La concentración del colesterol asociado a lipoproteínas de alta densidad (HDLc) se relaciona inversamente con la enfermedad coronaria, tal como se observó en diversos estudios prospectivos epidemiológicos. Por otra parte, se observó que el tratamiento de pacientes con baja concentración de HDLc con alguno de los fármacos disponibles en la actualidad reduce considerablemente el riesgo de eventos coronarios mayores.
Las recomendaciones del National Cholesterol Education Program (NCEP) Adult Treatment Panel (ATP III) establecen que los niveles de HDLc por debajo de 40 mg/dl representan un factor independiente de riesgo coronario. Aun así, estas guías tienen como objetivo primordial el descenso de los niveles de colesterol asociado a lipoproteínas de baja densidad (LDLc), ya que numerosos estudios de prevención primaria y secundaria demostraron firmemente las ventajas de esta estrategia. Sin embargo, el riesgo de eventos coronarios no desaparece por completo, aun cuando se cumpla este objetivo. Un paso adicional en la terapia consiste en tratar de elevar los valores de HDLc o en mejorar la función de esta fracción de lípidos. En este contexto, señalan los autores, es importante recordar que el nivel de HDLc puede no relacionarse con la funcionalidad.
Estrategias terapéuticas actuales en pacientes con concentración baja de HDLc
En primer lugar se recomiendan los cambios en el estilo de vida, por ejemplo la interrupción del hábito de fumar y el aumento de la actividad física. Se observó que existe una fuerte correlación entre la adiposidad visceral y la baja concentración de HDLc, por mecanismos que no se comprenden por completo. La pérdida de peso puede acompañarse de una elevación de este parámetro pero la influencia de la composición de la dieta sobre el metabolismo de las HDL es compleja. La ingesta de dietas ricas en g rasas saturadas se asocia con aumento del HDLc, mientras que las grasas monoinsaturadas no originan cambios importantes. El alcohol se acompaña de una elevación del HDLc. Las drogas hipolipemiantes disponibles en la actualidad tienen poco efecto sobre el HDLc; por ejemplo, las estatinas sólo ocasionan un aumento del 5% a 10%. Un metaanálisis reciente de 14 trabajos con estatinas tampoco reveló diferencias en el beneficio obtenido a partir del tratamiento según el subgrupo de HDLc.
En cambio, los fibratos –agonistas del receptor activado del proliferador de peroxisomas (PPAR) alfa– elevan el HDLc en un 5% a 20%, en relación con los niveles basales de triglicéridos. Por otra parte, en distintos trabajos de prevención primaria y secu ndaria, especialmente en pacientes con hipertrigliceridemia o resistencia a la insulina, los fibratos se asociaron con una reducción importante de eventos cardiovasculares. Sin embargo, el beneficio no fue homogéneo en todos los pacientes de riesgo eleva do. La niacina (ácido nicotínico) es por el momento la droga más eficaz para elevar el HDLc; con ella se obtienen incrementos de un 15% a 35%. Las recomendaciones del ATP III establecen que los fibratos y la niacina podrían representar las mejores
opciones para el tratamiento de pacientes de riesgo elevado con concentraciones bajas de HDLc.
Las tiazolidindionas, agonistas parciales del PPAR-gamma, se utilizan en pacientes con diabetes tipo 2; también aumentan los niveles de HDLc en un 5% a 15%. Sin embargo, a la fecha, los resultados de los estudios indican globalmente que ninguna de las alternativas disponibles es óptima y que es necesario desarrollar nuevas estrategias de tratamiento para estos pacientes.
Nuevas terapias dirigidas especialmente a modificar las HDL
Las HDL se asocian con un efecto cardioprotector por múltiples mecanismos, muchos de los cuales se comprenden escasamente. Esta fracción de lípidos promueve y facilita el transporte inverso de colesterol (TIC), inhibe la oxidación de las LDL; suprime la inflamación endotelial; induce la producción de óxido nítrico en células endoteliales; incrementa la biodisponibilidad de prostaciclinas e inhibe la agregación de plaquetas y la coagulación. Aunque la verdadera influencia de cada uno de estos mecanismos in vivo no se conoce con precisión, muy probablemente todos contribuyan de alguna forma a reducir el riesgo de aterosclerosis.
