ENDOTELIOSIS
GLOMERULAR EN EMBARAZO NORMAL Y PREECLAMPSIA
Strevens H,
Wide-Swensson D, Hansen A y colaboradores
Department of Obstetrics and
Gynaecology, University Hospital, Lund, Suecia
[Glomerular endotheliosis in normal
pregnancy and pre-eclampsia]
BJOG: an International Journal of
Obstetrics and Gynaecology
110:831-836, 2003
La mera presencia de endoteliosis glomerular no confirma
el diagnóstico de preeclampsia, ya que algunas modificaciones se
detectan también en mujeres sin la enfermedad.
La endoteliosis glomerular (EG) es una lesión característica que
se encuentra en las biopsias renales de mujeres con preeclampsia
(PE) y se la considera patognomónica de la enfermedad. Consiste en
edema de las células endoteliales con invasión del espacio
capilar. La PE es una grave complicación que se asocia con
importante morbilidad y mortalidad materna y fetal. Se ha observado
correlación entre proteinuria, hiperuricemia y mortalidad
perinatal. Sin embargo, señalan los autores, la hipertensión y
proteinuria también pueden estar en otras patologías renales o
nefrosclerosis, presente en el 20% al 40% de las mujeres embarazadas
con hipertensión y proteinuria.
El objetivo de este estudio
prospectivo es investigar la proporción de mujeres con enfermedad
hipertensiva gestacional, con proteinuria o sin ella y hallazgos
patognomónicos de PE versus otras patologías renales. Para
ello se obtuvieron biopsias de riñón antes del parto en pacientes
no seleccionadas, cerca del momento de inicio de los síntomas de la
enfermedad hipertensiva. Las observaciones se compararon con las de
biopsias de mujeres embarazadas normales.
El estudio se llevó a cabo durante
20 meses, desde noviembre de 1999 a junio de 2001 en el University
Hospital of Lund. Las pacientes debían ser sanas antes de la
gestación, sin antecedente de hipertensión esencial, diabetes o
patología renal. En el momento de la biopsia, la presión arterial
diastólica no debía superar los 105 mm Hg y el recuento de
plaquetas no debía ser inferior a 100 x 109/l.
Se definió hipertensión
gestacional a la presión arterial diastólica superior a 90 mm Hg
en dos o más determinaciones consecutivas separadas por un
intervalo de más de 4 horas, luego de la semana 20 de gestación.
Se consideró PE a la hipertensión gestacional más proteinuria
superior a los 300 mg/l. Las biopsias renales fueron realizadas en
la forma convencional bajo control ecográfico. En cada enferma se
tomaron dos muestras, las cuales se dividieron en tres partes. Una
se fijó en formaldehído al 4% para observación microscópica con
PAS-hematoxilina, hematoxilina y eosina, coloración tricrómica
Masson, rojo Congo para amiloidosis y metenamina plata; la segunda
se fijó en glutaraldehído al 2.5% para microscopia electrónica, y
la tercera se estudió con inmunofluorescencia.
Se registraron las modificaciones
en los túbulos, en el tejido intersticial, vasos y glomérulos. El
grado de endoteliosis se determinó mediante una escala
semicuantitativa: 0, ausencia; 1, menos del 20% de obliteración de
la luz; 2, obliteración del 20% al 80% y 3, más del 80% de
obliteración. El espesor de las paredes arteriolares también se
estableció en una escala semicuantitativa: 0, sin engrosamiento; 1,
engrosamiento moderado y 2, engrosamiento marcado. Mediante
inmunofluorescencia se detectó depósito de IgA, IgG, IgM,
properdina, C1q, C3, C4 y fibrina, todos en una escala de 1 a 3
cruces.
Un glomérulo de cada biopsia se
evaluó con microscopia electrónica para comprobar presencia y
localización de depósitos densos, interposición de células
mesangiales alrededor de las asas capilares y endoteliosis: 0, sin
edema de las células endoteliales y fenestración preservada; 1, al
menos un asa capilar normal y 2, edema endotelial difuso.
Todas las pacientes recibieron
información relacionada con las posibles complicaciones de las
biopsias: hematoma renal (que se presentó en una enferma) o
hematuria. Las mujeres embarazadas normales recibieron una
recompensa económica por participar y, en su mayoría, estuvieron
satisfechas de hacerlo por tener alguna amiga cercana con la
enfermedad. Se consideró que la inclusión de controles era
esencial para poder establecer con seguridad si la EG es de hecho
patognomónica de la PE, agregan los autores. En caso de no ser
así, no sería ético seguir practicando biopsias renales con
finalidad diagnóstica en este contexto.
Durante los 20 meses se pudieron
estudiar 36 pacientes. Las 12 embarazadas normales dieron a luz sin
complicaciones y ninguna presentó evidencia de hipertensión
durante la gestación.
En 35 de las 36 enfermas con PE, la
patología comenzó en el tercer trimestre de la gestación. En la
restante, ocurrió a los 179 días de embarazo. Ocho mujeres tenían
hipertensión sin proteinuria mientras que 28 tuvieron PE con
proteinuria significativa.
Una mujer con PE tenía una forma
leve de enfermedad renal quística observable en la ecografía antes
de la biopsia. En una enferma, la proteinuria persistió 4 meses
luego del parto, momento en el cual una nueva biopsia reveló
proliferación mesangial moderada. Sin embargo, no hubo evidencia de
depósitos en la inmunofluorescencia o microscopia electrónica, por
lo que los hallazgos se atribuyeron a un estadio de cicatrización
de la lesión renal. La proteinuria, aunque persistió hasta los 9
meses posteriores al parto, remitió al año. En mujeres con PE, en
pacientes con hipertensión gestacional sin PE y en 7 de 12
controles hubo evidencia de EG.
El número promedio de glomérulos
por biopsia fue de 12. Hubo EG en todas las pacientes con
hipertensión proteinúrica y en todos los casos -con excepción de
una enferma- la lesión fue moderada o grave. Habitualmente todos
los glomérulos en una sección estaban afectados pero la gravedad
de la EG varió de un glomérulo al otro. Todas las mujeres con
hipertensión no proteinúrica tuvieron EG pero de menor intensidad.
El citoplasma de las células endoteliales usualmente presentó un
aspecto vacuolado. Ocasionalmente se comprobaron depósitos PAS+ en
o entre las células endoteliales pero fue frecuente la ausencia de
esta alteración aún en glomérulos con EG marcada. A menudo se
registraron glóbulos hialinos PAS+ en los podocitos. En algunas
secciones glomerulares hubo interposición periférica mesangial,
habitualmente afectando a pocos capilares de un glomérulo. La
proliferación mesangial y la expansión de la matriz no fueron
hallazgos característicos.
El patrón histológico fue
marcadamente uniforme en todas las biopsias; no hubo ninguna lesión
que sugiriera glomerulonefritis primaria. Tampoco se constató en
ningún caso glomerulosclerosis focal o segmentaria ni hialinosis.
La esclerosis glomerular global fue un hallazgo muy raro. El
análisis semicuantitativo mostró engrosamiento arteriolar
significativamente mayor en pacientes hipertensas que en controles
(p < 0.001). No se registró hiperplasia de las células
yuxtaglomerulares.
En pacientes hipertensas, la
inmunofluorescencia reveló escaso depósito de IgM, IgA y C3 en
algunos glomérulos a lo largo de los capilares y en el mesangio,
pero nunca en todos los glomérulos de una biopsia. La microscopia
electrónica no reveló depósitos en el mesangio. En controles no
se registró ningún depósito inmunofluorescente.
La microscopia electrónica mostró
EG en todas menos una de las biopsias de pacientes con
hipertensión. Hubo interposición de células mesangiales y
depósitos densos en pacientes con hipertensión, con proteinuria o
sin ella.
El estudio mostró EG no sólo en
pacientes con PE sino también en enfermas con hipertensión
gestacional sin proteinuria y en controles. Sin embargo, los
depósitos densos en microscopia electrónica y la interposición
celular mesangial sólo se comprobaron en mujeres con hipertensión,
quienes a su vez tuvieron EG más importante. No hubo enfermedad
renal no detectada clínicamente en ningún caso.
Los trabajos controlados como el
actual han sido escasos. Sin embargo, se sabe que, durante la
gestación normal, el flujo sanguíneo renal y el índice de
filtrado glomerular aumentan en al menos 40%; el volumen del riñón
se eleva en 30%, fenómenos que anticipan cambios morfológicos
fisiológicos durante el embarazo. Aunque se ha empleado material de
autopsias como controles, la interpretación y comparación en estos
casos es compleja. Asimismo, muchas investigaciones postergaron la
toma de biopsia renal hasta después del parto, momento en el cual
las alteraciones de la PE pueden haber desaparecido. De hecho, ya en
la primera semana del puerperio puede haber regresión de algunas
lesiones glomerulares típicas de la PE. Al mes es frecuente que se
observe remisión completa.
Históricamente, la EG se
consideró patognomónica de la PE. Sin embargo, las observaciones
del estudio cuestionan este concepto. La mera presencia de EG no
permite certificar el diagnóstico de PE ya que algunas
modificaciones se detectan también en mujeres sin PE. La
transición desde embarazo normal, hipertensión gestacional y PE
parecería ser un proceso continuo, tal vez, como respuesta de
adaptación. Es posible que la PE represente el extremo final de una
serie de modificaciones fisiopatológicas durante la gestación,
señalan por último los autores.
