Introducción
Cada vez se reconoce mejor que la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19, por su sigla en inglés) es un trastorno multisistémico.
La infección del tracto respiratorio por Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2 (SARS-CoV-2) se asocia con respuestas inmunológicas que pueden ejercer efectos sistémicos, mediante la activación de diversas vías de inflamación.
COVID-19 puede inducir una “tormenta de citoquinas proinflamatorias”, asociada con trastornos de la regulación inmunológica, activación de plaquetas, hipercoagulabilidad, disfunción de las células endoteliales y tromboembolismo, con compromiso grave de numerosos órganos.
La enfermedad aguda puede desencadenar eventos cardiovasculares y diabetes tipo 2; en cambio, la evolución cardiovascular y metabólica al año de COVID-19 no ha sido caracterizada.
Las manifestaciones cardíacas de COVID-19 incluyen daño cardíaco con aumento de los niveles séricos de troponinas, insuficiencia cardíaca y riesgo aumentado de mortalidad en pacientes internados. En el transcurso de las primeras 4 semanas, la enfermedad también puede asociarse con infarto agudo de miocardio y accidente cerebrovascular isquémico. Se ha referido, también, hiperglucemia de reciente inicio, asociada con pronóstico desfavorable.
Desde la descripción de los primeros casos de COVID-19 se produjeron múltiples olas de infección y se identificaron numerosas variantes de SARS-CoV-2 y, en este contexto, cada vez se presta más atención a las complicaciones a largo plazo de la enfermedad.
Se refirió que un porcentaje elevado de pacientes que han tenido COVID-19 presentan síntomas más de 4 semanas después de la presentación inicial. Se sugirieron diferentes fases de la enfermedad, es decir, COVID-19 aguda (durante las primeras 4 semanas de la infección), infección posaguda (COVID-19 sintomática persistente, entre las semanas 5 y 12 después de la infección) y síndrome posterior a COVID-19, en pacientes con síntomas que persisten más de 12 semanas después de la infección.
El riesgo de COVID-19 y la gravedad de la enfermedad se asocian con el riesgo cardiometabólico; asimismo, las cuarentenas motivaron cambios sustanciales en los hábitos de vida, como en la dieta, la actividad física y otras variables conductuales vinculadas con la salud, con posibles consecuencias sobre el riesgo cardiovascular y la diabetes, en la población general, de manera independiente de la infección por SARS-CoV-2.
En este escenario se requieren estudios controlados para evaluar los efectos netos a largo plazo de COVID-19 sobre el riesgo cardiovascular y de diabetes. La información proporcionada por registros electrónicos de salud ofrece una excelente oportunidad para conocer las consecuencias a largo plazo de COVID-19.
Para el presente estudio se utilizó la información proporcionada por el Clinical Practice Research Datalink (CPRD), para identificar pacientes con COVID-19 o sin la infección, con la finalidad de estimar los efectos netos de la enfermedad sobre variables cardiometabólicas, en el curso de las primeras 4 semanas, los 3 primeros meses y el año posterior a la infección. Específicamente se determinó si la incidencia de nuevos casos de diabetes y de eventos cardiometabólicos está aumentada al año de COVID-19, en comparación con controles emparejados.
Pacientes y métodos
El estudio de cohorte se llevó a cabo entre 2020 y 2021.
Se evaluaron 428 650 pacientes con COVID-19, sin antecedente de eventos cardiovasculares o diabetes, y 428 650 controles, comparables en edad, sexo y antecedentes clínicos; los participantes fueron seguidos hasta enero de 2022. Los criterios principales de valoración fueron los eventos cardiovasculares y la aparición de diabetes, en modelos con ajuste según la edad, la etnia, el hábito de fumar, el índice de masa corporal, la presión arterial sistólica y el índice de Charlson. El período de seguimiento se dividió períodos de 4 semanas, de entre 5 y 12 semanas, y de entre 13 y 52 semanas (COVID aguda, COVID posaguda y COVID prolongada, respectivamente).
Resultados
La incidencia neta de diabetes aumentó en las primeras 4 semanas que siguieron a COVID-19 (rate ratio ajustado [RR] de 1.81, intervalo de confianza del 95% [IC 95%]: 1.51 a 2.19) y se mantuvo elevado entre las semanas 5 y 12 (RR de 1.27, IC 95%: 1.11 a 1.46), pero no entre las semanas 13 y 52 (RR de 1.07, IC 95%: 0.99 a 1.16).
COVID aguda se asoció con incremento neto de la incidencia de eventos cardiovasculares (RR de 5.82, IC 95%: 4.82 a 7.03), incluidos eventos de embolismo pulmonar (RR de 11.51, IC 95%: 7.07 a 18.73), de arritmias auriculares (RR de 6.44, IC 95%: 4.17 a 9.96) y de trombosis venosa (RR de 5.43, IC 95%: 3.27 a 9.01).
La incidencia de eventos cardiovasculares declinó entre las semanas 5 y 12 (RR de 1.49, IC 95%: 1.28 a 1.73), y presentó una declinación neta entre las semanas 13 y 52 (RR de 0.80, IC 95%: 0.73 a 0.88).
Conclusión
Los resultados del presente estudio indican que la incidencia de eventos cardiovasculares aumenta poco después de COVID-19. La incidencia de diabetes permanece elevada, por lo menos, durante 12 semanas después de COVID-19. Los pacientes con COVID-19 sin antecedente de eventos cardiovasculares o de diabetes no parecen tener incremento a largo plazo de estos trastornos.