Volumen 8, Número 3, 2002 |
Expertos invitados |
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Todos los participantes habían sido informados acerca del propósito del estudio, la metodología usada y el procedimiento; además firmaron un consentimiento escrito, conforme a los principios bioéticos en investigación médica y la declaración de Helsinki (revisada en 1983). En todos los casos el procedimiento fue breve y sin complicaciones.
Catéter de termografía. Para
medir la temperatura local de los tumores vesicales se usó una nueva
técnica con catéter desarrollada en nuestro instituto.
Basándonos en la experiencia previa con un catéter termográfico especial para la detección in vivo de heterogeneidad térmica en las arterias coronarias ateroscleróticas humanas,21,22 diseñamos un catéter modificado compatible con el citoscopio, con las características descriptas previamente.19 En el caso de la temperatura local del epitelio gástrico, se diseñó un catéter modificado compatible con el gastroscopio. El catéter de poliuretano tiene un diámetro 3F y porta la misma sonda unida a su parte distal.20 Por último, en el caso del epitelio bronquial diseñamos un catéter termográfico direccionable compatible con el broncoscopio. El catéter de poliuretano tiene un diámetro 4F con la sonda térmica unida a su parte distal. La punta distal del catéter (10 cm de longitud) es flexible y puede ser curvada en un ángulo de hasta 90 grados. La configuración de esta porción del catéter puede ser cambiada por manipulación externa del brazo de dirección unido al extremo proximal del mango.
Procedimiento. El catéter
termográfico fue insertado a través del orificio de biopsia del
endoscopio. En el caso del epitelio urinario y bronquial, la parte
distal del catéter con la sonda fue guiada mediante manipulación
externa del mecanismo de direccionamiento, lo cual permitió ponerla
en contacto con la lesión de interés. La sonda térmica se se puso en
contacto con 2 puntos en el centro del tumor, donde el tejido está
más vascularizado. En el caso de los tumores papilares la sonda se
puso en contacto con la porción exofítica. Cada parte de la lesión
contactada con la sonda fue extraída para evaluación por biopsia. La
temperatura del tumor fue calculada como el promedio de 2
mediciones. La sonda fue puesta en contacto con 2 sitios de la
mucosa normal (según el examen endoscópico) en un área ubicada entre
3 y 5 cm por fuera de la circunferencia del tumor y fuera de los
límites de toda área sospechosa. Aunque el examen endoscópico
revelara un tejido vesical normal, tomamos especímenes para biopsia
del área contactada por la sonda para excluir la existencia de
carcinoma in situ o lesión inflamatoria. Se calculó el valor
promedio de temperatura medida en 2 sitios del epitelio normal.
RESULTADOS
En el caso
de las lesiones vesicales se estudiaron 16 varones y 4 mujeres con
una edad promedio de 72.5 años (IC 95%, 68.5-76.4). De acuerdo con
la histología de la biopsia, 8 de los pacientes (40%) tenían tumores
benignos y 12 (60%) tenían tumores malignos. Cuatro de los tumores
malignos (33%) eran grado I, 5 (42%) eran grado II y 3 (25%) eran
grado III. Se hallaron diferencias significativas entre los valores
medios del nivel de angiogénesis. Específicamente, los pacientes con
tumores benignos tuvieron un valor medio de 40.25 (IC 95%,
37.8-42.7) y los pacientes con tumores malignos tuvieron un valor
medio de 53.3 (IC 95%, 43.8-63.8). Esta diferencia fue significativa
(p = 0.0261). La relación entre el nivel de angiogénesis y el grado
tumoral tuvo una significación marginal (p = 0.07). Se calcularon 2
temperaraturas en el tejido tumoral y el tejido proximal normal. La
temperatura del tejido urinario normal fue calculada como la media
de 2 mediciones, aunque no hubo diferencias estadísticamente
significativas entre ambas (p = 0.780). La temperatura en el tejido
tumoral vesical también fue calculada como la media de 2 mediciones
a pesar de no haber diferencia significativa entre ambas (p =
0.730). Todos los pacientes presentaban mayor temperatura en el
tejido tumoral que en el tejido normal. Nuestro análisis demostró
una diferencia estadísticamente significativa para el DT entre los
pacientes con tumores malignos y aquellos con tumores benignos
(tabla 1).
