TRATAMIENTO DEL INSOMNIO EN PACIENTES CON DOLOR CRONICO
Lausana, Suiza
En esta reseña los autores analizan el modo de evaluación de los pacientes con dolor crónico e insomnio, y los tratamientos farmacológicos y no farmacológicos disponibles para los trastornos del sueño.
CNS Drugs 18(5):285-296, 2004
Autores:
Stiefel F y Stagno D
Institución/es participante/s en la investigación:
Psychiatry Service, University Hospital Lausanne, Lausana, Suiza; Psychiatry Service, Memorial Sloan Kettering Cancer Center, Nueva York, EE.UU.
Título original:
[Management of Insomnia in Patients with Chronic Pain Conditions]
Título en castellano:
Evaluación y Tratamiento del Insomnio en Pacientes con Dolor Crónico
Introducción
El insomnio es el trastorno del sueño más comúnmente informado en los países industrializados. El dolor es una experiencia sensorial y emocional no placentera asociada con daño tisular real o potencial. La experiencia del dolor es un fenómeno que afe
cta no solamente al cuerpo sino también la parte emocional y, por ende, a la persona como un todo. Además, la definición toma en cuenta la subjetividad del dolor y así incluye el origen psicógeno del dolor, por el cual las emociones se expresan mediante
quejas corporales. El dolor crónico se refiere al dolor que se prolonga más allá del tiempo esperado de recuperación del proceso patológico o, en forma arbitraria, a aquel que persiste durante más de 6 meses.
Los trastornos del sueño se caracterizan por una interrelación circular con el dolor crónico, por la cual el dolor lleva a los trastornos del sueño y estos últimos incrementan la percepción del dolor. Este artículo examina la evaluación de los pacientes
con dolor crónico e insomnio, así como los tratamientos farmacológicos y no farmacológicos disponibles para los trastornos del sueño y, en los casos en que fue posible, las recomendaciones se basaron en la evidencia publicada.
Frecuencia de insomnio en los pacientes con dolor crónico
La valoración de la relación entre los trastornos del sueño y el dolor es dificultosa debido a que la mayoría de los datos epidemiológicos acerca del impacto del dolor en el sueño se basan en las referencias de los pacientes; además, como la definici
ón del sueño normal no está bien establecida, la prevalencia y la gravedad del insomnio varían entre los diferentes estudios. No obstante, se informó que los trastornos del sueño se producen en hasta el 27% de la población de atención primaria, con mayor
frecuencia en los ancianos y en los pacientes con enfermedades avanzadas. Se estimó que más de 50 millones de personas en los EE.UU. padecen dolor crónico y que el 70% de ellas presentan alteraciones del sueño. Las evidencias sugieren que el insomnio es
una patología crónica, aunque esto puede reflejar el hecho de que el insomnio permanece subinformado, subdiagnosticado y subtratado, más que demostrar que es un trastorno con un curso crónico inevitable. Por ende, la identificación e intervención tempra
nas pueden cumplir un papel crucial en la prevención del insomnio crónico.
Relación entre el insomnio y el dolor crónico
Desde un punto de vista clínico, la relación entre dolor crónico e insomnio parece sólida ya que el dolor produce el despertar de causa emocional y éste interfiere con la capacidad para iniciar y mantener el sueño. Sin embargo, los estudios que investiga
ron esta relación mostraron una asociación significativa pero sólo moderada entre la intensidad del dolor y el trastorno del sueño. Se sabe que las vías neuroanatómicas de la nocicepción se proyectan al sensorio y la corteza asociativa y hacen que el des
pertar de causa emocional sea una consecuencia inevitable de la percepción del dolor y probablemente constituya una categoría distinta de despertares, diferente del despertar de causa somática o cognitiva del insomnio.
Una de las variables que median el insomnio mejor estudiadas es la depresión, aunque hay controversias. La presencia de depresión secundaria al dolor crónico puede contribuir a la alta prevalencia de trastornos del sueño en esta población. Se demostró qu
e las alteraciones del sueño se correlacionan más firmemente con la gravedad de la depresión que con la del dolor. Sin embargo, según algunos estudios, la presencia de depresión y ansiedad no permite distinguir los pacientes con dolor crónico con
trastornos del sueño o sin ellos.
