Resúmenes amplios

UTILIDAD TERAPÉUTICA DE LOS ACIDOS GRASOS POLIINSATURADOS EN PACIENTES CON TDAH, DISLEXIA O DISPRAXIA


Oxford, Reino Unido
Si bien la dislexia, la dispraxia y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad podrían relacionarse con una alteración del metabolismo de los ácidos grasos, es necesario tener en cuenta que la falta de éstos es sólo un factor más entre las posibles causas de aparición de esos trastornos.

Food and Behaviour Research

Autores:
Richardson AJ

Institución/es participante/s en la investigación:
Mansfield College and University Lab. of Physiology

Título original:
Fatty Acids in Dyslexia, Dyspraxia and ADHD Can Nutrition Help?

Título en castellano:
Papel de los Acidos Grasos en Caso de Dislexia, Dispraxia y TDAH: Utilidad Terapéutica de la Estrategia Nutricional

Extensión del  Resumen-SIIC en castellano:
2.75 páginas impresas en papel A4
Introducción y objetivos La dislexia, la dispraxia y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) pueden superponerse. Se calcula que el 20% de la población puede presentar uno o más de estos trastornos. En general, los pacientes tienen dificultades que persisten hasta la adultez y afectan su desempeño. Por otro lado, el déficit de ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) puede favorecer la aparición de trastornos psiquiátricos. En el presente artículo se evaluó el papel de los AGPI respecto de la aparición de dislexia, dispraxia y TDAH. Características clínicas de los pacientes con dislexia, dispraxia y TDAH Si bien la dislexia, la dispraxia y el TDAH son trastornos que pueden presentarse solos, es frecuente observar su superposición en un mismo individuo. No obstante, cada enfermedad debe ser tratada por separado. El tratamiento en caso de TDAH suele incluir la administración de fármacos estimulantes. En cambio, la dislexia debe abordarse mediante la educación o la psicoterapia. Respecto de la dispraxia, el tratamiento incluye la fisioterapia y la terapia ocupacional. La dislexia se caracteriza por una dificultad específica para aprender a leer y escribir en ausencia de déficit intelectual. Los trastornos de la memoria de trabajo y fonológicos también son característicos en estos pacientes. Además, puede estar afectada la percepción visual y auditiva, entre otros síntomas. La superposición con el TDAH se verifica en el 30% a 50% de los casos. En cuanto a la dispraxia, la superposición sería aun mayor. La dislexia se hereda en un 50% de los casos. Se informó que los pacientes pueden presentar una simetría inusual de las áreas cerebrales encargadas del procesamiento del lenguaje y una disposición y conectividad neuronal característica. La afección auditiva y visual indica la presencia de una alteración en el sistema magnocelular de procesamiento ultrarrápido de la información. Los pacientes con dispraxia tienen dificultades para planificar y efectuar acciones secuenciales complejas, lo cual se verifica al evaluar la coordinación motora, la escritura, la expresión escrita y la lectura, entre otras actividades. Al igual que en el TDAH, los pacientes dispráxicos tienen dificultades en la organización, la atención y la concentración. También se observan trastornos del estado de ánimo y la conducta e intolerancia ante situaciones nuevas. El TDAH se caracteriza por la presencia de falta de atención, hiperactividad e impulsividad o ambos cuadros. Estos pacientes son incapaces de adaptar la conducta a la situación y retrasar la gratificación. Cerca del 50% de los niños con TDAH tiene características clínicas de dislexia, dispraxia o ambas, sobre todo si presentan el subtipo inatentivo. Acidos grasos esenciales y funcionamiento cerebral Los ácidos grasos araquidónico (AA) y docosahexaenoico (DHA) desempeñan un papel fundamental en la estructura cerebral. Los ácidos eicosapentaenoico (EPA) y dihomogammalinolénico (DGLA) también forman parte de la estructura cerebral, aunque su papel más importante es funcional. El EPA, el DGLA y el AA son sustratos para la síntesis de prostaglandinas y otros compuestos fundamentales para la regulación del funcionamiento cerebral y del cuerpo humano en general. Los ácidos grasos esenciales no pueden sintetizarse y deben incorporarse de la dieta. Incluyen el ácido linoleico, perteneciente a la serie omega-6, y el ácido alfa linolénico, perteneciente a la serie omega-3. En general, los AGPI de cadena larga necesarios para el funcionamiento cerebral pueden ser sintetizados de los ácidos grasos esenciales mencionados. No obstante, este proceso de síntesis puede verse afectado por la dieta, el estilo de vida y las enfermedades, por lo que el déficit de AGPI puede tener lugar aun en presencia de precursores aportados mediante la dieta. Además, hay que tener en cuenta la capacidad constitucional del individuo para convertir ácidos grasos esenciales en AGPI. Déficit de ácidos grasos en caso de TDAH, dispraxia y dislexia Numerosos estudios indican que los pacientes con TDAH presentan un trastorno relacionado con la conversión de ácidos grasos esenciales en AGPI. En coincidencia, se informó que el tratamiento con EPA, DHA, ácido gammalinolénico y AA cambia el perfil de ácidos grasos y mejora los síntomas en los niños con TDAH. Cabe destacar que la administración de DHA puro fue ineficaz y que el ácido graso omega-3 que resulta útil para el tratamiento de los niños con TDAH es el EPA. En cuanto a la dispraxia, son necesarios estudios aleatorizados para obtener conclusiones definitivas, ya que los efectuados hasta el momento fueron abiertos. De todos modos, los datos señalan una mejoría objetiva al administrar