Además, hallamos que no existe
relación entre DT y la penetración del corion o la capa muscular (p
= 0.71 y p = 0.54, respectivamente). Más aún, encontramos una
correlación positiva moderada entre el grado de angiogénesis y DT (r
= 0.50, p = 0.02), lo cual indica que un mayor grado de angiogénesis
se corresponde con una mayor diferencia de DT entre las 2
localizaciones (tabla 2).
Los resultados del modelo logístico
indican que valores de DT mayores a 1 °C pueden estimar con gran
precisión un tumor maligno. Específicamente, un aumento de 1 °C en
DT triplica el riesgo de que un paciente tenga un tumor maligno (OR
= 2.91; IC 95%, 1.97-7.78; p < 0.001). No se halló una
interacción significativa entre el efecto principal, es decir el DT,
y el grado de tumor o la angiogénesis (p = 0.79 y p = 0.87,
respectivamente). Finalmente, el análisis de valores de corte
demostró que las diferencias de temperatura superiores a 0.7 °C
pueden discriminar un tumor maligno con gran precisión. La
sensibilidad para ese punto de corte fue del 83% y su especificidad
del 75%. También fueron elevados los valores predictivos positivo
(83%) y negativo (75%). Este resultado refuerza la capacidad
diagnóstica del procedimiento propuesto. El área bajo la curva ROC
(receiver operating characteristic) fue igual a 0.92 y
altamente significativa comparada con la prueba de Wilcoxon (p <
0.001), lo cual refuerza el objetivo principal del estudio, es decir
el examen del papel del DT en el diagnóstico de un tumor maligno.
En el caso de las lesiones gástricas, el estudio incluyó a 35 varones (56 ± 10 años) y 19 mujeres (68 ± 7 años). Los estudios de histopatología indicaron que 8 participantes tenían hiperplasia; 19, gastritis leve a moderada (13, gastritis activa crónica moderada a grave; 3, gastritis leve con áreas atróficas espontáneas; y 3, gastritis grave con metaplasia intestinal); 9, úlcera; 7, displasia; y 11, adenocarcinoma (6, invasivo difuso; y 5, diferenciación mediana a alta según la clasificación de Lauren). Se hallaron diferencias significativas de temperatura entre el tejido normal y la lesión en el caso de la gastritis (p = 0.045), las úlceras (p = 0.035), la displasia (p = 0.014) y el cáncer (p = 0.005). El pico observado no fue significativo en el caso de las lesiones hiperplásicas (p = 0.134). El análisis demostró incrementos progresivos de DT entre grupos de lesiones gástricas (p < 0.001). Los valores de DT se relacionaron significativamente con el nivel de angiogénesis (r = +0.32, p = 0.020). Además, el nivel de angiogénesis exhibió una asociación débil con los grupos de lesiones gástricas (prueba de c2 = 7.14; p = 0.128). En base a los hallazgos previos, se ajustó un modelo de regresión logística para mostrar que, luego de ajustar por el nivel de angiogénesis, la diferencia de temperatura era un marcador significativo para la discriminación de lesión maligna de benigna [ln(OR) = 4.096; IC 95%, 2.94-6.43; p < 0.001). El análisis de valor de corte demostró que las diferencias de temperatura superiores a 1.7 °C constituyen un punto crucial que discrimina con precisión una lesión displásica de una lesión benigna. En particular, 13 de los 18 pacientes con tumores malignos tuvieron DT superiores a 1.7 °C (es decir una sensibilidad del 72%) y 34 de los 36 pacientes con tumores benignos, gastritis o úlceras tuvieron un DT menor a 1.7 °C (es decir una especificidad del 94%, con un área bajo la curva ROC de 0.846, p < 0.001) (tabla 3).
El estudio sobre lesiones pulmonares
incluyó a 12 pacientes con inflamación crónica y 10 con tumores
malignos infiltrados (6 de ellos con cáncer de pulmón a células no
pequeñas). Ninguno de estos enfermos se hallaba bajo tratamiento con
drogas quimioterapéuticas o inmunosupresoras y todos tuvieron
temperatura corporal normal durante la broncoscopia. Los DT medios
fueron 0.71 ± 0.65 °C en los pacientes con inflamación crónica y
1.23 ± 0.45 °C en los pacientes con tumores malignos (p < 0.01).
