Volumen 7, Número 4, Mayo, 2004

Reseñas SIIC


EL TRATAMIENTO DE LA NEUROCISTICERCOSIS SIGUE SIENDO CONTROVERTIDO    


Dallas, EE.UU.

La cisticercosis se está volviendo más común debido a la inmigración de países donde es endémica. Su tratamiento variará de acuerdo con la localización de los quistes, si bien aún no está muy bien estandarizado.

Southern Medical Journal 96(10):1019-1022, Oct 2003

Autores:  
Psarros TG, Zouros A y Coimbra C
Institución/es participante/s en la investigación: 
Department of Neurosurgery, University of Texas Southwestern School of Medicine; Children's Medical Center, Dallas, EE.UU. 

Título original: 
[Neurocysticercosis: A Neurosurgical Perspective] 
Título en castellano: 
Neurocisticercosis: Perspectiva Neuroquirúrgica





La neurocisticercosis (NCC) es la infección por parásitos más común del sistema nervioso central (SNC) en todo el mundo. Se estima que hay 50 millones de infectados y que produce 50 000 muertes anuales.

Ciclo de vida
Los seres humanos son huéspedes definitivos de la Taenia solium adulta, que se desarrolla en el intestino delgado sin mayores consecuencias. La infección se produce por ingestión de agua o alimentos contaminados con heces que contienen huevos del parásito. Una vez en el intestino, los huevos producen larvas primarias que ingresan en la circulación, a partir de donde se diseminan a tejidos musculares, oculares y sistema nervioso. A nivel del cerebro se desarrollan las larvas secundarias o cisticercos.

Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas neurológicas son inespecíficas y se relacionan con el número, tamaño y topografía de las lesiones. La enfermedad parenquimatosa se presenta habitualmente bajo la forma de convulsiones. La invasión del sistema ventricular por las larvas se manifiesta por incremento en la presión intracraneana por hidrocefalia obstructiva. En caso de lesiones subaracnoideas, la enfermedad es más complicada porque los quistes son generalmente múltiples, de mayor tamaño y producen meningitis basal grave.

Estudios de laboratorio
Debe realizarse hemograma completo, determinación de eosinofilia, y medición de anticuerpos anticisticercos. De ser necesario se examinará el líquido cefalorraquídeo (LCR). Puede ser útil el examen de materia fecal. Para la detección de anticuerpos se recurre a ELISA (para LCR) y pruebas de inmunotransferencia (para sangre). Pueden haber falsos positivos con ELISA en pacientes infectados con otros helmintos, pero la inmunotransferencia es específica. Por lo tanto, ELISA o inmunotransferencia positiva en LCR junto con imágenes sugerentes, diagnostican la infección.

Estudios por imágenes
La tomografía computada (TC) de alta resolución y la resonancia magnética (RM) son los métodos más utilizados para el diagnóstico por imágenes de NCC. Con la RM es posible visualizar el escólex. Si no se cuenta con RM se puede recurrir a la TC con contraste. El aspecto radiológico variará de acuerdo con la respuesta del huésped y la viabilidad de las larvas. Los quistes viables tienden a no mostrar realce de imágenes y a no dar respuesta inmune. La viabilidad de las larvas se estima en 4 a 5 años, luego de lo cual mueren y aparece la respuesta inmune. Primero hay inflamación con edema periquístico y, cuando la larva muere, hay calcificación.

Tratamiento de la enfermedad parenquimatosa
Las dos drogas más utilizadas para el tratamiento de esta helmintiasis son praziquantel (50 mg/kg/día en dosis dividida por 14 días) y albendazol (15 mg/kg/día por 1 mes). El albendazol tiene mayor efecto parasiticida y mejor penetración en LCR, además de ser más económico que el praziquantel; este último interactúa con esteroides y puede disminuir los niveles séricos de fenitoína y carbamazepina. En un estudio en pacientes con lesiones únicas se vio resolución radiológica más veloz con albendazol, mientras que en otros no se vieron diferencias en el uso o no de terapia antihelmíntica. Sí podría haber diferencias en el caso de quistes múltiples. La terapia antiparasitaria también podría mejorar el control de las convulsiones. Las guías actuales aconsejan usar antiparasitarios para tratar quistes únicos viables o en degeneración, y la recomiendan especialmente en los casos de lesiones múltiples. Es posible observar durante el tratamiento un aumento de la inflamación periquística, cuando el parásito es incapaz de escapar de las defensas del huésped. Por esta razón, muchos médicos indican glucocorticoides en forma concomitante (dexametasona 4 mg cada 6 horas). Si el tratamiento médico no es efectivo, es necesario recurrir a la cirugía, que puede consistir en el drenaje por vía estereotáctica guiado por TC, colocación de un sistema que permita realizar aspiraciones repetidas, o craneotomía. Los quistes se encuentran en diferente estadio evolutivo y tienden a incitar una respuesta inflamatoria periquística difusa que, en ocasiones, obliga al drenaje completo o a la resección. Una vez que se remueven los quistes, debe iniciarse la medicación antihelmíntica junto con un curso corto de corticoides.

Tratamiento de la enfermedad subaracnoidea
En 27% a 56% de los pacientes con NCC hay quistes en el espacio subaracnoideo. Son generalmente múltiples y grandes. Los que no han inducido reacción inflamatoria pueden ser tratados en forma quirúrgica. En cambio, los que produjeron inflamación son más difíciles de tratar por su tamaño y la adherencia a tejidos vecinos. En estos casos, algunos investigadores han propuesto la marsupialización, pero cada vez se recurre más al tratamiento antihelmíntico junto con cirugía. Los quistes más pequeños en el espacio subaracnoideo responden al tratamiento antiparasitario. Los pacientes con aracnoiditis basilar e hidrocefalia comunicante tienen mal pronóstico a pesar del tratamiento. En un estudio se vio que la mortalidad en pacientes con aracnoiditis basal e hidrocefalia es del 50%, y la mayoría fallece dentro de los 24 meses del procedimiento de derivación.

Enfermedad intraventricular
Ocurre en 15% a 20% de los pacientes con NCC y se asocia con altas tasas de morbimortalidad.

Tratamiento médico
No se recomienda en caso de hidrocefalia sintomática, pero existe controversia en cuanto a los pacientes con quistes ventriculares asintomáticos. En algunos casos se han informado resultados terapéuticos exitosos con antiparasitarios, mientras que en otros estudios los resultados no son tan prometedores. Aun si existieran antiparasitarios efectivos su uso se debería contraindicar porque hay que evitar la muerte de la larva en el sistema ventricular. Si con el tratamiento médico empeoran los síntomas clínicos o radiológicos habrá que proceder a la cirugía.

Derivación
Algunos autores consideran que es el método de tratamiento definitivo de la hipertensión intracraneal en pacientes con hidrocefalia obstructiva y NCC ventricular, por varias razones. En primer lugar, porque la NCC es una enfermedad inflamatoria crónica y la siembra de cisticercos en el LCR llevará a hidrocefalia, que sólo puede ser aliviada con una derivación. En segundo lugar, la derivación ventricular es más rápida y produce menos daño al cerebro, requiere incisiones pequeñas con menor tiempo de recuperación e implica menos morbilidad que los procedimientos quirúrgicos a cielo abierto. En tercer lugar, hay investigadores que argumentan que las resecciones quirúrgicas abiertas pueden ser evitadas con esta técnica unida al uso de antihelmínticos. Esto último es controversial, ya que hay estudios que demuestran la necesidad de reintervención luego de la realización de una derivación, con el agregado de que una derivación asociada con hidrocefalia secundaria a NCC tiene mayores tasas de fracaso de tratamiento. Las derivaciones realizadas en la etapa vesicular de la infección tienen el doble de probabilidad de funcionar mal en comparación con las realizadas en la etapa de enfermedad degenerativa o calcificada. Esta probabilidad disminuye si se usan antihelmínticos en forma concomitante. Como es difícil de predecir qué pacientes tratados con antihelmínticos y derivación harán ventriculitis, obstrucción al LCR o expansión de los quistes, hay autores que proponen recurrir a tratamiento quirúrgico más agresivo.

