ACTUALIZACIÓN
SOBRE LOS RIESGOS PARA LA SALUD GENERAL DE LA ENFERMEDAD PERIODONTAL
Slots J
University of Southern California,
School of Dentistry, Los Angeles, EE.UU.
[Update on General Health Risk of
Periodontal Disease]
International Dental Journal
53:200-207, 2003
El mantenimiento de la salud
dental y periodontal es el medio más eficaz para evitar patologías
sistémicas con origen en infecciones orales.
En los últimos años resurgió el
interés por la posible relación entre las infecciones
periodontales y las patologías extraorales. La investigación
estableció que las especies periodontales poseen la capacidad de
agredir otros sitios del organismo y producir infecciones agudas. La
enfermedad periodontal también impacta en la patología
cardiovascular, accidentes cerebrovasculares, diabetes mellitus,
artritis reumatoidea y gestación. Sin embargo existe polémica
respecto del papel de las infecciones periodontales en patologías
extraorales crónicas. La identificación microbiana molecular y los
métodos que permiten la detección del origen de los patógenos
facilitará el descubrimiento del vínculo entre patologías orales
y sistémicas. En el presente trabajo, el autor describe las
visiones actuales sobre el papel de los microorganismos de la
cavidad oral en la etiología de enfermedades sistémicas.
Enfermedad periodontal.
Las entidades periodontales inflamatorias constituyen probablemente
las infecciones más comunes en el ser humano. La gingivitis está
presente en la mayoría de los adultos, aunque es más pronunciada
en los países en desarrollo. La superficie dentoginvival normal es
de 5 cm2, valor que varía entre 8 y 20 cm2 en caso de
periodontitis. Este fenómeno produce una carga importante de
mediadores inflamatorios e inmunológicos en algunos casos. Un
estudio reveló que las bacterias del bolsillo periodontal con
frecuencia atraviesan la barrera epitelial gingival. La bacteriemia
es detectada entre el 60% y 80% de los afectados. La incidencia y la
magnitud de la bacteriemia de origen odontológico se correlacionan
con la intensidad de la inflamación gingival y con el grado de
procedimientos dentales traumáticos. Afortunadamente, la
bacteriemia de origen dental generalmente es de bajo grado (1 a 10
colonias bacterianas por ml de sangre) y de duración breve (15 a 30
minutos). Finalmente, la periodontitis representa diversas entidades
producidas por una variedad de agentes infecciosos.
Endocarditis infecciosa.
La incidencia de esta entidad varía entre 0.7 y 6.8 por
100 000 personas año, valores que aumentan 20 veces con el
envejecimiento. El autor destaca que más del 50% de los casos no
están asociados con infecciones o con procedimientos en los 3 meses
previos al inicio de la sintomatología. Aproximadamente el 8% de
los eventos están relacionados con enfermedad periodontal o dental
sin procedimientos odontológicos. El período transcurrido entre
intervenciones identificables y el inicio de la endocarditis varía
entre 2 y 4 semanas. El riesgo de endocarditis infecciosa posterior
a la manipulación odontológica se encuentra en el rango de 1 por
cada 3 000 a 5 000. Por otra parte, el 80% de las
infecciones son de carácter extrahospitalario, y las bacterias
forman parte de la microbiota endógena. Los estreptococos y
estafilococos son los patógenos más frecuentes. Aunque las
bacteriemias de las actividades diarias son consideradas la
principal causa de infección bacteriana oral del corazón, dada la
elevada tasa de mortalidad, los odontológos continúan utilizando
la antibioticoterapia profiláctica previa a intervenciones que
podrían inducir bacteriemia.
Neumonía por aspiración.
La bronconeumonía por aspiración se produce en más de
200 000 ancianos y anualmente ocasiona la muerte de 15 000
en EE.UU. La aspiración de contenido orofaríngeo contaminado es la
causa dominante de la entidad. Las bacterias asociadas con la
enfermedad periodontal, las caries y la placa dental predominan en
la neumonía. La intensidad de la enfermedad periodontal y la
cantidad de piezas dentales deterioradas aumentan el riesgo de este
tipo de patología. La higiene oral diaria eficaz y el cuidado
dental regular facilitan la reducción de la morbilidad.
Síndrome de inmunodeficiendia
adquirida. La candidiasis
oral es la infección oportunista más común detectada en pacientes
HIV positivos. La incidencia y la gravedad de la patología aumentan
con el descenso de los linfocitos T CD4+. La candidiasis oral
también se observa en sujetos con neutropenia, diabetes mellitus y
bajo terapia con corticoides. La candidiasis invasiva de la cavidad
oral en los individuos HIV positivos requiere terapia antimicótica
sistémica prolongada, con un pronóstico generalmente desfavorable.
En contraste, la candidiasis no invasiva con frecuencia responde a
ciclos breves de terapia sistémica y tópica. Las lesiones orales
asociadas con la infección por HIV también comprenden gingivitis
úlcero-necrotizante y periodontitis. Las formas necrotizantes de
enfermedad periodontal aparecen en individuos con infección por HIV
con inmunodeficiencia importante. La intervención eficaz en estos
casos comprende desbridamiento de la placa, irrigación con iodo
povidona de los sitios afectados, enjuague bucal con clorhexidina y
la antibioticoterapia. De no tratarse, la enfermedad periodontal
necrotizante puede convertirse en un cancrum oris, infección
gangrenosa que compromete los tejidos blandos con destrucción ósea
y tasas de mortalidad elevadas.
Quimioterapia y radioterapia.
Los individuos sometidos a estas terapias por patologías en cabeza
y cuello pueden presentar una variedad de complicaciones orales y
sistémicas. La infección es la causa más común de morbilidad y
mortalidad en quienes reciben quimioterapia. Las complicaciones
orales y sistémicas infecciosas también son causa importante de
morbilidad y mortalidad en sujetos sometidos a trasplante de
células hematopoyéticas. La evidencia indica que más del 30% de
las septicemias en pacientes con leucemia aguda se originan de focos
infecciosos orales, particularmente de bolsillos periodontales e
infecciones pericoronales. En sujetos con mielosupresión, la
enfermedad periodontal preexistente puede experimentar
exacerbaciones agudas con niveles elevados de patógenos anaerobios,
bacilos entéricos gramnegativos y estafilococos. Antes de iniciar
la quimioterapia, los pacientes deberían recibir atención
odontológica para eliminar las posibles fuentes de infección y
posteriormente mantener la higiene bucal. La radioterapia produce
enfermedad periodontal, mucositis oral, xerostomía, caries y
osteorradionecrosis. Las lesiones periodontales y ulceraciones de la
mucosa pueden convertirse en portales para la invasión de
patógenos productores de infecciones potencialmente mortales. Estos
pacientes deben reconocer la importancia de la adquisición de
precauciones antiinfecciosas por el resto de sus vidas.
Fascitis necrotizante y otras
infecciones potencialmente mortales.
La fascitis necrotizante se caracteriza por la presencia de necrosis
difusa de los planos fasciales, tejidos subcutáneos y vasculatura.
La patología comparte varias características clínicas e
histopatológicas con el cancrum oris, con tasas de
mortalidad que alcanzan el 74%. La entidad puede originarse a partir
de la enfermedad periodontal y se produce en sujetos con compromiso
de los mecanismos de defensa. Por otra parte, el absceso cerebral
puede involucrar patógenos periodontales. La angina de Ludwig
podría originarse a partir de infecciones dentales. También se
describieron cuadros de septicemia y de coma posterior a una
extracción dentaria y síndrome de shock séptico como secuela de
un absceso periodontal.
Diabetes mellitus.
La resistencia a la insulina es uno de los mecanismos
fisiopatológicos de la diabetes tipo 2, y la evidencia actual
involucra la inflamación crónica como uno de los desencadenantes
de la resistencia a la insulina crónica. La mejoría de la última
puede producirse luego del tratamiento de infecciones, como la
enfermedad periodontal. Varios estudios que emplearon
antibioticoterapia sistémica combinada con terapia periodontal
mecánica mostraron mejor control metabólico de la diabetes.
Aparentemente, la eficacia antimicrobiana de la terapia periodontal
influye en el grado de mejoría en el control glucémico. Por lo
tanto, debería enfatizarse la necesidad del cuidado dental
apropiado en los diabéticos.
Enfermedad cardíaca.
La enfermedad periodontal y la patología de las encías han sido
vinculadas con la enfermedad coronaria. Sin embargo, las
asociaciones entre estas entidades no satisfacen la evidencia de
causalidad. Posiblemente subgrupos de pacientes presenten una
relación significativa entre periodontitis y enfermedad coronaria,
aunque la mayoría de los casos con periodontitis, que no son
fumadores, no presentan mayor riesgo de patología coronaria.
