ACTIVIDAD
SEXUAL, Y SATISFACCIÓN SEXUAL Y CON LA VIDA EN PAREJA, EN HOMBRES
DE EDAD AVANZADA. RESULTADOS DE UN ESTUDIO REPRESENTATIVO DE LA
COMUNIDAD MASCULINA ALEMANA
Beutel ME, Schumacher J, Weidner W
y colaboradores
Department of Psychosomatic
Medicine, Justus Liebig University, Giessen, Alemania.
[Sexual Activity, Sexual and
Partnership Satisfaction in Ageing Men - Results From a German
Representative Community Study]
Andrologia
34:22-28, 2002
El estudio pone de
manifiesto la importancia de los factores psicosociales en la
calidad de vida sexual y de la vida en pareja.
Introducción
En comparación con las mujeres, se ha prestado mucha menos
atención a los efectos del envejecimiento masculino sobre la
calidad de vida global y sexual. En 1939, Werner introdujo el
concepto de climaterio masculino vinculado a la declinación de la
función gonadal con la edad. Sin embargo, este fenómeno es más
gradual, incompleto y variable en hombres que en mujeres. En el año
2000, diversos estudios pusieron de manifiesto la importancia de los
cambios sexuales y generales asociados con la edad (menor interés
sexual, alteraciones en la erección, mayor debilidad, fatiga y
otras manifestaciones vegetativas y físicas). Los cambios físicos
que ocurren al envejecer, como aumento de la grasa abdominal y
descenso de la fuerza muscular y masa ósea, son similares a los que
se observan en hombres más jóvenes con hipogonadismo;
probablemente estén relacionados con la disminución de los niveles
de testosterona en suero. La prevalencia de hipogonadismo
(testosterona por debajo de los 300 ng/dl) aumenta de 7% en varones
de menos de 60 años a 20% en pacientes de edad avanzada. No
obstante, la terapia de reemplazo con testosterona sólo está
recomendada en hombres con los síntomas clínicos mencionados en
combinación con bajo nivel sérico de testosterona. No se ha
observado una asociación firme entre la concentración de esta
hormona y la disfunción eréctil y el interés sexual. Diversas
investigaciones también revelaron que la falta de satisfacción con
los cambios físicos, con la vida en pareja y con el trabajo
contribuyen considerablemente con el distrés que se observa en
hombres de 40 a 60 años. El Massachussets Male Aging Study (MMAS),
una investigación a gran escala, mostró que la disfunción
eréctil aumentaba en relación con la edad y la depresión. La
impotencia completa aumentó de 5% en hombres de 40 años a 15% en
los de 65 años o más. El mismo patrón se observó en relación
con la impotencia mínima. El nivel de satisfacción con la vida
global y sexual se redujo en varones con disfunción eréctil. En
cambio, el estado civil no tuvo influencia sobre este parámetro.
En opinión de los autores, en investigación y en la clínica, el
envejecimiento debe considerarse en el contexto de factores
biológicos y psicosociales. Tal como lo ilustra el MMAS, la
distinción entre el proceso normal de envejecimiento y el estado
patológico está fuertemente influida por el medio social. En el
estudio actual, los expertos determinan el nivel de satisfacción
sexual y con la vida en pareja (VP) en relación con la edad y
diversos factores psicosociales contribuyentes.
Métodos
El estudio se basa en una cohorte de hombres de Alemania,
representativa de la población nacional masculina. Abarcó 1 299
individuos de 18 a 92 años, residentes en estados del este y del
oeste de Alemania. La edad promedio de los participantes fue de 47.4
años. El análisis se efectuó por grupos etarios: 18 a 40 años (n
= 521; 40.1%); de 41 a 60 años (n = 431; 33.2%) y de 61 a 92 años
(n = 347; 26.1%). Los dos tercios estaban casados y el 68.7% vivía
en pareja. La mayoría no tenía un nivel educativo alto y casi el
70% residía en áreas urbanas.
Los participantes respondieron un cuestionario de variables
sociodemográficas y psicológicas. El nivel de satisfacción con la
VP y la vida sexual se conoció con el Life Satisfaction
Questionnaire (LSQ). El Giessen Test (GT) permitió
analizar la influencia de rasgos de personalidad mientras que el Giessen
Complaint en su versión corta (GBB-24) evaluó aspectos
físicos subjetivos. El Inventory of Interpersonal Problems (IIP-D)
determinó las dificultades en el contacto con otras personas.
También se empleó el Questionnaire of Recalled Parental Rearing
Behaviour (QRPRB), basado en el instrumento de medición de
Suecia –EMBU– sobre VP. Además de estas escalas, los hombres
completaron preguntas relacionadas con la vida sexual en el año
previo al estudio.
Resultados
El 75% de los 1 299 participantes refirió contacto íntimo en
el año previo al estudio (83% de los hombres con pareja y 59% de
los varones sin pareja). Casi el 90% de los participantes por debajo
de los 60 años que vive en pareja refirió actividad sexual en el
año previo al estudio. Este porcentaje descendió a 61% en sujetos
de más de 60 años. La declinación de la actividad sexual
relacionada con la edad fue más marcada en individuos sin pareja:
el 74% de los sujetos de 18 a 40 años refirió un contacto íntimo
en los 12 meses anteriores al estudio pero el porcentaje descendió
a 56% en los hombres de 41 a 60 años y a 17% en los de más de 60
años.
En forma global, los hombres de menos edad estuvieron más
satisfechos que los sujetos de más edad con su sexualidad, (p <
0.001). Si bien la mayoría de los participantes de 18 a 40 años
refirió satisfacción, una proporción considerable de varones de
más de 60 años mostró poca satisfacción. Al contrario de lo que
ocurrió con la satisfacción sexual, la satisfacción por la VP
aumentó en relación con la edad pero las diferencias en los tres
grupos de edad fueron, sin embargo, comparativamente pequeñas.
El modelo de regresión múltiple permitió predecir el nivel de
satisfacción sexual y con la VP en función de características
sociodemográficas, psicológicas y físicas. Las variables
sociodemográficas –edad, residencia en el este u oeste de
Alemania, VP, nivel de educación, creencias religiosas, ingreso
económico y valores de las escalas GT, GBB, IIP y QRPRB– se
consideraron variables independientes. Un porcentaje considerable de
la variabilidad en la satisfacción sexual y con la VP pudo
atribuirse a dichas variables. Sin embargo, la influencia fue más
marcada en lo concerniente a satisfacción sexual (41%) que a
satisfacción con la VP (27%).
Asimismo, se comprobó que un porcentaje considerable de la
variación en la satisfacción sexual pudo explicarse por el
antecedente de relaciones sexuales recientes, por mejor estado
subjetivo de salud y por la VP. La fatiga, síntomas
musculoesqueléticos y mayor edad redujeron el nivel de
satisfacción sexual.
El bienestar asociado con la VP fue inferior en hombres que
refirieron mayor rechazo y castigo por parte de la madre durante la
niñez, en sujetos con más síntomas gastrointestinales y en
hombres con mayores dificultades en las relaciones interpersonales.
El nivel de satisfacción fue mayor en hombres extravertidos, con
autocontrol y con mayores ingresos económicos.
Se detectó correlación significativa entre la actividad sexual y
el nivel de satisfacción sexual (r = 0.42) así como entre la
satisfacción sexual y la VP (r = 0.50). La actividad sexual, en
forma exclusiva, sólo se asoció levemente con la satisfacción de
la VP (r = 0.06).
Discusión
Los hallazgos de este estudio confirman que la actividad sexual
en los hombres disminuye sustancialmente con la edad. Entre los
individuos que viven en pareja, el contacto íntimo en el año
previo desciende de 90% en menores de 60 años a 61% en personas de
más edad. La declinación en la actividad sexual ocurre más
precozmente y es más marcada en hombres que no viven en pareja.
Aunque el nivel de bienestar sexual también desciende con la edad,
la declinación es mucho menos marcada.
