Volumen 19, Número 2, Junio 2005

 Resúmenes SIIC


Evaluación y Conducta Diagnóstica Terapéutica del Dolor Mamario
 

La mastalgia suele responder a medidas no farmacológicas; en caso de dolor intenso el danazol, el tamoxifeno y la bromocriptina pueden ser efectivos, aunque el riesgo de efectos adversos limita su uso.

Mayo Clinic Proceedings 79(3):353-372, Mar 2004

Autores:  
Smith R, Pruthi S y Fitzpatrick L
Institución/es participante/s en la investigación: 
Breast Diagnostic Clinic, Division of General Internal Medicine and Division of Endocrinology, Diabetes, Metabolism, Nutrition and Internal Medicine, Mayo Clinic College of Medicine, Rochester, EE.UU. 

Título original: 
[Evaluation and Management of Breast Pain] 
Título en castellano: 


Introducción
La mastalgia, o dolor mamario, constituye el trastorno mamario más frecuente en mujeres. Si bien la preocupación ante el riesgo de cáncer podría ocasionar que las mujeres busquen atención médica por síntomas mamarios, la mastalgia suele ser poco informada. En una encuesta realizada a mujeres en el sur de Gales el 45% describió dolor mamario leve y 21% dolor intenso; pero menos de la mitad de las mujeres con dolor intenso habían comentado este síntoma al médico.
El dolor mamario se clasifica en: mastalgia cíclica, mastalgia no cíclica y dolor extramamario. La mastalgia cíclica se presenta en mujeres premenopáusicas y se relaciona con el ciclo menstrual. La mastalgia no cíclica es definida como dolor mamario constante o intermitente no relacionado con el ciclo menstrual. El dolor extramamario puede presentarse con síntomas de dolor mamario. La mastalgia cíclica representa dos tercios del dolor mamario, mientras que la mastalgia no cíclica constituye el tercio restante.

Mastalgia cíclica
La molestia y la tumefacción que comienza en la fase lútea y se intensifica en los días previos a la menstruación es considerada una situación fisiológica. En orden decreciente de frecuencia, los síntomas premenstruales mamarios incluyen los siguientes: sensibilidad, tumefacción, dolor y nodularidad. Los criterios diagnósticos de mastalgia cíclica incluyen: dolor mayor de 4, medido en una escala analógica visual de 10, y duración del dolor de al menos 7 días al mes.
El dolor suele involucrar el cuadrante superoexterno de la mama y se irradia al brazo y la axila.
Suele ser difuso y bilateral, pero puede ser más intenso en una mama y se presenta durante la tercera o cuarta décadas de la vida. Suele haber remisión con el embarazo y la menopausia. Sólo el 14% de las mujeres presenta resolución espontánea. Su etiología aún no ha sido establecida con exactitud.
El dolor mamario no indica histología fibroquística de la mama; estos cambios histológicos se presentan en mujeres sintomáticas y asintomáticas y son considerados parte del espectro de patrones involutivos normales de la mama. Además, no se identificaron anormalidades hormonales específicas; no obstante, se ha detectado con frecuencia un incremento de la secreción de prolactina inducida por tirotrofina asociada con la mastalgia.
El volumen mamario puede incrementarse en más de 100 ml en la fase lútea; sin embargo, no se observó que la medición del agua corporal total estuviese aumentada en mujeres con mastalgia cíclica. A este respecto, la mayoría de los investigadores no recomienda el uso de diuréticos para su tratamiento.
En varios estudios se identificó incremento de la ansiedad y depresión en mujeres con dolor mamario en comparación con mujeres asintomáticas, observándose mejoría sustancial de la depresión y del desempeño social en mujeres cuyo dolor fue tratado exitosamente. Se ha estudiado la relación entre la mastalgia cíclica y otros síntomas premenstruales; los síntomas de la fase lútea, incluyendo estado de ánimo negativo, deterioro de la concentración y cambios de conducta, son mayores en mujeres con mastopatía cíclica intensa en comparación con mujeres sin síntomas mamarios.
Aunque el cáncer de mama no es considerado una causa de dolor mamario cíclico, algunos estudios identificaron una asociación potencial entre mastalgia cíclica y riesgo de cáncer de mama. Se ha sugerido que el incremento tisular de la sensibilidad a estrógenos, tal vez relacionado con el consumo de grasa en la dieta y los niveles de ácidos grasos, podría tener un papel en la etiología tanto en el dolor mamario cíclico como del riesgo de cáncer de mama, y podría explicar la relación.

Mastalgia no cíclica
Esta patología comprende dolor constante o intermitente no asociado con el ciclo menstrual.
Es menos común que la mastalgia cíclica y lo presenta el 31% de las mujeres atendidas por mastalgia.
Suele ser unilateral, con ubicación en un cuadrante de la mama, pero puede haber dolor difuso e irradiación a la axila. Suele aparecer en mujeres en la cuarta o quinta décadas de la vida, puede ser resultado del embarazo, mastitis, trauma, tromboflebitis, macroquistes, tumores benignos o cáncer.
Sin embargo, en la mayoría de los casos el dolor mamario no cíclico no tiene causas definidas, aunque obedecería a una causa anatómica más que hormonal. Una excepción puede ser el dolor mamario asociado con medicación. Alrededor del 16% de las mujeres informa dolor mamario como efecto adverso de la terapia con estrógenos y el 32% por la terapia hormonal combinada. En comparación, los moduladores selectivos de los receptores estrogénicos, tibolona y raloxifeno, se asocian en menor medida con dolor mamario.
La mastalgia no cíclica podría relacionarse con la ectasia ductal (dilatación de los conductos mamarios). La medición ecográfica de los diámetros ductales ha evidenciado un máximo de 1.8 mm en mujeres asintomáticas, 2.34 mm en mujeres con mastalgia cíclica y 3.89 mm en mujeres con mastalgia no cíclica. El diámetro ductal se ha correlacionado con la intensidad del dolor.
El dolor asociado con cáncer de mama suele ser unilateral, constante e intenso. Sin embargo no parece haber asociación entre el dolor mamario no cíclico y el cáncer de mama. La incidencia de dolor relacionada con previa cirugía de mama (mastectomía, implantes mamarios para reconstrucción o aumento con colocación submuscular del implante, o reducción) parece ser elevada. Las causas propuestas incluyen dolor disestésico de la cicatriz, regeneración nerviosa, lesión nerviosa focal por isquemia, radioterapia, linfedema o encapsulación del implante.

Dolor extramamario
Los diagnósticos diferenciales de mastalgia son numerosos y pueden dividirse en dolor localizado en la mama o en la pared torácica o irradiado desde otros sitios. El dolor de la pared torácica incluye costocondritis, síndrome de Tietze y artritis. Su tratamiento consiste en reposo y antiinflamatorios no esteroides.

Tratamiento del dolor mamario
Medidas físicas

Un mejor soporte mecánico puede aliviar el dolor mamario. Alrededor del 70% de las mujeres usa corpiños inadecuados. El dolor mamario durante el ejercicio puede afectar al 56% de las mujeres y se atribuye al movimiento del tejido mamario, por lo que se recomiendan los corpiños deportivos. La aplicación de calor o frío y un masaje suave puede reducir el dolor. Las técnicas de relajación parecen reducir el dolor mamario.

Medidas nutricionales
Se recomienda una dieta baja en grasas, con un consumo de grasas < 20% del consumo calórico total para obtener beneficios. En mujeres premenopáusicas, una dieta rica en proteína de soja aumenta la duración de la fase folicular y retrasa la menstruación y reduce los niveles de estradiol; sin embargo no hay estudios en relación con la mastalgia.

Medidas farmacológicas
No hay estudios prospectivos controlados para determinar la utilidad de los antiinflamatorios no esteroides para el tratamiento del dolor mamario, aunque tanto los agentes orales como tópicos pueden ser adecuados, por lo que es necesaria investigación adicional. Asimismo, parece conveniente el ajuste de medicaciones que pueden contribuir al dolor mamario, como los anticonceptivos orales o la terapia de reemplazo hormonal para la menopausia. La reducción de la dosis de estrógenos suele ser efectiva en la práctica clínica. Los estudios con anticonceptivos orales con bajas dosis (20 µg de etinilestradiol) no hallaron incremento de los síntomas mamarios en comparación con placebo.
Los progestágenos por vía tópica, oral y parenteral han sido estudiados para tratar la mastalgia, con resultados variables.
En estudios clínicos controlados el danazol, la única medicación aprobada por la FDA para el tratamiento del dolor mamario, un derivado de la 17-alfa-etinil testosterona que suprime la secreción de gonadotrofinas e inhibe la síntesis de esteroides ováricos, redujo la mastalgia entre un 60% a 92% de las mujeres tratadas. La dosis inicial es de 200 mg/d con eventual titulación. Los efectos adversos se relacionan con la dosis y son androgénicos (acné, caída del cabello, aumento de peso, cefaleas, náuseas, ansiedad y depresión, irregularidades menstruales, amenorrea). La administración durante la fase lútea para el dolor cíclico no mostró incremento de efectos adversos en comparación con placebo.
La gestrinona, que tiene efectos androgénicos y antigonadotrópicos, parece también reducir la mastalgia. El uso de agonistas dopaminérgicos para tratar el dolor mamario se basa en el incremento de la secreción de prolactina inducido por tirotrofina; la bromocriptina y lisurida han mostrado buenos resultados.
Debido al riesgo de efectos adversos potencialmente graves, que incluyen trombosis venosa profunda y cáncer de endometrio, entre otros, el tamoxifeno debe reservarse para mujeres con mastalgia intensa refractaria a otras medidas. La goserelina, un análogo de la hormona liberadora de gonadotrofinas, reduce los niveles de estrógenos y podría ser útil para la mastalgia; no obstante, hay poca evidencia que apoye su uso y los efectos adversos son frecuentes (cefaleas, fatiga, depresión, ansiedad, entre otros).

Conclusiones
El dolor mamario suele responder a la combinación de medidas no farmacológicas; pero en caso de dolor importante que afecta la calidad de vida puede ser necesario el tratamiento con medicación a bajas dosis o de fase lútea, como danazol y tamoxifeno, que son efectivos pero con potenciales efectos adversos. En ciertas circunstancias puede aplicarse bromocriptina o goserelina.
Sin embargo, la orientación futura incluye la identificación de factores etiológicos y la evaluación de los agentes existentes y de nuevos enfoques para optimizar los resultados y minimizar los efectos adversos.