En los últimos años surgió cada vez más información que avala la importancia de la función del HDLc: su nivel no sería un parámetro suficiente ya que no necesariamente refleja el estado del TIC, un proceso dinámico que sólo puede conocerse a través de mediciones dinámicas de flujo de colesterol. Por este motivo, algunas de las opciones más nuevas de tratamiento están destinadas a incrementar este proceso, independientemente de la concentración de HDLc. No obstante, estas alternativas son complicadas, mu chas de ellas requieren abordajes por vía parenteral y es por ello que serían esencialmente útiles en pacientes con episodios agudos y para tratamientos de corta duración. Algunas, en cambio, están pensadas para administración por vía oral y para terapia s crónicas.
Tratamientos dirigidos contra la apolipoproteína A-I
La apolipoproteína A-I (Apo A-I) es la principal proteína de las HDL. Se trata de un importante receptor del colesterol de macrófagos, un proceso en el cual interviene el transportador celular trifosfato de adenosina de la proteína de membrana A1 (AB CA1, por su sigla en inglés). La Apo A-I también participa en la función antioxidante y antiinflamatoria de las HDL y los niveles de Apo A-I representan un factor independiente de riesgo de enfermedad cardiovascular, tal vez más importante que la concent ración de HDLc. Diversas investigaciones mostraron que la expresión excesiva de Apo A-I por modificaciones genéticas, la transferencia somática de genes y la infusión intravenosa de Apo A-I se acompañan de disminución considerable del avance de las lesiones ateroscleróticas en modelos animales. De allí que, en la actualidad, uno de los objetivos principales del tratamiento es regular la expresión endógena de esta apolipoproteína.
En algunos trabajos se constató que la infusión en bolo de Apo A-I en el ser humano se asocia con un leve aumento de los niveles de HDLc pero con elevación sustancial de la concentración de Apo A-I y de fosfolípidos. Por su parte, un trabajo que abarcó 4 pacientes con hipercolesterolemia familiar heterocigota mostró que una única inyección de pro-Apo A-I inducía un aumento considerable en el TIC; en teoría, esta estrategias terapéutica podría ser de mucha utilidad para revertir el proceso aterosclerótic o en el ser humano.
Los autores recuerdan que la Apo A-I Milano es una forma rara de apolipoproteína mutada naturalmente que se refleja con niveles bajos de HDLc pero sin elevación concomitante del riesgo cardiovascular. Además, algunos trabajos en animales sugirieron que esta proteína conferiría un cierto efecto protector en términos en enfermedad cardiovascular y de allí que la industria farmacéutica puso atención en su producción como agente terapéutico. Una investigación demostró que las infusiones semanales de Apo A-I Milano acoplada con fosfolípidos se acompañan de disminución del tamaño de la placa de ateroma en la ultrasonografía, sin que se produzcan cambios considerables en la concentración de HDLc. Los resultados sugieren que la Apo A-I Milano modificaría esencialmente el TIC o la función de las HDL. No obstante, sólo con estudios a mayor escala se podrá determinar el verdadero papel de esta opción de tratamiento.
Otra alternativa consiste en emplear la propia Apo A-I del paciente: las partículas Apo A-I escasas en lípidos promueven el flujo de colesterol a partir de los macrófagos mucho más eficazmente que las grandes partículas maduras de HDL. Por ello se intentó ex vivo generar cantidades sustanciales de Apo A-I con pocos lípidos que luego se vuelven a infundir en el paciente.
Se han producido péptidos pequeños, de 18 a 22 aminoácidos, con secuencia y propiedades semejantes a las de la Apo A-I; por ejemplo, con igual capacidad de activación de la lecitina-colesterol-aciltransferasa (LCAT). Estas partículas, tales como el ETC-6 42, por ser más pequeñas, son más económicas y más fáciles de elaborar que la Apo A-I.
