Introducción La difusión de datos y tratamientos nuevos hacia la práctica clínica es un proceso lento y escasamente comprendido. Por lo general, los facultativos son reacios a abandonar tratamientos establecidos, a pesar de que sean subóptimos, y renuentes a seguir las guías de práctica basadas en la evidencia. La publicación y divulgación de la evidencia surgida de ensayos clínicos aleatorizados guarda poca relación con su adopción en la práctica clínica. Queda por aclarar los motivos por los cuales se producen estos fenómenos, que se observan en forma reiterada. En este trabajo los autores revisan, en forma crítica, los modelos conceptuales que describen el camino desde la generación de datos hasta su aplicación, resumen diversos intentos por acelerar este traslado, proponen modelos alternativos y sugieren áreas que requieren investigación. Estrategias para mejorar el traslado de la investigación Para discutir las estrategias para mejorar el traslado de la información que se obtiene mediante la investigación, se debe distinguir entre hallazgos y herramientas. Los primeros se refieren a los conocimientos nuevos sobre la efectividad o riesgos de una droga específica; mientras que las últimas aluden a los métodos para mejorar el empleo de las drogas, lo que comprende protocolos específicos, metodologías, tecnologías o programas de computación que podrían representar propiedad intelectual. Las estrategias para mejorar el pasaje de los hallazgos de las investigaciones han sido enfocadas en los pacientes o en los prestadores de salud, sin analizar las interacciones entre éstos o con otros organismos. Las intervenciones que mejoran la adhesión o el cumplimiento con la medicación han sido el centro de diversas estrategias orientadas en los pacientes. Dichas estrategias incluyen el contacto telefónico, informaciones detalladas o supervisión asistida por computadora, entre otras. Se han sugerido otros abordajes como, por ejemplo, mediante la simplificación de las dosis o la prestación de servicios de salud en el lugar de trabajo, la provisión de recipientes especiales para los comprimidos, la utilización de recompensas (como la disminución del número de visitas y del costo de tratamiento), y el aumento del compromiso de los participantes a través de recordatorios. Una revisión reciente realizada en ensayos controlados y aleatorizados sobre estas intervenciones halló que la mayoría eran complejas, trabajosas y poco efectivas. La mitad de dichas intervenciones incrementaron la adhesión de los participantes, pero sólo el 17% mejoró los resultados. Casi todas las estrategias efectivas resultaron complejas e incluyeron combinaciones de atención más adecuada, recordatorios, automonitoreo, recompensas y terapia familiar. Sin embargo, aun las intervenciones más efectivas tuvieron efectos modestos. Además, la rentabilidad de estos procedimientos no ha sido establecida. Otra estrategia destinada a mejorar el pasaje de la información ha sido el incremento de la participación de los pacientes en las decisiones terapéuticas. La atención entrenada comprende intervenciones para incrementar el compromiso de los enfermos en el tratamiento, para ayudarlos a entender su historia clínica, el proceso de atención, y la relación con sus médicos. Unos pocos trabajos han sugerido que este tipo de atención puede mejorar tanto la satisfacción de los pacientes como los resultados, pero el mecanismo exacto de esta interrelación compleja no está aclarado, es trabajoso y costoso. Estrategias centralizadas en los prestadores de salud Aunque las guías clínicas pueden ser efectivas para el cambio de los medicamentos que se prescriben, pueden tener efectos no intencionados. Por ejemplo, la implementación de una guía clínica para el tratamiento de los trastornos de los lípidos aumentó la proporción de pacientes seleccionados, tratados y derivados apropiadamente a un especialista, pero disminuyó la búsqueda de causas secundarias de hiperlipidemia. Modelo conceptual propuesto El médico debe conocer las preferencias y los riesgos en los pacientes para identificar la opción óptima de tratamiento y para determinar si los beneficios superan a los riesgos. Los componentes fundamentales de este modelo incluyen la evaluación del riesgo personal y la incorporación de múltiples factores de riesgo; el vínculo entre las características de los pacientes y las de los tratamientos a implementar; la comunicación de informaciones complejas a los pacientes; la incorporación de sus preferencias, valores y factores socioculturales y afectivos; y la comunicación de los riesgos y las preferencias de los pacientes a sus proveedores de salud. También es de importancia fundamental que todas estas cuestiones encajen en el ámbito y en la realidad de la atención primaria. En relación específica con la salud de la mujer, es importante considerar que su atención requiere un enfoque multidisciplinario y una buena comunicación entre pacientes y médicos, y entre los mismos facultativos, aunque pueden existir diferencias en el conocimiento y en la adopción de las mejores prácticas en la tarea médica diaria, lo que puede dificultar la comunicación efectiva. Recomendaciones para investigaciones futuras Se requiere mejorar la identificación de las mujeres que se beneficiarán a partir de un tratamiento. Desde un punto de vista económico, es necesario que las terapéuticas resulten más atrayentes para el paciente (es decir, por estimulación de la demanda) y prácticas para el facultativo (con estimulación del suministro). Las áreas que necesitan investigaciones futuras pueden resumirse en las siguientes preguntas: ¿Cómo se puede comprender mejor el riesgo individual? ¿Cómo disminuir la brecha existente entre las intervenciones destinadas a los pacientes y aquellas dirigidas a los proveedores de salud? ¿Cómo reducir el abismo entre los enfoques cualitativos y los cuantitativos?