Autoevaluación de Lectura

En relación con la mastalgia, cual de las siguientes afirmaciones es correcta:

A. Se clasifica en mastalgia cíclica, no cíclica y dolor extramamario.
B. Suele tener mala respuesta al tratamiento no farmacológico.
C. Las medidas farmacológicas efectivas no presentan efectos adversos importantes.
D. Se asocia con riesgo elevado de cáncer.


Respuesta Correcta

 


Efecto de la Obesidad y de la Resistencia a la Insulina sobre el Metabolismo del Sustrato y la Eficiencia del Miocardio en Mujeres Jóvenes    




En mujeres jóvenes, la obesidad es factor predictivo independiente de mayor consumo de oxígeno por el miocardio y de menor eficacia del músculo cardíaco.

Circulation 109(18):2191-2196, May 2004

Autores:  
Peterson LR, Herrero P, Schechtman KB y colaboradores
Institución/es participante/s en la investigación: 
Department of Medicine, Divisions of Cardiology and Geriatrics and Nutricional Science; Mallinckrodt Institute of Radiology; Department of Biostatistics of Washington University School of Medicine, St Louis, EE.UU. 

Título original: 
[Effect of Obesity and Insulin Resistance on Myocardial Substrate Metabolism and Efficiency in Young Women] 
Título en castellano: 

Introducción
La obesidad es un factor de riesgo independiente de insuficiencia cardíaca (IC). Las personas obesas tienen alterado el remodelamiento del ventrículo izquierdo (VI), mayor carga hemodinámica y activación neurohormonal, todos elementos posiblemente involucrados en la patogenia de la IC asociada con la obesidad. Además, los estudios en animales sugieren que la obesidad y la resistencia a la insulina originan alteraciones en el metabolismo de los ácidos grasos del miocardio y en la eficiencia de este músculo (trabajo cardíaco/consumo miocárdico de oxígeno) que tienen lugar en forma temprana en la cascada de eventos que se asocian con alteración de la contractilidad del VI.
Asimismo, señalan los autores, la obesidad y la resistencia a la insulina incrementan la disponibilidad y la captación de ácidos grasos por el miocardio (MFAUp), fenómeno que origina una desviación en el metabolismo con preferencia por la utilización de ácidos grasos (MFAU). En dichos modelos se produce mayor oxidación de ácidos grasos (MFAO) y consumo de oxígeno por parte del miocardio (MVO2), efectos que pueden reducir la suficiencia cardíaca. Con el tiempo, la alteración en la relación entre la MFAUp y la MFAO origina acumulación de intermediarios de ácidos grasos, mayor producción de ceramida, incremento de la apoptosis de cardiomiocitos y alteración de la función cardíaca. Otras investigaciones mostraron que la mayor biodisponibilidad de ácidos grasos y de lípidos en el miocardio predispone a un aumento del estrés oxidativo y lesión.
Se desconoce si los cambios observados en modelos animales también se producen en personas con obesidad. En este trabajo, los autores establecen el efecto de dicha alteración y de la resistencia a la insulina sobre el metabolismo del miocardio en mujeres jóvenes, en quienes el riesgo de IC es mayor en comparación con el de hombres obesos.
Los especialistas trabajan sobre la hipótesis de que la obesidad y la resistencia a la insulina probablemente se acompañan de un incremento del metabolismo miocárdico de ácidos grasos y del consumo de oxígeno y, por ende, de un descenso de la suficiencia del tejido cardíaco.

Métodos
Se incluyeron 31 mujeres premenopáusicas de 19 a 37 años; 12 no eran obesas (índice de masa corporal, IMC, de 23 kg/m2 en promedio) y 19 sí lo eran (IMC cercano a los 38 kg/m2). Todas las participantes tenían grasa abdominal en exceso (circunferencia de cintura de 108 cm) y habían sido obesas aproximadamente 12 años. Se determinaron la masa grasa corporal y la masa libre de grasa; se excluyeron mujeres con diabetes, hipertensión, antecedente de enfermedad cardíaca o coronaria y fumadoras, entre otros criterios de exclusión.
Todas las participantes fueron sometidas a tomografía con emisión de positrones (PET) luego de la ingesta de una dieta estándar con 12 kcal/kg en mujeres no obesas y 12 kcal/kg según ajuste por peso en pacientes obesas. Se efectuó PET con 15O-agua, 1-11C-acetato, 1-11C-glucosa y 1- 11C-palmitato que permitió conocer el flujo sanguíneo miocárdico (MBF), MVO2, la captación y utilización de glucosa (MGUp y MGU), MFAUp, MFAU y MFAO.
Todas las mujeres fueron sometidas a ecocardiografía Doppler inmediatamente después de la determinación del MVO2, y se determinó el volumen de fin de sístole, de fin de diástole, masa e índice de masa del VI, según las recomendaciones de la Sociedad Americana de Ecocardiografía. La masa del VI también se expresó en relación con la masa libre de grasa en sujetos con obesidad: por encima de 4.1 g/kg se consideró hipertrofia de VI. Se calculó el espesor relativo de la pared del VI (RWT); la fracción de eyección, volumen de eyección e índice cardíaco. Se calculó la concentración de glucosa, insulina, lactato y ácidos grasos libres en sangre según métodos convencionales.

Resultados
Las mujeres obesas eran de mayor edad y presentaron valores más elevados de área bajo la curva (ABC) de glucosa, de colesterol asociado con lipoproteínas de baja densidad y del cociente entre colesterol total y colesterol asociado con lipoproteínas de alta densidad (HDLc). La concentración de HDLc fue más baja. El IMC y el ABC de glucosa se correlacionaron positivamente.
Las concentraciones iniciales promedio de glucosa, ácidos grasos y lactato, durante la PET, fueron semejantes en ambos grupos. Sin embargo, el nivel de insulina fue mayor en mujeres obesas en comparación con no obesas. La presión arterial sistólica tendió a ser mayor en las participantes con obesidad. El volumen cardíaco, pero no el índice cardíaco, también fue superior en mujeres obesas. La masa del VI fue mayor en las participantes con obesidad pero la masa del VI en relación con el área de superficie corporal no fue significativamente distinta entre los grupos. Sólo una mujer presentó hipertrofia del VI. Sin embargo, las pacientes con obesidad mostraron indicios de remodelamiento concéntrico en base a incremento del RWT. La masa del VI estuvo relacionada con el IMC, la resistencia a la insulina y los niveles de insulina en ayunas.
El MBF no difirió entre mujeres obesas y sin obesidad, pero se constató una relación significativa y positiva entre éste y el IMC. El otro factor predictivo de MBF fue el RWT. En cambio, el MVO2 fue mayor en mujeres con obesidad y se correlacionó con el IMC y el RWT. El modelo de regresión de variables múltiples indicó que el IMC fue el único elemento predictivo independiente del MVO2.
El trabajo cardíaco no difirió entre los grupos, pero en las mujeres obesas este parámetro fue menos eficiente que en aquellas sin obesidad dado el mayor MVO2. La suficiencia del VI mostró una relación inversa significativa con el IMC y RWT, pero el primero fue el único parámetro predictivo independiente de eficiencia. La MFAUp tendió a ser mayor en mujeres obesas mientras que la MFAU y MFAO no difirieron entre los grupos. Coincidentemente, MFAUp, pero no MFAU o MFAO, se relacionaron sustancialmente con el IMC. La resistencia a la insulina –definida por el ABC de la glucosa en plasma durante la prueba de tolerancia oral a la glucosa– se relacionó positivamente con la MFAUp, MFAU y MFAO. Las modificaciones en el IMC no fueron responsables de los cambios en la MFAUp cuando se incorporó en el modelo el ABC de la glucosa en plasma. Más aun, este parámetro fue el único factor predictivo independiente de la MFAUp, MFAU y MFAO.
La MGUp y MGU no fueron significativamente distintas entre mujeres con o sin obesidad.
Asimismo, el IMC y el ABC de glucosa en plasma no se correlacionaron con ninguna de las mediciones del metabolismo de la glucosa en miocardio.

Discusión
En opinión de los autores, éste es el primer estudio que demuestra que la obesidad se asocia con alteraciones específicas en el metabolismo, estructura y eficiencia del miocardio. Se constató que el incremento del IMC se asocia con un aumento del MVO2 y una desviación del metabolismo miocárdico hacia mayor utilización de ácidos grasos, más alta cuanta mayor la resistencia a la insulina y no completamente explicable por un incremento de los niveles de ácidos grasos en suero. Además, la obesidad se acompaña de menor transducción de la energía del miocardio en trabajo contráctil y, por ende, de remodelamiento concéntrico.
El incremento en el MVO2 asociado con el aumento del IMC observado en mujeres con mayor IMC, probablemente esté relacionado con el efecto de la obesidad sobre el remodelamiento de los cardiomiocitos y con el hecho de que la obesidad incrementa el tono simpático, la precarga y el metabolismo de los ácidos grasos. El RWT –que refleja el remodelamiento concéntrico del VI– se relaciona significativamente con el MVO2 en mujeres obesas; también es probable que la mayor captación y oxidación de ácidos grasos por el corazón eleven el MVO2, porque se requiere más oxígeno para generar ATP a partir de los ácidos grasos que de la glucosa.
En conclusión, afirman los expertos, en mujeres premenopáusicas, la obesidad es un factor predictivo independiente de mayor MVO2 y de menor suficiencia del miocardio. La resistencia a la insulina es un factor predictivo independiente de mayor MFAUp, MFAU y MFAO en mujeres jóvenes con aumento del IMC, por otra parte sanas.
Estas modificaciones reflejan los cambios metabólicos iniciales que se observan en modelos animales de lipotoxicidad miocárdica y de estrés oxidativo. Los estudios venideros serán de gran valor para establecer la influencia de la obesidad sobre el miocardio a largo plazo.



Autoevaluación de Lectura


¿Cuál de los siguientes factores predice en forma independiente el consumo de oxígeno del miocardio en mujeres jóvenes obesas?

