Los niños con enfermedad inflamatoria intestinal (EII) tendrían un riesgo bajo de infección grave por COVID-19, incluso mientras se les administran inmunosupresores.
"Los niños con EII a menudo reciben medicamentos inmunosupresores que pueden aumentar el riesgo de complicaciones infecciosas", expresan la Dra. Erica Brenner, gastroenteróloga pediátrica, becaria e investigadora de enfermedades inflamatorias del intestino en la University of North Carolina.
Brenner y otros autores presentaron su investigación en el North American Society of Pediatric Gastroenterology, Hepatology & Nutrition Annual Meeting (Reunión anual de la Sociedad Norteamericana de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica).
Los profesionales analizaron los casos pediátricos de EII COVID-19 de 35 países basándose en información actualizada de la base de datos Surveillance Epidemiology of Coronavirus Under Research Exclusion-IBD (SECURE-IBD).
De los 540 pacientes (edad media, 15,1 años; 242 mujeres) evaluados,
no hubo muertes,
solo el 4% (n = 23) requirió hospitalización por COVID-19,
1% (n = 5) fue asistido con cuidados intensivos y
0,4% (n = 2) precisó ventilación mecánica.
Brenner señaló que los pacientes que necesitaron ventilación tenían colitis ulcerosa y tomaban mesalamina.
Al evaluar el uso de medicación para la EII, el 48% de los pacientes utilizó monoterapia con antagonistas del factor de necrosis tumoral y el 21% utilizó sulfasalazina / mesalamina.
Los autores concluyeron que los factores relacionados con la hospitalización de los pacientes incluían condiciones comórbidas no relacionadas con EII, gravedad de la EII, síntomas gastrointestinales, etnia hispana y esteroides.
Después de ajustar la actividad de la enfermedad, el uso de sulfasalazina / mesalamina no se consideró un factor de riesgo (OR ajustado = 2,19; IC del 95%, 0,86-5,55).
El uso de monoterapia con antagonistas del TNF disminuyó la probabilidad de hospitalización.
Los autores también señalaron en sus resultados que el 86% de los niños no tenían comorbilidades distintas de la EII.
"Estos datos pueden tranquilizar a las familias y a los profesionales que atienden niños con EII", escribieron los investigadores.