Sociedad Iberoamericana de Información Científica |
Volumen 1, Número 5, Mayo 2003 |
Asociación Argentina de Cirugía |
Hallazgos Científicos |
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COMPARAN LA EVOLUCION DE PACIENTES CON HEPATOCARCINOMA SOMETIDOS A TRASPLANTE O RESECCION DE HIGADO
Título
original: Introducción La mayor parte de los trabajos publicados previamente trató de
demostrar la superioridad del trasplante o de la resección quirúrgica en
pacientes con hepatocarcinoma. Sin embargo, ciertos aspectos metodológicos
dificultaron la obtención de conclusiones confiables. Los autores
recuerdan que el programa de su institución contempla la posibilidad de
trasplante cuando el tumor se observa en un hígado cirrótico y en
ausencia de enfermedad extrahepática. En cambio, la resección se reserva
para pacientes con tumores únicos, periféricos y con buena funcionalidad
del hígado.
En esta revisión publican los resultados a largo plazo de la serie de
enfermos sometida a una u otra forma de tratamiento.
Señalan, sin embargo, que una de las limitaciones más importantes del
trabajo tiene que ver con la selección previa de los pacientes de cada
grupo.
Pacientes y métodos Los pacientes del grupo 1 fueron más jóvenes, tenían mayor
compromiso funcional determinado por la clasificación Child-Pough y un
grado más avanzado en la clasificación de Okuda.
La distribución por sexos, infección por virus B y C hepatitis y los
valores de alfafetoproteína fueron semejantes en los enfermos de ambos
grupos.
El diagnóstico de cáncer de hígado se basó en la anatomía patológica,
niveles de alfafetoproteína superiores a 400 ng/ml y hallazgos de la
tomografía computada helicoidal con triple fase. Aunque la punción
aspiración con aguja fina se efectuó en forma sistemática en los
primeros años del estudio, en las últimas etapas la disponibilidad de la
tomografía redujo considerablemente la necesidad de punción diagnóstica.
En el 77% de los enfermos (n: 93) del grupo 1 y en el 67% (n: 35) del
grupo 2 se realizó quimioembolización preoperatoria con doxorubicina,
lipiodol y partículas de esponja de gelatina. A los 7 y 30 días del
procedimiento se realizó tomografía computada para establecer, en forma
prequirúrgica, el estadio TNM. El tiempo promedio que transcurrió entre
la quimioembolización y la resección, en individuos del grupo 2, fue de
2.9 meses. Dos de los 121 enfermos sometidos a trasplante habían sido
intervenidos para resección en forma previa.
En pacientes del grupo 1, el tiempo promedio en lista de espera fue de
3.06 meses. Los sujetos sometidos a trasplante se subdividieron en otros
dos grupos: 1A y 1B según la intervención se hubiera realizado entre
1990 y 1995 o entre 1996 y 2000. El tiempo en lista de espera fue de 1.74
meses y de 3.84 meses en pacientes de los grupos 1A y 1B, respectivamente.
El tratamiento inmunosupresor incluyó globulinas antitimocíticas y
corticoides.
En sujetos con adecuada funcionalidad renal se indicaron fármacos
anticalcineurina (ciclosporina A o tacrolimus).
Resultados La mortalidad operatoria fue del 4% y del 2% en enfermos de los grupos
1 y 2, respectivamente.
La sobrevida a los 5 años fue del 68% en sujetos del grupo 1 y del 63%
en individuos del grupo 2. En forma similar, la sobrevida a los 10 años
fue del 42% y 45%, respectivamente.
La sobrevida libre de enfermedad a los 10 años fue significativamente
superior en pacientes del grupo 1 (42%) en comparación con los del grupo
2 (29%, p= 0.032). Hubo recidiva tumoral en el 10.6% y 65.5% de los
enfermos del grupo 1 y 2, respectivamente (p< 0.0001).
En el grupo 1, los factores que influyeron significativamente en la
aparición de recidiva fueron la invasión macroscópica o microscópica,
un valor de alfafetoproteína por encima de los 300 ng/ml y el estadio
pT4. En el modelo de variables múltiples, la invasión microscópica y el
nivel de alfafetoproteína fueron factores de recidiva tumoral.
En forma similar, en los enfermos del grupo 2, la invasión microscópica
y el estadio pT3-4 (incluye los dos tipos de invasión vascular) fueron
parámetros predictivos de reaparición del tumor, aunque en el modelo de
variables múltiples sólo el último mantuvo significancia.
