Introducción
Se ha documentado con anterioridad la ocurrencia de infartos miocárdicos en pacientes con
arterias coronarias normales (1-9). Los mecanismos propuestos incluyen el espasmo de las
arterias coronarias (10), trombosis con trombólisis espontánea o farmacológica (11),
embolización con recanalización (12), disección coronaria (13), disección aórtica (14),
arteritis (15), abuso de cocaína (16), miocarditis (17), traumatismo de tórax (18), estados
de hipercoagulabilidad (19) e intoxicación por monóxido de carbono (20). Todas estas
condiciones pueden determinar la oclusión temporaria de un vaso coronario principal,
produciendo un infarto miocárdico. Sin embargo, el pronóstico en estos pacientes es
generalmente excelente, probablemente debido a que los infartos son generalmente
pequeños, con buena función ventricular izquierda después de ocurrido (21). Es por lo tanto
posible que la mayoría de los pacientes presenten viabilidad residual dentro de las áreas
infartadas.
En los últimos años se ha demostrado un patrón específico de perfusión miocárdica,
el llamado fenómeno de redistribución inversa, en pacientes con infartos miocárdicos
previos y viabilidad tisular residual (22-26). Este patrón centellográfico se refiere al defecto
de perfusión que no está presente en las imágenes iniciales adquiridas inmediatamente
después del estrés, sino que se presentan o se hacen más evidentes en las imágenes
tardías (27). El fenómeno de redistribución inversa ha sido observado esporádicamente en
pacientes con infartos subendocárdicos (25,26) y, con mucha frecuencia, en pacientes con
síndrome X (28). Sin embargo, hasta ahora es desconocida la prevalencia de dicho
fenómeno en pacientes con infarto miocárdico y arterias coronarias angiográficamente lisas,
lo que produce dificultad para la interpretación por el cardiólogo clínico. En un estudio
reciente hemos evaluado en forma seriada el patrón de perfusión en series consecutivas de
pacientes con infarto miocárdico y arterias coronarias angiográficamente lisas (29). En este
artículo informamos los principales resultados del estudio y discutimos las consecuencias
prácticas.
Métodos
Estudiamos en forma prospectiva a 27 pacientes consecutivos (16 mujeres; edad 57 ± 10;
rango, 41-76 años) con un primer infarto miocárdico reciente (4 ± 2 meses) y arterias
coronarias epicárdicas angiográficamente lisas. Todos los pacientes fueron sometidos a
angiografía coronaria y ventriculografía izquierda con la técnica de Judkins (5 ± 3 días luego
del infarto). Los pacientes con irregularidades coronarias de más del 20% del diámetro
luminal fueron excluidos del estudio. La liberación de creatinquinasa total fue de 463 ± 162
U/l, y la fracción MB de 44 ± 18 U/l. Seis pacientes (22%) tuvieron infarto miocárdico con
onda Q, mientras que el resto tuvo infarto sin onda Q. Nueve pacientes fueron sometidos a
trombólisis sistémica al momento de la internación; tres de ellos presentaron infartos con
onda Q. La angiografía coronaria se había realizado a los 8 ± 3 días luego del infarto. En
nuestra institución se realiza en forma rutinaria la cateterización a la mayoría de los
pacientes con infartos miocárdicos agudos.
Como grupo control incluimos a 27 pacientes consecutivos comparables (16
mujeres, edad 54 ± 6, rango 46-72 años) con infarto miocárdico reciente (2 ± 1 meses),
con onda Q (6 pacientes) y sin onda Q (21 pacientes), con estenosis relacionada al vaso
infartado angiográficamente significativa (reducción de la luz &ge50%). La liberación total
de creatinquinasa fue de 1 278 ± 302 U/l y la fracción MB de 227 ± 69 U/l. Veintiún
pacientes fueron sometidos a trombólisis sistémica al momento de la internación: dos de
ellos presentaron infarto con onda Q. La angiografía coronaria se realizó a los 6 ± 2 días del
infarto. De acuerdo con los resultados de la angiografía coronaria, 12 pacientes fueron
sometidos a revascularización percutánea, y 4 a revascularización quirúrgica. Estas
intervenciones se realizaron siempre luego de la centellografía de perfusión miocárdica.