La actividad sexual es un fuerte factor de influencia en la
satisfacción de la vida sexual: los hombres que refirieron
relaciones sexuales en el año anterior al estudio tuvieron, en
general, mayor grado de satisfacción. Algunas características de
la personalidad también influyeron en este aspecto.
La descripción más precisa del envejecimiento masculino depende de
una adecuada diferenciación entre el proceso normal y patológico.
Los hallazgos del estudio indican que la edad, si bien es un
elemento determinante en la actividad sexual, ejerce una influencia
distinta en el nivel de satisfacción sexual y de satisfacción con
la VP. Así, los hombres de menos edad estuvieron más satisfechos
con su vida sexual mientras que los varones de más edad lo
estuvieron con la VP. La falta de diferencias sustanciales en
participantes del este u oeste de Alemania (con antecedentes
sociodemográficos muy distintos) agrega valor a los resultados
obtenidos. Los estudios futuros deberán tener en cuenta los
parámetros psicosociales que se ponen de manifiesto en la
investigación actual, concluyen los expertos.
EFECTO
DE LA TERAPIA DE SUPLEMENTACIÓN CON ANDRÓGENOS SOBRE LA PRÓSTATA
Kaufman JM
Aurora Urology, Aurora, EE.UU.
[The Effect of Androgen Supplementation Therapy on the Prostate]
The Aging Male
6(3):166-174, Sep 2003
La suplementación con testosterona a corto plazo puede considerarse
segura en pacientes que no tienen cánceres prostáticos
preexistentes.
Introducción
En EE.UU., el cambio en la expectativa de vida está alterando
las características demográficas de la población, con un número
creciente de hombres en la sexta década de vida y más. Esos
hombres tienen la esperanza de que la ciencia médica preserve su
vitalidad y salud sexual. Como resultado, se verifica creciente
interés en la influencia del envejecimiento sobre las
concentraciones séricas de testosterona. Se ha demostrado en
estudios transversales, y confirmado en los longitudinales, que los
niveles de testosterona disminuyen con la edad. En consecuencia, una
proporción sustancial de hombres mayores tienen niveles de la
hormona por debajo del rango de los hombres jóvenes, lo cual se
puede asociar con síntomas tales como disfunción eréctil,
pérdida de la libido y debilidad muscular.
Con el reciente advenimiento de fórmulas transdérmicas, la terapia
de suplementación con testosterona es cada vez más utilizada.
Actualmente es posible retornar los valores de testosterona a
niveles eugonadales, sin el inconveniente de tener que recurrir a
inyecciones quincenales de testosterona de depósito o a
preparaciones orales con biodisponibilidad inconstante. De acuerdo
con estimaciones de la industria farmacéutica, la prescripción de
testosterona aumentó casi un 30% entre 2001 y 2002.
Este incremento de hombres que reciben productos derivados de
testosterona genera preocupación acerca de los riesgos a largo
plazo de la terapia de reemplazo, particularmente en relación con
la próstata. Por lo tanto, corresponde revisar lo que se conoce
hasta el momento acerca de la seguridad de la terapia de reemplazo
hormonal con testosterona en términos de riesgo potencial de
desarrollo de hipertrofia prostática benigna (HPB) o cáncer de
próstata (CP).
Mecanismos celulares de crecimiento de las células de la
próstata
La próstata normal es pequeña, pesa alrededor de 30 g y su tamaño
y forma son similares a los de una nuez. Está constituida por
diferentes tejidos que incluyen músculo liso, fibroblastos y una
variedad de células epiteliales. La dihidrotestosterona (DHT) es el
andrógeno con mayor efecto mitogénico en la próstata, y resulta
del metabolismo enzimático de la testosterona por la 5a-reductasa
en células blanco (piel, hígado, próstata, etc.) que contienen la
enzima. La testosterona también es metabolizada a estradiol por el
complejo de enzimas aromatasas en el cerebro, grasa y testículos.
En los hombres sanos, la proporción en suero de DHT y estradiol
respecto de testosterona es de alrededor de 1:10 y 1:200,
respectivamente.
Las células epiteliales glandulares y un subgrupo de células
endoteliales son dependientes de andrógenos; sin niveles
suficientes de andrógenos circulantes, su tasa de proliferación
será inferior a la de muerte celular. El efecto mitogénico de los
andrógenos en la próstata no es directo, sino que actúa a través
de receptores en las células estromales, los cuales inducen la
síntesis y secreción de factores de crecimiento que regulan el
crecimiento y la diferenciación de las células epiteliales. Varios
factores de crecimiento participan en la regulación celular de la
próstata.
En el CP se identificaron cambios en los niveles hormonales,
mutaciones en los receptores de andrógenos, cambios en la síntesis
de factores de crecimiento y mutaciones en los receptores de
factores de crecimiento, si bien no hay ninguna indicación de que
éstos eventos produzcan malignidad. Se requieren andrógenos para
el crecimiento, mantenimiento y funcionalidad de las células
prostáticas y, sin lugar a dudas, tienen un papel permisivo en la
carcinogénesis prostática. Pero el inicio, crecimiento y
progresión del CP microscópico a uno clínicamente importante es
probablemente el resultado de múltiples factores, entre los que se
cuentan alteraciones genéticas, y agentes alimentarios y
ambientales.
Información epidemiológica
Los hombres castrados antes de la pubertad o con síndromes de
insensibilidad a andrógenos no presentan HPB o CP, por lo que está
claro que los andrógenos tienen un papel en el desarrollo de tales
enfermedades. Se buscaron pistas para entender la relación entre
los niveles séricos de testosterona y CP en los estudios
epidemiológicos. Los estudios de poblaciones arrojaron resultados
confusos. En un metaanálisis de 5 estudios epidemiológicos de
predictores hormonales de CP, se vio que los hombres con
concentraciones séricas de testosterona en el cuartilo superior
tienen alrededor del doble de riesgo de cáncer que los ubicados en
el cuartilo inferior. Por otro lado, al revisar la información de 8
estudios prospectivos (incluyendo los 5 anteriores) no se vieron
grandes diferencias en los andrógenos circulantes entre hombres que
más tarde presentaron CP y los que no. De igual modo, otros autores
opinan que el vínculo entre niveles de testosterona y CP es débil,
lo que se puede explicar de dos modos: la testosterona no tendría
un papel directo en la aparición de cáncer, o la influencia de la
testosterona podría ser modificada por otras circunstancias, como
la predisposición genética, dieta, infecciones, etc. Considerando
el número de genes que impactan en el metabolismo de los
andrógenos, esto último parece ser lo más probable.
Otras observaciones apoyan la idea de que el riesgo de CP por el uso
de testosterona no es tan importante como se temía. De hecho, puede
ser que suceda lo opuesto. Algunos investigadores hallaron que bajos
niveles de testosterona total en suero predicen enfermedad más
agresiva, peor pronóstico y falta de respuesta al tratamiento con
hormonas en pacientes con CP metastásico. Específicamente, las
bajas concentraciones de testosterona en hombres con CP
recientemente diagnosticado se asocia con mayor densidad de vasos
tumorales y receptores androgénicos, puntajes Gleason más alto y
probabilidades aumentadas de enfermedad no confinada al órgano.
Revisión de datos de ensayos clínicos
Hiperplasia prostática benigna.
Es infrecuente la aparición de HPB en pacientes que están recibiendo
suplementos de testosterona, según las series publicadas. Fueron
tratados 32 hombres de edad media con testosterona transdérmica, DHT
transdérmica o placebo, durante 9 meses, y no se observaron cambios
detectables en el volumen prostático, concentración de antígeno
prostático específico (APE), problemas genitourinarios o mediciones
de flujo urinario entre los participantes.
En otro estudio multicéntrico de 29 hombres con hipogonadismo, que
recibieron inyecciones de testosterona y testosterona transdérmica
separados por un período sin andrógenos, se vio que el volumen
prostático promedio disminuyó cuando se retiraban las hormonas, y
luego aumentaba con el tratamiento transdérmico, lográndose el
tamaño máximo a los 3 meses. Ningún paciente presentó HPB. Los
niveles de APE disminuyeron al retirar la hormona y luego aumentaron
con la administración transdérmica; pero, a pesar del aumento de sus
valores, el nivel promedio estuvo dentro de los límites normales y
por debajo de los valores registrados con las inyecciones.