Discusión Según los autores, los resultados de la investigación actual y la
experiencia global permitirían examinar dos posibles algoritmos de
terapia. El primero de ellos contempla la resección, siempre que sea
posible, en cualquier paciente con hepatocarcinoma. En caso contrario
puede evaluarse la posibilidad de trasplante. La principal ventaja de esta
conducta es la de "ahorrar" órganos potencialmente
trasplantables. El segundo algoritmo consiste en considerar en primer
lugar el trasplante (siempre que no haya contraindicaciones). Aunque los
trabajos no son categóricos en este sentido, la información completa
sugiere que la resección en pacientes con buena función hepática, sin
hipertensión portal y con tumores de menos de 5 cm, se asocia con
excelente evolución.
En conclusión, ambas alternativas se complementan; con una adecuada
selección de enfermos, los dos procedimientos se acompañan de buena
evolución ¿Cuáles son las indicaciones de
resección quirúrgica en pacientes con hepatocarcinoma? A. Nódulo único.
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ACTUALIZACION SOBRE PATOLOGIA DEL CONDUCTO PERITONEOVAGINAL Y HERNIA INGUINAL Título
original: Introducción El origen de las hernias inguinales está estrechamente relacionado con
el desarrollo embriológico normal, por lo cual el autor desarrolla
brevemente el tema. Las gónadas indiferenciadas aparecen en el embrión
de 4 semanas y comienzan a diferenciarse a las 7 semanas.
En el varón, a las 12 semanas aparece un divertículo del peritoneo en
la zona adyacente al orificio inguinal profundo que recibe el nombre de
conducto peritoneovaginal (CPV). A las 28 semanas, el testículo
retroperitoneal comienza su descenso hacia el escroto y se adhiere al CPV;
así, ambos atraviesan el orificio inguinal profundo, el conducto inguinal
y el orificio inguinal superficial. A las 32-33 semanas, el testículo
alcanza el escroto y el CPV desaparece excepto en su porción más distal,
que rodea al testículo y constituye la túnica vaginal con sus dos hojas,
la parietal y la visceral.
En el momento del nacimiento, el testículo se encuentra en el escroto
rodeado por la túnica vaginal y ha desaparecido la comunicación entre el
abdomen y el escroto a través del CPV.
En la mujer, no existe testículo ni cordón espermático. El CPV se
denomina conducto de Nuck y, en el momento del nacimiento, ya no persiste
su porción más distal.
En este proceso embriológico normal, se pueden producir diversas
anomalías. En el sexo masculino es posible enumerar: a) hidrocele
testicular no comunicante (el CPV desaparece, pero queda atrapado líquido
entre ambas hojas de la túnica vaginal), b) hidrocele testicular
comunicante (el CPV persiste y es de diámetro pequeño, lo cual permite
el pasaje de líquido intraperitoneal desde el abdomen hacia el escroto),
c) hidrocele o quiste del cordón (sólo persiste la porción proximal del
CPV y es de diámetro pequeño, por lo que el líquido intraperitoneal
pasará pero sin alcanzar el testículo) y d) hernia inguinal (la
persistencia del CPV y su gran diámetro permiten el pasaje de distintos
órganos desde el abdomen hacia la región inguinoescrotal).
Sin embargo, según hace notar el autor, el CPV persistente no implica
necesariamente la existencia de una hernia o un hidrocele. En efecto, según
las necropsias, cerca del 20% de los adultos tiene CPV persistente y
asintomático. Además, la mayoría de las hernias o hidroceles
testiculares comunicantes no están presentes al nacimiento sino que
aparecen en una etapa posterior; el hecho implica que el CPV persistía en
estado virtual, con sus paredes adosadas, hasta que algún factor determinó
su apertura.
En el sexo femenino, las patologías asociadas son la hernia inguinal y
el quiste de Nuck, los equivalentes en el hombre de la hernia inguinal y
el quiste de cordón, respectivamente.
Hernia inguinal También pueden herniarse el epiplón, el intestino grueso o cualquier
estructura intraabdominal. Las hernias directas y crurales de la región
inguinal son excepcionales. En las primeras, el intestino protruye porque
existe debilidad en la pared posterior del conducto inguinal; mientras que
en la segunda, hay un defecto en la pared del orificio crural.
La incidencia de hernia inguinal en pediatría oscila entre el 1% y el
5%; en varones prematuros es más elevada (7% a 30%) porque el CPV no
cerrado al nacer queda expuesto a diversas situaciones fisiológicas o
patológicas que aumentan la presión intraabdominal y tienden a
perpetuarlo.
Hay un predominio en el sexo masculino y en el lado derecho, lo cual es
avalado por la serie de pacientes presentada por el autor. En efecto, de
182 niños con hernia inguinal, el 63% era del sexo masculino y el 37% de
sexo femenino; el lado derecho estuvo afectado en el 62% de los casos, el
izquierdo en el 30% y ambos lados en el 8%. Entre las condiciones que
pueden aumentar la incidencia y recurrencia de la hernia inguinal se
mencionan la alteración en la anatomía inguinal, como en la extrofia
vesical y la luxación congénita de caderas; la alteración en los
tejidos, como en ciertas enfermedades del tejido conectivo (Ehlers-Danlos)
o en las mucopolisacaridosis (síndrome de Hunter-Hurler); el aumento de
la presión intraabdominal, como en niños en diálisis peritoneal o con
derivaciones ventriculoperitoneales o ascitis; y por asociación de los
dos últimos mecanismos, como en la fibrosis quística del páncreas.
