Importancia
de la Enfermedad Vascular Extrarrenal Asociada en la Evolución de
los Pacientes con Enfermedad Renovascular Aterosclerótica
Shurrab AE, MacDowall P, Wright J y
colaboradores
Departments of Renal Medicine and Renal Radiology, Hope Hospital,
Reino Unido
[The Importance of Associated
Extra-Renal Vascular Disease on the Outcome of Patients with
Atherosclerotic Renovascular Disease]
Nephron Clinical
Practice 93:c51-c57, Feb
2003
En los pacientes
con enfermedad renovascular aterosclerótica no debe omitirse la
pesquisa de patología vascular extrarrenal.
La enfermedad renovascular
aterosclerótica (ERVA) es una patología frecuente, responsable de
hasta el 5% de los casos de hipertensión y causa reconocida de
insuficiencia renal crónica. La prevalencia de la ERVA en pacientes
con insuficiencia renal terminal asciende al 15% y puede llegar al
24% en los ancianos. Debido a que muchos sujetos tienden a
experimentar ERVA «clínicamente silente», no es posible estimar
su prevalencia real en la población general. La ERVA con frecuencia
es una manifestación de una vasculopatía diseminada presente en el
contexto de ciertas patologías clínicas y vasculares graves. En la
presente reseña los autores examinan la relación entre estas
patologías vasculares (enfermedad coronaria, insuficiencia
cardíaca congestiva, enfermedad vascular periférica y enfermedad
cerebrovascular) y la ERVA.
Enfermedad vascular extrarrenal
y ERVA
Los individuos con ERVA presentan una elevada prevalencia de
enfermedad coronaria (EC). En un grupo de 178 pacientes con ERVA
evaluados por los autores durante 9 años, el 42% de los casos
presentó evidencia de EC al momento del diagnóstico. Por otra
parte, en un estudio de 297 cadáveres con evidencia de infarto
miocárdico los resultados revelaron que el 12% de la muestra tenía
ERVA. También hay una clara asociación entre ERVA y disfunción
cardíaca. El edema pulmonar es una manifestación bien documentada
de la ERVA, el cual afecta hasta el 15% de los casos,
particularmente en aquellos con patología bilateral. Esta
presentación de la ERVA se mantiene como una de las únicas
indicaciones aceptadas de revascularización de la arteria renal.
Asimismo, hay vinculación entre la ERVA y la insuficiencia
cardíaca congestiva (ICC). Informes recientes demostraron que la
ICC sintomática mejora con la revascularización, lo cual indica
que en algunos casos la ERVA podría influir en la patogénesis de
la ICC. La estrecha vinculación de la ERVA con la EC y la ICC se ve
reflejada en la mayor mortalidad de los pacientes con ERVA por
causas cardíacas. La mortalidad de los sujetos con EC también
aumenta por la presencia de estenosis importante de la arteria
renal. Los autores consideran que el mayor conocimiento de estas
asociaciones podría conducir a diagnósticos más tempranos y al
desarrollo de estrategias terapéuticas basadas en la evidencia.
Varios informes demostraron la
asociación entre ERVA y enfermedad vascular periférica. Además,
los resultados quirúrgicos en los pacientes que presentan ambas
patologías suelen ser inferiores. Por lo tanto, parece recomendable
que en los individuos con enfermedad vascular periférica se
determine la presencia de ERVA como parte de su evaluación. Son
necesarios, comentan los autores, estudios que establezcan si la
revascularización renal previa o durante la cirugía de la
enfermedad vascular periférica afectará la evolución en este
grupo de pacientes.
También existe una estrecha
vinculación entre ERVA y la enfermedad cerebrovascular. En una
serie de 346 casos con infarto cerebral, el 10.4% evidenció
estenosis importante de la arteria renal. En un estudio de 60
individuos con ERVA, la prevalencia de estenosis carotídea
ascendió al 46% en aquellos con estenosis de la arteria renal
superior al 60% y sólo en el 12% del grupo con estenosis de
magnitud inferior. La evidencia presentada indica que la ERVA
debería ser considerada como parte de un proceso vascular difuso.
Por ello, las patologías vasculares extrarrenales asociadas no
deberían ser omitidas en la evaluación de los pacientes con ERVA
debido a su contribución en la evolución de la entidad. Queda por
establecer la conducta apropiada en los pacientes con ERVA y
patologías vasculares asociadas.
Disfunción renal y su relación
con la anatomía de la arteria renal en la ERVA
La evidencia indica que la ERVA es una patología progresiva; por lo
tanto, dada la cantidad creciente de ancianos sometidos a diálisis,
no sorprende que la ERVA esté entre las principales causas de
insuficiencia renal terminal en las naciones occidentales. Diversos
estudios demostraron que la estenosis de la arteria renal tiende a
progresar hacia la oclusión del vaso. Además, varias experiencias
revelaron que la mayoría de los pacientes con estenosis importante
no manifiestan mejoramiento de la función renal con el tratamiento,
e incluso algunos experimentan deterioro progresivo de la función
renal a pesar de la restitución de la permeabilidad de la arteria
renal.
Hay una clara asociación entre la
ERVA y la IRC, aunque el motivo preciso de la disfunción renal no
está bien determinado. La falta de relación entre la intensidad de
las lesiones de ERVA y el grado de disfunción renal fue documentada
en 71 pacientes. En la experiencia, la tasa de filtración
glomerular en el grupo con el grado más leve de ERVA fue casi
idéntica a la observada en los sujetos más comprometidos. Este
fenómeno enfatiza la importancia de la «enfermedad parenquimatosa
renal» en la patogénesis de la IRC. Queda claro que esta última
está asociada con la ERVA, aunque el vínculo entre las 2 entidades
es impredecible.
La IRC posiblemente preceda al
desarrollo de las lesiones en la arteria renal en muchos pacientes,
o se produzcan simultáneamente, siendo la lesión hipertensiva un
factor contribuyente en ambos. El término «nefropatía
isquémica» ha sido utilizado para describir el compromiso
intrarrenal en la ERVA, aunque otros investigadores prefieren
llamarla «nefropatía aterosclerótica», dado que la lesión
isquémica podría no ser la característica prominente en muchos
casos. Factores como la ateroemobolia de colesterol, enfermedad
vascular intrarrenal y lesiones glomerulares esclerosantes
segmentarias o renales contribuyen a la lesión del parénquima
renal. Sin embargo, es necesaria la evaluación sistemática de la
histopatología renal en los pacientes con ERVA. La proteinuria
constituye un marcador de lesión histológica renal en estos
pacientes.
Los autores demostraron
recientemente que la proteinuria elevada constituye un factor
pronóstico del deterioro de la función renal en pacientes con
ERVA. Si bien es posible que este marcador se asocie con una
patología renal alternativa, en la mayoría de los casos de ERVA es
probable que represente lesión tubulointersticial y glomerular
grave debido a nefropatía aterosclerótica.
Mortalidad y ERVA
La mayoría de los estudios sobre ERVA han enfatizado que la entidad
está asociada con mortalidad elevada. Los resultados de un trabajo
revelaron una sobrevida del 83% a los 5 años y del 67% a los 10
años en 121 sujetos con hipertensión y enfermedad renovascular. En
un grupo de 95 sujetos con ERVA evaluados por los autores, la
mortalidad ascendió al 36.8% en un lapso de 50 meses. Las tasas de
mortalidad más elevadas correspondieron a los pacientes con
enfermedad coronaria y patología vascular periférica, en tanto que
hubo mayor mortalidad en aquellos con enfermedad coronaria sola
respecto de quienes presentaron ERVA aislada.
Conclusión
La ERVA, una causa frecuente de IRC, suele ser asintomática y en
general diagnosticada durante la investigación de patologías
vasculares extrarrenales. La patogénesis de la disfunción renal en
los sujetos con ERVA no es uniforme. La mayoría de los casos
evidencia enfermedad intrarrenal o «parenquimatosa» dominante,
asociada fundamentalmente con lesión hipertensiva, mientras que la
lesión isquémica de la estenosis proximal probablemente afecte a
una minoría. La presencia de otras patologías vasculares,
especialmente ICC, EC y enfermedad cerebrovascular, incrementa la
mortalidad de la ERVA.
Los autores estiman necesario el
diseño de estudios que determinen si la revascularización renal
mejora la función renal y la sobrevida y que permitan la
identificación de las características del subgrupo de pacientes
que se beneficiarían con la intervención. También consideran
fundamental el énfasis en las estrategias de protección vascular.
Por último, señalan, es importante el control adecuado de la
presión arterial como medio para mejorar la evolución de estos
pacientes de elevado riesgo.
Posibles Factores
de Predicción Para ICSI Técnicas de Biología Molecular en
Combinación con Biopsia Testicular Terapéutica
Steger K
Institute of Veterinary Anatomy, Histology and Embriology, Giessen,
Alemania
[Possible Predictive Factors for
ICSI? Molecular Biology Techniques in Combination With Therapeutic
Testicular Biopsies]
Andrologia
35(4):200-208, Ago 2003
Ciertos marcadores moleculares
pueden servir para predecir el éxito de la inyección
intracitoplásmica de esperma (ICSI [intracytoplasmic
sperm injection]), lo cual contribuye al asesoramiento del
paciente.
La inyección intracitoplásmica de esperma (ICSI) en combinación
con la extracción testicular de esperma (TESE [testicular sperm
extraction]) ha abierto nuevos horizontes en el tratamiento de
la infertilidad masculina, produciendo tasas de fertilización
superiores a la fertilización in vitro estándar.