Transmisión viral.
Los virus herpes, especialmente citomegalovirus y virus
Epstein-Barr, están presentes en la mayoría de las lesiones de
periodontitis avanzadas de niños, adolescentes y adultos. El Herpes
simple tipos 1-6-7 y 8, el HIV y el papilomavirus también pueden
residir en las lesiones periodontales. El HHV-8 afecta
fundamentalmente a pacientes HIV positivos y está involucrado en la
patogenia del sarcoma de Kaposi. La transmisión de los virus herpes
se produce mediante el contacto íntimo con secreciones infectadas,
con cantidades importantes de estos patógenos detectables en saliva
por períodos prolongados. Las partículas de virus herpes
productivos en el tejido gingival inflamado pueden diseminarse a
otras regiones del organismo o ser eliminados por saliva e infectar
a otros individuos. La exposición a saliva infectada es un factor
de riesgo para la adquisición de infección por HHV-8. Este virus
fue detectado en el 24% de las biopsias gingivales de individuos HIV
positivos. Las encías también constituirían un reservorio del
virus herpes simple. La reducción de la gingivitis mediante terapia
antimicrobiana eficaz puede disminuir notablemente la carga viral en
los sitios periodontales. Si de hecho las encías inflamadas
constituyen un reservorio importante de virus herpes infecciosos, el
mantenimiento de la salud de las encías podría reducir el riesgo
de transmisión. Cabe determinar la relación entre el grado de
enfermedad periodontal y el nivel de virus herpes en saliva.
Conclusión.
Con el mayor conocimiento sobre el impacto de los microorganismos
periodontales en patologías sistémicas aumentan los esfuerzos
dirigidos en el control de las infecciones periodontales.
Afortunadamente, en la mayoría de los casos, la prevención y
erradicación de las infecciones periodontales puede lograrse
mediante medidas relativamente simples, que incluyen desbridamiento
por un profesional, antibioticoterapia eficaz, limpieza interdental
y cepillado correcto.
TERAPIA
ANTIMICROBIANA PARA LA NEUMONÍA ADQUIRIDA EN LA COMUNIDAD EN
ADULTOS
Arns da Cunha C,
Sader HS, Nicodemo AD y Brasilian Society for Infectious Diseases
Practice Guidelines Committee
Federal University of Paraná;
Infectious Diseases Service of the Nossa Senhora das Graças
Hospital, Curitiba, Paraná; Federal University of São Paulo, EPM;
University of São Paulo, San Pablo, Brasil
[Antimicrobial therapy for
community acquired pneumonia in adults]
The Brazilian Journal of Infectious
Diseases 6(2):82-87, Abr
2002
La población femenina de Brasilia registra bajos niveles de concurrencia a la consulta médica de rutina para la prevención de las enfermedades ginecológicas.
La infección del tracto
respiratorio bajo es la principal causa de muerte entre las
enfermedades infecciosas. A pesar de los progresos evidenciados en
la detección de los patógenos y las opciones terapéuticas,
persisten las controversias acerca del enfoque clínico de esta
patología. Es posible obtener el diagnóstico etiológico en sólo
un pequeño porcentaje de los casos de neumonía adquirida en la
comunidad (NAC). De modo que la terapia antimicrobiana es en su
vasta mayoría empírica y debe basarse en los estudios
epidemiológicos y de vigilancia locales. Este trabajo es parte de
una serie de guías prácticas realizadas por la Sociedad brasileña
de enfermedades infecciosas por medio de su Comité de guías
prácticas. El propósito es brindar a los clínicos orientación en
la toma de decisiones sobre el tratamiento antimicrobiano de la NAC
en pacientes adultos inmunocompetentes. Los miembros del panel y los
consultores son expertos en enfermedades infecciosas en adultos y
las guías se fundamentaron en la evidencia cuando fue posible. Las
recomendaciones incluidas en este documento se elaboraron sobre la
base de los patógenos aislados con más frecuencia y su
sensibilidad antimicrobiana. La etiología se determinó,
principalmente, de acuerdo con los estudios internacionales debido a
la escasez de datos regionales. En cambio la sensibilidad
antibiótica provino de los resultados de varios ensayos de
vigilancia de resistencia antimicrobiana realizados recientemente en
Brasil. También, se examinaron otras guías de referencia sobre el
tratamiento de NAC como las elaboradas por las sociedades de
enfermedades infecciosas de América y Canadá.
Diagnóstico de NAC.
Debe sospecharse neumonía en todo paciente con síntomas
respiratorios del tracto bajo de reciente aparición como tos,
esputo productivo y disnea, en especial si se acompañan de fiebre,
alteraciones auscultatorias en los sonidos respiratorios y
producción de rales. El diagnóstico de NAC se basa en el análisis
de los datos clínicos y de laboratorio, incluso los radiológicos y
microbiológicos. Los diagnósticos diferenciales comprenden causas
infecciosas y no infecciosas. Entre las primeras se encuentran las
infecciones del tracto respiratorio superior y bronquitis agudas, la
mayoría de las cuales son de origen viral y no requieren terapia
antibiótica. Entre las segundas, hiperreactividad de la vía
aérea, atelectasias, insuficiencia cardíaca congestiva,
bronquiolitis obliterante con neumonía organizada, vasculitis,
embolismo pulmonar y carcinoma del pulmón. La importancia de
establecer el diagnóstico de neumonía y sus causas adquiere
relevancia debido al abuso de antibióticos. De este modo es
importante que haya un equilibrio entre los procedimientos
diagnósticos y la terapia empírica. Las recomendaciones sobre la
necesidad de hospitalización están basadas en la metodología
utilizada en las reglas de predicción clínica de mortalidad a
corto plazo elaboradas por el Equipo de investigación sobre la
evolución de los pacientes con neumonía (Pneumonia Patient
Outcomes Research Team, Pneumonia PORT). Las guías PORT
se realizaron a partir de la evolución de 14 199 pacientes con
NAC y se validaron en forma independiente con 38 039 sujetos
internados por NAC y 2 287 pacientes ambulatorios y
hospitalizados enrolados prospectivamente en la cohorte de estudio
PORT. Los individuos se dividieron en 5 clases de gravedad de
acuerdo con un proceso de 2 etapas. En la primera, se clasificaron
como de bajo riesgo (clase I) a los menores de 50 años, sin
enfermedades de base, signos vitales normales o levemente alterados
y estado mental normal. En la segunda etapa, los que no fueron
asignados a la clase I fueron ubicados en las clases II-V de acuerdo
con la puntuación basada en 3 variables demográficas (edad, sexo y
residencia en geriátricos), 5 comorbilidades (neoplasias,
insuficiencia cardíaca congestiva enfermedades hepática,
cerebrovascular y renal), 5 hallazgos al examen físico (estado
mental alterado, taquipnea [más de 30 respiraciones por minuto],
taquicardia [más de 125 latidos/min], hipotensión sistólica <
90 mm Hg, y temperatura inferior a 35 °C o superior a 40 °C) y 7
parámetros de laboratorio o radiográficos (pH < 7.35, uremia
> 30 mg/dl, hiponatremia [sodio < 130 mEq/l], hiperglucemia
[glucemia > 250 mg/dl], anemia [hematocrito < 30%], hipoxemia
[presión arterial de oxígeno < 60 mm Hg o saturación de
oxígeno < 90%] y derrame pleural). El criterio para la
clasificación del riesgo fue el siguiente: con 70 puntos o menos,
en la clase II; entre 71-90, en la clase III; entre 91-130, en la
clase IV; y más de 130, en la clase V. Los pacientes con
clasificación de riesgo I o II en general no requieren
hospitalización, los de la clase III pueden necesitar una
internación breve, y los de clasificación de riesgo IV o V
habitualmente deben ser internados. En cuanto a la etiología, los
estudios prospectivos que evaluaron las causas de NAC en adultos no
pudieron determinarlas en 40% a 60% de los casos y se identificaron
2 o más etiologías en 2% a 5% de los pacientes. El agente
etiológico más comúnmente identificado es Streptococcus
pneumoniae, que produce aproximadamente 2/3 de los casos de
neumonía bacteriémica. Otros gérmenes aislados con menor
frecuencia son Haemophilus influenzae, Mycoplasma
pneumoniae, Chlamydia pneumoniae, Staphilococcus
aureus, Moraxella catarrhalis, Klebsiella pneumoniae,
bacterias gramnegativas y especies de Legionella. Entre los
patógenos virales se encuentran los virus influenza, sincicial
respiratorio, parainfluenza y adenovirus.
