Introducción
Las infecciones adquiridas en el hospital contribuyen significativamente a la
morbilidad y a la mortalidad de los pacientes, así como al incremento del costo de
hospitalización. En los Estados Unidos se estimó una tasa del 3.6% de muertes
intrahospitalarias debidas a infecciones adquiridas en el hospital, lo que supone 80
000 muertes anuales.1 Esto coloca las infecciones adquiridas en el
hospital a la cabeza de las diez causas principales de muertes producidas en el
ámbito hospitalario.2,3
Los estudios dirigidos a la investigación de la mortalidad atribuible a
infecciones hospitalarias generalmente han seguido a los pacientes durante un
corto período de tiempo4 y gran parte de ellos sólo durante la
estancia en el hospital.5 La razón para esta práctica habitual es que
gran parte de la mortalidad directamente atribuible a infecciones hospitalarias
tienen lugar mientras los pacientes están ingresados en el hospital o durante poco
tiempo después. Por lo tanto no se considera verosímil que una infección que ha
curado pueda causar la muerte varios años después. Sin embargo, el padecimiento
de una infección hospitalaria puede llegar a ser un marcador independiente de alto
riesgo de muerte, incluso varios años después. Por otra parte, entre las
consecuencias a largo plazo de la infección adquirida en el hospital, ésta puede
jugar un papel relevante en la muerte prematura. Los efectos adversos a largo
plazo tras el alta, asociados con la infección adquirida en el hospital rara vez han
sido evaluados, pero estudios anteriores encontraron un incremento de la
mortalidad en el seguimiento de un pequeño número de pacientes
quirúrgicos.6
Se realizó un estudio prospectivo basado en el seguimiento de la supervivencia de
pacientes quirúrgicos tras el alta. Se comparó la mortalidad tras el alta de los
pacientes que tuvieron infección intrahospitalaria con los que no la tuvieron y se
estimó el riesgo relativo (RR) de la mortalidad a largo plazo asociada con la
infección adquirida en el hospital.
Métodos
El estudió se realizó en el Servicio de Cirugía General del Hospital Ciudad de
Jaén, perteneciente al Servicio Andaluz de Salud. La población de referencia es de
650 000 habitantes, que representa la provincia de Jaén. Los participantes en la
cohorte fueron seleccionados entre los pacientes ingresados en el Servicio de
Cirugía General desde el 1 de noviembre de 1992 hasta el 30 de junio de 1994 y
desde el 1 de diciembre de 1995 hasta el 31 de enero de 1997. Los pacientes
ingresados para observación y los transferidos desde otros servicios o los
ingresados con estancia inferior a un día fueron excluidos. Se reclutaron 2 973, de
los que 84 fallecieron durante la estadía en el hospital: 2 889 fueron seguidos tras
el alta.
La recolección de datos se publicó con anterioridad,7 y se describe
brevemente a continuación. Se realizó una entrevista a cada paciente dentro de las
primeras 24 horas tras el ingreso, en los pacientes ingresados de urgencia y en la
consulta ambulatoria preoperatoria en los pacientes de cirugía no urgente. Se
obtuvo información sobre el consumo de tabaco y alcohol, los pacientes fueron
medidos y pesados, se les extrajo una muestra de sangre para medir colesterol
total y sus fracciones, triglicéridos, albúmina sérica y proteínas totales, creatinina
sérica y glucemia. Se tomaron datos sobre todas las enfermedades que padecía
cada paciente (cáncer, insuficiencia renal, hepática, diabetes, etc.). El riesgo
preoperatorio se valoró mediante la escala ASA (American Society of
Anesthesiologists).
La información sobre los procedimientos diagnósticos y terapéuticos se
recolectó durante la estancia hospitalaria (incluidas las fechas de comienzo y
finalización). Se recopiló información acerca de variables asociadas con la cirugía
(cirujano, tipo de herida quirúrgica, duración de la intervención). Se utilizaron los
índices SENIC (Study on the Efficacy of Nosocomial Infection Control) y
NNIS (National Nosocomial Infections Surveillance) para calcular el riesgo
intrínseco de cada paciente.8,9
Los pacientes con infección hospitalaria fueron identificados de forma prospectiva.
