Resúmenes amplios

LA DEFICIENCIA Y LA SUPLEMENTACIÓN DE MICRONUTRIENTES EN LAS INFECCIONES RESPIRATORIAS VIRALES


Parma, Italia
Las vitaminas A, C y D, el zinc y los ácidos grasos omega-3 son micronutrientes importantes. En algunas circunstancias, el aporte suplementario ha demostrado ser útil para la prevención, el tratamiento o la reducción de los síntomas en infecciones virales del tracto respiratorio inferior.

Nutrients 12(10):1-45

Autores:
Pecora F, Persico F, Esposito S

Institución/es participante/s en la investigación:
University of Parma

Título original:
The Role of Micronutrients in Support of the Immune Response against Viral Infections

Título en castellano:
El Papel de los Micronutrientes en Apoyo a la Respuesta Inmune contra las Infecciones Virales

Extensión del  Resumen-SIIC en castellano:
5.37 páginas impresas en papel A4

Introducción y objetivos 

El sistema inmunitario defiende al organismo de los agentes infecciosos y de otros agresores por medio de 2 mecanismos de respuesta: el innato y el adquirido. Por su parte, un estado nutricional apropiado es crucial para el desempeño óptimo de la respuesta inmune. Los micronutrientes, que incluyen vitaminas y elementos traza como el zinc, son necesarios para su correcto funcionamiento; por ello, sus deficiencias afectan a la inmunidad y pueden generar mayor susceptibilidad del huésped a las infecciones. 

Los micronutrientes en la inmunidad innata cumplen funciones de mantenimiento de la integridad estructural y funcional de las barreras físicas como la piel o las mucosas, colaboran con la actividad de las proteínas antimicrobianas y con la quimiotaxis celular, y ayudan en la actividad destructora y fagocítica de neutrófilos y macrófagos. Por su parte, en la inmunidad adaptativa influyen sobre la respuesta humoral mediada por anticuerpos y sobre la respuesta celular. 

Las infecciones y un estado nutricional deteriorado tienen una relación en círculo vicioso, dado que el estado nutricional deteriorado favorece la susceptibilidad o la gravedad de las infecciones, mientras que estas, junto a la respuesta inmune, exacerban las deficiencias nutricionales, generando malabsorción y mayor demanda de micronutrientes que aumentan el riesgo de malnutrición. 

Una dieta equilibrada es crucial para conseguir el consumo óptimo de estos micronutrientes; sin embargo, en la población general, incluso en países desarrollados, puede ser difícil alcanzar las cantidades recomendadas, por lo que las deficiencias de micronutrientes son frecuentes en todas las edades. Esto afecta a la inmunidad, la cual debe enfrentarse ante las amenazas virales; por tanto, se sugiere que la suplementación de micronutrientes podría cumplir un papel importante en mejorar la resistencia a las infecciones al restituir la función inmunitaria. 

El objetivo de este trabajo fue discutir el conocimiento actual sobre la eficacia de los micronutrientes en sostener la inmunidad, particularmente en lo referido a infecciones virales respiratorias. 

 

Resultados 

Se llevó a cabo una revisión bibliográfica de artículos publicados en inglés, obtenidos de la base de datos PubMed hasta abril de 2020.

 

Vitamina A 

El retinol (vitamina A1) es una vitamina liposoluble cuya ingesta es obligatoria porque no se sintetiza en el cuerpo humano. Se encuentra en vísceras, leche y queso, o como provitamina A (carotenoides) en vegetales verdes y frutas amarillas. Las vitaminas A preformadas son hidrolizadas a retinol en la luz del intestino delgado, que luego se deposita como reserva en el hígado. Cuando existe deficiencia, estos depósitos se movilizan y el retinol circula unido a la proteína ligadora de retinol (RBP, por su sigla en inglés) para ser utilizado por los tejidos. 

Los genes regulados por vitamina A están involucrados en actividades biológicas relevantes para la visión, el crecimiento, la diferenciación celular y tisular, la hematopoyesis y la inmunidad. 

En lo que respecta a inflamación e inmunidad innata, la vitamina A actúa sobre la integridad del epitelio, principalmente gastrointestinal; regula la diferenciación, el número y la función de células natural killer (NK), macrófagos y neutrófilos; modera la diferenciación de células dendríticas y estimula la secreción de citoquinas proinflamatorias (interleuquina [IL]-2 e IL-23); promueve la generación de Foxp3+ mientras inhibe recíprocamente la generación de Th1/Th17 y Th9 transcripcional, y se involucra en la actividad fagocítica y de explosión oxidativa antimicrobiana de los macrófagos. En cuanto a la inmunidad adquirida, esta vitamina regula la diferenciación, el crecimiento y la función de las células B, así como la producción de anticuerpos y la función inmunorreguladora de células Treg. En la inmunidad mediada por células, los retinoides influyen sobre la expresión de receptores de membrana que median la señalización de células T y actúan como un cofactor importante en su activación. 

