BIOTERRORISMO.
UN NUEVO DESAFÍO PARA LA SALUD PÚBLICA
Venkatesh S, Memish ZA
Department of Medical Affairs, King
Abdulaziz Medical City, King Fahad National Ward Hospital, Riad,
Arabia Saudita
[Bioterrorism. A New Chalenge for
Public Health]
International Journal of
Antimicrobial Agents
21:200-206, 2003
La
perspectiva de ataques terroristas o conflictos bélicos con agentes
biológicos plantea importantes cuestiones de prevención sanitaria.
Qué es un arma o agente biológico
La Organización Mundial de la Salud define un agente biológico
como aquel que produce su efecto a través de su multiplicación en
un huésped blanco, y cuya utilización responde a la intención de
causar enfermedad o muerte en los seres humanos, animales o plantas.
Así, las armas biológicas son elementos diseñados para diseminar
deliberadamente organismos patógenos o toxinas en alimentos, agua,
mediante insectos vectores o en forma de aerosol.
Cuándo han sido
utilizados los agentes biológicos en la guerra o por el terrorismo
En la antigüedad se utilizaron cadáveres, animales, desechos y
otros contaminantes para infectar los campos y el agua del enemigo.
En 1346, las fuerzas tártaras practicaron bioterrorismo al arrojar
cadáveres con peste bubónica por sobre las murallas de Kaffa en el
mar Negro. En 1763, lord Amherst envió sábanas contaminadas con
virus de la viruela a las tribus nativas americanas. El ejército
japonés empleó agentes biológicos en Manchuria, contaminando
prisioneros con Bacillus anthracis, Neisseria meningitidis,
Shigella spp. y Yersinia pestis, y los nazis infectaron
prisioneros con Rickettsia prowazekii, virus de la hepatitis
A y especies de Plasmodium.
Cómo se
clasifican los agentes biológicos
Una clasificación posible distingue entre microorganismos capaces
de ingresar al cuerpo humano por inhalación o ingestión, toxinas
naturales o sintéticas, y químicos que regulan las funciones
biológicas. La última categoría comprende hormonas y péptidos
con acciones fisiológicas, que son utilizados en altas dosis. A
diferencia de los microorganismos vivos, las toxinas y los
biorreguladores sólo afectan a las personas directamente expuestas,
y no pueden ser contagiados. Los agentes biológicos presentan
características intrínsecas tales como:
Infectividad.
Es la habilidad de un agente de penetrar, sobrevivir y multiplicarse
en un huésped. Se expresa como la proporción de personas expuestas
a una dosis dada que se infectan.
Virulencia.
Es la importancia relativa de la enfermedad causada por un
microorganismo. Se expresa como la proporción del número de casos
clínicos por sobre el número de huéspedes infectados.
Letalidad.
Es la capacidad de un agente para causar mortalidad en una
población infectada.
Patogenicidad.
Es la capacidad de un microorganismo de provocar enfermedad. Se
expresa como la proporción entre el número de casos clínicos
sobre el número de personas expuestas.
Período de
incubación.
Es el intervalo de tiempo entre la exposición a un agente
infectante y la primera ocurrencia de signos y síntomas de
enfermedad.
Contagiosidad.
Número de casos secundarios (de aquellas infecciones que son
contagiosas) que siguen a la exposición de un caso primario en
relación con el número total de contactos secundarios susceptibles
expuestos.
Estabilidad.
Habilidad de un agente para sobrevivir a los factores ambientales.
Cómo se producen
las armas biológicas
La producción de
agentes biológicos involucra elementos que también son aplicados a
la industria farmacéutica, cosmética, alimentaria o de pesticidas.
Luego de la producción, es necesario procesar los agentes
biológicos para aumentar su estabilidad en el almacenamiento y la
posterior dispersión.
Para que un agente
biológico llegue a su blanco, puede ser elaborado en forma de polvo
que contenga esporas o crioprecipitados, para ser dispersados en
forma de aerosol. Las microgotas pueden permanecer en el aire por
largo tiempo y ser arrastradas por el viento largas distancias. La
aspiración de las microgotas aumenta la patogenicidad del agente.
La dispersión en aerosol permite controlar el tamaño y la densidad
de las partículas para protegerlas de la degradación ambiental.
Cuáles son las
consecuencias del uso de armas biológicas
El impacto de una epidemia causada por armas biológicas
dependería de las características del patógeno o la toxina, del
sistema de diseminación, del ambiente en donde se la utilice, de la
vulnerabilidad de la población amenazada y de la velocidad y
efectividad de la respuesta sanitaria. Así, un ataque podría
adquirir dimensiones de epidemia catastrófica.
La transmisión
podría ocurrir por contacto directo o por contagio. La
contaminación podría provenir del suelo, de la sangre, ropa, agua,
alimentos, mediante transmisión por vectores.
Efectos a corto
plazo: el
agente biológico podría causar víctimas en forma masiva. Esto
requiere la preparación de estrategias médicas, infraestructura y
apoyo psicológico.
Efectos a largo
plazo: podría
ocurrir contaminación ambiental prolongada, enfermedades crónicas,
efectos retardados, nuevas infecciones endémicas y cambios
ecológicos.
Algunos agentes
biológicos pueden producir enfermedades prolongadas, como Brucella
melitensis y Francisella tularensis. Las encefalitis
virales pueden producir efectos permanentes en el sistema nervioso
central y periférico, y pueden ocurrir efectos retardados como
carcinogénesis, teratogénesis y mutagénesis.
Los efectos
ecológicos podrían reducir la cantidad y calidad de los alimentos,
y el estado de terror afectaría psicológicamente a la población.
Cuáles podrían
ser las posibles amenazas biológicas
En la actualidad, la viruela es la amenaza más seria, ya que su
vacuna dejó de administrarse en 1977; por ende, la población
nacida a partir de 1978 no posee defensas y es susceptible. El virus
es altamente contagioso, se transmite de persona a persona, y
produce mortalidad de 30% o más entre personas no vacunadas.