Cualquier parámetro pronóstico
capaz de determinar las posibilidades de una fertilización exitosa
será útil para los médicos y los pacientes. Esto debe estar basado
en el conocimiento de la expresión genética durante la
espermatogénesis normal y su comparación con la expresión aberrante
de genes en la infertilidad. Los modelos animales pueden contribuir a
revelar los mecanismos involucrados en la regulación de la expresión
de genes durante la espermatogénesis.
Perfil del semen vs.
biopsia testicular
En general, la fertilidad masculina se evalúa a partir de las
características del semen que reflejan la calidad del eyaculado; es
decir, concentración de esperma y porcentaje de esparmatozoides con
motilidad y morfología normal. El deterioro de la espermatogénesis
da lugar a oligozoospermia o azoospermia, con esperma de menor calidad
o cantidad. Los pacientes con síndrome de oligoastenoteratozoospermia
tienen concentraciones de esperma < 20 millones por mililitro, y
porcentajes de espermatozoides inmóviles y malformados > 50% y
> 70%, respectivamente. Sin embargo, se ha observado que estos
parámetros básicos no tienen relación con el resultado de ICSI.
Las biopsias testiculares
correspondientes muestran atrofia mixta, con túbulos seminíferos con
espermatogénesis al menos cualitativamente normal en la vecindad de
túbulos con detención de la espermatogénesis y otros con
características de células de Sertoli solas (SCS [sertoli-cell-only]).
Las biopsias terapéuticas cumplen un importante papel en el
tratamiento de la infertilidad masculina, dado que permiten detectar
estas áreas de espermatogénesis normal.
Posibles factores de predicción
de TESE exitosa
Los niveles séricos de hormona folículo estimulante (FSH) tienen
correlación positiva con el porcentaje de túbulos seminíferos con
características de SCS, pero no puede predecir el resultado de la
ICSI y la presencia de espermatozoides en el testículo. Como las
células de Sertoli son las únicas que expresan el receptor de FSH,
niveles séricos elevados de FSH en pacientes con oligozoospermia
grave o azoospermia revelarían células de Sertoli indiferenciadas,
sugiriendo un eje hipotálamo-hipofiso-testicular intacto.
Si bien el porcentaje de túbulos
seminíferos con características de SCS tiene correlación más
fuerte con inhibina B que con FSH, ésta tampoco predice la presencia
de espermatozoides en el testículo.
En contraposición, la PCR para
amplificación de transcripciones de genes posmeióticos, como DAZ,
RBM, proteínas de transición y protaminas, brinda marcadores
moleculares confiables para predecir la presencia de espermatozoides
en las biopsias testiculares de pacientes con azoospermia no
obstructiva. La ausencia de estos marcadores fortalece el diagnóstico
histológico y ayuda al médico en el consejo de la pareja infértil.
Microdeleciones del cromosoma Y
como posible factor de predicción en ICSI
Se sabe que el esperma de los hombres infértiles contiene más
roturas de la cadena de ADN que el de los hombres fértiles.
Las deleciones en Yq11.21-23 en el
brazo largo del cromosoma Y involucra al locus multigén del factor
azoospérmico (AZFa-c), con producción de síndrome de SCS. Las
deleciones dentro de AZFb, que codifica la proteína RBM, provocará
detención de la espermatogénesis a nivel de espermatocitos
primarios. El hallazgo más frecuente es la deleción en AZFc, que
codifica la proteína DAZ, produciendo hipospermatogénesis, lo que
sugiere que la deleción específica de AZFc no es suficiente para
causar la falta total de espermatogénesis. Se encuentran
microdeleciones de AZFc en el 7% de los hombres con azoospermia no
idiopática y en el 17% de los que no presentan azoospermia
idiopática; pero no se detectan en pacientes fértiles o
subfértiles, con recuentos de esperma superiores a 1 x 106/ml. Al
aplicar TESE-ICSI, los hombres oligozoospérmicos con microdeleciones
en AZFc tienen menores tasas de fertilización que los
oligozoospérmicos sin defectos genéticos (55% vs. 71%).
Si bien los pacientes con
microdeleciones en el cromosoma Y tienen valores más bajos de FSH y
más altos de inhibina B que aquellos sin deleciones, aún no se ha
establecido una correlación clara entre el tamaño y la localización
de las deleciones y la histología testicular. Lo único que tiene
valor pronóstico es la presencia de deleciones completas de AZFa-c,
asociada invariablemente con ausencia total de espermatozoides.
Al aplicar ICSI, estas
microdeleciones se transmitirán a la descendencia, algo que antes era
imposible. Una forma rápida y no invasiva de detectar microdeleciones
del cromosoma Y es la realización de PCR múltiple con ADN de
células bucales.
Etiología y tipo de
espermatozoides como posible factor de predicción de ICSI
La tasa de fertilización obtenida con espermatozoides eyaculados,
epididimales y testiculares es del 64%, 62% y 52%, respectivamente,
con correspondientes tasas de embarazo de 21%, 22% y 19%. Tampoco se
observan diferencias en el resultado de la ICSI en relación con la
etiología de la azoospermia.
La patología testicular tiene un
impacto negativo en la reproducción: la tasa de implantación en ICSI
en pacientes con azoospermia no obstructiva es muy inferior a la del
grupo con esperma eyaculado; la tasa de fertilización también sería
inferior. No obstante, se logra aumentar la tasa de fertilización,
implantación y embarazo si, antes de la ICSI, se realiza un cultivo
de 24 horas con FSH recombinante.
El papel clave de las
espermátides haploides en la producción de espermatozoides fértiles
En las espermátides redondas, las histonas somáticas y específicas
del testículo se presentan junto con las proteínas de transición.
En las espermátides en elongación, ambas son removidas de la
cromatina y reemplazadas por protaminas, las que al interactuar con el
ADN causan condensación de la cromatina con cese de la
transcripción. Debido al desacople temporal de transcripción con
traslación en las espermátides haploides, la expresión genética
produce expresión de ARNm con sus correspondientes proteínas. El
contenido de proteínas de los espermatozoides se puede predecir
mediante el análisis del ARNm de sus células progenitoras, las
espermátides redondas; lo cual hace que la biopsia testicular tenga
tanta importancia.
Los ratones que carecen del gen de la
histona testicular específica H1t, el cual cumple un papel
fundamental en la espermatogénesis, son fértiles; esto puede ser
explicado por redundancia, por la presencia de otros subtipos de H1t.
Los ratones carentes de proteína de transición 1 tienen niveles
elevados de moléculas precursoras de proteína de transición 2 y
protamina 2. Si bien la motilidad espermática está muy reducida,
alrededor del 40% de estos animales son fértiles. Resultados
similares se observan en los que carecen de la proteína de
transición 2. En contraposición, las protaminas 1 y 2 son esenciales
para la producción de esperma estructural y funcionalmente intacto.
Infertilidad masculina causada por
regulación transcripcional incorrecta en espermátides haploides
La regulación
transcripcional en las espermátides haploides involucra la
metilación de citosinas y la unión de factores de transcripción
dentro de la región promotora de genes.
Si bien la metilación de genes
ocurriría entre los estadios de espermatogonia y de espermatocito, se
desconoce su influencia en los procedimientos ICSI.
Las regiones promotoras de genes para
la proteína de transición 1, y protaminas 1 y 2, contienen elementos
que responden a cAMP (CRE [cAMP-responsive element]) que sirven
de sitio de unión para el factor de transcripción modulador de CRE
(CREM). El gen CREM puede dar lugar a la producción de diferentes
proteínas con potencial activador o represor. Durante la
espermatogénesis hay un cambio en la expresión de CREM, el cual pasa
a ser activador. Los ratones carentes de CREM son estériles por
detención de la maduración de las espermátides redondas. Los
hombres infértiles que tienen detención de la maduración de las
espermátides redondas no presentan o tienen disminución de CREM.
Infertilidad masculina causada por
regulación traslacional incorrecta en espermátides haploides
La regulación traslacional
en las espermátides haploides involucra la unión de proteínas a
ARNm. Los ratones transgénicos con traslación prematura de protamina
1 son infértiles como resultado de condensación precoz de la
cromatina. La deleción de AZFb que codifica la proteína RBM produce
detención de la espermatogénesis, lo que resulta en infertilidad
masculina.
Condensación de cromatina y
expresión de protamina como factores de predicción de ICSI
Podría haber relación entre condensación incompleta de la cromatina
e infertilidad masculina. También la infertilidad podría estar
vinculada con composición anormal de nucleoproteínas, falta de
expresión de protaminas y alteración de la tasa protamina
1/protamina 2.
La integridad de la cromatina sería
importante en los procedimientos de ICSI, en los cuales se pasan por
alto la mayoría de los mecanismos de selección natural. La
condensación de cromatina en los espermatozoides extraídos por
biopsia testicular es inferior a la existente en los espermatozoides
eyaculados.
Para la producción de esperma
estructural y funcionalmente intacto parece ser indispensable la
presencia de niveles normales de protaminas 1 y 2. Los hombres
infértiles pueden tener alterada la tasa protamina 1/protamina 2, con
menor afinidad de la protamina 2 por el ADN. Esto ocurre
concomitantemente con el aumento de los niveles de precursores de
protamina 2, lo que sugiere un procesamiento incompleto de la
proteína. Se observó esta alteración en las espermátides redondas
-precursoras de espermatozoides maduros- en las biopsias testiculares.