Todos los pacientes fueron visitados a diario para obtener cualquier dato que se
estimase pertinente. Los datos se recolectaron de manera estandarizada. La
infección hospitalaria se diagnosticó de acuerdo con los criterios de los CDC
(Centers for Diseases Control and Prevention).10 En el
presente estudio, el seguimiento se extendió 30 días tras el alta para detectar
infección hospitalaria desarrollada clínicamente en el domicilio del paciente. El
seguimiento tras el alta se realizó mediante la revisión de los partes de los servicios
de urgencia y mediante la consulta con otros cirujanos del
servicio.11
En España no existe ningún procedimiento público disponible que
proporcione una base de datos completa del país a los investigadores para llevar a
cabo estudios prospectivos de mortalidad, como es el índice nacional de muerte en
EE.UU. Las restricciones legales en la actualidad impiden el uso de los datos de
mortalidad personales con fines de investigación. Por lo tanto, el contacto individual
con los pacientes se realizó por teléfono (hasta un máximo de tres llamadas) o por
carta, y en los no contactados por los procedimientos anteriores (n = 144) se
consultó la base de datos de la Seguridad Social para conocer su situación vital. La
media de seguimiento de los pacientes vivos fue de 6.2 años (rango intercuartilo
5.7-6.8). En cinco casos los pacientes o sus familiares se negaron a participar en el
estudio y otros 18 no pudieron ser recuperados (pérdidas en el seguimiento). El
seguimiento se completó con 2 866 pacientes (99.2%).
La supervivencia en términos de personas/año para cada paciente se calculó
tomando el tiempo transcurrido desde la fecha del alta hospitalaria hasta la fecha
de la muerte, de la última visita o del contacto telefónico confirmando que el
paciente se encontraba vivo. Las tasas de incidencia de muerte se calcularon por
categorías específicas de potenciales factores de riesgo, incluyendo la infección
hospitalaria. El cálculo de estas tasas se efectuó dividiendo el número de muertes
por el número de personas/año de cada categoría. La magnitud de la asociación se
valoró en términos de riesgo relativo (RR). Se realizó el análisis crudo del RR para
la mortalidad. Con objeto de identificar los mejores predictores independientes de
supervivencia se realizó la regresión de Cox. El nivel de significación en el análisis
univariado para la inclusión en el modelo de regresión múltiple fue de 0.2. Este
nivel ha sido recomendado para evitar factores de confusión
residual.12 Después del análisis univariado, para la selección de las
variables candidatas se siguió la metodología determinada por Hosmer y Lemeshow
(2001).13 Se usaron diagramas causales para identificar posibles
factores de confusión y evitar ajustes innecesarios o
impropios.14
Resultados
En la tabla 1 se muestra la comparación entre los pacientes atendidos y los
perdidos en el seguimiento en relación con sus principales características
sociodemográficas y clínicas. Las diferencias entre los pacientes seguidos y los
perdidos fueron de escasa importancia y estadísticamente no significativas. La
evidencia sugiere que la mayor parte de las pérdidas en el seguimiento fueron no
sistemáticas, aunque sí se encontraron diferencias significativas en los niveles de
albúmina sérica, que sugieren un pronóstico levemente peor en los pacientes
perdidos en el seguimiento. La proporción de pacientes infectados fue muy similar
entre los perdidos en el seguimiento y los que lo completaron.
Tabla 1
Se observaron 383 muertes durante el período de seguimiento. Las tasas de
muerte según las categorías de los principales predictores de supervivencia se
muestran en la tabla 2. La edad, el sexo, el hábito de fumar (> 30 paquetes año),
los altos niveles de creatinina (> 1.1 mg/dl), y distintas enfermedades crónicas
fueron predictores de mortalidad durante el período de seguimiento.