Guías para la terapia antibiótica
de la NAC. Las
recomendaciones terapéuticas de la NAC se basan en la sensibilidad
de los patógenos descriptos. Deben ser revisadas periódicamente
debido al descubrimiento continuo de nuevos hallazgos clínicos y
epidemiológicos. Entre ellos, la demostración de que no hay
asociación convincente entre los síntomas, el examen físico o los
resultados de las pruebas de laboratorio y una etiología
específica; la aparición de nuevos macrólidos como claritromicina
y azitromicina, con mejores características farmacocinéticas y
farmacodinámicas y menores efectos adversos en comparación con
eritromicina; y la aparición de nuevas fluoroquinolonas como
levofloxacina, gatifloxacina y moxifloxacina, con mayor potencia
contra S. pneumoniae y algunos patógenos atípicos como M.
Pneumoniae y C. pneumoniae. Por otro lado, en todo el
mundo es motivo de preocupación el aumento en las cepas de S.
pneumoniae resistentes a penicilina, aunque en Brasil las tasas
de alto nivel de resistencia (concentraciones inhibitorias mínimas
mayores o iguales a 2 mg/ml) son aún bajas (2% a 4%). Este
patógeno debe ser continuamente supervisado para poder detectar
cambios en el perfil de sensibilidad antimicrobiana. En cuanto a H.
influenzae, los índices de resistencia oscilan entre un 10% a
12%. El tratamiento antibiótico debe elegirse sobre la base de 4
factores principales: el espectro de actividad in vitro, las
reacciones adversas, el régimen y el costo. En forma similar a las
guías existentes, los autores dividieron a los pacientes de acuerdo
con la gravedad de las infecciones y las características de los
individuos (clasificación de riesgo de PORT).
A. Pacientes con clase de riesgo I
de PORT que no requieren hospitalización, y S. pneumoniae, M.
pneumoniae, C. pneumoniae y H. influenzae y virus
respiratorios como patógenos más frecuentes. Los agentes
antimicrobianos de elección (sin orden de preferencia) son
amoxicilina; o macrólidos (azitromicina o claritromicina o
eritromicina); o fluoroquinolonas con mayor actividad
antineumocócica (gatifloxacina o levofloxacina o moxifloxacina).
Las alternativas son cefpodoxima, cefuroxima, cefprozil,
amoxicilina-ácido clavulánico, tetraciclina, doxiciclina. Las
nuevas fluoroquinolonas deben usarse con precaución para evitar el
rápido aumento en las tasas de resistencia. Las tetraciclinas no se
incluyeron entre los agentes de elección debido a las altas tasas
de resistencia (> 20%) en Brasil, mientras que la
trimetoprima/sulfametoxazol no se recomienda por la elevada
resistencia del S. pneumoniae (38.6% a 39.8%) y del H.
influenzae (40.1% a 44.9%) en Brasil. Tampoco se recomiendan las
cefalosporinas con baja actividad antineumocócica tales como
cefalexina, cefaclor, cefixima y cefadroxilo.
B. Pacientes con clase de riesgo II
de PORT que no requieren hospitalización, y S. pneumoniae, H.
influenzae, virus respiratorios, bacterias gramnegativas y S.
aureus como patógenos más frecuentes. Los agentes
antimicrobianos de elección (sin orden de preferencia) son
fluoroquinolonas con mayor actividad antineumocócica (gatifloxacina
o levofloxacina o moxifloxacina); o amoxicilina más ácido
clavulánico o cefalosporinas de 2ª o 3ª generación (cefpodoxima
o cefuroxima o cefprozil) más un macrólido (azitromicina o
claritromicina o eritromicina) cuando exista la posibilidad de que
la neumonía sea causada por un patógeno atípico (C. pneumoniae,
Legionella o M. pneumoniae).
La diferenciación entre NAC
causada por gérmenes típicos o atípicos es extremadamente
difícil si se toman en cuenta sólo los síntomas clínicos, examen
físico y radiografías de tórax.
C. Pacientes con clase de riesgo
III y IV de PORT que requieren hospitalización en sala general, y S.
pneumoniae, H. influenzae, bacterias gramnegativas, Legionella
spp y C. pneumoniae como patógenos más frecuentes. Los
agentes antimicrobianos de elección (sin orden de preferencia) son
ceftriaxona o cefuroxima endovenosas más azitromicina o
claritromicina endovenosas cuando hay sospecha de neumonía
atípica; o fluoroquinolonas endovenosas (gatifloxacina o
levofloxacina). Las alternativas son amoxicilina más ácido
clavulánico o ampicilina más sulbactam. Cuando se sospecha
aspiración o se cree que las bacterias anaeróbicas son la causa de
la neumonía, como en los pacientes alcohólicos o ancianos con
alteraciones mentales, debe agregarse clindamicina o monoterapia con
ampicilina/sulbactam o amoxicilina/clavulánico.
D. Pacientes con clase de riesgo IV
y V de PORT que requieren hospitalización en unidades de cuidados
intensivos, y S. pneumoniae, Legionella spp, bacterias
gramnegativas, M. pneumoniae y virus respiratorios como
patógenos más frecuentes. Los agentes antimicrobianos de elección
son cefalosporinas de 3ª o 4ª generación endovenosas más
azitromicina o claritromicina endovenosas. Las alternativas son
fluoroquinolonas con mayor actividad antineumocócica (gatifloxacina
o levofloxacina o moxifloxacina), aunque aún es limitada la
experiencia clínica con estos agentes en los pacientes internados
en unidades de cuidados intensivos. No se recomienda la utilización
de ceftazidima debido a su baja actividad contra bacterias
grampositivas en especial S. pneumoniae y S. aureus en
comparación con otras cefalosporinas de 3ª generación como
ceftriaxona y cefotaxima. Cuando se sospecha Legionella se
puede agregar rifampicina. Puede utilizarse oxacilina cuando la
causa de la infección es S. aureus sensible; en caso de
resistencia debe agregarse vancomicina. Otras opciones son linezolid
y quinopristin/dalfopristin. Deben agregarse cefalosporinas de 4ª
generación o ciprofloxacina o un aminoglucósido, solos o en
combinación, ante la sospecha de Pseudomonas aeruginosa debido
a los altos índices de resistencia antimicrobiana.
En conclusión, los autores
elaboraron una guía práctica para el tratamiento de la NAC en
adultos inmunocompetentes para brindar a los clínicos una
orientación en la toma de decisiones. Las recomendaciones incluidas
en este documento se basaron en los patógenos aislados con más
frecuencia, su sensibilidad antimicrobiana y las características de
los individuos (clasificación de riesgo de PORT).
LAS
ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL Y LOS VIAJES
Memish ZA y Osoba AO
Division of Infectious Diseases,
Department of Medicine, Department of Infection Prevention and
Control Program; Division of Microbiology; King Fahad National Guard
Hospital, Riad, Arabia Saudita
[Sexually Transmitted Diseases and
Travel]
International Journal of
Antimicrobial Agents
21:131-134, 2003
La facilidad para
viajar que hay actualmente hace que los viajeros sean cada vez más
importantes en la epidemiología de las enfermedades de transmisión
sexual.
Las enfermedades de transmisión
sexual (ETS) incluyen actualmente las causadas por virus, bacterias,
hongos, protozoos, helmintos y artrópodos. Se estima que entre mil
y dos mil millones de personas en el mundo viajan por aire
anualmente, y que entre un 5% y un 20% de ellas tienen algún tipo
de relación sexual casual, por lo que se exponen a ETS. La menor
edad y la soltería fueron dos factores de riesgo independientes de
tal tipo de contacto sexual. Varios estudios mostraron claramente
que la diseminación mundial de ETS y SIDA puede estar ligada al
movimiento de personas a través de las fronteras.
La existencia de una asociación
entre comportamiento sexual, ETS y viajes ha sido reconocida en
países desarrollados y subdesarrollados. La gran epidemia de
sífilis de fines del siglo XV en Europa se atribuye a los viajes
transatlánticos de Cristóbal Colón: los marineros cohabitaron con
nativas y adquirieron la enfermedad, que fue posteriormente
diseminada por Europa. En rápida sucesión, la sífilis apareció
en todas las capitales de Europa. En 1976, se reportó un caso de Neisseria
gonorrhoeae productora de penicilinasa (NGPP) en el oeste de
Africa y en el sudeste de Asia. Debido a los viajes por aire y al
movimiento poblacional, el microorganismo pronto se diseminó
mundialmente. Poco después, el virus de la inmunodeficiencia humana
(HIV), causal del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida)
fue descubierto por primera vez en Africa, y en una década se
volvió una enfermedad mundial, diseminada por los viajes y los
movimientos de la población.