CONOCIMIENTO
ACTUAL DEL MONITOREO FETAL INTRAPARTO: CARDIOTOCOGRAFÍA VERSUS
CARDIOTOCOGRAFÍA + ANÁLISIS DEL ST EN EL ELECTROCARDIOGRAMA FETAL
Olofsson P
Department of Obstetrics and
Gynecology, Malmö University, Malmö, Suecia
[Current status of intrapartum
fetal monitoring: cardiotocography versus cardiotocography + ST
analysis of the fetal ECG]
European Journal of Obstetrics
& Gynecology and Reproductive Biology
110(Sup):S113-S118, 2003
El monitoreo fetal cardíaco o
cardiotocografía en combinación con la valoración del ST reduce
considerablemente el riesgo de hipoxia fetal y de acidosis
metabólica en el nacimiento.
La introducción del monitoreo electrocardiográfico fetal (CTG),
hace 30 años, respondió al objetivo de identificar fetos con
hipoxia durante el trabajo de parto. Hoy en día, la muerte durante
el parto es un evento infrecuente. Asimismo, la incidencia de
convulsiones se redujo en forma considerable. Sin embargo, señala
el autor, muchos fetos muestran modificaciones
electrocardiográficas (ECG) sin que esto represente riesgo. Por
este motivo, el procedimiento ha recibido múltiples críticas ya
que se asocia con elevadas tasas de nacimiento con intervención.
Los estudios epidemiológicos
revelaron que el ECG fetal muestra patrones en el segmento ST que
reflejan la capacidad del miocardio fetal de responder a la hipoxia.
La elevación del ST y la amplitud de la onda T se expresa en un
aumento del cociente T/QRS, parámetro que identifica a un feto que
sufre hipoxia, con activación de los receptores beta adrenérgicos
y glucogenólisis del miocardio. El incremento del cociente T/QRS
indica que el feto tiene riesgo de hipoxia pero que aún es capaz de
defenderse de la lesión. La depresión del segmento ST,
identificada como un segmento negativo o bifásico de ST + T,
reflejaría una situación límite en la cual el feto ya no puede
responder a la hipoxia.
Estas observaciones experimentales
motivaron la producción de un monitor que permite el análisis CTG
+ ST; se ha visto que el uso de este dispositivo se asoció con
reducción del 46% en el índice de operative delivery for fetal
distress (ODFD) en comparación con la valoración aislada del
CTG. Paralelamente se puso de manifiesto que la detección del ST
aún debía ser mejorada, por lo que se diseñó un equipo (STAN)
con sistema digital y capacidad de registro espontáneo de las
modificaciones del ST. Un estudio aleatorizado reciente realizado en
Suecia validó por primera vez este nuevo aparato.
Estudio sueco aleatorizado y
controlado de comparación entre CTG + ST o CTG aislado.
El objetivo de la investigación fue establecer la capacidad del
registro combinado en la reducción de la acidosis metabólica en el
recién nacido y en el número de ODFD. El estudio se llevó a cabo
durante 18 meses luego de un período de entrenamiento de 2 meses.
Se incluyeron mujeres con embarazo único de más de 36 semanas de
gestación, quienes fueron asignadas a CTG o a CTG + ST. El
tratamiento en el primer grupo siguió las recomendaciones de la FIGO
mientras que en el otro se utilizó un algoritmo de
interpretación. En forma opcional se pudo tomar una muestra de
sangre de cuero cabelludo del feto. La principal variable para el
análisis fue la acidosis metabólica (pH por debajo de 7.05 y
déficit de base en el fluido extracelular de más de 12.0 mmol/l) y
el índice de ODFD. La morbilidad fetal se consideró según el
índice APGAR al minuto y a los 5 minutos de la internación en la
sala de cuidados intensivos neonatales.
Se reclutaron 4 966 parturientas,
aproximadamente 31% a 36% de todos los nacimientos en el período de
estudio. Las características basales fueron semejantes en ambos
grupos, pero la analgesia epidural fue más común en el grupo CTG
(40%) que en el CTG + ST (37%).
Se produjeron 5 muertes
perinatales, dos por malformaciones fetales y tres por eventos
durante el parto. En los últimos tres casos, la interpretación de
la información obtenida con el monitoreo no procedió tal como lo
sugería el protocolo. Se registraron 11 casos de encefalopatía
hipóxica isquémica (EHI). Los tres neonatos con convulsiones (EHI
grado 2) eran del grupo CTG. No hubo ningún episodio de sangrado
intracerebral (EHI grado 3). En el grupo CTG + ST, la incidencia de
acidosis fue significativamente menor (0.7% versus 1.5%; riesgo
relativo [RR] = 0.47), al igual que el número de ODFD (7.7% versus
9.3%; RR: 0.83).
Evolución neonatal.
Se evaluó en detalle la evolución de 351 neonatos internados en la
sala de cuidados intensivos. Uno de ellos falleció y 28 presentaron
complicaciones: 22 tuvieron un patrón CTG + ST indicador de
cirugía, según las recomendaciones. El número de recién nacidos
vivos con encefalopatía moderada o grave fue significativamente
inferior en el grupo CTG + ST (0.04%) que en el grupo CTG (0.33%).
Los resultados muestran claramente la utilidad del registro STAN durante
el trabajo de parto para reducir el riesgo de exposición a hipoxia
y daño cerebral.
¿Muestra de sangre de cuero
cabelludo, STAN o ambos? En
el trabajo mencionado se tomaron muestras de sangre en el 10.7% de
los fetos del grupo CTG y en el 9.3% de los del grupo CTG + ST (RR =
0.87; p = 0.12). Luego del período de reentrenamiento, los valores
fueron de 11.8% y 8.9%, en igual orden (p = 0.02). Se comprobó
acidosis metabólica en seis fetos y la muestra de sangre sólo fue
anormal en uno (pH = 7.13; eventos ST registrados durante 80
minutos). En los 5 fetos restantes el pH fue normal (por encima de
7.20).
Existe preocupación en relación
con el uso e interpretación del STAN con la muestra de
sangre. En el estudio sueco se utilizó este último procedimiento
para la medición del pH, según el criterio del especialista a
cargo. Sin embargo, la respuesta definitiva sólo se obtendrá a
partir de estudios futuros aleatorizados.
El Nordic Observation Study,
el estudio sueco y el trabajo de la Unión Europea abarcaron en
conjunto 9 508 casos. En el 0.94% (n = 89) hubo acidosis
metabólica. Se registraron anormalidades del ST en 73 de los 89
fetos (82%). Sólo se obtuvo muestra de sangre en el 16.9% de los
casos, pero en sólo 6 demostró acidosis metabólica. La
información en conjunto sugiere que el registro STAN reemplazará
en el futuro al estudio de sangre fetal ya que este último
procedimiento requiere más tiempo, con lo cual se posterga la
adopción del tratamiento adecuado.
Estado actual en CTG + ST en Europa.
Hasta la fecha se realizaron dos estudios de observación y dos
trabajos aleatorizados. Los autores recuerdan que el método STAN
ya se emplea en instituciones de 10 países europeos
certificados como "centros de excelencia" y avalados por
la Unión Europea. La finalidad es obtener información precisa en
relación con esta nueva metodología a través de grupos de trabajo
en cada región. Por el momento, la mayoría de los ODFD en los 10
centros se basa en indicaciones no relacionadas con el CTG + ST. La
incidencia combinada de mortalidad perinatal y de EIH moderada a
grave en el estudio sueco y en los trabajos que abarca el proyecto
europeo fue de 0.61/1.000 en el grupo CTG + ST y de 4.2/1.000 en el
grupo CTG.
Otros dos trabajos controlados
incluyeron en forma global 6 800 casos. En el grupo con CTG + ST, la
frecuencia de ODFD se redujo en 35% y la acidosis metabólica en el
momento del nacimiento en 61%.
Necesidad de educación,
entrenamiento y motivación del personal. Discusión.
Estos aspectos son fundamentales siempre que se introduce una nueva
metodología, fenómeno que se puso claramente de manifiesto en el
estudio sueco. La investigación multicéntrica realizada en Suecia
demostró que el monitoreo fetal con CTG y análisis combinado del
ST durante el trabajo de parto se asocia con mejoría sustancial en
la evolución perinatal. El trabajo mostró que esta modalidad de
estudio reduce considerablemente el riesgo de exposición fetal a
hipoxia grave intraparto. Por su parte, los hallazgos también
confirman que el análisis del ST fetal permite identificar hipoxia
importante. El agregado de esta valoración a la CTG convencional
reduce sustancialmente el riesgo de distrés fetal por hipoxia.
Una de las observaciones más
importantes del estudio sueco fue la disminución importante de la
acidosis en el momento del nacimiento (1.5% en el grupo CTG) y 0.7%
en el grupo CTG + SD. El registro del ST parece ser de particular
trascendencia en la detección de asfixia. Luego de la publicación
de los estudios comentados, el método atrajo mucha atención y es
de esperar que motive nuevas investigaciones para aprovechar al
máximo su valor predictivo en el contexto de posible hipoxia fetal.
