Introducción: intervenciones mínimamente invasivas realizadas
por médicos, no por cirujanos
Las dos formas tradicionales de intervenir sobre el cuerpo humano para curarlo han sido los
fármacos y la cirugía. Medicina y Cirugía han constituido las dos aproximaciones básicas
para tratar las dolencias del ser humano. El médico trataba con medicamentos y el cirujano
operando con las manos (del griego quiro = mano). No obstante, desde hace
siglos ambas se han entrelazado e imbricado. Por ejemplo, el desarrollo de la Medicina
Anestesiológica contribuyó a la realización de intervenciones quirúrgicas de mayor
envergadura.
Progresivamente, el desarrollo tecnológico aplicado a la Medicina ha hecho
posible que, con el empleo de catéteres, endoscopios y otros instrumentos altamente
especializados, muchas de las intervenciones "manuales" que antes practicaban los
cirujanos con el paciente bajo anestesia general y por medio de grandes incisiones sobre la
piel, músculos, etc. se realicen actualmente con procedimientos denominados mínimamente
invasivos. La recanalización de las arterias coronarias por medio catéteres insertados en las
arterias femorales en la ingle, el drenaje del sistema pieloureteral obstruido mediante
punciones de nefrostomía o la extirpación por colonoscopia de los pólipos del colon son
algunos de los procedimientos que antes realizaban los cirujanos por medio de grandes
intervenciones y que, ahora, realizan cardiólogos, radiólogos y gastroenterólogos.
Estas intervenciones mínimamente invasivas (utilizando orificios orgánicos
naturales como en la endoscopia o pequeñas punciones) son realizadas habitualmente por
médicos no cirujanos (gastroenterólogos, radiólogos, cardiólogos hemodinamistas, etc.). El
intervencionismo podría, pues, considerarse como un campo intermedio entre la
actividad quirúrgica (realmente se cura por medio de las manos de los médicos que dirigen
los instrumentos) y la actividad médica, ya que son éstos quienes suelen realizar tales
técnicas.
Es éste un neologismo en la lengua española, ya que mientras el diccionario
(vigésima segunda edición del año 2001) recoge el término intervención como
operación quirúrgica, no existe un término médico similar para el de
intervencionismo. El desarrollo de estas técnicas mínimamente invasivas por
especialidades no quirúrgicas ha creado una sana competitividad en las quirúrgicas. Y, así,
desde hace ya años, la cirugía laparoscópica es la respuesta de la Cirugía al
intervencionismo médico. Evidentemente, el más favorecido es el paciente, para el que se
consiguen similares o mayores éxitos terapéuticos, del que conseguían las intervenciones
quirúrgicas tradicionales, con un impacto fisiológico mucho menor (pensemos, por ejemplo,
que en la gran mayoría del intervencionismo se evita la anestesia general).
La colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE), máximo
exponente del intervencionismo endocópico digestivo
El uso de la endoscopia digestiva flexible se generalizó a finales de la década de los 70. Muy
pronto, las exploraciones puramente diagnósticas (que transformaron completamente la
clínica digestiva) comenzaron a utilizarse con fines terapéuticos. El término que se utilizó
para denominar a este tipo de intervencionismo fue el de endoscopia terapéutica, mientras
que, principalmente los radiólogos, denominaron radiología intervencionista a su vertiente
terapéutica.
Las intervenciones endoscópicas digestivas se han multiplicado desde entonces.
El tratamiento de las lesiones sangrantes del tubo digestivo, la extracción de cuerpos
extraños, la resección de pólipos y tumoraciones, la recanalización de las obstrucciones por
medio de dilataciones o inserción de prótesis y las gastrostomías percutáneas son algunos
ejemplos del intervencionismo digestivo.
