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Autoevaluación de Lectura |
¿Cuál de los siguientes parámetros hemodinámicos se eleva en pacientes con hipercolesterolemia? A. Presión de pulso central. |
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ELEMENTOS
PREDICTIVOS DE RIESGO CARDIOVASCULAR En el artículo, el autor discute la manera de valorar el riesgo cardiovascular en la práctica profesional diaria, en base al uso de pruebas diagnósticas simples. Postgraduate Medicine 111(4): 107-120, 2002 Autor: Nash DT. Institución/es participante/s en la investigación: State University of New York Health Science Center, Nueva York, EE.UU. Título
original: Introducción Estratificación del riesgo Los factores de riesgo de EC actúan mediante numerosos mecanismos,
causales, condicionales o predisponentes. Por ejemplo, se acepta que
cinco factores de riesgo -tabaquismo, hipertensión, hipercolesterolemia
y elevación del colesterol asociado con lipoproteínas de baja densidad
(LDLc), diabetes y baja concentración de colesterol asociado con
lipoproteínas de alta densidad (HDLc) son cruciales y directamente
causales al promover el desarrollo de las placas de ateroma.
Según los resultados del estudio Framingham y otros trabajos
similares, la mayor parte del riesgo de EC, en sociedades
industrializadas, es consecuencia de estos cinco factores causales.
Los factores condicionales son aquellos que tienen una conexión
incierta pero cuya presencia se correlaciona con mayor riesgo.
Los factores predisponentes, señala el autor, interactúan con los
factores causales y algunos de los condicionales a través de mecanismos
complejos. Por ejemplo, la obesidad se considera uno de los factores
predisponentes más importante de riesgo de EC en la población de los
Estados Unidos.
El Programa Nacional de Educación sobre Colesterol (NCEP) ha
participado activamente para brindar información sobre el riesgo de EC
tanto para la comunidad general como para los profesionales. En la
segunda publicación del NCEP se incorporó la edad como factor de
riesgo de EC y, actualmente, se la considera un marcador sustituto de la
presencia de arteriosclerosis, más importante en personas de más edad.
Es posible que en el futuro, la valoración de calcio en las arterias
coronarias reemplace a la edad como parámetro de enfermedad
arteriosclerótica.
Evaluación del riesgo en la práctica diaria El índice de masa corporal (IMC, kg/talla en m2) refleja
la cantidad corporal de grasa. Los sujetos con un IMC de 25 kg/m2
o más se considera que tienen sobrepeso. El nivel de resistencia a la
insulina se correlaciona bien con la relación entre la circunferencia
de cintura y cadera (CCC): más de 100 cm en el hombre y más de 90 cm
en mujeres probablemente sean relevantes desde el punto de vista clínico.
El LDLc es la fracción lipídica más aterogénica y se la considera
el blanco principal de la prevención y tratamiento. Los eventos
coronarios ocurren en personas con una concentración de LDLc de 130 a
160 mg%. El estudio Framingham indicó que, aunque el nivel de
colesterol total de 240 mg% o superior claramente confería mayor riesgo
de EC, aproximadamente el 20% de los eventos coronarios ocurre en
pacientes con niveles aparentemente normales de colesterol total, por
debajo de los 200 mg%. En particular, entre los 50 a 84 años, una
cantidad importante de eventos coronarios se da en personas con niveles
adecuados de LDLc y de colesterol total. Sin embargo, la mayoría de los
enfermos en esta situación tiene, además, un bajo nivel de HDLc
(inferior a los 35 mg%).
La prevención primaria se basa en el grado de riesgo absoluto o sea
en la probabilidad que tiene un paciente de desarrollar EC a lo largo de
un período determinado. Así, los enfermos pueden ser incluidos en las
categorías de riesgo alto, bajo o intermedio según la probabilidad de
que experimenten un evento coronario en los 10 años siguientes. Un
riesgo del 20% o mayor se acerca al que corresponde a individuos con EC
establecida. Los resultados en la prueba de ejercicio, la existencia de
múltiples factores de riesgo y la enfermedad arteriosclerótica en
arterias periféricas (incluyendo la enfermedad sintomática de carótida)
son algunos de los signos indicadores. Los pacientes de esta categoría
deben ser tratados en forma agresiva, en forma similar a un paciente que
ha tenido un evento cardíaco. El autor recuerda que aunque existen
varios sistemas internacionales para valorar el riesgo del paciente, en
el quehacer rutinario el profesional suele estimar en forma práctica el
riesgo de su enfermo y actuar en consecuencia.