La deficiencia de vitamina A es rara en los países desarrollados, pero en aquellos en vías de desarrollo puede llegar a ser un problema de salud pública significativo. Existen indicadores biológicos y funcionales de deficiencia, como los signos oftálmicos (ceguera nocturna, xeroftalmia, manchas de Bitot) y los indicadores bioquímicos, como la concentración de retinol sérico. El valor normal en plasma es de 20 a 50 µg/dl en niños y aumenta con la edad; sin embargo, existen confundidores, porque el RBP es un reactante de fase aguda, y una deficiencia provocaría más RBP libre en plasma; además, la concentración sérica de retinol es controlada homeostáticamente por las reservas hepáticas y no refleja los depósitos de vitamina A. Sin embargo, en los niños, valores < 10 µg/dl indican deficiencia. 

La recomendación de aporte diario de vitamina A es de 450 µg para niños de hasta 12 meses de edad, luego de lo cual los requerimientos van en aumento. Así, según el sexo, la recomendación de aporte es de hasta 900 µg y 700 µg por día en hombres y mujeres adultos, respectivamente. 

Los neonatos presentan menores niveles de vitamina A, más aún aquellos de bajo peso o nacidos pretérmino. Por tanto, dada la eficacia demostrada para mejorar la función respiratoria y prevenir la aparición de enfermedad pulmonar crónica, en niños prematuros se suplementa con vitamina A; también se recomienda en casos de deficiencia latente. 

Ensayos de suplementación con vitamina A llevados a cabo en la población pediátrica, han demostrado el efecto potencial de aumentar la cantidad de células T CD4. En cuanto a la utilidad clínica, la evidencia es contradictoria. Un metanálisis halló que esta vitamina se asocia con una reducción del 12% de la mortalidad por todas las causas; sin embargo, otros estudios no observaron tal descenso. 

También, si bien se ha informado que existe una relación significativa entre las concentraciones séricas bajas de retinol y las infecciones agudas del tracto respiratorio, estudios en niños no encontraron eficaz la suplementación con vitamina A para el tratamiento de infecciones virales de las vías respiratorias inferiores, como la producida por el virus sincitial respiratorio (VSR). 

Sin embargo, al considerar la evidencia acerca del papel de la vitamina A en sostener al sistema inmunitario y por sus efectos sobre la mortalidad infantil, debe ofrecerse la suplementación a niños en poblaciones con riesgo de deficiencia y a aquellos con trastornos malabsortivos.

Vitamina C 

La vitamina C (ácido ascórbico) es hidrosoluble y un micronutriente esencial en los seres humanos. Las fuentes principales son las frutas cítricas, los tomates, las papas y los vegetales de hojas verdes. Su provisión depende de la preparación culinaria, dado que se destruye fácilmente con el almacenamiento prolongado, la sobrecocción y el procesamiento de los alimentos. La lactancia materna es una fuente adecuada de vitamina C. 

El ácido ascórbico es un antioxidante y está involucrado en diversos procesos biológicos, como la síntesis de colágeno, el metabolismo de neurotransmisores y del colesterol, el transporte de ácidos grasos, el mantenimiento de los átomos de hierro y cobre y como cofactor de metaloenzimas. Además, actúa sobre las funciones celulares e inmunitarias del sistema hematopoyético al participar en el metabolismo del hierro. 

En el sistema inmunitario interviene en la integridad de la barrera y en la función leucocitaria, es un potente antioxidante que trabaja en el mantenimiento de la homeostasis redox celular y protege a las células del huésped de las especies reactivas de oxígeno (ROS) liberadas por los fagocitos en contra de bacterias y virus. 

En lo referido a la inmunidad innata, la vitamina C actúa sobre la habilidad quimiotáctica de los neutrófilos y sobre su proceso apoptótico, de modo que promueve la resolución de la inflamación y el daño tisular. Además, estimula la diferenciación y proliferación de células B y T; actúa sobre las citoquinas según el escenario, y puede estimular la producción de anticuerpos IgG o IgM.