Cirugía
Las técnicas microquirúrgicas para la escisión de quistes son la resección transcortical de los quistes ventriculares laterales, el abordaje transcalloso o transcortical de los quistes del tercer ventrículo, o el abordaje suboccipital para los quistes del cuarto ventrículo. Más recientemente, en muchas instituciones la neuroendoscopia se convirtió en la modalidad primaria de tratamiento de los quistes ventriculares, ya que permite reiniciar la circulación de LCR y la remoción de quistes evitando la derivación y la necesidad de craneotomías múltiples; permite acceder al sistema ventricular en minutos y realizar un drenaje interno fisiológico del LCR.





El Laboratorio de Microbiología en el Diagnóstico y Tratamiento de la Faringitis    


Danville, EE.UU.

Reseña acerca de las causas de la faringitis, las pruebas utilizadas para establecer un diagnóstico en forma correcta y sus indicaciones.

Journal of Clinical Microbiology 41(8):3467-3472 Ago 2003

Autores:  
Bourbeau PP
Institución/es participante/s en la investigación: 
Division of Laboratory Medicine, Geisinger Medical Center, Danville, EE.UU. 

Título original: 
[Role of the Microbiology Laboratory in Diagnosis and Management of Pharyngitis] 
Título en castellano: 





Introducción
La faringitis es una patología muy frecuente tanto en adultos como en niños. La etiología más común es la viral, principalmente rinovirus, mientras que entre las bacterias el estreptococo piógenes betahemolítico del grupo A produce el 15% al 30% de los casos. Hay diferencias en la epidemiología de varios agentes infecciosos con relación a la edad del paciente, la estación del año, los síntomas y signos acompañantes y la presencia o ausencia de enfermedad sistémica. Debido a que se observa una superposición en los síntomas, el diagnóstico basado en los criterios clínicos es inadecuado para un tratamiento efectivo. Este artículo reseña las causas de la faringitis, las pruebas utilizadas para establecer un diagnóstico en forma correcta y sus indicaciones.

Estreptococo betahemolítico del grupo A
El estreptococo betahemolítico del grupo A (SGA) es la causa bacteriana más común de faringitis y la única que tiene indicación clara para la terapia antibiótica. Existen tres métodos diferentes para el diagnóstico de laboratorio de la faringitis estreptocócica: cultivo, pruebas de detección rápidas del antígeno y pruebas del ácido nucleico. Cultivo Se identificaron tres variables principales para el cultivo del SGA que incluyen el medio, la atmósfera de incubación y la duración de la incubación. Se recomiendan cuatro combinaciones para los especímenes obtenidos de fauces de acuerdo con el medio de cultivo y la atmósfera de incubación: agar con sangre de oveja incubado anaeróbicamente, agar con sangre de oveja incubado aeróbicamente con un cubreobjeto sobre el área principal de inoculación, agar con sangre de oveja con trimetoprima- sulfametoxazol incubado en 5% a 10% de CO2 o el mismo medio incubado anaeróbicamente. Debe evitarse el empleo de agar con sangre de oveja en 5% a 10% de CO2. En cuanto a la duración de la incubación, los datos de nueve estudios indicaron que la incubación por una segunda noche aumenta la recuperación en 22 de 23 (96%) combinaciones medio/atmósfera evaluadas. Para el 87% de estas combinaciones, el incremento en la recuperación de SGA fue del 5% al 20%. Pruebas de detección rápidas del antígeno El primer equipo para la detección rápida del antígeno del SGA se introdujo a comienzos de la década del '80 y utilizó el método de aglutinación en látex. Con el tiempo, las metodologías empleadas se expandieron para incluir la coaglutinación, el inmunoensayo ligado a enzimas, liposomas y técnicas de inmunoensayo ópticas. Con el desarrollo, estos productos se han vuelto más fáciles de leer y realizar. Sin embargo, no se acompañaron de mejorías significativas en la sensibilidad. Según los datos de doce estudios la sensibilidad osciló entre 62% y 96%, mientras que la especificidad fue mayor del 97%. De modo que la principal desventaja de los métodos rápidos con respecto al cultivo es su menor sensibilidad. Las pruebas rápidas negativas deben ser confirmadas por el cultivo. No obstante, recientemente las nuevas guías sugirieron que la confirmación por los cultivos de los métodos de detección rápida para SGA no es necesaria en los adultos. Pruebas del ácido nucleico Hay dos formas distintas para realizar las pruebas de ácido nucleico para SGA con los equipos comerciales disponibles. El group A strep direct test (prueba directa del SGA) utiliza una sonda de ácido nucleico no amplificada directa, mientras que el ensayo lightcycler strep A (ciclos de luz para la detección del SGA) emplea el método de PCR (reacción en cadena de polimerasa) en tiempo real para la detección de ácido nucleico amplificado del SGA. El group A strep direct test usa una sonda de ADN de una cadena, quimioluminescente, no isotópica complementaria del ARNr blanco del SGA directamente en los especímenes faríngeos. La sensibilidad con este método oscila entre 88.6% y 94.8% comparado con el cultivo y la especificidad es mayor del 97%. El lightcycler strep A utiliza el método de PCR de tiempo real para la detección de SGA a partir de los hisopados de fauces. Por medio de esta tecnología, un único ciclo de luz puede examinar 32 muestras (especímenes y controles) por corrida en 1.5 hora. La sensibilidad es del 93% y la especificidad del 98% con respecto al cultivo. Además, el tiempo para completar el procedimiento es de casi la mitad que lo que toma el cultivo tradicional (3 minutos versus 7 minutos, respectivamente).

Otras bacterias distintas de SGA y virus

Estreptococos betahemolíticos no grupo A
El papel de los estreptococos de los grupos C y G como causa de faringitis es controvertido. El estreptococo del grupo G se asoció con brotes de faringitis leves de origen alimentario. Con respecto al estreptococo del grupo C, si bien los ensayos previos demostraron que los aislamientos de esta bacteria fueron tan frecuentes en los pacientes con faringitis como en los grupos controles, los datos más recientes evidenciaron una asociación entre los tipos de colonias grandes y faringitis. Estos tipos de colonias grandes actualmente se clasificaron como Streptococcus dysagalactiae subespecie equisimilis. Arcanobacterium haemolyticum Arcanobacterium haemolyticum, anteriormente conocido como Corynebacterium haemolyticum, se implicó como agente causal de faringitis, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes. La infección con este patógeno se asoció con erupción escarlatiniforme. La real significación clínica de A. haemolyticum todavía no se ha aclarado, ya que el microorganismo se aisló en algunos individuos sin enfermedad y a menudo en asociación con otros patógenos potenciales. Arcanobacterium haemolyticum puede ser difícil de cultivar e identificar con los medios de cultivo utilizados de rutina en la mayoría de los laboratorios. Si bien esta bacteria se considera betahemolítica, la hemólisis es más sutil que la observada con SGA y puede requerir 48 a 72 horas para su detección. La identificación está claramente influida por la elección del medio de cultivo y la atmósfera de incubación. Chlamydia pneumoniae El diagnóstico microbiológico de este patógeno es dificultoso y de este modo sólo hay disponible información limitada sobre la prevalencia y los tipos de enfermedad que provoca. Los conocimientos actuales sobre la epidemiología de C. pneumoniae sugieren que rara vez es causa de faringitis solamente, sino que esta patología es un acompañante o un síntoma secundario de enfermedad del tracto respiratorio bajo. Mycoplasma pneumoniae Mycoplasma pneumoniae es causa de faringitis, aunque ésta se considera un síntoma de enfermedad del tracto respiratorio baja. Debido a que no están disponibles pruebas de diagnóstico rápido masivas para esta bacteria, en general no se realizan estudios para su detección. La serología se realiza en los pacientes con sospecha de neumonía. Neisseria gonorrhoeae y Corynebacterium diphtheriae Ambos patógenos son causas conocidas pero raras de faringitis. Otras bacterias Son las que constituyen la denominada flora faríngea normal. Ningún niño asintomático porta virus respiratorios. El SGA se aísla más frecuentemente de los niños enfermos que de los sanos. La flora faríngea normal como Staphylococcus aureus, Streptococcus pneumoniae y Haemophilus influenzae no debe informarse en los cultivos de fauces de rutina para desalentar el uso inapropiado de tratamiento antibiótico.

