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HE AQUI UN INESPERADO LIMITE DE LA POLITICA, LA ANATOMIA... POLITICA

El prognatismo maxilar de Eva Duarte de Perón alentó ensañamientos

Los subtítulos en el texto han sido agregados por la redacción de Salud(i)Ciencia.

   
   

Los corrillos, el periodismo opositor, los intelectuales académicos y la cultura entronizada, mayoritariamente opositora, personificaron en Eva Duarte de Perón algunos de los resentimientos políticos que alimentarían el golpe cívico-militar de 1955.
Pocas veces se vituperó con tanta saña a una personalidad pública del calibre de Evita. Sus facciones y gestos fomentaron toda clase de comentarios insultantes provenientes de la tradicional sociedad argentina: «rostro seductor característico de las artistas, muecas para las fotos de promoción, seducción ilimitada en consonancia con las joyas refulgentes, risa de arpía, sonrisas provocativas».
El doctor Pedro Ara (1891-1973) preservó durante tres años -desde el mismo día de su muerte, el 26 de julio de 1952- el cuerpo yacente de la señora Eva Duarte de Perón.
He aquí un límite de la política, la anatomía... política: las comprobaciones científicas del Dr Ara recuperan la digna acción de Evita, con independencia de las críticas «conventilleras» de sus opositores.
Fragmentos de Eva Perón. La verdadera historia contada por el médico que preservó su cuerpo, por Pedro Ara; Sudamericana, Buenos Aires, 1996.

Transcurre 1952
«La eficaz solución dada a mis esquemas [respecto de la instalación del laboratorio en que trabajaría para la conservación del cuerpo de Eva Duarte de Perón, n.d.R.] por el ministro de Obras Públicas, que permitía un aislamiento absoluto entre el vestíbulo, el escritorio y el laboratorio del segundo piso de la CGT, hacía posible la discreta recepción de algunas personas en mi modesto despacho-bibliotecaarchivo-cuarto de reposo-centro de informaciones. [...] Entre los médicos, aparte algunos profesores españoles o extranjeros, los más interesantes visitantes fueron los doctores Ricardo Finochietto y Raúl A. Mendé. El doctor Mendé, cardiólogo y poeta, ministro de Asuntos Témicos, fue el más asiduo visitante.»

Las fotos de Evita
«El doctor Mendé había reunido en su sede de la calle San Martín un enorme archivo fotográfico de Eva Perón. Algunas horas pasé revisándolo, tratando de sintetizar la gama de expresiones fisionómicas, tan discordantes, reflejadas por los reporteros gráficos. La base anatómica era un prognatismo del maxilar superior, tan pronunciado que la obligaba inconscientemente a mantener casi siempre separados los labios. El mostrar su bien cuidada dentadura a través de la entreabierta hendidura bucal, con sonrisa o sin ella, resultaba, pues, un gesto natural independiente de su voluntad. En cambio, el conservarla boca cerrada y ocultos los dientes tenía que ser un acto reflejo o estrictamente voluntario y breve. Por tanto, el gesto de sonrisa amplia y dientes al aire con que se la representaba en carteles y fotos no era simplemente técnica de propaganda política a lo yanqui aunque tuviera algo de ello-, sino un producto forzoso de su arquitectura ósea facial. Lo entreabierto de sus labios quedaba, en general, patente en cualquier actitud, en cualquier clase de ocupación. La boca cerrada, los labios apretados, no podía ser sino gesto transitorio que modificaba radicalmente su fisonomía ...»

El último acto
« ... La tiránica imposición de lo anatómico facial quedó patente en dos expresiones, captadas con pocos minutos o segundos de intervalo cuando, ya más muerta que viva, la sacó su esposo al balcón central de la Casa Rosada, a presenciar el desfile obrero del último Primero de Mayo de su vida. Sostenida por el Presidente y, sobre todo, por su indomable vitalidad, arrastróse Eva hacia el antepecho para lanzar a sus masas partidarias sus últimos conatos de sonrisa y sus últimos apenas reprimidos sollozos. Ya no podía más. Las fotografías por mí seleccionadas perpetúan uno de los más trágicos y conmovedores espectáculos concebibles. La materia de tan lozana y batalladora juventud había sido devorada por el implacable mal. La piel ajustábase ya a sus pétreas bases; los dedos de sus manos aparecen como una envainada cadena de falanges y articulaciones. Seria y sufriente, se la ve con los labios entreabiertos, al aire sus dientes, sin lograr sonreír. Sólo cuando trata de contener un sollozo le ha sido sorprendida su boca cerrada, sus labios apretados; parece estar luchando por dominar un rictus doloroso de origen emocional o físico, frente a las masas que la aclaman entristecidas ... »

Perón recuerda los últimos instantes de Eva

«Evita se entregaba a su tarea con total abnegación. Fue sorprendida de pronto; la enfermedad era fatal, y tal vez ella lo sabía. Por eso no dijo nada y prosiguió incansable [...] El mal cumplía etapas inexorables. Hubo que agregar diez kilos a la balanza, para que no tuviera noción de su delgadez; la última vez pesó 31 kilos.
Así llegó aquel 26 de julio. A las cuatro de la tarde perdió el conocimiento y entró en agonía, tras recibir los últimos sacramentos del Padre Benítez. Hasta último momento la atendieron su enfermera favorita y algunos colaboradores. Alas 20.15 volvió en sí, y demostró una entereza y una conciencia de su final que nos apretujó el corazón. Expiró exactamente a las 20.25, en presencia de todos los ministros, jefes militares, familiares y colaboradores más íntimos. Sólo a las 23 se pudo dejar su cadáver en manos del ilustre doctor Ara, que inició las tareas para embalsamarla.»

Juan Perón, en Coloquios con Perón, de Enrique Pavón Pereyra, EITR, Madrid:1973.

«Eva Duarte»