La concentración normal plasmática de vitamina C es de 50 µmol/l. El rango entre 10 µmol/l y 50 µmol/l se considera con mayor riesgo de insuficiencia. El escorbuto aparece con concentraciones por debajo de 10 µmol/l, que corresponde a un consumo < 10 mg de vitamina C por día y una reserva corporal < 300 mg. Los niveles de vitamina C disminuyen durante las infecciones y el estrés; los niños expuestos al humo del tabaco requieren una ingesta de dosis mayores. 

En adultos, la dosis diaria recomendada de vitamina C es aquella que compensa las pérdidas metabólicas y asegura un nivel plasmático de 50 µmol/l. En niños y lactantes no existen requerimientos específicos, pero se han extrapolado de la información en adultos. 

El estado deficitario de vitamina C se correlaciona con aumento de la susceptibilidad a infecciones respiratorias graves, como la neumonía. En cuanto a prevención, un metanálisis observó que la suplementación con vitamina C produjo un descenso de la incidencia de neumonía mayor del 80%, en comparación con placebo, independientemente de la causa y con mayor efecto en personas con niveles plasmáticos iniciales bajos. Como tratamiento en pacientes de edad avanzada, logró disminuir la mortalidad y la gravedad de la neumonía, especialmente en los más enfermos. Un ensayo clínico controlado aleatorizado probó la administración de una infusión de vitamina C durante 96 h, en comparación con placebo, en pacientes con sepsis y síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA); la suplementación no mejoró los puntajes de disfunción orgánica, pero redujo significativamente la mortalidad y los días de internación. Sin embargo, la evidencia al respecto es aún escasa. 

Se cree que la vitamina C podría desempeñar un papel en la prevención y el tratamiento de la infección viral causada por el SARS-CoV-2. En un estudio se contabilizó el número de células T CD4+ y CD8+ en pacientes con COVID-19 y observó una reducción significativa de las células T; asimismo, los autores notaron una disfunción de dichas células luego de la infección por este virus. Por lo tanto, existe la posibilidad de que la vitamina C influya sobre las infecciones respiratorias virales, como la COVID-19, e involucre un mecanismo de limpieza mediado por células T.

 

Vitamina D 

La vitamina D es una hormona liposoluble que es sintetizada principalmente en la piel luego de la exposición a los rayos ultravioletas del sol (en la forma de vitamina D3) y, en menor medida, se obtiene de la alimentación como vitamina D2 o D3 a partir de pescados grasos, aceites de pescado, yemas de huevo, queso y alimentos fortificados. 

Luego de su absorción intestinal o por la piel, la vitamina D se transporta al hígado en donde se convierte en 25-hidroxivitamina D (25[OH]D), compuesto que se mide para evaluar el estado vitamínico debido a su vida media de 2 a 3 semanas. Luego, se transporta a los riñones en donde se convierte a su forma activa, la 1,25-dihidroxivitamina D (1,25[OH]2D). Las acciones de esta última son mediadas por su unión al receptor nuclear de vitamina D (VDR), que lleva a la regulación de la transcripción genética. El VDR se distribuye ampliamente en diversos tejidos y células, incluso en el sistema inmunitario. 

La vitamina D tiene funciones en la homeostasis del calcio y en la remodelación ósea, en el desarrollo fetal, en la función pulmonar, en la regulación de la inmunidad y sobre el epitelio intestinal. 

En el sistema inmunitario actúa a través de la inducción de péptidos antimicrobianos por las células inmunitarias y del epitelio respiratorio, mejora la actividad de los macrófagos y la migración de las células dendríticas hacia los órganos linfáticos para presentar antígenos a las células T. Por otra parte, la vitamina D puede inhibir la producción de citoquinas inflamatorias, observándose entonces un efecto inmunorregulador, avalado por diversas investigaciones, que podría ser beneficioso en las infecciones virales respiratorias, incluso en la producida por el SARS-CoV-2, dado que en dichas afecciones se produce hipercitoquinemia conocida como “tormenta de citoquinas”, que es perjudicial. Así, diferentes estudios han informado un efecto inmunomodulador del tratamiento con vitamina D en las infecciones por influenza A, VSR y dengue. 

No existe consenso definitivo sobre la concentración sérica óptima de vitamina D, pero la mayoría de los autores sugieren como rango normal entre 30 y 100 ng/ml, insuficiencia entre 20 y 29 ng/ml y deficiencia, niveles < 20 ng/ml (50 nmol/l). Valores < 10 ng/ml se considera deficiencia grave, con un riesgo muy elevado de presentar raquitismo. Las concentraciones > 100 ng/ml y 200 ng/ml son dañinas y tóxicas. 