Finalmente, el análisis de valores de corte demostró que DT mayores
a 1.05 °C constituyen un punto óptimo para discriminar con precisión
lesiones malignas de benignas (sensibilidad 64%; especificidad 91%;
área bajo la curva ROC = 0.851; p < 0.001).
DISCUSION
En nuestro
instituto, en concordancia con el desarrollo de otros catéteres
cardíacos y vasculares, desarrollamos una técnica basada en
catéteres para la medición de temperatura de los tumores vesicales
sólidos in vivo. Se halló que la diferencia térmica entre el área
tumoral y la pared proximal normal es mayor en los tumores malignos
que en los benignos o en las lesiones hiperplásicas, y que el
aumento de esta diferencia de temperatura se asocia
significativamente con la malignidad. En particular, la diferencia
de 1 °C entre el tejido normal y la lesión sospechosa triplica el
riesgo de que un paciente tenga un tumor maligno en la vejiga,
cuatriplica el riesgo de tener una lesión gástrica maligna y
sextuplica el riesgo de malignidad de las lesiones pulmonares.
Los estudios previos in vivo, realizados en los años 80, trataron de demostrar lesiones cancerosas y precancerosas planas en la vejiga mediante la inyección intravenosa de fluoresceína para revelar la neoangiogénesis submucosa.24,25 Desafortunadamente, los resultados fueron desalentadores. En nuestros estudios, la cuantificación de la microvascularidad mediante el recuento por campos reveló que la neoangiogénesis puede ser un marcador de lesión neoplásica, aunque también existe un nivel importante de actividad angiogénica en las lesiones benignas.6 Esta conclusión se desprende de los estudios de otros investigadores, en los que no se hallaron diferencias significativas en la densidad microvascular entre las lesiones preneoplásicas y las lesiones neoplásicas de baja malignidad.26 Aunque muchos investigadores han publicado también hallazgos termográficos en el diagnóstico del cáncer,13,14 nunca se había intentado la medición directa in vivo con fines diagnósticos de la temperatura local de tumores del árbol bronquial. Más aún, en algunos casos las lesiones displásicas o preneoplásicas de la submucosa siguen siendo difíciles de diagnosticar mediante examen endoscópico en la práctica clínica. La heterogeneidad térmica que hemos detectado se incrementa progresivamente de las lesiones benignas a la malignidad, lo cual indica el involucramiento del aumento de temperatura. Esto sugiere que en estas patologías coexisten procesos fisiopatológicos comunes. La elevada especificidad de la técnica refleja su capacidad para distinguir una lesión bronquial maligna durante la broncoscopia convencional. El uso de un catéter termográfico direccionable confiere la capacidad de medir la temperatura de lesiones que son difíciles de detectar durante la endoscopia convencional.
En conclusión, la técnica in vivo sugerida podría ser útil para identificar lesiones precancerosas y para evaluar el pronóstico de los tumores vesicales malignos mediante la detección de heterogeneidad térmica en un área sospechosa proclive a la transformación neoplásica, antes de que la lesión pueda ser detectable por citoscopia convencional.
BIBLIOGRAFIA
Viçosa, Brasil (especial
para SIIC)
Sus trabajos sobre la internación domiciliaria, como modalidad de atención del paciente anciano o enfermo crónico, fueron desarrollados en el ámbito del sistema de salud de la Comunidad Valenciana, en España.
“En una época en la que en todos los niveles se habla de garantizar la eficacia e incrementar la efectividad, uno de los mayores desafíos que enfrenta el sistema sanitario actual es establecer alternativas que doten al propio sistema y a sus instituciones de una mayor autonomía y capacidades de gestión, sin olvidar los principios básicos que inspiran los sistemas sanitarios públicos (universalidad, equidad e integridad, participación y continuidad de la asistencia)”, explicó la doctora Minardi Mitre Cotta. “Entre las principales prioridades en salud se destaca la necesidad de que se mejore la gestión sanitaria, profundizando en la reorganización institucional del sector y en la reorientación del modelo de atención a la salud, con vistas a aumentar la calidad de la asistencia y los niveles de equidad, coordinación, integración y eficacia del sistema”.