Los espermatozoides de testículos con menos del 30% de espermátides
redondas con expresión de genes de protamina no pueden fertilizar
óvulos.
Base Racional de la
Terapia Neurológica Restauradora con la Finalidad de Preservar la
Función Eréctil después de la Prostatectomía Radical
Burnett AL
Department of Urology, James Buchanan Brady Urological Institute,
Johns Hopkins Hospital, Baltimore, Maryland, EE.UU.
[Rationale for Cavernous Nerve
Restorative Therapy to Preserve Erectile Function After Radical
Prostatectomy]
Urology 61(3):491-497, 2003
El componente
neurogénico en la recuperación de la función eréctil luego de la
prostatectomía radical es crucial y la investigación futura
deberá focalizar aún más en este punto.
La prostatectomía radical se ha
transformado en una excelente opción de terapia para pacientes con
cáncer de próstata clínicamente localizado. Diversas
investigaciones mostraron evolución muy favorable a largo plazo, en
términos de control de la neoplasia. Sin embargo, debido a que la
intervención se realiza cada vez con mayor frecuencia, la disfunción
eréctil (DE) -una de sus complicaciones- exhibe creciente
prevalencia. Un estudio reciente en los Estados Unidos reveló que uno
de cada 7 enfermos sometidos a cirugía prostática o a otro tipo de
intervención pelviana tiene DE.
Los avances logrados en los últimos
20 años en términos de funcionalidad eréctil luego de la
intervención tienen que ver esencialmente con la descripción de los
nervios autonómicos que regulan la erección peneana. Antes de este
fenómeno, la DE era una complicación casi constante; en cambio, en
la actualidad, las técnicas incorporadas se asocian con una
declinación del 15% al 40% en la incidencia de DE, en individuos en
quienes se realiza prostatectomía con cuidado de las estructuras
nerviosas (REN). No obstante, la recuperación de la funcionalidad
sexual puede demorarse considerablemente luego de la intervención. En
esta revisión, el experto analiza los aspectos particulares que
influyen en la recuperación de la funcionalidad eréctil luego de la
prostatectomía.
Calidad de vida
En virtud de que el cáncer de próstata puede poner en peligro la
vida, la preservación de la función eréctil parece una finalidad
menor. Sin embargo, en los últimos años se ha tomado conciencia de
que este aspecto es de notable influencia en la calidad de vida del
enfermo y de su pareja, al menos en un porcentaje considerable de
pacientes. Un hecho que influye decisivamente en la capacidad de los
distintos cuestionarios disponibles para evaluar este punto es la
funcionalidad eréctil del enfermo antes de ser sometido a la
operación, fenómeno que en muchas oportunidades no se tiene en
cuenta. Obviamente, aquel paciente con trastornos prequirúrgicos
sentirá menos el impacto adverso de la cirugía. En cambio, otra
investigación puso de manifiesto que la intervención había alterado
significativamente el bienestar sexual del individuo pero, aún así,
sólo una tercera parte de los enfermos solicitaba ayuda médica
particular. Sin embargo, agrega el experto, la mayoría de las
investigaciones previas tuvo un diseño retrospectivo, asociado con
dos problemas en particular. En primer lugar es muy difícil que el
enfermo pueda definir adecuadamente su vida sexual en los años que
precedieron a la operación; y en segundo lugar, la recuperación
posintervención puede no ocurrir en todos los pacientes al mismo
tiempo, tal vez bajo la influencia de factores no relacionados per
se con la operación.
Una investigación reciente evaluó
la importancia de la función sexual en hombres potentes que serían
sometidos a cirugía de próstata, mediante un sistema de
cuantificación basado en el RAND/UCLA Prostate Cancer Index,
desarrollado por Litwin y col. En términos generales, el estudio
reveló que la recuperación natural de las erecciones, luego de la
cirugía, representa un elemento principal de preocupación en estos
enfermos, especialmente en aquellos que no referían problemas antes
de la intervención.
Evolución de la función eréctil
La revisión de la literatura médica al respecto revela índices muy
variables de recuperación de la función sexual luego de la
prostatectomía, desde una frecuencia muy baja del 9% a una muy
elevada del 86%. Esta disparidad seguramente tiene que ver con el
diseño diferente de los ensayos para establecer con precisión el
nivel de funcionalidad sexual y del estado de potencia. Asimismo, la
magnitud del REN también difiere considerablemente de un enfermo a
otro. Aún así es interesante evaluar la información disponible al
momento.
En algunas series individuales se
refirieron elevados índices de preservación de la función eréctil
aunque estos trabajos fueron criticados por la inclusión de hombres
más jóvenes y más saludables. Un metaanálisis de 22 estudios de
evolución posterior a la prostatectomía reveló que aproximadamente
el 42% de los enfermos operados, con función sexual intacta antes de
la intervención, mantenía la funcionalidad eréctil luego de la
cirugía. Nuevamente, muchos de los datos se obtuvieron en forma
retrospectiva y no se prestó atención a los múltiples factores de
confusión. La definición de «función eréctil normal» también
difiere de un trabajo a otro, fenómeno que agrega complicaciones a la
comparación de los hallazgos de distintos estudios.
En los últimos años se registró
una tendencia a revertir estos obstáculos con el uso de instrumentos
estandarizados de valoración, que permiten al enfermo referir en
forma precisa su sintomatología. Talcott y col., en función de esta
herramienta de estudio, encontraron que el 31% de los varones con
erecciones normales antes de la cirugía recuperaba la funcionalidad
normal en el transcurso de los 12 meses posteriores. Sin embargo,
sólo el 9% refería erecciones de calidad adecuada como para llevar a
cabo una relación sexual satisfactoria.
El Prostate Cancer Outcomes Study
consistió en una investigación poblacional longitudinal con un
cuestionario que permitía recoger información en forma prospectiva a
lo largo de los 2 años posteriores a la intervención. De esta forma,
los investigadores encontraron una elevada prevalencia de DE a largo
plazo. De hecho, sólo el 44% de los pacientes potentes antes de la
cirugía y sometidos a REN en forma bilateral había recuperado la
funcionalidad eréctil después de 18 meses.
Parámetros que correlacionan con
la función eréctil
Aproximadamente 10 años atrás se puso de manifiesto la importancia
de reconocer posibles factores que pudieran influir desfavorablemente
en la recuperación de la funcionalidad sexual luego de la
prostatectomía. El estudio, realizado en 503 enfermos con evaluación
preoperatoria de la potencia sexual, confirmó que la edad del
enfermo, el estado clínico y patológico de la enfermedad y la
técnica quirúrgica empleada eran las variables primarias de
influencia en la recuperación de la función sexual. La preservación
de la potencia difería considerablemente según la edad del paciente;
era superior al 90% en hombres de menos de 50 años sometidos a
cirugía con REN en forma bilateral, 82% en aquellos de 50 a 59 años,
69% en los de 60 a 69 años y de sólo un 22% en los pacientes de más
de 70 años. El estadio de la patología se correlacionó con la
técnica quirúrgica, ya que en los enfermos con patología más
avanzada era menor la posibilidad de realizar la intervención sin
comprometer las estructuras neurovasculares. El estudio confirmó la
importancia de la integridad nerviosa autonómica del pene para la
capacidad eréctil, con recuperación que oscila entre 76% y 56% en
los procedimientos con REN bilateral y unilateral, respectivamente.
Otros investigadores comunicaron cifras semejantes. Scardino y col.
pusieron de manifiesto la importancia de determinar en forma previa la
funcionalidad eréctil del enfermo.
La posibilidad de REN depende del
riesgo de enfermedad extracapsular. La raza también parece ser un
factor de influencia y se ha observado que los pacientes de raza negra
tienen mayor probabilidad de recuperación de la función eréctil que
los caucásicos, por motivos que no se comprenden aún por completo.
Tal como demostraron Walsh y col., la
recuperación sexual suele ocurrir después de un intervalo variable
luego de la cirugía. Los pacientes deben saber que la recuperación
es posible hasta 2 a 3 años después de la intervención. Sin
embargo, también es posible que la recuperación inicial decline
progresivamente en el tiempo, como expresión del deterioro natural de
la funcionalidad sexual con el paso de los años, tal como lo indican
los estudios epidemiológicos. Además de la edad, la presencia de
otras patologías asociadas -enfermedad cardiovascular, estilo de
vida, tabaquismo, diversos tratamientos farmacológicos- pueden
alterar los resultados posteriores y deben ser tenidos en cuenta de
antemano. De este modo, la estratificación del riesgo global del
enfermo es una forma más apropiada para predecir las posibilidades de
recuperación sexual posintervención. Estas consideraciones también
son aplicables en el diseño de investigaciones futuras que deberán
incluir, inevitablemente, otros posibles factores de riesgo de fracaso
de la recuperación sexual luego de cirugía con REN. Establecer con
certeza la capacidad funcional antes de la intervención es otro
parámetro fundamental. En este contexto, recientemente se han
introducido diversos cuestionarios específicos que podrán ser de
gran ayuda al respecto.
Fisiopatología
La prostatectomía radical con REN debe ser evaluada en un contexto
global que no puede dejar de lado el objetivo de lograr el control del
cáncer. Además de factores neurogénicos evidentes existen
parámetros psicológicos relacionados con el estrés de la cirugía,
la incertidumbre generada por la patología de base, la recuperación
de la función urinaria y ciertos aspectos psicodinámicos que
indudablemente influyen en la evolución posquirúrgica. Los factores
vasculares (irrigación natural y accesoria luego de la cirugía)
también son elementos determinantes.