Otros agentes
potenciales son el virus de la fiebre amarilla, el de la fiebre del
Valle del Rift, los de la encefalitis equina occidental y oriental,
y el virus de la encefalitis venezolana. Estos pueden ser
transmitidos por mosquitos o por aerosoles. El virus Hantaan puede
ser transmitido a través de la orina y excrementos de roedores, y
por aerosoles. También pueden producirse virus recombinantes de la
influenza, que pueden infectar a millones de personas.
El ántrax es
fácil de cultivar, sus esporas son muy estables, y pueden ser
mezcladas con talco y pulverizadas. Existe una vacuna humana, pero
requiere 6 dosis y es reactogénica.
Otros agentes
importantes son Franscicella tularensis (agente de la
tularemia), Pasteurella pseudotuberculosis var pestis y la Shigella
shigae (resistente a los antibióticos, agente de la
disentería).
La toxina
botulínica puede ser producida fácilmente aun en pequeños
laboratorios. Sin embargo, es inactivada por la cloración o el
filtrado del agua con carbón.
Cómo pueden los
médicos identificar las víctimas de los agentes biológicos más
probables
El virus de la
viruela se transmite de persona a persona a través del aire. Tiene
un período de incubación de 12 a 14 días. Los pacientes presentan
fiebre, dolor lumbar y exantema macular que progresa a pápulas y
luego a vesículas pustulosas. No existen infecciones leves o
subclínicas, y no hay un tratamiento disponible. La mortalidad es
de 25% a 30% en personas no vacunadas.
El ántrax es
producido por Bacillus anthracis, un bacilo grampositivo
formador de esporas presente en el suelo. Produce tres síndromes:
cutáneo, gastrointestinal e inhalatorio. Este último tiene un
período de incubación de 1 a 6 días, seguido de fiebre, malestar
general, fatiga y a veces tos improductiva.
Puede presentarse
rápidamente insuficiencia respiratoria, septicemia y muerte en 24
horas. Los hallazgos físicos son inespecíficos. Las radiografías
muestran ensanchamiento del mediastino o derrame pleural o ambos, y
los hemocultivos pueden ser positivos posteriormente. Cuando el
paciente es sintomático, la enfermedad generalmente es mortal
(aproximadamente 100%). El tratamiento incluye ciprofloxacina o
doxiciclina, con uno o dos antibióticos adicionales (rifampicina,
vancomicina, penicilina, ampicilina, cloranfenicol, imipenem,
clindamicina o claritromicina). Hay una vacuna que se administra en
6 dosis subcutáneas a las 0, 2 y 4 semanas, y 6, 12 y 18 meses,
seguida de refuerzos anuales. Debe administrarse quimioprofilaxis
con ciprofloxacina oral o doxiciclina ante la sospecha de
exposición, y debería continuársela por al menos 4 semanas, y
hasta que se hayan administrado 3 dosis de vacuna.
La peste es
producida por Yersinia pestis, una bacteria no esporulada
gramnegativa. Es transmitida por las moscas, y se describen tres
formas en humanos: bubónica, septicémica primaria y neumónica.
Luego de un período de incubación de 2 a 3 días, el cuadro es
agudo y a menudo fulminante. Se observa malestar general, fiebre
elevada, escalofríos, cefaleas, tos productiva con esputo
sanguinolento y toxemia. El tratamiento de elección es la
administración de estreptomicina por 10 días. La gentamicina, la
ciprofloxacina y la doxiciclina son también efectivas.
Conclusiones
La población debe estar informada y bien preparada ante la
posibilidad de ataques con agentes biológicos. La infraestructura
de la salud pública necesita fortalecer los niveles locales,
estatales y nacionales con personal entrenado, laboratorios
actualizados y mejorar las comunicaciones para obtener una respuesta
coordinada y efectiva. La comunidad médica, la primera línea de
defensa, necesita entrenamiento para reconocer y responder ante
estas agresiones.
EFECTOS
DE LA TERAPIA ANTIBACTERIANA SOBRE LA FLORA MICROBIANA DE LAS
ADENOIDES
Brook I
Department of Pediatrics,
Georgetown University School of Medicine, Washington, EE.UU.
[Effects if Antimicrobial Therapy
on the Microbial Flora of the Adenoids]
Journal of Antimicrobial
Chemotherapy 51:1331-1337,
2003
Esta revisión analiza la
microbiota de las adenoides en individuos con condiciones
patológicas diversas, las interacciones entre los microorganismos y
los efectos de la terapia antibiótica sobre la flora.
Introducción
Se cree que las adenoides tienen participación en diversas
enfermedades infecciosas y no infecciosas del tracto respiratorio
superior. Se las ha involucrado en la etiología de otitis media,
rinosinusitis, adenoamigdalitis y obstrucción nasal crónica. El
centro de las adenoides en los niños sanos contiene una flora
polimicrobiana aeróbica y anaeróbica, con potenciales patógenos.
La nasofaringe y las adenoides de los individuos sanos, a diferencia
de los que padecen infecciones respiratorias recurrentes, están
generalmente colonizadas por microorganismos aeróbicos y
anaeróbicos capaces de interferir con el crecimiento de los
patógenos. El número de bacterias en el tejido adenoideo de niños
sanos varía entre 103 y 106 por gramo. Los tipos de microorganismos
son similares a los hallados en las amígdalas normales y las
bacterias anaeróbicas superan en número a las aeróbicas en una
relación de 100 a 1. En las adenoides inflamadas o hipertrofiadas
se encuentran una flora semejante, aunque en mayor número, y
frecuencia más elevada de patógenos y bacterias resistentes a los
antibióticos. La exposición a la terapia antimicrobiana puede
alterar los modelos de colonización y seleccionar microorganismos
resistentes. Esta revisión analiza la microbiología de las
adenoides en individuos con condiciones patológicas diversas, las
interacciones entre los microorganismos y los efectos de la terapia
antibiótica sobre la flora.