Virus
Los virus son la causa más común de faringitis tanto en adultos como en niños. Generalmente no se requiere ninguna prueba específica de rutina para identificar la etiología viral. La primoinfección por herpes simple puede ser indistinguible de las infecciones debidas a otros virus o SGA. Sin embargo, la presencia de vesículas y úlceras superficiales en el paladar son características de la infección herpética y pueden contribuir al diagnóstico diferencial. La primoinfección por el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV) es causa de faringitis. Luego de un período de incubación de 3 a 5 semanas, los pacientes pueden presentarse con síntomas similares a los de la gripe, incluso faringitis. Los antecedentes de los sujetos como factores de riesgo para HIV sugieren la necesidad de realizar las pruebas específicas. El virus Epstein-Barr (EBV) puede provocar amigdalitis exudativa o faringitis. No obstante, los pacientes con infección por EBV en general se presentan con síntomas más sistémicos. El monotest es la prueba diagnóstica estándar. Si bien pueden ocurrir falsos negativos, la repetición de la prueba a los 10 días usualmente confirma el diagnóstico en los individuos con síntomas persistentes. En cambio, para los niños pequeños el monotest es menos sensible y la serología para EBV está indicada en este grupo etario.

Pruebas de sensibilidad antimicrobiana
Hay diversas razones para el aparente fracaso terapéutico a la penicilina, incluyen la presencia en la orofaringe de microorganismos productores de betalactamasas que inactivan la penicilina, la etiología viral que puede ser causa de infecciones recurrentes, la baja aceptación del tratamiento por parte del paciente, la posible reexposición del individuo a un miembro de la familia o allegado con SGA o la portación del paciente de SGA (no deben efectuarse cultivos de rutina para la búsqueda de SGA de control al final de la terapia). El papel de los organismos productores de betalactamasas en la orofaringe es avalado por los datos que demuestran que la tasa de fracaso clínico fue 5% menor con cefalosporinas que con penicilina.

Conclusión
El laboratorio de microbiología cumple un papel importante en el diagnóstico y tratamiento de los pacientes con faringitis. Es fundamental informar a los médicos la importancia de la realización de las pruebas microbiológicas a fin de obtener un diagnóstico adecuado. Los microbiólogos deben propugnar la utilización de las pruebas apropiadas y el uso juicioso de antibióticos para el diagnóstico y tratamiento de los casos de faringitis. La terapia antimicrobiana está indicada sólo para las faringitis provocadas por SGA y los raros casos producidos por C. diphtheriae y N. gonorrhoeae. Se necesitan estudios adicionales para clarificar el beneficio, si es que existe alguno, para el diagnóstico y tratamiento de otros estreptococos betahemolíticos distintos del SGA. Los beneficios de la terapia antibiótica contra estos microorganismos actualmente son desconocidos.





Neumonía Adquirida en la Comunidad    


Buenos Aires, Argentina

Los autores presentan una guía práctica para el diagnóstico y tratamiento de la neumonía adquirida en la comunidad.

Medicina-Buenos Aires
63(4):319-343, 2003

Autores:  
Luna CM, Calmaggi A, Carbeloto O y colaboradores
Institución/es participante/s en la investigación: 
Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR), Sociedad Argentina de Infectología (SADI), Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI), Sociedad Argentina de Bacteriología Clínica (SADEBAC), Asociación Argentina de Microbiología (AAM), Sociedad Argentina de Virología (SAV), Sociedad Argentina de Medicina (SAM), Buenos Aires, Argentina 

Título original: 
[Neumonía Adquirida en la Comunidad] 
Título en castellano: 





Introducción
La neumonía adquirida en la comunidad (NAC) es una infección aguda del parénquima pulmonar que se manifiesta por signos y síntomas de infección respiratoria baja, asociados con infiltrado nuevo en la radiografía de tórax (RxTx) que se presenta en pacientes no hospitalizados durante los 14 días previos; produce gran impacto tanto en el individuo como en la sociedad. A partir de 1991, se escribieron normativas para su diagnóstico y tratamiento en todo el mundo. En Argentina un grupo independiente elaboró una guía de práctica clínica publicada en 1997; más recientemente, hicieron lo propio especialistas en enfermedades infecciosas. Sin embargo, la NAC presenta cambios en su etiología, epidemiología y sensibilidad a antibióticos que obligan a la revisión periódica de las guías de diagnóstico y tratamiento. Este documento es el resultado del trabajo de un comité integrado por distintas sociedades científicas.

Métodos
El comité intersociedades nombró dos coordinadores y eligió 30 miembros de las distintas sociedades que trabajaron en 6 equipos sobre cada uno de los principales tópicos que forman parte de este consenso. Luego de una reunión plenaria realizada en Buenos Aires en abril de 2002, se elaboraron las conclusiones que fueron sometidas a una revisión interna y a la redacción de un documento final. La base de este trabajo fueron las guías locales mencionadas, normativas elaboradas por sociedades médicas extranjeras y estudios clínicos significativos publicados durante los últimos 20 años, especialmente en los últimos 5. Se efectuó una búsqueda sistemática mediante la base de datos Medline para recoger información; excepcionalmente se utilizaron los datos provenientes de resúmenes u otro tipo de trabajos no publicados. La evidencia científica se clasificó en tres niveles: tipo A, proveniente de estudios aleatorizados y controlados; tipo B, de ensayos controlados pero no aleatorizados; y tipo C, de series de casos y opinión de expertos.

