ReSIIC editado en: Neurología Pediatría Educación Médica Epidemiología Medicina del Trabajo Medicina Interna Salud Pública |
Introducción
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad neurodegenerativa e inflamatoria, mediada por mecanismos inmunológicos, cuyo riesgo depende de factores genéticos y ambientales, incluidos el tabaquismo, el índice de masa corporal (IMC) durante la adolescencia, la infección por el virus Epstein-Barr, la exposición al sol y la vitamina D. La influencia de los cambios en los turnos de trabajo (CTT) sobre el riesgo de EM, en cambio, no ha sido determinada.
En los países nórdicos, los CTT se han asociado con riesgo aumentado de la enfermedad, sobre todo cuando esta variable de exposición ocurre a edades tempranas. Los CTT pueden asociarse con patrones irregulares del sueño y la vigilia, y con restricción de la duración del sueño; sin embargo, estos trastornos también son frecuentes durante la adolescencia. La restricción del sueño y el sueño de mala calidad afectan las vías inmunológicas, con incremento de las reacciones proinflamatorias, asociadas con riesgo elevado de enfermedad inflamatoria crónica. Los ritmos circadianos también están involucrados en la regulación de la respuesta inmunológica; su disrupción puede asociarse con trastornos en la secreción de melatonina y con disfunción inmunológica.
Estudios experimentales y ensayos realizados con seres humanos han sugerido que el sueño insuficiente podría contribuir en el riesgo de enfermedades inflamatorias crónicas y de procesos neurodegenerativos, pero las posibles asociaciones entre los patrones del sueño y el riesgo de EM no han sido analizadas con anterioridad. Por lo tanto, el objetivo del presente estudio fue conocer la influencia de la duración del sueño, de la disrupción circadiana y de la calidad del sueño sobre el riesgo de EM.
Pacientes y métodos
Para el presente estudio poblacional de casos y controles, se utilizaron los datos del Epidemiological Investigation of Multiple Sclerosis (EIMS) que analizó datos de un registro de Suecia, para pacientes de entre 16 y 70 años. El diagnóstico de EM se basó en los criterios de McDonald. Para cada caso se seleccionaron de manera aleatoria 2 controles, comparables en edad, sexo y región de residencia. Los factores asociados con el estilo de vida y las exposiciones se recogieron con cuestionarios estandarizados, disponibles para 2055 casos y 4518 controles entre abril de 2005 y marzo de 2013. Las preguntas complementarias que permitieron conocer los patrones del sueño fueron respondidas por 1686 casos (82%) y 2982 controles (66%). En 2015, el cuestionario EIMS se actualizó y se incluyeron preguntas sobre los hábitos del sueño; estos cuestionarios fueron respondidos por 724 casos y 795 controles. Por lo tanto, para el presente estudio se consideraron 2075 casos y 3164 controles; la edad promedio de aparición de la enfermedad en los casos fue de 34.8 años.
Se consideraron en particular los patrones del sueño y los CTT en el período de edad de entre 15 y 19 años, para lo cual se aplicó el Karolinska Sleep Questionnaire. Las correlaciones entre la duración del sueño y la calidad del sueño se analizaron con coeficientes de Pearson e intervalos de confianza del 95% (IC 95%). Mediante modelos de regresión logística se estimaron los odds ratios (OR). Las asociaciones entre cada una de las características del sueño y el riesgo de EM se analizaron con modelos de regresión logística, con ajuste según diversos factores de confusión.
Resultados
En comparación con el sueño de entre 7 y 9 horas de duración durante la adolescencia, el sueño de menor duración (menos de 7 horas por noche) se asoció con riesgo aumentado de aparición de EM (OR de 1.4, IC 95: 1.1 a 1.7). Igualmente, el sueño de mala calidad durante la adolescencia se asoció con riesgo incrementado de EM (OR de 1.5, IC 95%: 1.3 a 1.9); sin embargo, los CTT no afectaron de manera significativa el riesgo de EM.
Conclusión
Los resultados del presente estudio sugieren que el sueño insuficiente y el sueño de mala calidad durante la adolescencia podrían aumentar el riesgo de EM. Los hallazgos son clínicamente relevantes en términos de prevención.