La mayor industria a nivel mundial
es hoy el turismo. La Organización Mundial de Turismo informó que
en el año 2000 hubo 699 millones de viajeros internacionales. El
movimiento poblacional mostró ser el principal factor que
contribuyó a la diseminación mundial de las ETS. Los viajeros
infectados importan o exportan la infección. Esto ha sido
claramente demostrado en el caso de NGPP y HIV, en los que la
prevalencia aumentó en forma importante en la última década. En
este tiempo, la incidencia de las ETS clásicas disminuyó en los
países desarrollados, mientras que en los países en desarrollo
alcanzó proporciones epidémicas y permanecen sin control, debido
principalmente a la pobreza y a la carencia de recursos médicos. La
incidencia de Chlamydia trachomatis genital en los países
desarrollados es muy superior a la de la gonorrea, mientras que en
los países en desarrollo, donde se consideraba que era infrecuente,
la evidencia demuestra que es tan frecuente como la gonorrea. La
incidencia de herpes genital e infección por papiloma virus genital
aumentó mucho en la última década. Mientras que la incidencia de
HIV está estabilizada en países desarrollados, continúa en
aumento en los países en desarrollo. El incremento de los viajes
por aire ha hecho posible que los viajeros lleguen a destino en el
período de incubación de las ETS comunes y las diseminen antes de
que sepan que están infectados.
Los viajes pueden predisponer a las
personas a cambios en la conducta sexual durante el período de
ausencia de su ambiente habitual. El nuevo ambiente tiende a
aumentar la promiscuidad sexual y el contacto con trabajadores del
sexo, debido al hecho de que la mayoría de los viajeros tienen la
libertad y la oportunidad de escapar a los valores sociales
habituales impuestos por sus comunidades. Por ejemplo, en un estudio
en Noruega entre viajeros al extranjero, 41% de los sujetos que
participaron admitieron haber tenido exposición sexual casual. El
consumo de alcohol aumentaba la posibilidad de actividad sexual y
disminuía la de uso del preservativo.
Los viajeros pueden ser
categorizados en diferentes grupos según su ocupación y la
duración de su estadía en el exterior. Las principales categorías
son turistas, hombres de negocios, inmigrantes, marinos,
expatriados, y camioneros. Una categoría especial de viajeros la
constituyen los "turistas sexuales", cuyo principal
objetivo es involucrarse en actividades sexuales descontroladas.
Ellos están más expuestos al contacto con trabajadores del sexo y
a tener parejas múltiples, con mayor riesgo de ETS. Hay una
variación considerable del riesgo en cada categoría.
La exposición sexual casual ocurre
más frecuentemente entre aquellos que viajan por mucho tiempo a
lugares distantes. El mayor riesgo de contagio del HIV por contacto
sexual sin protección con parejas casuales y prostitutas se
registró entre viajeros al Africa subsahariana, al sudeste de Asia
y a la India.
El turismo sexual existe en muchos
países en desarrollo, los cuales tienen pobres recursos médicos y
alta incidencia de ETS. En estos lugares, el servicio sexual
comercial es una actividad atractiva y lucrativa, ya que aumenta los
ingresos del individuo y del estado. Tal es el caso de Thailandia y
Europa del este, que atraen a turistas de varias partes del mundo.
La literatura es escasa en cuanto a
la incidencia de ETS entre viajeros, porque existe una gran
variación según la prevalencia de ETS en los países visitados o
si el viajero es un "turista sexual", y si tuvo contacto
con prostitutas o parejas múltiples. La epidemiología mundial de
las ETS sugiere que son más prevalentes en países en desarrollo.
Mientras que la infección por HIV-1 está disminuyendo en Europa y
América del Norte, ha alcanzado niveles epidémicos en India y el
sur de Africa. En un estudio de infección por HIV entre viajeros
que concurrieron al hospital de enfermedades tropicales de Londres,
258 de los 298 pacientes examinados eran heterosexuales no usuarios
de drogas inyectables. Esto puede ser atribuido a la alta
prevalencia de HIV en los países de los que llegaron los viajeros.
Una alta incidencia de infección por HIV-1 ha sido demostrada en
trabajadores sexuales en Africa, los cuales tienen una incidencia de
seropositividad superior a la de la población general, y son una
importante fuente de transmisión de ésta y otras ETS. Los viajeros
están por lo tanto más predispuestos a adquirir HIV en países en
desarrollo que en sus países de origen. Se estima que alrededor de
62 millones de nuevos casos de gonorrea ocurrieron en el mundo en
1995 y que aproximadamente la mitad de ellos se dieron en el sur y
el sudeste de Asia, y alrededor de un tercio en el Africa
subsahariana. La principal transmisión de gonorrea es a través de
trabajadores sexuales, en quienes la prevalencia es de alrededor de
63%, son un importante reservorio de la enfermedad y constituyen un
riesgo para los viajeros que buscan sus servicios. Las llamadas
"enfermedades venéreas tropicales" (linfogranuloma
venéreo, chancroide y granuloma inguinal) son altamente prevalentes
en países tropicales en desarrollo, y son exportadas a través de
viajeros.
Es muy difícil controlar las ETS
en los viajeros. La prevención es una prioridad baja entre los
servicios clínicos de viajeros, a pesar de la fuerte evidencia de
que éstos se hallan expuestos a un alto riesgo de adquirir ETS por
contacto sexual casual. La adopción de prácticas sexuales seguras
como el uso de preservativos disminuirá el riesgo de infección.
Hasta el momento no existen vacunas que prevengan las ETS, excepto
la de la hepatitis B. No se recomienda el uso preventivo de
antibióticos porque puede resultar en la selección de bacterias
resistentes, y no protegen contra ETS virales. Los agentes
espermicidas mostraron ser efectivos contra N. gonorrhoea y
herpes genital, pero no contra HIV.
Las medidas de prevención de ETS
son las mismas se trate o no de un viajero. La abstinencia o el
contacto entre dos personas no infectadas son las únicas
estrategias totalmente efectivas. Se deberá evitar la exposición
sexual a parejas casuales, especialmente prostitutas y usuarios de
drogas inyectables. El principal método de prevención se basa en
la información y educación sexual, recomendando el uso de
preservativos. Es posible recurrir a la información gráfica en
sitios donde pueden congregarse viajeros, como aeropuertos, agencias
de turismo, aduanas, etc. Una recomendación importante es que
cualquier persona que presente secreción vaginal o uretral o
lesiones erosivas o úlceras genitales o dolor genital se abstenga
de mantener relaciones sexuales y consulte con un profesional.
FACTORES
DE RIESGO Y EVOLUCIÓN DEL TRATAMIENTO EN OSTEOMIELITIS
Tice AD, Hoaglund PA y Shoultz DA
Infections Limited, PS; OPAT
Outcomes Registry, Tacoma, EE.UU.
[Risk Factors and Treatment
Outcomes in Osteomyelitis]
Journal of Antimicrobial
Chemotherapy 51:1261-1268,
2003
En esta serie de casi 500
enfermos se utilizan la incidencia de recurrencia y la necesidad de
amputación en la identificación de factores microbiológicos y
terapéuticos predictivos de evolución.
La osteomielitis (OM) sigue siendo
una indicación frecuente de uso de antibióticos por vía
intravenosa. Los factores predisponentes, los patógenos
responsables y el tratamiento se han modificado considerablemente
con el paso del tiempo pero, en general, la frecuencia de la OM
hematógena y de la OM recurrente ha declinado en forma importante.
En cambio, la incidencia de infecciones óseas en relación con
reemplazos articulares, cirugías traumatológicas complejas e
infecciones complejas es cada vez más común. La mayor edad en la
población general se acompaña de mayor prevalencia de diabetes y
de patología vascular periférica, ambos factores contribuyentes y
predisponentes para OM. La introducción de la terapia
antimicrobiana parenteral ambulatoria (TAPA) ha sido uno de los
cambios más notables en el abordaje de estos enfermos.
La evolución de la OM fue difícil
de estudiar debido a su naturaleza heterogénea. Además, la
observación debe ser prolongada para poder establecer curación
definitiva. En la actualidad se considera que el seguimiento debe
durar 12 meses luego de finalizada la terapia, tal como lo
establecieran la Food and Drug Administration y la Infectious
Diseases Society of America, (IDSA) en 1992.
La serie de Waldvogel y
colaboradores en 1970 fue una de las primeras publicadas en
relación con la evolución del tratamiento. Los autores
caracterizaron la OM según su patogenia y cronicidad. La ausencia
de signos o síntomas de infección 6 meses después del tratamiento
se consideró un parámetro de evolución. En su trabajo, la terapia
antimicrobiana intravenosa en altas dosis durante 4 semanas fue más
eficaz que los tratamientos de menor duración. Estos hallazgos
representaron la base del tratamiento prolongado en adultos. Más
recientemente se comprobó que en niños y algunos adultos con OM es
posible reemplazar al menos una parte de la terapia intravenosa por
tratamiento oral.