Otra variable es la medicación analgésica que puede provocar trastornos del sueño. Los opioides y corticoides pueden influir sobre el ciclo de sueño-despertar y los antiinflamatorios no esteroides evidenciaron efectos diferentes sobre el sueño en ratas n
ormales y en ratas con dolor crónico. De modo que la relación entre el insomnio, el dolor crónico, la medicación analgésica y los trastornos psiquiátricos es multifacética y escasamente entendida, lo cual puede explicar el éxito limitado de los tratamien
tos disponibles.
Evaluación del insomnio en los pacientes con dolor crónico
Los datos de la polisomnografía no son prácticos para definir insomnio en la rutina clínica. Por ende, por razones prácticas, el insomnio se define mejor por la referencia de los pacientes mediante las quejas de mal dormir o sueño insatisfactorio. El
descontento puede incluir diferentes aspectos, tales como dificultad en conciliar el sueño, despertares repetidos o prolongados, despertar temprano, tiempo total de sueño inadecuado, mala calidad de sueño o disfunción durante el día como alteraciones en
la vigilia, pérdida de energía o cambios cognitivos, conductuales o emocionales. El primer paso ante un paciente con dolor crónico e insomnio debe ser la correcta evaluación de los síntomas. La evaluación adecuada incluye el diagnóstico, la identificaci
ón de los factores precipitantes y la valoración de las respuestas cognitivas, conductuales y emocionales frente al insomnio. Debe obtenerse una apropiada historia clínica del sueño, incluso los patrones de sueño y despertar, los antecedentes familiares
de trastornos del sueño y los tratamientos previos antes de considerar el diagnóstico de insomnio. Las quejas de sueño inadecuado en ausencia de efectos residuales durante el día o angustia no indican insomnio significativo. El insomnio produce disturbio
s psicosociales, físicos y laborales, informados comúnmente como fatiga/letargia, alteraciones del humor, ineficiencia cognitiva, deterioro motor, incomodidad social y síntomas físicos inespecíficos.
Para promover la evaluación del insomnio se elaboraron instrumentos como la entrevista estructurada para trastornos del sueño del DSM-III-R y el cuestionario Pittsburgh Sleep Quality Index (PSQI), de 19 ítems, que mide subjetivamente la calidad de
l sueño. Las escalas analógicas visuales (VAS) para dolor e insomnio son fáciles de utilizar y miden la intensidad de los síntomas durante el día y la noche. El uso regular de estas escalas puede brindar información útil sobre el monitoreo del tratamient
o, para ajustar la medicación analgésica y establecer posibles vínculos entre el dolor crónico y el insomnio. Los registros del sueño, ampliamente utilizados en investigación y práctica clínica, son especialmente útiles en la recolección de información s
obre los patrones de insomnio y los factores desencadenantes, la calidad del sueño y el funcionamiento durante el día. En los pacientes con insomnio secundario a un trastorno médico debe considerarse la adecuación del tratamiento de la enfermedad subyace
nte y la presencia de comorbilidades psiquiátricas, especialmente depresión y ansiedad. Además, en muchos casos, puede ser difícil determinar si las patologías médicas o psiquiátricas o los medicamentos utilizados provocan insomnio y cómo el insomnio pue
de agravar la percepción del dolor o el trastorno psiquiátrico.
Tratamiento no farmacológico del insomnio
A pesar de que las intervenciones no farmacológicas son fáciles de implementar, permanecen relativamente desconocidas y subutilizadas en la práctica clínica.
Medidas de higiene del sueño
Las medidas de higiene del sueño son importantes y deben ser parte del tratamiento del insomnio, a pesar de que no fueron extensamente estudiadas. Se pueden dar al paciente en forma escrita y controlarse durante el seguimiento. Entre éstas se encuent
ran: 1) relajarse durante la segunda mitad de la tarde, descansar por 60-90 minutos antes del momento de irse a dormir, evitar los pensamientos intensos, discusiones y acciones y separar la mente y el cuerpo de las actividades diarias; 2) introducir una
rutina antes de dormir; 3) practicar técnicas de relajación durante el día y antes de irse a dormir; 4) mantener un estado físico saludable (dentro de los límites dictados por el dolor); 5) evitar comidas y bebidas abundantes tales como café, té y alcoho
l (3 horas antes de dormir); 6) dejar de fumar (al menos en la tarde y primeras horas de la noche); 7) crear un ámbito para dormir adecuado (cama, colchón, sonidos externos, temperatura), y 8) mantener horas de sueño regulares, utilizar la cama para dorm
ir (y para la actividad sexual) solamente, evitar el exceso de tiempo en la cama y levantarse a una hora regular (sin importar la calidad del sueño).