“En ese sentido, con el objetivo de mejorar los procesos asistenciales y diseñar estrategias de colaboración entre niveles, que establezcan ámbitos definidos de asistencia compartida entre profesionales, se está incentivando cada vez más la implantación de actividades innovadoras que privilegien la asistencia ambulatoria y favorezcan la transferencia del paciente desde el hospital hacia su entorno familiar. Los objetivos principales son mejorar la atención al paciente y asegurar una utilización más eficiente de los recursos”.
“Entre las numerosas modalidades alternativas a la hospitalización, figuran el hospital de día, el hospital de semana, la cirugía sin ingreso, la unidad médica de corta estancia y la hospitalización domiciliaria. Esta última, foco de especial interés en nuestro estudio, rompe con el esquema clásico de atención hospitalaria tradicional, que incluye ingreso, urgencia y consulta externa. Por otra parte, la expectativa es que esta medida, al estructurarse en el ámbito del área de salud, pueda permitir de una forma progresiva una conexión real entre hospital y centro de salud, tanto desde la perspectiva clínica como administrativa, haciendo posible una coordinación eficaz y contribuyendo a una progresiva integración de la asistencia, garantizando la continuidad de los cuidados y reforzando la bidireccionalidad entre niveles, objetivos prioritarios en todo sistema integrado de salud”.
La investigadora continuó. “Todo esto, asociado con el hecho de que en la actualidad tanto el incremento del gasto sanitario como los cambios demográficos determinados por el progresivo envejecimiento de la población y en los padrones de morbilidad (con el consecutivo cambio del tipo enfermedades de mayor prevalencia que tienden a ser cada vez más crónicas), fortalece la difusión de las alternativas a la atención sanitaria tradicional”.
“La atención sanitaria no es el único factor relacionado con la salud de las poblaciones, y quizás tampoco sea el más importante, ya que diversos estudios efectuados para valorar el impacto de los servicios sanitarios en la salud de la población muestran que las mejoras en la inversión y distribución de los recursos sanitarios y el mejor acceso a los servicios no reduce substancialmente la morbilidad y mortalidad de la población. Sin embargo, estos mismos estudios reconocen que es para las poblaciones más vulnerables (ancianos, pacientes portadores de enfermedades crónicas, degenerativas y discapacitantes, con pluripatologías asociadas), que la inversión en recursos sanitarios se ha mostrado más efectiva. En ese sentido, el envejecimiento de la población es uno de los factores que más incide en la organización del conjunto de los sistemas sanitarios. De hecho, ha condicionado la necesidad de adecuar su estructura a esta realidad social, ya que al mismo tiempo que hay un envejecimiento de la población, la población anciana ingresa cada vez más en los hospitales”.
“Desde ahí, se resalta la importancia concedida en nuestro estudio al papel que puede ocupar la atención domiciliaria en la reorientación y reorganización de los sistemas y servicios de salud hacia una sanidad moderna, eficaz y de calidad a toda la población, y, principalmente a los grupos poblacionales más vulnerables (ancianos, enfermos pluripatológicos, enfermos terminales, cuidados paliativos, portadores de enfermedades crónico-degenerativas, patologías oncológicas, etcétera)”.
SIIC: Doctora Minardi Mitre Cotta, ¿qué desafíos presenta para la sociedad moderna la atención de los ancianos enfermos? Dra. Rosângela Minardi Mitre Cotta: Uno de los hechos más significativos de la sociedad actual, y que seguramente adquirirá mayores dimensiones a lo largo de los próximos años, es el creciente envejecimiento de la población y sus importantes consecuencias sobre el sistema sociosanitario. Los retos sanitarios crecen a medida que también lo hace la población de la tercera edad, ya que los ancianos son el grupo que hace más uso del sistema sanitario. En ese sentido, la bibliografía nos informa sobre una frecuencia de utilización médica 1.5 veces superior a la media poblacional, mientras que la utilización hospitalaria es hasta dos veces superior a la media de la población. En España, por ejemplo, hace diez años una de cada tres camas existentes en los hospitales era ocupada por personas mayores de 65 años; hoy, en el conjunto de los centros sanitarios, la ocupación es de una de cada dos camas. Este mismo grupo de pacientes absorbe un 44% del gasto sanitario.