Todos los pacientes habían tenido dolor torácico de más de 30 minutos de duración
que no calmaba con nitratos sublinguales; el diagnóstico de infarto miocárdico agudo se
hizo en base a los cambios electrocardiográficos que demostraban elevación del segmento
ST ≥ 0.1 mV en el punto J en al menos dos derivaciones de los miembros o ≥ 0.2 mV
en al menos dos derivaciones precordiales, y por las elevaciones típicas de las enzimas
cardíacas.
Todos los pacientes del estudio fueron sometidos a centellografía de perfusión
miocárdica de estrés y de reposo con 99m-tetrafosmina.
Resultados
Pruebas de ejercicio. En pacientes con arterias coronarias normales se
interrumpió el ejercicio debido a angina en 3 pacientes, angina y depresión del segmento ST
en 2 pacientes, depresión del segmento ST sin angina en 6 pacientes y agotamiento en los
restantes 16. El tiempo transcurrido hasta la depresión de 1 mm del ST (cuando esto estaba
presente) y hasta el ejercicio máximo fue de 615 ± 180 y 760 ± 190 segundos,
respectivamente. El producto frecuencia cardíaca/presión durante la depresión de 1 mm del
ST y el ejercicio máximo fue de 23 876 ± 4 868 y 25 965 ± 4 565 mm Hg/latidos por
minuto, respectivamente. Durante la recuperación un paciente presentó fibrilación auricular
y volvió en forma espontánea a ritmo sinusal luego de 10 minutos.
En pacientes con enfermedad coronaria se interrumpió el ejercicio debido a angina y
cambios electrocardiográficos diagnósticos en 6 pacientes, cambios electrocardiográficos sin
angina en 12 pacientes, y agotamiento en los restantes 9 pacientes. El tiempo transcurrido
hasta la depresión de 1 mm del ST (cuando esto estaba presente) y hasta el ejercicio
máximo fue de 407 ± 123 y 521 ± 187 segundos, respectivamente (p < 0.001 para ambos,
vs. pacientes con arterias coronarias normales). El producto frecuencia cardíaca/presión al
inicio de los cambios electrocardiográficos y durante el ejercicio máximo fue de 19 112 ± 3
326 y 21 256 ± 3 409 mm Hg/latidos por minutos, respectivamente (p < 0.001 para
ambos, vs. pacientes con arterias coronarias normales).
Centellografía de perfusión miocárdica. En pacientes con arterias
coronarias normales las imágenes de estrés con tetrafosmina mostraron 41 (1.52 ± 1.40
segmentos/paciente) segmentos hipoperfundidos (puntaje 1.96 ± 2.38) en 17 pacientes
(63%). En las imágenes en reposo, 13 (32%) de los segmentos permanecieron inalterados,
4 (10%) mostraron reperfusión parcial, 10 (24%) se normalizaron, y 14 (34%)
empeoraron. Adicionalmente, hubo 18 nuevos segmentos hipoperfundidos (puntaje 1.12 ±
0.33) en 9 pacientes. En 18 pacientes (67%, 32 segmentos, puntaje 1.51 ± 0.57) se
observó empeoramiento del patrón de perfusión durante el reposo (figura1), de los cuales 4
habían tenido un infarto miocárdico con onda Q. En total, durante el reposo se presentaron
49 segmentos hipoperfundidos (puntaje 2.78 ± 2.77; p = 0.039 vs. estrés) en 22 pacientes
(81%). Sólo 2 individuos tuvieron un patrón de perfusión normal tanto en reposo como
durante el estrés.
Figura 1. imágenes de perfusión miocárdica de reposo y de estrés con
tetrafosmina obtenidas de un paciente con infarto miocárdico ántero-apical y
arterias coronarias angiográficamente normales. Desde arriba, vistas de los
cortes miocárdico corto, horizontal y vertical largo. Comparadas con las
imágenes de estrés, las imágenes en reposo (líneas 2, 4 y 6 desde arriba)
muestran disminución de la captación de tetrafosmina en los segmentos
anteriores y apicales (flechas blancas).