El incremento notable de los gastos
en los sistemas de salud motivó un aumento sustancial de programas
de TAPA que permiten que el enfermo reciba terapia parenteral en su
hogar. Cuando se inició el programa TAPA de Infections Limited
en 1981, recuerdan los autores, la OM era la infección más
frecuentemente tratada en este contexto. En la actualidad ocupa un
segundo lugar luego de las infecciones de piel y tejidos blandos.
Sin embargo, aún hoy la OM es la infección que requiere la mayor
cantidad de días de tratamiento. En el estudio, los expertos
analizan los factores inherentes a patógenos y al tratamiento que
influyen en la evolución de la OM.
Infections Limited
es una clínica privada para el tratamiento de enfermedades
infecciosas que cubre la atención de aproximadamente 450 000
habitantes en Tacoma. Desde el inicio del programa se han tratado en
la institución más de 4 000 pacientes. El centro sigue las
recomendaciones de terapia antiinfecciosa establecidas por la IDSA y
está acreditado por la Joint Commission for the Accreditation of
Health Care Organizations para el tratamiento parenteral
ambulatorio. La terapia es indicada y controlada por 7
especialistas. Los esquemas antibacterianos más usados en adultos
con OM y función renal normal incluyen 2 g de una penicilina
resistente a penicilinasa (PRP) -oxacilina, nafcilina o meticilina-
cada 6 horas; 2 g de cefazolina cada 8 horas; 2 g de ceftriaxona
cada 24 horas y 1 g de vancomicina cada 12 o 24 horas según la
edad. El intervalo entre dosis puede prolongarse en pacientes
ancianos con insuficiencia renal. No se utiliza la rifampicina para
la terapia combinada contra Staphylococcus aureus. La
infección por Pseudomonas aeruginosa se trata en forma
rutinaria con ceftazidima o piperacilina más amikacina o
tobramicina.
Los enfermos con evolución
favorable fueron seguidos al menos durante 6 meses. El diagnóstico
se basó en estudios convencionales. Además se realizó
centellograma óseo en el 32.8% de los enfermos, tomografía
computada en el 4.4% de los casos y resonancia nuclear magnética en
el 2.3% de los pacientes. Se habló de recurrencia en presencia de
una nueva infección en la misma localización. Las recurrencias
pudieron ser recaídas (igual patógeno) o reinfecciones (por un
germen distinto del involucrado en el episodio inicial).
Se identificaron 1 300
historias clínicas de pacientes con OM, 454 de los cuales reunían
los criterios de inclusión. En la mayoría de los casos (90.8%) la
OM se asoció con infección de tejidos blandos o con cirugía
reciente. En el 15.2% de los enfermos se identificó un cuerpo
extraño.
Casi la mitad de los individuos
(45%) habían estado internados antes de la TAPA, mientras que en el
resto el tratamiento se comenzó en forma ambulatoria. La duración
promedio de la TAPA con PRP, ceftriaxona, cefazolina y vancomicina
fue de 34 días, 30 días, 30 días y 34 días, respectivamente. En
el 52% de los enfermos la OM comprometía el pie, en el 19% de los
casos, la pierna y en el 10% y 6% de los enfermos afectaba la mano o
la columna, respectivamente. El 38% tenía diabetes y el 12%
patología vascular. El riesgo relativo (RR) de recurrencia en
individuos con diabetes sin enfermedad vascular fue de 4.9 y a la
inversa, de 1.9.
El 69.4% se consideró
aparentemente curado mientras que el 30.6% tuvo recurrencia (n: 139;
22 recaídas y 23 infecciones; en el resto no pudo determinarse el
tipo de recurrencia). Se produjeron 13 muertes (2.9%) y 27 enfermos
(5.9%) debieron ser sometidos a amputación.
Los 454 individuos fueron seguidos
en promedio 27.5 meses. La incidencia pico de recurrencias ocurrió
a los 3 meses. Las recaídas se presentaron antes que las
reinfecciones. El 88% de las amputaciones se realizó en sujetos con
diabetes y el 33% en pacientes con patología vascular. Más de la
mitad se llevó a cabo dentro de los 3 meses de completada la TAPA.
Las restantes se efectuaron en el lapso del año posterior a la
TAPA.
En la identificación de factores
de riesgo de recurrencia, las infecciones por S. aureus
sensible a la meticilina (SAMS) y resistente a la meticilina (SAMR)
se evaluaron en forma combinada debido a que sólo unos pocos
enfermos que tuvieron infección por SAMR fueron tratados
adecuadamente con vancomicina.
En el modelo de Cox se efectuó
ajuste según la presencia de diabetes, patología vascular
periférica y edad por encima de los 70 años. El aislamiento
inicial de P. aeruginosa se asoció con más del doble de
riesgo de recurrencia respecto de infección por S. aureus
(RR de 2.5; p = 0.005). En forma opuesta, las infecciones
originariamente causadas por estreptococos no grupo D se asociaron
con menor riesgo de recurrencia respecto de las causadas por S.
aureus (RR de 0.6, p = 0.11). En el modelo de variables únicas
se comprobó que las infecciones por P. aeruginosa se
acompañaron de triple riesgo de recurrencia (odds ratio, OR
de 2.9, p = 0.024) en comparación con otras infecciones.
Se constató una fuerte
correlación entre infección por P. aeruginosa y necesidad
de amputación. En tres de cada 20 enfermos (15%) con infección
original por este patógeno debió realizarse amputación. Lo mismo
ocurrió en 4 de cada 62 (6.5%) individuos con infección inicial
por estreptococos no D. Los valores correspondientes en infección
por S. aureus y por estafilococo coagulasa negativo fueron 11
de 246 (4.5%) y 2 de 63 (3.2%), respectivamente.
El tratamiento con oxacilina (en 46
enfermos), meticilina (en 9 sujetos) y nafcilina (un paciente) se
consideró equivalente y la modalidad estándar se asoció con un
índice de recurrencia del 28.6%, mientras que para la ceftriaxona,
la cefazolina, la vancomicina y otros antibióticos, la incidencia
fue del 27.3%, 34.8%, 53% y 35.3%, respectivamente. En otras
palabras, al comparar la evolución asociada con el tratamiento con
PRP (OR de 1.0) o ceftriaxona (OR de 0.94), las infecciones tratadas
con vancomicina tuvieron casi 3 veces más riesgo de recurrencia (OR
de 2.8, p = 0.058). La diferencia entre cefazolina y PRP no fue
significativa.
En el modelo de regresión, el
primer antibiótico indicado se asoció sustancialmente con la
evolución aun luego del ajuste según diabetes, patología vascular
periférica y edad por encima de los 70 años. En el modelo, los
individuos tratados inicialmente con cefazolina o ceftriaxona
tuvieron un riesgo semejante de recurrencia versus enfermos
que recibieron PRP. En cambio, los pacientes tratados con
vancomicina tuvieron más del doble de riesgo de presentar
recurrencia (RR de 2.5, p = 0.03), respecto de los que recibieron
PRP.
Esta gran serie de enfermos con OM
tratada con antibioticoterapia parenteral en forma ambulatoria
revela aspectos pronósticos importantes en relación con el
patógeno involucrado en la infección inicial y con tratamiento
originalmente prescrito. Las recurrencias, cuando ocurren, suelen
surgir en los primeros meses de terminada la terapia aparentemente
exitosa. Sólo el 5% ocurrió luego del año. Asimismo, la OM por S.
aureus responde mejor al tratamiento con ß-lactámicos que con
vancomicina; la terapia con ceftriaxona es al menos igual de eficaz
que la que consiste en cefazolina o PRP, concluyen los
especialistas.
GUÍA
PREDICTIVA PARA IDENTIFICAR QUE PACIENTES DEBEN INTERNARSE POR UNA
NEUMONÍA ADQUIRIDA EN LA COMUNIDAD
España PP, Capelastegui A,
Quintana JM y colaboradores
Service of Pneumonology, Research
Unit, Department of Emergency Medicine and Unit of Health Care
Quality, Hospital de Galdakao, Galdakao, Vizcaya, España
[A Prediction Rule to Identify
Allocation of Inpatient Care in Community-acquired Pneumonia]
European Respiratory Journal
21:695-701, 2003
La utilización de nuevos
criterios elaborados por los autores permite la identificación de
un subgrupo de pacientes de bajo riesgo con neumonía adquirida en
la comunidad que requerirán hospitalización.