Al tratar con testosterona durante 3 años a 18 hombres con
hipogonadismo, se vio que el volumen prostático aumentaba a valores
normales en los 6 primeros meses.
En un estudio transversal se midió el volumen prostático, APE,
niveles de hormonas sexuales y parámetros de flujo urinario en 3
grupos de pacientes: hombres con hipogonadismo tratados con
testosterona por al menos 6 meses, hombres con diagnóstico reciente
de hipogonadismo que no recibieron tratamiento, y sujetos normales; se
vio que con el tratamiento se alcanzaban niveles eugonadales de
testosterona, así como volumen prostático y APE, comparables con los
hombres normales.
Una evaluación comparativa retrospectiva de ancianos con
hipogonadismo que recibían o no tratamiento con testosterona no
registró diferencias significativas en los valores de APE.
En un estudio cruzado aleatorizado de tratamiento con inyecciones de
testosterona y placebo se demostró incremento sostenido en los
niveles de APE durante el tratamiento con testosterona, pero no en el
volumen prostático, mientras que en otro trabajo de testosterona oral
vs. placebo se observó lo contrario. Luego de un año de
tratamiento con la hormona no se encontraron diferencias en valores de
APE en comparación con los que recibieron placebo, en una
investigación de efectos a largo plazo; lo mismo sucedió al
investigar a 33 hombres tratados durante 10 años.
En un estudio multicéntrico paralelo aleatorizado que comparó el uso
de dos fórmulas de testosterona (gel o parches), se observó que el
aumento de APE se correlacionó con los niveles séricos de
testosterona. El mayor incremento se verificó en el grupo que
recibió gel de 100 mg luego de 3 meses de tratamiento, momento en que
los valores se estabilizaron.
Cáncer de próstata. Es la
mayor preocupación asociada al tratamiento con testosterona en
ancianos. No hay evidencias de que los valores normales de esta
hormona promuevan la aparición de CP, pero es claro que su
administración exacerba la actividad de los cánceres preexistentes.
Un estudio investigó si la efectividad de la quimioterapia mejora con
la administración conjunta de testosterona y concluyó que pacientes
con adenocarcinoma metastásico de próstata presentaron mayor
morbimortalidad con la administración de la hormona.
Como la testosterona es un cofactor en el desarrollo del CP, se teme
que un tratamiento que la incluya pueda tener un efecto permisivo en
el CP oculto en hombres con hipogonadismo. De hecho, muchos ancianos
pueden tener focos microscópicos de CP, si bien se desconoce su
importancia. Hay muy pocos informes de que el tratamiento con
testosterona revele cánceres clínicamente ocultos. Se desconoce el
impacto de los suplementos de andrógenos en focos latentes de CP,
pero la mayoría de los investigadores coincide en que no se
justifican biopsias previas al tratamiento con testosterona.
Todos los ensayos realizados con APE como marcador de CP mostraron que
no se producen cambios en sus niveles, o que éstos son leves, luego
de la administración de testosterona. Luego de un análisis
retrospectivo se informó que, en pacientes con hipogonadismo y
disfunción eréctil tratados con testosterona por un promedio de 30.2
meses, los niveles de PSA aumentaron de valores promedio de 1.86 ng/ml
a 2.82 mg/ml. De los 54 pacientes incluidos, 6 (11.1%) requirieron
biopsia prostática por aumento de los valores de APE por encima de
los 4 ng/ml, y uno fue diagnosticado con CP.
En forma conjunta, los estudios no muestran correlación entre
aumentos de APE o de la incidencia de CP y tratamientos a corto plazo
con testosterona.
Discusión y recomendaciones
Los estudios de suplementación con andrógenos generalmente han
sido de corta duración, carentes de grupos de control y sin
potencia suficiente como para evaluar los efectos de la terapia de
reemplazo en las tasas de eventos prostáticos adversos. Por lo
tanto, no es posible sacar conclusiones definitivas acerca de los
efectos de la terapia con testosterona en la incidencia de CP o HPB
sintomática. Sería muy importante poder determinar la seguridad
del tratamiento con testosterona a largo plazo. Se calcula que para
detectar una diferencia del 30% en la incidencia de CP habría que
aleatorizar y seguir a 6 000 pacientes por 5 años.
También interesa saber si en los ancianos tratados con suplementos
de hormonas empeoran los signos clínicos de obstrucción urinaria.
Se sabe bien que los hombres con hipogonadismo tratados con
andrógenos desarrollan próstatas de volúmenes similares a las de
los eugonadales. Los estudios no mostraron diferencias entre
pacientes tratados y controles en la necesidad de procedimientos
invasivos por HPB, si bien las poblaciones estudiadas fueron
pequeñas y los plazos de seguimiento breves. No se vio aumento de
marcadores de HPB.
Se debería realizar un estudio de CP en los pacientes que
iniciarán tratamiento con testosterona, incluyendo la evaluación
de factores de riesgo y determinación de escalas de puntajes de
síntomas. La determinación de los niveles séricos de APE y el
examen digital rectal se debería realizar antes del inicio del
tratamiento y luego en forma periódica. Se contraindica el uso de
andrógenos en pacientes con sospecha de CP o cáncer de mama. Otra
contraindicación absoluta es la obstrucción vesical severa debida
a hipertrofia prostática. En caso de pacientes curados de CP
locales, de patología favorable, se puede administrar testosterona
en caso de manifestaciones de hipogonadismo.
Resumen y conclusiones
En indudable que los andrógenos están involucrados en el
crecimiento de nódulos prostáticos benignos y en el crecimiento de
CP activos, y son factores permisivos en la etiología del CP, pero
no está claro su papel en el inicio de la enfermedad. Si bien no se
cuenta con información concluyente acerca de la seguridad de los
suplementos de andrógenos a largo plazo, se sabe que por períodos
cortos de tiempo son seguros. No hay evidencia acerca de mayor
riesgo de CP o HPB sintomática luego de tratamiento con andrógenos
por hasta 3 años. Sin embargo, aún se requieren de estudios más
extensos y a largo plazo, controlados por placebo, para poder
analizar estas cuestiones.
INFERTILIDAD
MASCULINA E INFECCIÓN GENITAL POR CHLAMYDIA
Krause W y Bohring C
Department of Andrology and Venerology, University Hospital, Philipp
University, Marburg, Alemania
[Male Infertility and
Genital Chlamydial Infection: Victim or Perpetrator?]
Andrologia
35(4):209-216, Ago 2003
Las clamidias no serían
responsables de problemas de infertilidad en los hombres, pero sí
en las mujeres, que estarían más expuestas porque las glándulas
accesorias masculinas actuarían de reservorio del microorganismo.
Resumen
El papel de Chlamydia trachomatis en la infertilidad
masculina está en discusión. En este artículo los autores
intentan resumir la información disponible. Las siguientes
observaciones se basan en la bibliografía: 1) C. trachomatis
es un patógeno frecuente en las inflamaciones genitales masculinas,
pero los microorganismos rara vez están presentes en los hombres
saludables; 2) sin dudas C. trachomatis causa inflamación de
la uretra y el epidídimo, y se discute su papel en la prostatitis y
glandulitis vesicalis; 3) el antígeno o ADN de C. trachomatis
no se puede demostrar en secreciones de las glándulas accesorias
masculinas, incluyendo el semen, si bien es fácilmente demostrable
en hisopados uretrales y en orina; 4) la determinación de
anticuerpos en suero o semen no indica en forma concluyente
infección presente por C. trachomatis; 5) no hay estudios
concluyentes que demuestren que los hombres infectados sean menos
fértiles que los no infectados; y 6) la infección masculina por
clamidias constituye una amenaza para los órganos genitales
femeninos, porque la infección en la mujer puede disminuir su
fertilidad.