Interferencia bacteriana
Entre los microorganismos ocurren interacciones competitivas, como
un modo de establecerse y dominar su microambiente, tanto en el
proceso de colonización de las membranas mucosas como en las
infecciones clínicas. Algunas de estas interacciones son
sinérgicas y otras son antagonistas, de manera que los organismos
interfieren con el crecimiento de los otros y compiten por el
espacio ecológico. La interferencia bacteriana (IB) cumple una
función esencial en el mantenimiento de la flora normal de la piel
y las membranas mucosas, al evitar la invasión por potenciales
patógenos exógenos. La IB se expresa por medio de diversos
mecanismos que incluyen la producción de sustancias antagonistas,
cambios en el microambiente bacteriano y reducción de los
nutrientes. Sus mediadores incluyen la producción de materiales
complejos tales como bacteriocinas, bacteriófagos o enzimas
bacteriolíticas, y moléculas menos complejas como peróxido de
hidrógeno, ácidos láctico y grasos, y amonio. Tanto la
nasofaringe como las adenoides de los individuos sanos son
colonizadas generalmente por microorganismos anaeróbicos y
aeróbicos relativamente no patogénicos, algunos de los cuales
tienen la capacidad de interferir con el crecimiento de los
potenciales patógenos. Estas bacterias incluyen estreptococos
a-hemolíticos (EAH, más comúnmente Streptococcus mitis y Streptococcus
sanguis), estreptococos anaeróbicos (Peptostreptococcus
anaerobius y Prevotella melaninogenica).
Por el contrario, la portación de
patógenos potenciales del tracto respiratorio superior como Streptococcus
pneumoniae, Haemophilus influenzae y Moraxella catarrhalis
aumenta en forma significativa en los niños con predisposición a
otitis media y durante las enfermedades respiratorias. Los
microorganismos con capacidad de interferencia en nasofaringe y
adenoides podrían participar en la prevención de las infecciones
del tracto respiratorio superior.
Evidencia clínica de IB. Un
estudio que evaluó en forma cuantitativa la bacteriología
nasofaríngea en 34 niños predispuestos a otitis media y en 25 sin
predisposición; en los primeros se aisló mayor número de H.
influenzae y en los segundos predominaron los EAH. Estos
hallazgos sugieren un efecto protector de los EAH en la prevención
de la otitis media. En otro trabajo que comparó la tasa de
aislamiento de potenciales patógenos (H. influenzae, M.
catarrhalis, S. pneumoniae y Streptococcus pyogenes) y
bacterias aeróbicas y anaeróbicas (EAH y estreptococos no
hemolíticos, Prevotella spp. y Peptostreptococcus
spp.) con capacidad de IB en las adenoides de 25 niños con
predisposición a otitis media y 25 no predispuestos sometidos a
adenoidectomía electiva, se evidenció que las adenoides de los
primeros contenían menos microorganismos con capacidad de
interferencia y mayor número de patógeno potenciales comparados
con los segundos.
Efectos de la terapia
antimicrobiana sobre la IB.
La administración de antimicrobianos puede influir sobre la
composición de la flora bacteriana nasofaríngea y adenoidea. La
mayoría de los estreptococos aeróbicos y anaeróbicos y Prevotella
spp. sensible a penicilina son en general susceptibles a la
amoxicilina y resistentes a las cefalosporinas de segunda y tercera
generación. Esto fue evidenciado en un estudio reciente con 60
niños que iban a ser sometidos a adenoidectomía electiva debido a
otitis media recurrente (OMR). Antes de la cirugía fueron divididos
al azar en 3 grupos de 10 días de tratamiento antibiótico, con
amoxicilina, con cefprozil (cefalosporina de segunda generación) o
sin terapia antibiótica (controles). El número de microorganismos
en las adenoides de los tratados con antimicrobianos se redujo
respecto de los controles, aunque sólo en los que recibieron
amoxicilina disminuyeron en forma significativa los EAH, mientras
que no se afectaron con el cefprozil. Esto demuestra que algunos
antimicrobianos pueden tener actividad selectiva frente a las
bacterias protectoras de la flora oral, lo que lleva a la
disminución de su número y a que las adenoides se vuelvan más
susceptibles a la colonización por patógenos potenciales.
Microbiología de las adenoides
Diversos estudios analizaron la microbiología bacteriana aeróbica
de las adenoides, pero pocos investigaron la función de las
bacterias anaerobias. Los pacientes con adenoiditis de cualquier
etiología evidencian microflora anormal, que contiene más de 105
microorganismos por gramo de tejido adenoideo y entre 2 y 5 especies
a menudo asociadas con infecciones de cabeza y cuello (S.
pyogenes, Staphylococcus aureus, H. influenzae y S.
pneumoniae). Es notable la alta prevalencia de H. influenzae
en los pacientes con adenoamigdalitis crónica en comparación con
aquellos con hipertrofia adenoidea. En pacientes con OMR,
adenoamigdalitis recurrente (AAR) e hipertrofia adenoidea
obstructiva (HAO) se observó un número mayor, tanto de
microorganismos totales como de potenciales patógenos y bacterias
productoras de ß lactamasas, en comparación con los niños
utilizados como controles. Esto remarca la importancia de la carga
bacteriana adenoidea en la etiología de estas patologías. Por otra
parte, el hecho de que algunos trabajos hayan encontrado similares
tasas de aislamiento de H. influenzae en OMR, AAR, HAO, así
como en adenoides hipertróficas o recurrentemente infectadas,
sugiere que este microorganismo puede estar implicado en la
aparición de hipertrofia adenoidea.