Esta situación, además de los problemas sociales, políticos y económicos que acarrea, conlleva una especial complejidad para los servicios sanitarios, por su asociación con el aumento de la demanda y consumo de los mismos, debido al incremento de patologías de carácter degenerativo y crónicas, pluripatologías y discapacidades. El envejecimiento de la población, en general, implica costes elevados para el sistema de salud. Asimismo, la presencia de enfermedad crónica y su gravedad son importantes factores de riesgo de ingreso.
En ese contexto, dada la trascendencia de la atención sanitaria a las personas mayores o portadoras de enfermedades crónico-degenerativas, y su consecuente impacto en la distribución y consumo de los recursos, nos encontramos ante un sistema que se enfrenta continuamente al desafío de reorganizar los servicios de salud, con el objetivo de responder de forma más adecuada a la demanda de este grupo poblacional y coordinarse con las diferentes instituciones, de tal manera que puedan integrar las actividades sanitarias (y sociales), evitando siempre que sea posible la institucionalización de estos enfermos.
SIIC: ¿Qué ventajas tiene la internación domiciliaria con respecto a la internación en el hospital? ¿Qué pacientes pueden beneficiarse con ella? R.M.M.C.: Se acepta que el cuidado a domicilio de los ancianos tiene distintas ventajas respecto a la internación, dando lugar también a un descenso de las necesidades de hospitalización e institucionalización.
Desde su inicio (en 1947 se crea en los Estados Unidos la primera Unidad del “Home Care”), los principales motivos utilizados para justificar la creación de unidades de hospitalización domiciliaria destacados en la bibliografía, son una mayor eficacia de la asistencia y una reducción de los costos.
Desde el punto de vista de la eficacia, a la hospitalización domiciliaria se le ha atribuido, por un lado, la ventaja de efectuarse en un “mejor lugar terapéutico”, manteniendo el paciente en su entorno familiar, a la vez que se proporciona una atención integral, más humanizada, y disminuyen los riesgos y iatrogenias inherentes a la hospitalización, y que adquieren mayor importancia en individuos de mayor edad. Por otro lado, debido a la peculiaridad del lugar terapéutico donde se realiza (domicilio-comunidad), puede realizar la labor de “puente” entre los dos principales niveles sanitarios (hospital y atención primaria), actuando como agente facilitador para que disminuya el aislamiento y la falta de comunicación entre ellos, pudiendo favorecer también la coordinación entre los distintos niveles sanitarios.
Desde el punto de vista de los costos, se ha señalado un coste por estancia menor en hospitalización domiciliaria que en hospitalización tradicional. Asimismo, la hospitalización domiciliaria permitiría un mejor aprovechamiento de los recursos hospitalarios, al reducir la ocupación de camas, acortando o evitando estancias, permitiendo así la reorganización asistencial de determinados servicios hospitalarios y una disminución de las visitas a urgencias.
De acuerdo con la OMS y el Consejo de Europa, el modelo de atención a los ancianos (sanitaria y sociosanitaria), debe estructurarse básicamente en su domicilio. Entre las ventajas del cuidado domiciliario al anciano con respecto a la internación, se destaca el fomento del autocuidado y la autonomía, la disminución de las complicaciones derivadas de la hospitalización (efectos iatrogénicos, estados de confusión, etcétera), y la mejora del bienestar afectivo con la consecuente mejora de la satisfacción. Otra ventaja de la atención domiciliaria es que da lugar, por otra parte, a un descenso de las necesidades de hospitalización tradicional e institucionalización del anciano o del paciente portador de enfermedades crónico-degenerativas y debilitantes.