En 1968, McCune (un cirujano que trabajaba en los EE.UU.) cateterizó por primera vez la
papila de Vater e inyectó contraste radiológico en los conductos biliar y pancreático (1). El
procedimiento se denominó colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE). En
1974, Classen (Alemania) y Kawai (Japón) realizaron la primera la sección endoscópica de la
papila de Vater en el conducto biliar (esfinterotomía o papilotomía biliar). Este
procedimiento, llevado a cabo por medio de un catéter plástico dotado de un alambre que
se tensa (esfinterótomo) se realizó inicialmente para extraer cálculos coledocianos a través
del orificio bilioduodenal lógicamente ensanchado (2,3). En 1979, Soehendra (Alemania)
describió la técnica del drenaje de la obstrucción biliar tumoral mediante la inserción en el
colédoco de prótesis (stents) plásticas (4). En la historia de la CPRE hay muchos
otros endoscopistas que han marcado hitos. Entre ellos cabe destacar a Kees Huibregtse
(Amsterdam) que perfeccionó la técnica de las prótesis biliares (5) y a Peter Cotton (que
trabajó inicialmente en el Middlesex de Londres y actualmente en Carolina del Sur) y que,
entre muchas otras contribuciones, es autor de uno de los tratados prácticos de endoscopia
digestiva más utilizado en el mundo.
La esfinterotomía biliar y las prótesis biliares (plásticas o metálicas) son los dos
instrumentos básicos con los que cuenta el endoscopista biliar para desobstruir el colédoco.
Y las dos patologías más frecuentes que ocasionan la obstrucción son la coledocolitiasis y las
estenosis biliares benignas o malignas.
La complejidad de la CPRE comienza con lo que se denomina canulación de la vía
biliar, es decir la habilidad de introducir profundamente en el colédoco, desde el
duodenoscopio, un catéter que servirá para realizar la colangiografía inicial y que es
habitualmente condición sine qua non para llevar a cabo cualquier procedimiento
terapéutico. El adiestramiento inicial conlleva la realización de, al menos, unos 200
procedimientos, que deberían ser tutelados por un endoscopista ya experto (6). Con
respecto a la esfinterotomía, Cotton ha indicado que es el procedimiento con más riesgo
realizado habitualmente por los endoscopistas (7)
Posteriormente, la CPRE también se ha desarrollado en el tratamiento de las
enfermedades pancreáticas. Sin embargo, las intervenciones biliares son, con mucho, las
más frecuentes en todos los centros.
Impacto de la CPRE en el tratamiento de las enfermedades biliares en
pacientes muy ancianos
Los pacientes con edades avanzadas que precisan una CPRE para desobstruir la vía biliar
constituyen una muestra elocuente de las ventajas de esta técnica y del alto índice de
beneficio/riesgo que conlleva. De esto son buen ejemplo los pacientes con 90 o más años a
los que se realiza la intervención.
En la tabla I se analizan las series publicadas con más pacientes que tratan de
la CPRE en enfermos con esta edad. En ellas se comunican un total de 189 pacientes que
necesitaron la realización de esta técnica entre los años 1987-2003. Algunos requirieron
más de una CPRE. El drenaje biliar fue satisfactorio en el 94% (178) de los pacientes; hubo
complicaciones leves en el 4% (8) y sólo un fallecimiento (0.5%) como consecuencia de la
prueba. Los diagnósticos fueron: 120 (63%) coledocolitiasis, 20 (11%) tumores y 49 (11%)
otras causas (principalmente dilatación de la vía biliar sin causa definida, en ocasiones
secundaria a coledocolitiasis migradas).
En todos se realizaron maniobras terapéuticas destinadas a conseguir el drenaje
(desobstrucción) de la vía biliar: esfinterotomía biliar , extracción de coledocolitiasis e
inserción de prótesis biliares plásticas o metálicas. También se llevaron a cabo otras
maniobras terapéuticas del intervencionismo endoscópico digestivo como la dilatación
pilórica con balón, necesario, en algunos casos, para poder llegar hasta el área papilar. El
resultado es, en general, al menos tan satisfactorio como en los pacientes de menor edad y
con tasa de complicaciones similar. Es ya conocido que las complicaciones de la
esfinterotomía biliar (hemorragia, pancreatitis aguda, perforación retroduodenal y
colangitis) no están relacionadas con la edad ni con el estado clínico de los pacientes
(13,14).
Tras la esfinterotomía biliar y por medio de cestas de Dormia y balones tipo
Fogarty se logra la extracción completa de los cálculos coledocianos en un porcentaje
elevado de los pacientes, en la primera o en sucesivas intervenciones (figura 1).
Figura 1. Coledocolitiasis múltiple en una paciente de 92 años extraídas
completamente por medio de CPRE.