Una de las principales limitaciones de este tipo de terapia tiene que ver con la necesidad de administración por vía intravenosa; por este motivo, su mayor aplicabilidad es en el contexto de episodios agudos para promover la rápida regresión o estabiliza ción de la placa de ateroma en pacientes con síndromes coronarios agudos, que se asocian con un elevado índice de recurrencia. Sin embargo, la dosis, la frecuencia y la duración del tratamiento son puntos que aún deben establecerse.
En teoría, el mayor logro sería poder modificar la expresión genética de manera tal de inducir un aumento farmacológico en la producción de Apo A-I. Afortunadamente, este efecto parece posible con los fibratos (agonistas PPAR-alfa), que elevan la expresión de Apo A-I en ratones transgénicos y que aumentan la producción de la apolipoproteína en el ser humano. El fenómeno parece más marcado aún con los agonistas PPAR-alfa más nuevos.
El péptido D-4F es similar a la Apo A-I, no es reconocido por las peptidasas intestinales, de manera tal que es biodisponible por vía oral. De hecho, los estudios en ratas mostraron que la ingesta de D-4F se acompaña de disminución sustancial de la aterosclerosis sin elevación de la concentración de HDLc. Probablemente, su eficacia obedezca fundamentalmente al incremento de las propiedades antiinflamatorias de las HDL y a la inducción de TIC desde macrófagos. Así, se demuestra que al modificar la función de las HDL –sin que se eleve la concentración de HDLc– se puede obtener un beneficio considerable en términos de enfermedad cardiovascular.
Terapias dirigidas a promover la salida de colesterol de los macrófagos y el TIC
Cada vez se tiene más en cuenta el potencial efecto beneficioso del TIC contra la aterogénesis, un proceso que parece estar favorecido por las Apo A-I. La mayor comprensión de los mecanismos moleculares que intervienen en el TIC permitió que se crearan nuevas propuestas de tratamiento con capacidad para modificar el movimiento de colesterol desde los macrófagos. En este sentido, el primer estadio de “célula espumosa” sería un blanco farmacológico particularmente interesante.
La salida de colesterol de estas células involucra esencialmente el transporte del lípido mediado por ABCA1 a las Apo A-I reducidas en lípidos, un mecanismo que se comprendió con mayor precisión cuando se descubrió que ciertas mutaciones en el ABCA1 ocasionan la enfermedad de Tangier (caracterizada por concentraciones plasmáticas muy bajas de HDLc y de Apo A-I y por acumulación importante de colesterol en macrófagos). En ratones, la expresión excesiva de ABCA1 se asocia con incremento sustancial de la concentración de ambos factores y con reducción del área de aorta. Posteriormente se comprobó que el regulador principal de la expresión del gen ABCA1 es el receptor nuclear hepático del receptor X (LXR).
Los agonistas sintéticos LXR estimulan la expresión de ABCA1 y de ABCG1 en macrófagos y estimulan la salida de colesterol hacia Apo A-I reducidas en lípidos y a partículas maduras de HDL. Además, en virtud de que reducen la aterosclerosis en ratones son agentes potenciales para inducir el TIC. No obstante, señalan los autores, algunos agonistas no selectivos pueden promover la expresión de genes que intervienen en la síntesis de ácidos grasos, con lo cual se eleva la producción de triglicéridos, se genera esteatosis y hay hipertrigliceridemia. Por lo tanto, la selectividad parece un requisito fundamental para que estos fármacos puedan ser clínicamente aplicables.
Los fibratos son agonistas del PPAR-alfa, elevan los niveles de HDLc y disminuyen la frecuencia de eventos cardiovasculares. La exposición in vitro de macrófagos a fibratos se asocia con mayor expresión de ABCA1 y con salida de colesterol, tal vez a partir de la regulación del propio LXR. La administración simultánea de un agonista LXR y de un agonista PPAR-alfa en ratones se acompaña de aumento sinérgico de la concentración de HDLc.