En pacientes con enfermedad de las arterias coronarias, las imágenes de estrés con
tetrofosmina revelaron 71 (2.63 ± 1.01 segmentos/paciente) segmentos hipoperfundidos
(puntaje 4.78 ± 2.14, p < 0.001 vs. pacientes con arterias coronarias normales, para
número de segmentos y puntaje). Todos los pacientes mostraron al menos 1 segmento
hipoperfundido (rango 1 a 5). En las imágenes de reposo, 39 (55%) de los segmentos
permanecieron igual, 16 (23%) mostraron reperfusión parcial y 12 (17%) se normalizaron.
Cuatro segmentos (6%) en 2 pacientes empeoraron en reposo y sólo 4 pacientes (15%)
mostraron nuevos defectos de perfusión en reposo, 2 de ellos en 2 segmentos, y otros 2 en
1 segmento. En total, se observó empeoramiento del patrón de perfusión en reposo en 5
pacientes (19%, 10 segmentos, puntaje 1.53 ± 0.64, p = no significativo vs. pacientes con
arterias coronarias normales) de los cuales 4 habían tenido infartos miocárdicos con onda Q.
En total, hubo 65 segmentos hipoperfundidos en reposo (puntaje 3.92 ± 1.93, p = 0.05 vs.
estrés) en 26 pacientes (96%).
Relación entre perfusión y anomalías de la motilidad de la pared. En
14 pacientes con arterias coronarias normales no se vieron anomalías significativas en la
motilidad de la pared ventricular (puntaje de perfusión en reposo 2.46 ± 1.66, 1.77 ± 1.01
segmentos). Las alteraciones de la motilidad parietal regional se correlacionaron con las
alteraciones de la perfusión en 16 segmentos (9 pacientes, 33%); de ellos, 7 segmentos (6
pacientes) presentaron el patrón de redistribución inversa y un puntaje de motilidad parietal
de 1.50 ± 0.84 (2.11 ± 1.05 en todos los otros segmentos con anomalías de la motilidad
parietal, p < 0.05). En los restantes 25 segmentos (10 pacientes) que presentaron patrón
de redistribución inversa, la motilidad regional de la pared fue normal. En general, el
puntaje de motilidad de la pared del ventrículo izquierdo fue de 1.04 ± 1.40 en 0.85 ± 1.06
segmentos.
En pacientes con enfermedad de las arterias coronarias, sólo 2 tuvieron motilidad
normal en la pared del ventrículo izquierdo (perfusión de reposo anormal en 2 segmentos
en ambos casos, puntajes 2 y 3). La localización de las alteraciones de la motilidad parietal
y de la perfusión se correspondieron en 41 segmentos (20 pacientes, 74%); de ellos, 6
segmentos (3 pacientes) presentaron el patrón de redistribución inversa e hipoquinesia en
el ventriculograma izquierdo. En los otros 4 segmentos con patrón de redistribución inversa,
la motilidad regional de la pared era normal. En general, el puntaje de motilidad de la pared
ventricular izquierda fue de 3.93 ± 2.43 en 2.85 ± 1.35 segmentos (p < 0.001 y p < 0.005
vs. pacientes con arterias coronarias normales, respectivamente). El vaso coronario
relacionado al infarto estaba permeable en 16 pacientes, ocluido y con colaterales en 6
pacientes, y totalmente ocluido en los restantes 5 pacientes. De los 5 pacientes que
presentaron el patrón de redistribución inversa, 3 tenían una arteria relacionada al infarto
permeable, mientras que otro presentaba un importante flujo colateral hacia la arteria
coronaria ocluida. Sólo 1 paciente tenía una arteria relacionada con el infarto ocluida, sin
flujo colateral.