A. Indice de masa corporal (IMC).
B. Edad.
C. Glucosa en ayunas.
D. Todos por igual.


Respuesta Correcta

 


Infecciones del Aparato Urinario durante el Embarazo    




Las infecciones urinarias en el embarazo requieren seguimiento apropiado y el uso de antimicrobianos adecuados para optimizar los resultados maternos y garantizar la seguridad del feto.

Annals of Pharmacotherapy 38(10):1692-1701, Oct 2004

Autores:  
Le J, Briggs GG, McKeown A y Bustillo G
Institución/es participante/s en la investigación: 
College of Pharmacy, Western University of Health Sciences, Pomona; Women’s Hospital at Long Beach Memorial Medical Center, Long Beach; Departments of Obstetrics/Gynecology, University of California at Irvine Medical Center, Irvine, EE.UU. 

Título original: 
[Urinary Tract Infections during Pregnancy] 
Título en castellano: 


Introducción
Las infecciones del tracto urinario (ITU) son las infecciones bacterianas más comunes durante el embarazo. La susceptibilidad para su desarrollo se encuentra aumentada durante la gestación debido a los cambios hormonales y anatómicos que contribuyen a la dilatación ureteral y a la ectasia de la orina. Las ITU se clasifican, de acuerdo con el sitio de infección en bacteriuria asintomática (BAS) –si está afectada la orina–, cistitis o pielonefritis (de acuerdo con el compromiso de la vejiga o de los riñones, respectivamente). Cualquier ITU en una embarazada se considera complicada, lo que justifica el tratamiento apropiado.
La incidencia de BAS y de cistitis aguda durante la gestación es de 2% a 10% y de 1% a 4%, respectivamente. La pielonefritis es la infección bacteriana más frecuente que puede provocar complicaciones maternas y perinatales y se presenta, por lo general, al final del segundo trimestre y en el comienzo del tercero.
El objetivo de este artículo es aportar una revisión minuciosa de las ITU durante el embarazo, con descripción de la epidemiología, patogénesis, características clínicas, diagnóstico, tratamiento y prevención.

Origen de los datos
Se realizó una búsqueda a través de las bases de datos Medline (1966 a agosto de 2003) y Cochrane con las palabras clave “infección del tracto urinario”, “cistitis”, “pielonefritis”, “bacteriuria asintomática” y “resistencia”.

Patogénesis
Los cambios estructurales y hormonales predisponen a las embarazadas para el desarrollo de ITU. La uretra femenina, de 3 a 4 cm de longitud, está localizada cerca de áreas que se encuentran colonizadas por flora entérica (como la vagina y el recto). Cuando la uretra es colonizada, las bacterias pueden ascender y provocar una ITU. Las embarazadas presentan dilatación ureteral desde la sexta semana de gestación y hasta el parto. Se cree que esta dilatación se debe al incremento en los niveles de estrógenos y progestágenos, acompañada por disminución del tono de la uretra y de la vejiga, lo que contribuye a la ectasia de la orina y al reflujo vesicoureteral. La ectasia puede también ser consecuencia de la compresión mecánica que ejerce el agrandamiento uterino.
Las anormalidades del tracto urinario y la diabetes mellitus incrementan el riesgo de ITU. La incidencia (26.7%) y la tasa de recurrencia (19%) de ITU en embarazadas diabéticas son elevadas.
Además, el mal control de la diabetes incrementa el riesgo de pielonefritis.
El antecedente de ITU antes del embarazo y de drepanocitosis son predictores de BAS que deberían determinarse durante la primera visita prenatal. Sin tratamiento adecuado, la BAS puede evolucionar a pielonefritis.
Las mujeres de nivel socioeconómico bajo tienen 5 veces más riesgo de padecer una ITU; otros factores de riesgo incluyen la diabetes, la adicción a drogas, el antecedente de ITU o de infección por Chlamydia trachomatis, los trastornos neurológicos, la vejiga neurogénica, las lesiones de la médula espinal, las relaciones sexuales, la multiparidad, la edad avanzada, las anormalidades del tracto urinario, la drepanocitosis y los cálculos renales.

Microbiología

Los agentes causantes son similares en las mujeres embarazadas y en las que no lo están. Las enterobacterias representan el 90% de las ITU durante el embarazo. El germen más frecuente es Escherichia coli, con una incidencia informada de hasta 95% para la pielonefritis. Otras bacterias gramnegativas incluyen Proteus mirabilis, Klebsiella, Enterobacter, Pseudomonas y Citrobacter.
También se pueden aislar, en ocasiones, cocos grampositivos como estreptococos del grupo B (EGB) y Staphylococcus saprophyticus. Si bien se informó que la incidencia de Gardnerella vaginalis y de Ureaplasma urealyticum en la orina de la vejiga es del 10% al 15% en las embarazadas, su significación clínica no es clara.
Los EGB provocan ITU en aproximadamente el 5% de las mujeres grávidas. La bacteriuria por este germen puede asociarse con ruptura prematura de membranas, parto prematuro y sepsis neonatal temprana. Es evidente la reducción significativa de la ruptura prematura de membranas y el parto prematuro en las pacientes tratadas con penicilina por bacteriuria secundaria a este microorganismo. Las embarazadas que presentan bacteriuria por este germen deberían recibir tratamiento antibiótico al momento del diagnóstico y profilaxis intraparto.

Factores de virulencia
La gravedad de la infección depende de los mecanismos de defensa del huésped y de los factores de virulencia de las bacterias. Aquellas que se pueden adherir a las superficies tienen mayor capacidad para colonizar la uretra y la vagina y ascender para provocar infección, en especial ante la ausencia de Lactobacillus spp.
Estructuras bacterianas especiales (llamadas pili o fimbrias) median la adhesión del microorganismo al epitelio del tracto urinario. De hecho, entre 50% y 90% de los aislamientos de E. coli uropatógena expresan la fimbria P, la cual está asociada con pielonefritis en las mujeres adultas.

Resistencia antimicrobiana
El tratamiento de las ITU es por lo general empírico debido a que los agentes causantes y los datos disponibles de sensibilidad son predecibles. La mayoría de los agentes antimicrobianos que se emplean alcanzan concentraciones más altas en orina que en plasma.
Debido a que Escherichia coli es el germen más frecuente, es importante conocer su patrón de resistencia, aunque no se hallan disponibles datos de resistencia específicos para la población de embarazadas. En la década de 1970, la ampicilina era la droga de elección. Con el incremento de la resistencia de las cepas a este agente, la asociación trimetoprima-sulfametoxazol (TMP/SMX) se convirtió por más de dos décadas en el agente de primera línea para el tratamiento de infecciones no complicadas.
Los datos de vigilancia desde la década de 1990 indican un incremento en la prevalencia de E. coli resistente a este antibiótico y a cefalosporinas de primera generación. El factor de riesgo más importante asociado con la resistencia a este agente es su empleo actual o reciente (3 semanas o menos). Otros factores de riesgo potenciales incluyen diabetes, internación, uso actual de cualquier antibiótico y empleo de trimetoprima en los últimos seis meses, entre otros. Según los datos del National Committee for Clinical Laboratory Standards (NCC
LS), el patrón de resistencia de esta bacteria informado en los EE.UU. en el 2000 fue 39% para ampicilina, 19% para TMP/SMX, 16% para cefalotina, 4% para ciprofloxacina y 1% para nitrofurantoína.

Características clínicas
La BAS tiene lugar en presencia de un recuento significativo de bacterias en la orina sin signos de infección. La cistitis presenta urgencia miccional, aumento en la frecuencia, disuria, hematuria, piuria y ausencia de datos que hagan sospechar enfermedad sistémica. La pielonefritis se asocia con síntomas sistémicos (fiebre, sensibilidad a la palpación del ángulo costovertebral –estos dos son los más comunes–, dolor en los flancos, náuseas, vómitos, escalofríos, aumento en el recuento de glóbulos blancos y, con menor frecuencia, síntomas de cistitis).
El desarrollo de ITU durante la gestación puede provocar complicaciones maternas y fetales. El riesgo de partos prematuros, recién nacidos de bajo peso y la mortalidad fetal se hallan elevadas en presencia de pielonefritis. También pueden asociarse con pielonefritis durante el embarazo la preeclampsia, la insuficiencia renal transitoria, la hipertensión inducida por el embarazo, la anemia, la trombocitopenia y la endometritis posparto. Manifestaciones graves y que pueden poner la vida de la paciente en peligro incluyen sepsis, coagulación intravascular diseminada y síndrome de distrés respiratorio.
La complicación más importante de la BAS es el desarrollo de pielonefritis. Aproximadamente de 20% a 40% de las pacientes con BAS, si no son tratadas o si no responden al tratamiento, evolucionarán a pielonefritis aguda. Por el contrario, la incidencia en pacientes sin BAS en el embarazo temprano es < 1%, por lo cual la terapéutica efectiva es esencial ya que puede disminuir significativamente su incidencia y, de esta forma, prevenir sus complicaciones.
Hasta 23% de las embarazadas pueden presentar recurrencias de la pielonefritis durante la misma gestación. La preocupación sobre estos episodios repetidos es el daño renal permanente.

Diagnóstico
El diagnóstico de BAS se basa en los resultados del laboratorio: más de 105 unidades formadoras de colonias por mililitro (UFC/ml) de bacterias en una muestra de orina recolectada del chorro medio. Sin embargo, en pacientes sintomáticas con un patógeno identificado, en particular E.
coli
o S. saprophyticus, un valor entre 102 y 103 puede ser un indicador más realista que los 105 tomados como parámetro estándar. El consenso de la Infectious Diseases Society of America define la cistitis como el recuento de 103 UFC/ml o mayor y pielonefritis el valor de 104 UFC/ml o más en orina recolectada del chorro medio.
El urocultivo obtenido de una micción al acecho es el gold standard para la detección de bacteriuria y no debería ser reemplazado, ya que ayuda a disminuir la contaminación con las bacterias periuretrales. Una de las desventajas del urocultivo es que requiere 24 a 48 horas para la obtención de resultados. Las pruebas rápidas de diagnóstico, como la de la estearasa leucocitaria, la tinción de Gram de la orina y la prueba enzimática Uriscreen, son alternativas al cultivo y menos costosas que este último. Sin embargo, resultan inferiores ya que necesitan una alta concentración de bacterias (generalmente más de 105 UFC/ml), lo que provoca una escasa sensibilidad y valores predictivos positivos.
La prueba con nitritos es sensible sólo a bacterias gramnegativas reductoras de nitratos en nitritos y requiere más de 4 horas de contacto con una orina que presente bacterias en altas concentraciones. Tanto esta prueba como la de la estearasa leucocitaria son menos sensibles que el examen microscópico de la orina no centrifugada con tinción de Gram. Los resultados de las pruebas rápidas deberían ser confirmados mediante urocultivo.