Semejanzas y diferencias en la
bacteriología de adenoides y amígdalas
Las adenoides son susceptibles a los cambios inflamatorios y con
frecuencia se infectan concomitantemente con las amígdalas. La
adenoiditis aguda puede ocurrir sola o en asociación con rinitis o
amigdalitis. La adenoiditis crónica es consecuencia de episodios
agudos recurrentes o de la infección persistente. La hipertrofia
adenoidea es el agrandamiento de las adenoides. Puede ser simple o
inflamatoria y los síntomas pueden referirse a la hipertrofia, a la
infección o a ambos. La etiología de la adenoamigdalitis
recurrente puede ser bacteriana o viral; en esta última se citan
los adenovirus y el virus Epstein-Barr. Diversos estudios
demostraron la existencia de una flora polimicrobiana aeróbica y
anaeróbica similar en las adenoides y amígdalas, aunque con
divergencias en la concordancia de ciertos gérmenes como el
estreptococo ß hemolítico del grupo A (EBHGA). Ello sugiere que en
algunos casos las adenoides pueden servir como fuente potencial de
este microorganismo en la producción de amigdalitis.
Producción de ß lactamasas
La existencia de bacterias productoras de ß lactamasas (BPBL) en el
centro del tejido adenoideo puede explicar la persistencia de muchos
patógenos que pueden eludir la actividad de las penicilinas. La
desaparición de estas bacterias de la flora nasofaríngea entre los
episodios infecciosos puede ser sólo temporaria y su reaparición
puede obedecer a su reemergencia desde el centro de las adenoides o
de las amígdalas. Las adenoides crónicamente infectadas pueden ser
un factor en la recurrencia de la patología del oído medio al
causar la disfunción de la trompa de Eustaquio y servir como fuente
de patógenos. Al respecto, un estudio comprobó que los niños con
otitis media con derrame presentaban mayor frecuencia de BPBL
comparados con los controles, y los mismos patógenos existentes en
los cultivos del oído medio se hallaban en los cultivos de tejido
adenoideo.
Efectos de los antimicrobianos
sobre la flora adenoidea
Recientemente se estudió el efecto sobre la flora bacteriana
adenoidea de 10 días de tratamiento con amoxicilina, amoxicilina
más ácido clavulánico y clindamicina en forma previa a la
adenoidectomía por OMR. En los tratados con antibióticos se
observó un número menor de aislamientos totales y de bacterias por
gramo de tejido adenoideo. Sin embargo, el número de potenciales
patógenos y BPBL fue más bajo en los que recibieron amoxicilina
más ácido clavulánico o clindamicina, con respecto a los tratados
con amoxicilina y los controles. Esta diferencia puede deberse a la
superioridad de las primeras en la erradicación de patógenos
sensibles a penicilina, tales como S. pneumoniae y EBHGA por
su actividad contra las BPBL aeróbicas y anaeróbicas. La
eliminación de los microorganismos patógenos como no patógenos
productores de ß lactamasas podría ser beneficiosa al evitar que
los primeros escapen de la acción de las penicilinas. Este
fenómeno puede explicar la sobrevida de bacterias sensibles a la
penicilina como S. pneumoniae en los niños tratados con
amoxicilina.
Consecuencias terapéuticas
De manera frecuente se realizan amigdalectomías y adenoidectomías
en los niños para aliviar las infecciones óticas recurrentes y la
adenoiditis crónica asociadas con derrames persistentes en el oído
medio. La adenoidectomía también puede indicarse en los pacientes
respiradores bucales, con voz nasal o facies adenoidea. Sin embargo,
no hay evidencias sólidas que avalen la adenoidectomía como
tratamiento de la nasofaringitis recurrente. El aislamiento de BPBL
de los niños con adenoides crónicamente inflamadas plantea el
interrogante de si la terapia antimicrobiana utilizada comúnmente
en la adenoamigdalitis crónica es siempre adecuada o si debe
dirigirse a la erradicación de los patógenos potenciales más
prevalentes. Al respecto, un estudio demostró reducción
significativa en la necesidad de adenoidectomía luego de 30 días
de tratamiento con amoxicilina más ácido clavulánico comparado
con placebo en niños con adenoides y amígdalas hipertróficas, lo
cual puede obedecer a su actividad contra las BPBL aeróbicas y
anaeróbicas halladas en los centros de ambos tejidos hipertrofiados
aun en ausencia de infección recurrente. El mantenimiento de los
efectos beneficiosos de la flora normal al evitar la exposición
innecesaria a los antibióticos puede ser una herramienta útil en
la prevención de la colonización de las adenoides por potenciales
patógenos. Sin embargo, se requieren más investigaciones que
comparen la eficacia de los agentes antimicrobianos activos contra
las BPBL con otros agentes que no son activos contra ellas en el
tratamiento de las hipertrofias adenoidea y amigdalina, con el
objeto de establecer el papel de las BPBL en estas patologías y si
su uso es un sustituto adecuado de la remoción quirúrgica.
Conclusión
La nasofaringe y las adenoides de los individuos sanos son
generalmente colonizadas por organismos aeróbicos y anaeróbicos
capaces de interferir con el crecimiento de los patógenos. En las
adenoides inflamadas o hipertrofiadas se encuentra una flora
semejante, aunque en mayor número, con una frecuencia más elevada
de patógenos y bacterias resistentes a los antibióticos. La
exposición a la terapia antimicrobiana puede alterar los modelos de
colonización y seleccionar microorganismos resistentes; la
producción de ß lactamasas es uno de los mecanismos principales de
resistencia. El mantenimiento de los efectos beneficiosos de la
flora normal al evitar la exposición innecesaria a los
antibióticos puede ser una herramienta útil en la prevención de
la colonización de las adenoides por potenciales patógenos.
ERISIPELA.
DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO
Bonnetblanc JM y Bédane C
Department of Dermatology, CHRU
Dupuytren, Limoges, Francia
[Erysipelas. Recognition and
Management]
American Journal of Clinical
Dermatology 4(3):157-163,
2003
La erisipela
es una variedad clínica característica de celulitis, probablemente
de origen sólo estreptocócico. La penicilina G es el tratamiento
estándar y es necesario investigar más la terapéutica de las
recurrencias.