EFECTOS
DE COMBINAR LA TRANSLUCIDEZ DE LA NUCA Y LOS MARCADORES SÉRICOS
SOBRE EL RASTREO PRENATAL DEL SÍNDROME DE DOWN EN EMBARAZOS
GEMELARES
Wald N, Rish S y Hackshaw AK
Wolfson Institute of Preventive
Medicine, Bart’s and the London School of Medicine and Dentistry,
Chaterhouse Square, Londres, Reino Unido
[Combining nuchal translucency and
serum markers in prenatal screening for Down Syndrome in twin
pregnancies]
Prenatal Diagnosis
23:588-592, 2003
El rastreo de síndrome de Down
en embarazos gemelares se asocia con dificultades especiales de
índole ética y médica. Los autores proponen una estimación
combinada o integrada que puede emplearse en este contexto.
Los niveles de ciertos marcadores
séricos, expresados como múltiplos de la mediana (MoM), suelen
emplearse en el rastreo prenatal del síndrome de Down. En embarazos
múltiples, el MoM de gestaciones únicas normales de igual edad
gestacional se divide por el MoM correspondiente al de gestaciones
gemelares normales. Por este motivo, en el rastreo el valor se
interpreta como si fuese un embarazo único. Este abordaje suele
utilizarse en el segundo trimestre de la gestación en el contexto
del rastreo del síndrome de Down y está diseñado para tener un
mismo índice de falsos positivos en embarazo único o gemelar.
Durante el primer trimestre, el
riesgo de síndrome de Down se calcula a partir de la combinación
de marcadores serológicos (proteína plasmática A del embarazo
[PAPP-A], fracción beta libre de gonadotrofina coriónica humana
[ß-hCG]) y la translucidez de la nuca (TN) en la ecografía. Al
igual que en embarazos únicos, se considera que la combinación de
pruebas se asocia con mayor confiabilidad que la esperable a partir
de cada uno de los marcadores en forma aislada.
Sin embargo, añaden los expertos,
la interpretación de estas mediciones en embarazos gemelares se
torna particularmente difícil porque la concentración de cada
marcador serológico se relaciona con la gestación mientras que la
TN es específica de cada feto. En esta situación, la TN puede
emplearse en forma individual para establecer el riesgo específico
de cada uno o en forma combinada para obtener el riesgo de la
gestación. En cambio, el nivel de marcadores séricos sólo es apto
para este último cálculo. Por lo tanto, la combinación de la TN y
de la concentración de los marcadores requiere la estimación del
riesgo específico al embarazo, estrategia apropiada ya que en caso
de que la mujer decida continuar con la amniocentesis, debe
obtenerse líquido de cada saco amniótico y no sólo de uno de
ellos.
En embarazos gemelares dicigóticos
(EGD), el riesgo de síndrome de Down de cada feto es independiente
del riesgo del otro feto mientras que en embarazos monocigóticos
(EGM), el riesgo de uno de los fetos es, en teoría, el mismo que el
del otro. Por ello, el riesgo específico de gestación, en EGD, se
calcula a partir de la sumatoria de los riesgos individuales de cada
feto mientras que en los EGM puede calcularse una estimación única
a partir del promedio de las dos mediciones de TN.
No existe ningún método no
invasivo preciso para determinar el estado mono o dicigótico de los
fetos, pero el número de sacos coriónicos se relaciona fuertemente
con el estado cigota: todos los gemelos monocoriónicos son
monocigotas y el 90% de aquellos dicoriónicos es dicigota. La
cantidad de sacos coriónicos puede utilizarse, por ende, en la
estimación del riesgo. Entre la semana 10 y 14 del embarazo, la
ecografía es bastante certera para definir la corionicidad en un
embarazo gemelar. Así, los EGM tienen placenta única y no se
observa el signo lambda en la unión entre la placenta y la membrana
interfetal mientras que en los EGD se observan dos placentas
separadas o una placenta única con evidencia del signo lambda.
En el artículo, los autores
describen un procedimiento combinado para estimar el riesgo de
síndrome de Down en EGD y en EGM.
El modelo propuesto es apto para el
cálculo del "pseudorriesgo" ya que ante la falta de datos
suficientes en relación con los marcadores en embarazos gemelares,
la estimación del riesgo verdadero es imposible, agregan los
expertos. Se tiene en cuenta el riesgo en función de la edad, del
nivel promedio de marcadores séricos en embarazos afectados y no
afectados según el estado cigota y se calcula el pseudorriesgo en
EGM y EGD en base a dos ejemplos concretos. Se calculan los likelihood
ratio (LR) a partir de la distribución gaussiana de los
marcadores de rastreo en embarazos normales y afectados, según el
método descripto por Wald y colaboradores.
En EGM, el LR se estima en forma
directa a partir de un modelo de variables únicas (sólo para TN) y
de variables múltiples (prueba integrada y combinada). En EGD se
emplea el modelo de simulación Monte Carlo en función de
los mismos parámetros. Se trabaja con un número simulado de
100 000 embarazos gemelares normales e igual cantidad de
embarazos gemelares afectados, cada uno con dos MoM de TN, un MoM de
PAPP-A y de ß-hCG en el primer trimestre con el agregado de
inhibina A, alfa feto proteína y E3 urinario en el segundo
trimestre.
En el modelo se considera un
índice de falsos positivos del 5% en EGM y EGD y se brindan valores
estimativos del rastreo basados en la TN, para la prueba combinada
(TN con marcadores serológicos del primer trimestre) y para la
prueba integrada (TN más marcadores séricos del primer y del
segundo trimestre de la gestación), todos interpretados en
relación con la edad materna. En todos los casos, las estimaciones
son tentativas y aproximadas porque (a) se apoyan en la presunción
de que la distribución de la TN en fetos normales y afectados es la
misma y (b) por desconocerse con precisión la distribución de los
marcadores séricos en embarazos gemelares con un único feto
afectado o con los dos fetos afectados.
Los autores recuerdan que, debido a
la dificultad de combinar la información ecográfica y serológica,
muchos centros sólo prestan atención a la primera de ellas. Sin
embargo, el método propuesto permite el uso de ambos marcadores que
brinda, al igual que en los embarazos únicos, mejor aproximación
diagnóstica. El índice de detección para un porcentaje de falsos
positivos del 5% es del 68% al considerar la edad materna y la TN y
del 70% mediante la prueba combinada.
En EGM no hay razón para atribuir
riesgos diferentes a los dos fetos porque, en teoría, ambos serán
sanos o ambos estarán afectados. Por lo tanto, parece adecuado
considerar el promedio de las dos determinaciones de TN de manera
tal de estimar un riesgo único, con lo cual aumenta la precisión
de la estimación del riesgo.
En un EGD, cualquiera de los fetos
puede estar afectado. Sin embargo, es excepcional que ambos sean
anormales (aproximadamente 1 posibilidad cada dos millones según un
riesgo basal de 1 en 700 en la población general). Por lo tanto, el
riesgo de cada feto es independiente del riesgo del otro por lo cual
es racional sumar los riesgos según la TN y multiplicar dicho valor
por el LR que deriva de las mediciones de marcadores serológicos.
Como se mencionó, el 90% de los embarazos dicoriónicos es dicigota
y por ello la estimación es incorrecta en el 10% de los casos.
El método propuesto, concluyen los
autores, puede emplearse en la prueba combinada del primer trimestre
(TN, PAPP-A y fracción ß libre de la hCG con edad materna) o en la
prueba integrada (TN con PAPP-A en el primer trimestre con los
marcadores del segundo trimestre) con la finalidad de obtener una
estimación única. Aún así, la situación es difícil de abordar.
Aunque podría decidirse la muerte del feto afectado, la estrategia
puede asociarse con el fallecimiento del feto sano. Las mujeres
deben decidir hasta qué punto seguir con el rastreo y muchas,
razonablemente, eligen no continuar con el mismo.
ENSAYO
CLÍNICO ALEATORIZADO ACERCA DEL TRATAMIENTO DE LA ANOVULACIÓN
RESISTENTE AL CITRATO DE CLOMIFENO UTILIZANDO SUPRESIÓN CON PÍLDORAS
ANTICONCEPTIVAS ORALES Y TRATAMIENTO REITERADO CON CITRATO DE
CLOMIFENO
Branigan E y Estes A
Centro Bellingham
de Fertilización in vitro e Infertilidad, Bellingham, Washington,
EE.UU.
[A randomized
clinical trial of treatment of clomiphene citrate-resistant
anovulation with the use of oral contraceptive pill suppression and
repeat clomiphene citrate treatment]
American Journal of
Obstetrics And Gynecology
188(6):1424-1430, Jun 2003
La
supresión ovárica con anticonceptivos orales produce excelentes
tasas de ovulación y embarazo en pacientes resistentes al citrato
de clomifeno, por disminución de los andrógenos ováricos, LH y 17
beta estradiol.