Varias pruebas hemodinámicas
objetivas intentaron establecer la posibilidad de daño vascular al
momento de la prostatectomía radical con REN. Mediante
ultrasonografía se constató que el 37% de los hombres con respuestas
objetivas aparentemente normales antes de la intervención tenía
alteración en la función vascular 1 año después de la cirugía.
Más de la cuarta parte de los enfermos tenía evidencia de compromiso
arterial. No obstante, las observaciones en conjunto sugieren que la
lesión vascular rara vez representa un factor iniciador de DE. En
forma contraria, no hay duda de que la variable neurogénica es
esencial cuando la intervención involucra lesión de nervios de
cuerpos cavernosos. Sin embargo, también es posible que el daño
neurológico sea un determinante etiopatogénico primario en la DE.
Muchos hombres con potencia sexual normal antes de la cirugía
experimentan una deficiencia transitoria en la función eréctil con
posterior recuperación, lo cual sugiere un fenómeno de
«neuropraxia». En este contexto, la recuperación de la erección
después de la cirugía coincide con la regeneración de nervios
periféricos luego del daño inicial. El concepto de neuropraxia
sugiere que el nervio es dañado pero que permanece intacto y se
repara y recupera en días o semanas, de manera opuesta a lo que
ocurriría en el caso de verdadera disrupción neurológica que
involucra un tiempo de regeneración mucho más prolongado. Otros
hechos importantes en este sentido tienen que ver con que los varones
más jóvenes (de menos de 60 años) generalmente recuperan la
función eréctil mejor y más rápido que las personas de más edad,
aun después de ser sometidos a una técnica quirúrgica equivalente.
Esta diferencia podría explicarse por la mayor capacidad biológica
de la recuperación neuromuscular en las personas más jóvenes. En
concordancia con los conocimientos neurobiológicos actuales luego de
lesión nerviosa mayor, las fibras del nervio distales al sitio de
daño sufren un proceso denominado degeneración Walleriana,
con interrupción normal de las conexiones del tejido nervioso y
localizaciones blanco en el cuerpo cavernoso y con desestabilización
de las funciones regulatorias neurológicas normales. Paralelamente
ocurren modificaciones metabólicas que pueden originar mayor
destrucción tisular. En muchos hombres sometidos a cirugía fue
posible observar cambios fibróticos y atróficos y,
microscópicamente, se detecta degeneración de las terminales
nerviosas en el tejido eréctil y deterioro del músculo liso con
infiltración con colágeno. Estas modificaciones complican la
recuperación de la función normal y predisponen a la aparición de
disfunción veno-oclusiva.
Tratamiento médico
Existen varias estrategias posibles de tratamiento, tales como
supositorios intrauretrales, inyecciones intracavernosas y distintos
dispositivos protésicos peneanos. La administración por vía oral de
inhibidores de la 5-fosfodiesterasa -como citrato de sildenafilo- se
basa en la liberación de óxido nítrico en los cuerpos cavernosos.
Para ello es fundamental que las estructuras nerviosas permanezcan
indemnes luego de la intervención.
También es probable que la lesión
nerviosa esté involucrada en las sensaciones de dolor que refieren
muchos hombres en asociación con el uso de agentes farmacológicos
que contienen drogas vasoactivas -prostaglandinas- para la inducción
de la erección. Se sabe que los mediadores inflamatorios sensibilizan
a los nociceptores y desencadenan hiperalgesia luego de la lesión
nerviosa. La descripción de dolor luego de la administración de
alprostadilo (prostaglandina E1) por cualquier vía probablemente
tenga que ver con la neuropatía aguda de los nervios y de sus
terminaciones en el pene.
Conclusiones
Los avances en la posibilidad de realizar prostatectomía radical con
REN se han reflejado en una mayor probabilidad de recuperación de la
función eréctil luego de la cirugía. Aun así, muchos hombres
presentan DE posquirúrgica persistente como efecto adverso de la
operación. La mejor comprensión fisiopatológica de los mecanismos
que regulan la erección seguramente se traducirá en mayores
beneficios en el futuro cercano.
Enfermedad de Peyronie:
Revisión
Gholami SS,
González-Cadavid NF, Lin CS y colaboradores
Knuppe Molecular Urology Laboratory, Department of Urology, School of
Medicine, University of California, San Francisco, EE.UU.
[Peyronie’s Disease: A Review]
The Journal of Urology
169:1234-1241, Abr 2003
Se dispone actualmente de
mejores métodos de diagnóstico y tratamiento para abordar la
enfermedad de Peyronie.
Introducción
La enfermedad de Peyronie (EP) consiste en una deformidad peneana
adquirida (curvatura, indentación, deformación en reloj de arena o
acortamiento) que ocurre durante la erección. Se observa a menudo
una induración o placa palpable peneana con erección dolorosa o
sin ella. Esta patología excluye la curvatura peneana congénita y
el dolor peneano sin placa o curvatura.
Incidencia y epidemiología
La edad promedio de comienzo de la EP es 53 años, con una prevalencia
de 388.6/100 000 (0.4%). Puede ocurrir en asociación con
contractura de Dupuytren, contracturas fasciales plantares, la
timpanoesclerosis, traumatismos, maniobras uretrales instrumentales,
diabetes, gota, enfermedad de Paget y el uso de betabloqueantes.
También es posible un patrón familiar.
Historia natural
Se ha observado 14% de resolución espontánea, 40% de progresión y
47% de permanencia sin cambios tras 1 a 5 años de evolución de la
enfermedad. El dolor asociado con la erección suele resolverse con el
tiempo, pero no la deformidad. Más del 70% de los pacientes presentan
efectos psicológicos adversos.
Disfunción eréctil
Esta es una manifestación común en la EP. Los cuatro factores que
contribuyen a ella son la deformidad peneana grave que dificulta el
coito, la presencia de pene torcido, los trastornos psicológicos o la
ansiedad por el desempeño sexual, y la disfunción vascular peneana.
Si la curvatura es ventral o lateral, es más dificultoso el coito.
Los casos graves suelen presentar placas circunferenciales que
provocan torceduras. La disfunción eréctil puede ser también
secundaria a enfermedad vascular peneana concomitante, que ocurre en
el 30% de los casos. Se piensa que la reducida distensibilidad de la
túnica albugínea de la placa evita la normal compresión de estas
venas durante la erección.
Patogenia
El factor iniciador de la EP es probablemente el trauma. Este último,
junto con el excesivo combado del pene erecto, puede provocar sangrado
en los espacios subtunicales, o deslaminación tunical en el punto
donde el septum se integra a la capa circular interna de la túnica
albugínea. La EP ha sido también vinculada con trastornos
genéticos, por su asociación con enfermedad de Paget ósea,
contractura de Dupuytren y subtipos HLA específicos. También ha sido
involucrado un factor autoinmune, ya que algunos pacientes tienen al
menos una prueba inmunológica anormal (75.8%), alteraciones de la
inmunidad mediada por células (48.5%) o alteraciones de los
marcadores de enfermedad autoinmune (37.9%). Se han observado niveles
anormales de anticuerpos antielastina en el suero de estos pacientes,
así como también depósitos de fibrina en las placas peneanas de la
EP pero no en la túnica normal o cicatrizada. También se observa
infiltración perivascular adyacente a la túnica albugínea y
calcificaciones visibles radiológicamente en el 30% de los pacientes.
Las lesiones de la túnica albugínea producen inducción leve y
transitoria de los factores de transformación de crecimiento
(TGF-b1).
Bases moleculares de la EP
Expresión de genes individuales.
El TGF-b1 ejerce un efecto pleotrópico sobre la función de los
fibroblastos al aumentar la transcripción y la síntesis de
colágeno, proteoglucanos y fibronectina, a la vez que aumenta la
síntesis de inhibidores tisulares de la colagenasa. El TGF-b es
también responsable de la excesiva formación de cicatrices y
fibrosis. Es un potente inductor de especies reactivas de oxígeno
(ROS) y de los inhibidores de la síntesis de óxido nítrico (NO).
Así, resulta una menor tasa NO/ROS, lo cual favorece la fibrosis y el
pasaje de fibroblastos a miofibroblastos. La expresión del factor de
crecimiento básico de los fibroblastos se encuentra aumentada en los
cultivos de células obtenidas de las placas humanas del EP.
Perfiles de expresión multigénica.
Los genes involucrados en la deposición de colágeno, tales como el
colágeno I en sí mismo o el TGF-b1, están estimulados, mientras que
los genes involucrados en las vías que se oponen a la acumulación de
colágeno (tales como la procolagenasa IV) o el inhibidor de la TGF-b1
(tales como el decorín), se hallan inhibidos y contribuyen a la
fibrosis. La inflamación crónicamente presente en la lesión se ve
representada por el marcado incremento de la proteína quimiotáctica
de los monocitos 1.
La proliferación de fibroblastos y
su diferenciación a miofibroblastos fueron corroboradas mediante la
estimulación de los genes involucrados en la proliferación celular o
en el fenotipo miofibroblástico per se. Se observó la
estimulación de tres genes, OSF-1, MCP-1 y ASMA.
Presentación clínica y
evaluación
Un paciente en la fase temprana presenta típicamente un nódulo o
placa, erección dolorosa o deformidad peneana durante la erección.