Discusión
Los resultados del presente estudio indican que la mayoría de los pacientes con infartos
miocárdicos y arterias coronarias normales presentan varios grados de hipoperfusión
miocárdica durante el estrés o el reposo. Sin embargo, lo más interesante del estudio fue la
observación de una alta prevalencia de pacientes con infartos previos y arterias coronarias
normales con peor patrón de perfusión durante el reposo (figura 1). Este patrón de
perfusión había sido descripto con anterioridad como "fenómeno de redistribución inversa"
cuando se lo observó con talio-201 (27), o como "patrón de perfusión inversa" cuando se lo
observó con compuestos isonitrilos (30), y se demostró que ocurre con mucha frecuencia en
pacientes con infartos miocárdicos reperfundidos (31-36). Dos reportes de casos previos
describieron 3 pacientes con patrón de perfusión paradójica luego de infartos
subendocárdicos (25-26). Se presumió que dicho patrón se originaba a partir de áreas en
las que el miocardio normal estaba mezclado con tejido cicatrizal. La respuesta hiperémica
inducida por el ejercicio máximo en el miocardio normal que rodeaban dichas áreas podría
enmascarar la hipoperfusión, que se hacía más evidente en reposo. Se sugirió que este
patrón de redistribución inversa podría ser un marcador de tejido en riesgo en una región
con infarto miocárdico no detectado. Esta conclusión fue apoyada por informes previos, que
relacionan al fenómeno de redistribución inversa con los infartos subendocárdicos (23, 24,
32-36).
Relación entre redistribución inversa y viabilidad tisular residual.
Específicamente, Marin Neto y colaboradores (22) demostraron que, en los pacientes con
enfermedad coronaria, las áreas con redistribución inversa de talio eran muy dependientes
de la circulación colateral, a menudo respondían a una nueva inyección con mayor captación
de talio, y tenían captación normal de fluorodesoxiglucosa en la tomografía de emisión de
positrones, lo que indica la presencia de viabilidad residual. En un estudio posterior de
Takeishi y Coll, el patrón de redistribución inversa de MIBI en pacientes con infarto
miocárdico luego de una angiografía coronaria primaria exitosa se asoció a permeabilidad de
la arteria coronaria relacionada con el infarto y a función ventricular izquierda conservada
(36).
En nuestro estudio (29), considerando el bajo monto de dispersión de
creatinquinasa, la perfusión significativamente baja y los puntajes de motilidad parietal de
los pacientes con arterias coronarias normales, en comparación con los pacientes con
enfermedad coronaria, a pesar de la prevalencia similar de infartos con y sin onda Q, es
probable que la magnitud de la viabilidad residual haya sido significativamente superior en
el primer grupo. En tal contexto, la alta prevalencia de patrón de redistribución inversa
observado en la centellografía con tetrafosmina podría relacionarse con viabilidad
miocárdica residual dentro de las áreas infartadas, lo que se puede justificar por la
presencia de arterias coronarias normales. Así, en todos excepto un paciente con
enfermedad coronaria, el patrón de redistribución inversa se asoció con permeabilidad o
colateralización total de la arteria relacionada al infarto, lo que sugiere la posibilidad de
viabilidad tisular residual preservada. Nuevamente, la respuesta hiperémica al ejercicio es
probablemente uno de los mecanismos por los cuales en estos pacientes las áreas
hipoperfundidas están ocultas en reposo, mostrando mejor apariencia durante el ejercicio
(37). Finalmente, en ambos grupos, los puntajes de motilidad parietal eran
significativamente inferiores en segmentos con patrón de redistribución inversa, lo que
confirma la relación previamente observada entre este patrón de perfusión y la presencia de
tejido viable residual (22,36,38-40).
Redistribución inversa como marcador de anomalías de la microcirculación
local. Considerando que nuestros pacientes tuvieron un infarto miocárdico agudo a
pesar de tener arterias coronarias angiográficamente lisas, es muy probable que la
disfunción microvascular haya tenido un papel determinante en la patogénesis del evento
coronario agudo. En este contexto, la redistribución inversa puede bien ser un indicador de
alteraciones en la microcirculación coronaria. Un estudio reciente demostró que la
redistribución inversa luego de la colocación primaria exitosa de un stent luego de un
infarto miocárdico agudo sugiere disfunción microvascular importante (41). En comparación
con los segmentos miocárdicos que muestran redistribución, los que tienen redistribución
inversa presentan menor remodelación ventricular izquierda y mejor recuperación de la
contractilidad como si, paradójicamente, la disfunción microvascular previniera la lesión
miocárdica profunda. Una posible explicación puede ser la reperfusión miocárdica más
gradual con menor exposición de miocitos a agentes generadores de daño por reperfusión,
como los radicales libres.