La anovulación crónica
constituye una causa común de infertilidad femenina. La mayoría de
las mujeres es tratada inicialmente con citrato de clomifeno, en
dosis de 50-250 mg. Un estudio de gran envergadura halló que el 50%
de las mujeres ovulan con dosis de 50 mg, y que el 74% lo hace con
dosis de 100 mg. Sin embargo, pese a la ovulación exitosa, menos
del 50% de estas mujeres logra embarazarse. Se ha observado,
además, que más del 25% de las mujeres anovuladoras crónicas no
consiguen ovular con cualquier dosis de citrato de clomifeno. Para
estos casos, la opción siguiente es el tratamiento con
gonadotrofinas u otras pocas terapias adyuvantes. Estas últimas
incluyen la reducción del peso corporal, el empleo de agentes
sensibilizadores a la insulina, bromocriptina, glucocorticoides,
grandes dosis continuas de citrato de clomifeno o cirugía. Una
pequeña pérdida de peso corporal total, del orden de 5%, puede
producir ciclos ovulatorios. En los casos de hiperprolactinemia, la
bromocriptina puede producir resultados exitosos, tanto sola como
asociada a citrato de clomifeno. La metformina (un agente
sensibilizador a la insulina), empleada sola o con citrato de
clomifeno, logra también ovulaciones exitosas. La dexametasona y
otros glucocorticoides, junto con el citrato de clomifeno, son
útiles para tratar mujeres hiperandrogénicas con niveles de
sulfato de dehidroepiandrosterona (DHEAS) superiores a 200 µg/ml.
Algunos autores han utilizado citrato de clomifeno más allá de los
cinco días habituales, aún en dosis continuas, hasta que ocurre la
ovulación. Sin embargo, estos regímenes son limitados debido a los
efectos colaterales que llevan al abandono del tratamiento. La
cirugía (resección cuneiforme ovárica o perforación ovárica
laparoscópica) puede producir ciclos ovulatorios por períodos
limitados, pero el tratamiento es caro, con riesgo de adherencias
pelvianas.
La terapia con gonadotrofinas
exógenas es generalmente el paso siguiente para las pacientes
resistentes al citrato de clomifeno. Este tratamiento es efectivo
pero costoso, y conlleva alto riesgo de gestaciones múltiples y de
síndrome de hiperestimulación ovárica. El propósito del presente
estudio fue evaluar la efectividad y la respuesta endocrina ante la
supresión ovárica inducida por los anticonceptivos orales, seguida
del tratamiento con citrato de clomifeno en pacientes previamente
resistentes a esta última droga.
Se evaluaron 48 pacientes tratadas
en una clínica de nivel terciario abocada al tratamiento de la
infertilidad. Las pacientes fueron aleatoriamente asignadas al grupo
1, de tratamiento con anticonceptivos orales + citrato de clomifeno
(tratamiento continuo oral con anticonceptivos, seguido de citrato
de clomifeno), o al grupo (2), de control, que no recibió
tratamiento con anticonceptivos en el ciclo previo a la utilización
de citrato de clomifeno. Hacia el día 3 del ciclo, se efectuaban
dosajes séricos de 17 beta estradiol, hormona foliculoestimulante
(FSH), hormona luteinizante (LH) y andrógenos, así como antes y
después del tratamiento. También fueron estudiados el crecimiento
folicular, la presencia de ovulación y las tasas de embarazo
logradas.
El estudio contó con un grupo de
tratamiento de 24 mujeres y un grupo de control conformado por la
misma cantidad de participantes. Todas las pacientes completaron un
ciclo de tratamiento inicial, pero sólo aquellas que lograron
ovular y no se embarazaron siguieron con los ciclos de citrato de
clomifeno. Se realizaron en total 89 ciclos de tratamiento, con 62
ciclos en el grupo de anticonceptivos orales/citrato de clomifeno, y
27 ciclos en el grupo control. Los datos demográficos basales no
mostraron diferencias significativas entre los grupos. La edad media
de las participantes era de 28.2 ± 3.4 años; el índice de masa
corporal (IMC) media, de 30.3 ± 5.3 kg/m2; su peso medio, de 82.2
± 2.9 kg; y el promedio de años de infertilidad, de 2.4 ± 0.8
años. Hubo porcentajes significativamente altos de pacientes que
lograron inicialmente ovular (17/24 [71%] versus 2/24 [8%]),
que produjeron un número significativamente alto de ciclos de
tratamiento ovulatorios totales (40/62 [64.5%] versus 3/27
[11%]). Aquellas pacientes que lograban ovular pero que no se
embarazaban continuaron recibiendo anticonceptivos orales en los
ciclos siguientes, con tasas de embarazo acumulativas en el grupo de
tratamiento con anticonceptivos orales en comparación con el grupo
control. El grupo de tratamiento con anticonceptivos orales
presentó un endometrio mejor desarrollado (9.4 mm versus 7.1
mm; NS). De los 14 embarazos que ocurrieron durante el estudio, 13
se encontraban en el grupo de anticonceptivos orales/citrato de
clomifeno, y sólo uno en el grupo control. La mayoría de los
embarazos ocurrieron en los primeros tres ciclos ovulatorios, con
sólo un embarazo en cada uno de los ciclos cuarto y sexto.
Ocurrieron 2 abortos espontáneos (uno era el único embarazo del
grupo control) y 3 gestaciones gemelares, pero ninguna con más de
dos fetos. No se observaron cambios significativos en el grupo
control durante el intervalo sin tratamiento, respecto de los
perfiles endocrinos. Se registraron varios cambios significativos en
cuanto a la respuesta al tratamiento con anticonceptivos orales en
el mismo grupo. Así, se observaron importantes disminuciones de los
niveles séricos de 17 beta estradiol, LH, androstenodiona y
testosterona. Estos cambios pueden haber sido responsables de la
mejoría en las respuestas ovulatorias observadas en ese grupo.
Para obtener una idea más clara
acerca de cómo los cambios endocrinos podrían haber afectado la
ovulación, se estudiaron los perfiles endocrinos al día 3 en un
subgrupo de pacientes dentro de cada uno de los dos grupos del
estudio, que mostraron respuestas opuestas a las observadas en el
resto del grupo. Estos subgrupos eran aquellas mujeres que no
habían logrado ovular con el tratamiento con anticonceptivos
orales, y las pacientes que sí lo habían conseguido en el grupo
control. Las dos pacientes que lograron ovulación en el grupo
control presentaban andrógenos ováricos por debajo del promedio de
su grupo, y mostraron disminuciones significativas espontáneas
durante el intervalo sin tratamiento. En las 7 pacientes que no
lograron ovular en el grupo de tratamiento con anticonceptivos
orales se observaron significativos descensos de los niveles de 17
beta estradiol y LH, pero las concentraciones de testosterona y
androstenodiona no cambiaron significativamente. De este modo, los
cambios androgénicos parecieron ser los más importantes, así como
los cambios en el perfil endocrino efectuado para determinar la
presencia de ovulación.
El estudio demostró que la
supresión del eje hipotálamo-hipófiso-ovárico mediante el uso de
anticonceptivos orales, seguido de citrato clomifeno, produce
excelentes tasas de ovulación y embarazo, en comparación con el
tratamiento único reiterado con citrato de clomifeno, en pacientes
que previamente no habían logrado ovular con dosis máximas de esta
última droga. Las pacientes que habían ovulado, pero que no
lograron embarazarse, continuaron ovulando en el ciclo siguiente con
el tratamiento reiterado con citrato de clomifeno. El costo total
promedio del tratamiento fue de entre 200 y 300 dólares por ciclo;
estas cifras son inferiores al costo promedio de un tratamiento
típico con gonadotrofinas, que oscila entre 2 000 y 2 500 dólares,
y carece de los riesgos inherentes a éstas.
El tratamiento con anticonceptivos
orales no reduce la actividad ovárica a cero, tal como se observó
a través de los cambios en los niveles séricos de 17 beta
estradiol endógeno y gonadotrofinas, por la evidencia ecográfica
de crecimiento folicular y por los cambios endometriales durante
dicho tratamiento. Los cambios endocrinos ocurridos en el ambiente
ovárico durante la fase folicular temprana pueden ser responsables
de la mejoría observada en la respuesta ovárica al tratamiento con
citrato de clomifeno.
METFORMINA
VS. ETINIL ESTRADIOL-ACETATO DE CIPROTERONA EN EL TRATAMIENTO
DE MUJERES NO OBESAS CON SÍNDROME DE OVARIO POLIQUÍSTICO: ESTUDIO
ALEATORIZADO
Morin-Papunen L, Vauhkonen I, Koivunen R y colaboradores.
Departments of Obstetrics and
Gynecology and Clinical Chemistry, University Hospital of Oulu,
Finlandia.
[Metformin Versus
Ethinyl Estradiol-Cyproterone Acetate in the Treatment of Nonobese
Women with Polycystic Ovary Syndrome: A Randomized Study]
The Journal of Clinical
Endocrinology & Metabolism
88(1):148-156, 2003
El tratamiento hormonal
mejora los síntomas asociados con hiperandrogenismo en mujeres con
síndrome de ovario poliquístico. Sin embargo, deben considerarse
posibles efectos adversos sobre el metabolismo de la glucosa.
El síndrome de ovario
poliquístico (SOP), especialmente en mujeres obesas, se caracteriza
por resistencia a la insulina e hiperinsulinemia, hiperandrogenismo
y anovulación. La pérdida de peso se acompaña de mejoría de la
hiperinsulinemia. El mismo objetivo se logra con ciertos fármacos
que aumentan la sensibilidad a la insulina, como metformina. Esta
droga disminuye los niveles de andrógenos en mujeres con SOP obesas
y no obesas, y mejora el patrón menstrual y la función ovulatoria
en mujeres obesas con SOP. Estudios anteriores habían sugerido que
la metformina podría mejorar la hiperinsulinemia y el
hiperandrogenismo al reducir la obesidad central y la liberación de
ácidos grasos libres en tejido adiposo.