Estas células también expresan PPAR-gamma: las tiazolidindionas –agonistas de este receptor– también inducen salida de colesterol de los macrófagos, posiblemente a través de la estimulación de la expresión del LXR, ABCA1 y ABCG1. Se sabe que en los pacientes diabéticos, el tratamiento con tiazolidindionas se acompaña de elevación en los niveles de HDLc y con reducción de los eventos cardiovasculares.
Otra posible alternativa terapéutica sería el uso combinado de agonistas PPAR-alfa y PPAR-gamma o la creación de drogas con acción mixta, tales como el muraglitazar, que eleva moderadamente la concentración de HDLc. Sin embargo, a pesar del interés inicial por el fármaco, la investigación posterior más amplia encontró que en realidad se asocia con incremento de los eventos cardiovasculares. El tesaglitazar, otro agente con ambas propiedades, está actualmente en investigación. Los macrófagos también expresan el PPAR-beta-delta, cuya función se conoce poco. Sin embargo, parece inducir la salida de colesterol.
Finalmente, el TIC podría mejorarse mediante la infusión de amplios liposomas (LUV) que sólo contienen fosfolípidos. En animales, estas partículas parecen inducir la movilización de colesterol, por mecanismos que aún no se comprenden por completo. Probablemente en el ser humano puedan ser de utilidad para el tratamiento a corto plazo de síndromes coronarios agudos.
Terapias destinadas a modificar el metabolismo de HDL y de Apo A-I y a elevar sus niveles en plasma
En el ser humano, el índice de catabolismo de las partículas HDL y de Apo A-I es uno de los factores más importantes en la variación de su concentración plasmática y de allí la posibilidad de intervenir farmacológicamente a este nivel, por ejemplo mediante la administración de niacina. Esta droga se utiliza hace años para descender la concentración de colesterol y hasta la fecha es una de las opciones más útiles para elevar los niveles de HDLc, aunque no se sabe exactamente cuál es su mecanismo de a cción. No obstante, los estudios en el ser humano sugirieron que la niacina retrasa el índice de catabolismo de las Apo A-I y las investigaciones in vitro mostraron que la recaptación hepática de HDL Apo A-I disminuye luego del tratamiento. Recientemente se descubrió un receptor de niacina (el HM74A) que despertó gran interés por la posibilidad de crearse nuevos fármacos que actúen sobre esta estructura. El receptor se expresa fundamentalmente en células adiposas; al ser activado por niacina se inhibe la expresión de lipasa, se reduce la hidrólisis de triglicéridos y disminuye la salida de ácidos grasos libres desde el tejido graso al hígado, efectos que contribuirían con el descenso de la concentración de triglicéridos. Los macrófagos activados expresan el receptor de niacina y su exposición a niacina se asocia con mayor expresión de ABCA1.
La CETP es una glicoproteína del plasma que interviene en la transferencia de ésteres de colesterol desde HDL a lipoproteínas con Apo-B, en intercambio por triglicéridos. La observación de niveles muy altos de HDLc en pacientes con deficiencia de CETP confirmó su importancia en el metabolismo de HDL en el ser humano. En los últimos años se avanzó notablemente en el concepto de la inhibición farmacológica de la CETP, como un posible mecanismo para elevar los niveles de HDLc. El torcetrapib inhibe la actividad de CETP en el ser humano y se asocia con aumento de la concentración de HDLc, en relación dependiente de la dosis. También se lo utilizó en combinación con atorvastatina y se observaron elevaciones del HDLc del 52% a 65%.
El JTT-705 es otro inhibidor de la CETP; en pacientes con hiperlipidemia leve se asocia con una disminución de la actividad de CETP y con elevación de los niveles de HDLc. Otra alternativa es inmunizar con péptidos con la finalidad de que se generen anti cuerpos contra CETP.