Intervenciones conductuales
Las intervenciones conductuales para el insomnio han recibido escasa atención por parte de la comunidad médica, debido a la amplia variedad de intervenciones disponibles, la necesidad potencial de entrenamiento y algunas dudas con respecto a su efica
cia. De acuerdo con los resultados de dos metaanálisis importantes, las intervenciones conductuales son beneficiosas para una gran mayoría de los pacientes y producen modificaciones de larga duración (6 meses) sobre los diferentes parámetros del sueño en
individuos con insomnio. Sin embargo, hay pocas evidencias acerca de que provoquen sensación de bienestar y un alivio del funcionamiento durante el día. Las siguientes intervenciones conductuales pueden implementarse en la práctica clínica sin entrenami
ento específico y si bien no están avaladas en todos los casos por evidencias sólidas es importante tener en cuenta que la ausencia de certezas no implica necesariamente ausencia de eficacia.
Control de estímulos: consiste en un conjunto de instrucciones dirigidas a restringir las conductas incompatibles con el sueño y asegurar que el paciente no pierda tiempo en la cama despierto. El objetivo es reasociar la cama y el dormitorio con u
n rápido comienzo del sueño. Las instrucciones centrales son similares a las medidas de higiene del sueño e incluyen: acostarse sólo cuando aparece sueño; utilizar la cama sólo para dormir o mantener actividad sexual; ante la incapacidad de conciliar el
sueño levantarse e ir a otra habitación y retornar al dormitorio sólo para dormir y ante la duración mayor de 10 minutos de un despertar estando en la cama, repetir el paso previo. Restricción de sueño: es la restricción del tiempo de permanencia
en la cama, de modo que concuerde con la cantidad de tiempo que el paciente pasa realmente dormido. Se otorgan incrementos de 15 minutos en el tiempo de permanencia en la cama a medida que el sueño se torna más eficiente. No hay restricciones para tiempo
s de permanencia en cama menores de 4 horas. Entrenamiento con imágenes: involucra la visualización de imágenes placenteras o neutras; puede considerarse una subcategoría de las técnicas de relajación. Relajación muscular progresiva: consis
te en la tensión y relajación de diferentes músculos.
Tratamiento farmacológico
Los agentes hipnóticos son prescritos rutinariamente para los trastornos del sueño, pero la racionalidad de esta práctica no fue establecida. La utilización de hipnóticos a corto plazo puede ser útil para el insomnio agudo, pero el uso a largo plazo es c
ontrovertido.
Las benzodiazepinas constituyen las drogas más ampliamente utilizadas para el tratamiento del insomnio secundario a trastornos médicos y psiquiátricos, incluido el dolor crónico, a pesar de la falta de evidencia de beneficios importantes y el riesgo pote
ncial. Si bien las benzodiazepinas suprimen efectivamente el insomnio, no hay evidencias que avalen su uso a largo plazo. Por el contrario, diversos estudios informaron un alto riesgo de accidentes de tránsito, caídas y fracturas, intoxicación, declinaci
ón general en el estado funcional y deterioro cognitivo asociado con su utilización a largo plazo. Antes de prescribir benzodiazepinas a pacientes con insomnio y dolor crónico es obligatoria la evaluación cuidadosa del enfermo, el tratamiento de la causa
subyacente del insomnio (síntomas físicos no controlados o trastornos psiquiátricos) y la consideración de alternativas no farmacológicas. En un metaanálisis reciente se demostró que la terapia conductual y la farmacoterapia producen resultados similare
s a corto plazo, por lo cual las benzodiazepinas sólo deben usarse luego del fracaso de las intervenciones no farmacológicas. También es necesario valorar los riesgos y beneficios. Debe explicarse a los pacientes el peligro de abuso, las interacciones fa
rmacológicas y el síndrome de abstinencia. Una vez que se tomó la decisión de prescribir benzodiazepinas deben seguirse las siguientes recomendaciones: indicaciones claras, utilizar la mínima dosis y por cortos períodos (máximo 4 semanas), vigilar los ef
ectos adversos y no interrumpir el régimen terapéutico abruptamente. Con respecto a las reacciones adversas, es importante reconocer que el deterioro cognitivo (olvidos, accidentes menores, dificultad para finalizar tareas y déficit de atención) es frecu
ente en enfermos con dolor crónico y que las benzodiazepinas pueden agravar estos síntomas. Las benzodiazepinas de vida media corta son los agentes de elección para las personas con problemas para conciliar el sueño, mientras que las de vida media prolon
gada son útiles para aquellos con interrupciones del sueño. En cambio, se prefieren las sustancias de acción intermedia (lorazepam, oxazepam) para los pacientes con patologías médicas subyacentes.