La prevalencia de esta deficiencia vitamínica es variable entre países y según la edad, y pueden alcanzar hasta el 60% en algunas poblaciones. 

Las recomendaciones de consumo de vitamina D en Italia son de 10 µg (400 UI) en niños menores de 12 meses, y de 15 µg (600 UI) en niños mayores y adolescentes. La profilaxis con vitamina D se recomienda en todos los recién nacidos y lactantes hasta el año de vida, independientemente del tipo de lactancia; una dosis mayor se indica en niños pretérmino o de bajo peso. La suplementación también se recomienda en niños y adolescentes con factores de riesgo como obesidad, exposición solar escasa, malabsorción intestinal, enfermedad renal o hepática crónica o tratamientos crónicos con anticonvulsivos o ketoconazol, entre otros, en dosis entre 600 UI y 1000 UI por día. Algunas sociedades sugieren la suplementación sistemática durante los meses de invierno. En Italia no está indicado el rastreo ni el aporte suplementario de rutina de vitamina D. 

Diversos estudios analizaron la relación entre los niveles de vitamina D y las infecciones del tracto respiratorio en niños. Se informó que cuando los valores vitamínicos eran bajos, existía mayor riesgo de infecciones respiratorias agudas, enfermedad más grave, mayor necesidad de oxígeno o soporte ventilatorio, hospitalización más prolongada o probabilidades de admisión en unidades de cuidados intensivos (UCI). También se observó mayor incidencia de neumonía en niños con raquitismo y más probabilidades de falla del tratamiento. Sin embargo, contrariamente, otros estudios no hallaron beneficios. 

También se ha investigado la relación entre el estado de vitamina D durante el embarazo o los niveles vitamínicos en sangre del cordón y las infecciones respiratorias en niños; se notó que mayores niveles de vitamina implican menor riesgo. 

Se evaluó la suplementación a corto plazo o en bolo con vitamina D para el tratamiento o la prevención de infecciones respiratorias agudas bajas (IRAB), pero globalmente la evidencia no mostró eficacia de manera homogénea. Sin embargo, su aplicación preventiva a largo plazo, con administración diaria o semanal, obtuvo mejores resultados. Así, la suplementación en niños durante el invierno logró reducir significativamente la incidencia de influenza A y de infecciones del tracto respiratorio; también la suplementación hasta los 6 meses de vida aumentó ampliamente el tiempo medio hasta el primer episodio de infecciones respiratorias. De todos modos, existen estudios que informan resultados contrarios. 

Aún no está establecida la dosis correcta para alcanzar tal efecto protector; las investigaciones evaluaron dosis en rango desde 400 hasta 2000 UI/día, y en aquellos que compararon dosis menores o mayores se observaron mejores resultados con las dosis más elevadas. 

En síntesis, existe información acerca del papel de la vitamina D en la regulación de la respuesta inmunitaria ante infecciones virales, y los datos obtenidos confirman la asociación entre niveles bajos de vitamina D y mayor susceptibilidad a infecciones respiratorias. Los ensayos clínicos, globalmente muestran que la suplementación diaria o semanal es más beneficiosa en la prevención de IRAB que la administración en bolo o por corto plazo, por lo que deben realizarse más investigaciones para determinar la forma de administración correcta. Indicar esta vitamina no parece ser útil como tratamiento de las IRAB en niños. 

Los resultados discordantes entre estudios pueden deberse a la heterogeneidad en cuanto al nivel basal de vitamina D, a su asociación con malnutrición u otras deficiencias, a los distintos programas de suplementación aplicados en diversos países, a los polimorfismos del VDR y a los requerimientos individuales, por lo que son necesarios más investigaciones que lo aclaren. 

Varios autores han sugerido una asociación entre la deficiencia de vitamina D y la COVID-19. En algunos estudios se halló una correlación negativa entre los niveles vitamínicos y el número de casos y muertes en los países, así como concentraciones menores de vitamina en individuos con hisopado positivo. Debido al efecto regulador de la vitamina D sobre el sistema inmunitario y a su capacidad para disminuir la tormenta de citoquinas, propia de la patogénesis de las infecciones virales, incluida la producida por a COVID-19, es una hipótesis que puede considerarse. Algunos ensayos clínicos sugieren que la administración de vitamina D puede reducir la gravedad de la enfermedad y la necesidad de hospitalización o de admisión en UCI, aunque se requieren más investigaciones al respecto. 

