en las viviendas y la falta de calzado, particularidades de algunas de las poblaciones analizadas, mostraron una asociación positiva.43,46 Quihui y col. señalaron que la defecación a cielo abierto representó un factor de alto riesgo para adquirir infección parasitaria en niños de poblaciones rurales de México.62

En otro orden, se encontró una asociación significativa entre parasitados por G. lamblia y el trabajo inestable de la madre, la falta de educación paterna y la tenencia de huerta. Estos resultados coinciden en parte con lo observado por Gamboa y col., en el cual G. lamblia y Blastocystis sp. estuvieron presentes en familias numerosas que vivían en condiciones de hacinamiento, compartían camas simples y convivían con caninos.63 En Villaguay (Entre Ríos), Zonta y col. indicaron que el parasitismo hallado en los niños analizados se asoció con el trabajo inestable de los padres y con bajo nivel de escolaridad de las madres, resaltando el rol fundamental de la mujer en el hogar, en la salud y en el cuidado de la familia.33 De igual manera, en niños de Mendoza, Garraza y col. indicaron que el poliparasitismo mostró asociación con la eliminación de excretas por pozo absorbente y con el bajo nivel educativo de las madres.16 Al respecto, Nematian y col. mostraron que a mayor nivel educativo de las madres, menor es la tasa de infecciones parasitarias en los niños en Irán.5 Asimismo, Quihui y col. indicaron que los niños de familias de bajos ingresos, con madres desocupadas y con bajo nivel de instrucción, presentaron mayor riesgo de parasitismo intestinal.62

Por último, los resultados obtenidos en el transcurso de los talleres pusieron de manifiesto la preocupación por parte de la población ante la falta de servicios sanitarios adecuados y, por sobre todo, la recolección de residuos. Entre los factores de riesgo, además surgieron la contaminación generada por la cercanía de las viviendas a los basurales, la calidad del agua de consumo, el procesamiento de alimentos, el contacto con animales domésticos y de cría, y la falta de acceso a la información sobre estas enfermedades que afectan la salud humana. De esta manera, se destaca la importancia de la estrategia del taller como mecanismo de llegada y concientización de la población infantil y adulta sobre la problemática parasitológica.64
Los valores de parasitismo observados en la población de horticultores del parque Pereyra Iraola y el hallazgo de especies de importancia zoonótica en los animales y en las verduras sugieren la necesidad de dar continuidad a estos estudios y promover tareas conjuntas de concientización. El propósito es seguir trabajando con los docentes y la comunidad en su conjunto, ampliando el conocimiento acerca de los riesgos de la contaminación fecal existente en el ambiente y su impacto en la salud infantil.
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