Los síntomas tardíos son las placas duras, la deformación peneana
estable durante la erección y la disfunción eréctil. El
diagnóstico es generalmente evidente en la historia clínica y sexual
del paciente, así como en el examen físico. Las placas peneanas
generalmente se encuentran en la superficie dorsal del pene; las
placas laterales y ventrales son menos comunes, pero producen mayor
dificultad coital. Puede ocurrir dolor peneano durante la erección o
el coito, aunque se produce mejoría espontánea al cabo de seis
meses.
La ecografía es útil para
identificar el número y ubicación de las placas, así como de las
calcificaciones. Si se contempla la posibilidad de injertos, es
necesario efectuar ultrasonografía dúplex color, con eventual
inyección intracavernosa para evaluar la función vascular y los
vasos colaterales entre las arterias cavernosas y dorsal. Puede
utilizarse también la cavernosometría por infusión dinámica.
Tratamiento
El tratamiento de la EP debería ser conservador. Se han utilizado
diferentes métodos para tratar esta patología, incluidos radiación
por ortovoltaje, ultrasonido, diatermia por onda corta, laserterapia y
litotripsia por ondas de choque, entre otros recursos.
Tratamiento médico.
Los agentes sistémicos orales incluyen el aminobenzoato de potasio,
el tamoxifeno, la acetil-L-carnitina, la colchicina y la vitamina E.
En un estudio no controlado, la colchicina produjo mejoría de la
curvatura peneana en aproximadamente 50% de los pacientes tratados,
aunque sus efectos colaterales y gastrointestinales con diarrea
ocurrieron en 33% de los pacientes. También reduce los recuentos de
células sanguíneas y aumenta las enzimas hepáticas. Se la utiliza
en dosis de 0.6 a 1.2 mg/día durante la semana 1 de tratamiento,
seguida de un incremento de 1.8 a 2.4 mg/día por tres meses.
El aminobenzoato de potasio podría
reducir la génesis fibrosa al disminuir la serotonina, incrementando
el consumo tisular de oxígeno y la actividad de la monoaminooxidasa.
Se han informado tasas de éxito superiores al 50%, en dosis de 20
g/día por tres meses. Su efecto colateral más frecuente es malestar
gastrointestinal.
El tamoxifeno parece producir
beneficios entre leves y moderados al facilitar la liberación de
TGF-b de los fibroblastos. Se lo utiliza en dosis de 20 mg, 2 veces
por día, con mínimos efectos colaterales como malestar
gastrointestinal y alopecia.
La acetil-L-carnitina (1 g/dos veces
por día) parece más efectiva que el tamoxifeno, y podría presentar
menos efectos colaterales.
La vitamina E es utilizada con
frecuencia para tratar la EP en dosis de 200-300 mg/día, aunque su
efectividad es controversial.
Terapia intralesional.
Se ha intentado la inyección de esteroides, bloqueantes de los
canales de calcio, interferones, colagenasa purificada de clostridios
y la metaloproteína orgoteína. Algunos autores han informado
respuestas positivas a corto plazo con el uso de esteroides, aunque
éstos pueden producir varios efectos colaterales locales, incluida
atrofia local y adelgazamiento dérmico. Debería reservarse este
tratamiento para las placas con dolor recalcitrante, pero no se
aconseja su uso para corregir la curvatura.
El verapamilo es un bloqueante
cálcico que mejora aproximadamente el 40% de los casos de curvatura,
incrementando el desempeño sexual; se ha descrito el cese de la
progresión de la enfermedad en el 80% de los casos. Los bloqueantes
cálcicos afectan la expresión de citoquinas asociada con las fases
iniciales de la cicatrización de las heridas y la inflamación,
aumentando la actividad proteolítica de la colagenasa. Se inyectan
múltiples dosis de 10 mg cada 2 a 4 semanas por 12 veces. Los
principales efectos colaterales son dolor y equimosis. El verapamilo
es la terapia intralesional preferida en la actualidad.
La colagenasa purificada de
clostridios ejerce efectos beneficiosos leves a moderados, a través
de la alteración del contenido de colágeno de la placa peneana.
La metaloproteína antiinflamatoria
orgoteína ha sido utilizada en Europa, y se informaron beneficios
subjetivos cercanos al 80% al 90%. Sin embargo, fue retirada del
mercado en varios países del continente debido a su alta toxicidad.
Terapia tópica.
Se ha informado mejoría de 60% a 80% mediante medicación
transdérmica con facilitación electromotora de la absorción. Las
drogas utilizadas son la orgoteína, la dexametasona y la lidocaína,
así como el verapamilo.
También se propuso la utilización
de ondas de choque locales, con informes de tasas de mejoría
superiores al 50%.
Tratamiento quirúrgico.
El tratamiento quirúrgico se reserva para aquellos pacientes con
curvatura o estrechamiento peneanos graves que interfieren con la
relación sexual. La reconstrucción peneana debería abordarse una
vez que la enfermedad se ha estabilizado, generalmente 12 a 18 meses
después de su comienzo. Actualmente, los implantes peneanos se
reservan para pacientes con EP y disfunción eréctil grave
concurrente que no responde al tratamiento médico. El tratamiento
quirúrgico se divide en tres categorías: acortamiento de la túnica,
alargamiento de la túnica y procedimientos protésicos.
El acortamiento de la túnica es
efectuado en el lado convexo del pene y opuesto a la placa. Es más
apropiado para pacientes con buena función eréctil, adecuada
longitud peneana y sin estrechamiento o deformación en reloj de
arena. Con la técnica de una escisión elíptica, se ha informado
recuperación de la capacidad coital en el 82%. Las complicaciones
incluyen acortamiento peneano, disfunción eréctil, hematomas
peneanos, estrechamiento o indentación del pene, lesión uretral,
herniación, granulomas, entumecimiento del glande y fimosis.
Una modificación al procedimiento
anterior consiste en efectuar incisiones longitudinales múltiples
pequeñas o una única, más larga, sobre la túnica albugínea, para
luego cerrarla horizontalmente, corrigiendo así el ángulo de
curvatura. Se han informado tasas de éxito de 79% a 95% con este
método, aunque sus complicaciones son similares a las de la técnica
elíptica.
Otros autores describieron una
técnica simplificada de corrección de la curvatura peneana empleando
suturas para lograr plicas en la túnica. Estas se logran inyectando
papaverina en el cuerpo cavernoso para mantener el pene erecto durante
la cirugía.
Las técnicas de alargamiento de la
túnica involucran el uso de técnicas reconstructivas para alargar el
lado acortado y curvado, rectificando el pene; esto se logra
incidiendo o escindiendo la placa en el lado corto del pene, y
colocando un injerto para cubrir el defecto. Estas técnicas se
utilizan en pacientes con curvaturas más graves, con angostamiento o
deformación en reloj de arena, y son dificultosas.
Se han utilizado variados materiales
para injertos en la túnica, tales como intestino delgado, fascia, o
materiales sintéticos como el poliéster. Actualmente se utilizan la
submucosa proveniente de intestino porcino y pericardio humano.
Cirugía protésica.
El uso de prótesis en pacientes con EP se reserva para casos de
disfunción eréctil grave que no responden al tratamiento médico. La
colocación de la prótesis puede muchas veces corregir per se
la curvatura peneana. Se utilizan cilindros CX o Ultrex®.
Conclusiones
Los avances en la investigación básica de la cicatrización de las
heridas y la formación de cicatrices han ayudado a comprender la
fisiopatogenia de la EP. Así, esta patología avanza hacia la
detención y reversión de la fibrosis y la formación de cicatrices
responsables de la enfermedad. El manejo inicial de esta enfermedad
debería ser conservador, con terapia expectante y manejo médico. Una
vez que se estabilizan la curvatura y la placa peneanas, los pacientes
con deformidades graves pueden ser sometidos a corrección quirúrgica
de la curvatura, en dependencia de los síntomas y las molestias. La
correcta selección de los pacientes es fundamental para el éxito del
tratamiento.
Aspectos Urológicos de
la Andropausia
Stas SN, Anastasiadis AG,
Fisch H y colaboradores
Department of Urology, Columbia
University College of Physicians and Surgeons, Nueva York, EE.UU.
[Urologic Aspects of Andropause]
Urology 61:261-266,
2003
El envejecimiento
que afecta al varón se acompaña de una declinación progresiva en el
nivel sérico de andrógenos; el diagnóstico de andropausia debe
estar basado en criterios clínicos y de laboratorio.
Introducción
El aumento sustancial de la expectativa de vida durante el último
siglo constituye un fenómeno inevitablemente asociado con mayor
proporción de pacientes de edad avanzada y, por lo tanto, de sus
patologías características. Los problemas de la salud relacionados
con el envejecimiento incluyen -entre otros- la declinación gradual
de la función gonadal. Este aspecto ha recibido gran atención en los
últimos tiempos. El término andropausia, refieren los autores, no es
fisiológicamente correcto, dado que, a diferencia de lo que ocurre en
las mujeres, los hombres no sufren deterioro gonadal absoluto y
universal. Por ello, algunos investigadores han sugerido otras
denominaciones, como partial androgen deficiency in the aging male
(PADAM).
Estudios recientes intentaron
establecer con precisión el papel de la terapia hormonal con
andrógenos en hombres con hipogonadismo; pero los resultados aún no
son concluyentes y el posible impacto adverso de la terapia sobre la
biología prostática ha despertado particular preocupación.
