El principio de participación en la terapéutica indígena

De Medicina aborigen americana, por el Dr. Ramón Pardal. Sección C, tomo III de la Biblioteca Humanior.
José Anese (ed.), Buenos Aires: s/f.

   
   

Es un hecho consignado por numerosos autores que se han ocupado de la psicología de los pueblos primitivos, que entre éstos es común un tipo de raciocinio que se ha llamado el principio de participación. Este consiste en la pretendida influencia que objetos distintos ejercerían uno sobre otro, por la única razón de semejarse en la forma o de impresionar análogamente los sentidos.

Gran número de pueblos primitivos tratan de provocar la lluvia haciendo ruido con tambores. El proceso mental es, en esquema, el siguiente: el redoble del tambor participa del trueno, por su ruido semejante; tocando el tambor, se imita el trueno y se originará el trueno porque el ruido participa del mismo; el trueno irá probablemente acompañado de lluvia. Tocando el tambor se conseguirá que llueva.

Una planta que tenga la forma de un órgano servirá para curar sus enfermedades, porque participa de su forma. Con el mismo criterio, los órganos o diversas partes del cuerpo de un animal que se caracterice por su agudeza de oído o de vista, o por su fortaleza, o en el que predomine una determinada característica fisiológica o espiritual, fueron empleadas en terapéutica.

Así por ejemplo los Araucanos e indios de la Pampa administraban en los estados melancólicos el cerebro de gaviota.

Con el mismo criterio el «pelo de ñandú» fue empleado como remedio contra la sordera o afecciones del oído, porque el ñandú tiene un oído extremadamente fino.

Los indios Cainaguá del Paraguay empleaban para curar las afecciones oculares la carne de buitre, porque el buitre goza de una vista extraordinaria, según lo indica su segundo nombre indígena Arahwirechapaco, que quiere decir «el que desde los aires lo ve todo».

Por la misma razón el indio Guaraní para dar soltura y vivacidad a los movimientos en ciertas ocasiones ingería tábanos.

Una derivación de las mismas ideas han visto algunos en la costumbre que persiste aún entre los cuidadores de gallos de riña, de hacer comer a estos animales alacranes y otros insectos picadores.

Entre los Araucanos, las mujeres embarazadas ingerían el Payun (Aracnites uniflora Ph., Burmaníaceas) para tener hijos varones, porque la flor de esta planta tiene una especie de barba varonil. Entre los Pilagá, antes del parto, las mujeres se untaban el cuerpo con grasa de raya para librar sin dolor, porque la raya no tiene la cría dentro del vientre sino en la bolsa fuera de él.

Los Pilagá, cuando tienen ampollas en los pies, se friccionan con grasa de ciervo, para adquirir la ligereza de ese animal.

En la Columbia Británica a las mujeres estériles se les da a beber un cocimiento de nidos de abejas o de moscas, porque éstas se reproducen en gran cantidad.


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