Introducción
La erisipela es una infección bacteriana aguda de la dermis y la
hipodermis causada principalmente por estreptococos. Actualmente no
existen pruebas de que otras bacterias puedan causar la erisipela
típica. El papel de las toxinas estreptocócicas es probablemente
de importancia en la patogenia de la enfermedad. Durante 20 años se
observó en muchos países un recrudecimiento epidémico, pero los
datos se basan principalmente en las series de los hospitales y
están, por lo tanto, sujetos a errores por influencia de sesgos. En
el departamento donde se llevó a cabo este estudio, los
investigadores notaron aumento del número de casos: de 5 pacientes
diagnosticados en 1978 a 40 en 1990. No existen problemas de
resistencia y la penicilina es el tratamiento estándar.
A pesar de que el
diagnóstico clínico de erisipela es fácil en su forma típica, en
pacientes con enfermedad más profunda puede ofrecer dificultades
por la apariencia clínica y la posibilidad de que esté involucrada
otra bacteria. En Francia, en el año 2000, se llevó a cabo una
conferencia de consenso que cubrió todos los aspectos de la
enfermedad, y en este artículo se discute parte de la información
de esa conferencia.
Definición
La erisipela se define como un tipo clínico de celulitis,
principalmente de la dermis y en menor grado de la hipodermis.
En Francia, los
dermatólogos ya no usan el término celulitis porque no es lo
suficientemente preciso en la descripción de la localización y
definición de este grupo de enfermedades. No corresponde a un
tejido anatómico o histopatológico. Más aún, otras formas no
bacterianas de inflamación de la piel se describen dentro del
término celulitis. Actualmente usan el término de
dermohipodermitis bacteriana. Cuanto más dérmica es la
localización de la erisipela, más definidos son los límites del
eritema y el edema. En algunos pacientes la localización es más
profunda en la hipodermis, lo que hace que tenga límites más
indefinidos, con coloración rosada. En estos sujetos, es frecuente
un origen estreptocócico, pero no es la única posibilidad, y puede
haber bacterias asociadas.
Anatomía
patológica
En la fase aguda, se observa un denso infiltrado inflamatorio
dérmico compuesto por neutrófilos, menos intenso en la hipodermis.
Puede asociarse con pústulas, abscesos o necrosis focal. El edema
dérmico, rico en fibrina, es importante y puede contribuir al
desarrollo de bullas subepidérmicas. Los linfáticos dilatados
contienen neutrófilos y macrófagos. También se observan
neutrófilos en las paredes venulares y puede ocurrir trombosis.
Fisiopatología
La erisipela es una infección bacteriana y la mayoría de los
investigadores consideran que la causa principal son los
estreptococos. Se encuentran 3 clases de estreptococos: Streptococcus
pyogenes en 58% a 67% de los casos, S. agalactiae en 3% a
9%, y S. dysgalactiae sp. equisimilis en 14% a 25%. En
algunos pacientes se pueden encontrar otras bacterias asociadas o no
a estreptococos, como Staphylococcus aureus en 10% a 17%, y Pseudomonas
aeruginosa y enterobacterias en 5% a 50%.
Existen argumentos
indirectos que indican el papel único de estreptococos en la
erisipela. El número de bacterias estreptocócicas es pequeño en
la erisipela y los métodos que usan antígenos estreptocócicos han
aumentado el porcentaje de casos de erisipela estreptococo-positiva.
La colonización bacteriana de la piel es frecuente y esto explica
la presencia de estafilococos y Pseudomonas sp. en las áreas
intertriginosas. No se encontraron hemocultivos positivos para
estafilococos en las erisipelas. Finalmente, la penicilina G, a la
cual normalmente son resistentes los estafilococos, se usa
regularmente con éxito en el tratamiento de la erisipela y sus
recurrencias.
Los estreptococos
tienen muchos factores protectores y de virulencia, que pueden
explicar los síntomas clínicos de la enfermedad. La proteína M y
la cápsula retardan la fagocitosis y facilitan la invasión
tisular. La proteína M y los ácidos teicoicos aumentan la
adhesividad celular. La difusión de enzimas y exotoxinas contribuye
a la inflamación local. Las exotoxinas SpeB y SpeC son las más
frecuentemente halladas en la erisipela, en tanto que la SpeA
(responsable del síndrome de shock tóxico) sólo se observa muy
rara vez. Estos superantígenos estreptocócicos también
contribuyen a la inflamación y muerte celular.
Diagnóstico
clínico
En el 90% de los casos la erisipela se localiza en las piernas.
Otros sitios involucrados son los brazos, la cara y los muslos
(pacientes con cirugía de cadera). La entidad se caracteriza por la
presentación súbita, con fiebre unas horas antes de la aparición
de los signos cutáneos, que generalmente es más alta en pacientes
con celulitis y fascitis. Puede estar sin embargo ausente en 15% de
los pacientes. El eritema se extiende gradualmente por la pierna, y
se acompaña de edema y dolor. La placa es bien delimitada y se
extiende unos 5 a 25 cm por día, sin involución central. La puerta
de entrada es generalmente a través del pie de atleta. Este se
encuentra con más frecuencia en pacientes con erisipela que en la
población general. Otras puertas de entrada incluyen úlceras,
dermatitis por estasis venosa y úlceras superficiales.
Los síntomas
generales asociados a eritema creciente por lo común son
diagnósticos. Puede observarse linfadenopatía regional, así como
linfangitis. Al momento del diagnóstico es importante tener en
cuenta marcadores clínicos de gravedad, que pueden indicar la
necesidad de internación. Estos incluyen síntomas y signos
generales como fiebre alta y confusión mental, taquipnea,
taquicardia, oliguria e hipotensión. también manifestaciones
locales de severidad como dolor local intenso, gran edema, ampollas
hemorrágicas, necrosis focal, livedo reticularis y crepitación.
Finalmente, también son motivo de internación la existencia de
comorbilidades como diabetes mellitus y obesidad.