A partir de una búsqueda de
artículos en MEDLINE, los expertos definen algunas de las
características más importantes a tener en cuenta en el diagnóstico
y tratamiento de la PADAM.
Andropausia
La testosterona, principal hormona androgénica en la sangre, es
producida en su mayor parte por las células de Leydig de los
testículos. Sólo un 1% se encuentra en forma libre; el 11% al 59%
está unido a albúmina y el 40% al 88% a la globulina de unión de
hormonas esteroides. La testosterona disponible incluye la fracción
libre y la unida a albúmina. Todas las fracciones hormonales
disminuyen con la edad. Sin embargo, debido al incremento de la
globulina de unión a hormonas esteroides durante el envejecimiento,
el descenso de testosterona libre es más marcado que el de
testosterona total. A los 80 años, la concentración promedio de la
hormona es aproximadamente el 60% de la que se mide en sujetos de 20 a
50 años.
La disminución de la testosterona
con el paso del tiempo involucra al eje entre
hipotálamo-hipófisis-gónadas, y a otros múltiples factores. En
edades avanzadas el número de células de Leydig se reduce y se
altera y las modificaciones en el eje contribuyen aún más a la
disminución de la producción de testosterona. En hombres de edad
avanzada no hay aumento de hormona luteinizante en respuesta al estado
hipoandrogénico, lo cual genera hipogonadismo hipogonadotrófico.
Otros elementos de influencia son factores genéticos, obesidad,
dieta, estrés, depresión, patologías crónicas, enfermedad
hepática crónica, apnea del sueño y artritis reumatoidea. Los
glucocorticoides, el tabaquismo y el consumo de alcohol también
pueden incidir en la concentración plasmática de testosterona.
El descenso de la testosterona en
sangre se acompaña de menor potencia y libido, de cambios en el humor
-como depresión, irritabilidad y ansiedad-, fatiga crónica y
alteraciones del sueño, descenso de la masa magra y de la fuerza
muscular, cambios en la distribución de las grasas, descenso de la
densidad mineral ósea y regresión de las características sexuales
secundarias. El diagnóstico de PADAM se basa en la existencia de
algunos o de todos estos síntomas en combinación con bajo nivel de
testosterona libre o biodisponible.
Envejecimiento y fertilidad
Durante el envejecimiento los testículos sufren modificaciones
histológicas, esencialmente disminución del número de células de
Leydig y de Sertoli, engrosamiento de la membrana basal y lesiones
arterioescleróticas. Sin embargo, los datos acerca de los efectos de
la edad sobre los parámetros del semen han sido contradictorios. El
envejecimiento no parece influir en la capacidad de fertilización del
esperma y la edad avanzada del padre no influye adversamente en la
evolución de la gestación. No obstante, el envejecimiento se asocia
con declinación de la fecundidad.
La administración crónica de
testosterona en dosis fisiológicas suprime la producción de esperma
al bloquear la secreción de gonadotrofinas. Luego de 6 meses de
tratamiento intramuscular con testosterona el 65% de los hombres se
torna azoospérmico.
Edad, andrógenos y función
sexual
El envejecimiento se acompaña de alteraciones graduales en la
respuesta sexual. La erección es menos rígida y se retrasa; el
orgasmo es menos intenso, hay detumescencia más rápida y
prolongación del período refractario. Se considera que la
testosterona estimula primariamente la libido a nivel del sistema
nervioso central.
La disfunción eréctil -incapacidad
de lograr y mantener una erección adecuada para llevar a cabo una
relación sexual satisfactoria- es un problema frecuente en pacientes
de edad avanzada; hay controversia en relación con el papel de los
andrógenos en este aspecto. En ratas, la castración se ha asociado
con apoptosis de las células de la cavernosa y espongiosa del pene,
efecto que se revierte con la administración de testosterona. Sin
embargo, aunque la tumescencia peneana nocturna se inhibe cuando hay
deficiencia de andrógenos, las erecciones en respuesta a un estímulo
visual erótico parecen ser parcialmente independientes de los
andrógenos.
Korenman y col. no hallaron en su
investigación diferencias en la concentración sérica de
testosterona biodisponible en varones ancianos con o sin disfunción
eréctil. Por ello, han sugerido que la alteración sexual y el
hipogonadismo secundario son dos fenómenos comunes independientes que
ocurren durante el envejecimiento.
Asimismo, el Massachusetts Male
Aging Study no halló correlación significativa entre la
disfunción sexual y el nivel de testosterona en plasma (libre, unida
a albúmina o total); sólo el descenso de dehidroepiandrosterona se
asoció con alteración sexual. Diversos estudios sugieren que la
concentración de testosterona en el límite inferior normal es
suficiente para mantener la actividad sexual.
El tratamiento de varones con
función gonadal normal con testosterona se asocia con mayor rigidez
del pene, pero no con modificaciones en la circunferencia o en la
frecuencia de erecciones nocturnas. En cambio, en hombres con
hipogonadismo, mejora la libido y el rendimiento sexual. En casi 250
enfermos tratados con testosterona transdérmica durante 5 meses se
comprobó mejoría en el deseo sexual, en el nivel de satisfacción de
la pareja y en la funcionalidad sexual global (tratamiento de 30 días
en promedio).
Por el contrario, la administración
de citrato de clomifeno para elevar el nivel endógeno de testosterona
en hombres con disfunción gonadal no se acompañó de mejoría
subjetiva ni objetiva del rendimiento sexual. Además, a menos que la
deficiencia de testosterona sea importante (testosterona libre de
menos de 7 a 8 pg/ml), el tratamiento de reemplazo no mejora
sustancialmente el índice de éxito del sildenafil en sujetos con
disfunción eréctil e hipogonadismo. Debe recordarse, añaden los
expertos, que la deficiencia de andrógenos, particularmente en
pacientes de edad avanzada, no es la causa más frecuente de
disfunción eréctil. Los problemas vasculares, neurológicos y
psicológicos, y también factores iatrogénicos, contribuyen a la
patología y reducen los beneficios que pueden lograrse con la terapia
de reemplazo androgénica.
Terapia con testosterona y
próstata
El desarrollo de la próstata y del resto de las estructuras sexuales
secundarias masculinas depende de los andrógenos. La próstata
culmina su desarrollo sólo después de la pubertad en presencia de
niveles normales de testosterona en suero y de 5-a-reductasa tipo II,
enzima que transforma la testosterona en su metabolito activo,
dihidrotestosterona. A su vez, la funcionalidad normal de la glándula
requiere la presencia de receptores funcionales para andrógenos.
Algunos pasos de la evolución prostática neonatal parecen ser
independientes de los andrógenos; se ha observado que la castración
de ratones neonatos no evita por completo el desarrollo de la
próstata. No obstante, el mantenimiento de la morfología y de la
actividad funcional de la glándula adulta depende de los andrógenos.
Los efectos a largo plazo del
tratamiento de reemplazo con andrógenos son inciertos. Entre los
interrogantes que aún carecen de respuesta se encuentra el papel de
los andrógenos en la aparición de hiperplasia prostática benigna
(HPB) y de cáncer de próstata.
Papel de los andrógenos en la
patogenia de la HPB y del cáncer de próstata
La prevalencia de la HPB, una entidad claramente asociada con el
envejecimiento, aumenta del 8% en la cuarta década de la vida a más
del 70% en la séptima. La evidencia disponible sugiere que
probablemente se inicia antes de los 30 años en respuesta a factores
ambientales y genéticos; pero el papel de los andrógenos en este
proceso todavía no ha sido esclarecido por completo. La HPB se
origina en la zona de transición de la próstata, la región de mayor
sensibilidad hormonal. El cociente entre estrógenos y andrógenos
aumenta con el envejecimiento a consecuencia de la declinación
gradual en el nivel de andrógenos respecto del de estrógenos. Este
cambio podría ser un factor contribuyente adicional en el proceso de
la HPB.
En la etiología del cáncer de
próstata intervienen múltiples factores; entre ellos, hormonales,
genéticos y ambientales. A pesar de la abundante investigación al
respecto, el papel de los andrógenos en este contexto continúa
siendo incierto. El estudio de Carter y col. no observó diferencias
importantes en la concentración ajustada por edad de hormona
luteinizante, de globulina de unión a hormonas sexuales y de
testosterona libre entre individuos con cáncer de próstata y
aquellos que no lo presentaban. Otro estudio longitudinal, en cambio,
reveló una fuerte correlación entre el riesgo de cáncer de
próstata y los niveles elevados de testosterona en suero. También se
ha observado una amplia variación racial en el riesgo, probablemente
como consecuencia de diferencias en la biosíntesis y el metabolismo
de la hormona.
Efecto de la terapia con testosterona
sobre el inicio de la HPB y del cáncer de próstata
Estudios transversales y longitudinales mostraron que la
administración de testosterona en varones con menor función gonadal
incrementa el volumen de la glándula, especialmente a expensas de la
zona central. Sin embargo, este incremento del volumen prostático con
la terapia de reemplazo con testosterona no parece ser clínicamente
relevante. Por ello, la mayoría de los grupos sostiene que la HPB no
obstructiva no constituye una contraindicación para este tratamiento.
Si bien no se ha demostrado que la administración de testosterona en
varones con hipogonadismo aumente el riesgo de cáncer, la prolongada
historia natural de la neoplasia y el tiempo limitado de observación
postratamiento hormonal no han permitido hasta el momento establecer
la seguridad de esta terapia a largo plazo.