Los agentes antidepresivos deben considerarse para los individuos con dolor crónico que experimentan depresión e insomnio. La terapia antidepresiva puede aliviar el insomnio, la depresión y otros síntomas asociados como fatiga y ansiedad que a menudo coe
xisten con el dolor e influyen negativamente sobre la percepción del dolor y el dolor per se, ya que estas drogas tienen un efecto analgésico independiente de su acción antidepresiva. Los agentes antidepresivos tricíclicos como amitriptilina, trim
ipramina y doxepina probaron ser efectivos como analgésicos en diversos síndromes dolorosos. También pueden considerarse otros compuestos de esta clase como mirtazapina, nefazodona o trazodona. El tratamiento debe comenzar con bajas dosis que se incremen
tan progresivamente cada 4 días hasta lograr una respuesta satisfactoria. Entre las reacciones adversas se destacan la sedación, los efectos anticolinérgicos y la inducción o agravamiento de los trastornos del movimiento preexistentes vinculados con el s
ueño.
Las drogas antipsicóticas sedantes como clorprotixeno, levomepromazina y promazina son potencialmente dañinas debido a los efectos adversos como hipotensión o discinesia. Estos agentes deben considerarse sólo cuando hay contraindicaciones para el uso de
benzodiazepinas o en individuos con rasgos psicóticos. En pacientes con demencia puede ser útil la pipamperona. Pocos estudios controlados indicaron que las drogas antipsicóticas tienen impacto positivo sobre la experiencia dolorosa, principalmente la le
vomepromazina.
Entre otros agentes psicotrópicos se encuentran: clometiazol, los análogos de las benzodiazepinas, el hidrato de cloral, barbitúricos, antihistamínicos sedantes y melatonina. El clometiazol puede considerarse efectivo en pacientes con insomnio secundario
a agitación nocturna asociada con deterioro cognitivo. Los análogos de las benzodiazepinas zolpidem, zaleplon y zopiclona pueden considerarse en el tratamiento de los pacientes con insomnio y dolor crónico con las mismas indicaciones y precauciones que
las benzodiazepinas. Los dos primeros pueden utilizarse para la inducción del sueño y la zopiclona para los despertares nocturnos. El hidrato de cloral y los barbitúricos son raramente utilizados debido a su mayor tendencia a producir depresión respirato
ria y a que generalmente son menos efectivos que las benzodiazepinas. Los barbitúricos tienen un alto potencial para provocar abuso y un estrecho margen terapéutico.
La experiencia clínica sugiere que los antihistamínicos sedantes como difenhidramina, hidroxicina, doxilamina y prometazina pueden ser de utilidad en algunos pacientes, pero su eficacia para el tratamiento del insomnio no está establecida y su potencial
para producir delirio o hipotensión, especialmente en las personas con enfermedades, cuestiona su valor. La melatonina puede tener algún beneficio en la regularización de la actividad del sueño y efectos adyuvantes analgésicos; su tolerancia es buena. Si
n embargo, en comparación con los compuestos mencionados anteriormente, los datos sobre su actividad inductora del sueño son relativamente limitados. Esta droga debe considerarse en los casos menos graves y en las personas renuentes a tomar medicamentos
con potenciales efectos adversos.
Consideraciones generales y conclusiones
El tratamiento de los pacientes con dolor crónico e insomnio debe basarse en un modelo de enfermedad biopsicosocial que considere los diversos factores psicosociales que pueden empeorar o mejorar tanto el dolor como el insomnio. Con respecto al tratamien
to médico, lo más importante es la relación médico paciente. La terapia del insomnio en las personas con dolor crónico es un desafío para el médico clínico. Requiere cuidadosa evaluación, capacidad diagnóstica, familiaridad con las intervenciones no farm
acológicas y conocimiento de los tratamientos farmacológicos.
Autoevaluación de Lectura
¿Cuándo deben utilizarse las benzodiazepinas para el tratamiento del insomnio en pacientes con dolor crónico?
A. Siempre.
B. Nunca.
C. Sólo después del fracaso de las intervenciones no farmacológicas.
D. Sólo después del fracaso del tratamiento con antidepresivos.
Respuesta
Correcta
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