un suplemento de ácidos grasos omega-3 y omega-6. Por último, en pacientes con dislexia se halló que la administración de ácidos grasos mejora las funciones visuales. En estudios efectuados mediante resonancia magnética funcional y espectroscópica se halló un exceso de precursores de lípidos de membrana. Esto sugiere que los pacientes disléxicos presentan una alteración para sintetizar ciertos AGPI. También se observó aumento de los niveles de fosfolipasa A2, enzima encargada de eliminar los AGPI de la membrana plasmática. En un estudio comparativo se informó que los pacientes disléxicos presentan un nivel significativamente superior de signos clínicos que indican déficit de ácidos grasos en comparación con los individuos sanos. Los resultados preliminares de 2 estudios a doble ciego efectuados en estos pacientes mostraron indicios de mejoría con la administración de AGPI. Cuestiones relacionadas con el empleo terapéutico de ácidos grasos Se plantea si el déficit de ácidos grasos es más frecuente en pacientes con TDAH, dislexia o dispraxia que en el resto de la población. Como primera medida debe efectuarse un diagnóstico correcto y tener en cuenta la superposición posible entre las enfermedades mencionadas. Los estudios señalan que una proporción significativa de pacientes con dislexia, dispraxia o TDAH mejoran al recibir suplementos de AGPI, si bien los resultados no pueden generalizarse a todos los pacientes con estos trastornos. Además, hay que tener en cuenta otros factores que participan en el tratamiento. También se observaron beneficios al administrar dichos suplementos a individuos sanos, los cuales podrían generalizarse a toda la población. Son necesarias más investigaciones para obtener conclusiones definitivas. Una segunda cuestión tiene que ver con el modo de identificación de los pacientes que se beneficiarían con el aporte de ácidos grasos. Es claro que los resultados terapéuticos serán mejores en presencia de signos clínicos de déficit relativo de AGPI. Aunque no existen parámetros objetivos para determinar el nivel de ácidos grasos, pueden tenerse en cuenta otras cuestiones. Para ello resulta oportuno evaluar la presencia de signos físicos de déficit de ácidos grasos, como sed excesiva, poliuria y afecciones dermatológicas. También si el paciente presenta trastornos atópicos, como eccema o asma, ya que ese déficit puede estar involucrado en su aparición. Los trastornos de percepción visual, atención y concentración también son un predictor de respuesta al tratamiento con AGPI, así como la labilidad emocional y las alteraciones del sueño. En cuanto al tipo de suplemento, dado que no existen leyes universales, el resultado terapéutico dependerá de la constitución del paciente. Los ácidos grasos omega-3 son fundamentales para la estructura y el funcionamiento cerebral. Para obtenerlos de la dieta debe haber un consumo regular de mariscos y de aceite de pescado. Los ácidos grasos omega-6 también son importantes; una fuente de ellos es el aceite de prímula. No obstante, los datos indican que el aporte de ácidos grasos omega-3 ocasiona un beneficio terapéutico más significativo que el de ácidos grasos omega-6. Entonces, la generalidad de los pacientes se beneficiará en mayor medida al recibir aceite de pescado, aunque el agregado de aceite de prímula puede ser útil en algunos casos. Pese a que en un primer momento se pensó que el ácido graso omega-3 más útil sería el DHA, los beneficios fueron mayores al administrar EPA. Esto se debería a que el EPA es funcionalmente más importante debido a su papel respecto de la síntesis de otros compuestos que son fundamentales para la señalización intercelular, entre otros motivos. En consecuencia, los suplementos más eficaces serían los que contienen una proporción mayor de EPA en comparación con la proporción de DHA. Cabe destacar que el aceite de hígado de bacalao aporta cantidades significativas de vitamina A que pueden resultar tóxicas. Además, debe controlarse su calidad, ya que algunos compuestos pueden ser ineficaces y, en el peor de los casos, contener residuos tóxicos. El único efecto adverso conocido de los AGPI son los trastornos gastrointestinales, que se evitan con el consumo de dosis bajas y divididas de compuestos de buena calidad junto con las comidas. La dosis adecuada dependerá de las características y de las necesidades individuales. Como el efecto máximo puede aparecer luego de 3 meses de tratamiento, se recomienda administrar una dosis inicial más elevada que puede disminuirse luego de ese lapso. El consumo de suplementos de AGPI siempre debe tener lugar bajo supervisión médica. Si no se obtienen resultados a los 3 meses de tratamiento, es posible que el paciente requiera otra estrategia y que su trastorno no se vincule con el déficit de ácidos grasos. Conclusión La dislexia, la dispraxia y el TDAH podrían relacionarse con un trastorno del metabolismo de los ácidos grasos. No obstante, es necesario tener en cuenta que el déficit de ácidos grasos es un factor más entre las posibles causas de estos trastornos. Los datos indican que el suplemento dietario con AGPI puede resultar beneficioso, en especial si se emplea ácido graso omega-3 eicosapentaenoico. Entre los indicadores de respuesta al tratamiento se incluyen los signos físicos de déficit de ácidos grasos; las alergias; los trastornos visuales, de la atención y del sueño; y la labilidad emocional. Se requieren más estudios para esclarecer el papel de esos indicadores, ya que no son privativos de los pacientes con dislexia, dispraxia o TDAH.

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