La menopausia, que es el cese permanente de las menstruaciones
por un mínimo de 12 meses, se divide en tres períodos, a saber:
premenopausia, que se inicia desde 5 a 6 años antes y se considera
también homóloga al climaterio (el climaterio marca en la mujer el fin de la
capacidad reproductora, con disminución gradual de la función ovárica y
estrógenica);1
menopausia propiamente dicha, que se inicia al estar la mujer 12 meses
sin presentar ciclo menstrual, y
posmenopausia, que comprende hasta 15 años
después.1
La menopausia es una etapa es muy compleja y variable en la vida de cada mujer,
pues las fluctuaciones impredecibles de la función ovárica a la que está sometida se
manifiestan de múltiples maneras, afectan todo el organismo femenino, desde la
piel, pasando por las mucosas y llegando hasta el cerebro, arterias, etc. Estos
cambios hormonales, marcados con elevación de LH y FSH, disminución de los
estrógenos por la menor producción folicular, reducción de progesterona y ausencia
de andrógenos ováricos,2 producen modificaciones en el ciclo
menstrual, que se vuelve más largo o más corto, con sangrado más abundante, de
mayor duración e irregular. Cuando investigamos otro tipo de alteraciones
asociadas encontramos, en el ámbito neurovegetativo: sofocos, palpitaciones,
parestesias, náuseas, cefalea, vértigo y, apenas mencionado, el
insomnio.3,4
También se describen otros trastornos psicológico-cognitivos, que incluyen
depresión, irritabilidad, falta de concentración, alteración de la memoria y olvido,
así como dificultades sexuales por disminución de la lubricación vaginal,
alteraciones en la libido, dispareunia, prurito e incontinencia
urinaria.3
Vale la pena recordar que la fisiopatología del sueño en la perimenopausia está
relacionada con un desequilibrio neuroendocrino y no es solamente de índole
psíquica, que los trastornos depresivos asociados confirman lo anterior y que estos
trastornos son más endocrinológicos que psicológicos o sociológicos ya que las
aminas biógenas están implicadas profundamente. El sueño superficial tipo REM y
de fases de vigilia en plena noche se asocia a pulsos de LHRH determinados por
elevación de la noradrenalina, y el sueño profundo está en relación con la elevación
de la serotonina y sustancias serotoninérgicas (triptofano) que determinan una
acción sedante en estas mujeres; la mujer perimenopáusica duerme mal y tiene
sofocos debido al predominio de la noradrenalina sobre la serotonina, por
consiguiente, hay aumento de los pulsos hipotálamicos de LHRH, de LH y
alteraciones secundarias vasomotoras, del sueño y excitabilidad, produciéndose a
su vez efectos secundarios por estas causas.2-5
La disminución normal de las funciones del SNC relacionada con la edad afecta no
sólo la función cognitiva, emocional y motora, sino también la capacidad de generar
sueño profundo en el momento adecuado de la noche. Es importante tener en
cuenta que el sueño es un proceso activo del cerebro y no sólo la ausencia del
estado de vigilia.6,7
A partir de una revisión de la literatura encontramos que los trastornos del sueño
se mencionan como algo muy común de la perimenopausia, pero todavía no se
observa que se les asigne la importancia que conllevan. Según
Kravitz8 en su estudio multiétnico con 12 603 mujeres, que incluyó
caucásicas, americanas, chinas, japonesas, africanas e hispanas de 40 a 55 años,
encontró alteraciones en el sueño en el 38% de esta población, con la incidencia
más baja en la premenopausia (31%), la más alta en la perimenopausia tardía
(45.4%) y en la posmenopausia quirúrgica (47.6%). También encontró diferencias
entre los grupos étnicos: el 28% de las japonesas y el 40% de las caucásicas
presentaron alteraciones, este autor concluye que las dificultades para conciliar el
sueño tienen relación con la transición menopáusica y no con la edad de la mujer y
que los síntomas vasomotores tienen alta relación con esta
problemática.8 Al revisar la frecuencia de consultas por síntomas,
encontramos que los estados depresivos se presentan en 72%, los sofocos en 69%,
la sudoración en 58% y, en cuarto lugar, el insomnio, con 63%.9
Goonaratna,10 en Sri Lanka, encontró el insomnio en primer lugar
con 57.5%; seguido de dolor articular, 55.8%; sudoración nocturna, 55.6%;
sofocos, 40.2%; irritabilidad, 35%, y cefaleas, 33%; éste es de los pocos autores
que le dan a este síntoma que afecta el estilo de vida de la mujer la importancia
que se merece. Salvatierra11 incluye el insomnio entre los síntomas
psicológicos en último lugar, y coloca en primer término la disminución del
rendimiento (¿a causa del insomnio?), seguida de astenia, nerviosismo, depresión y
frigidez. Otro autor que encontró disminución del rendimiento o letargia es
Yahya,12 quien recogió datos de 20 pueblos situados en las afueras
de la ciudad de Lahore, India, y detectó entre los síntomas asociados a la
menopausia, en primer lugar, la letargia, 65.4%; seguida de alteraciones en la
memoria, 57.7%; síntomas urinarios, 56.2%; agitación, 50.8%; depresión e
insomnio, en quinto lugar, 38.5%; sofocos, en sexto lugar, 36.2%, y por último
dispareunia, 16.9%, con un promedio de duración de los síntomas de 2 a 30 meses.
