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Con el nombre genérico de Humanior. Biblioteca del americanista moderno, el sabio argentino José Imbelloni dirigió en la década de 1930 una colección de antropología que llegó a tener 32 tomos. De la Sección C de esa obra, «Patrimonio Cultural Indiano», tomamos las sabrosas referencias que siguen. «Un elemento característico de la medicina primitiva es la botica repugnante. Se ha llamado así a cierto tipo de medicación consistente en el empleo de excrementos o secreciones (materias fecales, orina, sangre menstrual), elementos descompuestos, sabandijas e insectos, etc. Entre los aborígenes americanos los ejemplos son numerosos. Gusinde refiere que las machi de Panguipulli (Araucania) dan a la mujer estéril, para que tenga familia, excrementos de ratón con algunas hierbas. Los aztecas empleaban, en los estados consuntivos del aparato respiratorio, una droga compuesta con orinas, lagartijas y carbón vegetal (Ocaranza). Los habitantes del altiplano Perú-boliviano y del norte de Chile y Argentina utilizaban como diurético excrementos de chinchilla (Eryomis laniger), según J. A. Domínguez. Los indios del antiguo Perú utilizaban en los estados espasmódicos, en las afecciones cardíacas y en la epilepsia, la ingestión de un coleóptero del género Scotobius. INSTRUMENTAL PRIMITIVO Los aztecas empleaban mucho la lavativa, que designaban con el nombre de nitepamaca. Ventosas: las ventosas fueron aplicadas por los primitivos de casi todo el mundo. En diversas regiones de Africa se emplea para ello un asta de animal con el extremo agujereado, aspirando el aire por él y ocluyéndolo, una vez hecho el vacío, con un trozo de barro. En América, las ventosas fueron empleadas con la mayor frecuencia por los tupí-guaraníes. Piso consigna que no emprendían un viaje sin llevar provisión de ellas. El aparato utilizado consistía en una calabaza (Lagenaria vulgaris), con un orificio amplio sobre la parte a aplicar y otro pequeño sobre la parte superior, por la cual se hacía el vacío aspirando con la boca y ocluyendo con barro. La balneoterapia caliente y de vapor fue utilizada con gran amplitud. Muchos pueblos americanos empleaban para ello cámaras especiales semejantes a hornos, en las cuales el agua se calentaba por medio de piedras caldeadas al fuego. El tipo más difundido está representado por el temazcallide los aztecas y maya-quiché. Los comechingones de Córdoba [Argentina] empleaban hornos semejantes. CIRUGIA A las primeras, que parece haber interpretado como consecuencia de una causa que actuó, esto es, como efecto físico, las trató empíricamente y físicamente, como cosas tangibles. Para las segundas, necesitando la explicación de un estado intangible, las resolvió de acuerdo con su sistema mental, atribuyéndoles una causa misteriosa y como si se tratase no de un efecto, sino de una causa en actividad en ese momento. La cirugía ha permanecido, por ello, como un sistema aparte de la medicina interna. Esta última, basando su práctica en una teoría sobre la esencia de la enfermedad, se ha desarrollado en todas las épocas, en el terreno de la especulación. La cirugía se ha originado y desarrollado en la acción, por obra de una necesidad a menudo urgente, y se ha desenvuelto en el terreno del empirismo. Su práctica, y la comprobación de sus efectos ostensibles, trajeron una experiencia. «La mejor maestra del arte quirúrgico ha sido la necesidad -dice Diepgen- que ha obligado unas veces a pequeñas intervenciones (abertura de focos purulentos, extirpación de neoplasias superficiales) y otras a grandes operaciones. Los accidentes y combates dieron lugar a heridas, fracturas y luxaciones que hubo necesidad de tratar, naciendo así las suturas de las heridas, los vendajes de extensión permanente, colocando los miembros fracturados en moldes de arcilla». El acto quirúrgico más elemental impuesto por el medio y el género de vida que llevaban consistió en la extracción de espinas. Cada pueblo tuvo para ello su instrumental propio, siendo los más comunes los pequeños punzones de hueso o los aparatos compuestos por un diente aguzado munido de un mango al cual se ataba. Podemos suministrar como ejemplos los ejemplares recogidos por Sabathe entre los karimé, de Sud América, conservados en el museo de Gotemburgo, en Suecia.»
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