Si bien cualquiera de las opciones comentadas asociadas al bloqueo de la CETP sin duda se relaciona con aumento de los niveles de HDLc en el ser humano, aún no se conoce si el beneficio se refleja en una reducción importante de los eventos cardiovasculares; una preocupación motivada esencialmente a partir de observaciones en pacientes con deficiencia de CETP y por la posibilidad de que la inhibición de la CETP comprometa el TIC.
En el catabolismo de las Apo A-I el riñón tiene una participación sustancial, tal vez luego de la filtración glomerular de las Apo A-I reducidas en lípidos y del catabolismo mediado por el receptor por parte de las células tubulares renales. Por ende, es razonable considerar que el remodelamiento renal de las HDL podría representar otro objetivo terapéutico interesante. La CETP, la proteína de transferencia de fosfolípidos (PLTP) y las lipasas participan en este proceso. Se observó que la deficiencia ge nética de la lipasa hepática (LH) se acompaña de una elevación moderada de los niveles de HDLc; asimismo, la lipasa endotelial (LE), más específica que la LH para los fosfolípidos y para las HDL, representa un objetivo terapéutico interesante. De hecho, la expresión exagerada de la LE se acompaña de menor expresión de HDLc y de Apo A-I por mayor catabolismo. A la inversa, la pérdida de función de la enzima se asocia con aumento significativo de los niveles de HDLc. Por su parte, los estudios genéticos sugirieron una posible asociación entre variantes en el gen y los niveles séricos de HDLc. Tal vez la expresión de LE se correlacione en forma inversa con la concentración de HDLc y positivamente con la magnitud de la calcificación coronaria.
Otras fosfolipasas que influyen en el metabolismo del HDL son la fosfolipasa A2 del grupo IIA (sPLA2-IIA) cuya expresión se eleva en estados inflamatorios. Hidroliza los fosfolípidos de las HDL y aumenta su catabolismo. Esta fosfolipasa y otras enzimas de la misma familia sPLA2 constituyen otros posibles objetivos terapéuticos, ya que se podrían crear inhibidores para elevar los niveles de HDLc y reducir, de esta forma, el riesgo de aterosclerosis. Por último, señalan los autores, la administración p er se de fosfolípidos podría modular el metabolismo de las HDL. Por ejemplo, el fosfatidilinositol cambia la carga de las partículas e influye en el metabolismo de las HDL. Se observó que el tratamiento con fosfatidilinositol por vía oral se asocia con aumento de la concentración de HDLc en un 13% a 18%. Además, los fosfolípidos son compuestos relativamente seguros.
Sinopsis
No existen dudas de que la concentración baja de HDLc representa un factor independiente de riesgo cardiovascular, también en pacientes que reciben tratamiento agresivo destinado a corregir los niveles de LDLc. Algunas drogas utilizadas en la actualidad tienen la capacidad potencial de inducir leves incrementos en el HDLc, pero sin duda ninguna de estas opciones se asocia con los objetivos deseados, en términos de prevención cardiovascular primaria y secundaria.
El metabolismo de las partículas HDL es muy complejo y su papel protector se relaciona más con su función que con los niveles plasmáticos. De hecho, la consideración exclusiva de este marcador no se correlaciona exactamente con el riego cardiovascular ni con el beneficio obtenible a partir de la terapia. Así, algunos tratamientos muy útiles sólo se acompañan de una elevación leve del HDLc, mientras que otras terapias que inducen un aumento importante de esta fracción no se asocian con un beneficio clínico tan marcado. Numerosas estrategias destinadas a modificar el metabolismo de las HDL y del TIC se investigan ampliamente; quizá los primeros resultados en este sentido se obtengan con la inhibición de la CETP.
Autoevaluación de Lectura
¿Qué drogas serían particularmente útiles para modificar la concentración del colesterol asociado a lipoproteínas de alta densidad (HDLc)?
A. Fibratos.
B. Niacina.
C. Tiazolidindionas.
D. Todas ellas.
Respuesta
Correcta