Definición, epidemiología y etiología
La NAC es una infección aguda del parénquima pulmonar que se manifiesta por signos y síntomas de infección respiratoria baja, asociados con un infiltrado nuevo en la radiografía de tórax (RxTx) que se presenta en pacientes no hospitalizados durante los 14 días previos. En Argentina es la sexta causa de muerte en general y la quinta en individuos mayores de 60 años. Según datos de otros países, la incidencia global es de 10 a 15 casos/1 000 habitantes/año, mayor en invierno. El 80% de los pacientes recibe atención ambulatoria. La mortalidad promedio es del 4%; en pacientes ambulatorios, < 1%; en ancianos, 18%; en residentes geriátricos, 30%, y en internados en unidades de cuidados intensivos (UCI), 37%. En cuanto a la clínica, si bien en la mayoría de los sujetos no hay buena correlación entre la forma de presentación clínica (típica versus atípica) y el agente causal, en cierto número de casos se puede predecir la etiología neumocócica. El dolor pleurítico es más frecuente en la NAC bacteriana, en tanto que el comienzo brusco lo es en la neumocócica. El término atípico sirve más para denominar ciertos agentes (bacterias intracelulares como Legionella pneumophyla, Chlamydia pneumoniae, Chlamydia psittaci, Mycoplasma pneumoniae, Coxiella burnetii y algunos virus respiratorios) que para caracterizar neumonías de comienzo lento y disociación clínicorradiológica, como se consideraba anteriormente. Streptococcus pneumoniae, el agente causal más frecuente, produce el 60% de las neumonías bacteriémicas y probablemente la mayoría de las NAC sin patógeno identificado. Haemophilus influenzae y Staphylococcus aureus son menos frecuentes. La incidencia de gérmenes atípicos es variable; M. pneumoniae es predominante en individuos ambulatorios, C. pneumoniae es también muy frecuente y suele producir coinfecciones, mientras que Legionella, endémica en ciertas áreas geográficas y esporádica en otras, se encuentra habitualmente en pacientes más graves. El hallazgo de bacilos gramnegativos aerobios (BGNA) y Pseudomonas aeruginosa es de significado controvertido en cuanto a la atribución etiológica. Los virus influenza, parainfluenza, adenovirus y sincicial respiratorio (VSR) ocasionan aproximadamente el 10% de las NAC. Si bien la categoría de neumonía aspirativa (macroaspiración) no está bien definida y la mayoría de los estudios no analizan su incidencia, el término se refiere a la infección que se produce en pacientes con mayor riesgo de aspiración. Los anaerobios se asocian con mala higiene dental. La tuberculosis (TBC) puede presentarse como NAC y debe ser tenida en cuenta por su alta incidencia, su asociación con la infección por HIV y por las ventajas que conllevan su diagnóstico y tratamiento oportunos. El síndrome pulmonar por hantavirus debe ser considerado en personas expuestas a inhalación de partículas infecciosas presentes en la tierra contaminada por deyecciones del ratón que transmite la enfermedad. La mayoría de los ensayos que analizan la etiología reconocen que en 3% a 14% de los sujetos es posible identificar dos o más patógenos como agentes causales (concurrente o secuencial). Además, aun con la utilización de una metodología diagnóstica rigurosa no es posible la detección de algún germen en el 20% al 60% de los pacientes con NAC. La distribución de los agentes suele ser diferente según el lugar de atención (ambulatoria, sala general o UCI) y la presencia de comorbilidades o factores de riesgo. En líneas generales, ciertos patógenos se aíslan con similar frecuencia en pacientes ambulatorios, internados fuera de UCI y en casos de NAC grave (S. pneumoniae); otros predominan en enfermos menos graves (virus respiratorios, M. pneumoniae, C. pneumoniae) y otros cuanto mayor es la gravedad de la patología (Legionella, BGNA, S. aureus, etiología polimicrobiana). No se observa macroaspiración en los pacientes ambulatorios, la cual aumenta su incidencia con la gravedad. En este tipo de paciente predominan S. pneumoniae (20%), M. pneumoniae (13.5%) y virus (10.6%); en fumadores, mayores de 65 años o individuos con comorbilidades también es frecuente H. influenzae. En pacientes internados en sala general también predomina S. pneumoniae (20% a 60%); H. influenzae, M. pneumoniae, C. pneumoniae, S. aureus, BGNA, Legionella, virus y la etiología polimicrobiana se encuentran en porcentajes cercanos al 10% cada uno. Según las condiciones epidemiológicas también se incluye Mycobacterium tuberculosis en este grupo; los escasos datos disponibles en Argentina indican mayor frecuencia de BGNA y menor de Legionella. En pacientes internados en UCI es más común S. pneumoniae; otros agentes son BGNA, H. influenzae, S. aureus, patógenos intracelulares (en especial Legionella y M. pneumoniae) y en ocasiones P. aeruginosa. En personas jóvenes con neumonía grave y epidemiología compatible deben considerarse la infección por HIV, síndrome pulmonar por hantavirus y leptospirosis. Distintas etiologías se asocian con determinadas condiciones epidemiológicas: H. influenzae con hábito de fumar, edad mayor de 65 años y comorbilidades; S. pneumoniae resistente a antibióticos (SPRA), con comorbilidades múltiples, infección por HIV, residencia en geriátricos y tratamiento con antibióticos betalactámicos en los últimos tres meses; BGNA, con residencia en geriátricos, enfermedad cardiopulmonar, comorbilidades múltiples y uso reciente de antimicrobianos; P. aeruginosa, con enfermedad estructural del pulmón (fibrosis quística, bronquiectasias, EPOC avanzada), uso de corticoides (más de 10 mg/día de prednisona), antibióticos de amplio espectro (más de 7 días en el último mes), desnutrición, neoplasia, anemia aplásica y antecedente de internación en UCI en el último mes; S. aureus, con insuficiencia renal, diabetes, residencia en geriátricos y epidemia de influenza; M. tuberculosis con alcoholismo, residencia en geriátricos, endemia, contacto con foco bacilífero, drogadicción endovenosa, infección por HIV y hemodiálisis. En los individuos con EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) los patógenos más comunes son S. pneumoniae, C. pneumoniae, H. influenzae y BGNA. En los pacientes mayores de 65 años, la neumonía es mucho más frecuente y grave, predomina S. pneumoniae y hay mayor incidencia de S. aureus, H. influenzae, BGNA e infecciones mixtas. En los residentes en geriátricos es más común SPRA y ocurren brotes ocasionales de influenza, VSR, C. pneumoniae, Legionella o TBC; no se demostró mayor incidencia de anaerobios, si bien suelen presentar condiciones que predisponen a la aspiración. En general, virus y bacterias son más frecuentes en ancianos, y agentes atípicos en los más jóvenes.

Estratificación de riesgo y sitio inicial de atención
Diversos estudios identificaron mediante análisis multivariado factores predictivos independientes de mortalidad. La mortalidad correlaciona con la edad, comorbilidades, hallazgos del examen físico, laboratorio y RxTx. Ningún factor pronóstico aislado es específico y sensible; el riesgo de morbimortalidad puede estratificarse por reglas que emplean variables pronósticas que complementan, pero nunca reemplazan, el juicio clínico. Entre las normas más difundidas y validadas se encuentran las de la Sociedad Británica de Patología Torácica (BTS, original y modificada) y el índice de gravedad de neumonía (PSI), el cual permite reconocer los pacientes con bajo riesgo de muerte. Las guías de la BTS son simples y posibilitan la identificación de los pacientes con alto riesgo de muerte o necesidad de internación en UCI. La guía de la BTS original se basa en la frecuencia respiratoria inicial (> 30 respiraciones/min, presión arterial diastólica < 60 mm Hg y urea > 42 mg/dl); la BTS modificada agrega confusión mental. Los autores proponen utilizar un algoritmo a partir de distintas reglas y publicaciones previas basado en la presencia de comorbilidades o factores modificadores y hallazgos físicos, de laboratorio y radiográficos. Correspondería internación si el enfermo tiene 2 o más factores modificadores (edad mayor de 65 años, neoplasia, insuficiencia renal crónica, insuficiencia cardíaca, hepatopatía crónica, enfermedad cerebrovascular, esplenectomía, enfermedad pulmonar crónica, diabetes, alcoholismo, desnutrición, hospitalización en el último año por NAC) o alguna alteración significativa en el examen físico (taquipnea > 30 respiraciones/min, taquicardia > 125 latidos/min, hipotensión arterial, temperatura > 40ºC o < 35ºC o compromiso del sensorio) o en los parámetros de laboratorio (urea > 50 mg/dl, leucocitos > 40 000 o < 3 000 por mm3, PaO2 < 60 mm Hg o SaO2 < 90%, hematocrito < 30%, sodio < 130 mEq/l, glucemia > 250 mg/dl o pH < 7.35) o en la RxTx (compromiso multilobar, aumento del infiltrado superior al 50% en las últimas 24 horas o derrame pleural voluminoso o tabicado). En pacientes de bajo riesgo pasibles de atención ambulatoria deben evaluarse las condiciones sociales; si éstas son malas debe procederse a la internación. De los individuos con NAC hospitalizados, el 10% al 25% deben hacerlo en UCI debido a su gravedad. Los motivos más frecuentes de ingreso a la UCI son la necesidad de ventilación mecánica o de soporte hemodinámico. El desconocimiento de la etiología de la NAC grave no se asocia con peor pronóstico; en cambio, el pronóstico es desfavorable en caso de neumonías producidas por neumococo o BGNA y el retraso en el comienzo del tratamiento antibiótico. Para definir una NAC grave un grupo de investigadores propuso la presencia de 2 sobre 3 criterios menores (presión arterial sistólica < 90 mm Hg, PaO2/FiO2 < 250 o compromiso multilobar en la RxTx), o de 1 sobre 2 criterios mayores (necesidad de ventilación mecánica o choque séptico). La sensibilidad de estos criterios es del 78%, con especificidad del 94%, valor predictivo positivo del 75% y valor predictivo negativo del 95%. Los puntajes de gravedad, como el APACHE II o el SAPS II, también predicen el curso evolutivo de la NAC. Los autores sugieren la internación en UCI ante la presencia de 2 o más criterios de la regla BTS modificada, evolución desfavorable de las variables fisiológicas, insuficiencia respiratoria o requerimiento de ventilación mecánica, insuficiencia hemodinámica (especialmente requerimiento de inotrópicos), insuficiencia multiorgánica, compromiso del sensorio, dificultades para el manejo de las secreciones u otras situaciones que necesiten monitoreo en UCI. La incidencia de neumonía y de formas graves es mayor en pacientes que superan los 65 años, debido en parte a las comorbilidades, especialmente las neurológicas, que determinan mayor riesgo de aspiración, a menudo silente. La mortalidad por NAC también es elevada en este grupo de edad; hasta el 90% de las muertes por NAC corresponden a estos individuos. La postración en cama, alteraciones de la deglución, respuesta motora alterada y enfermedad neurológica previa predicen la aparición de NAC grave. La NAC es frecuente en residentes en geriátricos, con una incidencia de 0.6 a 2.6 episodios por 1 000 residentes/día. Es la única infección que contribuye significativamente a elevar la mortalidad en estos enfermos y la causa más común de traslado al hospital. Las tasas de mortalidad oscilan entre 6.5 y 53%. En estos pacientes la propensión a broncoaspiración por trastornos deglutorios, alimentación por sonda nasogástrica y el uso de sedantes o hipnóticos aumentan el riesgo de NAC. Es una infección frecuente durante el embarazo, y comúnmente requiere internación; se trata de la patología mortal más común, con exclusión de las obstétricas. La mayor incidencia de asma, tabaquismo, inmunodeficiencias (HIV o por fármacos) y el uso de drogas ilícitas ha incrementado su prevalencia durante los últimos años. Los patógenos no difieren de los que afectan al resto de la población sana y joven, aunque el curso de algunas virosis, como influenza y varicela, es más complicado. Algunas de las dificultades que presenta la NAC en el embarazo están relacionadas con su diagnóstico, dado que la reticencia a realizar RxTx puede retrasar el inicio del tratamiento.

