DESCRIBEN LAS INTERRELACIONES ENTRE OBESIDAD, HIPERTENSION Y NEFROPATIA
Jackson, EE.UU.
Si bien existen muchas preguntas sin responder acerca de los mecanismos de la hipertensión en personas obesas y la enfermedad renal, la obesidad constituye una de las áreas más importantes para la investigación futura, especialmente en razón de la creciente epidemia mundial.
Hypertension 41(Part. 2):625-633, 2003
Autores:
Hall J
Institución/es participante/s en la investigación:
Department of Physiology and Biophysics and Center of Excellence in Cardiovascular-Renal Research, The University of Mississippi Medical Center, Jackson, EE.UU.
Título original:
[The Kidney, Hypertension, and Obesity]
Título en castellano:
Riñón, Hipertensión y Obesidad
Antecedentes históricos: el riñón y la hipertensión
Investigaciones anteriores, señala el autor, habían reconocido que la hipertensión se encuentra estrechamente relacionada con la disfunción renal, si bien no se comprendían totalmente los mecanismos involucrados en esa relación.
El papel de la excreción renal de sodio en la regulación de la presión arterial permaneció bastante difuso hasta 1960, en que dos autores en forma independiente articularon con claridad la idea de que la regulación de la presión sanguínea a largo plazo s
e encuentra totalmente relacionada con la función de excreción renal. Este concepto fue expresado cuantitativamente en un análisis de sistemas que predecía que los riñones actuaban como regulador decisivo de la presión arterial, por “retroalimentación renocorporal de los fluidos”. Un componente clave de esa retroalimentación era el efecto de la presión arterial sobre la excreción de sodio, y varios autores demostraron que la natriuresis tensional podía tener lugar sin cambios mayores en el flujo renal o
en el índice de filtración glomerular.
El papel central de la función excretora renal en la etiología de la hipertensión siguió siendo muy controvertido, debido principalmente a que no se encontraron alteraciones renales evidentes o trastornos en la excreción de sodio en la mayoría de los pacientes hipertensos, y a que no existían pruebas claras de que la presión arterial tuviera efecto a largo plazo sobre la excreción de sodio. La anormalidad más fácilmente observable en la hipertensión es el incremento en la resistencia vascular periférica
total, lo que lleva a muchos expertos a centrar la investigación sobre las anomalías de la vasoconstricción como causa primaria de la hipertensión.
El hecho de que se mantenga un índice normal de excreción de sodio, igual a su ingesta, a pesar de la mayor presión arterial, indica que la natriuresis tensional se modifica en la hipertensión crónica. La respuesta a la pregunta acerca de si los cambios
en la natriuresis tensional desempeñan un papel primario en la causa de la hipertensión o tienen lugar sólo en forma secundaria al aumento de la presión arterial, ha sido controvertida y difícil de evaluar experimentalmente.
Control de la presión arterial por retroalimentación renocorporal de los fluidos
Es evidente que a largo plazo existirá equilibrio preciso entre la ingestión y la excreción de agua y electrólitos, y que la hipertensión crónica no puede aparecer hasta que haya desplazamiento de la natriuresis renal tensional hacia mayores presione
s sanguíneas. Ante la ausencia de natriuresis tensional alterada, los trastornos que tienden a aumentar la presión arterial, como el incremento de la resistencia vascular periférica, provocarán sólo incremento transitorio de esa presión arterial, debido
a que también causarán aumento de la excreción de sodio; en la medida en que ésta exceda su ingestión, el volumen del líquido extracelular continuará disminuyendo hasta que la presión arterial retorne a valores normales. Para que se mantenga el equilibrio del sodio ante el aumento de la presión arterial debe existir desplazamiento de la natriuresis tensional renal hacia las mayores presiones.
Por lo tanto, existen dos explicaciones potenciales para la natriuresis tensional anormal en la hipertensión. La idea más prevalente entre 1970 y 1980 era que la hipertensión estaba causada por mecanismos que incrementaban la resistencia vascular periférica o la capacidad de bombeo cardíaco, y que el riñón se adaptaba de alguna forma a las mayores presiones arteriales, como resultado de cambios intrarrenales o neurohormonales que alteraban la función renal. Este punto de vista implica que la presión arterial no tiene efecto a largo plazo sobre la excreción de sodio y que la natriuresis tensional no es un elemento de control a largo plazo de la presión arterial.
El punto de vista opuesto señala que la hipertensión se produce secundariamente a la alteración de la natriuresis tensional y que la presión arterial es regulada al nivel requerido para mantener el equilibrio del sodio. La implicancia de este modelo es que la natriuresis tensional cumple un papel predominante en la regulación a largo plazo de la presión arterial.
Desde entonces las investigaciones se orientaron a evaluar esos conceptos: a) determinando si la presión de perfusión tenía efecto a largo plazo sobre la excreción de sodio, y si el servocontrol de la presión de perfusión renal prevenía el equilibrio de
sodio para ser mantenido en varias formas de hipertensión experimental y, b) determinando de qué manera los mecanismos intrarrenales y neurohumorales alteraban crónicamente la natriuresis tensional y, por lo tanto, la regulación de la presión arterial.