Tabla 2
En el modelo ajustado de la regresión de Cox se observó una interacción
(modificadora del efecto) estadísticamente significativa entre padecer una
enfermedad crónica subyacente e infección hospitalaria (p = 0.01), es decir la
asociación entre la infección hospitalaria y la mayor tasa de muerte fue dependiente
de la existencia previa de enfermedad crónica. El coeficiente de la interacción fue
negativo, lo que indica que la asociación entre la infección hospitalaria y la
mortalidad era más baja (de hecho desapareció) si una enfermedad crónica estaba
presente. Consecuentemente se dividieron las estimaciones de los modelos
multivariados en dos estratos, dependiendo de la presencia o la ausencia de
enfermedad crónica. Se ajustaron por separado los modelos de los enfermos que
tenían enfermedad crónica subyacente de los que no la tenían (tabla 3). Entre los
pacientes que no tenían enfermedad crónica subyacente se observó un riesgo
mayor de muerte durante el período de seguimiento si éstos habían tenido una
infección adquirida en el hospital durante su hospitalización previa. Las
estimaciones ajustadas del RR fueron 1.77 (IC 95%: 1.16-2.70) en la exposición a
cualquier clase de infección; 1.79 (IC 95%: 1.14-2.81) cuando se consideró como
exposición la adquisición de una infección intrahospitalaria; 1.49 (IC 95%: 0.93-
2.39) cuando se consideró la infección de herida quirúrgica; 1.48 (IC 95%: 0.87-
2.50) en la infección de la herida intrahospitalaria, y 0.77 (IC 95%: 0.11-5.57) en
las infecciones del tracto respiratorio bajo. Estas asociaciones fueron de una
magnitud más baja cuando las determinaciones se efectuaron entre los pacientes
con enfermedad crónica subyacente.
Tabla 3
Discusión
En el presente estudio de seguimiento que incluyó 2 889 pacientes quirúrgicos
se evidenció que la infección intrahospitalaria es un predictor de la mortalidad a
largo plazo tras el alta hospitalaria, independientemente de los factores conocidos
de mortalidad. Esta asociación sólo se presentó en pacientes sin diagnóstico previo
de enfermedad crónica. Un estudio previo de 87 pacientes con una gran infección
de la herida quirúrgica emparejado con 87 controles, encontró un incremento de la
mortalidad (riesgo relativo: 2.5) dentro de los primeros 6 meses tras el alta, que
descendió a 1.3 durante el siguiente período de seguimiento (hasta 400
días).6 En nuestro estudio se realizó un seguimiento de mucha
mayor duración.
Hay algunas limitaciones potenciales en nuestro estudio. La principal es no haber
podido realizar un análisis de las causas de muerte. Los datos sobre las causas de
muerte no son fiables, por no haber podido consultar la base del Registro Civil de
Mortalidad (es secreto). El número de pérdidas (0.8%) es muy pequeño para que
puedan introducir un sesgo en las estimaciones.
En el análisis estratificado, los resultados apoyaron fuertemente el criterio de que la
asociación entre la infección adquirida en el hospital y la mortalidad a largo plazo es
dependiente de la ausencia de enfermedad crónica subyacente. La explicación de
este hallazgo está probablemente relacionada con el hecho de que la enfermedad
crónica posiblemente represente una causa competitiva con la muerte prematura
que prevalece en los pacientes con infección hospitalaria.
Parece improbable que las infecciones nosocomiales, una vez curadas, puedan
causar directamente mortalidad retardada varios años después. Sin embargo, una
infección puede representar un marcador útil de mal pronóstico en pacientes sin
enfermedad crónica subyacente.
Nuestros resultados también pueden explicarse, al menos en parte, porque algunas
secuelas y complicaciones relacionadas con las infecciones adquiridas en el hospital
pueden ejercer también un efecto causal que conduce a una mortalidad más alta a
largo plazo. La necesidad de atención médica subsecuente y la posibilidad de
efectos yatrogénicos adicionales o las consecuencias adversas de la prolongación o
persistencia de la infección pueden incluirse entre las posibilidades que conducen al
mecanismo causal a largo plazo. Este criterio es consistente con otros estudios
previos que informan una mortalidad significativamente más alta a corto plazo en
pacientes con infección de la herida quirúrgica, aunque estas investigaciones están
generalmente limitadas al incremento de la mortalidad intrahospitalaria y al
alargamiento de la estadía.4-6,15-17
Gran parte de los estudios que valoran la asociación entre la infección hospitalaria y
la mortalidad informaron incremento de la mortalidad intrahospitalaria en pacientes
con infección del tracto respiratorio (especialmente neumonía).18-26
En nuestro estudio, la infección del tracto respiratorio bajo no presentó una relación
estadísticamente significativa con la mortalidad, quizá debido al reducido número
de pacientes con infección del tracto respiratorio bajo de nuestra cohorte (n = 32,
17 de ellos sin enfermedad crónica subyacente).