Chlamydia trachomatis
como patógeno de enfermedades genitales masculinas
La información epidemiológica indica que, aun considerando la
existencia de infecciones asintomáticas, la incidencia en la
población general es baja. Otros trabajos agregaron datos de
interés. La evaluación de la presencia de C. trachomatis
por cultivo en 438 pacientes sin uretritis aisló el patógeno en 29
(6.6%), mientras que se encontró Neisseria gonorrhoeae en 6
(1.3%). Una investigación por hisopado del área periuretral de 125
hombres no circuncisos y 46 circuncisos detecto en ambos grupos
predominio de cocos grampositivos facultativos. No se identificó
ningún caso de C. trachomatis.
En un estudio transversal de 2 984 pacientes de una clínica de
enfermedades de transmisión sexual, la prevalencia de infección
por Chlamydia fue de 12.1% en mujeres y 12.3% en hombres,
mientras que en el caso de gonorrea la prevalencia fue de 3.2% y
6.0%, respectivamente. En los hombres, la gonorrea se asoció en
forma independiente con parejas múltiples en el último mes,
actividades homosexuales, antecedente de gonorrea, último contacto
sexual en los 4-14 días previos y parejas casuales. En contraste,
la infección por C. trachomatis fue menos frecuente en
hombres homosexuales o usuarios de drogas endovenosas. Además, se
asoció en forma independiente con menor edad y parejas múltiples
en los últimos 6 meses. Respecto de las diferencias en las
correlaciones epidemiológicas, los autores sugieren que la
infección por C. trachomatis está más diseminada en la
población general que la gonorrea. También se examinó la
transmisión de ambas infecciones entre hombres y sus parejas. Las
tasas de infección en mujeres expuestas a parejas con C.
trachomatis fue de sólo el 65%, y con gonorrea de sólo el 73%.
C. trachomatis parecería
ser el agente más importante transmitido sexualmente en varones
adolescentes con uretritis. En contraste, se aislaron especies de
micoplasma y Ureaplasma urealyticum en pacientes sanos,
sexualmente activos. Estos agentes pueden considerarse marcadores de
actividad sexual en varones adolescentes.
El método de aislamiento es importante para evaluar la presencia de
C. trachomatis en los órganos genitales masculinos, lo cual
no es el caso cuando se producen grandes cantidades de secreciones.
En pacientes asintomáticos es difícil de aislarlo. Hay 3 métodos
para detectar la presencia de C. trachomatis en un sustrato
biológico: cultivos celulares, demostración inmunológica de
antígenos de C. trachomatis y pruebas de amplificación de
ácidos nucleicos para el ADN de C. trachomatis. Antes se
consideraba que el cultivo era el estándar de diagnóstico, pero
actualmente se sabe que la amplificación de ácidos nucleicos es
superior.
Inflamación de órganos genitales masculinos
Luego de reconocer a C. trachomatis como causal de
uretritis, los estudios brindaron evidencia de su participación en
la epididimitis. C trachomatis puede ser la causa más
frecuente de epididimitis en hombres jóvenes, mientras que en los
mayores son más habituales bacterias coliformes y pseudomonas.
En los estudios se prueba en forma indirecta la presencia del
patógeno en el epidídimo al aislarlo de la uretra. Mediante
aspiración epididimaria en 24 hombres, se pudieron aislar
microorganismos en forma directa en 15 casos, 10 de los cuales
fueron clamidias, y 5 se localizaban tanto en uretra como en
epidídimo. En 1982, se publicó un estudio en que se intentó
aislar clamidias del semen de pacientes con cultivos de orina e
hisopados uretrales positivos, y no fue posible.
La información sugiere que la próstata y las vesículas seminales
también están involucradas en el proceso inflamatorio de la
epididimitis aguda. Un trabajo aisló el germen de hisopados
uretrales en 43 de 233 pacientes con prostatitis, luego de masaje
prostático. Otro autor argumentó que sólo la prueba directa de C.
trachomatis en tejido o fluido prostático sería un argumento
convincente de infección. En 1996 se demostró ADN de clamidias en
9 de 20 biopsias de pacientes con prostatitis. No se pudieron
encontrar asociaciones constantes entre anticuerpos anticlamidia en
suero con cultivos celulares, PCR, leucocitos peroxidasa positivos o
niveles de elastasa en semen. Tampoco los anticuerpos anticlamidia
en líquido seminal se correlacionaron con diagnóstico clínico de
infección, cultivos celulares positivos, o niveles de elastasa y
leucocitos en semen.
Las técnicas de inmunofluorescencia sólo pudieron aislar clamidias
de la uretra en 1 de 50 hombres con prostatitis abacteriana
crónica. No se pudo aislar el microorganismo del tejido prostático
ni se pudo demostrar su presencia en suero. En 100 pacientes
asintomáticos sometidos a prostatectomía transuretral por
hiperplasia prostática benigna, sólo se pudo aislar C.
trachomatis en 3 casos.
Hay autores que opinan que la búsqueda de C. trachomatis
genital en los hombres no está completa hasta que se incluyan
muestras de semen. La observación de que en algunos casos se puede
detectar al microorganismo sólo de las muestras de semen insinúa
que estos pueden crecer en el epidídimo, las vesículas seminales o
la próstata.
Infertilidad
C. trachomatis podría
influir en la función espermática. Se vio in vitro que los
lipopolisacáridos extraídos de C. trachomatis disminuyen el
porcentaje de espermatozoides viables. Por microscopia electrónica
se observó la presencia de formas elementales y reticulares de C.
trachomatis en espermatozoides; se demostró el ingreso de
cuerpos elementales en la cabeza de los espermatozoides, tras lo
cual se observan todos los estadios de la formación de cuerpos
reticulares. También se lo observó en el tejido conectivo
testicular y en las células de Leydig.
Dado que era muy difícil poder demostrar la presencia de C.
trachomatis en semen, se buscaron asociaciones entre infecciones
uretrales por clamidias y parámetros espermáticos. No se pudieron
hallar tales correlaciones, y se concluyó que la presencia del
microorganismo en pacientes infértiles no hace más que reflejar la
amplia diseminación que éste tiene. Al investigar la presencia de
anticuerpos anticlamidia en pacientes infértiles, no se encontró
asociación clara entre su presencia y la calidad del esperma. Pero
las mujeres de los pacientes con altos niveles séricos o seminales
de IgA anticlamidia también tuvieron IgA positiva en suero, en
ausencia de indicaciones clínicas de infección.
También se vio que los anticuerpos anticlamidia en el semen no
influyeron en la fertilidad masculina en términos de parámetros
espermáticos o tasa de embarazos en 1 303 parejas infértiles
asintomáticas.
Se publicaron otros resultados conflictivos, como el hallazgo de
anticuerpos anticlamidia en 15.4% de 209 hombres infértiles. El
nivel promedio de elastasa de granulocitos (marcadora de
inflamación) estaba aumentada en estos pacientes, que también
presentaban niveles de ácido cítrico disminuidos; los autores
concluyeron que esto era indicador de daño inflamatorio de la
próstata, inducido por C. trachomatis. Otros investigadores
confirmaron en parte estas afirmaciones.
La presencia de anticuerpos en plasma, pero no en líquido seminal,
y sin signos de infección clínica, hablarían de antecedente de
infección urogenital.
La presencia de ADN o antígenos de C. trachomatis parece
apoyar la utilidad de la determinación de anticuerpos anticlamidia
en semen, si bien esta asociación no está descrita en la
literatura.
Un fenómeno interesante es la asociación potencial de anticuerpos
antiesperma e infección por clamidias. Hay opiniones encontradas al
respecto, y algunos consideran que C. trachomatis reduciría
la capacidad de penetración del óvulo por parte de los
espermatozoides, por aumento de los anticuerpos ASA. Esto estaría
inducido a partir de alguna similitud entre el microorganismo y los
espermatozoides.
Se plantea si la determinación de anticuerpos anticlamidias en
suero es útil en la determinación del papel que tienen en la
infertilidad. Al respecto, no se vieron diferencias entre el
porcentaje de pacientes seropositivos en el grupo fértil y el
infértil sin antecedente de infección genitourinaria. Sin embargo
es indudable que el antecedente de infección genital por clamidias
aumenta la incidencia de anticuerpos en suero.