La rápida
respuesta favorable a los antibióticos apoya el diagnóstico. En 24
a 72 horas desaparece la fiebre, y el dolor se reduce al igual que
los signos cutáneos. Si esto no es así, se debe analizar la
posibilidad de complicaciones o tener en cuenta los marcadores de
gravedad clínica citados más arriba.
Los factores de
riesgo son numerosos. Influyen las condiciones locales (pie de
atleta, úlceras de pierna) así como las enfermedades asociadas
(linfedema, diabetes, alcoholismo) o las condiciones de vida. En el
único estudio de casos y controles realizado se vio que el
linfedema y la puerta de entrada son los principales factores de
riesgo para erisipela.
En pacientes con
dermohipodermitis atípica es necesario considerar otros
diagnósticos, al igual que cuando la enfermedad no resuelve luego
de 48 a 72 horas de tratamiento.
Los diagnósticos
más serios son dermohipodermitis necrotizante y fascitis. Ambas
entidades ponen en riesgo la vida del paciente y requieren
tratamiento quirúrgico.
Se describió
erisipela necrotizante en pacientes con insuficiencia arterial. En
ellos, la erisipela descompensa la enfermedad arterial y ocurre
necrosis. Se observa especialmente en ancianos y diabéticos.
Biología
En la forma clásica no se requieren exámenes complementarios para
el diagnóstico. Los análisis mostrarán una enfermedad infecciosa
bacteriana con neutrofilia y niveles elevados de proteína C
reactiva. Las pruebas de laboratorio para estreptococos tienen
varios niveles de sensibilidad. Es imperioso realizar el examen
bacteriológico de la puerta de entrada, pero es positivo en menos
del 40% de los pacientes. Los resultados de los estudios
serológicos demoran mucho como para ser útiles. Los hemocultivos
están indicados en los pacientes con escalofríos o fiebre elevada,
o con signos tóxicos.
Complicaciones
Algunos signos asociados no deben ser considerados complicaciones si
están localizados y resuelven con el tratamiento. En ocasiones
forman ampollas a consecuencia del edema, así como púrpura en el
centro de la placa.
Los abscesos
localizados no son infrecuentes, y deben sospecharse cuando la
fiebre no responde a los antibióticos. Se puede palpar una zona
blanda y dolorosa. La punción de la lesión se acompaña de
emisión de pus, a menudo estéril.
La septicemia y la
bacteriemia son raras. Los cultivos de sangre son positivos en menos
del 5% de los pacientes. En 1% a 5% ocurre tromboflebitis venosa
profunda.
La recurrencia es
relativamente elevada, se produce en 10% de los pacientes luego de 6
meses del primer episodio y en 30% a los 3 años. No siempre aparece
en el mismo lugar. Los factores de riesgo de recurrencia son las
úlceras en las piernas, pie de atleta, y traumas cutáneos. La
erisipela recurrente es en su mayoría debida a la falta de
tratamiento de los factores locales.
Tratamiento
En la erisipela de la pierna y en la celulitis, la primera medida de
tratamiento es reposo por varios días con la pierna elevada. Esto
reduce el edema y el dolor, y es importante para combatir la fiebre.
Una vez que el paciente puede deambular, las medias elásticas
permiten mejor contención y reducen la recurrencia del edema y el
riesgo de linfedema.
La penicilina G
continúa siendo el tratamiento estándar en las erisipelas no
complicadas y es activa en 80% de estos casos. La dosis diaria
inicial varía, de acuerdo con los estudios, de 10 a 20 MU en 4 a 6
infusiones. En la mayoría de los estudios la terapia se continúa
endovenosa con penicilina oral por 2 a 3 días, en tres dosis
diarias de 3 a 6 MU, tan pronto como la fiebre desaparece. También
se puede utilizar amoxicilina, 3 a 4.5 g/día. El tratamiento debe
ser continuado por 10 a 20 días.
Otros
antibacterianos utilizados para la erisipela son los macrólidos
(eritromicina, roxitromicina y azitromicina), nuevas cefalosporinas
(cefalexina, cefadroxilo y cefotaxima) y fluoroquinolonas
(ciprofloxacina), con actividad equivalente a la de la penicilina.
La indicación del uso de estas drogas es principalmente la
celulitis complicada. En Francia, el agente de segunda elección en
caso de alergia a la penicilina es la pristinamicina (un
macrólido).
Se debatió durante
mucho tiempo el uso de anticoagulantes durante el período inicial
del tratamiento. Actualmente, considerando la baja prevalencia de
trombosis venosa profunda, sólo se indica heparina subcutánea a
los pacientes con antecedente de trombosis venosa o embolia
pulmonar, con venas varicosas, o en pacientes obesos que no pueden
deambular.
Normalmente se
requiere tratamiento de la puerta de entrada. La mayoría de los
antimicóticos tópicos utilizados para tratar el pie de atleta
tienen cierta actividad antiestreptocócica, pero no han sido
evaluados en la prevención o recurrencia de la erisipela. Deben
utilizarse asociados con higiene adecuada. Los antibióticos
sistémicos son suficientes en pacientes con úlceras en la pierna
por S. pyogenes. Es importante que el paciente entienda la
importancia del tratamiento tópico en la prevención de las
recurrencias.
El tratamiento de
la erisipela recurrente no ha sido bien estudiado. El uso de
penicilina V y eritromicina se asoció con reducción significativa
de las recurrencias.
VIRUS
PRODUCTORES DE GASTROENTERITIS
Wilhelmi I, Roman
E, Sánchez-Fauquier A
Servicio de
Microbiología y Servicio de Pediatría, Hospital Severo Ochoa;
Centro Nacional de Microbiología, Instituto de Salud Carlos III,
Sección de Virus Productores de Gastroenteritis, Madrid, España
[Viruses Causing
Gastroenteritis]
Clinical
Microbiology and Infection
9:247-262, Abr 2003
La elaboración de una vacuna segura y eficaz contra los
rotavirus podrá disminuir la incidencia de diarrea grave, así como
la mortalidad asociada.