Búsqueda y pesquisa
Debido a que el tratamiento apropiado de la BAS puede disminuir la incidencia de pielonefritis y de complicaciones relacionadas, el American College of Obstetrics and Gynecology (ACO
G) es partidario de la búsqueda rutinaria de bacteriuria con urocultivo durante todas las primeras visitas prenatales y durante el tercer trimestre. La US Preventive Services Task Force recomienda la búsqueda con urocultivo en todas las mujeres de entre 12 y 16 semanas de gestación, esperando de esta forma identificar el 80% de todas las mujeres que finalmente presentarán BAS.

Tratamiento
Las penicilinas, las cefalosporinas y sus derivados son bien tolerados, con efectos adversos autolimitados en la madre y se consideran seguros durante el embarazo. Estos agentes alcanzan concentraciones urinarias elevadas con una actividad bactericida adecuada contra los uropatógenos más frecuentes. Se recomienda el empleo de penicilina G y de ampicilina intravenosa para el tratamiento de las infecciones provocadas por EGB. Las formulaciones inyectables de cefalosporinas (cefazolina intravenosa o ceftriaxona intravenosa o intramuscular) son efectivas como terapias para la pielonefritis aguda durante la internación. Se puede realizar el pasaje a la vía oral (habitualmente con cefalexina) y continuar tratamiento ambulatorio una vez que la infección se halla estabilizada.
Los aminoglucósidos logran elevada concentración en el tejido renal y son efectivos para el manejo de la pielonefritis aguda.
Existe riesgo de desarrollo de ototoxicidad fetal (daño del octavo par craneano) y de nefrotoxicidad con el empleo prolongado de esta clase de agentes. Sin embargo, se empleó gentamicina, sin informes de defectos congénitos u ototoxicidad.
Se desalienta el uso de TMP/SMX durante el primer trimestre a menos que se acompañe de 1 mg de ácido fólico diario. El aumento de la resistencia de E. coli a este agente evitó su empleo como fármaco de primera línea.
La nitrofurantoína puede utilizarse como terapia de supresión y para la prevención de la bacteriuria recurrente luego de un curso adecuado de antibióticos para la infección primaria. No hay informes que vinculen este antibiótico con defectos congénitos, aunque su fabricante no recomienda su empleo entre las 38 y 42 semanas de gestación o durante el parto en pacientes con deficiencia de la enzima glucosa-6-fosfato-deshidrogenasa a pesar de la falta de datos que la asocien con anemia hemolítica. Por lo general, su empleo es aceptable, excepto en el período cercano al término.
La clindamicina aporta una alternativa para las pacientes que sufren reacciones anafilácticas con penicilina y que tienen una infección provocada por EGB. El papel de la fosfomicina todavía es incierto ya que la experiencia en cuestiones de seguridad y eficacia durante el embarazo es limitada. Las tetraciclinas y las fluoroquinolonas no se recomiendan; las primeras porque pueden provocar decoloración de los dientes y huesos fetales y malformaciones congénitas menores. Las últimas, por el desarrollo de artropatía en animales inmaduros. No se han descrito anormalidades congénitas ni artropatías en recién nacidos humanos.

BAS, cistitis y pielonefritis
Para asegurar la adhesión de las pacientes y la tolerancia surgieron tratamientos más cortos, de duración variable, entre 3 y 10 días. El curso de antibióticos más corto que parece ser promisorio es el de 3 días para la infección inicial. Un urocultivo de seguimiento a los 10 días de completar el tratamiento es importante para asegurar una respuesta adecuada a la terapéutica de 3 días.
El manejo de la cistitis es similar al de la BAS. El tratamiento inicial es empírico y la duración debe ser de al menos 7 a 10 días ya que el riesgo de recurrencia puede ser más alto que con los regímenes de 3 días.
Para la pielonefritis, debería iniciarse tratamiento intravenoso de forma empírica hasta que la paciente se vuelva afebril durante 48 horas y disminuyan sus síntomas. Entre estos tratamientos se pueden citar la cefazolina, con gentamicina o sin ella, cefuroxima, ceftriaxona o gentamicina. Debería continuarse con antibióticos orales (por ejemplo, cefalexina) hasta completar 10 a 14 días antes de otorgar el alta hospitalaria.
El tratamiento estándar de la embarazada con pielonefritis incluye la internación durante al menos 48 horas para tratamiento antibiótico parenteral, medidas de sostén y monitoreo: está recomendada en pacientes con signos de sepsis, náuseas e incapacidad para mantener una buena hidratación por vía oral, trabajo de parto prematuro, embarazo menor de 24 semanas, temperatura mayor de 38ºC, pielonefritis recurrente y comorbilidades significativas (por ejemplo, diabetes mellitus, enfermedad renal previa, antecedentes de abuso de sustancias).
Una respuesta clínica escasa requiere evaluación adicional para la identificación de resistencia bacteriana, urolitiasis, formación de abscesos perirrenales o anomalías del tracto urinario. Deben revisarse los antibióticos empleados sobre la base de los antibiogramas.
Estudios recientes avalan el tratamiento ambulatorio en embarazadas cuidadosamente seleccionadas: las candidatas para este tipo de tratamiento son las pacientes que se encuentran en el primer o en el segundo trimestre, con buen estado de salud, y que adhieran al tratamiento. En los estudios realizados con pacientes ambulatorias se mantuvo una observación cercana durante las primeras 24 horas para asegurarse la estabilidad materna y la fetal y se administró, por lo general, ceftriaxona por vía intramuscular.

Terapéutica supresiva
Este tipo de tratamiento es importante para prevenir la reinfección o la recaída. Todas las embarazadas que presentan un episodio de pielonefritis aguda o que tienen ITU a repetición deberían recibir tratamiento supresivo luego de haber finalizado el tratamiento primario. Se deberían realizar urocultivos mensuales para monitorear la recurrencia. Esta última puede evitarse con la administración de antibióticos poscoito, en forma de única dosis o continua; los más empleados son cefalexina 250 mg y cristales de nitrofurantoína 50 mg. Como alternativa se pueden utilizar 100 mg de nitrofurantoína por vía oral y por día durante el resto del embarazo y hasta las 4 a 6 semanas posteriores.
Diversos estudios hallaron que el jugo de arándanos ayuda a prevenir las recurrencias, ya que sus componentes inhiben la adhesión de los patógenos bacterianos al uroepitelio.
Todas las embarazadas con bacteriuria por EGB deberían ser tratadas igual que las que presentan colonización por estos microorganismos, debido al riesgo de sepsis neonatal temprana y de muerte neonatal por enfermedad invasiva. El tratamiento antibiótico intraparto en mujeres que se hallan colonizadas reduce la infección neonatal. Debería administrarse de forma profiláctica 5 millones de penicilina G por vía intravenosa como dosis inicial de carga, y luego 2.5 millones cada 4 horas hasta el parto a todas las portadoras de EGB. La ampicilina es una alternativa y en las pacientes con antecedentes de alergia se puede emplear eritromicina, clindamicina, cefazolina o vancomicina, según la gravedad de la alergia.




Autoevaluación de Lectura


¿Cuál de las siguientes afirmaciones es correcta en relación con las infecciones urinarias en las embarazadas?

A. La bacteriuria asintomática en la mujer embarazada no requiere tratamiento antibiótico.
B. La incidencia de infecciones urinarias en el embarazo es menor debido a los cambios anatómicos y hormonales que provocan una disminución del diámetro de la uretra.
C. Las pruebas de detección rápidas como la de la esterasa leucocitaria tienen menor sensibilidad que el urocultivo.
D. El riesgo de pielonefritis en una embarazada diabética no se ve alterado por el buen o mal control glucémico.


Respuesta Correcta

 


INDUCCIÓN AL PARTO EN MUJERES CON UNA CESÁREA ANTERIOR: REVISIÓN SISTEMÁTICA DE LA LITERATURA    


Adelaida, Australia

La información prospectiva disponible acerca de la seguridad de los diferentes métodos de inducción al parto es limitada.

ANZJOG 44(5):392-395, Oct 2004

Autores:  
Dodd J
Institución/es participante/s en la investigación: 
Department of Obstetrics and Gynaecology, The University of Adelaide, Adelaida, Australia 

Título original: 
[Induction of Labour for Women with a Previous Caesarean Birth: A Systematic Review of the Literature] 
Título en castellano: 



