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¿Por qué los países asiáticos superan a los occidentales en el control de la COVID-19?
Pathogens and Global Health , Milán y Moscú, Italia 15 Diciembre, 2020

¿Por qué hay menos muertos por la COVID-19 en Oriente que en Occidente? Desde menos de una muerte por millón en Taiwán, Vietnam y Tailandia hasta 647 muertes por millón en Bélgica.
A pesar de la adopción de medidas de contención similares en el mundo oriental, Europa y América, las tasas de mortalidad difieren de manera notable: ningún país asiático aparece entre los 20 primeros en términos de mortalidad por millón de habitantes.

Hasta hace poco y si la tendencia no varía, la mortalidad media por millón en los países asiáticos y europeos era de 2,7 frente a 197 muertes por millón de habitantes, respectivamente. ¿A qué se debe una diferencia tan abultada?

La revista Pathogens and Global Health* aborda el tema mediante un estudio de médicos intensivistas del Instituto Científico San Rafael de Milán y del Instituto de Reanimación y Rehabilitación de Moscú.

Los autores del trabajo evaluaron factores como la edad de la población, la experiencia previa de epidemias, la aceptación social del distanciamiento físico, el empleo de mascarillas, el porcentaje de fumadores activos y las variaciones genéticas protrombóticas.

Hasta la culminación de la investigación, ningún país asiático figura entre los veinte primeros en términos de mortalidad por millón de habitantes. China, por ejemplo, solo registra una tasa de mortalidad de 3 por cada millón.
En el estudio se comparan las muertes por millón de habitantes ocurridas a los 50 días del inicio de la epidemia entre las regiones de Europa/América y Asia Central y Sudoriental, según datos registrados en Worldometers.info y OurWorldInData.org

El comienzo de la epidemia lo definen como el día en que cada país registró 0,1 muertes por millón. En ambos grupos, se incluyeron los diez principales países en términos de población, número de casos documentados de la COVID-19 y número de muertes hasta el 18 de julio.
Un total de 24 países, 10 de Asia Central y Sudoriental y 14 de Europa, América del Norte y América del Sur, cumplieron con los criterios de inclusión.

La mortalidad osciló entre 647 muertes por millón de habitantes en Bélgica, donde la epidemia comenzó el 11 de marzo, y 0,1 muertes por millón en Myanmar o Birmania, donde la epidemia se inició cinco semanas después.
La mortalidad en los primeros 50 días de la epidemia difería significativamente entre los países asiáticos y europeos: 2,7 frente a 197 muertes por millón de habitantes, respectivamente.

El análisis confirma que cuanto más tarde se vio afectado un país por la epidemia, en Europa y en América, más leve fue el impacto en la mortalidad durante los primeros 50 días. A pesar del hecho de que la epidemia comenzó en China, a la que el comercio y los viajes vinculan a la mayoría de su entorno geográfico, económico y cultural, los países asiáticos han superado ampliamente a los occidentales en términos de supervivencia.

Población más joven
Los autores consideran que atribuir la diferencia a la falta o incompatibilidad de datos no es realista, ya que la mayoría de los países realizaron testeos a porcentajes similares de población (entre el 10 % y el 25 %). Del mismo modo, es improbable que las estrategias de confinamiento tuvieran algo que ver en la mortalidad, ya que se aplicaron en todo el mundo con marcos y modalidades similares. Además, según los datos de Google Mobility Trends, las interrupciones en la vida normal fueron menos drásticas en Asia que en Europa y Estados Unidos. De ahí que aludan a las diferencias en las características de la población, la historia reciente y el comportamiento social para tratar de explicar las divergencias.

En primer lugar, sugieren, la población asiática es más joven que la de Europa y América del Norte. La mediana de edad de la población en Asia es de 31 años, en comparación con los 42 años de edad en Europa y 35 en América del Norte. En Italia, notablemente golpeada por la COVID-19, la mediana de edad de la población es de 45,5 años, una de las más altas del mundo. Dado que los ancianos son más susceptibles a las enfermedades infecciosas y sus secuelas, las diferencias en la edad media de la población pueden explicar parcialmente las tasas de mortalidad. No explican, sin embargo, la elevada mortalidad en Brasil o México, cuya población es más joven que la europea.

Experiencia previa
En segundo lugar, argumentan que el brote de SARS de 2003 puede haber dado a algunos países asiáticos (en particular China, Hong Kong y Taiwán) ciertas ventajas en la lucha contra la COVID. De hecho, los asiáticos ya sabían cómo hacer frente a una epidemia, y tomaron medidas tempranas tan pronto como se informaron los primeros casos, haciendo cumplir limitaciones en los viajes, bloqueos y el despliegue de tecnología moderna para rastrear la infección.

Por el contrario, Europa y Estados Unidos no tenían ninguna experiencia directa con esta clase de epidemias en el último siglo y no aumentaron su nivel de atención hasta que fue demasiado tarde. Cuando finalmente se aplicaron las restricciones, la población estaba menos dispuesta a colaborar, ya que no se entendía la importancia crítica de tales limitaciones.

Mascarillas, tabaco y genes
En tercer lugar, continúa el equipo italiano, en Europa y en Estados Unidos la adopción de las mascarillas y del distanciamiento físico no fue una tarea fácil de hacer cumplir. En la cultura asiática, como es sabido, el mantenimiento de la distancia interpersonal y el uso de mascarillas son más comunes, con pandemia o sin ella. Al principio, estas medidas apenas fueron comprendidas y adoptadas por las poblaciones occidentales.

En cuarto lugar, la alta prevalencia de fumadores activos entre la población masculina en Asia podría haber desempeñado un papel en la reducción de los casos de la COVID-19. Se basan en esa correlación negativa contra intuitiva entre el tabaquismo activo y la susceptibilidad a la infección. Los autores opinan que los mecanismos detrás de este fenómeno aún no se entendieron plenamente ya que es poco convincente que el tabaquismo activo haya contribuido a reducir la mortalidad por SARS-CoV-2 en Asia.

Además, los patrones genéticos protrombóticos son menos comunes en Asia que en el resto del mundo. Las personas portadoras de mutaciones protrombóticas podrían ser más propensas a desarrollar trastornos pulmonares microvasculares relacionados con el síndrome tromboinflamatorio de la COVID-19. Podrían existir también otras diferencias genéticas que restan analizar.

Por último, indican que, dado que la reducción de la mortalidad se ha relacionado con el consumo de determinados alimentos, la diversidad culinaria entre los países asiáticos y los occidentales quizá tenga también un efecto protector.
Si bien otros factores también pudieron haber contribuido a librar con éxito la batalla contra la pandemia en el Este, la población asiática jugó un papel crucial en tomar la iniciativa. Para los autores, comprender las costumbres y tradiciones de una cultura diferente, puede ayudar a mejorar la estrategia para adelantarse al COVID-19.


Pathogens and Global Health
Why are Asian countries outperforming the Western world in controlling COVID-19 pandemic?
Giovanni Landoni ORCID Icon,Nicolò Maimeri,Monica Fedrizzi,Stefano Fresilli,Artem Kuzovlev,Valery LikhvantsevORCID Icon, et al
Noviembre 26, 2020
https://doi.org/10.1080/20477724.2020.1850982