El rol del medicamento en la terapéutica de la mayoría de las enfermedades y en la práctica asistencial actual no puede ser puesto en duda. Está integrado culturalmente en la sociedad, sin distinciones étnicas, geográficas o de otra índole, y resulta antropológicamente interesante el hecho de que posea el estatus de “producto de primera necesidad”. Si
se reflexiona sobre el modo en que, a lo largo de la historia,
cada nuevo medicamento es incorporado a la prescripción y el
consumo, se reconocen varios períodos claramente diferenciados. Como en
otros órdenes, el inicio es dominado por el pensamiento mágico,
matizado por algunas observaciones empíricas. Paulatinamente el método
científico se va imponiendo, estimulado por el auge de una era de
descubrimientos de la fisiología y la patogenia. Sin embargo, debieron
ocurrir dos catástrofes (el
conocimiento de las “investigaciones médicas” en los campos de
concentración durante la II Guerra y la embriotoxicidad de la
talidomida) para que el desarrollo de medicamentos incorporara los
preceptos éticos y exigencias regulatorias modernas. La
experiencia individual, por calificada que sea, no puede ser tomada como
referencia válida para establecer recomendaciones o normas terapéuticas,
como era práctica usual en la enseñanza de la medicina hace unas pocas
décadas. Hoy
se acepta que, aun cumpliendo diseños metodológicamente impecables,
muchas veces los resultados de estudios individuales, abarcando algunas
decenas o centenas de individuos, pueden no ofrecer resultados
concluyentes. Se alza la bandera de la Medicina
Basada en la Evidencia, con la bioestadística, la epidemiología
y la tecnología de la información como sus escoltas. Aún
con el auxilio de las más modernas bases documentales médicas, su
acceso irrestricto universal a través de Internet y la aplicación de técnicas
depuradas de metaanálisis, los consensos referidos a temas
fundamentales (como podría ser el manejo de la hipertensión arterial)
siguen presentando discrepancias, si no resultan abiertamente
contradictorios. Las
exigentes condiciones que impone el apego estricto a las normas metodológicas
crean una situación especial en la población sujeto de estudio en las
investigaciones clínicas actuales. La realidad de la práctica
asistencial individual a menudo es muy distinta: el consentimiento
informado inexistente toma la forma de una relación médico-paciente
con todas sus imperfecciones y virtudes, subjetividades e influencia
terapéutica; no hay protocolo, monitoreo ni auditorías, sino
necesidades, temores y “compliance”. Los pacientes deben ser
adecuadamente tratados, tengan o no patologías y medicación
concomitantes. Finalmente, el tratamiento no es gratuito sino que debe
ser pagado por el paciente, con asistencia de algún seguro de salud o
sin ella (es decir, con menor o mayor libertad prescriptiva,
respectivamente). El
cúmulo de información generado durante las fases precomerciales de
desarrollo de un medicamento debe ser transmitido sistemática y
ordenadamente a todo el cuerpo médico, para que su utilización se
corresponda con los lineamientos surgidos de la evidencia y se evite la
mayor cantidad posible de errores o desvíos. Sin embargo, el emisor de
tal información no puede abstenerse de su interés comercial en el
tema, el canal utilizado no es estrictamente médico (pese a su
destacable capacitación) ni imparcial y el receptor no siempre tiene
toda la disposición –y el tiempo- requeridos para una comprensión
total del mensaje. La
Medicina Farmacéutica ha surgido como una especialidad joven, que
recopila y sistematiza todo el conocimiento –hasta hace poco,
disperso- referido a la investigación desarrollo, comunicación y
comercialización de los medicamentos en el mundo globalizado que
habitamos. En su proyección hacia el futuro, tiende a la capacitación
y perfeccionamiento de sus miembros en su área específica, así como
al desarrollo continuo de ella. Argentina ha sido pionera en la región
en lo que respecta a la formación de profesionales médicos en el campo
de la Medicina Farmacéutica, creando en 1970 la primera asociación en
Latinoamérica (AMAIFA), organizando el dictado del curso superior de la
especialidad e integrándose a las sociedades colegas del resto del
mundo, nucleadas en la IFAPP (International Federation of Associations
of Pharmaceutical Physicians). Hoy,
con el lanzamiento de la publicación Trabajos
Distinguidos en Medicina Farmacéutica, la Sociedad Argentina de
Medicina Farmacéutica (SAMEFA), gracias a la colaboración, experiencia
editorial y capacidad profesional de la Sociedad Iberoamericana de
Información Científica (SIIC), logra dar un paso decisivo hacia la
integración y crecimiento de la especialidad. Esta
revista de la SAMEFA pretende ser el medio por el cual difundir el
conocimiento y los hallazgos más significativos en este campo. De tal
manera estarán al alcance de los asociados, pero también de todos
aquellos que, de un modo u otro, estén vinculados con la actividad o
interesados en ella. Finalmente,
la pretensión más ambiciosa es que el mayor número posible de colegas
quiera compartir sus aportes y experiencia a través de la publicación
de artículos originales en ésta, su
revista. El
objetivo es común: mejores fármacos
para una medicina mejor. Sean bienvenidos. Dr.
Eduardo De la Puente
Sociedad Iberoamericana de Información
Científica (SIIC) |
||||||||