Introducción
La gastroenteritis aguda es una de las patologías más comunes,
asociada con morbilidad y mortalidad significativas a nivel mundial.
Los menores de 5 años son particularmente propensos, y se calcula
que se producen más de 700 millones de casos de diarrea aguda por
año. La mortalidad anual asociada con la gastroenteritis se estima
en 3 a 5 millones de casos, la mayoría correspondiente a naciones
en vías de desarrollo. En los países desarrollados, la enfermedad
se asocia con elevada morbilidad e incidencia de internaciones.
Antecedentes
históricos
Desde la década de 1940, los investigadores consideraron los virus
como potenciales agentes causales de la gastroenteritis. Sin
embargo, recién en 1972 se identificó por primera vez un virus
(Norwalk) en heces luego de un brote epidémico de gastroenteritis.
Un año después, un grupo de investigadores comprobó la presencia
de rotavirus en la mucosa duodenal de niños con gastroenteritis. En
1975 se identificaron astrovirus y adenovirus entéricos en la
materia fecal de pacientes pediátricos con diarrea aguda. Desde
entonces aumentó de manera constante la cantidad de virus asociados
con gastroenteritis aguda. De acuerdo con diversos estudios, los
coronavirus, picobirnavirus, pestivirus y torovirus, productores de
diarrea en animales, están surgiendo como causa de gastroenteritis
viral en los seres humanos.
Descripción de
los agentes
Los rotavirus son miembros de la familia Reoviridae que presentan
estructura icosaédrica sin cubierta, de 70 nm de diámetro. La
cápside contiene doble capa de proteínas: la externa está
compuesta por las proteínas estructurales VP7 y VP4, mientras que
en la interna se encuentra principalmente VP6. El centro localizado
dentro de la cápside interna contiene el genoma, compuesto de 11
segmentos de ARN de cadena doble. Los rotavirus se clasifican en
grupos, subgrupos y serotipos de acuerdo con las propiedades
antigénicas de las proteínas de la cápside. La proteína VP6 es
determinante de la reactividad del grupo, con 7 grupos (A a G) y 2
subgrupos (I y II). Los grupos A, B y C producen infección en el
ser humano. La clasificación en serotipos se basa en las
diferencias antigénicas en VP7 y VP4. La primera, una
glucoproteína, determina la especificidad tipo G; y la segunda, la
especificidad tipo P. En la actualidad existen 15 tipos G, con
predominancia a nivel mundial de los tipos G1, G2, G3 y G4. Estos
agentes infectan enterocitos maduros en los extremos de las
vellosidades del intestino delgado, fenómeno que conduce a atrofia
epitelial y repoblación compensatoria del epitelio con células
secretoras inmaduras, con hiperplasia secundaria de las criptas. El
mecanismo productor de diarrea todavía no fue definido, pero
podría estar mediado por la reducción relativa de la absorción
por el epitelio velloso en relación con la capacidad secretora de
las células de las criptas. La infección también induce una
pérdida de permeabilidad intestinal a la lactosa secundaria a la
disminución de la disacaridasa intestinal. Además, el virus
estimula el sistema nervioso entérico, con mayor secreción de agua
y electrolitos. Los mecanismos responsables de la protección contra
los rotavirus no son conocidos. Diversos estudios mostraron que la
inmunidad intestinal local protege contra episodios sucesivos de
diarrea. La evidencia indica que la primera infección por rotavirus
desencadena la síntesis de anticuerpos neutralizantes homotípicos,
con respuestas heterotípicas en las infecciones posteriores.
Por otra parte, los
adenovirus pertenecen a la familia Adenoviridae. Son virus sin
cubierta de 70 nm de diámetro y geometría icosaédrica, cuyo
genoma consiste en una molécula lineal de ADN de doble cadena que
representa el 15% de la masa viral. Los serotipos entéricos 40 y
41, correspondientes al subgénero F, están asociados con la
gastroenteritis, mientras que los serotipos 31, 12 y 18 del
subgénero A y los serotipos 1, 2, 5 y C del subgénero C parecen
producir diarrea aguda. Las lesiones ocasionadas por los serotipos
40 y 41 en los enterocitos conducen a atrofia vellositaria y a
hiperplasia compensatoria en las criptas, con malabsorción y
pérdida de líquidos. La mayoría de los pacientes produce
anticuerpos específicos, luego de la infección, que ofrecerían
protección frente a reinfecciones por el mismo serotipo.
En otro orden,
señalan los autores, en 1993 se estableció la familia Astroviridae
con un sólo género, los astrovirus. Estos agentes poseen una
estructura icosaédrica de 41 nm de diámetro. El genoma de los
astrovirus está compuesto por ARN de cadena simple. El precursor de
las proteínas de la cápside podría originar las proteínas
estructurales VP32, VP29 y VP26. Existen 7 genotipos establecidos
que se corresponden con 7 serotipos. Todavía no se estableció la
patogénesis de la enfermedad inducida por estos agentes, aunque se
sugiere que la replicación viral se produce en el tejido
intestinal. La infección asintomática afecta principalmente a
niños y ancianos.
Por otro lado,
agregan los autores, los calicivirus son miembros de la familia
Caliciviridae, cuyo genoma contiene ARN de cadena simple. Entre sus
especies se encuentra el virus Norwalk. La infección por
calicivirus produce expansión de las vellosidades en el intestino
delgado proximal, mientras que las células epiteliales se mantienen
intactas con reducción de las microvellosidades. Otros virus
productores de gastroenteritis son los torovirus, coronavirus y
picobirnavirus.