Aún existen controversias respecto de la posibilidad de inducir el trabajo de parto en las pacientes que presentan una cesárea anterior o si se debería realizar una cesárea electiva.
La preocupación específicamente relacionada con la inducción al parto en un útero que presenta una cicatriz, es el posible riesgo aumentado de rotura uterina. Los datos retrospectivos muestran un riesgo de 2.5% de rotura de la cicatriz uterina asociada a la utilización de prostaglandinas por vía vaginal (incluyendo misoprostol y prostaglandina E2 [PGE2]) para inducir el parto.
Los fabricantes tanto del gel de prostaglandina E2 como de ocitocina incluyen la presencia de cicatriz uterina dentro de las contraindicaciones para su empleo en las guías del producto. A pesar de esto, las prostaglandinas se utilizan ampliamente para inducir el parto en mujeres que presentaban cérvix desfavorable y el antecedente de una cesárea anterior.
El misoprostol es un análogo sintético de la prostaglandina E2 que se emplea de manera creciente como agente para inducir el parto; y que ha desencadenado una serie de inquietudes respecto de su seguridad en las pacientes con una cesárea previa, con varios casos de rotura uterina publicados en la literatura.
El objetivo de esta revisión fue comparar, mediante la mejor evidencia disponible, los beneficios y complicaciones de la cesárea electiva repetida con la inducción al parto programada y evaluar diferentes métodos de maduración cervical e inducción en mujeres con una cesárea previa.
Se consideraron todas las publicaciones de estudios controlados aleatorizados que compararon los resultados maternos y neonatales entre las pacientes que tuvieron una cesárea electiva programada y aquellas que tuvieron una inducción del parto programada, en las que la vía de terminación previa fue una cesárea; y también los diferentes métodos de inducción del parto (incluyendo la administración de PGE2, prostaglandina F2 (PGF2?), misoprostol, o mifepristona).
Los desenlaces clínicos en las mujeres incluyeron: parto vaginal, parto vaginal instrumental, cesárea (todas y por distrés fetal), rotura uterina (rotura clínicamente significativa que involucra la totalidad del espesor de la pared uterina y que requiere reparación quirúrgica), dehiscencia uterina (solución de continuidad del útero clínicamente asintomática que es descubierta incidentalmente en el momento de la cirugía), hemorragia (pérdida hemática mayor de 500 ml o que requiere transfusión), legrado uterino posparto, complicaciones relacionadas con el nacimiento (incluyendo histerectomía, hematoma vulvar o perineal que requiere evacuación, trombosis venosa profunda o embolia pulmonar que requiere tratamiento anticoagulante, neumonía, infección de herida que requiere reinternación o que prolonga la hospitalización, dehiscencia de herida, daño quirúrgico de la vejiga, intestino, o uréter que requiere reparación quirúrgica, extensión de la incisión uterina, o cualquier otra complicación relacionada).
Los desenlaces clínicos en los niños incluyeron: muerte neonatal o perinatal, líquido teñido de meconio, puntaje de Apgar menor de 7 a los 5 minutos, ingreso a la unidad de terapia intensiva neonatal, trauma del nacimiento (incluyendo hemorragia subdural o intracerebral, lesión de la médula espinal, fractura de la base del cráneo, otra fractura o lesión de nervio periférico), convulsiones antes de las 24 horas del nacimiento, laceración al momento del nacimiento, encefalopatía neonatal, nivel de conciencia alterado, cualquier trastorno respiratorio, ventilación mecánica, cualquier requerimiento de oxígeno, taquipnea transitoria del neonato, empleo de alimentación enteral, enterocolitis necrotizante e infección sistémica probada.
Esta revisión se realizó mediante la estrategia de búsqueda desarrollada por el grupo Cochrane Pregnancy and Childbirth.

Se utilizó el registro de estudios controlados de Cochrane y Medline desde 1996 hasta la actualidad.
No se identificaron estudios controlados aleatorizados que compararan la realización de una cesárea electiva repetida con la inducción del parto, en pacientes con una cesárea previa que requerían inducción en el siguiente embarazo.
Hubo tres estudios controlados aleatorizados en los que las mujeres que presentaban una cesárea anterior fueron asignadas a diferentes métodos de inducción del parto: PGE2 vaginal versus ocitocina endovenosa, mifepristona versus placebo y misoprostol vaginal versus ocitocina endovenosa.
Un estudio incluyó 42 mujeres con una única cesárea previa que requerieron inducción del parto en la gestación siguiente por embarazo prolongado o preeclampsia. Todas se encontraban como mínimo en las 37 semanas de gestación, tenían un feto único en presentación cefálica y un puntaje de Bishop menor de 9.
Un grupo de 21 mujeres fue aleatorizado a recibir PGE2 por vía vaginal y el resto a amniotomía e infusión de ocitocina endovenosa. Se decidió realizar cesárea ante la evidencia de estrés fetal, falta de progresión del trabajo de parto o ante la sospecha de solución de continuidad de la cicatriz del segmento inferior. Las características al inicio entre ambos grupos eran comparables, así como las indicaciones de inducción del parto. No se observaron diferencias estadísticamente significativas en cuanto a cesárea, parto vaginal operatorio, rotura uterina, utilización de bloqueo epidural o puntaje de Apgar menor de 7 a los 5 minutos.
Otro estudio comparó la administración de 200 µg de mifepristona por vía oral y placebo en los días 1 y 2 de un período de observación de 4 días. Participaron 32 mujeres que tenían una cesárea anterior, que requerían inducción del parto y que cumplían las condiciones para parto vaginal.
La induccción del parto fue planeada para el día 4, mediante la utilización de prostaglandina vaginal si el puntaje de Bishop era menor de 3 o amniotomía e infusión de ocitocina si éste era mayor de 4.
Dieciseis mujeres recibieron mifepristona oral y las otras 16 recibieron placebo. Las características iniciales de las mujeres de ambos grupos eran similares. Las pacientes que fueron tratadas con mifepristona tendieron a comenzar el trabajo de parto dentro del período de 4 días. No se observaron diferencias en cuanto a la tasa de cesáreas, cesáreas por distrés fetal o parto vaginal operatorio. Se presentaron dos casos de rotura uterina, uno en cada grupo, pero no fue posible determinar si estas mujeres habían recibido agentes adicionales para inducir o estimular el trabajo de parto. Si bien no se informaron diferencias en los resultados neonatales, no fue posible distinguir a qué grupo pertenecían las madres.
En otro estudio, las pacientes fueron asignadas aleatorizadamente a recibir 25 µg de misoprostol por vía vaginal cada 6 horas hasta un máximo de cuatro dosis o una infusión endovenosa de ocitocina.
Este estudio fue suspendido por razones de seguridad. Del total de 38 mujeres que fueron seleccionadas, 17 fueron tratadas con misoprostol por vía vaginal y 21 con ocitocina. Dos mujeres del primer grupo sufrieron rotura uterina, mientras que no se informó ningún caso en el segundo grupo.
Si bien se identificaron tres estudios controlados aleatorizados que evaluaron los diferentes métodos de inducción al parto en mujeres con una cesárea previa, éstos utilizaron diferentes procedimientos, por lo que no fue posible la combinación de los datos en un metaanálisis.
Según los autores no es posible arribar a una conclusión acerca de la seguridad de estos agentes para la inducción al parto en el contexto de un útero que presenta una cicatriz, particularmente respecto de la rotura uterina.
A pesar de que los fabricantes del gel vaginal de PGE2 y de ocitocina consideran que la presencia de cicatriz uterina es una contraindicación para su utilización, estas perparaciones son ampliamente utilizadas para inducir el parto en las mujeres que tuvieron una cesárea anterior. La información prospectiva disponible respecto de la seguridad de los distintos métodos es limitada.
Se requieren otros estudios que comparen los beneficios y complicaciones de la inducción del parto programada, con la cesárea electiva repetida en las mujeres con una cesárea anterior que requieren la inducción del parto en un embarazo subsiguiente.
Hasta que estos interrogantes sean respondidos, los autores recomiendan precaución en el empleo de los agentes para la inducción del parto en las pacientes con una cesárea previa.



Autoevaluación de Lectura


Cuál de las siguientes opciones es correcta:

A. No se observaron diferencias significativas entre la utilización de PGE2 vaginal o amniotomía más ocitocina endovenosa en las pacientes con cesárea anterior.
B. Se detectaron más casos de rotura uterina en las pacientes que recibieron mifepristona.
C. La rotura uterina se observa más frecuentemente en la inducción del parto con ocitocina endovenosa.
D. Según los fabricantes, la presencia de cicatriz uterina no sería una contraindicación para la utilización de ocitocina o PGE2 vaginal.


Respuesta Correcta

 


ESTUDIO HISTOLÓGICO, MORFOMÉTRICO Y ULTRAESTRUCTURAL DE LA PLACENTA EN DIABÉTICAS E HIPERTENSAS GESTACIONALES CON BUEN CONTROL TERAPÉUTICO    


Madrid, España

Análisis de vellosidades terminales placentarias de diabéticas e hipertensas gestacionales con buen control glucémico para valorar hallazgos histológicos, morfométricos y ultraestructurales comunes.

Acta Ginecológica 61(5):146-153, Sep 2004

Autores:  
Alvarez MJ, Clavero JA, Furio V y colaboradores
Institución/es participante/s en la investigación: 
Departamento de Obstetricia y Ginecología, Hospital General Universitario Gregorio Marañón; Departamento de Anatomía Patológica, Hospital General Universitario San Carlos, Madrid, España 

Título original: 
[Estudio Histológico, Morfométrico y Ultraestructural de la Placenta en Diabéticas e Hipertensas Gestacionales con Buen Control Terapéutico] 
Título en castellano: 


Introducción
La diabetes mellitus gestacional (DMG) y los trastornos hipertensivos del embarazo tienen una posible etiología común. En la placenta de madres con diabetes mellitus previa al embarazo, preeclampsia o DMG mal controladas, se han descrito alteraciones del área de superficie vellositaria, proliferación citotrofoblástica, abundantes nudos sinciciales, trombos de fibrina o necrosis fibrinoide y engrosamiento de la membrana basal trofoblástica.
Los cambios vellositarios de la diabetes se basan en la inmadurez y el control glucémico, mientras que en la preeclampsia predominan el daño vascular con disminución de la perfusión hacia el espacio intervelloso. Sin embargo, existen escasos estudios acerca de los cambios vellositarios en la diabetes y en la hipertensión gestacional bien controladas.
Para valorar los posibles hallazgos histológicos, morfológicos y ultraestructurales comunes, se compararon las vellosidades terminales placentarias de diabéticas e hipertensas gestacionales con buen control terapéutico.