Se resuelve así la obstrucción que causa estancamiento de la bilis y, en ocasiones,
colangitis. En el caso de grandes cálculos coledocianos que no pueden extraerse (son
mayores que la esfinterotomía biliar y no caben por ella) y cuyo tamaño tampoco ha podido
reducirse por algún tipo de litotricia, suele insertarse una prótesis biliar plástica para
facilitar el drenaje biliar (figuras 2a y 2b).
Figura 2. Se observan coledocolitiasis múltiples (izq.) que no pudieron extraerse
completamente tras la esfinterotomía biliar. Para facilitar el drenaje e impedir una colangitis
se insertó una prótesis plástica (der.) con doble pigtail (arandelas en ambos extremos). En
las personas ancianas, éste puede ser un tratamiento definitivo de la coledocolitiasis.
Es éste un método aceptado para tratar los grandes cálculos del colédoco no extraíbles
endoscópicamente, en pacientes no aptos para cirugía. Las prótesis biliares plásticas son
una opción válida para tratar ciertas complicaciones agudas de la coledocolitiasis en
pacientes con cálculos no extraíbles endoscópicamente (15,16). En pacientes seleccionados,
las prótesis pueden ser un tratamiento definitivo, aunque manteniendo revisiones clínicas.
Otra posibilidad es recambio protésico anual.
En los pacientes con neoplasias que producen ictericia obstructiva (ampuloma,
cáncer de la cabeza del páncreas, colangiocarcinoma o cáncer de vesícula biliar), se inserta
una prótesis en el colédoco (figura 3a y 3b).
Figura 3. Se observa una estenosis del colédoco superior (izq.) que ocasionaba
ictericica obstructiva. Para paliarla se insertó una prótesis metálica autoexpandible (figura
der.). Esta es una de las medidas paliativas más importantes en pacientes inoperables con
tumores que producen ictericia obstructiva.
Este es el método de elección en pacientes que no son candidatos para la cirugía (17).
Habitualmente se resuelve la ictericia y el prurito que acompaña a la colestasis. Cuando el
paciente no es operable (pocos cirujanos intervendrían un tumor, aún sin extensión, en un
paciente con edad tan avanzada) las prótesis biliares son una de las medidas paliativas más
importantes para mantener una calidad de vida aceptable antes del fallecimiento al que
irremisiblemente conduce una enfermedad de estas características. Las prótesis biliares
pueden ser plásticas (con diámetro interno de 10 french, unos 3 milímetros) o metálicas
autoexpandibles (diámetro interno, una vez abiertas del todo de 30 french, unos 10
milímetros). El elegir entre una u otra depende fundamentalmente de la expectativa de vida
del paciente (más o menos de 3 meses, que es lo que tarda en obstruirse una prótesis
plástica) y del lugar donde esté el tumor (las metálicas drenan mejor los tumores de
Klatskin, que obstruyen el hilio hepático). Los factores económicos (las metálicas son mucho
más caras) pueden ser también un factor determinante importante en muchos casos.
La terapéutica biliar endoscópica por medio de la CPRE implica intervenciones
que duran, en promedio, una hora. Durante este tiempo el paciente debe tener un
duodenoscopio introducido a través de la boca en la segunda porción duodenal. Es preciso,
por tanto, utilizar algún tipo de sedación. Habitualmente se utilizan fármacos opiáceos como
la meperidina y benzodiazepinas de acción rápida como el midazolam. En la mayoría de las
ocasiones, esta medicación es administrada por los mismos médicos endoscopistas. El
enfermo suele monitorizarse por medio de un pulsioxímetro.
Conclusión
Cuando se cumplen 30 años de la publicación de las primeras esfinterotomias biliares
endoscópicas (2,3), podría decirse que el esfinterótomo es el instrumento endoscópico
digestivo que más beneficio ha aportado a los pacientes. Desde ese año se ha resuelto la
obstrucción biliar por coledocolitiasis a miles de enfermos mediante un procedimiento
mínimamente invasivo. Algo parecido podría decirse de las prótesis biliares. Los pacientes
ancianos se han beneficiado especialmente de estas cualidades mínimamente invasivas del
procedimiento. El grupo de enfermos con 90 o más años a los que ha sido preciso aplicar
esta técnica son ejemplo elocuente de las ventajas del intervencionismo digestivo. Por lo
tanto, ningún paciente que lo necesite debe ser rechazado para esta técnica sólo por su
edad.
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