Resúmenes amplios

REPERCUSIONES CARDIOVASCULARES DE LA INFECCIÓN POR CORONAVIRUS


London, Reino Unido
Debido a la mayor movilidad y el acceso fácil a viajes internacionales, las pandemias mundiales son una amenaza persistente. Las manifestaciones extrapulmonares asociadas y sus consecuencias a largo plazo son frecuentemente ignoradas. La enfermedad cardiovascular preexistente puede contribuir a mala evolución aguda y, a la vez, la infección puede tener repercusiones a largo plazo en la salud cardiovascular.

European Heart Journal 1-3

Autores:
Prendergast B

Institución/es participante/s en la investigación:
St Thomas’ Hospital

Título original:
Coronaviruses and the Cardiovascular System: Acute and Long-Term Implications

Título en castellano:
Coronavirus y el Sistema Cardiovascular: Repercusiones Agudas y a Largo Plazo

Extensión del  Resumen-SIIC en castellano:
2.17 páginas impresas en papel A4

Introducción

El brote reciente de enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) representa un desafío importante en la lucha contra las infecciones virales nuevas, y se lo considera una emergencia de la salud pública internacional. Si bien se aprendió de epidemias anteriores, se reconoce que puede haberse subestimado su repercusión en el sistema de salud general, dado que las manifestaciones extrapulmonares son frecuentes. Las complicaciones cardiovasculares agudas y crónicas de la neumonía son comunes, y son el resultado de varios mecanismos, incluida la isquemia relativa, la inflamación sistémica y el daño mediado por patógenos. Los datos sobre presentaciones cardiovasculares en el caso de epidemias virales son limitados. El brote actual de COVID-19 enfatiza la necesidad de una mayor conciencia sobre las repercusiones cardiovasculares inmediatas y a largo plazo de la infección viral.

 

Resumen epidemiológico de los brotes recientes de infección virales de las vías respiratorias

En la génesis de las pandemias, la infección por virus respiratorios es una fuente importante debido a la transmisión rápida interhumana. En las últimas dos décadas, distintas virosis han provocado mortalidad significativa, pérdidas económicas y pánico global. El brote del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por su sigla en inglés) en 2002 produjo 916 muertes entre más de 8000 pacientes en 29 países, seguido por la aparición del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por su sigla en inglés) en 2012, que causó al menos 800 muertes entre 2254 pacientes en 27 países. La pandemia de gripe H1N1 de 2009 produjo 18 500 muertes confirmadas por laboratorio y más de 200 000 muertes por enfermedad respiratoria en todo el mundo.

A fines de 2019, una cohorte de pacientes con neumonía de etiología desconocida en Wuhan, China, fue el epicentro de la infección por COVID-19. Al 16 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud comunicó un total de 167 511 casos confirmados, incluidas 6606 muertes en 152 territorios geográficos, y esta cifra continúa en ascenso. Si bien COVID-19 parece tener mayor infectividad y menor mortalidad que el SARS y el MERS, persisten muchas dudas sobre la enfermedad.

 

Complicaciones cardiovasculares de las virosis respiratorias

Las complicaciones cardiovasculares de la influenza incluyen la miocarditis, el infarto agudo de miocardio y la exacerbación de la insuficiencia cardíaca, con una contribución significativa a la mortalidad. Asimismo, brotes previos de coronavirus produjeron una carga significativa de comorbilidades y complicaciones cardiovasculares. Por otro lado, la gravedad del síndrome respiratorio primario y el riesgo de evolución desfavorable aumentan en pacientes con afecciones cardiovasculares previas. En pacientes con SARS son frecuentes la hipotensión, la taquicardia, la bradicardia, la arritmia o, incluso, la muerte súbita cardíaca; también se observó miocarditis e insuficiencia diastólica subclínica. En pacientes con deterioro de la función sistólica es más probable el requerimiento de ventilación mecánica.

Los primeros informes de COVID-19 sugirieron que los pacientes con enfermedades previas tienen mayor riesgo de complicaciones; hasta el 50% de los internados tienen alguna enfermedad crónica, 40% enfermedad cardiovascular (ECV) o cerebrovascular. En la estudio más grande publicado sobre COVID-19, se observó daño cardíaco agudo, shock y arritmias en el 7.2%, 8.7% y 16.7%, respectivamente, de los afectados, con mayor prevalencia entre pacientes que requirieron tratamiento intensivo.

 

Vínculos entre la enfermedad viral y el sistema cardiovascular

La ECV crónica puede descompensarse de forma secundaria a una infección viral, como consecuencia del desequilibrio entre el incremento de la demanda y la reducción de la reserva cardíaca. Los pacientes con enfermedad coronaria e insuficiencia cardíaca pueden estar en mayor riesgo, debido a la ruptura de la placa secundaria a la inflamación sistémica, que también tiene efectos procoagulantes, con mayor riesgo de trombosis del stent.

El SARS-CoV se une a las células que expresan receptores virales apropiados, particularmente los de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ECA2), que también se expresan en el corazón, lo cual proporciona un vínculo entre el coronavirus y el sistema cardiovascular. El SARS-CoV puede regular por disminución las vías de la ECA2 miocárdica y pulmonar, lo que mediaría la inflamación miocárdica, el edema pulmonar y la insuficiencia respiratoria aguda. En pacientes con SARS aumentan las citoquinas proinflamatorias en pulmones y otros órganos, y el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica proporciona un mecanismo posible para la falla multiorgánica en los casos graves, que generalmente involucra al corazón.

 

Riesgo cardiovascular a largo plazo

El aumento de la actividad inflamatoria sistémica y procoagulante puede persistir en sobrevivientes de internación por neumonía, mucho después de la resolución de la infección. Se vincularon los efectos clínicos de la neumonía con mayor riesgo de ECV en un seguimiento de hasta 10 años, y es probable que los casos de infección de las vías respiratorias en brotes virales experimenten resultados adversos similares. La utilización terapéutica de corticoides aumenta aún más la posibilidad de eventos adversos cardiovasculares. Sin embargo, son escasos los datos de seguimiento a largo plazo en sobrevivientes de epidemias de virus respiratorios. Mientras que el fenotipo viral, las características clínicas basales, la gravedad inicial y la inmediatez del  tratamiento influyen en la supervivencia a corto plazo, el pronóstico a largo plazo puede depender de las manifestaciones extrapulmonares. Son muy necesarios estudios de seguimiento en sobrevivientes de infección aguda.

 

Conclusiones

La mayor movilidad y el acceso fácil a viajes internacionales aceleraron la tasa de transmisión microbiana en todo el mundo, y las pandemias mundiales son una amenaza persistente. Los brotes de virus respiratorios amenazan la salud pública, pero las manifestaciones extrapulmonares asociadas y sus consecuencias a largo plazo son frecuentemente ignoradas. COVID-19 es una epidemia en rápida evolución, con características clínicas inciertas, y parece probable mayor aceleración. La ECV preexistente puede contribuir a la mala evolución aguda, y la infección puede tener repercusiones a largo plazo en la salud cardiovascular. Es esencial el abordaje multidisciplinario de los casos graves y el seguimiento prolongado.



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