Nora Keenan,13 en su estudio con 2 602 mujeres, encontró entre los
ocho síntomas analizados los sofocos, 62.9%; sudoración nocturna, 48%;
problemas para dormir, en tercer lugar, 41.1%, e incluso encontró que cerca de
45% de las mujeres no consultaban por estas molestias y que solamente 16% no
manifestaron sintomatología alguna.
Steiger14 manifiesta que las alteraciones del sueño asociadas a
depresión, como la reducción en la continuidad del sueño y el sueño superficial, son
mayores en la mujer posmenopáusica que en la premenopáusica, e incluso el
aumento de la FSH se correlaciona con disminución del sueño superficial; en
mujeres premenopáusicas las alteraciones no tuvieron nada que ver con la
secreción hormonal.
La inestabilidad vasomotora se presenta en 85% de las pacientes, varía entre 40 y
1 o 2 sofocos al día, con aumentos de la temperatura de hasta 3ºC debido a los
cambios en la termorregulación provocados por alteraciones de la neurotensina,
catecolamina y LH.15,16 Uno de los principales síntomas de estos
sofocos es la alteración del sueño, produciéndose a su vez insomnio, fatiga,
depresión, nerviosismo e irritabilidad, ya que la eficacia del sueño es menor y la
latencia hasta REM aumenta.17 Polo-Kantola y col.18
evaluaron en 63 pacientes la relación entre síntomas vasomotores y anormalidades
en el polisomnograma, sin encontrar alteraciones en éste, y concluyen que la masa
corporal y la edad tienen mayor efecto en la alteración de la calidad del sueño que
los sofocos.
Los trastornos del sueño durante la menopausia tienen diferentes grados de
intensidad y pueden ser crónicos o transitorios, incluyen dificultad para dormirse en
la noche, inquietud en el reposo nocturno con sueño ligero, despertar temprano,
acortamiento de la duración del sueño y despertar a mitad de la noche sin dormir
más.6
La dificultad para dormirse en la noche o iniciar el sueño es característica en
pacientes con ansiedad de desempeño en el sueño y relaciones inadecuadas con
frustración por su insomnio al momento de irse a dormir. El no iniciar el sueño
puede vincularse con un menor impulso para dormir debido a actividad física
inadecuada, a sueño diurno excesivo o a tratar de dormir a la hora equivocada por
alteración o inversión del ciclo circadiano; es importante considerar también los
trastornos de ansiedad, el sueño disfuncional, los hábitos de la persona y los
trastornos dependientes de hipnóticos o el síndrome de piernas
inquietas.3,4,6
La dificultad para mantener el sueño o la inquietud en reposo pueden ser causadas
por trastornos psiquiátricos o médicos, por el síndrome de piernas inquietas, apnea
del sueño, trastornos ambientales, pesadillas o ingestión de
alcohol.6,14
El acortamiento de la duración del sueño se considera natural si ha estado presente
durante la vida adulta, si no se presenta fatiga ni somnolencia durante el día, si la
mujer refiere que el sueño breve siempre le resultó reconfortante y si las siestas
son poco frecuentes o breves.19 En el despertar temprano por la
mañana se deben considerar la depresión, el uso de hipnóticos de acción corta y el
síndrome de fase avanzada del sueño.20
Las investigaciones en laboratorios del sueño detectaron que durante la
menopausia se presenta afectación de las fases REM, con acortamiento de su
tiempo total y alargamiento de la latencia y, aunque es más intensa con la
presencia de sofocos, la correlación entre ambos no es
absoluta.18,20
De todas formas, cuando se presentan trastornos del sueño es necesario distinguir
si son secundarios a los sofocos, a procesos depresivos o alteraciones
hipotalámicas, por hábitos inadecuados como el exceso de siestas, al uso de
estimulantes como café, alcohol, tabaco, fármacos, a molestias físicas por
problemas de salud como artritis o dolores de otra etiología e incluso por
nicturia.3,4,9 Según el boletín técnico del Colegio Americano de
Obstetricia y Ginecología (ACOG),21 el trastorno más frecuente del
sueño en la perimenopausia es el alargamiento de la latencia, es decir que el
tiempo desde que la paciente se acuesta hasta que se duerme no debe exceder los
10 minutos, pues si supera ese tiempo, se puede considerar que ya presenta
trastorno del sueño.