Además del infarto miocárdico, un artículo anterior demostró que la mayoría de los
pacientes con angina, arterias coronarias normales y prueba de ejercicio positiva (síndrome
X) presentaban anomalías de la perfusión miocárdica (28). Adicionalmente, 69% de los
pacientes presentaron patrón de redistribución inversa, prevalencia muy cercana a la
observada en los pacientes con infarto y arterias coronarias normales. Si bien no existe una
explicación precisa del mecanismo causal, la conclusión fue que este descubrimiento no
puede ser simplemente descartado como un sesgo o una distorsión. De hecho, podría
representar un "espía encubierto" de las anomalías de la microcirculación local o de
miocardiopatías en sus etapas iniciales (42,43). El fenómeno de redistribución inversa en
pacientes con síndrome X podría ser causado por perfusión miocárdica heterogénea,
posiblemente ligada a trastornos en la microcirculación coronaria.
Penny y colaboradores (44) habían insinuado con anterioridad que la reserva
microvascular coronaria podría permanecer deteriorada en forma crónica en pacientes que
tuvieron un infarto subendocárico, probablemente como resultado de daño isquémico o
daño endotelial por isquemia-reperfusión. Los estudios clínicos y experimentales (45,46)
demostraron que diversos tipos de lesión vascular pueden causar daño microvascular
prolongado. También se vio que cuando las arterias coronarias epicárdicas son deprivadas
de flujo sanguíneo, seguido de reperfusión, hay migración de neutrófilos a la pared vascular
de las arterias coronarias principales y los microvasos, lo que se asocia con reducción de la
reserva vasodilatadora coronaria (47). De hecho, una publicación posterior de Kaski y
colaboradores (48) mostró que el síndrome X puede aparecer luego de un infarto miocárdico
agudo. Estos autores postularon que habría una anomalía en los pequeños vasos
intramiocárdicos, que no pueden ser visualizados por angiografía coronaria, y que sería
responsable del síndrome anginoso que sigue al infarto. Teniendo esto en cuenta, los
pacientes con síndrome X podrían volverse sintomáticos luego de un infarto miocárdico mal
diagnosticado, y el hallazgo de perfusión paradójica podría ser incidental.
Además de la terapia antiplaquetaria como profilaxis secundaria, el tratamiento
antiisquémico a largo plazo de pacientes con infarto y arterias coronarias normales se basa
principalmente en informes previos respecto del enfoque terapéutico de la angina
microvascular. En este contexto no hay información definitiva, si bien la mayoría de los
resultados parecen indicar que los β-bloqueantes deberían ser los agentes de primera
línea (49-51). Adicionalmente, considerando su papel protector en las mujeres, se podría
tener en cuenta el uso de terapia estrogénica (52,53).
Redistribución inversa en otras condiciones comórbidas. El fenómeno
de redistribución inversa también se ha observado en varias otras situaciones clínicas tales
como sarcoidosis (54), síndrome de Wolf-Parkinson-White (55), enfermedad de Kawasaki
(56), luego de trasplantes cardíacos (57), en pacientes con puente del miocardio (58), en el
lupus eritematoso sistémico (59,60), e inclusive después de la perfusión con dipiridamol en
personas saludables (61). En todas estas condiciones, la causa probable de este patrón de
perfusión paradójica sería la función anormal de la microcirculación.
Conclusiones. La presencia del fenómeno de redistribución inversa puede
dejar al clínico perplejo acerca de su significado. Sin embargo, nuestra experiencia y la
revisión de la literatura indican que la redistribución inversa, una vez que se ha presentado
y que se han descartado los falsos positivos, debería ser interpretada de acuerdo con las
características clínicas del paciente, y no descartada considerándola un sesgo o artefacto de
la prueba.
En conclusión, la redistribución inversa observada en pacientes luego de un infarto
miocárdico agudo se relaciona probablemente con alta prevalencia de necrosis en parches
no transmural y, por lo tanto, con viabilidad tisular residual. Cuando este patrón de
perfusión paradójica se observa en pacientes con arterias coronarias normales, debe
considerarse la posibilidad de que haya un antecedente de daño subendocárdico. Sin
embargo, como la redistribución inversa ha sido informada en numerosos pacientes con
síndrome X, y como el síndrome X a menudo se presenta luego de un infarto miocárdico
agudo con arterias coronarias normales, no es inconcebible que ambos tengan un
mecanismo común, posiblemente relacionado con disfunción microvascular.
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