Servocontrol de la presión de perfusión renal en la hipertensión causada por hormonas antinatriuréticas
La secreción excesiva de hormonas antinatriuréticas tales como la aldosterona o la angiotensina II (AII) provoca solamente retención transitoria de sodio, que dura pocos días y es seguida por un “escape”, durante el cual la excreción de sodio vuelve
al valor normal mientras se produce hipertensión. Los mecanismos responsables de este escape han sido motivo de mucha investigación; se propusieron varios factores que incluyen la formación aumentada de distintos factores natriuréticos, tales como el factor natriurético auricular, las prostaglandinas, las quininas y otras hormonas natriuréticas.
De acuerdo con el concepto de retroalimentación renocorporal de fluidos, la aldosterona y la AII reducen la capacidad excretora renal, iniciando una secuencia de eventos que elevan la presión arterial, la que restaura la normal excreción de sodio por vía
de la natriuresis tensional. Sin embargo, durante la hipertensión aumenta con frecuencia la resistencia vascular periférica, aun cuando la hipertensión sea iniciada por la retención de sodio y la expansión de volumen, ya que también se ha sugerido que l
a presión arterial elevada puede ser causada por efectos directos o indirectos de esas hormonas al contraer la vasculatura periférica.
Servocontrol de la presión de perfusión renal en la hipertensión por vasoconstricción
En todas las formas de hipertensión investigadas por el autor existe un desplazamiento de la natriuresis tensional renal que inicia y mantiene la hipertensión. En algunas ocasiones, las acciones de retención de sodio de esos estímulos hipertensivos están ocultos por otros efectos, como la vasoconstricción periférica, que eleva la presión arterial por encima del valor en el cual se mantiene el equilibrio del sodio. En esos casos, la excreción de sodio puede aumentar y el volumen del líquido extracelular disminuir, a medida que se desarrolla la hipertensión. Sin embargo, el mantenimiento crónico de la hipertensión depende de los cambios en la función renal que se desplazan desde la natriuresis tensional hacia las presiones sanguíneas elevadas. El incremento de la presión arterial sirve, por lo tanto, para mantener el equilibrio de sodio por vía de la natriuresis tensional, a pesar de la alteración de la función excretora renal.
Efectos crónicos de la presión de perfusión renal sobre la excreción de sodio
Estudios en animales demostraron que los cambios relativamente pequeños en las presiones de la arteria renal provocan grandes alteraciones en la excreción de agua y sodio que persisten mientras la presión en la arteria renal se encuentra alterada. Por lo tanto, los riñones no parecen adaptar su función excretora durante los cambios crónicos de la presión de perfusión. Por el contrario, los efectos a largo plazo de la presión sobre la arteria renal en la excreción de sodio son considerablemente mayor
es que los observados durante los cambios agudos.
Modulación neurohumoral de la natriuresis tensional renal
Si bien existen varios sistemas hormonales que influyen sobre la efectividad de la natriuresis tensional y, por lo tanto, sobre la regulación de la presión arterial a largo plazo, pocos han probado ser tan poderosos como el sistema renina angiotensin
a (SRA). Esto queda en evidencia por la efectividad de las drogas que bloquean el SRA, mejoran la función de excreción renal y permiten que se mantenga el equilibrio del sodio con presiones arteriales bajas. El sistema nervioso simpático, por ejemplo, presenta también gran influencia sobre la natriuresis tensional y la regulación de la presión arterial a largo plazo, especialmente en el caso de hipertensión causada por el aumento excesivo de peso.
Natriuresis tensional anormal en la hipertensión esencial
Parece probable que múltiples alteraciones de la función renal puedan contribuir al deterioro de la natriuresis tensional en pacientes con hipertensión esencial, y que los cambios en la función renal sean fuertemente dependientes del tiempo. Aunque e
s poco probable adjudicar una causa única a todos los pacientes con hipertensión esencial, estudios recientes sugieren que el aumento excesivo de peso puede tener un papel esencial en la alteración de la natriuresis tensional, y en el aumento de la presi
ón arterial en la mayoría de los pacientes hipertensos.
La obesidad como causa de hipertensión esencial
Si bien la importancia de la obesidad como causa de hipertensión esencial está bien establecida, los mecanismos por los cuales el aumento excesivo de peso altera la función renal y eleva la presión arterial recién están comenzando a ser comprendidos.
Los estudios experimentales en animales han permitido algún abordaje del problema; los modelos dietarios de obesidad, especialmente de aquellos producidos por alimentación con dietas de alto contenido en grasas, reproducen muy fielmente los cambios meta
bólicos, neurohumorales, renales y cardiovasculares observados en los seres humanos obesos. Algunos de esos cambios incluyen aumento de la presión arterial, de la frecuencia y de la eyección cardíacas, activación del SRA y del sistema nervioso simpático,
retención de sodio y agua y expansión del volumen de líquido extracelular e incremento en el índice de filtración renal glomerular.