Las hernias inguinales se evidencian, clínicamente, como una tumoración
intermitente en la ingle (puede llegar, en algunos casos, al escroto o
labios mayores), que aparece en forma espontánea o en posición erecta, o
cuando aumenta la presión intraabdominal y desaparece espontáneamente o
con maniobras manuales. La mayoría de las hernias inguinales no están
presentes al nacer y aparecen en una etapa posterior de la vida, asociadas
con ciertos factores que producen un aumento de la presión intraabdominal
(constipación, vómitos, diarrea, tos, estornudos, esfuerzos físicos o
estados febriles).
El diagnóstico es sencillo y se basa en el interrogatorio de los
padres y el examen físico. Es típico el relato sobre la aparición
repentina de un «bulto» en la región inguinal, en general coincide con
alguno de los factores determinantes mencionados.
La observación y palpación de una tumoración alargada y redondeada
en la región inguinal o inguinoescrotal confirma el diagnóstico. En los
casos no muy evidentes, puede resultar útil colocar al paciente en posición
vertical y comprimir su abdomen, para forzar la salida del contenido
abdominal por el CPV. La palpación de un conducto inguinal engrosado
puede sugerir una hernia, pero la confirmación definitiva requiere la
observación de la tumoración.
No están indicados la ecografía ni ningún otro método por imágenes
para el diagnóstico.
La complicación más temible en una hernia es el atrapamiento de la
estructura herniada en las paredes que la contienen. Ocurre en forma
predominante en niños menores de 1 año, con un pico máximo en los recién
nacidos prematuros (hasta el 60%). Las manifestaciones clínicas dependen
de la estructura atrapada. Si es el intestino, se encontrarán signos de
oclusión intestinal (hernia atascada) o de compromiso isquémico de su
pared (hernia estrangulada), que también puede afectar la irrigación
sanguínea testicular que transcurre por las paredes del CPV (causa de
atrofia o hipotrofia testiculares). En cambio, si el órgano afectado es
el ovario, puede surgir compromiso isquémico del mismo tanto por compresión
del pedículo como por torsión asociada. Los signos clínicos de alarma
que sugieren complicación son la presencia de una tumoración inguinal
irreductible con signos inflamatorios locales (dolor intenso,
enrojecimiento y aumento de la temperatura) y signos de oclusión
intestinal si la estructura atrapada es el intestino (vómitos, distensión
abdominal y ausencia en la eliminación de gases o materia fecal).
En las niñas es frecuente la presencia de una tumoración irreductible
pero sin signos inflamatorios locales.
Según explica el autor, una vez detectada una hernia inguinal, la única
conducta válida es la quirúrgica, por el riesgo de complicaciones y
porque no hay posibilidad de cierre espontáneo del conducto. En caso de
una hernia inguinal reductible, la cirugía será programada, mientras que
si la hernia es irreductible, se deberá intentar su reducción inmediata
en forma manual. Una vez reducida, el momento ideal para practicar la
cirugía es a las 24-48 horas para facilitar que los tejidos se
desinflamen y evitar demoras ante el mayor riesgo de nuevos episodios de
atascamiento. Si no es posible la reducción, la conducta es quirúrgica y
de urgencia. El procedimiento se realiza con anestesia general, mediante
una incisión de 2-3 cm de largo en el pliegue inguinal homolateral y
consiste en identificar el CPV (saco herniario), separarlo de los
elementos adyacentes, reintroducir en el abdomen las estructuras
herniadas, si las hubiera y cerrar el conducto por una ligadura bien cerca
de su origen. La vía laparoscópica no parece ofrecer ventajas
adicionales, ya que su índice de complicaciones es mayor y es más
riesgosa. La cirugía se practica en forma ambulatoria, salvo en los recién
nacidos prematuros durante los primeros 6 meses de vida, a quienes se los
observa durante 18-24 horas por el riesgo de apneas. La recidiva es muy
rara y está asociada a factores que dificultan el acto quirúrgico como
la prematurez o la inflamación de los tejidos en una hernia atascada. La
tasa de curación definitiva es cercana al 100%. La tasa de complicaciones
posoperatorias es menor al 1%, el riesgo es mayor en los prematuros y los
menores de 6 meses.