Con relación a los pacientes que más se beneficiarían con esta modalidad asistencial, nuestra experiencia coincide con la bibliografía que informa que la hospitalización domiciliaria se destina principalmente al tratamiento de personas ancianas, portadores de enfermedades crónicas o degenerativas, o a quienes reciben cuidados paliativos. No obstante, los pacientes más jóvenes con cuadros de enfermedades crónicas o degenerativas también forman parte del grupo que se beneficia con el tratamiento en hospitalización domiciliaria. Quizás esto sea así, en parte, debido a que estos tipos de pacientes cumplen todas las características propias que deben tener la hospitalización domiciliaria (transitoriedad, intensidad de la asistencia y complejidad), y más especialmente la característica de la complejidad del proceso terapéutico o patológico y de la utilización de técnicas diagnósticas – terapéuticas, que deben ser propias del hospital y profesional especializado, y que transcienden las posibilidades del servicio de atención primaria.
SIIC: ¿Cómo está organizada e implementada la internación domiciliaria en la Comunidad Valenciana? R.M.M.C.: En la Comunidad Valenciana el área de salud es el eje fundamental sobre el que pivota el sistema sanitario, siendo también el marco de referencia donde se llevan a la práctica principios tales como los de coordinación e integración de los recursos. Es decir, la estructuración fundamental del sistema sanitario es el área de salud, demarcación geográfica donde se integran los recursos necesarios para atender las necesidades sanitarias de la población y conseguir un adecuado nivel de salud de la misma. Cada área de salud está compuesta por diferentes centros de salud, distribuidos por sus varias zonas sanitarias, y tiene un hospital de referencia.
El sistema sanitario tiene dos principales niveles de atención: la atención primaria, representada por los centros de salud, y la atención especializada, compuesta por los hospitales y los centros de especialidades de referencias. Desde esta perspectiva, tórnase imprescindible el conocimiento del área de influencia (distribuida por zonas de salud y por municipios), para la planificación de las actividades y programas de salud y la continuidad de la asistencia sanitaria.
En la Comunidad Valenciana, las unidades de hospitalización domiciliaria están ubicadas en el marco hospitalario, y con la misión de servir de puente entre el hospital y la atención primaria. Se trata por lo tanto de un programa que depende orgánica y funcionalmente de la estructura de asistencia especializada, teniendo como referencia el hospital de área y articulándose como una modalidad asistencial más dentro del sistema de salud.
SIIC: ¿Qué factores disminuyen la eficacia de este servicio? R.M.M.C.: La falta de coordinación e integración entre los dos principales niveles de atención sanitaria (atención primaria y hospital), y entre la atención sociosanitaria, son los principales obstáculos que encontramos para un funcionamiento más eficiente del programa de hospitalización domiciliaria. Nuestro estudio nos informa que, en general, ni los ingresos en hospitalización domiciliaria ni las altas de ésta, van precedidos o seguidos por una comunicación y programación con el nivel asistencial correspondiente.
El hecho de que la población diana del programa de hospitalización domiciliaria, por su perfil tanto de edad como de morbilidad, necesita estar bajo permanente cuidado sanitario, y por lo menos en teoría, bajo los cuidados de atención primaria (que además de ser la puerta de entrada del sistema es la principal responsable del seguimiento y cuidado del paciente en la comunidad), hace que la tan deseada coordinación e integración entre la atención primaria y el hospital sea más necesaria en este grupo de población.
Desde esta perspectiva, se asume que esta colaboración, para asegurar la continuidad de cuidados, debe contemplar la actividad especializada y progresiva en el hospital y en la comunidad. Es decir, para que el paciente portador de patologías crónicas, degenerativas o debilitantes, permanezca en su domicilio con la mejor calidad de vida posible, es necesario que establezca unos mecanismos que tornen posible un cuidado compartido entre los diferentes profesionales de los dos principales niveles sanitarios. Para una verdadera integración entre niveles, la coordinación (tanto sanitaria como social) debe ser fluida y disponer de cauces de comunicación y cooperación formales y establecidos.
Sin embargo, no se puede olvidar que la hospitalización domiciliaria supone una carga para la familia del paciente, y hay que tener en cuenta las características de la estructura social y familiar en la que se va desarrollar.