Efectos de la testosterona sobre el
cáncer de próstata preexistente
El cáncer de próstata constituye una contraindicación para el uso
de testosterona. Hay evidencia de que el tratamiento hormonal puede
promover la progresión de focos neoplásicos subclínicos,
probablemente muy frecuentes en hombres de edad avanzada; de modo que
es imprescindible descartar cáncer antes del inicio del tratamiento y
monitorear al enfermo en forma seriada. Se recomienda el examen
digital rectal y la medición de antígeno prostático específico
(APE) antes del tratamiento y a los 3 y 6 meses de su comienzo, para
luego realizar controles anuales. El nivel de APE debe valorarse muy
pronto después del inicio del tratamiento, siendo que puede
contribuir a identificar cáncer de próstata no detectado, el cual
podría comportarse en forma agresiva luego de la terapia de reemplazo
hormonal. En este contexto, los preparados hormonales de depósito
pueden ser problemáticos, dado que los picos hormonales asociados
podrían asociarse con progresión tumoral. El uso de gel o parches se
asocia con un patrón de liberación más fisiológico.
Efecto de la deficiencia de
andrógenos y del tratamiento de reemplazo
La concentración sérica de APE se modifica con el envejecimiento, el
volumen de la próstata y la presencia de tumor. En hombres jóvenes
que inician terapia de reemplazo con testosterona deben considerarse
los umbrales en función de la edad. Sin embargo, los varones con
hipogonadismo no tratado pueden tener una concentración sérica
inferior de APE respecto de los controles. En ellos, la
administración de testosterona se asocia con incremento del nivel de
APE hacia valores normales.
En un estudio que abarcó a 77
pacientes con hipogonadismo no tratado, con hallazgos normales en el
examen digital rectal y con nivel de APE por debajo de los 0.4 ng/ml,
se detectó cáncer de próstata por biopsia en el 14% de la cohorte
global analizada y en el 29% de los hombres mayores de 60 años.
Algunos grupos consideran, por lo tanto, que es adecuado realizar una
biopsia de próstata antes de comenzar el tratamiento hormonal,
particularmente en pacientes de edad avanzada. Otros, en cambio, no
concuerdan con esta conducta y sólo indican biopsia cuando se
detectan anormalidades en el examen digital rectal o cuando los
niveles de APE se elevan rápidamente luego de comenzada la terapia de
reemplazo.
Un avance importante y promisorio en
este contexto es la producción de moduladores específicos de los
receptores de andrógenos, los cuales constituyen una nueva familia de
moléculas no esteroideas sintéticas con actividad preferencial
selectiva sobre los receptores de ciertos órganos -músculo, hueso y
sistema nervioso central-. Dado que no se trata sustratos de la
5-a-reductasa, no son transformados a dihidrotestosterona ni ejercen
efectos proliferativos sobre la glándula.
Otros posibles efectos adversos de
la terapia de reemplazo con andrógenos
Los andrógenos pueden asociarse con efectos no deseados en múltiples
órganos. La testosterona estimula la producción renal de
eritropoyetina, fenómeno que se asocia con policitemia. Asimismo,
puede exacerbarse la apnea del sueño; y haber aumento de la masa
ósea y la masa magra, mientras se produce disminución de la masa
grasa.
Conclusiones
Varios estudios, comentan los expertos, han sugerido que la terapia de
reemplazo con testosterona beneficia el rendimiento físico, funcional
y sexual. La testosterona se acompaña de una elevación en el nivel
de APE y del volumen de la glándula, especialmente en la región
central. Se requiere, concluyen los autores, investigación a largo
plazo para establecer con certeza el impacto de la terapia de
reemplazo sobre la próstata y otros órganos.
Inmunoterapia en Cáncer Renal
Bleumer I, Oosterwijk E, De Mulder P
y colaboradores
Department of Urology, University Medical Center, St Radboud,
Nijmegen, Países Bajos
[Immunotherapy for Renal Cell
Carcinoma]
European Urology
44:65-75, 2003
Hasta el momento son pocas las
estrategias terapéuticas eficaces contra el carcinoma metastásico de
células renales; no obstante, la evidencia disponible parece indicar
que algunos pacientes se benefician con ciertas formas de
inmunoterapia.
Introducción
Epidemiología y clínica. El
carcinoma de células renales (CCR), que constituye el 2% al 3% de
todos los cánceres, es la neoplasia renal más común y la tercera en
frecuencia entre los tumores urológicos. El CCR afecta
predominantemente a varones y presenta mayor incidencia durante la
sexta década de la vida. Datos recientes revelan que la frecuencia de
CCR está en aumento; la información proveniente del Connecticut
Tumor Registry muestra un incremento, para ambos sexos, de 6 veces
en la incidencia de la neoplasia entre 1935 y 1989. Se han descrito
numerosos factores de riesgo de CCR; entre ellos, tabaquismo y peso
corporal, así como exposición a asbestos o ciertos químicos, las
tiazidas e infecciones del tracto urinario.
La clásica tríada sintomática de
Virchow (masa abdominal, dolor y hematuria macroscópica) actualmente
se observa sólo en el 5% de los enfermos; es más común que la
enfermedad se presente con fatiga, pérdida de peso, decaimiento,
fiebre o sudoración nocturna. Sin embargo, más del 50% de los casos
es diagnosticado de manera accidental. En esta situación, en general,
los tumores son de reducido tamaño, se encuentran confinados a la
cápsula renal y se asocian con mejor evolución.
Sistemas de estratificación y
factores pronósticos. La
selección de la mejor opción de terapia obliga a disponer de un buen
sistema de clasificación. A lo largo del tiempo se han utilizado
paralelamente varios esquemas, pero desde 2002 se acepta el sistema
internacional TNM (tumor-node-metastasis); éste considera la
extensión anatómica de la neoplasia y reconoce 4 divisiones: 1)
T1N0M0; 2) T2N0M0; 3) T3N0-1M0 y T1-2N1M0, y 4) T4N0-2M0-1 y TN2M0 o
TN0-1M1. El estadio tumoral es el parámetro de mayor valor
pronóstico, seguido por las características nucleares propuestas por
Fuhrman y col. Este último parámetro tiene particular importancia en
sujetos con TNM 1 y 2, aunque todavía no hay consenso respecto del
límite que separa un grado de otro.
Debido a que las metástasis del CCR
se producen esencialmente por vía hematógena, se ha prestado
atención a la invasión vascular como indicador de recurrencia. No
obstante, cuando se realiza nefrectomía, no existen diferencias en el
pronóstico entre tumores que comprometen la vena renal o la cava
inferior subdiafragmática vs. tumores T2N0M0. En ausencia de
invasión microvascular en sujetos sometidos a extirpación renal, en
comparación con aquellos que presentan invasión de vasos, la
sobrevida libre de enfermedad a 5 años se estima en 89%. Por lo
tanto, la invasión microvascular parece más importante desde el
punto de vista pronóstico que el nivel de compromiso venoso luego de
la intervención. Este parámetro es uno de los considerados por el
estudio EORTC 30955, el cual evalúa el efecto del tratamiento
inmunológico adyuvante en sujetos con riesgo elevado de recurrencias.
Abordaje terapéutico en sujetos con
CCR. La revisión de 3 502
enfermos con CCR metastásico (CCRm) tratados con 1 de los 72 agentes
posibles de terapia reveló un índice de respuesta objetiva acumulada
de sólo 2% a 6%, como consecuencia de resistencia tumoral intrínseca
o adquirida. Esta resistencia se debe, en parte, a la mayor expresión
del gen 1 de resistencia a múltiples drogas (MDR1 [multidrug
resistance]) o del gen de la proteína asociada con resistencia
(MRP [resistance-associated protein]). Se ha observado que la
acumulación intracelular de drogas citotóxicas se relaciona
estrechamente con alteraciones en la glucoproteína transmembrana
(P-gp) codificada por cualquiera de los genes mencionados. La terapia
combinada o la radioterapia no modifican sustancialmente el índice de
respuesta o de sobrevida.
El CCR constituye uno de los pocos
tumores cuyas metástasis pueden remitir espontáneamente luego de la
nefrectomía. Esto ha motivado que se preste mayor atención a
diversas modalidades de inmunoterapia, comentadas por los autores en
esta revisión.
El sistema inmune
Paul Ehrlich sugirió que las células a menudo presentan
transformación maligna, la cual es limitada por el sistema inmune
(teoría de la vigilancia inmunológica). Los estudios más recientes
indican que los linfocitos T probablemente sean las células
principales en el control del crecimiento tumoral mediado por células
o por anticuerpos. La activación de los linfocitos requiere la
expresión de pequeños péptidos en el contexto de moléculas del
sistema de histocompatibilidad (MHC [major histocompatibility
complex]). El complejo MHC-péptido (antígeno asociado con tumor
[TAA, tumor-associated antigen]) es reconocido por el receptor
de los linfocitos T. La respuesta humoral antitumoral está regulada
esencialmente por anticuerpos que intervienen en mecanismos de
citotoxicidad dependiente de anticuerpos (ADCC [antibody dependent
cellular cytotoxicity]). En la lisis celular por ADCC participa la
interacción entre la región Fc de la inmunoglobulina unida al
antígeno y el receptor de Fcg en la superficie de las células
efectoras -neutrófilos, macrófagos y células asesinas naturales
(NK). Se sabe que la interacción entre las células NK con IgG
mediante el FcgRIII induce una serie de eventos intracelulares que
culmina con ADCC y con la liberación de varias citoquinas importantes
en el proceso de eliminación del tumor.