Diagnóstico
El diagnóstico de NAC es clínico; los métodos complementarios permiten confirmarla, conocer su extensión, identificar la etiología, categorizar la gravedad y reconocer complicaciones. La historia clínica, el examen físico, la RxTx y el laboratorio constituyen la base del diagnóstico; la confirmación etiológica depende de estudios microbiológicos. El diagnóstico requiere un cuadro clínico compatible (síntomas como fiebre, tos o secreciones purulentas, además de anomalías respiratorias focales en el examen físico) junto a un infiltrado pulmonar de reciente aparición en la RxTx. Los pacientes con comorbilidades o edad avanzada pueden presentar formas oligosintomáticas que determinan un retraso diagnóstico y terapéutico. La fiabilidad de los signos físicos está sujeta a variabilidad interobservador; el diagnóstico por examen físico ha sido correcto en menos del 40% de los casos. El interrogatorio puede ofrecer algunos indicios en la orientación etiológica: alcoholismo, residencia en geriátricos, diabetes, tabaquismo o EPOC, mala higiene dental, drogadicción endovenosa, infección por HIV, aspiración, antibioticoterapia reciente, entre otros. El hemograma puede ser útil para evaluar el pronóstico, ya que el descenso del hematocrito (< 30%), la leucopenia o una marcada leucocitosis denotan gravedad. La oximetría de pulso evalúa la saturación y puede reemplazar o ser complementada con los gases en sangre. La determinación de urea, glucemia, función hepatocelular, ionograma y pruebas de coagulación agregan información útil. La RxTx anteroposterior y lateral permite definir el tipo de infiltrado (alveolar, intersticial, bronconeumónico), complicaciones (derrame pleural, cavitación), imágenes que despiertan la sospecha de un proceso específico (TBC) y extensión (puede tener relación con la gravedad y el pronóstico). Los diagnósticos diferenciales incluyen atelectasia, enfermedad difusa del parénquima, insuficiencia cardíaca, cáncer de pulmón, bronquiolitis obliterante con neumonía organizativa (BOOP), neumonía eosinófila crónica, aspiración de partículas o contenido gástrico no infeccioso, enfermedades inmunológicas, toxicidad por drogas, vasculitis y embolia pulmonar. La tomografía axial computada de tórax puede demostrar infiltrados en pacientes con RxTx normal. La sensibilidad y especificidad de los métodos microbiológicos para establecer la causa de la NAC son relativamente bajas. La determinación de la etiología permite plantear un tratamiento dirigido, rotar racionalmente a la vía oral, evitar el uso inadecuado de antibióticos y conocer la prevalencia y el patrón de sensibilidad antibiótica de los patógenos. La búsqueda etiológica debe hacerse según criterios de rentabilidad; muchos expertos refieren que esto se justifica sólo ocasionalmente. Menos del 50% de los pacientes con NAC son capaces de producir un esputo de buena calidad (sin antibióticos previos, > 25 polimorfonucleares y < 10 células epiteliales planas bajo lente de 100 aumentos), en el cual la tinción de Gram para S. pneumoniae y H. influenzae tendría una rentabilidad elevada. El cultivo de esputo tiene baja sensibilidad y especificidad y puede ser útil cuando se sospecha TBC. El esputo inducido se recomienda cuando se desea descartar TBC o Pneumocystis carinii y siempre que se asegure una adecuada protección al personal. Otros especímenes, como aspirado de tubo endotraqueal o cánula de traqueostomía, tienen una utilidad similar a la del esputo. El análisis cualitativo de una muestra obtenida por broncoscopia tiene el mismo o menor valor que el del esputo, por lo que se recomiendan cultivos cuantitativos del lavado broncoalveolar (LBA) o del material obtenido con cepillo protegido para aumentar la especificidad, indicados frente a la sospecha de TBC o P. carinii en enfermos que no producen un esputo adecuado, ante fracaso terapéutico, cuando se sospecha obstrucción bronquial sea tumoral o no, y en NAC grave que requiera internación en UCI e intubación. Los hemocultivos se reservan para los sujetos que necesitan hospitalización; suelen ser positivos en 5% a 16% de los casos. Ante un derrame pleural significativo debe realizarse toracocentesis con examen microbiológico, de pH y citoquímico del líquido; el cultivo positivo tiene escasa sensibilidad pero alta especificidad en la detección del germen. Las pruebas serológicas son útiles para detectar patógenos difíciles de cultivar como M. pneumoniae, C. pneumoniae, Legionella y virus respiratorios. La infección viral puede confirmarse mediante la búsqueda de antígenos o por reacción de cadena de polimerasa (PCR) en materiales clínicos (hisopados, aspirados, lavados de vías aéreas superiores e inferiores, biopsias o en sangre), por serología o cultivos. En los pacientes con sospecha de NAC se recomiendan las opciones de mínima y máxima para la evaluación diagnóstica. Las primeras indican la intensidad de medidas diagnósticas que representan el límite inferior aceptable para una buena calidad de evaluación, mientras que las de máxima, las medidas por encima de las cuales cualquier esfuerzo diagnóstico puede considerarse exagerado. Las opciones mínimas para enfermos menores de 65 años sin comorbilidades, mayores de 65 años con comorbilidades, internados pero no en UCI, NAC grave (hospitalización en UCI) son: RxTx de frente; RxTx de frente más laboratorio básico (hemograma, uremia, glucemia, orina); RxTx de frente más laboratorio según condición clínica, más exámenes microbiológicos habituales; RxTx de frente y perfil más laboratorio según condición clínica, más exámenes microbiológicos habituales (incluso HIV) más gases en sangre, respectivamente. Las opciones máximas incluyen: RxTx de frente y perfil, más Gram y cultivo de esputo, más recuento y fórmula leucocitaria; RxTx de frente y perfil más laboratorio básico, más Gram y cultivo de esputo; RxTx de frente y perfil más gases en sangre u oximetría, más exámenes microbiológicos especiales; procedimiento similar a este último, más exámenes microbiológicos especiales, más la consideración de estudios broncoscópicos, respectivamente.