 

Ácidos grasos omega-3 

Los ácidos grasos omega-3 (AGn-3) son una familia de ácidos grasos poliinsaturados (PUFA, por su sigla en inglés). Entre ellos se encuentra el ácido alfa-linolénico que es sintetizado desde el ácido linoleico, un AGn-6. Ambos son ácidos grasos esenciales que deben ser obtenidos de la dieta dado que no son sintetizados en cantidad suficiente por el organismo humano. Sin embargo, los animales pueden metabolizar el ácido alfa-linolénico para producir ácido eicosapentanoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA). Las mismas enzimas son empleadas por los AGn-6 para sus vías metabólicas, que llevan a la producción de ácido araquidónico; por lo tanto, el ácido alfa-linolénico es un inhibidor competitivo del metabolismo del ácido linoleico, y viceversa. La conversión a EPA y DHA es generalmente escasa en los seres humanos (< 15%), por lo que deben ingerirse con los alimentos. El ácido alfa-linoleico se halla en los aceites vegetales; el DHA y el EPA se encuentran en pescados, y en aceites de pescado o de krill. 

Los AGn-3 son componentes de los fosfolípidos de membrana; además, proveen energía y se utilizan para formar eicosanoides, por lo que ejercen funciones importantes en los sistemas cardiovascular, pulmonar, inmunitario y endocrino. 

Los metabolitos de los AGn-3 y los AGn-6 tienen funciones inmunitarias reguladoras. Los PUFA son sustratos que generan enzimáticamente moléculas que participan en la resolución de la inflamación, denominadas mediadores especializados en favor de la resolución (SPM, por su sigla en inglés); a diferencia de los agentes inmunosupresores, estas moléculas contribuyen a la resolución de la inflamación, pero también ejercen acción antimicrobiana al impulsar las defensas del huésped. 

Los SPM derivados de los AGn-3 (EPA y DHA) actúan por medio del control de la actividad neutrofílica, al promover la fagocitosis de las células apoptóticas mediada por macrófagos y al estimular a las células NK para desencadenar y acelerar la apoptosis granulocítica polimorfonuclear; además, estas moléculas amortiguan la producción de citoquinas. Se ha demostrado una acción sinérgica en la regulación inmunitaria entre los AGn-3 y la microbiota intestinal. 

Los valores de ácidos grasos séricos o plasmáticos pueden variar ampliamente según la comida ingerida recientemente, por lo que no reflejan el consumo a largo plazo. Sin embargo, el estado de omega-3 puede ser valorado al calcular el porcentaje del total de ácidos grasos fosfolipídicos séricos. Si bien los valores normales no están establecidos, el nivel sérico medio de fosfolípidos EPA y DHA es de entre 3% y 4%. 

El estado de omega-3 también puede ser valorado al analizar los ácidos grasos de los eritrocitos, por lo que se propuso el “índice omega-3”, el cual representa el contenido de EPA más DHA en las membranas de los glóbulos rojos, expresado como porcentaje del total de ácidos grasos eritrocitarios; esto refleja mejor el consumo de EPA y DHA a largo plazo. En países occidentales con bajo consumo de pescado, el EPA y el DHA conforman del 3% al 5% de los ácidos grasos eritrocitarios. 

Aunque los datos disponibles son insuficientes para estimar el requerimiento de AGn-3, se ha indicado como consumo adecuado para adultos 250 mg de EPA más DHA, basado en aspectos de salud cardiovascular, y también para niños desde los 2 años en adelante. Para aquellos entre 6 y 24 meses de vida se considera adecuada una ingesta de 100 mg de DHA. 

Los AGn-3 cumplen una función fundamental en la resolución de la inflamación inducida por infecciones, que incluyen las del tracto respiratorio. La suplementación con PUFA en embarazadas ha disminuido las sibilancias persistentes o el asma en sus niños en un 7%, en los primeros 5 años de vida, efecto más notable cuando la mujer presentaba deficiencias basales; además, se redujo el riesgo de IRAB. También se observó menor incidencia de bronquiolitis en los niños que recibieron suplementación con omega-3 y menor morbilidad al disminuir los episodios de infecciones respiratorias altas. Sin embargo, la suplementación neonatal con DHA de niños pretérmino no logró reducir las hospitalizaciones por problemas del tracto respiratorio inferior en los primeros 18 meses. 

La COVID-19 puede manifestarse como un síndrome hiperinflamatorio, que se caracteriza por una tormenta de citoquinas que conduce a fallo multiorgánico y SDRA en aproximadamente el 50% de los pacientes. 