Conclusiones
Basados en la literatura, parece que no existe ninguna
asociación entre infertilidad masculina e infección genital por C.
trachomatis, independientemente de la evidencia de que la
bacteria puede infectar las glándulas accesorias masculinas.
Desafortunadamente, no hay estudios prospectivos de largo plazo que
investiguen la infertilidad masculina luego de infecciones agudas
por C. trachomatis. Pero hay que tener en cuenta que las
parejas de los hombres infectados pueden presentar estos trastornos
ya que el microorganismo provocaría alteraciones en la fertilidad
femenina. La importancia de la infección en los hombres estaría en
el hecho de que las glándulas accesorias actuarían de reservorio
del organismo, aumentando la posibilidad de infección en las
mujeres.
PREVALENCIA DE HOMBRES CON PROSTATITIS CATEGORÍA IV SEGÚN LOS NATIONAL
INSTITUTES OF HEALTH Y ASOCIACIÓN CON EL NIVEL SÉRICO DE ANTÍGENO
PROSTÁTICO ESPECÍFICO
Carver BS, Bozeman CB,
Williams BJ y colaboradores
Department of Urology, Louisiana State University Health Sciences
Center, Shreveport, EE.UU.
[The Prevalence of Men with
National Institutes of Health Category IV Prostatitis and
Association with Serum Prostate Specific Antigen]
The Journal of Urology
169:589-591, 2003
La prostatitis grado IV es
una patología muy prevalente en varones de la comunidad; en algunos
casos se acompaña de elevación de los niveles séricos de
antígeno prostático específico.
Introducción
En 1995, los National Institutes of Health (NIH) crearon un
sistema de clasificación de prostatitis crónica (PC) para disponer
de una mejor definición de la patología en estudios clínicos y de
investigación. Se sabe que la PC es causa de síntomas del tracto
urinario inferior y de dolor pelviano crónico en hombres. La
prevalencia de PC sintomática oscila entre 4% y 11%. Si bien son
numerosos los estudios en pacientes con PC, la enfermedad ha sido
poco evaluada según el sistema de clasificación mencionado. La
categoría IV de PC se define por la presencia de células
inflamatorias en secreción prostática o durante el examen
histológico de una muestra de biopsia en pacientes asintomáticos.
Diversos estudios han señalado vinculación entre PC y aumento del
nivel de antígeno prostático específico (APE).
En un estudio previo, los autores evaluaron pacientes con aumento de
la concentración de APE y prostatitis grado IV. El 43.6% de los
hombres con aumento del antígeno presentó evidencia de
prostatitis; en casi la mitad de ellos el nivel de APE descendió a
valores normales luego del tratamiento adecuado durante 4 semanas
con fluoroquinolonas y antiinflamatorios. Los datos en general
parecen indicar que la PC puede ser una causa común de elevación
del APE. En esta oportunidad, los autores analizan la relación
entre prostatitis asintomática y los niveles de APE en la
población general, en una cohorte de individuos en la que se
efectuó rastreo de cáncer de próstata.
Materiales y métodos
En año 2001 se llevó a cabo el programa anual de detección de
cáncer de próstata, con la participación de 717 individuos. Todos
completaron un cuestionario especial destinado a conocer la edad,
raza, síntomas de obstrucción miccional, historia de problemas
prostáticos y antecedente familiar de cáncer de próstata. Se
tomaron muestras de sangre para la medición de APE y, en una
subpoblación aleatoriamente seleccionada de 300 individuos, se
practicó examen digital rectal y evaluación microscópica de las
secreciones prostáticas. Se tuvo en cuenta el tamaño de la
glándula, la presencia de nódulos y los hallazgos en la secreción
prostática.
La población final de estudio estuvo integrada por 227 hombres. Se
consideró PC grado IV de los NIH a la presencia de 10 o más
glóbulos blancos por campo de gran aumento en las secreciones
prostáticas. Se revisaron, entre otras variables, las historias de
los hombres para conocer edad, escala sintomática de la American
Urological Association (AUA), hallazgos en las secreciones y
antecedente personal o familiar de cáncer de próstata.
Resultados
Los 227 participantes fueron clasificados en 2 grupos: los que
tenían evidencia de prostatitis y los que no presentaban la
alteración. En 32.2% de los varones hubo evidencia de PC, mientras
que en el resto (67.8%) los hallazgos en las secreciones
prostáticas eran normales. La edad promedio de los hombres fue de
58.6 (con PC) y 59.3 años (sin PC); el 61.2% era de raza blanca. En
el 40.7% de los hombres de raza negra y en el 28.7% de los de raza
blanca se observó PC (p < 0.0001). En cambio, no se registraron
diferencias raciales en términos de concentración de APE.
El 9.1% de todos los pacientes refirió historia familiar de cáncer
de próstata, y el 12.1% había efectuado previamente una consulta
por hiperplasia prostática benigna (HPB). Ninguno refirió historia
de prostatitis, de dolor pelviano crónico, síntomas graves del
tracto urinario inferior o de cáncer de próstata. El puntaje
promedio de la escala de la AUA fue de 7 y 8 en hombres con PC o sin
ella, respectivamente. Asimismo, el tamaño de la glándula fue
semejante en ambos grupos. El examen digital rectal fue anormal en
el 2.7% de los individuos con prostatitis y en el 3.2% de los que no
presentaban la enfermedad.
Los hombres con evidencia de PC en las secreciones prostáticas
tuvieron una concentración promedio de APE de 2.3 ng/ml,
significativamente más alta que la media de 1.4 (p < 0.0004) de
los que no tenían tal evidencia. A su vez, los individuos con
inflamación prostática presentaron mayor nivel de APE en
comparación con la población general rastreada en la oportunidad
(n = 490 hombres en quienes no se realizó estudio de secreciones; p
< 0.0002). El nivel de APE estuvo por encima de los 4 ng/ml en el
17.8% de los pacientes con evidencia de prostatitis y en el 5.2% de
aquellos sin la alteración.
Discusión
La prevalencia de PC grado IV según la clasificación de los
NIH fue de 32.2%. Estudios anteriores habían comunicado frecuencias
de 4% a 11%.
El APE, señalan los autores, es producido por las células
epiteliales de los acinos y conductos de la próstata. Se considera
que la inflamación distorsiona la integridad de los conductos
glandulares y causa liberación de antígeno hacia la circulación.
Investigaciones anteriores confirmaron la asociación entre la PC y
el nivel de APE en suero. Potts y col. refieren que el 42% de los
sujetos con elevación antigénica presentó evidencia de PC; la
alteración bioquímica desapareció después del tratamiento y no
fue necesaria la biopsia con ecografía transrectal. Otros estudios
prospectivos confirmaron estos hallazgos. No obstante, añaden los
expertos, aún se requiere investigación más amplia, en particular
para establecer si los varones en quienes el nivel de APE desciende
con el tratamiento no presentan, posteriormente, evidencia de
cáncer.
Si bien la PC fue más prevalente en hombres de raza negra, la
concentración plasmática de APE no difirió en hombres de distinta
raza. Series más numerosas también revelaron que los sujetos de
raza negra tienen APE considerablemente superior respecto de
individuos blancos. Sin embargo, cabe destacar que la edad promedio
de los grupos de raza negra (56.5 años) y blanca (60.7 años)
evaluados en este estudio fue diferente, lo cual podría explicar en
parte las discrepancias en los niveles de APE.
En conclusión, los autores señalan que la PC grado IV según la
clasificación de los NIH tiene importante prevalencia, y las
observaciones del presente estudio confirman la asociación entre la
prostatitis y la concentración del APE. Aunque cierta evidencia
demuestra que la anomalía bioquímica se normaliza con el
tratamiento antibiótico y antiinflamatorio, son necesarios estudios
más prolongados para conocer con exactitud la historia natural de
la enfermedad inflamatoria prostática.