Tratamiento antimicrobiano de la NAC
El tratamiento antibiótico debe efectuarse ante un diagnóstico bien fundado de NAC y no en infecciones banales, de etiología habitualmente viral, como bronquitis aguda. El agente causal raramente es conocido a priori y, por lo tanto, la terapia inicial es empírica. La recomendación antibiótica debe hacerse a partir de datos epidemiológicos o antecedentes del paciente que ayuden a predecir los microorganismos causales. Es importante realizar estudios regionales, adecuadamente diseñados, de vigilancia de la resistencia de los patógenos respiratorios. S. pneumoniae continúa siendo el principal agente etiológico; de modo que el tratamiento antibiótico inicial debe tener adecuada cobertura contra este microorganismo. Las variaciones en su perfil de resistencia a los antibióticos betalactámicos han tenido escaso impacto en infecciones respiratorias, especialmente NAC. En Argentina, SPRA tiene una distribución en mosaico, con un predominio en grandes centros urbanos y población pediátrica (32.2% de resistencia en menores de 5 años). En adultos, la resistencia a penicilina es del 20% al 24%. En ausencia de meningitis, la resistencia in vitro podría tener escasa relevancia clínica en la morbilidad y el pronóstico, dado que es probable que recién a partir de una concentración inhibitoria mínima (CIM) > 4 mg/l haya impacto en la NAC. Datos provenientes de los sistemas de vigilancia en adultos en Argentina no detectaron cepas con resistencia a penicilina > 4 mg/l, por lo que la neumonía neumocócica puede tratarse eficientemente con dosis altas de penicilina y aminopenicilina. Cuando hay resistencia a penicilina es más probable la resistencia a otros agentes no relacionados como macrólidos, trimetoprima- sulfametoxazol, el SPRA podría funcionar como marcador de multirresistencia. Algunas recomendaciones para combatir la resistencia incluyen restringir el uso de cefalosporinas de tercera generación y vancomicina durante la hospitalización, puesto que favorece la aparición de resistencia en bacilos gramnegativos y enterococos. La utilización exagerada de macrólidos es preocupante debido al incremento de resistencia, mientras que el uso indiscriminado de fluoroquinolonas aceleraría la aparición de resistencia en S. pneumoniae y gérmenes gramnegativos. No debe utilizarse cotrimoxazol en el tratamiento empírico de la NAC, dado que la resistencia de los patógenos respiratorios es muy elevada. Es preferible tratar la NAC con un solo antibiótico si se tiene en cuenta que la terapia combinada conlleva mayor costo y toxicidad y que sólo se recomienda en NAC grave en enfermos internados en UCI y en infecciones documentadas o de elevada sospecha de P. aeruginosa.

Esquemas terapéuticos empíricos recomendados

Grupo 1
(pacientes ambulatorios) En enfermos menores de 65 años sin comorbilidades los patógenos blanco son S. pneumoniae, M. pneumoniae, C. pneumoniae; se sugiere el empleo de amoxicilina (1 g cada 8 a 12 horas por vía oral); como alternativas y en alérgicos, eritromicina (500 mg cada 6 horas, vía oral) o claritromicina (500 mg cada 12 horas, vía oral) o azitromicina (500 mg/día el primer día y luego 250 mg/día por 4 días, vía oral) o roxitromicina (150 mg cada 12 horas, vía oral) o doxiciclina (100 mg cada 12 horas, vía oral). En pacientes con comorbilidades o mayores de 65 años los patógenos blanco son S. pneumoniae, H. influenzae, S. aureus y BGNA y el tratamiento sugerido es amoxicilina/ácido clavulánico o amoxicilina/sulbactam (ambos a 875/125 mg cada 8 a 12 horas, vía oral); como alternativas y, en alérgicos, gatifloxacina (400 mg/día, vía oral), levofloxacina (500 mg/día, vía oral), moxifloxacina (400 mg/día, vía oral) y ceftriaxona (1 g/día, intramuscular). Grupo 2 (pacientes que requieren internación en sala general) En pacientes menores de 65 años, sin comorbilidades y con sospecha de etiología neumocócica (patógeno blanco S. pneumoniae) se sugiere ampicilina (1 g cada 6 horas, endovenosa); como alternativas o en alérgicos, claritromicina (500 mg cada 12 horas), clindamicina (600 mg cada 8 horas), gatifloxacina (400 mg/día), levofloxacina (500 mg/día), todos en forma endovenosa. En mayores de 65 años o con comorbilidades, los patógenos blanco son: S. pneumoniae, H. influenzae, M. pneumoniae, C. pneumoniae, S. aureus, BGNA, L. pneumophila. Se sugiere ampicilina/sulbactam (1.5 g cada 8 horas endovenoso) más claritromicina o ciprofloxacina endovenosas; como alternativas, ceftriaxona (2 g/día) o cefotaxima (1 g cada 6 horas) más claritromicina o ciprofloxacina (400 mg cada 12 horas) endovenosos y, en alérgicos, gatifloxacina o levofloxacina más ciprofloxacina o clindamicina endovenosos. Grupo 3 (pacientes con NAC grave que requieren internación en UCI) Con factores de riesgo para P. aeruginosa y patógenos blanco: S. pneumoniae, H. influenzae, M. pneumoniae, C. pneumoniae, S. aureus, BGNA, L. pneumophila. Se sugiere ampicilina/sulbactam más claritromicina o gatifloxacina o levofloxacina (750 mg/día) endovenosos; como alternativas, ceftriaxona o cefotaxima más claritromicina o gatifloxacina o levofloxacina endovenosos y, en alérgicos, gatifloxacina o levofloxacina más clindamicina endovenosos. Con factores de riesgo para P. aeruginosa y patógenos blanco: P. aeruginosa, S. pneumoniae, H. influenzae, M. pneumoniae, C. pneumoniae, S. aureus, BGNA, L. pneumophila. Se sugiere cefepima (2 g cada 12 horas) o piperacilina/tazobactam (4.5 g cada 8 horas) más ciprofloxacina (400 mg cada 8 horas) endovenosos; como alternativas, cefepima o piperacilina/tazobactam más amikacina (15 mg/kg/día) más claritromicina o ceftazidima (2 g cada 8 horas), más gatifloxacina o levofloxacina endovenosas y, en individuos alérgicos, aztreonam (2 g cada 8 horas) más amikacina, más gatifloxacina o levofloxacina endovenosos. En el embarazo se recomienda utilizar los antibióticos de mayor seguridad para el feto, como betalactámicos, eritromicina (etilsuccinato) y azitromicina; en NAC aspirativa, aminopenicilina más inhibidor de betalactamasas, como monoterapia, y clindamicina como alternativa; si hay riesgo de infección por BGNA (infección mixta) combinar con ciprofloxacina o cefalosporinas de tercera generación más clindamicina o metronidazol. En cuanto a la duración del tratamiento, para NAC leve a moderada: 7 días; para los pacientes hospitalizados, 10 a 14 días. En pacientes que reúnan los siguientes criterios: mejoría de la tos y taquipnea, temperatura menor de 37.8ºC durante 8 horas y adecuadas ingesta oral y absorción gastrointestinal es posible el cambio de la terapia endovenosa a la vía oral; en cambio, no son aptos para la rotación antibiótica precoz aquellos con bacteriemia por Staphylococcus spp., infección por P. aeruginosa, por S. pneumoniae con compromiso extrapulmonar y neumonía por Legionella. La mayoría de los pacientes mejoran clínicamente al cabo de 3 días, la resolución radiológica del infiltrado ocurre a las 2 semanas en la mitad de los casos, a las 4 semanas en dos tercios y a las 6 semanas en las tres cuartas partes. La NAC que no responde se define por la persistencia del infiltrado pulmonar acompañado de fiebre, producción de esputo, dolor torácico o disnea, más allá del tiempo estimado para su resolución. La falta de respuesta puede ser temprana, a las 72 horas de inicio (fracaso del tratamiento), o tardía, por inadecuada mejoría radiológica a los 40 días de comenzado el tratamiento (resolución lenta). La resolución lenta, más común en enfermos hospitalizados, está básicamente relacionada con la alteración de los mecanismos de defensa, como en el caso de diabetes, insuficiencia cardíaca, insuficiencia renal aguda o crónica, alcoholismo, cáncer, edad mayor de 65 años, presencia de derrame pleural, gérmenes como Legionella, S. aureus y gramnegativos entéricos o tratamiento inapropiado. El fracaso terapéutico temprano o tardío requiere revisar los cultivos y tomar nuevas muestras; la broncoscopia puede ser útil con LBA o cepillo protegido y efectuar biopsia transbronquial cuando se sospecha causa no infecciosa.