A partir de algunos ejemplos puntuales, el experto enfatiza ciertas
medidas que indudablemente deben tratar de revertirse.
El hábito de fumar, aún en personas aparentemente sanas, debe ser
desalentado. Los beneficios de su interrupción son dramáticos y casi
inmediatos: el índice de mortalidad por EC cae al de personas que no
fuman dentro de los 12 meses de dejar de fumar.
Además de la corrección de las anormalidades en las fracciones de lípidos
y del peso corporal, la Asociación Americana de Diabetes
considera a la obesidad como un factor de riesgo mayor para EC, ya que
predispone a hipertensión, hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia,
bajos niveles de HDLc, estado protrombótico y diabetes tipo 2. El
agrupamiento de estos factores, habitual en pacientes con sobrepeso u
obesidad, atrajo gran atención y motivó numerosas denominaciones, la más
común síndrome X o síndrome metabólico. Un estudio reveló que la
presencia de tres de estos parámetros de riesgo se asociaba con el 48%
de eventos coronarios en las mujeres evaluadas.
En sujetos con sobrepeso u obesidad, las medidas generales y
nutricionales son esenciales. Debe considerarse un mayor consumo de
fibras solubles y de estanoles vegetales. En caso de que la dieta no se
asocie con los resultados esperados en un tiempo prudencial, está
indicado el tratamiento farmacológico, preferentemente con estatinas.
La incidencia de claudicación intermitente aumenta notablemente en
edades avanzadas. La alteración debería considerarse en un contexto
sistémico ya que es un fuerte parámetro predictivo de morbilidad y
mortalidad por enfermedad cardiovascular. La prevalencia de EC en
pacientes con claudicación intermitente es del 40% al 60%. En ellos, el
índice de mortalidad es dos veces y medio más alto que el de sujetos
comparables en edad. El índice tobillo braquial (normal por encima de
1) puede obtenerse en forma no invasiva y es un indicador útil de la
gravedad de la enfermedad arterial periférica. Un índice por debajo de
0.8 se correlacionó con mayor frecuencia de eventos coronarios y muerte
de causa global. El Estudio de Salud Cardiovascular comprobó que
un índice bajo era un importante elemento de predicción de primer
evento coronario en hombres de 65 años o más, sin patología
cardiovascular basal. En estos enfermos el tratamiento hipolipemiante
debe ser agresivo ya que se debe intentar llegar a un valor de LDLc por
debajo de los 100 mg%, similar al de personas con EC establecida. Las
estatinas están indicadas en este contexto.
En algunos pacientes en particular (historia familiar positiva,
obesidad o tabaquismo pero niveles de lípidos dentro de la normalidad)
puede ser de utilidad el estudio tomográfico para determinar el grado
de calcificación arterial. El experto recuerda que el procedimiento no
es invasivo, se realiza rápidamente y no requiere ninguna preparación
especial. La valoración del calcio coronario permite estimar el grado
de arteriosclerosis y se acepta que un índice superior a 130 se asocia
con la existencia de placas calcificadas. El abordaje parece muy
confiable en la evaluación de pacientes con sólo riesgo moderado. Sin
embargo, hasta la fecha no hay recomendaciones puntuales en relación
con su uso.
Cuando el tratamiento con estatinas no logra llevar el nivel de HDLc
a valores deseados, por encima de los 40 mg%, puede considerarse el
tratamiento con niacina, tal como lo establecen las recomendaciones del
NCEP.
