Volumen 1, Número 5, Mayo  2004


Federación Argentina de Sociedades de Ginecología
y Obstetricia (FASGO)

  Editorial 


La información científica como dilema de los laboratorios
por Rafael Bernal Castro1 

Las compañías que respaldan la promoción de sus productos con información científica de calidad alcanzan un elevado grado de confiabilidad entre los profesionales de la salud. La obtención de tal logro requiere asignaciones presupuestarias cuyos límites –si bien pueden determinar la cantidad, frecuencia o aspecto de la información– no deben perjudicar la perfección científica del material.
El alcance de la inversión contemplará la credibilidad de la bibliografía a distribuir; los médicos valoran las empresas que aportan seguridad a las decisiones que a diario les comprometen personalmente.
Los acotados tiempos del profesional incluyen su actualización permanente; la responsabilidad de la tarea cotidiana demanda la puesta al día. Los pocos médicos que no contemplan esta formación continua se exponen a las consecuencias que se derivan de sus actos indebidamente cotejados con los adelantos científicos.

Las ediciones domésticas
Las ediciones domésticas conllevan peligros que las empresas farmacéuticas están en condiciones de evitar mediante la adecuada contratación de organizaciones responsables que garanticen la seriedad que se pretende transmitir.
El sucesivo cumplimiento de los pasos editoriales (selección, redacción, traducción, supervisión, diseño, edición, etc.), y la eficaz coordinación de las personas participantes es una tarea especializada que corresponde sea delegada en profesionales de la edición científica.
Una empresa que compite con sus productos destinados a la clase médica no debería publicar o, para decirlo de otra manera, hacer pública su despreocupación por la calidad científica; las derivaciones de esta acción arriesgan su imagen ante los profesionales que desea conquistar.
Los procesos editoriales existen, no es posible eliminarlos; cumplirlos exige conocimientos específicos, coordinados por especialistas. Cuando el objetivo es ganar la voluntad del médico, la responsabilidad es mayor: la mala praxis involucra a quienes, de una manera u otra, intervinieron en el acto de la prescripción; la responsabilidad de autores, editores y difusores se incorpora al expediente judicial.

La supervisión editorial
Años atrás un reconocido investigador japonés nos remitió para su publicación un trabajo original e inédito, escrito en su idioma. En ese momento carecíamos de un médico traductor de japonés-castellano; nos propusimos conseguirlo. El mes que insumió la búsqueda incluyó consultas a los comités científicos, a las sociedades integrantes de la red SIIC, a los columnistas y corresponsales colaboradores de la organización; editamos avisos en los diarios masivos y en los específicos de la colectividad, visitamos al agregado cultural de la Embajada de Japón en la Argentina, etc. Tanta dedicación arrojó sus frutos: dimos con un traductor médico de nacionalidad japonesa con años de residencia en la Argentina. El currículum certificaba una trayectoria que lo avalaba profesionalmente. Sin embargo, todo el esfuerzo fue vano cuando advertimos que la organización no contaba con un supervisor del idioma en condiciones de evaluar la traducción. Finalmente el artículo fue devuelto al autor, quien nuevamente lo remitió, esta vez en inglés.
La tarea editorial científica comprende procesos que en oportunidades se pasan por alto o se reducen a su mínima expresión: la compleja trama editorial es puesta en manos de personas de diferentes oficios, merodeadores de las oficinas comerciales, que no están en condiciones de asegurar la calidad de la información que se trasladará a los médicos.
Tal delegación se justifica con variados argumentos (escasez de recursos, tiempos acotados, artículos provistos por las casas matrices, etc.), aunque uno de ellos sobresale por el daño que conlleva: dado que «los médicos no leen» o –los menos extremistas– «el reducido interés de los médicos por la lectura», torna innecesaria la delegación responsable de los contenidos y sus correspondientes controles de calidad.
Esta económica autoedición, motivada por las mismas causas de la automedicación, elude a los que saben en nombre del supuesto ahorro que implica evitarlos.








1 El autor es presidente de la Sociedad Iberoamericana de Información Científica (SIIC) y director editorial de diversas colecciones médicas, entre las que se destacan Trabajos Distinguidos, Salud(i)Ciencia, Temas Maestros, SIIC En Internet (www.siicsalud.com). Estas ediciones, íntegramente producidas en la Argentina, recorren la totalidad de los países de habla hispana y portuguesa y reciben, tanto en nuestro país como en el extranjero, un merecido respaldo de la industria farmacéutica.  
La preocupación por la seriedad científica se expresa en el prestigio de quienes acompañaron el desarrollo de esta organización, modelo en su tipo: Favaloro, Gianantonio, Mazure, Bertolasi, Mendizábal, Martino, López Ibor, Chachques, García Badaracco, etc, profesores, académicos, maestros de la medicina de la Argentina, América Latina y el mundo.  
SIIC incluye el fomento de la investigación científica local y regional, con programas de cooperación científica acordados con asociaciones científicas (FASGO, Asociación Argentina de Cirugía, Sociedad Peruana de Ginecología y Obstetricia, Sociedad Argentina de Gastroenterología, Asociación Argentina de Psiquiatría, Sociedad Española de Psiquiatría, etc) e instituciones educativas iberoamericanas.