Finalmente, dada la controversia planteada en cuanto a la necesidad de
explorar el lado contralateral para buscar un CPV persistente, el autor
sugiere su realización en niños con fuerte sospecha de hernia inguinal
bilateral, enfermedades predisponentes o riesgo anestésico aumentado. Al
respecto, mediante observación laparoscópica desde el abdomen o el saco
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FACTORES QUE INFLUYEN EN LA EVOLUCION DE LA PROSTATECTOMIA
Título
original: Introducción En general, los hallazgos fueron compatibles con una mejor evolución
posquirúrgica en relación con la experiencia de la institución y del
profesional. Las observaciones justificaron, asimismo, la derivación de
enfermos para ciertas intervenciones a centros con amplia experiencia, tal
como ocurre con los pacientes que deben ser sometidos a extirpación total
del esófago o del páncreas, situaciones en las que la relación
mencionada es más evidente. Aunque la tendencia favorable ha sido de
menor cuantía en otras situaciones, como en cáncer de colon, de mama y
de pulmón, reviste enorme importancia a nivel de salud pública por la
elevada frecuencia de dichas neoplasias.
Los autores recuerdan que la prostatectomía radical se utiliza
ampliamente en el tratamiento de pacientes con cáncer de próstata en
estadios precoces. Aunque la intervención parece asociarse con mejor
evolución cuando se la realiza en hospitales con gran volumen quirúrgico,
hay que recordar que la mortalidad posintervención es muy baja,
aproximadamente del 0.5%. No obstante, si se considera el índice de
complicaciones tardías, la intervención puede adquirir extrema
importancia desde el punto de vista sanitario. En el trabajo, los autores
aprovechan la Base de Datos de Vigilancia, Epidemiología y Resultados
Finales de Medicare (SEER) para determinar la influencia de la experiencia
del cirujano y del volumen de operaciones de una institución en la
evolución de enfermos sometidos a prostatectomía radical.
Métodos En primer lugar se identificaron los pacientes de esa edad en quienes
se efectuó el diagnóstico de cáncer de próstata entre 1992 y 1996. La
muestra final para el análisis estuvo integrada por 10 737
pacientes.
Se consideraron cuatro tipos de evolución: muerte posquirúrgica
(dentro de los primeros 30 a 60 días), complicaciones posoperatorias
(cardíacas, vasculares, respiratorias, necesidad de reintervención y
sangrado), complicaciones urinarias tardías (obstrucción del cuello
vesical, estrechez de la uretra o uréter, fístulas vesicales o
intestinales, absceso pélvico) e incontinencia a largo plazo.
Se determinó el volumen de operaciones por centro y por cirujano y se
establecieron cuatro categorías por cuartilos. Se consideraron variables
de ajuste como edad, raza, estadio tumoral en el momento del diagnóstico
y presencia de patologías concomitantes según el índice Charlson
modificado (IChm).
Resultados No se comprobó relación entre el volumen hopsitalario y la mortalidad
asociada con la prostatectomía radical. En cambio, el mayor volumen
hospitalario se acompañó de índices más bajos de complicaciones
posquirúrgicas y urinarias tardías aunque no con un menor índice de
incontinencia a largo plazo. La tendencia, en relación con la cantidad de
intervenciones realizadas por el profesional, fue semejante. La morbilidad
posoperatoria fue inferior en hospitales de gran volumen (27% versus
32% en los de bajo volumen de cirugías). Asimismo, fue más baja cuando
la intervención fue efectuada por un profesional de mayor experiencia
(26% versus 32%).
El análisis separado de la evolución en pacientes intervenidos por
los 159 cirujanos en las dos categorías de más volumen mostró
variaciones estadísticamente significativas en el índice de
complicaciones posquirúrgicas (p< 0.001), índice de complicaciones
urinarias tardías (p< 0.001) y frecuencia de incontinencia a largo
plazo (p< 0.001), aún después del ajuste según la edad, el IChm y el
volumen hospitalario.
Sin embargo, los enfermos intervenidos por algunos de estos
profesionales tuvieron una evolución distinta a la esperada según las
variables comentadas con anterioridad.
Aproximadamente la mitad de los 159 profesionales en las dos categorías
de mayor volumen ejercía en un único hospital, el 32% lo hacía en dos
centros y el 16% en tres o más instituciones.
Discusión Sin embargo, aunque las tendencias parecen igualmente favorables en
estos casos, los resultados del estudio actual mostraron una amplia
variabilidad en la evolución de los enfermos según cada profesional, aún
entre los de más experiencia. Revelan, asimismo, la necesidad de efectuar
investigaciones más amplias y a mayor plazo para determinar con precisión
la verdadera incidencia de complicaciones tardías. La existencia de una
variabilidad considerable debería estimular programas de educación y
entrenamiento para optimizar la calidad de la atención quirúrgica,
agregan por último los autores.
¿Cuáles son las indicaciones de
resección quirúrgica en pacientes con hepatocarcinoma? A. Nódulo único. |
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