CONTROL
DEL CÁNCER DE PRÓSTATA A LARGO PLAZO EN HOMBRES DE MENOS DE 50 AÑOS
SOMETIDOS A PROSTATECTOMÍA RADICAL: ACTUALIZACIÓN
Khan MA, Han M, Partin AW y
colaboradores
Department of Urology, James Buchanan Brady Urological Institute and
Pathology, Johns Hopkins University School of Medicine, Johns Hopkins
Hospital, Baltimore, Maryland, EE.UU.
[Long-Term Cancer Control of
Radical Prostatectomy in Men Younger than 50 Years of Age: Update 2003]
Urology
62(1):86-92, 2003
Los hombres de menos de 50 años
en quienes se diagnostica cáncer de próstata y que son candidatos a
cirugía radical tienen mayor probabilidad de tener patología confinada a
la glándula. El control a largo plazo también es mejor en individuos
más jóvenes.
Se sabe que el cáncer de próstata afecta, en forma característica, a
pacientes de edad avanzada. Los estudios efectuados en la década del
setenta y del ochenta revelaron que aproximadamente el 1% de los hombres
en quienes se diagnostica cáncer de próstata tenía menos de 50 años.
Sin embargo, el programa de vigilancia, epidemiología y resultados
finales del Cancer National Institute (Cancer National Institute’s
Surveillance, Epidemiology and End Results, SEER) reveló que la
introducción masiva de pruebas para la determinación del antígeno
prostático específico (APE) y la adquisición de un mayor nivel de
conciencia por parte de la población permiten detectar, en porcentajes
más altos, cáncer de próstata en estadio más precoz y a menor edad
(3.7% a 4% en individuos de menos de 50 años). Algunas investigaciones
sugirieron que la neoplasia diagnosticada en personas de menos edad tiende
a ser más avanzada y que, por lo tanto, no es pasible de cirugía
radical. En cambio, otros estudios indican que el cáncer de próstata en
personas jóvenes se asocia con mejor pronóstico. En este estudio se
evalúa el efecto de la edad en el control del cáncer en sujetos que
pueden ser sometidos a prostatectomía radical retropubiana (PRR).
Pacientes y métodos
Entre 1982 y 2001, 2 993 hombres fueron sometidos a PRR y a
extirpación de ganglios pelvianos por cáncer de próstata clínicamente
localizado (estadio T1 a T3a). Los enfermos se dividieron en grupos según
la edad: menos de 50 años; de 50 a 59 años; de 60 a 69 años y de más
de 70 años. Se estudiaron 341 y 2 556 individuos de menos y de más de 50
años, respectivamente.
El estadio de la neoplasia se estableció según las recomendaciones del American
Joint Committee on Cancer Staging de 1992. Todos los participantes
fueron sometidos a examen digital rectal (EDR) y a determinación de APE.
También se determinó el nivel de fosfatasa ácida en suero y se efectuó
centellografía ósea. En los últimos 7 años de la investigación, este
último estudio se realizó en forma sistemática sólo en pacientes con
APE por encima de los 10 ng/ml. El diagnóstico anatomopatológico se
efectuó por biopsia transrectal guiada por ecografía. La progresión del
tumor, luego de la PRR se definió en presencia de APE superior a 0.2
ng/ml. Ninguno de los pacientes del estudio recibió terapia adyuvante
(quimioterapia o tratamiento hormonal) ni radioterapia. El tiempo de
seguimiento fue de un año como mínimo y la longitud fue inferior en
sujetos de menos de 50 años respecto de aquellos con más edad.
Resultados
Las variables anatomopatológicas de estadio fueron semejantes en
pacientes de 50 a 59 años en comparación con pacientes de menos de 50
años. Sin embargo, la presencia de márgenes tumorales positivos fue más
frecuente en los primeros. En enfermos de 60 a 69 años y de más de 70
años, ambos parámetros fueron más desfavorables respecto de los más
jóvenes. Los pacientes de menos edad tendieron a tener menor incidencia
de extensión extraprostática, de compromiso de vesícula seminal y de
márgenes quirúrgicos positivos.
La probabilidad de evolución libre de progresión se redujo en patología
en estadios más avanzados y en aquellas con mayor positividad de los
márgenes, en todos los grupos de edad.
La progresión libre de recidiva bioquímica a los 5, 10 y 15 años fue
del 88%, 81% y 69% en los hombres de menos de 50 años, respectivamente.
Los pacientes de 50 a 59 años presentaron índices semejantes de
progresión libre de patología (87%, 78% y 71%, en igual orden). Si bien
los hombres de 60 a 69 años mostraron tendencia a menor evolución libre
de aumento de APE a los 5, 10 y 15 años (84%, 74% y 67%, respectivamente)
en comparación con los sujetos de menos de 50 años, la diferencia no fue
significativa. En cambio, los enfermos de 70 años o más presentaron
evolución más adversa con índices del 72%, 58% y 58%, respectivamente,
en comparación con los individuos de menos de 50 años.
Discusión
La introducción de equipos para la determinación de APE, en 1987, en
combinación con mejores estrategias de tratamiento modificaron las
características demográficas de los pacientes con cáncer de próstata
diagnosticado en la década del noventa. Estos factores motivaron un
aumento considerable del diagnóstico de esta neoplasia en pacientes de
menos edad.
La mayoría de los estudios anteriores al respecto tuvieron utilidad
limitada por el escaso número de enfermos jóvenes y por el corto
seguimiento. En forma previa, los autores mostraron que un pequeño grupo
de 85 pacientes de menos de 50 años con esta neoplasia y sometidos a PRR
tuvieron menor positividad de márgenes quirúrgicos y características
patológicas similares a las de enfermos de más edad. Más aún, se
comprobó menor progresión de la patología, especialmente en los
primeros 5 años posteriores a la intervención. En otra investigación
sobre 444 pacientes consecutivos también observaron estadio patológico
más avanzado en sujetos de más edad. El estudio actual, en una
población numerosa de enfermos de menos de 50 años con seguimiento
promedio de 5.7 años, confirma el pronóstico relativamente más benigno
en individuos de menos edad. En este ensayo, los hombres de menos de 50
años y los de 50 a 59 años tuvieron variables patológicas semejantes y,
no sorprendentemente, evolución libre de enfermedad similar. En cambio,
los de 60 a 69 años hubo parámetros de evolución desfavorable y de
menor evolución libre de recidiva bioquímica. Aunque la diferencia en
esta última variable no fue estadísticamente significativa, el
seguimiento de mayor duración podría ser de gran valor.
Este estudio abarcó enfermos con cáncer de próstata con un amplio
espectro de edades sometidos a PRR antes y después de que se dispusiera
del equipamiento para la determinación en forma rutinaria del nivel de
APE. Sin embargo, la inclusión de pacientes de todas las edades elimina
la posibilidad de sesgo en relación con este último punto. En
conclusión, afirman los especialistas, los varones de menos de 50 años
candidatos a PRR tienen patología con mayores probabilidad de curación y
tiempo de evolución libre de enfermedad. La PRR fue más curativa en los
enfermos más jóvenes, fenómeno que pone de manifiesto la importancia
del diagnóstico precoz, favorecido en la actualidad por la posibilidad de
detección de APE. Es razonable pensar que en el futuro próximo aumente
el porcentaje de individuos de menos edad con diagnóstico de cáncer de
próstata, por lo que los resultados de este estudio son de gran
trascendencia.