De todos modos, hay que destacar que los problemas de coordinación y integración entre niveles no son específicos de la hospitalización domiciliaria, sino que constituyen una circunstancia bastante común en el sector sanitario, y en mayor o menor proporción no están resueltos en ningún país o región, lo que refleja el profundo desencuentro en que se hallan inmersos los dos principales niveles de atención sanitaria (hospital y atención primaria).
SIIC: ¿Se evaluó la calidad de vida de los ancianos con internación domiciliaria, en comparación con los ingresados en el hospital? ¿Qué observaciones se han obtenido sobre este tema? R.M.M.C.: Todavía no hemos evaluado los aspectos relacionados con la calidad de vida de los ancianos en hospitalización domiciliaria en comparación con los ingresados en el hospital; esta será la próxima etapa de nuestro estudio, donde además de estos aspectos vamos investigar también la percepción de los pacientes y familiares, y de los profesionales sanitarios del área en cuestión (hospital y atención primaria) sobre el programa.
SIIC: ¿Qué cambios deben implementarse para mejorar este servicio? R.M.M.C.: Es necesario buscar puntos de colaboración y coordinación entre los dos niveles sanitarios, que sean a la vez valorados positivamente tanto por la atención primaria como por el hospital, sin ser percibidos como imposiciones o invasiones técnicas de poder de uno sobre el otro. Con esta idea, a continuación se presentan algunas propuestas concretas de colaboración entre el hospital y la atención primaria en el ámbito asistencial. Tales propuestas pueden estar referidas directamente a la hospitalización domiciliaria o a servicios que indirectamente contribuyan al éxito de esta modalidad asistencial.
Diseñar (en conjunto) protocolos o guías de actuación (preventiva, diagnóstica, terapéutica, de transmisión de datos clínicos, de seguimiento y control) entre los dos niveles de un área de salud, con especial interés para los grupos poblacionales donde haya consenso sobre la necesidad de atención domiciliaria. Tales medidas deben ir acompañadas por la designación de los profesionales (en el hospital y en la atención primaria) que serán responsables en este sentido, generando así una cultura de corresponsabilización en las decisiones sobre el tratamiento del paciente. Estas medidas pueden contribuir decisivamente a mejorar la calidad y la eficacia de los procesos asistenciales al implementar los enfoques integrales del paciente ingresado, disminuir las posibilidades de errores por cambios inadecuados de tratamientos y evitar conflictos entre los profesionales o daños por repeticiones innecesarias de pruebas y exploraciones.
Disponer de sistemas comunes de registros de datos, para la población diana de servicios de hospitalización domiciliaria (en función del mapa de riesgo del área de salud) que permitan la comparación entre diferentes consultas y servicios locales.
Establecer y dinamizar foros de discusión clínica de trabajo entre los profesionales de atención primaria y hospital.
La composición del equipo de hospitalización domiciliaria debe ser multidisciplinaria (médico, enfermero y trabajador social básicamente, y en algunas ocasiones, debe incorporar otros profesionales como el fisioterapeuta y el terapeuta ocupacional). Algunos estudios plantean un modelo de atención domiciliaria que pivote en los profesionales de enfermería, con dedicación íntegra a la atención en el domicilio, y que pertenezca al equipo de atención primaria. Este profesional de enfermería sería el responsable de la coordinación de los programas de atención domiciliaria en el área de salud y la integración de las diferentes actividades. Además, sería el elemento activador de los otros profesionales tanto del hospital como del centro de salud, actuaría también como responsable por la elaboración y actualización del mapa de riesgo de los pacientes incluidos en los programas de atención domiciliaria y sería el encargado del establecimiento del cronograma de visitas conjuntas entre los diferentes profesionales de los dos niveles sanitarios. La bibliografía sobre el tema resalta la figura del profesional de enfermería como un profesional de enlace, y algunos autores proponen que los equipos de enfermería del servicio de hospitalización domiciliaria sean los responsables directos de la comunicación con la atención primaria.
Invertir en una buena formación de recursos humanos, a fin de lograr una real participación de los profesionales sanitarios en la prestación de servicios y la profesionalización de los gerentes y planificadores sanitarios. La formación de recursos humanos debe ser amplia y abarcar desde la formación de grado - donde los estudiantes de medicina y de enfermería deban rotar por centros de salud y hospitales en actividades prácticas y curriculares, hasta los programas de educación médica de posgrado. En este último caso habría que implementar la especialidad de "medicina de familia y comunitaria" (por tratarse del profesional aglutinador, con la visión global del paciente y de su tratamiento).