En cambio, los resultados en
relación con la resistencia a la insulina (RI) en mujeres con SOP
sin obesidad han sido controvertidos. No obstante, es posible que en
estas enfermas exista RI intrínseca. El 20% al 50% de las mujeres
con SOP tiene peso normal o son delgadas. Recientemente se observó
que las drogas que aumentan la sensibilidad a la insulina mejoran el
patrón de ovulación y disminuyen el nivel de testosterona en suero
aun en presencia de índices de sensibilidad a la insulina normales.
Los anticonceptivos orales (AO) se
utilizan a menudo en el tratamiento de trastornos menstruales y en
mujeres con SOP e hiperandrogenismo. Inducen aumento de la globulina
de unión a hormonas sexuales y, por lo tanto, disminuyen la
concentración de andrógenos biodisponibles. Sin embargo, los AO
alteran la tolerancia a la glucosa en mujeres sanas con peso normal
así como en enfermas con SOP obesas. En este trabajo, los autores
investigan el posible mecanismo de acción de la metformina en
mujeres no obesas con SOP y comparan la eficacia de esta droga con
AO: etinil estradiol (EE) más acetato de ciproterona (AC). El punto
primario de análisis es el efecto de ambas modalidades de terapia
sobre la sensibilidad y secreción de insulina, metabolismo de
glucosa y de grasas y sobre parámetros endocrinológicos y
bioquímicos.
Se incluyeron 20 mujeres con SOP no
obesas (índice de masa corporal [IMC] inferior a 25 kg/m2). Se
emplearon los criterios de Homburg de SOP: ovarios poliquísticos en
la ecografía y al menos uno de los siguientes síntomas:
oligomenorrea o amenorrea, manifestaciones clínicas de
hiperandrogenismo (hirsutismo, acné) o elevación del nivel de
testosterona en suero. Se excluyeron pacientes con diabetes,
fumadoras y aquellas que recibían drogas con capacidad de
interferir en el metabolismo de los lípidos.
Las participantes fueron asignadas
a metformina en dosis de 1 275 a 1 500 mg por día, dosis
que se duplicó luego de los 3 meses de tratamiento, o a EE-AC con
35 µg de EE y 2 mg de AC durante 21 días por mes. Se valoró la
presión arterial, circunferencia de cintura y cadera (CCC), volumen
ovárico y número de folículos por ecografía. Se realizó prueba
de tolerancia oral a una sobrecarga de 75 g de glucosa. Se valoró
en sangre el nivel de insulina y péptido C, y se calculó el
índice insulinogénico (fase precoz de la secreción se insulina).
Los autores señalan que previamente se constató que dicho índice
se correlaciona fuertemente con la primera fase de secreción de
insulina en respuesta a la sobrecarga de glucosa. Por su parte, la
secreción precoz de péptido C refleja la capacidad secretoria de
las células ß con mayor precisión que la insulina porque la
extracción hepática del péptido -a diferencia de lo que ocurre
con la insulina- es insignificante. Se calculó el área bajo la
curva del incremento de insulina (ABCins) y glucosa (ABCgluc). La
sensibilidad a la insulina se conoció mediante el clampeo
euglucémico hiperinsulinémico.
En el grupo asignado a metformina,
el IMC descendió significativamente a los 3 meses (p = 0.04) y
levemente a los 6 meses (p = 0.08). La CCC disminuyó en forma
considerable. En las enfermas tratadas con EE-AC, el IMC se elevó
sustancialmente y levemente a los 3 y 6 meses respectivamente, pero
la CCC no se modificó.
La escala de hirsutismo no cambió
en el contexto del tratamiento con metformina pero se redujo
escasamente a los 6 meses en mujeres asignadas a EE-AC. El patrón
menstrual mejoró en 4 de 8 pacientes a los 6 meses de tratamiento
con metformina. Esta droga no indujo cambios importantes en el
volumen ovárico promedio que disminuyó significativamente en el
grupo de EE-AC a los 6 meses. En ese momento, el número de
folículos descendió ostensiblemente en el grupo de tratamiento
hormonal pero sólo levemente en las pacientes tratadas con
metformina.
Una de las enfermas que recibió
metformina presentó glucemia anormal en ayunas y otra tenía
intolerancia a la glucosa al inicio del estudio, pero la tolerancia
se normalizó a los 6 meses. El nivel de glucemia en ayunas y la
glucosa durante la prueba de tolerancia oral disminuyeron a los 3
meses de tratamiento con metformina; las diferencias desaparecieron
3 meses más tarde. Por lo tanto, el ABCgluc tendió a disminuir
levemente en el grupo tratado con metformina hacia los 3 meses de
terapia. Este parámetro no se vio modificado por el tratamiento con
EE-AC.
En mujeres que recibieron
metformina, la concentración de insulina en ayunas disminuyó
sustancialmente a los 3 y 6 meses. El ABCins se redujo en este grupo
pero no se modificó en el grupo que recibió EE-AC.
El índice insulinogénico se
redujo ostensiblemente al sexto mes de tratamiento con metformina.
Sin embargo, la concentración del péptido C en ayunas y a los 30
minutos en la prueba de sobrecarga se elevó en forma considerable.
Por lo tanto, la fase precoz de secreción de péptido C tendió a
elevarse hacia el sexto mes de tratamiento con metformina. La
extracción hepática de insulina en ayunas se incrementó
sustancialmente en el grupo asignado a metformina pero no se
modificó en las pacientes que recibieron EE-AC.
El gasto energético en ayunas
disminuyó durante el tratamiento con metformina. Durante el clampeo
se elevó significativamente en el grupo EE-AC. La concentración
sérica de ácidos grasos libres estimulada por insulina descendió
de manera importante y en forma leve a los 3 y 6 meses de
tratamiento con metformina, respectivamente. A los 6 meses de
terapia con EE-AC este parámetro se incrementó. La concentración
sérica de testosterona, androstenodiona y dehidroepiandrosterona
(DHEA), así como el índice de andrógenos libres, disminuyeron
considerablemente en ambos grupos. En mujeres con terapia hormonal,
el nivel de leptina en suero y la concentración de cortisol en
ayunas aumentó considerablemente. La relación entre el nivel
sérico de lipoproteínas de baja densidad y de colesterol asociado
con lipoproteínas de alta densidad (sLDL/cHDL) descendió mientras
que la concentración de triglicéridos aumentó durante el
tratamiento con EE-AC.
El tratamiento con metformina
indujo reducción de la hiperinsulinemia en mujeres con SOP sin
obesidad. El hiperandrogenismo se redujo en forma paralela y se
registró una mejoría en el patrón menstrual. La terapia hormonal
también mejoró los parámetros indicadores de hiperandrogenismo
sin agravamiento de la sensibilidad a la insulina o de la tolerancia
a la glucosa.
Los hallazgos más importantes del
estudio (mejoría de la hiperinsulinemia y del hiperandrogenismo) en
relación con el uso de metformina reproducen observaciones
obtenidas por otros grupos de investigación. Por su parte, el
tratamiento con EE-AC fue eficaz en la reducción de los síntomas
atribuibles al hiperandrogenismo asociados con SOP, pero sus
potenciales efectos negativos sobre a sensibilidad a la insulina y
la tolerancia a la glucosa deben ser tenidos en cuenta. En cambio,
la metformina induce modificaciones favorables en el metabolismo de
la glucosa y parece representar una excelente forma de tratamiento
en mujeres no obesas con SOP y anovulación. La investigación
futura deberá esclarecer el verdadero papel de la droga en la
evolución reproductiva de estas enfermas.
COMPARACIÓN
ALEATORIZADA ENTRE LA BIOPSIA DEL GANGLIO CENTINELA Y LA DISECCIÓN
AXILAR DE RUTINA EN EL CÁNCER DE MAMA
Veronesi U,
Paganelli G, Viales G y colaboradores
Servicios de Mastología, Medicina
Nuclear, Patología, Epidemiología, Anestesiología, Instituto
Europeo de Oncología; Universidad de Milán, Milán, Italia
[A Randomized Comparison of
Sentinel-Node Biopsy with Routine Axillary Dissection in Breast
Cancer]
New England Journal of Medicine
349(6):546-553, Ago 2003
La biopsia del ganglio
centinela es un método seguro y preciso para evaluar los ganglios
linfáticos axilares en mujeres con cáncer de mama primario de
diámetro inferior a 2 centímetros.
Los métodos actuales de pesquisa
permiten el diagnóstico del cáncer de mama en estadios tempranos,
cuando los ganglios linfáticos axilares no presentan metástasis.
En consecuencia, la disección axilar de rutina podría constituir
un tratamiento excesivo. Por otra parte, la biopsia del ganglio
centinela fue diseñada para ofrecer información que evite la
disección axilar cuando el ganglio es negativo. Numerosos estudios
demostraron que los hallazgos en el ganglio centinela pronostican
con exactitud el estado de los otros ganglios axilares. En la
presente experiencia los autores compararon 2 estrategias
terapéuticas: una comprendió la biopsia del ganglio centinela
seguida de la disección axilar, y en la otra sólo se procedió a
la disección axilar ante el hallazgo de ganglio centinela positivo.