CÁNCER
DE PRÓSTATA TEMPRANO: PREVENCIÓN, MODALIDADES DE TRATAMIENTO Y CALIDAD
DE VIDA
Moul JW, Anderson J, Penson DF
y colaboradores
Center for Prostate Disease Research, Uniformed Services University of
Health Sciences, Rockville, EEUU; Royal Hallamshire Hospital,
Sheffield, Reino Unido
[Early Prostate Cancer:
Prevention, Treatment Modalities, and Quality of Life Issues]
European Urology
44(3):283-293, Sep 2003
Los estudios realizados y en
curso acerca del tratamiento del cáncer de próstata temprano
muestran beneficios con la intervención precoz. Debe tenerse en
cuenta la calidad de vida al proceder a la elección terapéutica
Introducción
El cáncer de próstata (CP) es el cáncer más común entre los
hombres de los países occidentales, y es la segunda causa de muerte
por cáncer. La prueba de antígeno prostático específico (APE)
hizo posible que se lo pudiera detectar en forma temprana, y en
hombres más jóvenes. Muchos pacientes son asintomáticos, y
física y sexualmente activos al momento del diagnóstico. Además,
más hombres pueden ser tratados con intención curativa. Este marco
condujo a mayor número de pacientes bajo tratamiento por CP por
períodos más prolongados. Sin embargo, en los últimos años se
observaron cierta estabilización en la tasa de diagnóstico de CP y
tendencia a presentación en estadíos clínicos o grados
patológicos inferiores.
Las opciones terapéuticas para el CP clínicamente localizado
incluyen la prostatectomía radical (PR), radioterapia y conducta
expectante (CE). A los pacientes con expectativa de vida superior a
10 años se les ofrecen procedimientos curativos. La terapia
adyuvante con privación de andrógenos mejora la sobrevida, si se
administra adicionalmente a la radioterapia; hay también evidencia
de que la terapia hormonal demora la progresión en pacientes con
mal pronóstico.
En este artículo se revisan los ensayos acerca del CP temprano, y
se examina el impacto del tratamiento en la calidad de vida (CV)
relacionada con la salud.
Detección del cáncer de próstata
El European Randomised Study of Screening for Prostate Cancer
(ERSPC), aún en curso, recluta a hombres de entre 55-67 años.
Aquellos cuyo APE es de 4.0 ng/ml o más son derivados para examen
de tacto rectal (ETR), ecografía transrectal y biopsia, mientras
que a los que tienen valores APE de 3.0-3.9 ng/ml sólo se les
realiza ETR. La tasa de detección global fue de 2.6% (desde 1% en
pacientes de 55 años, hasta 5% en los de 67).
Otro estudio en curso de pacientes entre 55-75 años, Prostate,
Lung, Colorectal and Ovarian trial (PLCO), demostró que 10% de
los enrolados tenían valores de APE de 4.0 ng/ml o más, y este
valor se usó como punto de corte para biopsia.
En base a resultados del PLCO, sus autores recomiendan la
realización de APE cada 5 años en los que tienen valores
inferiores a 1 ng/ml, y cada 2 años en los de valores comprendidos
entre 1-2 ng/ml.
Estrategias de prevención primaria
El curso natural lento del CP hace que se requieran ensayos de
prevención grandes y a largo plazo. Además, es importante la
estratificación de los participantes en grupos de riesgo para
permitir generar conclusiones.
La indicación de uso de selenio y vitamina E para la prevención
del CP aún debe ser más estudiada. En un estudio de
suplementación con selenio para prevención del cáncer en
pacientes con antecedente de cáncer de piel, se vio reducción del
riesgo de CP del orden del 63% a los 2.5 años, en comparación con
el grupo placebo.
Luego de 6.1 años de seguimiento, se vio reducción del 41% en la
mortalidad por CP en pacientes que recibieron 50 mg de
alfa-tocoferol.
Un estudio en curso de finasteride en la prevención primaria del CP
culminará en 2003, por lo que se esperan sus resultados para
2004-2005. También se están realizando investigaciones con
inhibidores de Cox-2, y de prevención de lesiones precursoras, como
la neoplasia prostática intraepitelial.
Tratamiento del cáncer de próstata temprano
Las opciones terapéuticas actuales incluyen la PR,
radioterapia, terapia hormonal y CE. Para pacientes jóvenes con
enfermedad T1 o T2, la alternativa más usada es la PR, seguida por
la radioterapia y la CE. El uso de terapia de privación de
andrógenos está siendo cada vez más habitual en grupos de riesgo
intermedio y alto.
En un estudio controlado que comparó PR con CE, con seguimiento por
6.2 años, se vio que la prostatectomía reducía la mortalidad
específica de la enfermedad, pero en un período de seguimiento tan
corto no hubo diferencia significativa entre ambos procedimientos en
términos de sobrevida. Se están realizando varios estudios acerca
del enfoque de CE.
En el caso de CP de bajo riesgo, las diferencias en la sobrevida
pueden ser difíciles de demostrar. Los estudios que incluyen CV
como variable secundaria de valoración pueden generar tasas de
sobrevida ajustadas a la calidad, que incidirán sobre la selección
del tratamiento. Los ensayos modernos a menudo basan sus
evaluaciones en variables como la progresión bioquímica (tiempo de
duplicación de APE) o de la enfermedad (de 1-2 puntos en el puntaje
Gleason). Un programa de terapia hormonal neoadyuvante previa a la
PR demostró disminución de los niveles APE luego del tratamiento.
En una investigación del antiandrógeno no esteroideo bicalutamide
(en curso) se vio 42% de reducción en el riesgo de progresión
objetiva tanto en la enfermedad local como en la localmente
avanzada. También disminuyó 33% el riesgo de metástasis óseas y
59% el de progresión de APE. De todos modos, los resultados son muy
tempranos y deben ser mirados con cuidado.
Los pacientes con CP localmente avanzado que reciben radioterapia se
beneficiarían con tratamiento adyuvante hormonal (goserelin u
orquiectomía). Los beneficios de la terapia de privación de
andrógenos estarían referidos a la reducción de niveles de APE,
reducción del volumen tumoral, mejor estado de márgenes de
resección, menor estadio patológico y reducción del riesgo de
progresión. El tiempo de progresión del CP fue superior en
pacientes que recibieron terapia hormonal precoz.
Definición de fracaso bioquímico luego del tratamiento del
cáncer de próstata temprano
El manejo de pacientes con niveles ascendentes de APE luego de
la PR o la radioterapia es un problema común.
Prostatectomía radical. En
estos pacientes se define como fracaso bioquímico a la elevación
posoperatoria de los niveles de APE, si bien no se ha establecido el
valor umbral. Basados en estudios realizados, se propuso un punto de
corte de 0.4 ng/ml.
Radioterapia. El fracaso
bioquímico luego de radioterapia se define como 3 aumentos
consecutivos en los niveles APE, luego de que se alcanzó el máximo
valor postratamiento. Una limitación de la definición es la
incapacidad de definir "curación". En otros trabajos se
demostró que el requerimiento de que los incrementos consecutivos
de APE sean superiores a 1.5 ng/ml aumenta la especificidad del
fracaso bioquímico y que, para una especificidad dada, la
definición de fracaso bioquímico basada en 2 aumentos consecutivos
podría incrementar la sensibilidad en hasta 20%, llevando a
detección más temprana de recurrencias. En el caso de
braquiterapia, la definición de fracaso bioquímico es igual a la
primera mencionada. Hay autores que proponen reemplazar este
criterio por un punto de corte de 0.2 ng/ml en los valores de APE.
Terapia hormonal primaria.
La recurrencia bioquímica se define en este caso como 3 aumentos en
los niveles de APE con al menos 2 semanas de diferencia. Si el
paciente está recibiendo terapia antiandrogénica, ésta debe ser
suspendida cuando se sospecha recurrencia.
Terapia adyuvante o neoadyuvante.
Hasta el momento no existe una definición de recidiva luego de este
tipo de terapia. Un estudio reciente mostró que el tiempo de
recuperación de los niveles de testosterona por encima de los
valores de castración era de 11 meses luego de terapia hormonal
neoadyuvante previa a la radioterapia. Por lo tanto, es importante
medir los niveles de testosterona cuando se interpretan los valores
APE postratamiento.
Conducta expectante. Históricamente
implicaba el control de los pacientes buscando síntomas y
progresión clínica, interviniendo con privación de andrógenos en
caso de progresión de síntomas. Más recientemente se describió
un nuevo enfoque de "vigilancia activa", que se basa en el
control del APE y la extensión local de la enfermedad, con
intervención activa en caso de demostrarse progresión. La
definición de progresión de APE en pacientes en vigilancia activa
es variable (3 elevaciones consecutivas, valores superiores a 20
ng/ml, velocidad de aumento de APE, etc.). Se informó que el tiempo
promedio de duplicación de APE en CP de riesgo bajo es de 10.1
años.