REVISION DIAGNOSTICA Y TERAPEUTICA DE LA MANIA E HIPOMANIA
San Pablo, Brasil
Revisión de las evidencias diagnósticas y terapéuticas de la manía y la hipomanía, con énfasis en el diagnóstico diferencial y los tratamientos importantes poco abordados.
Revista de Psiquiatria Clínica 32(Supl. 1):39-48, 2005
Autores:
Moreno RA, Moreno DH y Tatzke R
Institución/es participante/s en la investigación:
Departamento de Psiquiatria da Faculdade de Medicina da Universidade de São Paulo e Grupo de Estudos de Doençcas Afetivas do Instituto de Psiquiatria do Hospital das Clínicas da FMUSP, San Pablo, Brasil
Título original:
[Diagnóstico, Tratamento e Prevenção da Mania e da Hipomania no Transtorno Bipolar]
Título en castellano:
Diagnóstico, Tratamiento y Prevención de la Manía y la Hipomanía en el Trastorno Bipolar
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Introducción Las formas típicas del trastorno bipolar (TB), la euforia-manía y la depresión, están bien caracterizadas y son reconocibles lo que permite el diagnóstico precoz y confiable. La manía es el episodio más característico y a pesar de frecuente es poco estudiada y diagnosticada. La hipomanía, la forma más leve, era desconocida por la mayoría de los clínicos y confundida con la normalidad o con trastornos de la personalidad: fronterizo, histriónico, narcisista o antisocial. Manía La manía afecta el estado de ánimo (expansivo o eufórico), las funciones vegetativas (sueño, cognición, psicomotricidad y nivel de energía). Un episodio clásico de manía presenta estado de ánimo expansivo o eufórico, disminuye la necesidad del sueño, incremento de la energía, de actividades placenteras, de la libido, inquietud y agitación psicomotriz. El pensamiento es más rápido, el discurso se caracteriza por verborrea y tangencialidad, las ideas pueden ser delirantes. El diagnóstico es más dificultoso cuando hay irritabilidad, ideas delirantes paranoides, agitación psicomotora y síntomas depresivos con labilidad afectiva. Cuando hay muchos síntomas depresivos se denomina episodio mixto o depresión agitada. Hipomanía Es un estado parecido a la manía, pero más leve, con un duración de menos de una semana. Se produce cambio del estado de ánimo habitual hacia la euforia o la irritabilidad, además de hiperactividad, parloteo, disminución de la necesidad de sueño, incremento de la sociabilidad, de la actividad física, iniciativa, actividades placenteras, libido e impaciencia. La hipomanía no requiere hospitalización. Los estados patológicos de elevación del estado de ánimo se acompañan de varios grados de síntomas depresivos y perjuicios funcionales. En la práctica clínica, el grado de discapacidad y las alteraciones del carácter, como agresividad, agitación, psicosis, ausencia de critica y de la capacidad de juzgar la realidad, además de los compromisos sociales y laborales, llaman la atención y llevan a la intervención médica. Los factores que pueden interferir para no reconocer de la manía, hipomanía y los estados mixtos pueden ser: no investigar la hipomanía; confundir síntomas psicóticos con esquizofrenia o síntomas hipomaníacos con conductas normales; no diferenciar episodios mixtos de trastornos de conducta, impulsividad con bulimia o con trastornos asociados al uso de sustancias, y no consultar el informante o usar otras fuentes de datos. Los pacientes y sus familiares pueden considerar normal la hipomanía, no buscar tratamientos u olvidar relatar episodios anteriores. Diagnóstico diferencial La manía, en particular en las formas más graves asociadas a delirio paranoide, agitación, irritabilidad, suele ser difícil de diferenciar de la esquizofrenia, que en general tiene más delirios no relacionados con el estado de ánimo, síntomas schneiderianos de primer orden (sonorización del pensamiento, alucinaciones auditivas), síntomas negativos como embotamiento afectivo. Las ideas delirantes de grandeza pueden aparecer en la