Las mujeres con cáncer de mama
primario, con tumor de 2 cm o menos de diámetro, fueron
distribuidas de manera aleatorizada para ser sometidas, después de
la cirugía conservadora, a biopsia del ganglio centinela (BGC) y
disección axilar (DA) (grupo A) o a BGC seguida de DA sólo cuando
el ganglio centinela resultara positivo (grupo B). El poder
pronóstico del ganglio centinela fue el criterio de valoración
primario, medido en términos de porcentaje de casos con compromiso
axilar detectados mediante la BGC en relación con el porcentaje
encontrado con la DA. Los criterios de valoración secundarios
comprendieron los indicadores de calidad de vida, cantidad de
metástasis en los ganglios axilares detectadas en el seguimiento
del grupo B con ganglio centinela negativo y sobreviva general y
libre de enfermedad. Durante la cirugía, la BGC se efectuó entre
las 4 y 20 horas posteriores a la inyección de un trazador
radiactivo. Todas las pacientes fueron sometidas a cuadrantectomía
o resección amplia, inmediatamente después de la BGC. En el
quirófano las mujeres fueron distribuidas en los grupos de estudio
después de detectar al ganglio centinela y de determinar el tamaño
macroscópico del tumor. En las integrantes del grupo A la DA se
realizó inmediatamente después de la BGC, mientras que en los
otros casos, el próximo evento dependió del resultado de la
evaluación patológica del ganglio centinela. Ante la confirmación
de ganglio negativo se concluyó la intervención, mientras que con
ganglio positivo se prosiguió inmediatamente con la DA completa.
Las pacientes del grupo A permanecieron internadas en promedio
durante 4.3 días, cifra que descendió a 2.1 día en el otro grupo.
Todas las mujeres recibieron radioterapia en la mama ipsilateral
durante 8 semanas. Las pacientes con características pronósticas
desfavorables recibieron terapia adyuvante sistémica. La
evaluación de los efectos adversos incluyó a 100 pacientes del
grupo A y a 100 del grupo B con ganglio centinela negativo. Las
mujeres fueron entrevistadas a los 6 y 24 meses de la cirugía y
completaron un cuestionario que permitió la valoración de la
intensidad del dolor, presencia o ausencia de parestesias, amplitud
de la movilidad del brazo y apariencia de la cicatriz axilar. En la
misma evaluación se midió también la circunferencia de ambos
brazos para su comparación. Los autores calcularon el porcentaje de
pacientes del grupo B con ganglio centinela negativo que presentaron
metástasis axilares en los 5 años posteriores a la cirugía. Por
otra parte, la precisión global del estado del ganglio centinela en
el grupo A se definió como la tasa de clasificación correcta de
las pacientes como portadoras o no de metástasis.
En total se extrajeron y evaluaron
429 ganglios centinelas de 257 pacientes del grupo A y 424 de 259
mujeres del grupo B. El 32.3% de las integrantes del grupo A
evidenció ganglio centinela positivo, valor que ascendió al 35.5%
en las otras participantes. En el grupo A, al 4.6% de las pacientes
con ganglio centinela negativo se les detectó metástasis en la DA.
Por lo tanto, la precisión del global del ganglio centinela en el
grupo A fue del 96.9%, la sensibilidad del 91.2% y la especificidad
del 100%. En 60 de los 175 pacientes con ganglio centinela positivo
sólo se detectaron micrometástasis. Por otra parte, las pacientes
sometidas sólo a BGC experimentaron con menor frecuencia dolor,
entumecimiento y tumefacción, mientras que presentaron mayor
movilidad en comparación con quienes fueron sometidas a DA. El
control de las participantes se extendió en promedio por 46 meses,
con un total de 34 eventos. De los 25 eventos asociados con la
neoplasia, 15 se produjeron en el grupo A. Seis pacientes del grupo
A y 3 del grupo B desarrollaron otras neoplasias primarias. Hasta el
momento, la tasa de eventos asociados con el cáncer de mama es de
16.4 por 1 000 por año en el grupo A y de 10.1 por 1 000 por año
en el grupo B. Por último, 6 pacientes del grupo A (2 por cáncer
de mama metastásico) y 2 de l B (una por cáncer de mama
metastásico) fallecieron, sin diferencias significativas en las
tasas de sobrevida.
La biopsia del ganglio centinela
seguida de disección axilar sólo en caso de ganglio positivo está
asociada con menor morbilidad en los pacientes que no requieren
disección axilar. A pesar del tamaño reducido de la muestra, los
autores consideran que la evidencia justifica el empleo de la
biopsia del ganglio centinela como parte de la valoración del
estadio del cáncer de mama. El empleo de este método puede obviar
la disección axilar total en pacientes con ganglio centinela
negativo, fenómeno que reduce la morbilidad posoperatoria y los
gastos hospitalarios.
AUMENTO
AGUDO DE LA RESISTENCIA CIRCULATORIA EN LA ARTERIA UMBILICAL DE
FETOS COMPROMETIDOS, PROVOCADA POR LAS CONTRACCIONES UTERINAS
Li H, Gudmundsson S
y Olofsson P
Departamento de
Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario Malmö,
Universidad Lund, Suecia
[Acute increase of
umbilical artery vascular flow resistance in compromised fetuses
provoked by uterine contractions]
Early Human
Development
74():47-56, 2003
El valor
predictivo de la velocimetría Doppler asociada con la prueba de
tolerancia a la ocitocina respecto de los resultados neonatales a
corto plazo es limitado.
El patrón de frecuencia cardíaca fetal (FCF) durante el trabajo de
parto es interpretado en relación con la ocurrencia de
contracciones uterinas. Típicamente, las desaceleraciones tardías
son provocadas por la interrupción transitoria del pasaje de
oxígeno hacia el feto, provocada por las contracciones uterinas, y
son consideradas como un signo de hipoxia fetal; ello obedece a la
disminución de la circulación placentaria. Durante las
contracciones uterinas que presentan desaceleraciones tardías de la
FCF, el aumento de la resistencia vascular de la arteria umbilical
(AU) es significativamente mayor que en los casos de FCF normales.
Los fetos con marcado aumento de la resistencia vascular en la AU
durante las contracciones presentan aumento del riesgo de
sufrimiento durante el trabajo de parto. En los fetos no
comprometidos, tanto la circulación umbilical arterial como la
venosa permanecen indemnes durante las contracciones uterinas. Pese
a que la prueba de tolerancia a la ocitocina (PTC) constituye un
método laborioso, que ha sido desplazado por procedimientos más
simples de control fetal prenatal, los autores han continuado
utilizándolo en casos seleccionados de embarazos complicados, por
ejemplo, en casos de retardo de crecimiento intrauterino (RCIU) con
ondas de flujometría Doppler anormales en la AU. En tales casos,
existe incertidumbre acerca de cuándo interrumpir el embarazo y por
cuál vía. Los autores hallaron que la PTC presentaba dos veces
mayor positividad en los casos de RCIU con ondas de flujometría
Doppler anormales en la AU que en los casos con ondas normales; sin
embargo, en los casos con PTC negativas que iniciaban una prueba de
parto, la tasa de partos vaginales era la misma, independientemente
de la existencia de ondas de flujometría Doppler en AU normales o
anormales. Se produce significativamente mayor resistencia vascular,
tanto en la circulación útero-placentaria como feto-placentaria,
en respuesta a las contracciones uterinas, en los casos con PTC
positivas respecto de los casos con pruebas negativas. Estas
observaciones sugieren una asociación entre los cambios
circulatorios transitorios útero-placentarios y feto-placentarios,
y las desaceleraciones tardías de la FCF. El propósito del
presente estudio fue explorar los cambios ocurridos en la
circulación arterial umbilical en respuesta a las contracciones
uterinas provocadas por la PTC, y evaluar el potencial valor
clínico de la flujometría Doppler durante dicha prueba en una
serie de embarazos de alto riesgo.
Se evaluaron 111 mujeres que
presentaban complicaciones gestacionales, las cuales fueron
sometidas a PTC con registro simultáneo de la FCF y del índice de
pulsatilidad (IP) en la AU. Los casos con PTC positivas (es decir,
con desaceleraciones tardías de la FCF) fueron comparados con los
casos negativos (patrones de FCF normales). Sólo se permitió la
prueba de parto vaginal a aquellos casos que presentaban PTC
negativas.
La PTC fue positiva en 21 casos y
negativa en 90. La edad gestacional era igual en ambos grupos (269.9
± 7.5 días versus 272.2 ± 10.5 días; p = 0.5). El IP
basal de la AU no era significativamente diferente entre los casos
con PTC positiva y negativa (1.05 ± 0.28 versus 1.02 ±
0.26; p = 0.8). En el grupo con PTC negativas, en el cual las
mujeres eran sometidas a prueba de parto, 9 mujeres terminaron su
embarazo por medio de operación cesárea, y una con ventosa
extractora, debido a los patrones ominosos hallados en la FCF
durante el trabajo de parto; ninguno de los 10 neonatos presentó
signos de asfixia neonatal. Globalmente, ocurrieron 8 casos de
asfixia neonatal (prevalencia 8/111 = 7.2%), de los cuales 2 tenían
PTC positivas (una malformación letal) y un parto subsiguiente por
cesárea (prevalencia 2/21 = 9.5%), y 6 presentaban PTC negativas
con parto vaginal normal (prevalencia 6/90 = 6.7%) (p = 0.3). El pH
en sangre venosa de cordón umbilical era similar en ambos grupos de
PTC (19 casos de PTC positiva, pH = 7.32 ± 0.04 versus 78
casos de PTC negativas, pH = 7.31 ± 0.08; p = 1.0).