Inmunoterapia inespecífica
Los interferones (IFN) son citoquinas que se encuentran a baja
concentración plasmática en condiciones fisiológicas. Su expresión
aumenta notoriamente en respuesta a numerosos estímulos; hay 3 tipos
de IFN: a, b y g. Si bien no se ha establecido con precisión el
mecanismo de acción antitumoral, se supone que algunos de ellos
estimulan la fagocitosis de los macrófagos y aumentan la expresión
de antígenos MHC. Algunos probablemente también tengan propiedades
antitumorales directas.
El estudio del Medical Research
Council Collaborators (MRC) evaluó el efecto del IFN-a en dosis
de 10 millones de unidades 3 veces por semana en comparación con
acetato de medroxiprogesterona; la primera modalidad de tratamiento se
asoció con mejoría del 12% en la sobrevida al año. Otra
investigación mostró que el IFN-a con vinblastina es superior al
quimioterápico solo.
El ácido 13-cis-retinoico (CRA [cis-retinoic-acid]),
un derivado de la vitamina A, aumenta marcadamente la diferenciación
y proliferación de células normales y neoplásicas y podría tener
efectos sinérgicos combinado con el IFN-a. Sin embargo, si bien hubo
un elevado índice de respuesta con la terapia combinada, no se
observaron diferencias notables en el tiempo promedio de sobrevida (15
meses para todos los pacientes).
Interleuquina-2.
La interleuquina (IL)-2 es producida, fundamentalmente, por linfocitos
T CD4+ pero también por CD8+ y por células NK. Las células NK
liberan una diversidad de citoquinas en respuesta a la IL-2; entre
éstas se encuentran IFN-a, factor de necrosis tumoral alfa (TNF-a) y
factor estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos (GM-CSF [granulocyte-macrophage
colony-stimulating factor]). El efecto final es la inducción de
linfocitos asesinos activados por citoquinas (LAK [lymphokine-activated
killer]), la maduración de células presentadoras de antígenos
(APC [antigen presenting cells]) y el incremento de la
actividad ADCC. En 1995 se publicaron los resultados de un estudio en
255 enfermos con CCRm que recibieron dosis elevadas de IL-2 por vía
intravenosa. El elevado índice de respuesta determinó que la Food
and Drug Administration (FDA) aprobara el uso de la citoquina para
el tratamiento de pacientes con CCRm. Pero este tratamiento se ha
asociado con múltiples efectos adversos -como hipotensión, edema
pulmonar y disfunción renal- y con mortalidad de hasta un 4%, por lo
que actualmente se evalúa el efecto de la IL-2 en distintos esquemas
y por vía subcutánea. Los resultados de estudios preliminares
sugieren un descenso importante de la toxicidad.
Terapia combinada.
En estos enfermos se evaluó el efecto de diversas formas combinadas
de terapia, por ejemplo IL-2 más IFN-b o IFN-g más GM-CSF. Un ensayo
que comparó la eficacia de la IL-2, IFN-a o ambos simultáneamente
demostró mejor respuesta con esta última opción. El índice de
sobrevida libre de eventos al año fue del 15%, 12% y 20% con IL-2,
IFN-a o terapia mixta (diferencias no significativas).
Si bien la quimioterapia en CCRm no
parece ejercer un impacto positivo sobre la evolución, la
información preclínica sugiere efectos sinérgicos entre el 5
fluoruracilo, IFN-a e IL-2. En un ensayo prospectivo que contó con 78
participantes con CCRm y que comparó la eficacia de esta triple
terapia versus tamoxifeno se observó para el primer caso un
índice de respuesta objetiva del 39.1%, mientras que no se
registraron remisiones en el grupo de pacientes que recibió
tamoxifeno. No obstante, los resultados no han sido reproducidos por
otros grupos de investigación.
Eficacia a largo plazo de la
inmunoterapia inespecífica.
La evidencia disponible sugiere que la terapia basada en citoquinas
puede inducir respuestas duraderas en grupos seleccionados de
pacientes. En este contexto, es muy importante la identificación de
factores pronósticos y predictivos de respuesta. En principio, los
enfermos en buen estado general, aquellos con una única metástasis y
con un intervalo entre el diagnóstico y el tratamiento sistémico
mayor a los 24 meses, parecen ser los que logran una mayor sobrevida.
Dos estudios revelaron que la nefrectomía antes de la terapia con
citoquinas se asocia con beneficio evolutivo.
Terapia celular adoptiva
Una manera alternativa de inducir una respuesta inmune contra las
células del carcinoma renal es la transferencia de células efectoras
especialmente preparadas; esta estrategia, conocida como terapia
celular adoptiva, involucra a las células LAK y TIL. Las células LAK
son linfocitos grandes granulares de sangre periférica que se
estimulan in vitro mediante concentraciones suprafisiológicas
de IL-2; luego se vuelven a infundir en el paciente. Las células TIL
(que infiltran el tumor) incluyen células inespecíficas y linfocitos
T citotóxicos específicos para el tumor. Estas células pueden
aislarse de la neoplasia, expandirse ex vivo con IL-2 y
reinyectarse en el paciente. Sin embargo, estas estrategias no parecen
brindar beneficios adicionales respecto de las ya comentadas.
Una nueva forma de terapia inmune
adoptiva está constituida por el trasplante de precursores
hematopoyéticos alogénicos (allo-SCT [allogeneic stem cell
transplantation]). El mecanismo de acción de este procedimiento
probablemente esté relacionado con la reactividad T contra antígenos
del sistema de histocompatibilidad. Dos investigaciones revelaron que
el allo-SCT después de la quimioterapia sin ablación medular se
asocia con reacción de injerto versus tumor y con un índice
de respuesta objetiva del 33% al 53%; no obstante, con gran frecuencia
se produce reacción de injerto versus huésped, con un índice
de mortalidad importante. El trasplante deplecionado de células T,
seguido de la infusión de linfocitos del dador, podría ser útil
para revertir esta toxicidad sin alterar la eficacia antitumoral del
esquema. Este procedimiento se encuentra actualmente en estudio en
enfermos con CCRm, linfoma y carcinoma colorrectal.
Inmunoterapia específica
Un subgrupo de enfermos manifiesta reacción favorable a la
inmunoterapia, independientemente del esquema utilizado, pero con alta
toxicidad, por lo que se intenta el empleo de células
específicamente agresivas contra las células neoplásicas gracias al
reconocimiento de antígenos propios de tumor. En este contexto se han
obtenido resultados promisorios con células dendríticas (CD), que
son las células presentadoras de antígeno más potentes. Se
identificó recientemente el antígeno tumoral asociado con CCR (G250)
presente en el 85% de todos los carcinomas de riñón. Este péptido
podría ser, teóricamente, útil en la preparación de una «vacuna»
que se asocie con citotoxicidad antitumoral específica, restringida
por el HLA-DR de las células T colaboradoras. Se investiga
actualmente la utilidad de CD «cargadas» con estos péptidos en la
inducción de respuestas T. En este terreno también es importante
considerar el tipo de CD a emplear. Para que se produzca una reacción
favorable contra las células neoplásicas, las CD deben ser capaces
de polarizar la respuesta colaboradora hacia un patrón Th1, efecto
que se obtiene mejor con CD maduras. En cambio, las CD inmaduras
parecen especialmente aptas para la captación de grandes cantidades
de antígenos. Un ensayo clínico preliminar confirmó la seguridad de
la vacuna preparada con células inmaduras cargadas con un lisado de
CCR.
Se ha identificado recientemente un
nuevo subgrupo de CD de origen plasmocítico (CD2), con un único
fenotipo y capacidad de liberar grandes cantidades de IFN-a. Además,
las CD2 son capaces de inducir la producción de IFN-g o IL-4 por
linfocitos Th1 o Th2, respectivamente; y parecen mucho más potentes
que las CD de origen monocítico, aunque aún debe evaluarse su
aplicabilidad en la terapia antitumoral.
Anticuerpos monoclonales.
La especificidad de la unión entre antígeno y anticuerpo es la base
del desarrollo de sustancias que pueden conducir agentes tóxicos o
radiactivos contra el tumor. La FDA ha aprobado recientemente varios
anticuerpos monoclonales para el tratamiento de diversos cánceres
-linfoma no Hodgkin, cáncer de mama y CCR (WX-G250)-. Se constató en
16 pacientes que el anticuerpo monoclonal WX-G250 marcado se acumulaba
con gran afinidad en la neoplasia; asimismo, se ha observado que
pueden administrarse con seguridad dosis de hasta 60 mCi/m2. La
investigación en marcha dará resultados definitivos en este sentido;
todo parece indicar que la inmunoterapia con WX-G250 tiene la
capacidad de modular la historia natural del CCRm.
Terapia génica.
La terapia génica en cáncer incluye 2 estrategias: de corrección e
inmunoterapia. El objetivo de la primera modalidad es corregir un
defecto genético, causa de una enfermedad en particular. La mayoría
de los estudios de terapia génica en cáncer incluye la destrucción
de células malignas y, paralelamente, la inducción de una respuesta
inmune antitumor. Esta última estrategia abarca la transferencia
directa de genes y la de células preparadas ex vivo. En
cualquier caso, el objetivo es aumentar la producción de ciertas
citoquinas, por ejemplo IL-2, que in situ se asociaría con
menos efectos adversos que cuando se la administra por vía
sistémica.
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