Solamente cinco pacientes con infección del tracto urinario y sin enfermedad
crónica subyacente fallecieron. Este hallazgo es consistente con la mayor parte de
estudios previos que muestran un incremento mínimo o ausente de la mortalidad a
corto plazo en pacientes con infección no complicada del tracto
urinario.18,27-28 Aunque un estudio sí encontró mortalidad
intrahospitalaria elevada.29
Las infecciones adquiridas en el hospital son –en parte– evitables, las
actividades de control y seguimiento organizadas reducen las tasas de
infección.30 Se desconoce si las infecciones adquiridas en el hospital
asociadas con alto riesgo de mortalidad a largo plazo son evitables, y por lo tanto si
un descenso en estas infecciones implica una reducción de la mortalidad a largo
plazo.
En resumen, nuestros resultados sugieren que en pacientes quirúrgicos sin
enfermedad crónica subyacente, la infección hospitalaria es un importante
marcador independiente de mayor mortalidad tras el alta, incluso tras dos años de
que ésta se haya producido.
Los autores no manifiestan conflictos.
BIBLIOGRAFÍA
-
Martone WJ, Jarvis WR, Culver DH et al. Incidence and nature of endemic and
epidemic nosocomial infections. In: Bennett JV, Brachman PS, Eds. Hospital
Infections. 3rd edn. Boston/Toronto/London: Little, Brown and Company, 1992;
577-596.
-
Haley RW, Culver DH, White JW, Morgan WM, Emori TG. The nationwide
nosocomial infection rate. A new need for vital statistics. Am J Epidemiol 1985;121:
159-167.
-
Haley RW, White JW, Culver DH, Hughes JM. The financial incentive for
hospitals to prevent nosocomial infections under the prospective payment system.
An empirical determination from a nationally representative sample. J Am Med
Assoc 1987; 257: 1611-1614.
-
Astagneau P, Rioux C, Golliot F, Brucker G, for the INCISO Network study
Group. Morbidity and mortality associated with surgical site infections: results from
the 1997-1999 INCISO surveillance. J Hosp. Infect 2001; 48: 267-274.
-
Kirkland KB, Briggs JP, Trivette SL, Wilkinson WE, Sexton DJ. The impact of
surgical-site infections in the 1990s: attributable mortality, excess length of
hospitalization, and extra costs. Infect Control Hosp Epidemiol 1999; 20: 725-730.
-
Poulsen KB, Wachmann CH, Bremmelgaard A, Sorensen AI, Raahve D, Petersen
JV. Survival of patients with surgical wound infection: a case-control study of
common surgical interventions. Br J Surg 1995; 82: 208-209.
-
Delgado Rodríguez M, Medina Cuadros M, Gómez Ortega A, Martínez Gallego G,
Mariscal Ortiz M, Martínez González MA, Sillero Arenas M. Cholesterol and serum
albumin levels at admission as predictors of death, nosocomial infection and length
of stay in general surgery. Arch Surgery-Chicago 2002; 135: 805-812.
-
Haley RW, Culver DH, Morgan WM, White JW, Emori TG, Hooton TM. Identifying
patients at High risk of surgical wound infection: a simple multivariate index of
patient susceptibility and wound contamination. Am J Epidemiol 1985; 121: 206-
215.
-
Culver DH, Horan RC, Gaynes RP et al. Surgical wound infection rates by
wound class, operative procedure, and patient risk index. Am J Med 1991; 91
(Suppl. 3B): 152S-157S.
-
Horan TC, Gaynes RP, Martone WJ, Jarvis WR, Emori TG. Centers for Diseases
Control (CDC) definitions for nosocomial surgical site infections, 1992: a
modification of CDC definitions of surgical wound infections. Infect Control Hosp
Epidemiol 1992; 13: 606-608.
-
Medina Cuadros M, Sillero Arenas M, Martínez Gallego G, Delgado Rodríguez M.
Surgical wound infections diagnosed after discharge from hospital, epidemiological
differences with in-hospital infections. Am J Infect Control 1996; 24: 421-428.