Materiales y métodos
Para realizar este estudio de casos y controles, se evaluaron las vellosidades terminales de 107 placentas. Estas se obtuvieron de madres con similar cntidad de partos, embarazo único, neonatos sin malformaciones, terminación del embarazo luego de las 35 semanas de gestación y ausencia de cualquier patología asociada. Se describen cuatro grupos: 49 muestras vellositarias de mujeres con DMG (DMG), 10 muestras vellositarias de mujeres con hipertensión gestacional (HG), 10 muestras de mujeres con DMG e hipertensión gestacional (DMG-HG) y 38 muestras de mujeres con embarazo normal (controles).
Los embarazos fueron controlados en las instituciones de los autores desde el 2 de mayo de 1998 hasta el 1 de mayo de 2000. El diagnóstico de DMG se realizó según los criterios diagnósticos de Carpenter y Coustan. Se consideró hipertensión gestacional la presencia de presión arterial sistólica > 140 mm Hg, o diastólica > 90 mm Hg luego de las 20 semanas de gestación; en las que posteriormente presentaron proteinuria (al menos 300 mg de proteínas en orina/24 hs en dos determinaciones) se diagnosticò preeclampsia.
La toma de muestras placentarias se realizó inmediatamente después del alumbramiento.
Las placentas se pesaron y se midieron recién recogidas, sin cordón, membranas, ni coágulos. De cada cuadrante placentario se tomaron al azar 2 a 4 especímenes de aproximadamente 20 mm x 10 mm x 5 mm. Las muestras fueron estudiadas con un microscopio común luego de los procedimientos convencionales de preparación.
El número de vellosidades terminales se determinó al azar en secciones de 1 mm2 de los cortes. En la medición del diámetro vellositario terminal se tomó la máxima medida transversal a 50 ?m del eje longitudinal al extremo distal de cada vellosidad.
Todas estas determinaciones se realizaron con 40x en secciones elegidas al azar hasta completar un total de 50 campos/placenta y 5 por sección. Los criterios de exclusión fueron la ausencia de cavidad vascular, las paredes mal definidas y las secciones incompletas u oblicuas.
Los hallazgos semicuantitativos incluyeron: presencia de trombos en los capilares fetales, depósitos de fibrina tipo fibrinoide, hiperplasia citotrofoblástica y aumento de nudos sinciciales. A estos hallazgos se les asignó porcentaje o una puntuación de 0 a 2 puntos.
Se tomaron dos muestras al azar de cada cuadrante placentario (n = 8), de aproximadamente 5 mm x 5 mm x 1 mm, que se fijaron en glutaraldehído. El resto de estas muestras (n = 4) se fijaron en tetróxido de osmio y fueron preparadas para su estudio con microscopio electrónico. Las microfotografías electrónicas para la evaluación morfométrica de las membranas basales se tomaron con 10 000 aumentos en las vellosidades terminales de menor diámetro. A la presencia de cada hallazgo ultraestructural se le asignó un punto.
En cuanto al análisis estadístico, ninguna variable tuvo pérdidas superiores al 10%. Se evaluó la asociación entre variables cualitativas con la prueba de chi cuadrado. Para comparar el contraste de medias se utilizó el análisis de varianza y los contrastes múltiples por parejas con el método de Bonferroni. La contribución de la macrosomía y el peso neonatal < 2 500 g se analizó con un modelo de regresión logística.

Resultados
La edad gestacional promedio para la terminación del embarazo fue de 39 semanas (entre las 36 y 42 semanas) y en ningún grupo la presencia de macrosomía ni de peso neonatal < 2 500 g fue significativa cuando se comprobó su distribución ajustada por casos y controles.
El peso placentario no fue significativamente diferente para DMG e hipertensas gestacionales respecto del grupo control, pero aunque los hallazgos macroscópicos placentarios sí fueron más frecuentes en los dos primeros (p = 0.001), éstos fueron tan inespecíficos como la presencia de microcalcificaciones y áreas de fibrosis difusa menores de 5 mm.
Respecto del grupo control, los hallazgos semicuantitativos como el aumento de fibrina tipo fibrinoide, el mayor número de nudos sinciciales y la hiperplasia trofoblástica, fueron más frecuentes en las placentas de las diabéticas y de las hipertensas gestacionales.
En ambos grupos el número de vellosidades terminales/mm2 fue mayor (p < 0.001), mientras que el diámetro capilar fetal fue mayor solamente en las placentas de madres con DMG (p = 0.001).
En comparación con el grupo control, la media del grosor de la membrana basal trofoblástica fue mayor para las placentas de madres con DMG (p = 0.001) y con hipertensión gestacional (p = 0.05). La relación membrana basal trofoblástica/membrana basal capilar (MBT/MBC) sólo fue mayor en las placentas de las mujeres con DMG (p = 0.01). El grosor de la membrana basal capilar y la presencia de otros hallazgos ultraestructurales fue esencialmente constante entre todos los grupos.

Discusión Tanto las placentas de las pacientes hipertensas como las de las diabéticas gestacionales presentaron hallazgos comunes como hiperplasia trofoblástica, aumento de los nudos sinciciales y depósitos de fibrina. En ambas patologías aumentó también el número de vellosidades terminales/mm2, disminuyó el diámetro vellositario y aumentó el grosor de la membrana basal trofoblástica.
No hubo cambios importantes en el peso placentario, en el grosor de la membrana basal capilar ni hubo diferencias respecto de otros hallazgos ultraestructurales como la presencia de glucógeno o alteraciones en las microvellosidades. Sólo en las placentas de las pcientes con diabetes gestacional el diámetro de los capilares fetales y la relación MBT/MBC fueron mayores.
La membrana basal trofoblástica y la membrana basal capilar constituyen una barrera morfológica y funcional, sus cambios estructurales afectan el intercambio de oxígeno y nutrientes y en condiciones de hipoxia sufren modificaciones. Así, el engrosamiento irregular de la MBT y la redistribución de la masa sincicial permiten una difusión 30% más efectiva.
Para la diabetes y la preeclampsia el aumento de nudos sinciciales y la neoformación vascular complementarían la función placentaria de intercambio.
Los hallazgos comunes para estas patologías, sugieren que ambos trastornos presentan similar respuesta ante una etiopatogenia común. Si bien esto coincide con los resultados de otros estudios, se debería determinar si estas respuestas obedecen a un tipo similar de disfunción endotelial y su relación con el control glucémico.
Según los autores se deben encontrar pruebas diagnósticas tempranas que determinen una posible relación de la capacidad de engrosamiento de las membranas basales y la neoformación vellositaria con el control terapéutico.



Autoevaluación de Lectura


Cuál de las siguientes opciones acerca de los cambios histológicos en las placentas de las pacientes diabéticas e hipertensas gestacionales es correcta:

A. En las placentas de las diabéticas gestacionales el diámetro de los capilares fetales es menor.
B. Tanto las diabéticas como las hipertensas presentan hallazgos histológicos comunes.
C. En ambas patologías se observó disminución del grosor de la membrana basal trofoblástica.
D. En la diabetes gestacional disminuye el peso de la placenta.


Respuesta Correcta

 


Guías para Diagnóstico, Prevención y Tratamiento de la Osteoporosis 2004    




Actualización sobre las pautas para el diagnóstico, prevención y tratamiento de la osteoporosis.

Revista Argentina de Osteología 3(3):4-15, 2004

Autores:  
Schurman L, Bagur A, Claus-Hermberg H y colaboradores
Institución/es participante/s en la investigación: 
Sociedad Argentina de Osteoporosis y Asociación Argentina de Osteología y Metabolismo Mineral 

Título original: 
[Guías para Diagnóstico, Prevención y Tratamiento de la Osteoporosis 2004] 
Título en castellano: 



Introducción
La osteoporosis es un problema sanitario mundial que afecta a más de 200 millones de personas. Se calcula que entre 30% y 50% de las mujeres posmenopáusicas sufrirán esta enfermedad. Dado el crecimiento de la población mayor de 65 años y debido a la discapacidad, morbilidad y mortalidad asociadas con la fractura de cadera, se requieren pautas de diagnóstico, prevención y tratamiento que permitan atenuar los efectos de la osteoporosis en la salud pública. Estudios realizados en Argentina revelan que una de 4 mujeres mayores de 50 años presenta osteoporosis y 2 de cada 4 tienen osteopenia.
Anualmente se producen 298 fracturas cada 100 000 mujeres mayores de 50 años y 117 fracturas cada 100 000 varones de la misma edad.

Definición
La osteoporosis es una enfermedad metabólica del hueso que se caracteriza por baja masa ósea y deterioro de la microarquitectura, que ocasiona mayor fragilidad ósea e incremento del riesgo de fractura. La fortaleza ósea depende de la densidad y calidad ósea. La primera se expresa en gramos de mineral por área o por volumen y está determinada por el pico de masa ósea alcanzado y por el equilibrio entre ganancia y pérdida. La calidad está determinada por la arquitectura, el recambio, la acumulación del daño y la mineralización. El diagnóstico de osteoporosis se efectúa en base a la baja densidad mineral ósea (DMO). La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la fractura osteoporótica (por fragilidad) a la ocasionada por una lesión y que resulta de una fuerza o torsión que se ejerce sobre el hueso. La OMS efectuó una clasificación basada en la comparación de los valores de la DMO del paciente con la media de la población adulta joven normal del mismo sexo y raza. En la clasificación se considera el valor T (T-Score), que es el número de desviaciones estándar por arriba o debajo de la DMO media de la población normal adulta joven estudiada mediante absorciometría de rayos X de energía dual (DXA).

Medición de la DMO
Actualmente no existe ningún método que permita valorar la resistencia ósea. La DMO se usa con frecuencia como medición sustitutiva ya que permite explicar aproximadamente el 70% de la resistencia ósea. La técnica densitométrica puede usar un haz monoenergético o un doble haz de energía proveniente de una fuente de rayos (DXA). Es el método más ampliamente utilizado en el mundo por su mayor precisión.
Informa la cantidad de mineral óseo en g/cm2 (DMO real). Por su parte, la tomografía fue adaptada para evaluar la DMO y el método se denomina tomografía computarizada cuantitativa. Define una región de interés en el interior del hueso y compara su densidad radiológica con la de estándares que se obtienen simultáneamente con el paciente en estudio e informa la DMO volumétrica (g/cm3). El ultrasonido también puede evaluar la calidad ósea, aunque se discute si además de medir la mineralización del hueso también evalúa la microarquitectura o las propiedades biomecánicas del tejido óseo. Los sitios anatómicos estudiados comprenden columna vertebral, fémur proximal (esqueleto axial), radio, metacarpo, falanges, cóndilos femorales, diáfisis tibial y calcáneo (esqueleto periférico).