Cuestiones sobre la calidad de vida
Al elegir el tratamiento del CP temprano, el paciente sopesa los
beneficios y los efectos adversos que puede traer en la CV. La CV
relacionada con la salud comprende el bienestar físico, emocional y
social, y se verá afectada por la enfermedad así como por el
tratamiento. Se cree que los componentes de CV que más preocupan a
los pacientes con CP son la impotencia y la incontinencia. Por lo
tanto, en tratamientos con resultados similares en términos de
sobrevida o tiempo de progresión, es importante considerar como
variable discriminatoria las mediciones de ambos eventos con una
herramienta de CV que las incluya.
La CE evita el efecto colateral perjudicial inmediato de las
intervenciones tempranas, pero los hombres con CP no tratado suelen
ver alterada su CV por síntomas locales y sistémicos que afectan
su vida diaria. La PR puede asociarse con pérdida de la función
sexual e incontinencia, y la radioterapia con pérdida de la
función sexual y efectos colaterales gastrointestinales. Las
terapias hormonales varían en sus perfiles de efectos colaterales,
pero en general la CV puede verse afectada por efectos en la
actividad física y sexual, interés sexual, anemia, densidad
mineral ósea, ginecomastia y dolor de mamas.
Diversas herramientas miden la CV relacionada con la salud, y
probablemente el Medical Outcomes Study Group Short-Form Health
Survey (SF-36) sea la herramienta genérica de referencia;
también hay otras, específicas para cáncer o para problemas
sexuales.
Varios cuestionarios se diseñaron en forma específica para el
CP. En el Prostate Cancer Outcomes Study (PCOS), se
determinaron tasas inferiores de impotencia en grupos de pacientes
sometidos a PR que respetaba la inervación vs. la que no la
respetaba, así como tasas de potencia y continencia muy inferiores
en pacientes ancianos vs. jóvenes sometidos a PR. Con la
misma herramienta se vio en otro grupo de pacientes que los que
tomaban agonistas de hormona liberadora de hormona luteinizante
(LHRH) como terapia primaria presentaban peores puntajes en varios
dominios comparados con los castrados quirúrgicamente, si bien las
tasas de función sexual eran similares. Al comparar la privación
de andrógenos (castración) con la ausencia de tratamiento en
pacientes con CP de reciente diagnóstico, se vieron tasas
superiores de impotencia y menor vitalidad entre los primeros, si
bien estaban más satisfechos con la decisión de tratamiento que
los últimos.
La monoterapia con bicalutamide brindó mejor CV relacionada con la
salud en comparación con la castración en pacientes con CP
localmente avanzado sin metástasis, especialmente en los dominios
de interés sexual y capacidad física.
En el CP temprano, en que la mayoría de los pacientes son
asintomáticos, la ginecomastia y el dolor de mamas por la terapia
por privación de andrógenos son un inconveniente para muchos de
ellos. El problema es mayor en caso de utilización de
antiandrógenos como monoterapia que con la privación de
andrógenos. Estos efectos colaterales se revierten si se suspende
el tratamiento luego de pocos meses de la aparición de los
síntomas.
LINFOMA
RENAL PRIMARIO
Torrecilla García-Ripoll JR,
Samaniego MP, Blanco SM y colaboradores.
Servicio de Urología, Servicio de Anatomía Patológica, Hospital
Clínico Universitario de Valladolid, Valladolid, España.
[Linfoma renal primario]
Actas Urológicas Españolas
27(7):555-558, Jul 2003
El linfoma renal primario es una patología infrecuente. Clínicamente se
parece al resto de los tumores renales y, por lo tanto, el diagnóstico
debe hacerse en forma histológica.
Caso clínico
Los autores comentan el caso de un paciente de 78 años sometido a
cirugía por úlcera duodenal y hernia inguinal derecha. El paciente
estaba tratado con alfuzosina por hipertrofia prostática benigna.
Consulta por dolor continuo, diario y con exacerbaciones en la región
lumbar derecha de 5 meses de evolución. En los dos meses precedentes
el dolor se irradia al hipocondrio derecho y extremidad homolateral
con respuesta parcial al tratamiento con analgésicos. El paciente
refiere además anorexia, astenia y pérdida de 8 kg de peso.
El examen físico revela un abdomen blando y ligeramente doloroso sin
que se palpen masas ni agrandamiento visceral. La puño-percusión
renal derecha es positiva.
El estudio sanguíneo muestra discreta leucocitosis con fórmula
normal y eritrosedimentación de 23 mm en la primera hora. La
ecografía reveló una masa de 3 x 4 cm en el polo superior del
riñón derecho, con adenopatías interaortocava de 2.3 a 3 cm. La
tomografía puso en evidencia una importante afectación del
parénquima renal, espacio perirrenal y glándula suprarrenal derecha
con trombosis de la vena renal derecha que compromete su desembocadura
en cava superior; mostró también adenopatías retroperitoneales,
cercanas al hilio renal. La centellografía ósea fue normal, mientras
que en la arteriografía renal se observó una masa no vascularizada
que ocupaba el polo superior y la parte inferior del riñón derecho
correspondiente a la arteria polar derecha. La biopsia reveló
ocupación difusa por células de aspecto linfocitario muy
proliferativas; la inmunohistoquímica confirmó linfocitos B (L-26+)
con escasa proliferación de linfocitos T. El paciente es derivado al
servicio de hematología donde comienza el tratamiento quimioterápico
con ciclofosfamida, adriamicina, vincristina y prednisona (CHOP). El
tratamiento se tolera bien y el dolor disminuye parcialmente.
Discusión
El primer paciente con linfoma renal primario se describió en
1956. Los autores recuerdan que el compromiso linfomatoso de los
órganos genitourinarios se observa en el 3% de los casos,
aproximadamente. Los órganos más afectados suelen ser los
testículos. En la serie de Freeman de 1 467 pacientes, hubo lesión
renal sólo en el 0.7% de los casos. El grupo de Meletios y
colaboradores comunicó una frecuencia de linfoma renal primario del
3% de las tumoraciones renales. El origen de la neoplasia es
discutido, ya que el riñón carece de tejido linfático. Es probable
que el tumor se inicie en los ganglios del seno renal o de la red
linfática de la cápsula renal. Algunos grupos de investigadores
sugieren un origen inflamatorio (pielonefritis) que actuaría como
factor desencadenante del cáncer. Hasta la fecha no se encontró
asociación con infección por el virus Epstein Barr, pero se
describió mayor frecuencia de neoplasias linfoides en pacientes con
infección por el virus de la inmunodeficiencia humana. En algunos
enfermos, el linfoma renal primario fue la primera manifestación de
sida.
El tumor es más frecuente en individuos de 43 a 79 años y, en la
mayoría de las series, se refleja un ligero predominio masculino. Las
manifestaciones clínicas simulan las del resto de los tumores renales
(dolor en flanco, hematuria, compromiso del estado general, fiebre e
hipertensión arterial). El dolor, sin embargo, es el síntoma más
común.
Los estudios de imágenes no suelen ser diagnósticos. La angiografía
revela masas con menor vascularización, rara vez con compromiso
intravascular. Sin embargo, añaden los autores, en el paciente
descripto en esta oportunidad, los hallazgos de la arteriografía
motivaron la biopsia y, por ende, el diagnóstico específico. El tipo
histológico del tumor de este enfermo es el que más frecuentemente
se observa: linfoma no Hodgkin de células B.
El tratamiento de elección es la quimioterapia con CHOP, pero
lamentablemente en muchas oportunidades la terapia farmacológica
sólo puede iniciarse después de la nefrectomía y del estudio
anatomopatológico. La radioterapia también puede ser de utilidad. El
pronóstico es desfavorable; en la mayoría de los enfermos la
sobrevida promedio es cercana al año, comentan finalmente los
expertos.
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