Es importante un buen interrogatorio para conocer la etiología y así dar el
tratamiento indicado. Se debe investigar la cronicidad, el esquema actual de sueño-
despertar, la hora en que la paciente se acuesta, la hora en que apaga las luces,
latencia, duración del sueño, despertares nocturnos y su frecuencia; diferencia
entre días de semana y fines de semana, conducta durante los períodos que la
paciente está despierta y los factores que contribuyen al despertar, si existen
trastornos en el desempeño laboral, en actividades sociales; cómo se comporta su
compañero de cama en general. Se debe también indagar acerca de si presenta
ansiedad o depresión, la utilización de fármacos, alcohol, cafeína, tabaco,
etc.;5,22 los problemas psiquiátricos,23 los
problemas médicos como hipertensión, diabetes, insuficiencia cardíaca, dolor
lumbar, de cadera, osteoartritis y trastornos gastrointestinales también deben ser
analizados.24 Recomiendo el documento publicado por la Asociación
Americana de Trastornos del Sueño, en el que se incluye información amplia para
clasificar dichos trastornos.25
Owens26 estudió 521 mujeres con menopausia y encontró que el
42% de ellas reportaban algún tipo de disturbio en el sueño, asociado con altos
niveles de ansiedad, depresión, estrés y elevación leve de la presión,
presentándose con más énfasis en aquellas que estaban en transición hacia la
menopausia sin terapia de reemplazo hormonal (TRH). Al realizar un estudio
polisomnográfico a pacientes entre 56 y 77 años, se encontró mayor tendencia a
dormir en la tarde y acortamiento del sueño con despertar
temprano.27 Shahar y col.,28 revisaron 2 852
mujeres mayores de 50 años y encontraron también que aquellas sin TRH,
presentaban hasta el doble de alteraciones del sueño y concluyen que la terapia
hormonal podría jugar un papel para prevenir estos trastornos.
Young29 estudió 589 mujeres en el laboratorio del sueño y encontró
que los eventos de apnea o hipopnea por hora se incrementaron en la transición
menopáusica, siendo mayores en la perimenopausia que en la premenopausia y
mayores aun en la posmenopausia, concluye que la evaluación de la calidad del
sueño en la mujer durante la menopausia debe realizarse con prioridad, sobre todo
en aquellas que roncan, están somnolientas o tienen sueño insatisfactorio.
Bixler30 realizó un estudio más amplio, en una primera fase incluyó
12 219 mujeres y 4 364 hombres, de entre 20 y 100 años, y de éstos seleccionó
para una segunda fase 1 000 mujeres y 741 hombres con trastornos, para una
noche de estudio en el laboratorio del sueño; encontró que la apnea del sueño era
más frecuente en hombres, con una relación de 3.3:1, este tipo de apnea fue
menor en la premenopausia (0.6%) y en la posmenopausia con TRH (0.5%) y al
parecer se asoció con obesidad. En las mujeres posmenopáusicas sin TRH, Bixler
encontró que la alta incidencia de apnea fue significativamente mayor que en
aquellas que recibían TRH (2.7% vs. 0.6% p = 0.02). Este autor concluye
que la menopausia es un factor de riesgo de apnea del sueño en las mujeres, pero
en aquellas con TRH este riesgo es menor.
El tratamiento debe ser individualizado para cada paciente e iniciarse una vez se
tenga el diagnóstico preciso; para los trastornos del sueño debidos a la
menopausia, el ejemplo clásico del efecto de los estrógenos se puede observar en
varios estudios. Schiff y Regestein31 suministraron 0.625 mg de
estrógenos conjugados vs. placebo a 16 mujeres, 8 con salpingo-
ooforectomía y 8 con menopausia natural. Al mes de tratamiento notaron que las
que habían recibido estrógenos disminuyeron significativamente la fase de latencia
(p < 0.05) y tenían más sueño REM (p < 0.05) con diferencias significativas en el
tiempo total de sueño, el tiempo para despertar y en cada estadio del sueño, que
aquellas que recibieron placebo. Polo-Kantola y Erkkola32 realizaron
unestudio similar con 63 pacientes para evaluar la mejoría en la calidad del sueño
con los estrógenos, concluyeron que esta terapia mejora significativamente el
sueño de la mujer menopáusica, favorece el sueño en la mujer con insomnio o el
sueño alterado por los sofocos y que la mejoría de los síntomas climatéricos fue el
mejor factor predictivo beneficioso de los estrógenos sobre el sueño.
