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Desde la descripción de los primeros casos a fines de 2019 en Wuhan, China, la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19 por su sigla en inglés) se propagó rápidamente a 188 países y regiones. A principios de octubre de 2020 se habían comunicado más de 35.5 millones de afectados y más de un millón de decesos en todo el mundo. El uso de barbijos en lugares públicos, con la finalidad de reducir la transmisión de la infección, es sólo una de las medidas adoptadas a nivel público para evitar el contagio.
A 8 meses del inicio de la pandemia de COVID-19, la demanda de equipos de protección personal (EPP), incluidos barbijos, guantes, batas, gafas protectoras y protectores faciales, persiste. La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó por el posible desabastecimiento de EPP y solicitó que se incrementara de manera sustancial la producción de estos elementos.
En este escenario de demanda creciente, compañías nacionales e internacionales aumentaron la producción y venta de EPP. La empresa 3M™ de los Estados Unidos multiplicó la venta de máscaras N95 a 95 millones por mes. Los precios de los EPP, anteriormente bajos, se han incrementado drásticamente en los últimos meses, como consecuencia de diversos factores, entre ellos la reducción del suministro, el número limitado de empresas dedicadas a su producción en todo el mundo y la necesidad de que el conjunto de la población utilice productos de buena calidad.
Durante la pandemia, muchos países tuvieron dificultades para adquirir una cantidad suficiente de máscaras faciales de buena calidad; en los países en vías de desarrollo, como Tailandia, Japón, Méjico, Vietnam y Sudáfrica, en los cuales el uso de barbijos quirúrgicos y máscaras N95 se ha reservado para los profesionales de la salud, o en los países en los cuales esos productos son escasos, la principal alternativa para el total de la población es el uso de barbijos no médicos reutilizables, hechos de tela.
Los barbijos reutilizables son lavables, rentables y no suponen más consecuencias deletéreas, en términos de los recursos económicos, ya reducidos.
En algunos países, como Sudáfrica y Tailandia, es obligatorio que la gente utilice barbijos de tela únicamente, con lo cual se redujo considerablemente la demanda de barbijos quirúrgicos y máscaras N95. En unos pocos meses, la utilización de barbijos reutilizables se ha incrementado considerablemente en la comunidad y representa, en la actualidad, un aspecto esencial en salud pública para hacer frente a la pandemia.
Según la OMS, los barbijos reutilizables ideales son aquellos que pueden lavarse muchas veces y que incluyen una combinación de 3 capas diferentes, con lo cual se logra una eficiencia de filtración entre 2 y 5 veces más alta, respecto de los que tienen una única capa. Los barbijos deberían tener una capa interna de material hidrófilo (algodón o mezclas de algodón) de absorción, una capa externa de material hidrófobo no absorbente (algodón, poliéster, nailon, rayón, polipropileno o mezclas) para reducir la contaminación externa, y una capa media de material hidrófobo sintético (polipropileno) o una capa de algodón que filtra o retiene las gotas de respiración, con lazos elásticos para la colocación.
Estos barbijos reutilizables deben ser lavados a 60ºC con detergente y sólo pueden ser utilizados una vez que están completamente secos. Las recomendaciones de los U.S. Centers for Disease Control and Prevention, el Infection Control Expert Group (Australia) y la Pan-Canadian Public Health Network son uniformes en este sentido.
Las máscaras faciales reutilizables disponibles comercialmente incluyen diferentes porcentajes de materiales sintéticos como edredón de algodón y franela (65% algodón y 35% poliéster), seda sintética (100% poliéster), seda natural, espándex (52% nailon, 39% poliéster, y 9% copolímeros de poliuretano), satén (97% poliéster y 3% espándex) y gasa (90% poliéster y 10% espándex), entre otros.
Los estudios confirmaron la eficacia de los barbijos caseros, con dos o tres capas, en términos de la reducción de las gotas que se generan durante los estornudos o la tos.
En los países desarrollados, los barbijos deben reunir ciertas características con la finalidad de que se asegure su composición y reutilización (número posible de lavados); sólo aquellas máscaras faciales certificadas pueden ser comercializadas. Para algunos países, como Portugal, España, Bélgica, Alemania y Francia, la certificación es proporcionada por el Technological Centre for the Textile and Clothing Industry de Portugal. En cambio, la situación es muy diferente en otros países, con escasa regularización; en consecuencia se comercializan en los negocios y tiendas productos no certificados con niveles de calidad por debajo de los estándares.
En el contexto de los cambios inducidos por la pandemia de COVID-19 ha surgido importante preocupación en relación con el abordaje de los desechos plásticos y la eliminación inadecuada de los EPP.
Dos estudios recientes analizaron si los barbijos quirúrgicos y las máscaras N95 representan una fuente importante de microplásticos, es decir fragmentos de plástico de menos de 5 mm. Los resultados sugieren fuertemente que estos elementos representan una fuente potencial de contaminación ambiental.
Por el momento, las máscaras reutilizables no se incluyen en los estudios de microplásticos, motivo por el cual las consecuencias ambientales no han sido documentadas científicamente.
La liberación de micropartículas de plástico de las prendas obedece fundamentalmente a la acción mecánica y química (durante el lavado con detergentes en lavadoras). Diversos estudios sugirieron que el lavado de la ropa es una fuente importante de emisión de micropartículas de plástico. El modo de lavado (con máquinas o manual), el tipo de detergente, la temperatura y el tipo ropas que se lavan son algunos de los factores que determinan la capacidad emisión de micropartículas. El tamaño de la mayoría de las microfibras que se liberan durante el lavado mecánico es de menos de 6 micrones a más de 2 mm.
Las máscaras reutilizables sufren los mismos efectos que otras prendas durante el lavado, de modo que la emisión de fibras naturales (celulosa) y sintéticas (poliéster, nailon, rayón) sería similar, dependiendo de las características de la prenda. Una vez lavadas, las fibras se descargan en las aguas residuales e ingresan al ambiente; en un último paso llegan a los océanos y se incorporan en la cadena alimentaria de los seres humanos. En todos los océanos hay fibras naturales y sintéticas; la abundancia y la composición, sin embargo, son variables según las distintas cuencas oceánicas.
Las microfibras de algodón se consideran biodegradables, pero los pasos involucrados en su degradación en el ambiente marino se conocen poco. Las fibras de celulosa son esencialmente generadas por los seres humanos, por procesos industriales.
Las microfibras de goma, polipropileno y nailon no son fácilmente biodegradables; en el transcurso del tiempo estas microfibras no biodegradables se fragmentan en partículas pequeñas de plástico que se diseminan en el ambiente, con consecuencias sumamente negativas para los organismos acuáticos. Además, las microfibras textiles tienen resinas, suavizantes y tinturas, entre otros productos, que podrían unirse a los micropolutantes orgánicos y metales pesados, mientras persisten en el ambiente. Estos productos, una vez liberados, ejercerían consecuencias muy adversas sobre la vida marina.
El número de microfibras que se liberan a partir de los barbijos reutilizables es un aspecto que merece especial atención, sobre todo si se tienen en cuenta los millones de productos que se fabrican, venden y lavan diariamente en todo el mundo. Además, incluso los barbijos reutilizables tienen un tiempo de uso limitado, ya que suelen soportar entre 25 y 50 lavados. Por lo tanto, es inevitable que estos productos terminen en la naturaleza o en la basura doméstica.
En conclusión, de manera urgente se deben comprender los riesgos y las posibles consecuencias ambientales del uso de barbijos reutilizables, en el escenario de emergencia sanitaria actual.
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