La neumonía adquirida en la comunidad (NAC), pese a ser una
enfermedad común, de historia natural bien caracterizada y para la
que se dispone de terapia antibiótica efectiva, presenta importante
variabilidad en cuanto a la decisión de internación o tratamiento
ambulatorio. La hospitalización tiene incidencia directa sobre las
pruebas diagnósticas, la antibioticoterapia, la intensidad de las
medidas de control diarias y los costos. La decisión de
internación se basa en la presencia de varios factores de riesgo,
tanto de muerte como de complicaciones, aunque también deben
considerarse los factores psicosociales, las características del
sistema de salud y las preferencias de los pacientes. En los
últimos años, diversos estudios utilizaron el análisis
multivariado para la elaboración de reglas predictivas que permitan
determinar la evolución de la NAC y decidir la necesidad de
internación de un paciente. Uno de estos enfoques realizado por la British
Thoracic Society (BTS) identifica los individuos de alto riesgo
que no sólo requieren hospitalización sino, con frecuencia, el
ingreso a la unidad de cuidados intensivos (UCI). Complementario a
éste, el Pneumonia Patient Outcome Research Team (PORT)
elaboró un sistema, el índice de severidad de neumonía (ISN) que
estratificó los pacientes en 5 categorías de riesgo, que luego fue
extrapolado por Fine y colaboradores para su utilización como guía
para la toma de decisiones acerca de la necesidad de
hospitalización.
Sin embargo, la utilidad de este
último modelo no ha sido suficientemente evaluada en estudios
prospectivos. Los autores del presente trabajo emplearon nuevos
criterios de predicción basados en el ISN para definir qué
pacientes con NAC requieren internación. El propósito de los
investigadores fue evaluar los resultados luego de su aplicación y
validar el modelo predictivo de mortalidad de Fine y colaboradores.
El estudio de tipo prospectivo se
realizó en el Hospital Universitario de Galdakao. Participó una
cohorte consecutiva de pacientes adultos con NAC que concurrieron a
la guardia entre el 1 de marzo de 2000 y el 30 de septiembre de
2001. Se definió neumonía por la presencia de infiltrados
pulmonares nuevos en las radiografías de tórax y síntomas
compatibles como tos, disnea, fiebre o dolor pleurítico. Se
excluyeron los portadores del virus de la inmunodeficiencia humana,
los inmunosuprimidos y aquellos hospitalizados dentro de los 14
días previos. Los criterios de hospitalización se establecieron
mediante el sistema realizado por los autores, sobre la base de las
categorías de riesgo definidas por Fine y colaboradores de acuerdo
con el ISN.
En este modelo se establecieron 20
ítems que incluyeron factores demográficos, enfermedades
coexistentes, datos positivos del examen físico y hallazgos
radiográficos y de laboratorio. Se definieron 5 clases de gravedad.
Los pacientes con puntuación de 70 o menos (clases I y II) fueron
asignados al tratamiento ambulatorio, mientras que aquellos cuya
puntuación era superior a 90 (clases IV y V) fueron internados.
Para los que presentaban un puntaje entre 71 y 90 (clase III), si
bien la decisión de hospitalizar se dejaba en manos del
profesional, se recomendó la terapia ambulatoria luego de un
período de observación en la guardia. De acuerdo con una serie de
criterios adicionales establecidos por el equipo de investigación,
no se cuestionó el ingreso hospitalario para aquellos sujetos de
bajo riesgo (clases I-III) que presentasen presión arterial de
oxígeno (PaO2) < 8 kPa (60 mm Hg), shock (presión
sistólica < 12 kPa o 90 mm Hg y requerimientos de
vasopresores), evidencias de una enfermedad comórbida
descompensada, derrame pleural, intolerancia oral, problemas
sociales y falta de respuesta a la terapia antibiótica empírica
inicial dentro de las 72 horas. Durante el seguimiento, para
determinar la evolución, a los individuos tratados en forma
ambulatoria se los contactó telefónicamente dentro de los 3 a 5
días de la primera visita al servicio de emergencias y se registró
la necesidad de internación posterior y su estado general a las 4
semanas. Para los hospitalizados se estableció su estado general a
las 4 semanas, el ingreso a UCI, las complicaciones relacionadas con
la neumonía y la reinternación dentro de las 4 semanas, así como
la duración de la estadía hospitalaria y del tratamiento
antibiótico endovenoso y el estado al egreso. Se consideró una
evolución clínica favorable la ausencia de fiebre en los últimos
10 días y de síntomas respiratorios mínimos, la resolución >
75% de las imágenes radiológicas y el retorno al trabajo y a las
actividades normales de la vida diaria. En cambio, un curso
complicado fue definido por el ingreso a UCI o la presencia de
complicaciones relacionadas con la NAC o el reingreso hospitalario.
Durante el primer año, los pacientes fueron encuestados
telefónicamente acerca de la satisfacción sobre la atención e
información recibidas y los ambulatorios acerca de la conformidad
con la decisión de ser tratados en esta forma. En cuanto a la
metodología estadística, las variables clínicas y
sociodemográficas se presentaron como frecuencias, porcentajes,
media y desvío estándar (DS). Se incluyeron los datos de la
cohorte de estudio PORT con propósitos comparativos. Las
comparaciones entre los subgrupos de pacientes se realizaron
mediante las pruebas de chi cuadrado o exacta de Fischer para las
variables categóricas o de Kruskal-Wallis para las continuas y el
análisis de varianza con el método de Scheffe para las
comparaciones múltiples. Para validar el ISP, aplicado en la guía
de Fine y colaboradores, se utilizó el modelo de regresión
logística y la curva ROC para evaluar su capacidad de distinción
entre los sobrevivientes y los fallecidos. Se consideró
estadísticamente significativo un valor de p < 0.05.
Se incluyeron 616 pacientes, cuyas
características clínicas y demográficas fueron similares a los de
la cohorte de estudio PORT; aunque la edad fue superior, hubo
predominio de mujeres y mayor proporción de individuos con PaO2
< 8 kPa. El ISN medio fue 79.3 (99.5 para los sujetos
hospitalizados y 43.1 para los tratados en forma ambulatoria). La
curva ROC indicó que el modelo de Fine y colaboradores discriminó
bien entre sobrevivientes y fallecidos. La tasa de mortalidad fue de
0.5% (n = 1) en los 221 (35.9%) individuos tratados ambulatoriamente
versus 8.9% (n = 35) de los 395 (64.1%) internados. En el
primer grupo, 5 pacientes (2.3%) debieron ser internados, aunque su
evolución no fue complicada, mientras que en el segundo, 38 (9.6%)
presentaron un curso complicado. Los criterios adicionales de
hospitalización, según los nuevos parámetros predictivos,
estuvieron presentes en 106 (60%) de 178 pacientes de bajo riesgo
(clases I-III) internados, mientras que no lo estuvieron en los
restantes 72 (40%). La mortalidad fue significativamente mayor en
las categorías de alto riesgo comparadas con las de bajo riesgo (p
< 0.001), independientemente de si estuvieron presentes los
criterios específicos para decidir la hospitalización. Sin
embargo, en el subgrupo de bajo riesgo que siguieron los criterios
de hospitalización, la duración de la terapia endovenosa y de la
estadía hospitalaria y la incidencia de complicaciones fueron
similares a los de alto riesgo, a diferencia de lo ocurrido con los
72 internados sin seguir estos criterios específicos (p < 0.05).
La encuesta telefónica reveló que el 75.6% de los sujetos
calificaron la atención e información recibidas como muy buena o
excelente y el 84.2% de los tratados ambulatoriamente manifestaron
su preferencia por esta forma de tratamiento.
Los resultados del presente estudio
muestran que la aplicación estricta del ISN empleada por Fine y
colaboradores como un sistema de predicción para decidir qué
pacientes deben internarse, no permite la identificación de un
subgrupo de individuos de bajo riesgo (clases I-III) que
presentarán una evolución desfavorable si son tratados en forma
ambulatoria. Comentan los autores que la inclusión de los criterios
específicos adicionales elaborados por ellos permite su detección
y, por ende, la necesidad del ingreso hospitalario. La utilidad de
estas nuevas guías de predicción en diferentes poblaciones y
sistemas de salud requiere mayores investigaciones, del mismo modo
que la inclusión de otros posibles criterios.
En conclusión, la utilización de
los nuevos parámetros de predicción basados en el ISN, elaborados
por los autores, permite la identificación de un subgrupo de
pacientes de bajo riesgo con NAC que requerirán internación.
