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La lucidez con que Moreno y su grupo encararon las necesidades de la naciente Revolución, y la prudencia con que afrontaron las relaciones del nuevo gobierno con las grandes potencias, están bien demostradas en este párrafo, suscitado por las injerencias de un marino inglés en los acontecimientos de entonces. Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos, y no deben fiar sino de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino en sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo enhorabuena, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas, pero miremos sus consejos con la mayor reserva, y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y abalorios. Aprendamos de nuestros padres, y que no se escriba de nosotros lo que se ha escrito de los habitantes de la antigua España con respecto a los cartagineses que la dominaron: Libre, feliz España, independiente, se abrió al cartaginés incautamente: viéronse estos traidores fingirse amigos, para ser señores; y el comercio afectado, entrar vendiendo por salir mandando.» |
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