El análisis de regresión lineal
simple mostró correlaciones significativas negativas entre la FCF y
el IP de la AU durante las mediciones basales, así como durante las
contracciones uterinas y la relajación del miometrio. Los valores
del IP fueron ajustados de acuerdo con una FCF de 135 latidos por
minuto. La comparación de los valores del IP con y sin ajuste por
diferencias de FCF no mostró diferencias en el grupo con PTC
negativa (p > 0.2), en el grupo de PTC positivas (p > 0.5), o
tomando ambos casos conjuntamente (p > 0.2).
El IP de la AU fue
significativamente mayor en los casos de PTC positivas, en
comparación con los casos negativos, durante las contracciones
uterinas y la relajación miometrial, pero no durante las mediciones
basales. Las significaciones de las diferencias fueron las mismas,
tanto con el ajuste por diferencias de FCF como sin él.
En los casos de PTC positivas, el
IP de la AU fue significativamente mayor durante las contracciones
inducidas por la prueba y en las relajaciones, en comparación con
las mediciones basales, y el IP durante las contracciones fue
también mayor que durante las relajaciones. En los casos de PTC
negativas no se hallaron tales diferencias. La significación de las
diferencias fue la misma independientemente del ajuste según FCF.
No se observaron casos de flujo de fin de diástole reverso o
ausente durante las PTC.
Respecto de los 10 casos de
cesáreas por presunción de sufrimiento fetal durante el trabajo de
parto en el grupo de PTC negativas, no existieron diferencias en
cuanto al IP de la AU durante las contracciones producidas por la
prueba y las relajaciones miometriales, en comparación con las
mediciones basales (p > 0.5). Aún más, no existieron
diferencias en comparación con los casos donde no ocurrieron
cesáreas por sospecha de sufrimiento fetal, respecto de los valores
basales del IP o los valores obtenidos durante la PTC (p > 0.4).
No existieron diferencias en cuanto
al IP de la AU durante la PTC en los 8 casos registrados de asfixia
neonatal, en comparación con las mediciones basales (p > 0.3),
así como tampoco se observaron diferencias respecto de los casos
sin asfixia neonatal (p > 0.7). La asfixia neonatal no fue más
prevalente en los casos con IP de la AU elevados (5/49, 10.2%) que
en los casos con IP de la AU normal (3/62, 4.8%) (p = 0.3), ni
tampoco fue mas prevalente en los casos con altos índices de
pulsatilidad de la AU durante las relajaciones (5/52, 9.6%) que en
los casos de IP de la AU normales durante las relajaciones (3/59,
5.1%) (p = 0.5).
Hubo un número de casos de bajo
peso neonatal en el grupo de PTC positivas (p = 0.03)
significativamente mayor. Quince neonatos del grupo de PTC positivas
(71%) y 43 (48%) en el grupo de PTC negativas, eran pequeños para
la edad gestacional (p = 0.09). Seis de 13 neonatos con muy bajo
peso neonatal (3 desvíos estándar por debajo de la media)
pertenecían al grupo de PTC positivas (p = 0.02). Un solo neonato
con bajo peso para la edad gestacional pertenecía al grupo de PTC
negativas.
Calculados en forma separada para
los casos de PTC positivas y negativas, y para todos los casos en
conjunto, no existieron diferencias en cuanto a IP de la AU elevados
relativos a la ocurrencia de nacimientos de neonatos pequeños para
la edad gestacional o con muy bajo peso neonatal.
Los IP de la AU observados en
condiciones basales y durante la PTC no fueron diferentes entre los
grupos de neonatos pequeños para edad gestacional y los de neonatos
con peso adecuado para la edad gestacional. En las comparaciones
longitudinales, el IP de la AU durante las contracciones producidas
por la PTC aumentó significativamente en ambos grupos, en
comparación con las mediciones basales (p = 0.01; 0.02) y las
relajaciones miometriales (p = 0.02, < 0.0001). No se halló en
grupo alguno mayor IP durante las relajaciones que durante las
mediciones basales (p = 0.4; 0.5). En el grupo de muy bajo peso
neonatal (n = 13), ninguna de las variables del IP fueron
significativamente diferentes de los valores del grupo de peso
neonatal adecuado para la edad gestacional (p > 0.3). En las
comparaciones longitudinales, el IP de la AU en el grupo de neonatos
extremadamente pequeños para la edad gestacional aumentó de modo
no significativo durante las contracciones (p = 0.08).
El presente trabajo muestra que la
velocimetría Doppler efectuada durante las pruebas de tolerancia a
la ocitocina registra cambios circulatorios (alteraciones del IP de
la AU) que no serían evidentes durante la prueba Doppler
tradicional. Sin embargo, los datos hallados muestran que el valor
predictivo de la velocimetría Doppler asociada con la PTC, respecto
de los resultados neonatales a corto plazo, es limitado.
CÁNCER
DE ENDOMETRIO: FACTORES HORMONALES, LA «VENTANA DE RIESGO»
PERIMENOPÁUSICA Y LAS ISOFLAVONAS
Hale G, Hughes C y Cline J
Center for Women’s Health,
Cedars-Sinai Medical Center, Los Angeles, EE.UU.
[Endometrial Cancer: Hormonal
Factors, the Perimenopausal "Window of Risk", and
Isoflavones]
Journal of Clinical Endocrinology
and Metabolism 87(1):3-15,
2003
El exceso de estrógenos, la
deficiencia progestacional, la dieta, la diabetes, la obesidad y la
perimenopausia contribuyen al aumento del riesgo de cáncer
endometrial a través de múltiples mecanismos.
Proliferación endometrial y la
teoría del umbral. Key y
Pike han sugerido la existencia de un fenómeno de umbral de
concentración sérica de estrógenos, arribado al cual se
dispararía la proliferación endometrial, y por encima del cual ya
no existiría mayor actividad proliferativa; esos autores estimaron
tal nivel umbral en 180 pmol/l. También plantearon que la
proliferación de la capa funcional superior endometrial alcanzaría
una meseta hacia los días 5-7 del ciclo, permaneciendo en ese nivel
hasta el día 19; se ha observado que a partir de ese día,
aproximadamente 2-3 días luego del aumento de la progesterona, la
tasa mitótica decae de manera notable, de modo más pronunciado en
el epitelio glandular que en el estroma, donde parece aumentar
levemente a lo largo de la fase secretoria.
Proliferación endometrial y
estrógenos exógenos. La
asociación existente entre la terapia con estrógenos sin
oposición en mujeres posmenopáusicas y el desarrollo de carcinoma
de endometrio (CE) tipo 1 fue señalada en la década del 70, cuando
se halló 20% a 35% de aumento en la incidencia de CE en mujeres
occidentales caucásicas que utilizaban terapia estrogénica. El
riesgo, que parece dependiente de la dosis estrogénica, disminuye
gradualmente a lo largo del tiempo tras interrumpir la terapia.
Proliferación endometrial y dosis de
progestágenos. Para obtener
adecuada oposición progestacional a los estrógenos en el marco de
la terapia de reemplazo hormonal (TRH), la dosis de progestágenos
utilizada es tan importante como el tiempo durante el cual se los
administra. La fase proliferativa se acorta con la edad, desde 14
días en las mujeres de 20 a 25 años, hasta alrededor de 10 días
en las de 45 a 50. La fase lútea, sin embargo, es más estable, y
su duración (13 a 15 días) es independiente de la edad. Utilizando
el modelo de un ciclo normal de 28 días, la administración de un
progestágeno entre los días 12 a 25 parecería ser la más
fisiológica. Existe un retraso de 3 días entre la aparición de la
progesterona en la circulación y el desarrollo total de su efecto
antiproliferativo sobre el endometrio. La administración de un
progestágeno a partir del día 12 produciría un efecto
antiproliferativo completo entre los días 15 y 17. Las tasas
mitóticas de las glándulas endometriales se reducen
significativamente luego de 9 o más días de terapia con
progesterona; la máxima disminución tiene lugar a los 11 días de
tratamiento con progestágenos.
Obesidad y riesgo de cáncer
endometrial. La obesidad se
asocia con aumento de riesgo de cáncer endometrial. Diecisiete de
18 estudios epidemiológicos revelaron que la incidencia de obesidad
era sustancialmente mayor en los casos de CE respecto de los
controles; además, 8/11 estudios de casos y controles mostraron
significativa asociación entre cáncer endometrial y obesidad grave
(percentilo 90 del peso). La mayoría de las teorías explican este
fenómeno basándose en el aumento de los niveles circulantes de
estrógenos mediado por la conversión de androstenodiona a estrona
en el tejido adiposo, y por la disminución de los niveles
circulantes de globulina transportadora de hormonas sexuales (SHBG).
Los estudios efectuados en mujeres
posmenopáusicas obesas han informado niveles séricos de estrona y
estradiol elevados, disminuidos o iguales a los de las mujeres con
peso normal. El estudio que halló disminución de los niveles
séricos de estrona y estradiol incluyó mujeres premenopáusicas
obesas de entre 40 y 45 años, con niveles de FSH superiores a 15.