Tratamiento no antimicrobiano y prevención
En pacientes internados con NAC y especialmente en mayores de 65 años, es fundamental el suministro de fluidos, debido a que con frecuencia estos pacientes presentan disminución del volumen intravascular y requieren hidratación endovenosa con cristaloides. Las indicaciones para el soporte nutricional incluyen la desnutrición previa, la imposibilidad de ingesta oral y el compromiso multiorgánico. En los enfermos con NAC la mejoría del estado nutricional favorece su recuperación. Es necesario administrar oxígeno cuando la SaO2 es menor al 92%. En pacientes con EPOC es conveniente evitar niveles de SaO2 superiores al 88% a 90%. No está demostrado que los individuos que reciben oxígeno a flujo bajo o moderado, excepto aquellos traqueostomizados o con tubo endotraqueal, se beneficien con sistemas de humidificación. Tanto el empleo de mucolíticos como las maniobras de vibración y percusión no han demostrado utilidad. El drenaje postural, la tos asistida y la kinesioterapia torácica pueden ser útiles en enfermos con un volumen diario de expectoración > 25 ml o con atelectasias. Antes de la realización de fisioterapia respiratoria es necesario administrar previamente broncodilatadores para evitar la inducción de broncoespasmo e incrementar la eliminación de secreciones. Entre las medidas potencialmente útiles en la prevención de NAC deben considerarse la profilaxis contra neumococo e influenza, de la aspiración orofaríngea o gástrica debida a trastornos deglutorios o de los reflejos protectores de la vía aérea superior, el cuidado del estado nutricional y la suspensión del hábito de fumar. Los antivirales son útiles en la quimioprofilaxis de la influenza y constituyen un complemento pero no un sustituto al uso de la vacuna. Entre las medidas tendientes a minimizar el riesgo de aspiración se incluyen: identificación de las personas en riesgo (enfermedad vascular o degenerativa del sistema nervioso central), evaluación del mecanismo de la deglución, manejo cuidadoso de la alimentación con sonda o gastrostomía, utilización prudente de sedantes e hipnóticos, entrenamiento de la deglución, posición semisentada y realización de maniobras que reduzcan el riesgo de aspiración.





Fiebre de Origen Desconocido en Niños Pequeños: Cómo Diagnosticar y Tratar la Infección Bacteriana Grave    


Washington, EEUU.

Descripción de las causas bacterianas y del enfoque diagnóstico y terapéutico apropiado en los niños con fiebre sin foco, menores de 36 meses.

BMJ 327(7423):1094-1097 Nov 2003

Autores:  
Brook I
Institución/es participante/s en la investigación: 
Department of Pediatrics, Georgetown University School of Medicine, Washington, DC, EE.UU. 

Título original: 
[Unexplained Fever in Young Children: How to Manage Severe Bacterial Infection] 
Título en castellano: 





Introducción
La fiebre en los lactantes se define como una temperatura rectal de 38ºC (100.4ºF) o más. En niños mayores, como una temperatura rectal de 38.4ºC (101.1ºF) o una temperatura bucal de 37.8ºC (100ºF). La mayoría de los niños con fiebre sin foco de infección presentan una enfermedad viral autolimitada que desaparece sin secuelas; la infección urinaria es otra causa importante. Sin embargo, algunos niños tendrán bacteriemia oculta que puede asociarse con infección bacteriana grave como sepsis o meningitis. Diversos estudios trataron de identificar los pacientes en riesgo de infección grave y evaluar los tratamientos potenciales. Esta reseña describe las causas bacterianas, las pruebas diagnósticas esenciales, la evaluación clínica, el uso juicioso de antibióticos y el seguimiento en los niños con fiebre sin foco aparente menores de 3 años.

Métodos
La recolección de la información se realizó mediante la base de datos Medline, archivos personales y lectura de artículos sobre el tema. Las reseñas y las recomendaciones están basadas en estudios de observación y revisiones sistemáticas.

Microbiología
Diversos microorganismos pueden provocar infección oculta febril en niños pequeños; su distribución es estacional y varía de acuerdo con los diferentes grupos etarios, aunque existe superposición. Los patógenos más frecuentes de bacteriemia y meningitis en los niños menores de 1 mes son: estreptococos del grupo B, Escherichia coli y otros bacilos gramnegativos entéricos, Listeria monocytogenes, Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae, Staphylococcus aureus, Neisseria meningitides, Salmonella spp.; los agentes virales (principalmente herpes simple y enterovirus) pueden causar infecciones febriles potencialmente mortales en este grupo. En menores de 3 meses la mayoría de las infecciones son producidas por S. pneumoniae (en huéspedes no inmunocomprometidos), N. meningitidis o Salmonella spp. Staphylococcus aureus se asoció con infecciones óseas y articulares y E. coli y otros bacilos gramnegativos con infecciones urinarias; otros gérmenes menos comunes son estreptococos del grupo B, H. influenzae y L. monocytogenes. En mayores de 3 meses: S. pneumoniae, H. influenzae, N. meningitidis y Salmonella spp. Las tasas de bacteriemia debidas a H. influenzae y S. pneumoniae declinaron luego de la introducción de las vacunas conjugadas anti-H. influenzae y la vacuna antineumocócica conjugada heptavalente.

Epidemiología

Fiebre en niños menores de 3 meses
El riesgo de infección bacteriana grave es mayor en los primeros meses de vida, especialmente en prematuros. Los factores asociados con bajo riesgo de infección bacteriana en este grupo etario se establecieron en diversos estudios; el primero fue realizado en la Universidad de Rochester. Los criterios de bajo riesgo son clínicos y de laboratorio. Entre los primeros se incluyen recién nacidos a término, sanos, sin aspecto tóxico y ausencia de infección bacteriana focal (excepto otitis media), mientras que entre los segundos recuento de leucocitos entre 5 y 15 x 109/l, menos de 1.5 x 109 células en cayado/l o índice leucocitos en cayado/neutrófilos < 2, análisis de orina normal (tinción de Gram negativa, leucocito esterasa y nitritos negativos, < 5 leucocitos por campo de gran aumento), si hay diarrea, ausencia de hematíes y < 5 leucocitos por campo de gran aumento, si se realizó punción lumbar < 8 x 106 leucocitos/l y tinción de Gram negativa en el líquido cefalorraquídeo y ausencia de infiltrados en las radiografías de tórax. El riesgo de infección bacteriana grave en el grupo de niños de bajo riesgo es mínimo. En un metaanálisis de ensayos sobre pacientes febriles menores de 3 meses se encontró que los riesgos de enfermedad bacteriana grave, bacteriemia y meningitis fueron de 24.3%, 12.8% y 3.9%, en lactantes de alto riesgo, y 2.6%, 1.3% y 0.6%, en aquellos con bajo riesgo. Fiebre en niños mayores de 3 meses La bacteriemia oculta en este grupo se debe con mayor frecuencia a S. pneumoniae y raramente por N. meningitidis o H. influenzae tipo b y ocurre en el 3% al 8% de los niños sin aspecto tóxico con fiebre sin foco. La presencia de una temperatura > 39ºC por sí sola se asocia con riesgo de bacteriemia de sólo 3%. Un estudio encontró un riesgo de 16.7% con un recuento de leucocitos > 15 x 109/l. La infección generalmente es transitoria y el paciente se recupera sin tratamiento antibiótico. En estos pacientes raramente se producen infecciones sistémicas o focales graves tales como meningitis o shock séptico. El riesgo de meningitis se relaciona con el tipo de bacteria causal; es más bajo para la bacteriemia por S. pneumoniae (1.8%) y mayor para H. influenzae tipo b (13%) y N. meningitidis (56%). Sin embargo, el riesgo de bacteriemia y meningitis por S. pneumoniae y H. influenzae tipo b disminuyó sustancialmente luego de la introducción de la vacuna conjuga anti-H. influenzae y la vacuna antineumocócica heptavalente.