Alteración de la natriuresis renal tensional en el obeso hipertenso
Tres mecanismos parecen ser especialmente importantes como intermediarios en la reabsorción aumentada de sodio asociada con el aumento de peso: incremento de la actividad renal simpática, activación del SRA y alteración de las fuerzas físicas intrarrenales. Otro mecanismo como la hiperinsulinemia también ha sido sugerido como factor que podría elevar la presión arterial en los individuos obesos, si bien la mayoría de la evidencia disponible indica que los niveles elevados de insulina no aumentan la
presión arterial en los seres humanos.
La activación simpática altera la función renal e incrementa la presión arterial en la obesidad
Se han estudiado varios mecanismos potenciales por los cuales la obesidad podría incrementar la actividad simpática, pero uno de los más promisorios es el de la hiperleptinemia. La leptina es producida por los adipocitos y sus niveles en ayunas aumentan proporcionalmente con la adiposidad. La leptina regula el equilibrio energético disminuyendo el apetito y también estimulando la termogénesis por vía de la activación simpática.
Los mecanismos de activación simpática inducidos por la leptina no están todavía aclarados, si bien estudios recientes sugieren importantes interacciones con mediadores neuroquímicos en el hipotálamo.
El SRA altera la función renal e incrementa la presión arterial en la obesidad
Además de aumentar la presión arterial, la activación del SRA puede también contribuir a la lesión glomerular y a la pérdida de nefronas asociadas con la obesidad, debido a que el aumento de formación de AII contrae las arteriolas eferentes y exacerba el aumento de la presión glomerular hidrostática causada por la hipertensión arterial sistémica. Los estudios en pacientes con diabetes tipo 2, que tienen generalmente sobrepeso, indican claramente que los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina y los antagonistas de los receptores de la AII disminuyen la progresión de la enfermedad renal. De todas maneras, se requieren estudios adicionales en individuos obesos no diabéticos para determinar si los bloqueantes del SRA son más efectivos que otros agentes antihipertensivos para reducir el riesgo de lesión renal.
Los cambios estructurales y funcionales en la corteza y en la médula renal pueden contribuir a la hipertensión en la obesidad
El tejido adiposo encapsula casi completamente los riñones y penetra en los sinusoides medulares de los individuos obesos, provocando compresión y aumento de la presión intrarrenal. La obesidad también provoca cambios importantes en la histología medular renal que pueden comprimir la médula del riñón y alterar la natriuresis tensional.
No obstante, la compresión renal no puede explicar la elevación inicial de la presión arterial asociada con el rápido aumento de peso, sino que contribuiría a los incrementos más sostenidos de la reabsorción tubular, de la expansión de volumen y de la hipertensión asociada con la obesidad crónica. La compresión renal podría también explicar la correlación mucho mayor entre la obesidad abdominal y la hipertensión respecto de la observada entre la obesidad con peso corporal menor y la hipertensión.
La obesidad causa lesión glomerular y es factor de riesgo importante para la enfermedad renal terminal
La vasodilatación renal compensatoria, el aumento del índice de filtración glomerular y la mayor presión arterial asociadas con la obesidad son importantes para la subsecuente reabsorción aumentada de sodio. A largo plazo, sin embargo, estas respuestas compensatorias pueden provocar lesión glomerular. Dado que la obesidad se asocia estrechamente con dos de las principales causas de enfermedad renal crónica, tales como la diabetes y la hipertensión, parece probable que pueda incrementar de manera importante el riesgo de nefropatía terminal. Esto podría explicar el importante incremento de la prevalencia de la patología renal durante los últimos 20 a 30 años, si bien otros factores de riesgo para la enfermedad vascular, como el tabaquismo y la hipercolesterolemia, disminuyeron.
Resumen y perspectivas
La investigación durante las últimas tres décadas demostró el papel central de la natriuresis renal tensional en la regulación de la presión arterial a largo plazo y su alteración en todas las formas de hipertensión, incluida la hipertensión esencial
. Si bien las causas precisas de esa natriuresis alterada no resultan claras, la evidencia reciente sugiere que el sobrepeso y la obesidad desempeñan un papel mayor. El aumento excesivo de peso incrementa la reabsorción tubular renal y deteriora la natriuresis tensional, en parte debido a la activación de los sistemas simpático y de renina angiotensina, así como por compresión física del riñón. Con la obesidad prolongada existen también cambios estructurales en el riñón, que pueden finalmente provocar pérdida de la función del nefrón, mayor deterioro de la natriuresis tensional y mayor aumento de la presión arterial. Si bien existen todavía muchas preguntas sin responder acerca de si la obesidad activa el sistema nervioso simpático, altera la función renal, y provoca hipertensión y lesión del órgano blanco, ésta constituye una de las áreas más interesantes, concluye el autor, para la investigación biomédica futura, especialmente debido a la creciente epidemia de obesidad en todo el mundo.
Autoevaluación de Lectura
En la hipertensión crónica se observa:
A. Indice de excreción de sodio elevado.
B. Indice de excreción de sodio disminuido.
C. Indice de excreción de sodio normal.
D. Cualquiera de las situaciones anteriores.
Respuesta
Correcta
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