La significación estadística de tan pequeños aumentos del
estradiol y la estrona hallados en estos estudios no permite afirmar
que la obesidad femenina sea causa del CE.
En mujeres premenopáusicas, la
obesidad es también un factor de riesgo mayor para CE. Sin embargo,
la mayoría de los estudios al respecto han incluido mujeres con
ovarios poliquísticos, una condición asociada a la disminución de
SHBG, a través del aumento de andrógenos circulantes y la
obesidad. El incremento resultante del riesgo de hiperplasia
endometrial proveniente de la elevación de los estrógenos libres
circulantes puede explicarse por las características de los ciclos
anovulatorios crónicos de las mujeres con ovarios poliquísticos. A
diferencia de lo que ocurre con la obesidad en la menopausia, la
mayoría de los estudios sugieren que la obesidad en la
premenopausia se asocia con disminución de los niveles séricos de
estrona o estradiol. Otros estudios han señalado que estas mujeres
presentan menores niveles de estradiol en la fase folicular que las
mujeres con peso normal. Los menores niveles de SHBG asociados a la
obesidad en la premenopausia pueden explicar el aumento de los
niveles de estrógenos libres, lo cual aumenta la acción
estrogénica sobre el endometrio. Además, las mujeres obesas
muestran cierta desviación en el metabolismo de estradiol a partir
de la vía del catecol (que produce dos metabolitos relativamente
inactivos: 2-hidroxiestrona y 2-metoxiestrona) hacia un metabolismo
de anillo-D (cuyos metabolitos son el estriol y el epiestriol).
La obesidad se asocia con períodos
menstruales irregulares, amenorrea y deficiencia progestacional en
la fase lútea a través de la inhibición de la ovulación; a su
vez, los niveles insuficientes de progesterona en la fase lútea
pueden aumentar el riesgo de CE en mujeres premenopáusicas. Los
estudios epidemiológicos han confirmado que existe aumento del
riesgo de CE en mujeres con ciclos menstruales prolongados u
oligomenorrea. El aumento del peso corporal se asocia con menores
niveles progesterona, aún en mujeres obesas que ovulan. El aumento
de los niveles de leptina en las mujeres obesas podría originar
niveles insuficientes de progesterona en la fase lútea al inhibir
la ovulación y la esteroideogénesis. La leptina parece inhibir, en
las células de la granulosa humana, la producción de progesterona
inducida por la insulina y las gonadotrofinas.
Diabetes mellitus y riesgo de CE. Varios
estudios de casos y controles han mostrado duplicación del riesgo
de CE en mujeres diabéticas. Tres estudios hallaron mayores niveles
circulantes de insulina en mujeres no diabéticas con CE que en
mujeres no diabéticas sin CE. Otro estudio halló que la
concentración de péptido-C correlacionaba positivamente con el
índice de masa corporal (BMI) y los niveles de estradiol, pero
negativamente con los de SHBG. En el análisis ajustado por edad, el
tercilo más alto de péptido-C se asoció con odds ratio
(OR) de 2.2 para CE. Esta asociación desapareció luego de efectuar
ajustes según el índice de masa corporal (IMC). En contraste, el
ajuste según niveles de péptido-C ejerció pocos efectos sobre la
asociación entre IMC y CE. Estos hallazgos apoyan la teoría de que
la insulina juega un papel sobre el CE al aumentar la proliferación
endometrial. La insulina actuaría asimismo como un mitógeno
endometrial al aumentar los efectos de los factores de crecimiento
insulínicos (IGF) sobre dicho epitelio. Las proteínas
transportadoras de IGF podrían estar alteradas en la diabetes
mellitus, lo cual aumentaría la disponibilidad de IGF estimulando
la proliferación endometrial. Los IGF, especialmente el IGF-I,
participan en la mediación de la proliferación endometrial
inducida por estrógenos a través de mecanismos autocrinos y
paracrinos. La insulina disminuye la unión de la progesterona con
su receptor, y atenúa las acciones antiproliferativas de los
antiestrógenos.
Ejercicio y riesgo de cáncer
endometrial. Diez de 11
estudios de casos y controles han sugerido que el ejercicio moderado
se asocia con reducción del riesgo de CE. No se ha confirmado que
las mujeres que practican ejercicios tengan diferentes niveles de
estrógenos circulantes, pero hay evidencias de que en estos casos
se origina una desviación del metabolismo del anillo-D hacia el
metabolismo del catecol.
El ejercicio puede, en ciertos casos,
afectar adversamente la producción de progesterona en la fase
lútea mediante la interrupción de la función ovulatoria. Se ha
observado acortamiento de la fase lútea tras ejercicio intenso -en
mujeres sin entrenamiento previo- que se acompaña de pronunciada
pérdida de peso y anovulación. El ejercicio menos intenso, que no
se acompaña de pérdida de peso, no se asocia con cambios en el
ciclo menstrual. El ejercicio moderado podría disminuir el riesgo
de CE a través de la asociación con otros factores tales como una
dieta saludable.
Dieta, isoflavonas y riesgo de CE. Siete
estudios de casos y controles y 1 de diseño prospectivo hallaron
que el consumo de granos enteros, frutas y vegetales frescos se
asocia con disminución del riesgo de CE. En algunos estudios (pero
no en otros) se encontró baja excreción urinaria de estriol y
menores niveles séricos de estrona y estradiol en mujeres que
consumen dietas vegetarianas. La asociación entre un elevado
contenido de fibra dietaria y disminución de los niveles séricos
de estradiol ha sido confirmada por algunos estudios, pero no por
todos. Sin embargo, se cree que el metabolismo del estradiol podría
modificarse según el tenor graso de la dieta. Cuando se reduce en
25% las calorías dietarias, aumenta la conversión hacia
metabolitos del catecol menos activos, mediada por la oxidación de
la 2-hidroxilasa.
Se ha señalado que el alto consumo
de productos de soja se asocia con disminución del riesgo de CE (OR
= 0.45). Los derivados de la soja son una rica fuente de
isoflavonas, compuestos no esteroideos similares a los estrógenos.
Algunos estudios hallaron significativa disminución de los niveles
séricos de estrona y aumento de la concentración de SHBG en
mujeres posmenopáusicas con dietas ricas en isoflavonas (2.0
mg/kg/día), y disminución no significativa de los niveles séricos
de estradiol. Las isoflavonas interactúan con los receptores
estrogénicos de los mamíferos, como agonistas o antagonistas
estrogénicos según el tejido involucrado y los niveles
circulantes. Pese a que estos compuestos tienen menor afinidad por
los receptores estrogénicos que los estrógenos esteroideos,
circulan por el plasma en concentraciones mucho más elevadas que
los últimos. Las isoflavonas ejercen múltiples efectos
fisiológicos que no son mediados por los receptores estrogénicos,
y que podrían contribuir a su acción antiestrogénica; ellos
incluyen la inhibición de enzimas como la aromatasa, la
tirosin-proteinquinasa y la alfa-reductasa, y el aumento de la
síntesis de SHBG. El alto consumo de isoflavonas dietarias en la
posmenopausia no aumenta el espesor endometrial, medido por
ecografía transvaginal.
La «ventana de riesgo»
perimenopáusica. Dado que
las dosis elevadas o suprafisiológicas de estrógenos pueden
aumentar los requerimientos de progesterona para lograr protección
endometrial, la transición perimenopáusica podría representar una
«ventana de riesgo» para el CE en razón de la inadecuada
oposición estrogénica existente en esa etapa de la vida. Los
niveles erráticos y elevados de estradiol observados en mujeres
perimenopáusicas podrían obedecer al aumento de los niveles de FSH
y al mayor reclutamiento folicular característico de los últimos
años reproductivos. La mayor irregularidad de los ciclos, el
aumento de la incidencia de ciclos anovulatorios y los períodos
intermenstruales más prolongados se correlacionan con niveles más
bajos e irregulares de progesterona, lo cual eleva teóricamente el
riesgo de inadecuada oposición estrogénica. El endometrio
perimenopáusico ha sido expuesto en cada mujer al menos a 350
ciclos proliferativos, por lo que podría presentar cambios
desconocidos producidos por el envejecimiento celular, tal como
sucede con la expresión del gen supresor de tumores PTEN.
Conclusiones.
Existen algunos factores de riesgo para el CE que dependen del
estilo de vida, los cuales pueden ser modificados por las mujeres.
Estas modificaciones protectoras incluyen el mantenimiento del IMC
por debajo de 28, el consumo de dietas ricas en vegetales y frutas,
y la práctica de ejercicios moderados. Si existen antecedentes
familiares o factores predisponentes para la diabetes mellitus, es
prudente efectuar una prueba de tolerancia la glucosa y cumplir un
adecuado tratamiento médico-dietético. La participación de las
isoflavonas en la disminución del riesgo de CE ha sido señalada
por varios estudios, pero aún no se ha establecido fehacientemente.
Finalmente, pese a que no se le ha prestado adecuada atención como
«ventana de riesgo» para el CE, la perimenopausia constituye sin
duda un período en el cual el tratamiento progestacional cíclico o
continuo mejorará la oposición a los estrógenos, naturalmente
deficiente en esta etapa de la vida. Esto último es especialmente
importante para las mujeres que ya poseen uno o más factores de
riesgo para el CE.
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