Los resultados generarán rechazo; el profesional desconfiará del material literario, del portador, del editor ignoto y de la compañía farmacéutica misma.

La lectura en la práctica médica
El trato doméstico de la información científica es la consecuencia de una concepción promocional que se asienta en la errónea creencia del desinterés intelectual, forzado o intencional, del médico. Absurda conclusión que peligrosamente generaliza una creencia aplicable a un reducido grupo, alejado de sus pares, divorciado de sus pacientes y expuesto a la sanción científica, social y judicial.
El arribo al hospital es consecuencia de la finalización de una etapa caracterizada por la lectura; luego se practicará la medicina. Allí es donde la bibliografía habrá de combinarse con las necesidades cotidianas, poco reflejadas en los manuales universitarios. La actualización adquiere entonces una inestimable importancia; el profesional la necesita imperiosamente, incluso el poco comprometido con la formación continua.
La simplificación de esta exigencia niega la base intelectual sobre la que cotidianamente se conforma el médico en ejercicio.
Cuando un médico advierte la falta de calidad de una publicación plantea su disconformidad entre pares, excepcionalmente a quien se la entrega o al editor. La credibilidad de una acción promocional no la discute; ello significaría más tiempo del previsto a las decenas de mensajes que a diario emite la industria.
La opinión terminante se expresará en el momento de la indicación terapéutica, amparada por el cuarto oscuro del consultorio.
El destino de las publicaciones desacreditadas es conocido: el cesto o la «pila» que, al poco tiempo, se transformará en pira.
La política de delegación editorial utiliza traductores, periodistas, estudiantes de medicina o biomédicos amigos o relacionados con el laboratorio, por lo general con «conocimientos de inglés, computadora en la casa y manejo de Internet». Los elegidos también ofrecen ventajas en cuanto a la retribución; sus honorarios representan un costo compatible con la concepción que relativiza la calidad de la información en nombre, como ya dijimos, de la pobre exigencia de los destinatarios.

La bibliografía de calidad es irremplazable
Existen variados sistemas de promoción para lograr el reconocimiento del médico en la recomendación de un producto farmacéutico. La conquista de tal voluntad moviliza a centenares de funcionarios que desarrollan agresivas políticas de comercialización con mediciones diarias de rendimiento, peso por peso, unidad por unidad.
Las campañas se asientan sobre proyectos publicitarios que activan mecanismos de difusión en los que intervienen publicistas, diseñadores, periodistas, médicos, profesionales del marketing y tantas otras actividades.
Los médicos agradecen la lapicera con la que escribirán sus recetas y distinguen y confían en las empresas que los respaldan con argumentos científicos, seriamente transmitidos.
La actual maquinaria de persuasión supera lo que se imaginó años atrás. La competencia por la venta se ha instalado en el terreno de la información, campo en el que las fundamentaciones de los productos farmacéuticos desafían las verdades científicas, con efectos mágicos que también requerirán alguna documentación. En estos casos sí aconsejamos vincularse con quienes ofrecen resultados altisonantes, contundentes.
Así es como pierden de vista la convicción profesional, determinante esencial de la conducta terapéutica a largo plazo; acotan su audiencia al minoritario grupo que responde a circunstanciales consignas o beneficios, cíclicamente mejorados por competidores que utilizan el mismo estilo de promoción. La bibliografía es imprescindible e irreemplazable; se adhiere a la práctica médica.
Las desfavorables condiciones en que se desenvuelve el ejercicio de la medicina, la definitiva inclusión del médico en el contexto social empobrecido, no limitan la necesidad informativa de los profesionales ni despejan el camino de las empresas para entregar documentación sin control editorial. Por el contrario, aumentan el interés del médico por recibir textos objetivos, publicados por fuentes prestigiosas, seleccionados por expertos, avalados por organizaciones con trayectoria acreditada.
El médico recibe con satisfacción las publicaciones que no están determinadas por el beneficio de sus patrocinantes. El debate y la discusión abierta, principios integrantes del ideal y la práctica científica, cuestionan las consignas categóricas desprovistas de la prudencia que caracteriza las investigaciones editadas por fuentes responsables.
Los laboratorios que ganaron la confianza de los médicos se apartaron de la bibliografía maltratada; optaron por la calidad coherente, aquella que se expresa en sus productos y en la documentación con que se los acompaña.
Los editores científicos con trayectoria aconsejan la ecuanimidad de los contenidos que respaldarán el lanzamiento o promoción de un producto. Cuando la calidad se instala, beneficia a todos los que se comprometieron en alcanzarla.

 


 

 

Trabajos Distinguidos, Serie Obstetricia y Ginecología, integra el Programa SIIC-Federación Argentina de Sociedades de Ginecología y Obstetricia (FASGO) de Educación Médica Continuada

 

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