INFECCIÓN
POR VIRUS HERPES TIPO 2 Y DISEMINACIÓN HETEROSEXUAL DE LA INFECCIÓN POR EL
VIRUS DE LA INMUNODEFICIENCIA HUMANA EN LOS PAÍSES EN VÍAS DE DESARROLLO
Mbopi-Keou FX,
Robinson NJ, Mayaud P y colaboradores
Department of Oral Medicine,
Eastman Dental Institute for Oral Health Care Sciences, UCL,
University of London; Virus Reference Division, Central Public
Health Laboratory, Colindale, Londres, Reino Unido
[Herpes Simplex Virus Type 2 and
Heterosexual Spread of Human Immunodeficiency Virus Infection in
Developing Countries: Hypotheses and Research Priorities]
Clinical Microbiology and Infection
9:161-171, Mar 2003
La infección
epidémica por el virus de la inmunodeficiencia humana en algunas
partes del mundo, la elevada prevalencia de infección por virus
herpes tipo 1 y 2 y el posible efecto sinérgico generan enorme
preocupación a nivel de la salud pública.
El virus herpes simple tipo 2
(HSV-2) es un virus ADN de doble cadena con trofismo neurológico y
cutaneomucoso. La infección se adquiere casi siempre por contacto
sexual y es causa de ulceración genital. La infección persistente
puede ser origen de recidivas clínicas. La aplicación de nuevos
procedimientos diagnósticos permitió comprender mejor las
interacciones biológicas entre esta infección y la ocasionada por
el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV).
Los estudios de seroprevalencia
revelaron una elevada frecuencia de infección por HSV-2 en algunos
países occidentales, y mayor aun en los que están en vías de
desarrollo. El estado de infección por HSV-2 podría representar un
útil marcador de comportamiento sexual. De hecho, en muchos países
del Africa subsahariana, la epidemia por HSV-2 ocurrió en paralelo
con la originada por el HIV.
Infección por HSV-2: un problema
de salud pública cada vez mayor.
La mayoría de las infecciones pasan inadvertidas. Los sujetos
susceptibles presentan infección primaria después de la primera
exposición a HSV-1 o a HSV-2; las lesiones genitales pueden
asociarse con morbilidad importante. El primer episodio puede
acompañarse de manifestaciones sistémicas; las complicaciones son
infrecuentes en hombres pero la meningitis aséptica y la retención
urinaria son más comunes en mujeres. Durante el período de
latencia, subclínico o asintomático, la eliminación viral es un
hecho frecuente. Los enfermos en quienes el episodio inicial fue
más grave tienen mayor índice de recidiva. En la mayoría de las
investigaciones, el porcentaje de infecciones sintomáticas y
reconocidas oscila entre el 13% y el 37%; es mayor en sujetos HIV
positivos.
La mayoría de las lesiones
genitales son ocasionadas por HSV-2 pero cada vez se registran más
síntomas en relación con la infección por HSV-1. Los estudios
prospectivos revelaron que habitualmente la transmisión no se
asocia con una recurrencia clínicamente reconocida. En forma
semejante a otras enfermedades de transmisión sexual, la infección
por HSV-2 es más común en mujeres, probablemente en relación con
factores biológicos y anatómicos.
La frecuencia de recurrencia
clínica y de eliminación asintomática es significativamente
inferior en la infección por HSV-1 y no parece haber diferencias
entre los sujetos que tienen infección por los dos virus herpes
respecto de los infectados sólo por HSV-2. La reacción en cadena
de polimerasa (PCR) detectó virus en la superficie cutaneomucosa
mucho más frecuentemente que el cultivo viral.
Desde hace décadas se sabe que el
HSV se transmite por contacto sexual. El HSV-1 y el HSV-2 pueden
causar primariamente herpes genital; en algunos centros, el HSV-1 es
el patógeno causal de la mitad de dichas lesiones.
En los países occidentales la
incidencia de infección por HSV-1 en la niñez está en descenso y
muchos adolescentes adquieren la infección por HSV-1 con el inicio
sexual. Sin embargo, el HSV-1 se reactiva con menor frecuencia que
el HSV-2, de manera tal que la mayoría de las recurrencias
clínicas son atribuibles a este último.
Un estudio poblacional de los
EE.UU. reveló en 1996 una incidencia de seropositividad para el
HSV-2 del 22%, un 30% más alta que la registrada 10 años antes a
pesar de los programas de educación en las décadas del ’80 y del
’90 en respuesta a la epidemia por HIV. Otra investigación, en
Baltimore, EE.UU., reveló una frecuencia de infección por HSV-2
del 81% en sujetos homosexuales o heterosexuales HIV positivos.
En el Africa subsahariana, los
estudios epidemiológicos mostraron un elevado índice de infección
en la población adulta: 40% en Kinshasa y Zimbabwe, más del 65% en
Tanzania y Uganda y hasta 82% en la República Centrofricana. En
estos países la infección por HSV-1 es endémica y se adquiere
durante la niñez, mientras que la prevalencia de infección por
HSV-2 se eleva notablemente a partir de la adolescencia. En Asia, la
frecuencia de infección por HSV-2 varía desde un 6% en la
población general hasta un 50% en los grupos de alto riesgo.
Numerosos estudios epidemiológicos
revelaron que el chancroide, la sífilis y el herpes genital son
causa común de lesiones ulcerosas genitales en los países en vías
de desarrollo. Sin embargo, las dos primeras situaciones parecen
haber descendido en los últimos años mientras que las úlceras
herpéticas son cada vez más frecuentes, en pacientes HIV positivos
y HIV negativos.
Se constató una buena correlación
entre la prevalencia de anticuerpos antiHSV-2 y el número de
parejas sexuales a lo largo de la vida, especialmente en varones. A
diferencia de lo observado en países industrializados, la
prevalencia de infección no parece estar relacionada con la edad
del primer contacto sexual.
La serología para HSV-2 puede ser
un marcador biológico útil para identificar cambios en los
patrones de comportamiento sexual en los trabajos que evalúan la
intervención en infección por HIV, ya que el HSV-2 se transmite
sexualmente con mayor facilidad que el HIV. En este contexto, un
estudio reciente en jóvenes de Carletonville (Sudáfrica) mostró
que la infección por HIV se asocia con seropositividad para HSV-2 y
con el comportamiento sexual.
HSV-2 genital como posible cofactor
para infección por HIV.
Varias investigaciones confirmaron que las enfermedades de
transmisión sexual facilitan el contagio del HIV y se estima que
las lesiones ulcerosas aumentan notablemente el riesgo de adquirir
este último virus. Aunque estas lesiones son frecuentes en los
centros de asistencia de Africa, el rastreo y el tratamiento de la
infección por HSV-2 rara vez se cumplen. En conjunto, la evidencia
epidemiológica apunta a que la infección por HSV-2 contribuirá en
forma notable en el patrón de transmisión del HIV en ciertas
partes del mundo.
Aunque existe abundante
información en relación con el papel de las infecciones
bacterianas ulcerosas y no ulcerosas en la transmisión del HIV, se
sabe menos en relación con la infección por herpes virus y otras
infecciones virales. Las lesiones activas se acompañan de mayor
eliminación del HIV mientras que el tratamiento y su cicatrización
se acompañan de descenso en la diseminación del virus. Un estudio
mostró que la reactivación del HSV-2 se asocia con aumento de los
niveles plasmáticos del ARN del HIV mientras que éstos descienden
en forma notable durante el tratamiento con aciclovir.
Por su parte, la infección
simultánea de linfocitos CD4+ con HSV y HIV acelera la replicación
de este último. Asimismo, se ha registrado un incremento recíproco
de la replicación viral en relación con la coinfección de
queratinocitos y macrófagos por HSV-1 y HIV en sujetos con sida y
con lesiones activas por HSV. Estas observaciones confirman la
importancia de considerar la terapia con aciclovir en el contexto
del tratamiento antirretroviral, conducta que podría asociarse con
prolongación de la sobrevida en sujetos HIV positivos.
Aunque la evidencia aún no es
categórica, la posibilidad de una interacción bidireccional entre
las enfermedades de transmisión sexual y la infección por HIV
tiene importantes consecuencias directas a nivel de la salud
pública. Varios estudios de intervención en Africa y Thailandia
mostraron que las estrategias preventivas combinadas y el
tratamiento adecuado de las enfermedades de transmisión sexual
reducen la incidencia de infección por HIV. Sin embargo, las
investigaciones en este sentido todavía son escasas.
Prioridades de la investigación en
el mundo en desarrollo. Se
necesitan estudios aleatorizados para determinar con precisión el
impacto del tratamiento de la infección por HSV-2 sobre la
incidencia de infección por HIV y sobre su transmisión en sujetos
con infección por ambos virus. Esencialmente deberían considerarse
dos tipos de estudios: uno de ellos debería evaluar el efecto del
tratamiento episódico de las ulceraciones genitales con
aciclovir/valaciclovir o placebo mientras que el segundo tipo
contempla el análisis de la terapia supresiva con los mismos
fármacos. Aunque la terapia antiviral para el HSV-2 parece reducir
la eliminación del HIV en las lesiones herpéticas no hay estudios
que demuestren reducción de la incidencia de seroconversión por
HIV.