Indicaciones de DMO
Se recomienda realizar la densitometría a mujeres mayores de 65 años, menores de esa edad con un factor de riesgo como mínimo, adultos con fractura por fragilidad, con enfermedades asociadas a baja masa ósea o pérdida ósea, y en hombres mayores de 70 años. El estudio también debe realizarse periódicamente en quienes están bajo tratamiento para controlar los resultados. La DMO debe ser medida en columna (L1-L4) anteroposterior y en fémur. Es recomendable la medición del antebrazo no dominante cuando la columna anteroposterior y el fémur no pueden ser medidos o interpretados en los sujetos con hiperparatiroidismo o muy obesos. En fémur se puede medir el cuello femoral, el trocánter o el fémur proximal total y se debe elegir para el diagnóstico la zona de menor valor, con exclusión del triángulo de Ward. Se recomienda la inclusión de ambos fémures en la evaluación inicial. Para el seguimiento y para el diagnóstico, se debe utilizar el fémur con menor valor. La clasificación de la OMS para el diagnóstico de osteopenia y osteoporosis no debe utilizarse con mediciones periféricas, salvo la medición de la DMO en radio 33%. Cuando se cuenta con la medición de más de un sitio anatómico, el diagnóstico debe basarse en el área de menor valor.

Factores de riesgo de osteoporosis
Sólo la anamnesis completa con un interrogatorio dirigido a buscar factores de riesgo que afecten la masa ósea permite la selección de las personas que deben ser estudiadas para descartar osteopenia y osteoporosis. La prevención de la osteoporosis está dirigida a una población de mediana edad compuesta en gran parte por mujeres. La incidencia de fracturas osteoporóticas es mayor en mujeres posmenopáusicas de raza blanca. La fractura de cadera se produce en personas de edad avanzada, 80 años en promedio. Por otra parte, el cese de la secreción estrogénica precoz (antes de los 40 años) y abrupta está asociada con pérdida importante de la masa ósea. En estos casos está indicado el tratamiento con terapia hormonal hasta la edad fisiológica de la menopausia para prevenir la osteoporosis. Las amenorreas prolongadas no hiperandrogénicas previas a la menopausia también producen deterioro óseo que debe ser diagnosticado. Los individuos con delgadez extrema (índice de masa corporal menor de 20 kg/m2) experimentan mayor riesgo de osteoporosis. El interrogatorio debe abarcar los antecedentes de trastornos de la conducta alimentaria, debido a que estos pacientes también pueden experimentar hipoestrogenismo u otros trastornos hormonales, así como disminución de la absorción de nutrientes que pueden afectar al hueso. Los individuos con antecedentes de fracturas por traumas leves experimentan mayor riesgo de sufrir nuevas fracturas osteoporóticas. La disminución de 3 centimetros como mínimo en la talla, el aumento de la cifosis dorsal o ambos pueden orientar hacia la presencia de aplastamientos vertebrales. Los pacientes con antecedentes familiares de fracturas, especialmente de cadera, vertebrales o de muñeca, experimentan mayor riesgo de osteoporosis.
La actividad física influye en forma positiva durante la etapa de crecimiento para aumentar la masa ósea y en la vida adulta favorece su mantenimiento, por lo que el sedentarismo debe ser evitado. El hábito de fumar actúa de manera negativa en la masa ósea mediante múltiples mecanismos patogénicos. Además, los niveles elevados de marcadores de recambio óseo constituyen un indicador de riesgo aumentado de fracturas, independientemente del valor de la DMO. El empleo de corticoides supone un riesgo para futuras fracturas, dependiente en gran medida de la DMO. El riesgo relativo de fractura vertebral es de 5.2 con dosis mayores de 7.5 mg de prednisona por día o equivalente. El aumento del riesgo relativo es dependiente de la dosis y del tiempo de administración. Por otra parte, la osteomalacia, hiperparatiroidismo, hipertiroidismo, hipogonadismo, síndrome de Cushing, insuficiencia renal crónica, litiasis renal, enfermedades hepáticas crónicas, enfermedad celíaca y neoplasias, entre otras, pueden producir osteoporosis secundaria. Asimismo, el tratamiento con hormona tiroidea, análogos de la hormona liberadora de gonadotrofina, antiandrógenos, anticonvulsivos, anticoagulante y furosemida producen osteoporosis. En estos casos, se requiere el tratamiento de la enfermedad de base y el reemplazo o la reducción de los fármacos nocivos.

Métodos diagnósticos
Las radiografías de columna dorsal y lumbar, de frente y perfil permiten el diagnóstico de aplastamientos vertebrales y la ubicación de los posibles factores de error en los informes densitométricos. La densitometría central o axial ofrece información sobre el estado de densidad ósea del paciente. La anamnesis y el examen físico guiarán al profesional en la solicitud de los estudios de laboratorio para efectuar el diagnóstico diferencial entre diversas patologías sistémicas que puedan afectar el hueso. El análisis de laboratorio del metabolismo mineral comprende calcemia, fosfatemia, creatininemia, reabsorción tubular de fósforo, magnesemia, calciuria y magnesuria. La medición de la hormona paratiroidea (PTH) y de la 25-hidroxivitamina D se ordena en base a los datos bioquímicos iniciales y a la situación del paciente. Los parámetros del remodelamiento óseo indican el grado de recambio del hueso. Como marcador del formación ósea se puede solicitar fosfatasa alcalina o su isoenzima ósea, o la osteocalcina; como marcador de resorción ósea, la desoxipiridinolina o los telopéptidos del colágeno tipo I.

Medidas generales de prevención de la osteoporosis
La prevención se basa fundamentalmente en la modificación de los factores de riesgo. Es aconsejable una dieta con un elevado contenido de calcio (1 000 mg diarios).
También es importante asegurar un buen aporte de proteínas, vitaminas y minerales. La gimnasia aeróbica, como la caminata, es una propuesta de actividad física con gran aceptación por parte de la población de edad avanzada. Deben aconsejarse distancias no menores de 20 cuadras diarias. La exposición al sol es importante ya que la vitamina D, que favorece la absorción del calcio a nivel intestinal, se forma en la piel por exposición a los rayos ultravioletas. En verano se recomiendan exposiciones de hasta 20 minutos, mientras que en otoño e invierno deben ser más prolongadas. Algunos pacientes requieren suplementos de vitamina D. En la prevención de caídas es fundamental la identificación de defectos sensoriales, enfermedades neurológicas y artropatías, la disminución de las dosis de drogas sedantes que puedan afectar la coordinación, la instalación de agarraderas en los baños y de pasamanos en las escaleras, y asegurar una iluminación adecuada.

Recomendaciones para el tratamiento de la osteoporosis
Se recomienda el tratamiento farmacológico en mujeres posmenopáusicas con fractura osteoporótica previa y en aquellas posmenopaúsicas con un factor de riesgo como mínimo y que tengan un valor T de DMO menor o igual a -2 por DXA de columna o cadera. También deben recibir tratamiento las mujeres posmenopáusicas sin factores de riesgo con un valor T de DMO menor o igual a 2.5 por DXA de columna o cadera, mujeres premenopáusicas y varones con osteoporosis, sujetos tratados con corticoides y ancianos con valor T inferior a -1.5. Los bisfosfonatos, especialmente alendronato y risedronato, son los fármacos de primera línea en el tratamiento de las pacientes con osteoporosis densitométrica, especialmente si tienen fracturas preexistentes, y de la osteoporosis del varón e inducida por corticoides. La asociación de alendronato y terapia hormonal produce mayor ganancia de DMO, a pesar de que no hay evidencia directa de mayor reducción en la tasa de fractura con esta asociación. Los bisfosfonatos por vía intravenosa son los agentes de segunda línea en mujeres con osteoporosis posmenopáusica que no toleran a los agentes por vía oral o que no pueden recibir otro tipo de régimen. La calcitonina nasal puede ser utilizada en el tratamiento de la osteoporosis posmenopáusica y considerada en la osteoporosis del varón, de la mujer premenopáusica y secundaria a corticoides. La calcitonina nasal o parenteral es el agente de elección para el tratamiento del dolor asociado a la fractura vertebral aguda. La terapia hormonal está indicada en mujeres con síndrome climatérico, atrofia genitourinaria, menopausia precoz espontánea o quirúrgica y con intolerancia digestiva a los bisfosfonatos. Un estudio reveló que un esquema de estrógenos conjugados más medroxiprogesterona administrado durante 5 años redujo en un 34% el riesgo de fracturas vertebrales y de cadera y en un 23% el riesgo de otras fracturas osteoporóticas.
Algunos trabajos demostraron que la tibolona aumenta la DMO, aunque queda por demostrar su eficacia antifractura.
El raloxifeno es eficaz en la prevención de fracturas vertebrales en mujeres posmenopáusicas con osteoporosis. Administrado en dosis de 60 mg diarios durante 3 años reduce el riesgo de fracturas vertebrales en un 30% en sujetos con fractura vertebral previa y en un 55% en aquellos sin el antecedente. El ion flúor actúa como amplificador de señales anabólicas en los osteoblastos y puede inducir aumento de la masa ósea trabecular. Debido a que no se comprobó su efecto sobre la densidad mineral de la cadera, no debería administrarse en pacientes con fractura de cadera o disminución acentuada de la DMO femoral. Asimismo, no debe indicarse a ancianos. La PTHrh1-34 (primeros 34 aminoácidos de la PTH humana obtenidos por técnica recombinante) es eficaz en la prevención de fracturas vertebrales y no vertebrales en mujeres con osteoporosis intensa. El régimen reduce el riesgo de las primeras en un 65% y el de las segundas en un 53% luego de 18 meses de tratamiento. El calcio y la vitamina D son adyuvantes esenciales en el tratamiento de la osteoporosis. Para mujeres posmenopáusicas y hombres mayores de 50 años se recomiendan 1 500 mg de calcio elemental y 800 UI de vitamina D por día, preferentemente como vitamina D3. Todos los pacientes que reciben glucocorticoides deben tomar calcio y vitamina D como prevención primaria, previa determinación de la calciuria de 24 horas.
Además, los mayores de 65 años y aquellos con antecedentes de fracturas deben comenzar el tratamiento con un bisfosfonato u otro agente antiosteoporótico. La evaluación del tratamiento generalmente se efectúa mediante los cambios en la DMO de regiones esqueléticas axiales determinadas mediante DXA a partir de los 12 meses.
Cabe destacar que los fármacos pueden disminuir el riesgo de fractura sin incrementos objetivables de la DMO.

Conclusión
Los autores destacan que las recomendaciones expuestas son guías de diagnóstico y tratamiento de la osteoporosis, adaptables a situaciones y pacientes individuales. Como todo conocimiento médico deben ser revisadas y actualizadas periódicamente a medida que se logren herramientas diagnósticas y terapéuticas nuevas y mejores.