Impulsar las funciones docente e investigadora (además de la función asistencial), las cuales deben coexistir en los centros de salud y hospitales. Un componente clave en la formación de recursos humanos de calidad y en el establecimiento de programas de grado y posgrado es la participación de las universidades. Es preciso estimular tal participación, creando polos de capacitación, formación y educación continuada, y colaborando en la formulación y aplicación de protocolos de actuación y derivación comunes entre la atención primaria y especializada.
Institucionalizar la figura del médico consultor especialista o responsable de determinados programas y grupos poblacionales establecidos en función del mapa de riesgo, como "puente" entre el hospital y la atención primaria. Este profesional puede ayudar al mejor entendimiento entre ambos niveles, en la línea de la integración bidireccional.
Construir alianzas estratégicas entre las partes del sistema sanitario y los servicios sociales, que proporcionen una mayor convergencia de las políticas sanitarias y las sociales en beneficio del paciente, superando la siempre presente provisión dicotómica entre los diferentes servicios y profesionales que participan en el tratamiento.
SIIC: ¿Qué otros grupos con necesidades especiales, que actualmente no acceden a la internación domiciliaria, podrían beneficiarse con este servicio? ¿Qué consideraciones deberían hacerse para su implementación? R.M.M.C.: Como regla general, la decisión de ingresar un paciente en el programa de hospitalización domiciliaria, además de basarse en el cumplimiento de algunos requisitos, se adopta en consonancia con dos grandes modelos.
Un primer modelo está determinado por la procedencia de los pacientes, donde se incluyen aquellos grupos de pacientes que tienen la posibilidad de ser dados de alta tras un período de hospitalización convencional de corta duración, seguido por una hospitalización domiciliaria y posteriormente un alta definitiva. Dentro de este grupo figuran, por ejemplo, los pacientes de intervenciones quirúrgicas traumatológicas o digestivas.
Un segundo modelo, agrupa a los pacientes que provienen de la comunidad y que, si no existiese el servicio de hospitalización domiciliaria, serían ingresados en el hospital tradicional. Incluye, por ejemplo, pacientes afectados por neumonías o accidentes cerebrovasculares. Según este modelo, el procedimiento más adecuado para que se ingrese el paciente en hospitalización domiciliaria, debería seguir el siguiente orden: domicilio, médico de familia (o servicio de urgencia), admisión en hospitalización domiciliaria, alta definitiva o referencia al médico de familia (atención primaria).
Sin embargo, si bien en principio no debería haber una lista previa de perfiles y diagnósticos de pacientes candidatos a ser ingresados en una unidad de hospitalización domiciliaria (lo más adecuado sería aplicar un criterio basado en las características epidemiológicas y sociodemográficas de la población de referencia y del hospital o centro de salud del área sanitaria), algunos estudios clasifican a los servicios de hospitalización domiciliaria según los trastornos más susceptibles de ser incluidos en estos tipos de programas. Según la bibliografía, los pacientes más frecuentes en hospitalización domiciliaria son los pacientes con situaciones agudas (enfermedades infecciosas, neumonías, pielonefritis, aplasias tras la quimioterapia y antibioticoterapia domiciliaria por vía intravenosa, enfermedades vasculares, enfermedades neurológicas, pacientes con nutrición parenteral y ventilación mecánica a domicilio); los pacientes con procesos crónicos reagudizados (EPOC, cardiopatías, hepatopatías crónicas, sida, cirrosis hepática, neoplasias y enfermedades terminales); y los pacientes con procesos quirúrgicos (posoperatorio inmediato de cirugía menor y media, posoperatorio tardío y complicaciones de cirugía mayor, posoperatorio de cirugía traumatológica y ortopédica, y el tratamiento de grandes escaras y úlceras cutáneas).
Las observaciones de la doctora Minardi Mitre Cotta muestran que la internación domiciliaria es una opción válida y conveniente, tanto para el paciente anciano como para aquel afectado por patologías crónicas o discapacitantes. |
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