Mecanismos de infección
Los recién nacidos tienen un riesgo mayor de infección sistémica. La diseminación hematógena de la infección es muy común en este grupo y en los pacientes inmunodeprimidos. Sin embargo, la mayoría de los niños que presentan bacteriemia tienen el sistema inmunológico normal. El proceso se inicia por la colonización nasofaríngea y es seguido por el pasaje de bacterias a la sangre, y raramente por la diseminación sistémica. Tanto la colonización como la bacteriemia se asocian a menudo con infección viral previa del tracto respiratorio.

Pruebas diagnósticas y escalas clínicas
El riesgo de bacteriemia fue evaluado por medio de múltiples pruebas diagnósticas y escalas clínicas. Las pruebas diagnósticas incluyen recuento de leucocitos total y diferencial, eritrosedimentación, proteína C reactiva, cambios morfológicos en los neutrófilos periféricos y hemocultivos. Ninguna prueba tiene suficiente sensibilidad y valor predictivo para ser de utilidad clínica.

Tratamiento
Todos los niños febriles menores de 3 años con aspecto tóxico deben ser hospitalizados, evaluados en búsqueda de sepsis o meningitis y recibir el tratamiento antibiótico apropiado. El aspecto tóxico se define como la apariencia clínica compatible con síndrome septicémico (letargo, mala perfusión periférica, hipoventilación o hiperventilación marcadas, cianosis). La evaluación para la búsqueda de sepsis incluye: recuento de leucocitos total y diferencial, hemocultivos, análisis de orina y urocultivo (mediante cateterismo o punción suprapúbica), punción lumbar para examen citoquímico y cultivo de líquido cefalorraquídeo, coprocultivo y recuento de leucocitos en caso de diarrea, y radiografía de tórax. La mayoría de los lactantes febriles menores de 1 mes y los menores de 7 días deben ser internados y tratados con antibióticos. La observación en el ámbito hospitalario sin terapia antimicrobiana o ambulatoria es una opción en el grupo de bajo riesgo luego de la evaluación para sepsis. Se elaboraron diversos enfoques para los niños menores de 3 meses con fiebre sin foco y bajo riesgo de infección que comprenden los siguientes: observación en el hogar sin realización de pruebas de laboratorio, sólo si es posible el seguimiento estrecho; observación en el hogar si las pruebas de laboratorio predicen bajo riesgo; estrecha observación sin administración de tratamiento antibiótico; tratamiento antibiótico por dos días con una dosis diaria de ceftriaxona parenteral (50 mg/kg) mientras se aguardan los resultados de los cultivos. La observación en el hogar sin la administración de antibióticos evita los efectos adversos de estos agentes, la venopuntura y permite ahorrar dinero sin un aumento en el riesgo de complicaciones. El seguimiento ambulatorio no es posible si no se estableció una relación médico-paciente adecuada y no hay recursos disponibles. Cuando se efectúa tratamiento antimicrobiano, previamente deben obtenerse muestras para hemocultivos, líquido cefalorraquídeo y orina. La terapia empírica óptima incluye ampicilina endovenosa (100 a 200 mg/kg/día cada 6 horas más gentamicina 7.5 mg/kg/día) o cefalosporinas de tercera generación (ceftriaxona 50 mg/kg/día en una única dosis o cefotaxima 150 mg/kg/día). Cuando hay meningitis debe agregarse vancomicina para cubrir a S. pneumoniae resistente a penicilina. El tratamiento antibiótico debe ajustarse o suspenderse luego de obtenerse los resultados de los cultivos. El riesgo de infección bacteriana es muy bajo en niños mayores de 24 meses con fiebre sin foco y buen estado general. El seguimiento sin realización de pruebas de laboratorio o tratamiento antibiótico es generalmente adecuado. Existe controversia acerca de si se deben realizar pruebas diagnósticas y administrar antibióticos en los pacientes de 3 a 24 meses con fiebre sin foco. El recuento total y diferencial de leucocitos puede ayudar a identificar aquellos con riesgo aumentado de bacteriemia oculta, pero tienen escaso valor predictivo y ningún impacto terapéutico directo. Además, los hemocultivos tienen poca repercusión sobre la evolución y pueden llevar a la hospitalización innecesaria, ya que muchas bacteriemias se limitan espontáneamente. No se estableció el papel de la administración de antimicrobianos para la fiebre sin foco de infección en la prevención de complicaciones graves tales como meningitis. El enfoque más prudente para los niños de entre 3 y 24 meses con fiebre sin foco es el siguiente: administración de antipiréticos como paracetamol (15 mg/kg/dosis cada 4 horas) o ibuprofeno (10 mg/kg/dosis cada 6 horas). Si el niño parece tóxico, se lo debe hospitalizar, efectuar las pruebas diagnósticas y cultivos e iniciar tratamiento antibiótico empírico con ceftriaxona 50 mg/kg/día en dosis única o cefuroxima 150 a 200 mg/kg/día, en 3 o 4 dosis, cada 6 a 8 horas. Si el aspecto no es tóxico, se debe evaluar el foco de infección. Si se lo identifica, medicar para los patógenos más probables; si no se lo encuentra y la temperatura es < 39ºC (102.2ºF), no es necesario realizar pruebas diagnósticas o administrar antibioticoterapia; en cambio, si la temperatura es > 39ºC, efectuar análisis de orina y urocultivo. Si éstos son positivos, utilizar cefalosporinas de tercera generación por vía oral, mientras que si el niño no recibió la vacuna antineumocócica conjugada heptavalente, realizar recuento de leucocitos y hemocultivos. Si el número de leucocitos es mayor de 15 x 109/l administrar antibióticos. Debe efectuarse radiografía de tórax sólo si la saturación arterial de oxígeno es < 95%, hay dificultad respiratoria o rales y el número de leucocitos es > 20 x 109/l. Los padres y el personal deben estar atentos ante la aparición de signos de problemas potencialmente graves como vómitos, letargo, irritabilidad o apatía. Es necesario instruir a los padres acerca del retorno a la consulta si el niño persiste con fiebre por más de 2 o 3 días o si hay deterioro en su condición. Los niños que recibieron la vacuna antineumocócica conjugada heptavalente tienen menos riesgo de bacteriemia oculta ya que previene el 90% de la enfermedad invasiva. No obstante, hay aún riesgo de infección por otros patógenos y cepas de S. pneumoniae no incluidas en la vacuna.

Conclusión
Los niños febriles menores de 3 años con fiebre sin foco aparente tienen riesgo pequeño pero importante de sepsis y meningitis, infecciones asociadas con potencial morbimortalidad, aun con diagnóstico precoz y tratamiento apropiado. El riesgo de infección bacteriana grave disminuyó en los países donde se emplean las vacunas conjugadas anti-H. influenzae y anti-S. pneumoniae. Sin embargo, es importante la evaluación y vigilancia de todo niño febril en este grupo etario. Deben ser internados los lactantes febriles de 7 días o menos, aquellos de entre 28 y 90 días que reúnan los criterios de alto riesgo y aquellos de hasta 36 meses con aspecto tóxico.


Trabajos Distinguidos, Serie Infectología, integra el Programa SIIC de Educación Médica Continua


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