Autoevaluación de Lectura


¿Cuál es el fármaco de primera línea para el tratamiento de la mujeres con osteoporosis densitométrica?

A. Alendronato.
B. Calcio.
C. Raloxifeno.
D. Calcinotina.


Respuesta Correcta

 


IMPACTO DE LA DEAMBULACIÓN EN EL PRIMER PERÍODO SOBRE EL TIPO DE PARTO EN LAS MUJERES CON ANALGESIA EPIDURAL    


Sydney, Australia

Análisis del efecto de la deambulación en el primer período del trabajo de parto en mujeres con analgesia epidural, sobre el tipo de parto y los resultados perinatales.

ANZJOG 44(6):489-494, Dic 2004

Autores:  
Roberts CL, Algert CS, Olive E
Institución/es participante/s en la investigación: 
Centre for Perinatal Health Services Research, School of Public Health, University of Sydney, Sydney; Royal Prince Alfred Hospital, Camperdown; The George Institute, Newtown, Australia 

Título original: 
[Impact of First-Stage Ambulation on Mode of Delivery among Women with Epidural Analgesia] 
Título en castellano: 




Introducción
La deambulación o la posición vertical durante el trabajo de parto aportan numerosos beneficios fisiológicos, como el efecto de la gravedad y el aumento de las dimensiones de la pelvis, que pueden disminuir la necesidad de parto instrumental.
Dada la frecuente asociación entre analgesia epidural en el trabajo de parto y el parto instrumental, las mujeres con este tipo de analgesia pueden beneficiarse al caminar o mantener la posición vertical. Las epidurales tradicionales han limitado la capacidad de caminar de las mujeres durante el trabajo de parto debido a los efectos que producen sobre la sensación y el control muscular de los miembros inferiores. Sin embargo, cambios recientes en la administración de analgesia regional permiten mantener la función motora, lo que permite la deambulación.
Aún no es claro si la deambulación en el primer período del trabajo de parto mejora los resultados en las pacientes que reciben analgesia epidural.
Se realizó una revisión sistemática y un metaanálisis de estudios controlados aleatorizados que compararon la deambulación o las posiciones verticales con la posición de decúbito (acostado) en el primer período del trabajo de parto en mujeres con analgesia epidural.
El objetivo consistió en determinar el efecto de la deambulación sobre el tipo de parto y las posibles diferencias en otros resultados maternos y neonatales.

Métodos
Los estudios relevantes fueron identificados mediante una búsqueda en las bases de datos electrónicas Medline, Embase, CINAHL, y el Registro Central de Cochrane de Estudios Controlados hasta marzo de 2004.
Los criterios de inclusión fueron: estudios controlados aleatorizados de deambulación o posiciones verticales versus el reposo en el primer período del trabajo de parto, en mujeres que recibieron analgesia regional con un embarazo no complicado. La vía de parto fue otro resultado requerido. Sólo fueron seleccionados los textos completos publicados.
Dos evaluadores valoraron en forma independiente cada estudio para su inclusión en la revisión.
La definición de posiciones verticales incluyó la deambulación y la posición de pie o sentada; y para el reposo incluyó posiciones supinas o laterales a menos de 45° de la horizontal.
El resultado primario fue el parto instrumental. Los resultados secundarios maternos incluyeron: cesárea (C), parto vaginal espontáneo, aumento de las dosis de ocitocina, extensión del primer período (tiempo desde la inserción epidural hasta la dilatación completa), extensión del segundo período (tiempo desde la dilatación completa hasta el parto), laceración perineal (episiotomía, desgarros de segundo, tercer y cuarto grados), hemorragia posparto (pérdida sanguínea estimada > 500 ml), alivio inadecuado del dolor, satisfacción con la atención del trabajo de parto; y resultados a largo plazo como incontinencia urinaria o fecal y problemas sexuales o dolor lumbar.
Los resultados adversos potenciales incluyeron hipotensión materna, bloqueo motor, cateterización vesical, alteraciones de la frecuencia cardíaca fetal (FCF) o caídas durante la deambulación. Los resultados secundarios neonatales fueron: puntaje de Apgar, necesidad de ventilación, admisión en la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN), trauma del nacimiento y muerte perinatal.
También se preespecificó el análisis de los subgrupos por factores en los que existía la posibilidad de heterogeneidad clínica: cantidad de partos (primer nacimiento y segundo nacimiento o subsiguientes), tipo de analgesia regional (bolo intermitente, infusión continua o epidural combinada) y alta calidad del estudio (adecuado ocultamiento de la distribución, < 20% de pérdidas en el seguimiento y análisis por intención de tratar). Además se realizaron los análisis estadísticos de los datos extraídos.

Resultados
De los 98 estudios identificados inicialmente, 88 fueron excluidos debido a la falta de una adecuada población de estudio o a su diseño. Otros 5 fueron excluidos por falta de aleatorización o debido a que la deambulación fue valorada sólo en el segundo período del trabajo de parto. Se incluyeron por último cinco estudios controlados aleatorizados, con análisis por intención de tratar. Los criterios de inclusión para cada estudio fueron similares, pero se utilizaron distintas epidurales e intervenciones sobre la deambulación.
No se observaron diferencias estadísticamente significativas en el tipo de parto (parto instrumental, cesárea o parto vaginal espontáneo) entre las mujeres que deambularon y las que permanecieron en reposo. Tampoco hubo diferencia en el empleo de mayores dosis de ocitocina entre ambos grupos. Los dos estudios que informaron la duración total del trabajo de parto mostraron una reducción global significativa de 49 min en el grupo de pacientes que deambularon. Sin embargo, los resultados agrupados de los dos estudios que informaron la duración del primero y del segundo períodos del trabajo de parto no mostraron aumentos significativos por separado en la duración de ambos períodos en las mujeres que deambularon. El estudio más extenso no comunicó la duración del trabajo de parto.
No se detectaron diferencias significativas entre las pacientes que deambularon y las que no lo hicieron respecto del empleo de analgesia extra o de la satisfacción con la analgesia a un día del parto. Ninguno de los estudios comunicó resultados relacionados con el piso pelviano.
Pocos estudios aportaron información acerca de acontecimientos adversos, y éstos fueron escasos. En un solo estudio se comunicó un caso de bloqueo motor que fue transitorio. Sólo un estudio examinó la capacidad de evacuar la vejiga durante el trabajo de parto y se observó que la deambulación disminuyó significativamente el número de mujeres que requirieron cateterización vesical en la última hora. Dos estudios informaron acerca de la ausencia de caídas en las mujeres que deambularon.
Se observó una disminución global no significativa de las alteraciones de la FCF relacionadas con la deambulación.
Los resultados agrupados para los puntajes de Apgar bajos demostraron diferencias estadísticamente no significativas a 1 o 5 min, en los hijos de las madres que deambularon o que permanecieron en reposo. No se comunicaron datos acerca de los otros resultados neonatales preespecificados.

Discusión
La presente revisión sistemática y metaanálisis incorpora información sobre la base de 1 161 mujeres de estudios controlados, aleatorizados. No se demostró ningún beneficio clínico claro de la deambulación o de las posiciones verticales durante el primer período del trabajo de parto para las mujeres con analgesia epidural, y los intervalos de confianza para los riesgos relativos agrupados disminuyeron la posibilidad de que existan beneficios clínicos importantes a obtener con esta intervención.
No hubo daños asociados a la deambulación en las madres que recibieron epidurales de baja dosis o en los neonatos, pero en la mayoría de los estudios la información acerca de los acontecimientos adversos era insuficiente.
No se puede excluir la posibilidad de que la deambulación pueda aumentar el riesgo de parto instrumental, y los autores no encontraron evidencia de que su implementación en el primer período del trabajo de parto lo redujera.
Sin embargo, estos hallazgos sólo se limitan al primer período y no deberían ser generalizados a las posiciones verticales en el segundo período del trabajo de parto.
Algunos expertos sugieren que mientras se demuestre que la deambulación con una epidural es segura, se les debería permitir deambular a las pacientes. Sin embargo, aún existen varios obstáculos que necesitan ser superados.
Si se va a alentar a las mujeres con epidurales de baja dosis a deambular, los obstetras y anestesistas deberían realizar un monitoreo electrónico fetal continuo o convencer a su unidad de invertir en telemetría. El Royal Austalian and New Zealand College of Obstetricians and Gynaecologists recomienda el monitoreo fetal continuo en las mujeres a las que se les aplica analgesia epidural; ésta es una práctica habitual en la mayoría de los hospitales australianos. También puede ser necesaria la obtención de bombas portátiles de infusión de ocitocina.
Además, será necesario la aplicación de criterios para una deambulación segura. Los expertos sugieren los siguientes: ninguna contraindicación obstétrica; ausencia de cambios de la tensión arterial (< 10%) en decúbito y sentada; capacidad para elevar ambas piernas extendidas; capacidad para realizar una o más flexiones de rodillas al costado de la cama y, lo más importante, tener un acompañante. Otros expertos agregarían una prueba de propiocepción, como el signo de Romberg, y una evaluación supervisada de la deambulación.

Conclusiones Se han propuesto varias estrategias para el manejo de los efectos de la epidural sobre la extensión del trabajo de parto y los resultados del parto. Los autores sostienen que aunque la deambulación en el primer período del trabajo de parto no aporta beneficios claros a los resultados perinatales o a la satisfacción con la analgesia, no existe razón por la que las mujeres con epidurales en baja dosis no deban deambular. Sin embargo, proveer apoyo para la deambulación en el primer período del trabajo de parto puede consumir recursos escasos que podrían ser dirigidos a intervenciones que aporten beneficios demostrados.



Autoevaluación de Lectura

Cuál de las siguientes opciones acerca de la deambulación en el trabajo de parto con analgesia epidural es correcta:

A. La deambulación disminuye el porcentaje de parto instrumental.
B. La deambulación aumenta las alteraciones de la frecuencia cardíaca fetal.
C. Las nuevas técnicas de analgesia epidural mantienen la función motora de los miembros inferiores.
D. La deambulación aumenta la necesidad de realizar cesárea.


Respuesta Correcta

 


Trabajos Distinguidos, Serie Obstetricia y Ginecología, integra el Programa SIIC de Educación Médica Continuada


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