La suplementación con AGn-3 tiene un papel potencial en la mejoría del daño pulmonar agudo y del SDRA. Diversos estudios investigaron si estos podían modular la respuesta inflamatoria sistémica y la producción de citoquinas. Algunos trabajos mostraron descenso de biomarcadores inflamatorios sistémicos, pero otros no lo hicieron. Estudios en animales podrían sugerir un papel potencial del EPA y el DHA en disminuir el daño pulmonar, al colaborar en la resolución de la inflamación. Esto debe ser validado con investigaciones futuras.

 

Zinc 

El zinc es un elemento traza esencial para los seres humanos, que se requiere para el funcionamiento de numerosas enzimas y factores de transcripción. Cumple una función clave en la regulación del sistema inmunitario tanto adaptativo como innato. 

Sus fuentes alimentarias son los productos de origen animal como carne, pescado, huevos y lácteos, pero también se halla en granos enteros, nueces y legumbres. La biodisponibilidad es mayor cuando se obtiene de fuentes animales; se absorbe en el tracto digestivo por medio de transportadores específicos. 

La deficiencia de zinc afecta a miles de millones de personas en el mundo, especialmente a niños y adultos de edad avanzada de los países en desarrollo, a embarazadas, y a sujetos veganos y vegetarianos. Se considera deficiencia a un valor plasmático de zinc < 60 µg/dl. En Italia, la dosis diaria recomendada de consumo es de 3 mg/día para niños menores de 12 meses y aumenta gradualmente hasta 9 a 12 mg/día en adolescentes y adultos. 

El zinc actúa de manera compleja sobre el sistema inmunitario porque puede ensalzar y, a la vez, inhibir diferentes funciones inmunitarias para alcanzar el balance adecuado entre efectos antiinflamatorios y proinflamatorios. Un consumo adecuado es esencial para limitar la sobreproducción de citoquinas inflamatorias; estudios in vitro y en seres humanos han demostrado una respuesta inflamatoria aumentada, con liberación excesiva de citoquinas proinflamatorias, cuando existe deficiencia de zinc, así como incremento del número de células T reguladoras inducibles. También participa en el mantenimiento de la integridad de las membranas epiteliales. 

La suplementación con zinc ha demostrado ser efectiva para reducir el estrés oxidativo, disminuir la duración de los síntomas de resfriado en adultos, y tener efecto antiviral directo sobre el VSR, el virus del dengue y el coronavirus. También se ha sugerido que puede inhibir la replicación del SARS-CoV-2. 

Algunas investigaciones han hallado que niveles deficientes de zinc se asocian con peores resultados en niños con neumonía internados en UCI pediátrica, por lo que sugieren que suplementar sería beneficioso. Diversos estudios informaron resultados positivos con la suplementación durante el tratamiento de las IRAB, como mayor resolución sintomática, menor tasa de mortalidad, recuperación clínica más rápida en pacientes pediátricos con neumonía y estadía hospitalaria más corta; sin embargo, otros trabajos no encontraron beneficios, por lo que la evidencia no es concluyente. 

Se ha investigado la utilidad de la suplementación con zinc para la prevención de infecciones virales respiratoriarios. Algunos estudios han informado beneficios mientras que otros no notaron efectos significativos. Probablemente, esto se debe a la variabilidad de dosis empleadas, aunque se observaron efectos positivos y negativos con distintas dosis. Globalmente, distintas revisiones y metanálisis confirman la eficacia de la suplementación con zinc para prevenir enfermedades respiratorias. Se ha encontrado beneficio con un aporte de zinc mayor de 3 meses en disminuir la incidencia de neumonía (-13%), IRAB y diarrea en niños, así como la mortalidad por todas las causas.

 

Conclusiones 

Un sistema inmunitario que funcione adecuadamente es importante para reducir el riesgo de infecciones, incluso las IRAB. Los micronutrientes cumplen un papel importante en modular la respuesta inflamatoria y podrían actuar de manera sinérgica para apoyar al sistema inmunitario en la respuesta a las infecciones virales. 

La suplementación de vitaminas, AGn-3 y zinc parece ser una estrategia segura y de bajo costo para sostener la función óptima del sistema inmunitario, y debe considerarse como adición a una alimentación saludable dentro de los límites recomendados. 

Sin embargo, debe reconocerse que la suplementación no necesariamente logra prevenir la enfermedad o curarla, pero podría disminuir los síntomas o facilitar la recuperación.





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