Aspectos
clínicos
La infección por rotavirus es la causa más frecuente de diarrea
grave en menores de 5 años, y produce más de 130 millones de
episodios por año en el mundo y entre 600 000 y 870 000
defunciones. Diversos estudios europeos señalan a estos agentes
como los responsables del 20% al 60% de los casos de gastroenteritis
que requieren internación. En EE.UU. se calculó que uno de cada 73
niños podría ser hospitalizado debido a diarrea por rotavirus A en
los primeros 5 años de vida. Los adenovirus entéricos presentan
incidencias de infección variables. En los países
industrializados, las tasas varían entre el 1% y el 8%, mientras
que en las naciones en vía de desarrollo ascienden hasta el 31%.
Por otra parte, los
astrovirus se detectan entre el 2% y el 13% de los pacientes
pediátricos internados. En el ámbito extrahospitalario, los
astrovirus son responsables del 4% al 10% de los casos de
gastroenteritis. Los calicivirus producen brotes de diarrea no
bacteriana y representan la causa más frecuente de patología de
origen alimentario. Además, los virus tipo Norwalk constituyen la
segunda causa de gastroenteritis viral en los niños.
Desde el punto de
vista clínico, el cuadro viral agudo no se puede distinguir del
bacteriano, que en general comprende un proceso autolimitado con
diarrea y vómitos que se extiende de 1 a 7 días. La
gastroenteritis viral esporádica suele presentarse entre los 6 y 24
meses de vida. En el período neonatal, la infección por rotavirus
es asintomática. Durante los primeros 2 años de vida pueden
producirse varias infecciones por rotavirus, el 50% de las cuales
son asintomáticas. Diversos estudios demostraron la eliminación
asintomática de adenovirus y astrovirus en heces, y que el 50% de
las infecciones por calicivirus es asintomático. La gravedad de la
infección y la necesidad de internación es mayor en la
gastroenteritis producida por rotavirus del grupo A. Los virus que
producen gastroenteritis representan una causa importante de
infección intrahospitalaria en los servicios de pediatría.
Por otra parte, la
infección por calicivirus es la principal causa de gastroenteritis
viral en adultos, agentes que generalmente producen brotes
epidémicos. Los adultos jóvenes suelen presentar una elevada
seroprevalencia de anticuerpos contra calicivirus. Los autores
desconocen la frecuencia de gastroenteritis esporádica producida
por rotavirus en adultos, agentes causales comunes de la diarrea del
viajero.
Para finalizar, las
infecciones por citomegalovirus y virus Epstein-Barr son las
principales causas de gastroenteritis graves en pacientes
inmunocomprometidos. Los astrovirus, picobirnavirus, calicivirus y
adenovirus producen gastroenteritis en individuos HIV positivos. Los
individuos sometidos a trasplante de médula ósea pueden
experimentar gastroenteritis por astrovirus y adenovirus.
Detección de
virus productores de gastroenteritis
La detección de estos virus se basó tradicionalmente en técnicas
de visualización directa mediante microscopia electrónica. El
cultivo celular no es útil para el diagnóstico debido a su
complejidad. La incorporación progresiva de técnicas más
sensibles para la detección de antígenos en heces, basadas en
técnicas de inmunoensayo, así como el desarrollo de técnicas de
biología molecular, mejoraron el diagnóstico. Los nuevos
procedimientos para la detección de antígenos en materia fecal se
basan en enzimoinmunoanálisis (EIA), aglutinación con partículas
de látex e inmunocromatografía. El EIA es más sensible que la
visualización directa y posee elevada especificidad en la
detección de rotavirus del grupo A. La aglutinación con
partículas de látex ofrece menor sensibilidad que el EIA, mientras
que la inmunocromatografía presenta elevada sensibilidad con
resultados comparables con la EIA, además de ser rápida y
técnicamente simple. Los rotavirus del grupo C pueden detectarse en
materia fecal mediante los métodos recientes de inmunoanálisis que
utilizan diferentes antígenos y anticuerpos monoclonales. En el
caso de los adenovirus, muchas de estas pruebas detectan antígenos
comunes de grupo, y diversos estudios demostraron que entre el 45% y
el 94% de las muestras positivas corresponden a los serotipos
entéricos 40 y 41. Actualmente, las técnicas de EIA están
disponibles para la detección de astrovirus, con buena sensibilidad
y especificidad en comparación con la microscopia electrónica y la
reacción en cadena de la polimerasa (PCR) con transcriptasa
inversa. Recientemente se desarrollaron métodos de EIA con
anticuerpos monoclonales y policlonales para la deteccción de
calicivirus que afectan al ser humano, aunque su empleo está
limitado al ámbito de la investigación. Las técnicas de PCR
ofrecen mayor sensibilidad que los métodos de inmunoensayo y son
útiles para confirmar los resultados de otras técnicas y para el
estudio de muestras de líquido cefalorraquídeo, suero y del medio
ambiente. En el caso de los calicivirus, la PCR con transcriptasa
inversa es el método más sensible y ampliamente utilizado en la
actualidad. Por último, las técnicas moleculares también permiten
la genotipificación de estos virus.
Prevención
El tratamiento de la gastroenteritis viral es sintomático, con el
objetivo de evitar o tratar la deshidratación secundaria. Para
ello, es importante la ingesta de líquidos, a fin de corregir la
deficiencia y combatir las pérdidas por vómitos y diarrea.
Asimismo, la interrupción de la transmisión de la infección es
extremadamente importante, especialmente en hospitales y
guarderías, donde es fundamental el refuerzo de las medidas
higiénicas y la desinfección. En 1982 se iniciaron los ensayos con
vacunas contra los rotavirus del grupo A. Los estudios de eficacia
revelaron una reducción en la aparición de gastroenteritis grave
producida por rotavirus en el 69% al 91% de los niños vacunados. La
vacuna fue aprobada en EE.UU. en 1998. Sin embargo, el mayor riesgo
de intususcepción posterior a la inmunización llevó a su
suspensión. En la actualidad se investigan vacunas de ADN
plasmídico y antigénicas que codifican proteínas virales
específicas. La gran variedad de genotipos y serotipos circulantes
de rotavirus del grupo A a nivel mundial requiere la cobertura de la
mayor cantidad de serotipos en la producción de nuevas vacunas. |