esquizofrenia, pero sin el estado de ánimo expansivo o eufórico observado en la manía. La hipomanía suele ser confundida con estados normales del estado de ánimo, como la alegría o la irritabilidad que suelen tener factores causales positivos o negativos (buena o mala noticia), que no son necesariamente percibidos por otros como diferentes del patrón habitual de estado de ánimo de la persona, no causan daño ni se involucran con actividades de riesgo o disminución de la necesidad de sueño. A menudo, la hipomanía y el trastorno bipolar tipo II suelen ser confundidos con trastornos de la conducta, como el antisocial, el narcisista, el histriónico y el fronterizo. Los trastornos de personalidad suelen ser más crónicos, con inicio en la niñez y adolescencia, con peor respuesta al tratamiento medicamentoso. La manía y la hipomanía con irritabilidad deben ser diferenciadas de la depresión unipolar. En ésta el estado de ánimo depresivo suele estar presente la mayor parte del tiempo. Se debe también hacer el diagnostico diferencial con los trastornos ansiosos que suelen acompañar las depresiones. Según Akiskal y col., las manías suelen también caracterizarse por estado de ánimo ansioso. Pero la agitación de la ansiedad generalizada es más leve que en la manía. La historia familiar de TB también ayuda en el diagnóstico diferencial. También deben diferenciarse los trastornos de control de impulsos: cleptomanía, piromanía, trastorno explosivo intermitente. Otro diagnóstico diferencial importante es con intoxicación por sustancias o con síndrome de abstinencia. Cuadros orgánicos que suelen generar estados maníacos/hipomaníacos La manía puede originarse por el uso de sustancias o por la abstinencia. El uso de anfetaminas o cocaína suele originar un cuadro indistinguible de la hipomanía o de la manía espontánea, así como los síntomas de la abstinencia de alcohol o de sedantes. Diversas enfermedades neurológicas como la epilepsia, así como los traumatismos craneoencefálicos, los accidentes cerebrovasculares, o aun enfermedades endocrinas o metabólicas suelen causar cuadros maníacos o hipomaníacos. Tratamiento El tratamiento del TB ha avanzado mucho con el uso de anticonvulsivos y, más recientemente, con los antipsicóticos atípicos. Hasta la fecha no hay un tratamiento que corrija la fisiopatología subyacente a la manía. El tratamiento medicamentoso se orienta a restaurar la conducta, controlar los síntomas agudos y prevenir nuevos episodios. La evaluación diagnóstica es fundamental, también son de utilidad los cuestionarios de autoevaluación, las escalas de evaluación de cambios circadianos del estado de ánimo, además de los afectivogramas. Todos los pacientes deben ser interrogados sobre ideación, intención, planificación o intentos de suicidio. Los que presenten riesgo de suicidio o violencia deben ser monitoreados de cerca y está indicada la internación hospitalaria en caso de que sean una amenaza para sí o para terceras personas, así como ante la aparición de complicaciones psiquiátricas o médicas, respuesta inadecuada o ausencia de respuesta previa al tratamiento. El tratamiento agudo debe ser seguido por la planificación y por la ejecución del tratamiento a largo plazo, que requiere el establecimiento y el mantenimiento de una alianza terapéutica por medio de una buena relación entre médico, paciente, familia y cuidador. El psiquiatra debe estar atento a posibles cambios del estado clínico. Además es necesaria la psicoeducación del paciente, familiares o cuidador con el objetivo de brindar información sobre la enfermedad, su pronóstico y tratamiento. Tratamiento de la manía aguda El objetivo es controlar signos y síntomas en forma rápida y segura. La elección del tratamiento debe tener en cuenta factores clínicos como gravedad, presencia de psicosis, ciclaje rápido o episodio mixto y preferencias del paciente. Se debe dar preferencia a las medicaciones con más evidencias de