Importancia del descenso del LDLc Los estudios en animales y en pacientes con hipercolesterolemia genética
motivaron al NCEP a considerar el LDLc como blanco principal de la
terapia. El papel de las estatinas en la reducción del LDLc y en el
descenso de la morbilidad y mortalidad ha sido bien establecido en
estudios de prevención primaria y secundaria. Las estatinas descienden
el riesgo de un primer evento o de eventos subsiguientes. Algunas de
ellas parecen tener beneficios particulares y serían más eficaces para
llegar a las cifras de LDLc y colesterol total aconsejadas por el NCEP.
Asimismo, en comparación con otras drogas hipolipemiantes (derivados
del ácido fíbrico, secuestradores de sales biliares y niacina) las
estatinas se asocian con el índice más bajo de interrupción del
tratamiento.
Resumen La mayoría de los individuos, en cambio, tiene niveles sólo
ligeramente elevados o considerados dentro del promedio de normalidad.
Es en esta población que la prevalencia de EC es preocupante. De allí
que los organismos internacionales publiquen constantemente pautas de
manejo y de estratificación de riesgo destinadas a la gran mayoría de
los pacientes. Las terceras publicaciones del NCEP ampliaron la categoría
de enfermos que debería recibir tratamiento agresivo y considera otros
elementos que colocan al paciente en un riesgo semejante al de un sujeto
con EC establecida.
Las estatinas son seguras y eficaces para reducir los niveles de
LDLc, principal objetivo del tratamiento y de la prevención.
Además, estas drogas elevan el HDLc y descienden el nivel de triglicéridos.
La utilidad de las estatinas en prevención primaria y secundaria no
ofrece dudas, comenta por último el autor.
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Autoevaluación de Lectura |
¿Cuál de los siguientes es un factor de riesgo principal de enfermedad cardiovascular? A. Tabaquismo. |
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LA
OBESIDAD ES UN FACTOR DE RIESGO INDEPENDIENTE DE ENFERMEDAD CORONARIA La obesidad es un factor de riesgo independiente de enfermedad coronaria cuya influencia está mediada por los factores de riesgo característicos del síndrome metabólico. Circulation 105:2696-2698, 2002 Autor: Grundy SM Institución/es participante/s en la investigación: Center for Human Nutrition and the Departments of Clinical Nutrition and Internal Medicine, University of Texas Southwestern Medical Center al Dallas, Dallas, EE.UU. Título
original: La relación entre obesidad,
aterosclerosis coronaria y enfermedad coronaria (EC) ha sido objeto de
cierta disputa durante varios años. A pesar de los hallazgos negativos
previos, el estudio Framingham mostró que el incremento de los niveles
de obesidad está acompañado por mayores tasas de EC. Sin embargo, el
análisis del estudio indica que gran parte de la relación entre peso y
riesgo de EC está mediada por los principales factores de riesgo: presión
arterial, colesterol total y asociado a lipoproteínas de alta densidad
(HDLc) y diabetes.
Otros trabajos prospectivos sugieren que la obesidad es un factor de
riesgo de EC independiente de los factores de riesgo estándar.
De ser así, parte de la relación entre obesidad y EC puede obedecer
a elementos de riesgo emergentes como dislipidemia aterogénica,
resistencia a la insulina y estados proinflamatorio y protrombótico. La
dislipidemia aterogénica, o tríada lipídica, comprende elevaciones de
triglicéridos y de lipoproteínas de baja densidad (LDL) pequeñas, con
bajas concentraciones de HDLc. Por otra parte, diversas hipótesis
sugieren una relación causal entre la resistencia a la insulina y el
riesgo de EC. El estado proinflamatorio, que se caracteriza por la
elevación de la proteína C reactiva de alta sensibilidad, predispone a
los obesos a sufrir síndromes coronarios agudos. El exceso de tejido
adiposo segrega cantidades elevadas de citoquinas, asociadas al estado
proinflamatorio. Por último, el tejido adiposo en exceso también
libera cantidades importantes del inhibidor del activador de plasminógeno
tipo 1, que favorece un estado protrombótico.