Existe evidencia de que el HSV
puede generar resistencia al aciclovir por mutaciones en el gen que
codifica la timidina-quinasa. La resistencia parece ser un fenómeno
más común en sujetos coinfectados por el HIV. Una ventaja al
considerar estrategias de prevención es que el aciclovir
administrado en forma continua no se ha asociado con toxicidad a
largo plazo.
La mayoría de los intentos de
inmunización se basaron en la preparación de partículas que
contienen una o más glucoproteínas del HSV. Recientemente, en
ensayos clínicos, se han evaluado tres tipos de vacunas.
El preparado con glucoproteína
recombinante gB2 y gD2 se dejó de estudiar para su aplicación en
forma comercial. Los estudios mostraron una eficacia a corto plazo
del 50% durante los primeros 5 meses del seguimiento. La eficacia
global sólo fue del 9% aunque hubo variaciones importantes entre
hombres y mujeres.
La vacuna con la glucoproteína
recombinante gD2 y el adyuvante SBAS4 se está estudiando
actualmente en ensayos en fase I. El preparado se asoció con
protección significativa (aproximadamente un 70% de eficacia)
contra la lesión herpética en mujeres, inicialmente no infectadas
por el HSV-1 o el HSV-2. En cambio, no se constató protección en
enfermas con serología positiva para el HSV-1 o en varones. La
falta de capacidad para mejorar la protección conferida por la
infección natural por el HSV-1 y la necesidad de múltiples dosis
para conseguir una inmunidad adecuada son las principales
desventajas de este preparado.
Finalmente, agregan los expertos,
los estudios en fase I con la vacuna Disabled Infections
Single-Cycle (DISC) mostraron su buen perfil de seguridad, la
aparición de anticuerpos neutralizantes y una respuesta
linfoproliferativa semejante a la que se constata en pacientes con
infección natural por el HSV-2. De hecho, el 83% de los sujetos
vacunados mostraron reactividad T citotóxica específica. No
obstante, también se requieren múltiples dosis y es un producto de
costo elevado.
Conclusiones.
La posibilidad de sinergia biológica entre la infección por HIV y
por HSV comienza a generar gran preocupación. Los diversos estudios
realizados en este aspecto enseñaron que ninguna estrategia
profiláctica es eficaz si no se la considera en un contexto
epidemiológico global. Se necesitan trabajos que abarquen pacientes
con lesiones ulcerosas genitales e infección por HIV para
establecer con certeza el papel de la terapia episódica con
aciclovir. Los resultados seguramente harán cambiar las conductas
que se adoptan en la actualidad en relación con el tratamiento de
las enfermedades de transmisión sexual, comentan finalmente los
expertos.
INMUNIZACIÓN
CONTRA LA VIRUELA EN EL SIGLO 21
Wright ME y Fauci AS
National Institute of Allergy and
Infectious Diseases, National Institutes of Health, Bethesda, EE.UU.
[Smallpox immunization in the 21st
Century. The Old and the new]
JAMA
289(24):3306-3308, Jun 2003
Estudios realizados
recientemente en poblaciones militares confirman la seguridad y
eficacia de la vacuna antiviruela y ponen de manifiesto los
beneficios del trabajo conjunto de la comunidad militar y civil.
Hace más de 6 meses se tomó la
decisión de reiniciar la vacunación antivariólica en grupos
seleccionados de la población de EE.UU., en virtud de posibles
atentados bioterroristas. En este contexto surgieron numerosos
interrogantes, especialmente en cuanto a los riesgos asociados con
la reintroducción de un agente frente al cual la población no ha
estado expuesta durante mucho tiempo. De hecho, cabe la posibilidad
de que la comunidad sea, hoy en día, más vulnerable a presentar
efectos adversos en comparación con 30 o 40 años atrás. Por otra
parte, en los últimos años ocurrieron modificaciones
epidemiológicas sustanciales que afectan directamente al sistema
inmunológico (por ejemplo, el mayor uso de drogas inmunosupresoras
y la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana). Este
cambio en el perfil de la población podría reflejarse en una mayor
incidencia de efectos adversos tradicionales o en la aparición de
manifestaciones secundarias hasta ahora desconocidas.
Recientemente se publicaron
resultados de la primera experiencia a gran escala con vacunación
antivariólica en la población de EE.UU. El estudio, realizado por
el Departamento de Defensa, abarcó 450 293 militares (el 70.5% fue
vacunado por primera vez mientras que el 29.5% había recibido la
vacunación anteriormente). Entre diciembre de 2002 y mayo de 2003,
los participantes recibieron la cepa viral viva de la New York
City Board of Health. En otra investigación similar, Halsell y
colaboradores vacunaron a 326.356 militares, en 18 de los cuales se
produjo miopericarditis. Un estudio en civiles reveló una nueva
manifestación adversa relacionada con la inmunización, la
foliculitis posvacunal.
La evidencia en conjunto indica que
en la actualidad la vacuna puede utilizarse con seguridad, con una
incidencia razonable de efectos adversos, conclusión de importancia
decisiva en salud pública. Aunque puedan criticarse las
características de las poblaciones incluidas en los estudios
(jóvenes y sanos), el amplio número de individuos estudiados
permite suponer que la extrapolación a la población global es
posible. Es de notar que no se registró ningún caso de viruela
progresiva, eccema posvacunal o muerte.
Los estudios en poblaciones
militares brindaron otras conclusiones importantes. En primer lugar,
a pesar del estrecho contacto entre las personas en el ámbito
militar, el índice de transmisión por contacto fue bajo (43 por
millón en forma global y cero por millón entre 19.333 trabajadores
de la salud). En segundo lugar, ninguno de diez sujetos
inadvertidamente infectados por el virus de la inmunodeficiencia
humana presentó complicaciones. Aunque el número es escaso como
para obtener conclusiones definitivas, demuestra que la vacuna puede
administrarse con seguridad a enfermos infectados sin un nivel
importante de inmunosupresión. Por último, el perfil de toxicidad
fue distinto entre los vacunados por primera vez y en los
revacunados. En el contexto del programa militar, la enfermedad
diseminada y la miopericarditis sólo se observaron en los
inmunizados por primera vez.
La complicación cardiológica
mencionada no es una observación nueva, pero tampoco es una
manifestación con la que los profesionales estén familiarizados.
Otras cepas utilizadas en Europa y Australia se asocian con el mismo
riesgo. Empero, por ahora no puede establecerse si realmente se
trata de un verdadero aumento en la incidencia de efectos adversos o
de un reflejo de los mejores métodos diagnósticos disponibles y
los programas de vigilancia. El problema es aún mayor por la falta
de definición precisa de miopericarditis. Actualmente, los Centers
for Disease Control and Prevention trabajan en este sentido.
La enfermedad posvacunal
generalizada y la foliculitis pueden aparecer en cara, cuello, dorso
y extremidades y ambas ocurren en el momento de mayor replicación
viral, aproximadamente unos 9 días después de la inmunización.
Los cultivos provenientes de 7 de los pacientes con estas
manifestaciones fueron negativos y la biopsia de las lesiones
tampoco demostraron presencia de particulas virales. Es probable que
si estos efectos hubieran aparecido 40 años atrás, cuando no
existía la posibilidad de realizar cultivo en forma rutinaria, se
hubiesen considerado manifestaciones de viruela generalizada.
La eficacia clínica de la vacuna
quedó establecida epidemiológicamente con la erradicación de la
enfermedad en el mundo. No obstante, no se conoce la duración y el
grado de protección en personas vacunadas con anterioridad. La
presencia de la lesión cutánea característica -una vesícula que
evoluciona a pústula seguida de costra en el sitio de inoculación-
sigue considerándose el mejor parámetro indicador de protección y
de vacunación exitosa. En un estudio en 90 sujetos previamente
vacunados, Frey y col. observaron lesiones más pequeñas,
diseminación viral de menor duración y mayor título de
anticuerpos luego de la segunda dosis de vacuna, en comparación con
los individuos que eran inmunizados por primera vez. El mismo grupo
obtuvo también un índice de éxito superior al 86% y una
elevación sustancial en el título de anticuerpos cuando los
individuos previamente inmunizados recibieron una vacuna diluida 10
veces.
La mayor parte de la información
concerniente a la vacunación antivariólica deriva de estudios
realizados más de 30 años atrás, cuando aún no existía gran
parte de la tecnología disponible en la actualidad. La
investigación realizada por el Departamento de Defensa
brinda a la población total y a los profesionales en particular una
visión actualizada de una antigua vacuna. Además representa un
ejemplo más de cómo la población militar y civil pueden actuar en
forma conjunta y servir a la comunidad, concluyen los expertos.
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