acción: litio, valproato (ácido valpróico, divalproato) y carbamazepina (CBZ), además de los antipsicóticos típicos como clorpromazina y haloperidol y de los atípicos olanzapina y risperidona; hay menos estudios con ziprasidona, quetiapina y aripiprazol debido a que son más nuevos. La combinación de un antipsicótico con litio o valproato suele ser más efectiva. En los casos de manía grave se recomienda como primera opción la combinación de litio con un antipsicótico atípico o valproato con un antipsicótico atípico (Work Group on Bipolar Disorder, WGBD, 2004). Para pacientes menos graves, la monoterapia con litio, valproato o un antipsicótico atípico, como la olanzapina suele ser suficiente. El litio sigue siendo el medicamento de primera elección, presenta más estudios controlados que demuestran su eficacia en la manía/hipomanía y también en la prevención de las recurrencias. Asimismo, suele tener mejor respuesta en los episodios clásicos de manía, con estado de ánimo eufórico y sin muchos síntomas depresivos o psicóticos. Su inicio de acción es más lento al compararse con valproato y antipsicóticos (WGBD, 2004). El valproato es el anticonvulsivo mejor estudiado en la manía aguda, demostró eficacia en 60% de los casos. Las benzodiazepinas (BDZ) clonazepam y lorazepam se estudiaron en siete ensayos clínicos controlados, aleatorizados con placebo, haloperidol y litio, aisladamente o asociados con litio. La conclusión fue que el clonazepam es útil y seguro, pero los datos acerca del lorazepam son ambiguos. Ante la aparición de síntomas psicóticos, el clínico tiende a asociar medicamentos antipsicóticos, aunque no sean absolutamente necesarios; se debe dar preferencia a los atípicos por sus efectos colaterales más benignos. La terapia eletroconvulsiva debe ser considerada para pacientes graves o resistentes al tratamiento, o cuando sea preferida por el paciente. La terapia eletroconvulsiva es el tratamiento potencial para pacientes con episodios mixtos o con manía grave durante el embarazo (WGBD, 2004). Prevención de nuevos episodios de manía El tratamiento utilizado en la fase aguda debe continuarse en la fase de mantenimiento. Las dosis deben ser corregidas y monitoreadas en el comienzo o en intervalos de una a dos semanas; con la estabilización, la dosis debe mantenerse por largos períodos o incluso toda la vida. Para los pacientes con recaídas durante el tratamiento es necesario optimizar las dosis, asegurando que los niveles plasmáticos sean terapéuticos o usar niveles superiores a éstos (WGBD, 2004). Los pacientes gravemente enfermos suelen necesitar por un breve período la asociación de algún antipsicótico o BDZ. Si una medicación de primera línea (litio, valproato, olanzapina) no controla los síntomas, se recomienda la adición de otra medicación de primera línea (CBZ o oxcarbazepina), adicionar un antipsicótico en caso de no estar utilizando ninguno o cambiar de antipsicótico (la clozapina suele ser particularmente eficaz en casos resistentes al tratamiento). El único medicamento eficaz en los dos tipos de estudios medicamentosos de larga duración para el trastorno bipolar (estudios de prevención de recaídas y de profilaxis), es el litio. Se requiere cuidado con las asociaciones medicamentosas por la suma de efectos colaterales y las interacciones metabólicas de las sustancias. Conclusiones A pesar de que son frecuentes, la manía y la hipomanía suelen ser confundidas con otras entidades nosológicas y son comunes las fallas y errores en su diagnóstico, con demora en la instauración del tratamiento. Recientemente, nuevas opciones terapéuticas han mejorado el tratamiento de la manía aguda, pero el litio sigue siendo la primera opción para esta entidad.
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Trabajos Distinguidos, Serie Medicina
Farmacéutica, integra el Programa
SIIC de Educación Médica Continuada
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