Con respecto al impacto de la obesidad en la aterosclerosis
coronaria, el estudio Pathological Determinants of Atherosclerosis in
Youth (PDAY) permitió establecer la relación entre grasa corporal
y magnitud de las lesiones coronarias. La experiencia incluyó las
autopsias de 3 000 personas de entre 15 y 34 años que fallecieron por
causas externas. La adiposidad fue estimada mediante el índice de masa
corporal (IMC) y el grosor del panículo adiposo. En los hombres, el IMC
se asoció positivamente con la presencia de estrías grasas y placas
ateroscleróticas en las coronarias derecha y descendente anterior. La
presencia de panículo adiposo importante también se relacionó con
mayores lesiones en la coronaria derecha cuando el IMC supero los 30
kg/m2. Por ende, la obesidad se presentó como factor
contribuyente en la aterosclerosis coronaria en adultos jóvenes y
adolescentes de sexo masculino. En el PDAY, parte de la asociación
entre adiposidad y aterosclerosis coronaria podría explicarse por los
principales factores de riesgo convencionales.
A mayor adiposidad, el colesterol asociado a LDL y lipoproteínas de
muy baja densidad, la glicohemoglobina y la prevalencia de hipertensión
estaban elevados, mientras que los valores de HDLc eran bajos. Sin
embargo, estos factores de riesgo no eliminaron los efectos de la
obesidad en el desarrollo de lesiones coronarias. Los presentes
hallazgos indican que la obesidad es un factor de riesgo de
aterosclerosis coronaria independiente de los factores de riesgo
convencionales, al menos en la población de hombres jóvenes.
Por otra parte, si la obesidad es un factor de riesgo independiente
de aterosclerosis coronaria, gran parte de la influencia de la obesidad
es mediada por la resistencia a la insulina y los estados protrombóticos
y proinflamatorios. En el estudio PDAY, los mayores niveles de
glicohemoglobina en los más obesos refleja la existencia de resistencia
a la insulina. Los hallazgos del trabajo sustentan la hipótesis de que
los factores de riesgo emergentes, comunes en obesos y que caracterizan
al síndrome metabólico, son independientemente aterogénicos.
En otro orden, los diferentes resultados derivados de diversos
estudios indicarían demasiada variabilidad en la sensibilidad a los
efectos adversos de la obesidad como para detectar una relación
definitiva. Este fenómeno es importante debido a sus consecuencias en
el tratamiento del problema de la obesidad en diferentes poblaciones. Un
ejemplo de esta diferencia en la susceptibilidad se advierte en hombres
y mujeres norteamericanos.
Como lo demostró el estudio PDAY, la adiposidad ejerció un mayor
efecto en el proceso de aterogénesis de los varones. Además, está
demostrado que el hombre desarrolla aterosclerosis coronaria con mayor
rapidez que las mujeres. Esta diferencia podría estar relacionada con
la distribución de la grasa corporal en ambos sexos. Los hombres
tienden a acumular grasa abdominal, y la obesidad abdominal tiene mayor
impacto en los factores de riesgo que la adiposidad gluteofemoral, más
común en las mujeres.
Asimismo, algunas poblaciones son más susceptibles a los efectos
adversos de la obesidad. Por ejemplo, el incremento moderado de peso en
la población del sur de Asia aumenta de manera significativa el riesgo
de EC. Esta población con frecuencia desarrolla resistencia a la
insulina frente al aumento moderado del peso, tendencia que se observa
en los individuos que emigran a otras regiones o que habitan en zonas
urbanas. Asimismo, también existe variabilidad racial y étnica en la
susceptibilidad a factores de riesgo específicos del síndrome metabólico.