-
Mickey RM, Greenland S. The impact of confounder selection criteria on effect
estimation. Am J Epidemiol 1989; 129: 125-137.
-
Hosmer DW, Lemeshow SA. Applied Logistic Regression. 2nd edn. New York:
Wiley, 2001.
-
Greenland S, Pearl J, Robins JM. Causal Diagrams for epidemiologic research.
Epidemiology 1999; 10: 37-48.
-
Olson M M, Allen MO. Nosocomial abscess. Results of an eight-year prospective
study of 32 284 operations. Arch Surg 1989; 124: 356-361.
-
Delgado Rodríguez M, Martínez Gallego G, Bueno Cavanillas A, Medina Cuadros
M, Dierssen Soto T, Sillero Arenas M. Comparison of two procedures to estimate the
hospital stay attributable to nosocomial infection: matched cohort study versus
analysis of covariance of the total unmatched cohort. J Clin Epidemiol 1997; 50:
773-778.
-
Delgado Rodríguez M, Gómez Ortega A, Lecuona M et al. Nosocomial infection,
indices of intrinsic infection risk, and in-hospital death. J Hosp Infect 1999; 41:
203-211.
-
Fagon JY, Novara A, Stephan F, Girou E, Safar M. Mortality attributable to
nosocomial infections in the ICU. Infect Control Hosp Epidemiol 1994; 15: 428-434.
-
Nielsen SL, Roder B, Magnussen P, Engquist A, Frimodt-Moller N. Nosocomial
pneumonia in an intensive care unit in a Danish university hospital: incidence,
mortality and etiology. Scand J Infect Dis 1992; 24: 65-70.
-
Fagon JY, Chastre J, Hance AJ, Montravers P, Novara A, Gibert C. Nosocomial
pneumonia in ventilated patients: a cohort study evaluating attributable 128 A.
Cosano et al. mortality and hospital stay. Am J Med 1993; 94: 281-288.
-
Celis R, Torres A, Gatell JM, Almela M, Rodriguez-Roisin R, Agusti Vidal A.
Nosocomial pneumonia. A multivariate analysis of risk and prognosis. Chest 1988;
93: 318-324.
-
Torres A, Aznar R, Gatell JM et al. Incidence, risk, and prognosis factors of
nosocomial pneumonia in mechanically ventilated patients. Am Rev Respir Dis
1990; 142: 523-528.
-
Bueno Cavanillas A, Delgado Rodríguez M, López Luque A, Schaffino Cano S,
Gálvez Vargas R. Influence of nosocomial infection on hospital mortality at an
intensive care unit. Crit Care Med 1994; 22: 55-60.
-
Timsit JF, Chevret S, Valcke J et al. Mortality of nosocomial pneumonia in
ventilated patients: influence of diagnostic tools. Am J Respir Crit Care Med 1996;
154: 116-123.
-
Fagon JY, Chastre J, Vuagnat A, Trouillet JL, Novara A, Gibert C. Nosocomial
pneumonia and mortality among patients in intensive care units. J Am Med Assoc
1996; 275: 866-869.
-
Diaz Molina C, Martinet de la Concha D, Salcedo Leal I et al. Influencia de l a
infeccion nosocomial sobre la mortalidad en una Unidad de Cuidados Intensivos.
Gac Sanit l998; 12: 23-28.
-
Rodríguez Rumayor G, Fernández Pérez C, Delgado García A et al. Relación de
la infección nosocomial con la mortalidad hospitalaria. Estudio multicéntrico. Med
Clin (Barc) 1993; 100: 9-13.
-
Horan TC, Culver DH, Gaynes RP, Jarvis WR, Edwards JR, Reid CR. Nosocomial
infections in surgical patients in the United States, January 1986-June 1992.
National Nosocomial Infections Surveillance (NNIS) System. Infect Control Hosp
Epidemiol 1993; 14: 73-80.
-
Platt R, Polk BF, Murdock B, Rosner B. Mortality associated with nosocomial
urinary-tract infection. N Engl J Med 1982; 307: 637-642.
-
Weinstein RA. Infection control in the hospital. In: Braunwald E, Fauci AS,
Kasper DL et al. (Eds). Harrison's Principles of Internal Medicine 15th edn. New
York: McGraw-Hill 2001; 853-856.
|