Baja.
Alta.
tratamiento del dolor crónico (D en las IG es vergonzosamente inferior al óptimo. En estos pacientes, señala, las consecuencias de la falta de tratamiento del DC pueden ser devastadoras: deterioro cognitivo, depresión, menor calidad de vida y mayor discapacidad funcional.La actitud de los residentes y del personal de las IG contribuiría en forma significativa al subdiagnóstico del DC: los primeros aceptan el dolor como una consecuencia lógica del envejecimiento, y se resisten a solicitar tratamiento; asimismo, temen las represalias por ser considerados "malos pacientes". Los cuidadores intentan minimizar las conductas disruptivas asociadas a la demencia, y no priorizan el tratamiento del DC.Entre los residentes en IG, explican, la conducta asociada con el dolor puede manifestarse en diversas formas. Los pacientes con un marcado nivel de disfunción cognitiva suelen evidenciar conductas regresivas infantiles (ej. gritos) en respuesta a estímulos leves (ej. distensión colónica asociada a constipación); otros se retraen socialmente o permanecen en cama, y algunos solicitan medicación o enlentecen sus movimientos.La presente investigación, refieren, apunta esencialmente a determinar las conductas que los residentes en IG asocian con mayor frecuencia al dolor, y la concordancia entre estas percepciones y las de los cuidadores y familiares.Pacientes y Métodos Se compararon las percepciones relativas a las conductas asociadas al dolor, describen, en un total de 42 residentes en IG que presentaban DC, según su propio informe y el de sus cuidadores y familiares. También se analizaron las creencias del personal de las IG acerca de la influencia de la demencia sobre el dolor, y de la evaluación de la presencia de dolor.Unicamente se incluyeron en el estudio, especifican, aquellos residentes que habían padecido dolor con una frecuencia diaria, durante un lapso mínimo de 3 meses. Se solicitó la participación de sus familiares, pero solamente en el caso de que visitaran a los residentes con una frecuencia mínima quincenal.Se administraron entrevistas estructuradas, tanto a los residentes como a los familiares y al personal.Se pidió a los residentes que asignaran un puntaje a la intensidad habitual del dolor mediante una escala numérica gráfica de 11 puntos, y una descripción vertical verbal de la escala (termómetro del dolor). Tanto los cuidadores como los familiares clasificaron el dolor percibido por el paciente durante las 2 semanas previas, en una escala de 0-10 y en el termómetro descrito.La concordancia entre la evaluación y la reevaluación, añaden, fue analizada mediante estadísticas kappa.Resultados Entre los 42 residentes incluidos en el estudio, informan, la edad promedio era de 76 años, un 40% eran mujeres, y más del 50% tenían estudios secundarios completos; los puntajes medios de la prueba Mini Mental (MMSE) eran de 25 (espectro: 10-30), y los de depresión eran de 10 (espectro: 1-24); la intensidad media del dolor era de 5 puntos. En el 55% de los sujetos, el DC era secundario a causas musculoesqueléticas (ej. artritis).Un total de 22/26 conductas asociadas al dolor identificadas por los residentes, manifiestan los autores, mostraron una concordancia entre regular y perfecta con respecto a la evaluación y reevaluación. Para la amplia mayoría de los items relativos a las conductas asociadas al dolor, los coeficientes kappa para la concordancia entre la percepción de los residentes y los cuidadores resultó <0.30. La concordancia en relación a la intensidad del dolor fue igualmente baja (r=-0.19-0.34). La confianza en la puntuación asignada al dolor resultó elevada, tanto para el personal de la IG (promedio: 7.2, en una escala de 0-10) como para los familiares (promedio: 6.7). Un 71% de los cuidadores, destacan, opinaban que la evaluación del dolor es más difícil en sujetos demenciados, pero sostenían que la función cognitiva no influye sobre la prevalencia de dolor.Discusión En un total de 42 residentes en IG que presentaban un amplio espectro de alteraciones de la función cognitiva, comentan los autores, la coincidencia entre la evaluación y la reevaluación de las conductas asociadas al dolor (en base al autoinforme) resultó generalmente de buena a excelente, pero la coincidencia entre la evaluación de estos comportamientos por parte de cuidadores y familiares y la de los propios residentes resultó escasa. Asimismo, la concordancia entre las evaluaciones de cuidadores y familiares también resultó baja. La única conducta asociada al dolor que constituyó una excepción a esta regla fue la de "acostarse" (es decir, el residente se acuesta cuando experimenta dolor), que presentó un excelente nivel de coincidencia entre residentes y familiares. La concordancia de los puntajes correspondientes a la intensidad del dolor, asignados por residentes y cuidadores, también resultó escasa, tanto en base a la escala 0-10 como con respecto al termómetro del dolor.Conclusiones Si bien los presentes resultados indican una discordancia entre los residentes en IG y sus cuidadores en relación a las conductas características del DC, advierten, la etiología precisa de los modelos observados no puede determinarse en forma definitiva en base a estos datos, ya que existirían múltiples factores intervinientes.Se requieren estudios adicionales, concluyen, para determinar las causas subyacentes a estas discrepancias, y la utilidad potencial de los protocolos formales de observación de las conductas asociadas al dolor, en la evaluación de residentes en IG que presentan DC.
Intermedia.