Keefe y col.33 encontraron que al mes de tratamiento con
estrógenos solos o asociados a progesterona, el síndrome de apnea del sueño se
redujo en todas las pacientes; esta reducción fue de hasta el 50% en las que
recibieron ambos fármacos y el distrés respiratorio disminuyó 25% en todas,
aconsejan seguir realizando este tipo de estudios para reunir mayor número de
pacientes. De todas formas, el tratamiento con estrógenos en la posmenopausia
ayuda a restaurar los parámetros normales del electroencefalograma durante el
sueño, lo cual contribuye a mejorar las funciones cognitivas.34 No
obstante, después de conocer los resultados del estudio Women’s Health
Initiative (WHI),35 recordamos que debemos ser prudentes y
que el tratamiento debe ser individualizado cuando se van a indicar hormonas;
debemos evaluar los riesgos, los beneficios36 y considerar las
recomendaciones de la Sociedad Internacional de Menopausia (IMS) para la
TRH.37
Los hipnóticos sedantes pueden ser apropiados pero todavía no están aprobados
por la Academia Americana de Medicina del Sueño para su uso a largo
plazo,6 por lo que el énfasis está puesto en las técnicas conductuales
para reformar los hábitos. Cuando el principal problema es iniciar el sueño se
aconseja un agente con vida media breve tipo zaleplon o zolpiden (que no son
benzodiazepinas); cuando se trata de mantener el sueño se aconseja uno de vida
media intermedia, como lorazepam o temazapam; en tanto que los de vida media
prolongada, como el flurazepam, se reservan para pacientes no ancianos que
requieren tratamiento diurno con ansiolíticos,6 tratando siempre de
utilizar la dosis mínima por el menor tiempo necesario.5,6,38
Existen otros tratamientos alternativos que es importante mencionar, sobre todo
para aquellas mujeres que deseen una alternativa diferente a la TRH o a los
hipnóticos. Por ejemplo, la utilización de salvia y alfalfa, que por su acción
antidopaminérgica alivia los sofocos y los sudores nocturnos y, por consiguiente, el
insomnio.39 Los fitoestrógenos derivados de la soja, ricos en
isoflavonas, en dosis de 35 mg al día en dos tomas durante 4 meses mejoraron
significativamente la sintomatología de 190 mujeres en el Hospital de la Macarena,
en España.40 También los fitoestrógenos de la semilla de lino y del
trébol rojo tienen efecto similar.41 En un estudio con 381 mujeres
de entre 47 y 69 años, tratadas con una fórmula de hierbas conteniendo
serpentaria, orozuz, sauzgatillo y ñame, se encontró que el 87% informaban
mejoría significativa en los trastornos del sueño y otros síntomas de la
menopausia.42 Por otra parte, en las islas de la Polinesia se utiliza
mucho la kava,43 en tanto que los homeópatas recomiendan la sepia
para la inestabilidad vasomotora, los sudores nocturnos y la fatiga diurna por falta
de sueño.44
El uso de productos naturales para el manejo de los síntomas de la menopausia –
que incluye los trastornos del sueño– está en aumento, y varios
estudios45,46 muestran resultados que parecen tan efectivos como
las terapias convencionales. Además, en un estudio reciente se utilizó acupuntura,
pero sin resultados concluyentes, debido a que el grupo de mujeres con
alteraciones del sueño se retiró del estudio.47
De todas formas, además del tratamiento individualizado que reciba cada mujer
para su trastorno del sueño, son muy importantes las recomendaciones para ella
respecto de los hábitos sanos del sueño, e identificar sus alteraciones, si las hay,
para estructurar un plan y ayudarla a modificarlos positivamente. Estos hábitos
son:
- Tratar de acostarse y despertarse a la misma hora
- Tomar una ducha tibia o caliente
- Un vaso de leche o de manzanilla, tilo, valeriana
- No utilizar la cama para leer, ver televisión, discutir
- Tener el colchón y la almohada en buen estado
- No realizar actividades físicas o mentales fuertes, cenar por lo menos dos horas
antes de acostarse
- Evitar las siestas
- Eliminar o disminuir el consumo de café, alcohol, tabaco
- Al apagar la luz dejar el trabajo y las preocupaciones fuera
- Conservar la habitación oscura, fresca, tranquila y, de ser posible, hacer el amor
para aumentar la liberación de endorfinas y lograr un mayor
relajamiento.5,6,19,47
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