En general, la población blanca de origen europeo experimenta mayor
predisposición a la dislipidemia aterogénica en comparación con otras
poblaciones. Los negros de origen africano tienden a desarrollar
hipertensión cuando aumentan de peso y son más sensibles a la diabetes
tipo 2, posiblemente debido a su reserva relativamente baja de secreción
de insulina. Por otra parte, desarrollan con menor frecuencia
dislipidemia aterogénica que los blancos con el mismo grado de aumento
de peso. En EE.UU., los americanos nativos y los hispanos son
especialmente susceptibles a la diabetes tipo 2, y desarrollan
hipertensión con menor frecuencia que los negros. Los asiáticos del
este tienden a expresar el síndrome metabólico primero como
resistencia a la insulina y diabetes tipo 2. Por otra parte las
poblaciones del sur y sudeste de Asia son más sensibles a la EC que los
del este asiático. En opinión del autor, mayor cantidad de
comparaciones sistemáticas contribuirá a la comprensión del síndrome
metabólico. Además, estudios sobre los patrones de enfermedad
cardiovascular y diabetes tipo 2 en distintas poblaciones permitirán
determinar el papel de la adiposidad en la génesis de la aterosclerosis
coronaria.
Debido a la relación de la obesidad con EC y diabetes tipo 2, la
creciente prevalencia de la primera en EE.UU. constituye una preocupación
importante. Un informe reciente señaló que entre el 20% y el 25% de la
población adulta norteamericana presenta síndrome metabólico, valores
que se elevan al 50% entre los mayores. Por ello, los esfuerzos para
evitar la obesidad en la población deben ser prioridad nacional,
destaca el autor. Desde el punto de vista clínico, la atención debería
centrarse en los individuos sensibles al desarrollo de factores de
riesgo y síndrome metabólico. En algunos casos, la reducción de peso
y el incremento de la actividad física serían suficientes para
eliminar los factores de riesgo, mientras que otras situaciones también
requerirán terapia farmacológica.
EL
SIMVASTATIN DISMINUYE LOS NIVELES DE PROTEINA C REACTIVA
INDEPENDIENTEMENTE DE SU EFECTO SOBRE EL PERFIL LIPIDICO Denver, EE.UU. Título
original: Introducción La terapia con estatinas es eficaz en la prevención primaria de
eventos coronarios en sujetos con niveles elevados de PCr, incluso en
presencia de valores lipídicos relativamente bajos.
Sin embargo, todavía se desconoce la respuesta temprana de la PCr a
las estatinas, así como su relación con el descenso del colesterol
asociado con lipoproteínas de baja densidad (LDLc). De acuerdo con la
hipótesis de los autores, el simvastatín ejercería un efecto
relativamente rápido sobre la PCr, con variaciones detectables a los
pocos días de iniciada la terapia. En la presente experiencia
determinaron la velocidad en que se produjeron los cambios en los
niveles de PCr posterior al inicio y a la suspensión de la terapia y si
éstos se producen independientemente de las variaciones del LDLc.
Métodos Los niveles de PCr altamente sensible (PCras) fueron medidos al
inicio y en los días 1, 3, 7 y 14 de cada etapa, mientras que el LDLc
se determinó al inicio, a los 7, y a los 14 días. La medición de la
lipoproteína(a) [Lp(a)] y del fibrinógeno, reactantes de fase aguda,
permitió evaluar la especificidad de la respuesta de la PCr. Los otros
parámetros de laboratorio estudiados comprendieron función hepática,
nitrógeno ureico, creatinina, glucosa, perfil lipídico, hemograma y
uroanálisis.
Mediante análisis estadístico los autores detectaron las
correlaciones entre los cambios en los niveles del LDLc y las
variaciones en los valores de PCras, fibrinógeno y Lp(a) bajo los 2 regímenes
terapéuticos.
Resultados Tampoco se detectó correlación importante en los cambios del LDLc
entre el inicio y los días 7 y 14 y entre los días 7 y 14 con los
correspondientes a los niveles de PCr, fibrinógeno y Lp(a) con
tratamiento con simvastatín o placebo. Por último, las variaciones en
los resultados entre los días 7 y 14 tampoco se relacionaron con los
cambios del LDLc en el período previo.
Conclusiones
Autoevaluación de Lectura
¿Qué parámetro de laboratorio no se
ve afectado de manera significativa por la terapia con simvastatín? A. Fibrinógeno. |
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